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Mascota por anonimo0219

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Alois ingreso a su casa contento, por fin lo había hecho con Sebastián, aunque no fue como lo imagino, creía que sería más apasionado; pero, fue muy aburrido, aun así, sentía que ahora él era suyo.

Camino por la casa, buscando a su amado Astre, para tener unas cuantas rondas de sexo apasionado, pero al no encontrarlo, decidió ir con sus padres para preguntarles.

— Papá, mamá, ¿Dónde está Astre? — Ambos se miraron, no sabían cómo decirle a su hijo lo que había pasado — ¿Sucedió algo? — pregunto asustado, su madre decidió que sería ella quien lo dijera, esperaba que su hijo no hiciera una locura.

— Cariño... Astre se fue — el rubio no creía lo que decía su madre, él sabía que el azulino no tenía a donde ir.

— Mamá deja de bromear — le decía, esperando que fuera solo una cruel broma y Astre saldría en cualquier momento, diciendo que nunca lo dejaría.

— No hijo, no miento, él se fue y dijo que no lo buscarás — al escucharla Alois empezó a preocuparse, sabiendo que el azulino nunca se iría de esa manera tan sorpresiva.

— ¿Porque se fue? — lágrimas caían de sus ojos, al sentirse abandonado; por lo que su padre decidió interrumpir, sabiendo que la verdad, sería difícil para su hijo, pero debía hacerlo, para que lograra crecer y afrontara sus errores por sí mismo.

— Se enteró Alois, se enteró del compromiso, de adónde ibas, de todo, estaba muy enojado — las lágrimas del rubio caían con desesperación, no pensó que perdería a su azulino de esa manera.

— ¿Cómo se enteró? — la furia no se hizo esperar, el rubio temblaba de la ira, al pensar que perdió a su Astre tan sorpresivamente, cuando aún no sabía, si su relación con Sebastián iba a estar estable; después de todo, Sebastián había cambiado su actitud, desde que Ciel apareció en su vida.

— El salió y nosotros estábamos conversando de tu compromiso, no pensamos que había regresado, hasta que el abrió la puerta y nos dijo que no quería volver a verte en su vida — Alois dirigió su furia a sus padres de inmediato, al saber que su relación había terminado por su culpa.

— Como pudieron hacerlo, sabían que lo amaba, son unos desgracia — no pudo terminar, su madre le había dado una fuerte cachetada.

— Deja de ser tan descarado, no puedo creer que haya criado a un hijo como tú, que juega con los sentimientos de las personas, me arrepiento de haber acolitado tus acciones todos estos años, ahora retírate, desde hoy no puedes pedirnos nada de dinero, por los próximos 6 meses. —

Al ver como su madre lo había tratado, busco ayuda en su padre, quien lo ignoro completamente, así que se fue a su habitación a llorar por su amor perdido, él sabía que en el caso de que se enterarán, iba a acabarse su relación, pero aun así esperaba que faltará mucho más tiempo para que eso sucediera.

Al otro día, amanecía en la mansión Michaelis, Astre decidió ir a buscar a su hermano en la habitación de este, pero no estaba, parecía que no había pasado la noche ahí, furioso fue hacia la del joven amo tocando la puerta, espero que le permitieran la entrada, al no escuchar nada decidió ingresar.

Lo primero que logro ver, fue a su hermano completamente desnudo, siendo abrazado por el azabache posesivamente, decidió acercarse a despertarlo, pero la mano de Sebastián lo agarró antes de que lo tocará.

— ¿Qué haces aquí? — lo miraba furioso, por intentar tocar a Ciel, que aún se encontraba dormido en los brazos del azabache.

— Joven amo, debo despertar al joven Ciel, para iniciar con los deberes — decía con un tono de molestia, que lo encubrir con una sonrisa hipócrita.

— Sylvester, vete, déjanos descansar un poco más, después de todo hicimos ejercicio durante toda la noche — tocaba con dulzura el hombro descubierto del azulino, suavemente haciendo círculos; queriendo demostrar, que el pequeño cuerpo a su lado era suyo y nadie más tenía el derecho a mirarlo.

— Está bien, joven amo en un rato le traeré el desayuno — realizó una reverencia y salió con la furia dibujada en sus ojos, pero se calmó al escuchar la puerta principal, pensó que había llegado algún cliente o un invitado importante, así que rápidamente fue a abrir, llevándose una gran sorpresa.

— ¿Eres nuevo? — pregunto un rubio de ojos azules, con demasiado maquillaje, parecía ocultar algo, causando la sorpresa en el joven mayordomo.

— Si señor — respondió, intentando cambiar su voz, para que su expareja no lo reconociera.

— A un lado, déjame pasar — hablo molesto, intentando empujar al pelinegro, pero este se apartó para darle permiso — ¿Dónde está mi prometido? — el azabache no sabía a quién se refería, ya que el únicamente conocía a Sebastián, pero él tenía a Ciel y no creía que engañara a Alois.

