Encuentro XLI:
Aprobación
Desde que hace dos semanas atrás Kenny irrumpió en su vida como un desastre natural alborotando todo a su paso, la ordenada rutina y el inmaculado orden de Levi se han ido al carajo; pero, lo peor, ha resultado ser que sus momentos a solas con Eren se han reducido a nada más que unas cuantas citas cortas o visitas entre la librería y la cafetería, notando como la ansiedad los afectaba cada vez más a ambos.
No obstante, finalmente el gran día llega y el fin de su tormento se vuelve una realidad. Esa misma mañana su tío ha anunciado que ya está aburrido de verle la cara de amargado y desea regresar a su propio hogar, por lo que al día siguiente tomará un vuelo y por fin los dejará en paz.
Nada más darle la feliz noticia a Eren durante el almuerzo compartido, este, con la ingenua buena intención que siempre lo caracteriza, insiste en que deben prepararle al otro hombre una cena de despedida. Levi, que lleva quince días aguantando los continuos comentarios mordaces que el cabrón de Kenny suele hacer sobre la homosexualidad de ambos y su aberrante relación, se niega en rotundo; sin embargo, el mocoso insiste, obstinándose como solo él sabe hacer, por lo que, tragándose todas las maldiciones que puede imprecar en un silencioso minuto, acaba cediendo a regañadientes.
Y es así como esa tarde se encuentra en casa junto al hombre que lo crio, esperando por la llegada del chico con el que ha decidido compartir su vida.
Kenny, sentado en el sofá mientras lee el periódico y despotrica contra todo, desde el gobierno hasta los eventos sociales, le lanza de tanto en tanto fugaces miradas cada vez que él observa la hora en su reloj, impaciente porque Eren llegue de una puta vez y le ayude a librarse de esa maldita tensión.
Sin embargo, cuando el reloj marca las seis y sabe que su agonía está a punto de acabar, los sagaces ojos de su tío se posan sobre él y le suelta sin más:
—¿Realmente piensas formar una familia con ese mocoso? ¿Es ese el futuro que deseas, Levi?
Él, que acaba de beber un sorbo de té, nota como este le escalda la lengua por descuidarse a causa de la sorpresa. Maldice por lo bajo y frunce el ceño, pero Kenny no se da por aludido y lo sigue mirando.
—Quien sabe —masculla malhumorado, sin entrar en más detalles porque, simplemente, él tampoco lo ha pensado.
A pesar de que con Eren ya llevan unos cuantos meses de conocerse y otros tantos de ser novios, no es como que Levi tenga planificado ya su futuro juntos. La aparición del chico en su vida no es algo que esperara ni deseara, ¡que demonios, ni siquiera creía que el amor verdadero existiera! Sin embargo, ahora que lo tiene a su lado, no puede pensar en el día siguiente sin contar con él, sin añorarle.
Si aquello cuenta o no como «planificar su futuro», no tiene ni idea, pero si de algo está seguro, es que mientras de él dependa, hará lo posible porque Eren siga siendo parte de su vida.
Al levantar la vista, nota que la burlesca mirada del otro sigue posada en él, por lo que sus ojos se entornan con molestia. Kenny, por su parte, solo sonríe del mismo modo en que lo ha hecho siempre cuando desea hacerlo perder la paciencia; no obstante, con treintaicinco años, Levi ya no está dispuesto a caer en las provocaciones de su tío, por lo que simplemente lo ignora.
Es entonces que el timbre suena anunciando que Eren ya está allí, por lo que él deja su taza casi intacta en la mesilla de centro y se pone de pie para ir a recibirlo, desesperado por verlo y que el mundo que conoce vuelva a tener sentido antes de que termine asesinando a «alguien».
Menos de veinticuatro horas y será libre, se recuerda paciente; pero no alcanza a dar ni cinco pasos cuando la potente voz de su tío, llamándolo, se hace oír nuevamente, deteniendo su avance y haciéndolo volverse.
—Que jodido estás, sobrino. Literal y figurativamente —añade, soltando una risotada como si su estúpido comentario fuese el más ingenioso del mundo—. Sin embargo —comienza muy serio una vez su diversión ha terminado—, a ella le hubiese gustado. De seguro estaría increíblemente satisfecha de que tu elección fuese ese otro mocoso.
Desconcertado, asombrado, Levi abre la boca para decir algo, pero ningún sonido logra salir de ella. Por su parte, Kenny vuelve a centrar su atención en el periódico, refunfuñando por lo bajo e ignorando su presencia, de seguro sabedor de que ese tipo de comentarios y escenas no son para ellos, por lo que prefiere evitarles la vergüenza.
Mientras se dirige hacia la puerta, no puede evitar que una emoción dolorosa y cálida anide dentro de su pecho. Pensar en su madre siempre tiene ese efecto sobre él, añoranza y nostalgia teñidas por el dolor de la separación forzosa.
La sonriente imagen de Eren lo recibe nada más abrir, todo ojos verdes que parecen refulgir de alegría y aquel revoltijo de cabello que es siempre un desastre.
Ya sea porque dos semanas han sido mucho tiempo, ya sea porque las palabras de su tío le han calado hondo, Levi deja de lado las precauciones y envuelve al otro en un fuerte abrazo, como si no deseara dejarlo escapar.
Eren, sorprendido, solo sabe responder a su gesto. Cuando finalmente le pregunta que ocurre, él solo niega, permitiendo que sea el calor y el aroma del chico lo que lo reconforte, haciendo que la seguridad de las palabras de Kenny prevalezcan en su corazón.
Haya sido su intención o no, y aunque no sea el modo más adecuado y correcto, sabe que su tío acaba de darle su aprobación. Probablemente Kenny nunca acepte del todo sus «preferencias», pero aprueba a Eren, y para él, eso es más que suficiente.