Encuentro VIII:
Primer Paso
El mensaje de Isabel llega cuando Armin y él acaban de encontrar una mesa en la biblioteca de la universidad y se preparan para estudiar. Ese es su primer receso entre clases, por lo que ambos han decidido hacerlo productivo; sin embargo, nada más ver la notificación del texto, donde ella le informa que ha cumplido su misión con éxito, Eren se olvida de todo lo demás, porque la emoción y los nervios que nota brotar dentro de su pecho le nublan el buen juicio. Esa vez ha sido una apuesta arriesgada.
Los pesados libros que carga caen ruidosamente sobre la mesa, ganándose un montón de miradas reprobatorias, aunque él las ignora sin más, preocupado solo en responder el mensaje. Necesita saber qué es lo que ha dicho Levi sobre su obsequio, si es que ha dicho algo, claro; sin embargo, su prima no responde de inmediato y Eren se muere de la angustia.
Al planear la tarde anterior aquella idea de conquista, él jamás pensó que ponerla en práctica sería tan vergonzoso. Su deseo era simple y egoísta: hacer algo para ganarse la atención de aquel esquivo hombre y lograr, de ese modo, estar en sus pensamientos aunque fuera durante un pequeño instante antes de que volvieran a verse. El pedir ayuda a Isabel fue solo algo nacido de la desesperación, aunque su prima, entrometida como es, se mostró encantada en enseñarle a preparar brownies y en ofrecerse como mensajera. Eren solo espera que todo su trabajo valga la pena.
Intentando aplacar sus nervios, abre uno de los libros y se pone a leer en busca de lo que necesita para sus deberes de Historia del Diseño, pero su esfuerzo es inútil; sus ojos, como si tuviesen vida propia, vagan una y otra vez hacia el móvil que reposa a su lado y que sigue totalmente silencioso.
—Así que, ¿el dueño de la librería?
La pregunta de es Armin por completo inocente. Sus ojos azules siguen clavados en el libro que lee mientras que él se siente como pillado en una travesura, lleno de culpa y vergüenza por su secreto.
—Yo no he dicho…
—Demasiado obvio, Eren —lo corta este con una sonrisa—. Desde San Valentín no eres tú mismo, y lo único extraordinario que te ocurrió ese día fue toparte por casualidad con él. ¿Es un mensaje suyo el que esperas?
Aunque le gustaría negar su enamoramiento un poco más, él sabe que con Armin eso es imposible. Aquel chico de apariencia delicada y trato suave es la persona más inteligente y perspicaz que ha conocido en la vida. Además, Eren necesita con desesperación del consejo de alguien que no sea su prima, la cual parece desesperada por conseguirle un novio a como dé lugar.
Niega con un gesto y clava la vista en la pulida mesa. El silencio de la biblioteca es casi absoluto, roto solo por el pasar de las hojas de los libros, el suave rasgar de los bolígrafos al tomar notas y algún murmullo quedo, por lo que la respiración de su amigo le resulta brutalmente ruidosa en aquel espacio tan sigiloso.
—De Isabel. Ella me hizo el favor de ir a ver a Levi esta mañana —responde él casi sin respirar, prácticamente atragantándose con las palabras. La azul y atenta mirada de Armin se siente pesada sobre su persona—. Necesitaba que le entregase algo de mi parte. Un obsequio.
Nada más decirlo, Eren espera una recriminación o un regaño por parte del otro. Su amigo es listo, y sabe incluso antes que el mismo Eren cuando ha cometido un error o se está precipitando en las cosas que desea; podría decirse que Armin es como su conciencia, aquella que intenta acallar a veces pero que siempre está allí, recordándole que debe refrenarse más, pensar más, antes de que sus propias emociones lo arrojen al desastre.
Sin embargo, ningún reproche llega en esa ocasión y él, un poco confundido, levanta el rostro y observa a su amigo. Este, con la rubia cabeza ligeramente ladeada en su dirección, lo mira muy serio, como evaluándolo, pero cuando los ojos de ambos se encuentran, sonríe y Eren siente como su mundo se ilumina.
—Parece un tipo decente, aunque creo que te lo pondrá difícil —aduce Armin con seria convicción—; pero sé que acabarás por conseguirlo. No sabes cómo darte por vencido.
Aunque la risa que escapa de sus labios es queda, un sinnúmero de anónimos reclamos lo obligan a callar, pero su alegría sigue intacta. Su mejor amigo le ha dado su aprobación y este mismo acaba de asegurarle que tiene una posibilidad con Levi. Y Armin jamás se equivoca.
La leve vibración del móvil sobre la mesa lo hacen ponerse en alerta, y su mano se alarga para cogerlo en el acto. El mensaje de Isabel aparece de inmediato en pantalla, todo lleno de emoticonos para demostrar su evidente buen ánimo.
«Ha dicho que gracias. Creo que se alegró, pero, ¡es tan frío y serio! ¡Tal vez deberías hacerle una visita esta tarde, primo!»
Eren deja de leer y piensa en el consejo de esta. Su última clase acaba a las siete y media, lo que le da tiempo de ir a la tienda de Levi antes del cierre, pero, ¿quiere hacerlo realmente?
La respuesta inmediata es un «sí», solo porque desea verlo, porque está ansioso de corroborar que todo ha sido real; pero no quiere apresurar las cosas, no esta vez al menos, porque sabe que un paso equivocado y conseguirá el efecto contrario: en vez de que Levi lo acepte, lo acabará alejando. Y eso es lo último que desea en la vida.
Tomando una decisión madura, decide ahogar sus ansias. No lo verá esa tarde, pero lo hará al día siguiente, se promete. Ya ha conseguido su objetivo: le guste o no, ese hombre ha tenido que pensar en él y, para Eren, ese ha sido su primer paso; el primero que lo llevará hasta tenerlo finalmente a su lado.