Encuentro V:
Solo una Hora
Apenas salen esas palabras de su boca, Levi ya desea retractarse; decirle que se ha equivocado y no podrá acompañarlo ya que en casa lo espera una excitante jornada de limpieza. Realmente quiere hacerlo, pero la expresión anhelante del joven que tiene delante, Eren, lo hace mantener la puta boca cerrada. El mismo tipo de expresión que, un minuto atrás, produjo el efecto contrario y lo hizo decir que sí aceptaba.
Su vida es una mierda.
De forma algo atropellada, Eren propone ir a un local emplazado un par de calles arriba. Levi, que detesta complicar las cosas, quiere sugerir que solo crucen a la cafetería de Hange, pero a tiempo comprende la pésima idea que sería. No desea a esa loca fisgoneando en sus asuntos y supone que para el chico tampoco sería agradable convertirse en la comidilla de sus compañeros.
Un poco a regañadientes, termina por aceptar, lo que hace que a Eren le brillen los ojos y le regale una enorme sonrisa que le acelera el corazón.
Joder.
Levi se conoce, sabe que no es agradable y que sus modos no son los mejores. En la librería pasa con lo justo a la hora de atender clientela, pero socializar con otros no es su mayor fortaleza; no cuando generalmente acaba comportándose como el frío bastardo que es. Y también sabe bien que, con media hora de plática, Eren acabará desilusionado de él; pero es mejor así. Levi detesta los problemas innecesarios.
La cafetería que ha recomendado el chico es un sitio pequeño y agradable, con media docena de mesas desperdigadas aleatoriamente y unos cuantos sofás y butacas que cumplen el mismo orden. El local, que guarda un aire entre salón de té y acogedora sala de estar, le gusta de inmediato porque se siente cómodo. Eren ha elegido bien.
El lugar está vacío y deciden sentarse en un par de butacas cercanas a la pequeña chimenea. Hacen su pedido y el dueño, un tal Hannes, que parece conocer al chico, les dice que se los llevará pronto.
Levi mira su reloj y calcula el tiempo. No cree tardar más de media hora, ese será su tiempo límite, y, de seguro, también el del muchacho de los ojos verdes. Este no necesitará de más para percatarse del terrible error que ha cometido con aquella invitación.
Y él sabe que no existirá otra.
Los cafés llegan tan pronto como el dueño les prometió, y con ellos se distiende un poco la incomodidad existente entre ellos al no saber que mierda decir. Levi observa detenidamente al chico y lo nota nervioso. Eren es demasiado joven y amable, un claro contraste con él que es todo formas bruscas y palabras cortantes, aunque al otro parece no importarle. Todavía.
Eren le habla de su vida, confirmando sus sospechas de que es primo de la parlanchina Isabel. Mirándolo ahora de cerca, puede apreciar el parecido entre ambos, pero es el chico quien le resulta más guapo.
Mientras le oye hablar de las cosas que este hace, de lo que le gusta, sin darse cuenta siquiera como, su primer café se ha convertido en un segundo y cuando finalmente observa su reloj, nota que los treinta minutos de límite han superado la hora. Y no sabe si alegrarse o aterrarse por ello.
Percibiendo su turbación, Eren se disculpa y le dice que irá a pagar. Levi se niega, pero este insiste con una obstinación que no le cuadra demasiado con el aire despreocupado que el otro enseña, por lo que simplemente le deja, diciéndole que haga lo que quiera. Eren, con una sonrisa coqueta, le explica que de esa manera se asegura de que él quede en deuda y deba regresarle la invitación en algún momento.
Levi, desconcertado, no sabe que pensar de este, pero cree que no le gusta demasiado. Ese mocoso es un incordio.
Una vez fuera descubren que ha comenzado a lloviznar, una fina cortina de agua que moja bastante pero no es desagradable. A él le gusta la lluvia.
Cuando su mirada vuelve a encontrarse con la del chico, nuevamente nota esa sensación de inseguridad que detesta. Eren también le está mirando y puede apreciar como algunas gotitas se le han quedado prendidas de las largas pestañas y como el verdeazulado de sus ojos ha dado paso a un verde más oscuro, uno lleno de vergüenza y dudas, porque ninguno de ellos sabe cómo despedirse.
Finalmente es él quien anuncia que debe marcharse. Agradece la invitación del mocoso y este asiente, respondiendo que también se le ha hecho un poco tarde y debe coger el autobús.
Tras un último cabeceo, Levi está por marcharse, pero este vuelve a pronunciar su nombre, deteniéndolo, y él nota como el corazón le late con fuerza a causa de una ansiedad que no le gusta, porque no le es propia. Eren despedaza sus muros y eso lo asusta.
—¿Te molesta si voy a la librería? —le pregunta y, durante un par de segundos, él no sabe que decir.
Levi sabe que un «sí» es su respuesta más segura, la que mantendrá al chico fuera de su vida y, con suerte, quizá para siempre; pero es un traicionero «no» el que pulsa por salir de sus labios. Su cerebro es un puto caos desde que conoció a ese chico.
Al final opta por algo neutral que deje medianamente feliz a ambas partes de su cerebro, aunque por dentro se siente como el mayor idiota del mundo.
—¿Te gusta leer?
Una bonita sonrisa se dibuja en los labios de Eren, que niega con un gesto y lo mira avergonzado.
—Pero podría llegar a gustarme —es su respuesta.
Levi acaba sonriendo también.
—Entonces nos vemos, mocoso —dice antes de dar media vuelta para enfilar rumbo a su hogar.
Eren Jaeger no solo es guapo y agradable, sino que también es peligroso. A Levi le ha bastado solo una hora en su compañía para darse cuenta de ello. Está completamente jodido por el mocoso de los ojos verdes.