— Discúlpeme, pero llegué ayer y no estoy seguro de a quien se refiere — pregunto, inclinando su cabeza en un gesto que demostró su confusión, el rubio se extrañó ya que todos en ese lugar sabían a quien se refería y por alguna extraña razón, sentía una sensación de familiaridad con el joven frente a él.

— A Sebastián, quien más podría ser — dijo en un tono molesto — Sabes que, iré yo mismo a su habitación — al escucharlo Astre rápidamente lo detuvo, supuso que no le haría gracia, ver la escena de su prometido con alguien más en la cama.

— Un momento joven, el joven amo se encuentra descansando y pidió que no se le interrumpiera — intento detenerlo sin éxito.

— Déjame, Sebastián debe estar esperando que yo lo despierte — empezó a caminar de nuevo y el azabache no sabía cómo detenerlo, si iba, serían problemas para Ciel.

— Pero, joven — intento de nuevo pero él seguía su camino, hasta que una voz los detuvo.

— ¿Que está pasando aquí? — hablo fuertemente, intimidado a los dos jóvenes, pero Alois se recuperó más rápido y hablo primero.

— Señor Michaelis, vine a ver a mi prometido y este sirviente, no me quiere dejar ir — decía con una expresión de amabilidad, para ganarse a su futuro suegro.

— Es así, ¿Porque no querías que fuera? Sylvester — le pregunto al no entender la actitud de su nuevo empleado.

— Señor Michaelis, en este momento el joven amo no se encuentra arreglado, para recibir a su prometido, después de una larga noche; además que solicito, que no lo molestaran en su habitación — el adulto comprendió de inmediato, que su hijo no estaba solo, por lo que decidió interrumpir.

— Lo siento Alois, espera a Sebastián en la sala de estar, yo mismo iré por el — el rubio estaba enojado, él quería ir a ver a Sebastián, se sentía triste por lo que había pasado con Astre y quería que el azabache lo mimara.

— Pero yo quiero ir con Sebastián — decía caprichosamente el rubio, haciendo un puchero.

— Alois — el tono que uso, logro que Alois fuera tranquilo a la sala de estar, junto a Astre a quien se le ordenó hacerle compañía.

Leónidas camino rápidamente al cuarto de su hijo; encontrándolo, abrazando fuertemente a Ciel, lo que le causó ternura, pero rápidamente se acercó a interrumpir.

— Sebastián, abajo tienes visitas — decía tranquilamente observando cómo su hijo y mascota, se levantaban rápidamente.

— Padre, sal de la habitación, mientras Ciel y yo nos alistamos — intentaba evitar que su padre viera el cuerpo desnudo de su azulino, ya que era solo suyo.

— No te preocupes Sebastián, no te lo quitaré, pero si no bajas ahora, puede que el suba a buscarte y no querrás que los encuentre así — decía mientras salía de la recamara, dejando que ambos chicos se arreglarán.

— Ciel... ¿Quieres bañarte conmigo? — le pregunto, acercándose a él esperando que aceptará, para así estar juntos por más tiempo.

— No — finalizó empujando al azabache al baño y cerrando la puerta — Me voy a mi habitación, después de arreglar la tuya, mientras báñate para que atiendas tus visitas, no hay tiempo que perder — finalizó empezando a recoger la ropa, que uso el día anterior y colocándosela, luego empezó a cambiar las sábanas y tender la cama con otras limpias, para poder lavar lo que ensuciaron el día anterior.

Sebastián en el baño estaba enfurruñado, porque Ciel no quiso entrar a la tina con él, pensar en lo que pudieron haber hecho, era lo único que podía hacer en ese momento.

Cuando salió del baño, encontró la habitación impecable, su ropa ordenada en la cama lista para usarse, pero no estaba Ciel, supuso que se había ido a su habitación a asearse, aunque él quería que se quedará con él, sabía que el azulino era demasiado responsable para su gusto.

Mientras en la sala de estar, un rubio no dejaba de observar al nuevo sirviente de la casa Michaelis, por alguna extraña razón se le hacía conocido, pero negaba con la cabeza, descartando sus ideas.

Luego escucho como la puerta se abría y por ella entra Ciel, arreglado en su traje de mayordomo acabado de bañar, con el cabello recogido y húmedo, atrayendo la atención de las únicas dos personas en ese lugar, el primero en acercarse fue Astre.

— Ciel ¿Cómo estás? — pregunto en un tono cariñoso, atrayendo la atención del rubio, quien se sentía un poco celoso.

— Estoy bien — observó con una mirada melancólica al azabache y una agradable sonrisa, luego dirigió su mirada a Alois y forzó una sonrisa, ocultando su molestia — Buenos días, joven Alois — dijo lo más cortés posible.

— Ciel, ¿Dónde está Sebastián? — pregunto con molestia, viendo despectivamente al azulino, molestando inmediatamente a Astre.

