Encuentro XLV:
Miedo
El final de las vacaciones trae consigo dos descubrimientos importantes para Levi. El primero de ellos es que, a pesar de considerarse alguien por lo general calmo e imperturbable, puede asustarse casi hasta la muerte si es debido a la persona que quiere. El segundo, y no menos significativo, es que Eren lo tiene total y absolutamente jodido.
Todos sus problemas comenzaron esa tarde mientras daban un último paseo por los alrededores antes de regresar a la cabaña y alistar sus cosas para partir al día siguiente. Aunque las dos semanas que duró su estadía en ese sitio estuvieron llenas de actividades y momentos compartidos, Eren, siempre terco y llevado a sus ideas, creyó que a pesar de que la tarde ya caía sobre ellos, la luz se volvía escasa y el terreno era bastante irregular, era una buena idea salir a dar una pequeña vuelta.
Levi en un principio se negó rotundamente, pero discutir con el mocoso era siempre complicado y no quiso estropear su última noche en aquel lugar, por lo que accedió a darle gusto y acabó pagando las consecuencias cuando el desastre ocurrió.
La caída que este tuvo no fue demasiado riesgosa, pero sí lo suficiente para que Eren acabase con una dolorosa torcedura de tobillo y unos cuantos rasmillones sangrantes, y con él sintiendo como si aquel condenado accidente le hubiese cargado veinte años de golpe.
Levi es consciente de que nunca en su vida adulta ha experimentado tanto miedo como el que sintió cuando el chico rodó cuesta abajo, y es debido a ello que en ese instante se encuentra sentado junto a la cama que este ocupa, observando atentamente cualquier cambio que pueda alertarlo de que algo va mal, porque, como ha sido su segundo y terrible descubrimiento, sabe que está tan enamorado de Eren, que si algo malo llegase a ocurrirle a este, él definitivamente no sabría que hacer.
—Por favor, Levi, deja de verme de ese modo. No estoy a punto de morir, ¿sabes? Simplemente fue un accidente, así que ven asentarte aquí —dice tranquilizadoramente el mocoso, dando un par de palmaditas en la cama.
Todavía muerto de preocupación y un poco molesto, él sigue tercamente sentado en la silla, ni siquiera ablandándose cuando la persuasiva expresión del chico pasa a aquella de cachorro triste que este sabe siempre acaba convenciéndolo.
—Un accidente simple y una mierda, tch. Te pasarás días sin poder caminar bien —masculla con molestia al mirar la pierna derecha que Eren tiene apoyada sobre un cojín—. Mañana, nada más lleguemos a la ciudad, iremos directamente al hospital para que te revisen.
—Mi padre es médico, ¿lo recuerdas? No es necesario que vayamos a ningún sitio. Ya me verá él cuando llegue a casa.
—No esperaremos tanto.
Durante un par de minutos ambos se retan con la mirada. Levi decidido a hacer por una vez su voluntad, y Eren demasiado acostumbrado a no perder. Sin embargo, finalmente es el mocoso quien levanta la bandera blanca, soltando un suspiro de resignación y estirando su morena mano hacia él.
Tras los pocos segundos que se permite dudar, Levi se recuerda que su enfado es completamente válido; aun así, débil como es frente al otro porque Eren es su jodido talón de Aquiles, acepta la mano que le tiende y se acomoda a su lado en la cama, permitiendo que el chico lo abrace y se acurruque junto a él.
—Lo siento —murmura entonces este muy quedo, apoyando una mano sobre su corazón que parece estar despertando de un largo letargo—, debería haber oído cuando dijiste que era una mala idea que saliéramos tan tarde, pero pensé que sería divertido y que nada malo ocurriría. Jamás imagine qu-
Las palabras de Eren se quedan a medias porque él reclama su boca y lo besa hasta dejarlo sin aliento. Levi ha pasado el susto de su vida por culpa de ese mocoso cabezota, pero ahora que sabe que está bien, que sigue allí, a su lado, es capaz de respirar tranquilo nuevamente; relegando al olvido, por un momento siquiera, sus absurdos temores.
Para él, amar a Eren es sin duda alguna lo más maravilloso que le ha ocurrido durante los últimos años, pero al mismo tiempo lo más aterrador. Es increíble como una sola persona puede asustar tanto.
—Tch, debería romperte ambas piernas para que te quedes quieto de una maldita vez —le dice cuando vuelven a tumbarse abrazados sobre la cama; la risa de Eren reverberando dentro de su pecho, cálida y clara como aquellos días de verano que han compartido.
—Eso sería muy problemático —replica este, juguetón—. Si lo hicieras, entonces tendrías que hacerte responsable y cuidar de mí.
A pesar de saber que es una broma absurda por parte de su novio, algo se remueve en su interior al oírlo. Una necesidad posesiva de algo más. La certeza de saber que no desea que esos días juntos, compartiendo aquella cómoda rutina, acaben.
Los dedos de Levi juguetean con los rebeldes mechones castaños de Eren y lo oye respirar acompasadamente. Ha sido tan fácil acostumbrarse a su compañía constante que asusta un poco, tanto como el perderlo; pero todavía así no lo cambiaría por nada.
Y es por eso que cuando las palabras salen de su boca no se sorprende, porque es inevitable, así como lo fue el conocerse un San Valentín en un local abarrotado de gente y el que acabasen siendo una pareja cuando aparentemente no tienen casi nada en común.
—Podría hacerlo —murmura muy despacio contra su cabello—. Tan solo tendrías que decir que sí… y venirte a vivir conmigo.
Los verdes ojos de Eren lo contemplan llenos de asombro al oírlo, pero no hay duda en ellos, tan solo una curiosa incredulidad y la tenue sombra de una sonrisa; así como el miedo de saber que no se puede ser sin alguien, que no se puede vivir sin ese alguien, porque esa persona, sin darte cuenta del cómo, ha robado tu corazón.