Encuentro XXXV:
Un encuentro Extraordinario
Junio llega con la primavera en su esplendor, haciendo que lo días más largos y calurosos inviten a pasar tiempo fuera y que, no obstante, ellos dos acaben resguardados en la seguridad de su casa para evitar que Eren pueda sufrir otra crisis alérgica, aunque no es que a Levi le incomode realmente aquel autoimpuesto encierro.
Ese domingo, por ejemplo, ha resultado divertido. Tras cocinar y comer juntos, ahora ambos se hayan tumbados en el sofá viendo una película, o por lo menos él lo hace, ya que Eren lleva un rato dormido entre sus brazos y no ha tenido el valor de despertarle. Aquella rutina simple en un día simple le agrada, y Levi siente como algo cálido, que creía olvidado, despierta nuevamente en su interior.
El insistente repiqueteo del timbre rompe su paz, por lo que mascullando improperios, él aparta con cuidado el cuerpo del chico dormido y se dirige a abrir la puerta.
Nada más descubrir quién es la dueña de todo ese escándalo, Levi se apresura a cerrar para dejarla fuera, pero Hange, rápida a base de años de práctica, se cuela dentro y le echa los brazos al cuello, rebosante de felicidad.
—¡Enano, tanto tiempo sin verte! —exclama esta como si de un largo y esperado reencuentro se tratase—. ¿Me has extrañado?
Él, logrando quitársela de encima, pone algo de distancia entre ambos y la mira ceñudo.
—Tch, nos vimos ayer al almuerzo, cuatro ojos de mierda —replica sin mucha amabilidad—. Veinticuatro putas horas no me parecen el tiempo suficiente para reponerme de ti.
La respuesta de Hange es una estruendosa carcajada que lo hace cerrar los ojos, implorando paciencia, pero esta se le escapa.
Joder, su tranquila tarde de paz y tranquilidad con Eren se ha ido al carajo.
—Que cruel eres, Levi. Ahora que tienes un guapo novio parece que te has olvidado de tu querida amiga —reclama ella, pasándole un brazo por los hombros—. Ya apenas quedas conmigo o Erwin.
Un ramalazo de culpa lo golpea al oír su reclamación, impidiéndole defenderse porque sabe que lo que Hange ha dicho es verdad. Su amiga, a pesar de ser invasiva y entrometida, durante esos últimos meses le ha dado espacio suficiente para que su relación con el chico se afiance. Por una vez en la vida, Hange ha controlado sus impulsos de querer saberlo todo y se ha conformado con ser solo una simple espectadora, y él sabe que buena parte de ello se debe a que ella en verdad lo quiere y desea verlo feliz.
Sin embargo, sus palabras de disculpas mueren en cuanto Eren entra al recibidor y los contempla con expresión curiosa y adormilada. Tras la pequeña siesta, el largo cabello se le ha vuelto un enredo y sus verdes ojos lucen un poco velados aun por el sueño. Levi, con el poco sentido común que aún conserva, solo puede pensar en lo adorable que este le parece.
El eufórico recibimiento con que Hange lo recibe llena nuevamente de bullicio la casa, con esta parloteando sobre lo mucho que él parece haber cambiado desde que conoció a Eren y de como el chico ha sido algo bueno en su vida.
Dejando la película a medias y su apacible tranquilidad congelada en el recuerdo, los tres acaban sentados en torno a la isleta de la cocina con sendas tazas mientras platican.
A pesar de saber que Eren trabaja para Hange y que por lo mismo ella lo conoce bastante bien, Levi tiende a olvidar ese hecho con más frecuencia de la que debiera, por lo que no deja de resultarle rara aquella camaradería entre ambos. Dejando de lado a Erwin, que siempre fue un amigo en común, ninguna de sus anteriores parejas acabó de ser del total agrado de aquella compleja mujer. Que Hange acepte a Eren de forma tan abierta, que no haya puesto ni un pero a su relación, le resulta extraño; sin embargo, en el fondo se alegra un poco. De seguro su amiga cree que en esa oportunidad lo está haciendo bien, que su elección es la correcta.
—Erwin insiste en que debemos juntarnos uno de estos días —les dice ella mientras desmiga sin compasión la galleta de nuez que tiene entre los dedos—. ¿Qué les parece dentro de dos semanas?
—Tch, por mi está bien —responde Levi, sabiendo que aquel compromiso es ineludible. Si Hange es un dolor en el culo cuando algo se le mete en la cabeza, Erwin no tiene punto de comparación—, pero quien también debe decidir aquí es el mocoso. ¿Qué dices, Eren? ¿Estás de acuerdo?
De inmediato los ojos castaños de su amiga viajan a este, expectante. Él sabe que el asunto de su pasada relación con Erwin ya es algo solucionado entre ellos, pero también es consciente de que el mocoso sigue siendo un mocoso, y a veces la inseguridad lo puede.
Finalmente, dando un pequeño sorbo a su taza, Eren asiente a penas, ante lo que su amiga da una alegre palmada, llena de satisfacción.
—¡Entonces está decidido! —exclama esta—. Hablaré hoy mismo con Erwin y le informaré. —Guiña un ojo a su novio y lo hace sonreír.
Hange ha sido muchas cosas en su vida, la mayor parte de ellas desastrosas, pero Levi no puede negar que a pesar de todo lo malo, ella ha sido su pequeño rayito de luz en los días malos. Una persona simple y una amistad simple, y que sin embargo terminó por convertirse en un encuentro extraordinario; uno que no cambiaría por nada.
Sin embargo, cuando una sonrisa traviesa se dibuja en aquellos labios y una mirada divertida asoma tras las gafas, Levi se teme lo peor. Lo cual ocurre en cuanto esta habla, haciéndole desear que la tierra se abra y la entierre en lo más profundo de sus entrañas, donde aquella boca impertinente no pueda hacer más estragos.
Joder, sí que se arrepiente de aquella amistad.
—Y bien chicos, ¿cuándo van a tener sexo?