Encuentro XLVII:
Pequeño Trato
Aquel caluroso lunes de finales de agosto está resultando especialmente agotador para Levi. No solo ha debido reponer en los estantes toda la nueva mercadería que ha llegado esa mañana, sudando como un cerdo a causa del jodido calor, sino que también porque desde hace una hora atrás Isabel irrumpió en el local con la fuerza de un vendaval, parloteando sin cesar y revolviendo a su paso toda la sección de cocina en busca de una receta «perfecta» que preparar para su siguiente cita con Farlan.
Siendo bastante honesto, Levi no tiene ni la menor idea de como han hecho esos dos para mantener funcionando esa relación; tal vez, se dice pensativo, del mismo modo misterioso en que Eren y él han logrado conservar la suya.
Donde Farlan suele ser todo precaución e ideas prácticas, Isabel es improvisación y completa aventura. Sus dos amigos son totalmente opuestos, tanto que en mas de alguna ocasión el propio Farlan se ha mostrado mas que un poco desquiciado y confundido debido a aquella muchacha; no obstante, si de algo está seguro Levi, es de que su amigo sin duda alguna parece mucho más feliz desde que la excéntrica Isabel entró en su vida; y él no puede culparlo, porque lo comprende.
—Quiero llevar estos dos, hermano —dice finalmente esta con tono triunfal, azotando sobre el mostrador los libros elegidos, como si de una afrenta personal se tratase.
Dejando una pila de libros sin reponer para acercarse hacia donde Isabel se encuentra, Levi limpia sus manos de los restos de polvo que puedan haber quedado de su anterior tarea e ingresa la compra que la prima de Eren acaba de hacer.
—¿Deseas que te los envuelva? —pregunta mientras le entrega el cambio; ella, sin embargo, niega con vehemencia, haciendo que sus coletas pelirrojas bailen en todas direcciones.
—No, los iré leyendo en el autobús de camino a casa —añade con vibrante alegría—. Necesito saber que debo cambiar y en que innovar para que todo resulte perfecto.
Asombrado por sus palabras, él arquea ambas cejas y la mira con incredulidad; mirada que Izzi le devuelve con un brillo travieso que ilumina sus verdes ojos y el atisbo de una sonrisa que amenaza con echar a volar en cualquier momento.
—¿Estás comprando un recetario para modificar las recetas? —se atreve Levi a preguntar, finalmente.
Isabel, como si fuese lo más obvio del mundo, se acoda sobre el mostrador y asiente con ganas, remplazando la sombra de su sonrisa por una abierta y verdadera que lo hace sentir momentáneamente como un idiota.
—¡Por supuesto que sí! No esperarás que las copie tal cual, ¿verdad? Si lo hiciese, ¿qué esfuerzo llevaría eso? Además —añade esta, como si fuese a revelarle un gran secreto—, la cocina es como la ciencia y el arte, todo al mismo tiempo. Experimentas para innovar y utilizas toda tu imaginación para crear. Cocinar siempre es darle amor a alguien más.
Las palabras de Isabel lo golpean con fuerza, no solo por lo profundas y sentidas que estas le parecen, sino porque inevitablemente le han hecho pensar en el mocoso.
Descontando el pastel de cumpleaños que Levi tanto se esforzó en preparar para este, lo cierto es que el resto de su repertorio culinario siempre ha sido bastante básico. En ningún momento Eren se ha quejado de ello, por supuesto, pero incluso él mismo sabe que sus habilidades en la cocina dejan mucho que desear. No obstante, cada vez que ha sido el chico quien ha cocinado, Levi se ha quedado sorprendido por su habilidad. Siempre supuso que aquella diferencia entre ambos era solo cosa de diversidad de talentos, pero ahora, tras oír a Isabel y ver lo mucho que ella se está esforzando por una simple cena para la persona a quien ama, no puede evitar recriminarse lo ciego que ha estado durante todo ese tiempo.
—Enséñame a cocinar. Te pagaré. —Las palabras escapan de su boca sin que pueda detenerlas, y para cuando comienza a tomar completa consciencia de estas, Isabel ya lo está observando con los ojos bien abiertos y la incredulidad pintada en el rostro.
—¿De verdad deseas que te enseñe a cocinar? —le pregunta, ante lo que él asiente con determinación, pero ella suspira—. Aunque tengo mucha confianza en mis habilidades, hermano, me temo que no hago milagros.
Su ceño se frunce nada más oírla, pero la alegre carcajada que Isabel suelta deja claro que no es más que una tonta broma.
Cuando aquella verde mirada vuelve a clavarse en él, un sentimiento cálido parece anidar en ella. Izzi da un par de palmaditas en su brazo y pregunta llena de curiosidad:
—¿Y por qué has tomado esta repentina decisión?
Debatiéndose consigo mismo durante un instante, Levi delibera entre ser honesto o no. Isabel le gusta y es una buena amiga; además, si el mocoso y él han llegado a estar juntos es precisamente gracias a ella. Aun así, duda un momento más; el suficiente para darse cuenta de que está siendo un tonto ya que no tiene nada que perder.
—Porque le he pedido a Eren que viva conmigo.
El grito de emoción que la chica deja escapar resuena estridente en la silenciosa librería y lo obliga a cerrar los ojos. Sin embargo, al abrirlos, percibe que Isabel luce tan feliz como si acabase de darle la mejor noticia del mundo.
—¡Acepto! ¡Te daré clases! —le dice esta, llena de euforia—. Y ahora, querido hermano, comienza a contármelo todo con detalle. No soy precisamente económica y he decidido que tu confesión será parte de mi pago por adelantado para sellar nuestro pequeño acuerdo.
Soltando un resignado suspiro, Levi se prepara para hacer un poco de té. De seguro esa conversación será muy larga.
Aun así, no puede evitar alegrarse un poco por poder compartir con alguien más su pequeño secreto, o anhelo. Tal vez otra perspectiva le aclare las ideas y haga más llevadera la espera de aquella pregunta que aun no obtiene una respuesta.