Encuentro L:
Sacrificio
Aunque Eren no suele considerarse alguien especialmente perceptivo, nada más ver a Levi al otro lado de la puerta comprende que algo raro le ocurre. No puede determinar exactamente el qué, ya que este es casi un experto en mantener sus emociones bajo control, pero desde que recibió aquel mensaje en el que su novio lo invitaba a cenar a su casa luego del trabajo, él sospechó que algo ocurría.
Los últimos meses de su relación han sido muy buenos, demasiado; pero aun así, Eren no puede evitar asustarse un poco al imaginar que, quizá, ha cometido algún error durante los últimos días que acabó por despertar el malhumor del otro, sobre todo porque durante el último mes Levi ha actuado un poco extraño, como si le ocultase algo.
Desterrando a un rincón de su mente sus negativos pensamientos, se inclina lo suficiente para besar al otro suavemente en los labios. De inmediato la plateada mirada de Levi busca la suya, un poco interrogante, un poco escrutadora, y él, decidido a actuar lo más normal posible, sonríe como siempre.
—Llego puntual —murmura a modo de broma, aun contra sus labios. Por supuesto, el ceño de su novio se frunce, plantando una mano sobre su pecho para poner distancia entre ambos.
—Puntual y una mierda, Jaeger; llegas con media hora de atraso. Y ni te atrevas a culpar a la demente de Hange por ello, ya que he tenido la desgracia de soportarla toda la tarde.
Dejándose guiar por la mano que sujeta la suya para llevarlo dentro de la casa, Eren camina obedientemente tras Levi, sintiéndose tan extraño como la primera vez que estuvo allí.
Si aquel fuese un sábado normal y una cita normal, él simplemente ya estaría preguntando al otro por los planes para esa tarde y dirigiéndose a la cocina para preparar algo para ambos; sin embargo, por algún motivo que intuye más que comprende, ese día algo ha cambiado. Cierta tensión embarga a Levi, alcanzando niveles insospechados en este, y es por eso que, sin poder contenerse más, Eren decide preguntar:
—¿He hecho algo malo para que parezcas tan… nervioso conmigo? ¿Estás enfadado, Levi?
Nada más soltar aquello, los ojos grises de su novio se posan en él, haciéndolo estremecer un poco a causa de la sorpresa. Levi, siempre tan dueño de sí mismo, luce increíblemente confundido y un poco vulnerable, como si con su pregunta Eren hubiese roto su siempre bien mantenido autocontrol.
—¿Piensas que estoy molesto contigo, mocoso? —le pregunta este, lleno de duda. Cuando Eren asiente, parece momentáneamente consternado—. Tch, que tonto eres. Créeme que si fueras la razón de mi enfado, ya te habrías enterado.
—Entonces, ¿por qué pareces tan nervioso? Es como si me estuvieses ocultando algo.
Chasqueando nuevamente la lengua, y cuidando bien de que él no pueda verle el rostro, Levi vuelve a tirar de su mano y lo lleva hacia la siempre inmaculada cocina. Para su sorpresa, nada más poner un pie allí, le recibe el aroma de comida flotando en el ambiente y los cubiertos dispuestos para dos sobre la isleta. Es una escena que no espera para nada, por lo cual Eren solo es capaz de pestañear repetidamente, debido al asombro, y abrir la boca para dejar escapar algún comentario que su cerebro es incapaz de poner en palabras, porque se encuentra en blanco.
—No es que te ocultase nada o estuviera molesto o ninguna de las mierdas que de seguro tenías dando vueltas por tu condenada cabeza, mocoso. Solo quería darte una sorpresa, pero… no sabía muy bien cómo hacerlo. Estas cosas se me dan fatal.
Un inesperado sonrojo tiñe las mejillas de Levi, aumentando su incomodidad, sin embargo a Eren le resulta adorable. El asombro inicial ha dado paso al entendimiento, por lo que él ahora logra por fin comprender lo que el otro ha hecho y no puede más que sentirse infinitamente afortunado.
Sin pensárselo mucho, acorta la distancia entre ambos y envuelve a Levi en un abrazo. Por supuesto este protesta y lucha un poco por liberarse, pero como siempre, acaba cediendo, permitiendo que él lo mantenga a su lado, porque es lo correcto entre ellos.
Ocultando el rostro en la curva del cuello de este, donde el ligero compás de su pulso se siente como si fuesen los latidos de su propio corazón, Eren deja un sutil beso sobre la piel expuesta y le dice:
—¿Así que el motivo por el que has estado tan extraño estos días es porque querías cocinar para mí?
—Mmm, algo así. Isabel me ha dado algunas clases —confiesa Levi, y él siente que la felicidad que anida dentro de su pecho se multiplica por mil, por infinito, amenazando con desbordarse en cualquier momento.
—Estoy ansiosos por probar lo que has preparado para mí, Levi.
Dándole unas palmaditas en la cabeza como si fuese un niño pequeño, este se ríe quedamente.
—Oi, mocoso, yo que tú, no me haría tantas ilusiones. Puede que la cena sea un desastre, ¿sabes? Puede que hasta acabe envenenándote.
—No me importa. Si es algo que tú has preparado para mí, lo comeré igual. Si acabo muriendo por tu culpa, lo haré feliz.
El pellizco que recibe en el costado lo hace soltar un quejido, pero al ver que la expresión preocupada de Levi ha tornado a una mucho más relajada y divertida, a pesar de su ceño fruncido, Eren se siente satisfecho.
—Ni se te ocurra morirte, mocoso idiota. Me niego a haber trabajado tanto para que ni siquiera friegues los platos. Compénsame.
La carcajada que él deja escapar reverbera en el silencioso cuarto, y en esa ocasión cuando vuelve a atrapar a Levi entre sus brazos, este no protesta ni siquiera cuando lo besa.
Y ya no hay miedo ni dudas, porque estos han sido desterrados por la certeza de que, a pesar de todo, ambos son la elección correcta del otro. Además, jamás hay sacrificio que sea demasiado grande o doloroso cuando es por el ser amado.