— No tarda en bajar, hoy amaneció algo cansado — dijo en un tono sugerente, sorprendiendo a su hermano y enfadando al rubio, quien no pudo decir nada al ver a Sebastián ingresar por la puerta.

— Amor — corrió y se arrojó a los brazos del azabache, quien lo recibió tranquilamente — Vine a verte, te extrañe mucho — susurro en un tono seductor, intentando que el otro entendiera a que se refería.

— Claro, yo también te extrañe — decía en un tono normal y un poco molesto, pero para el rubio era seductor.

— Joven amo desea que traiga algo, para que pueda desayunar — pregunto el azulino, preocupado por el azabache, que no había logrado comer nada.

— No necesita nada, retírate — contesto el rubio molesto con el azulino, por interrumpir su tiempo con el azabache.

— Alois, no le hables así a Ciel y si quiero algo de comer, me levanté sin energías después de trabajar toda la noche, debo recargarme — Astre entendía a la perfección lo que decían su hermano y Sebastián, pero en cambio el rubio no entendía nada.

— Amor no te enojes, ven te acompaño a comer y luego podemos pasar el tiempo, los dos solos — Astre se tensó, al ver la misma estrategia que utilizaba con él, para que lo llevará a la cama y sintió como su estómago se revolvía, tenía náuseas, su hermano que estaba cerca de él lo noto.

— Si me disculpan prepararé la mesa, para que pueda comer joven amo, junto a Sylvester, andando — empezó a llevarse a su compañero, ante la mirada extrañada de Alois y Sebastián.

— Amor no crees que ellos se llevan muy bien — utilizo un tono lleno de cizaña, sin notar como el azabache apretaba sus manos en puños.

— Eso crees, ¿Porque lo dices? — pregunto, fingiendo desinterés, aunque por dentro estaba a punto de estallar.

— Pues cuando llegue, se saludaron muy amigablemente, no crees que es muy bueno para ellos poder salir, yo aprobaría esa relación — el rubio quería quitar del medio a Ciel, para quedarse con Sebastián y no tener miedo de que el azulino pudiera seducirlo.

— Eso no será posible Alois, el cargo en el que está Ciel, le prohíbe tener pareja, solo puede centrarse en cuidar de mi — finalizó con una sonrisa sarcástica, estaba muy molesto pero debía aparentar, decidió ir a comer en la mesa con Alois, mientras esperaba que su azulino regresara.

— Pero es solo un mayordomo, ¿Porque no podría tener pareja? — pregunto mientras caminaba con el azabache molesto.

— Porque yo lo prohibí — contestaba, buscando con la mirada algún rastro de su azulino.

— No veo porque sea necesario prohibirlo, cuando yo me case contigo, yo seré quien cuide de ti, así que no creo que sea necesario prohibirle a Ciel tener una pareja, con quien compartir su vida y como ambos son mayordomos tuyos, pueden apoyarse mutuamente — no entendía porque Sebastián, quería que Ciel no tuviera ninguna relación con nadie, mientras estuviera trabajando ahí.

— Porque no Alois, aun no nos hemos casado y ya deja de preguntar qué estoy de mal humor — el rubio no siguió hablando y el azabache no dejaba de pensar en las palabras de Alois, refiriéndose a la cercana relación de sus mayordomos.

Al llegar al gran comedor, se sentaron a esperar la comida que no tardó en aparecer, debido a que Elizabeth y otros sirvientes de la casa lo traían.

— ¿Dónde está Ciel? — todos los empleados se miraron, para saber que contestar, puesto que la mirada del azabache era de temer.

— Joven amo, el mayordomo Ciel está con Sylvester, debido a que él se encuentra enfermo — hablo cortésmente, sin esperarse que Sebastián se levantará de la mesa, sin probar la comida — ¿A dónde se dirige, joven amo? — pregunto al ver sus acciones.

— No comeré hasta que Ciel esté aquí, así que iré a buscarlo — el rubio sospecho que el azabache estaba celoso y la furia lo invadió, decidió seguir al Sebastián haber que haría.

Caminaron durante un rato, hasta llegar a las habitaciones de los empleados, escucharon ruidos en una, el azabache supuso que eran ellos así que ingreso sin tocar, al no verlos camino hasta el baño de dónde venían los sonidos, realizó la misma acción, encontrándose con un Sylvester vomitando y un azulino recargado en la espalda de este, dándole palabras de ánimo, los dos jóvenes se asustaron y miraron al joven amo.

— Ciel ¿Qué haces aquí? — pregunto furioso, observando la cercanía a la que se refería Alois.

— Joven amo, acompaño a Sylvester, ya que está enfermo — contesto tranquilamente, pues eso era lo que hacía.

— Levántate y ve al comedor ahora, es una orden — el azulino sin entender se levantó, no sin antes dirigir una mirada de preocupación a su hermano, terminando de enfadar al azabache, quien creía erróneamente que el azulino le dirigía miradas de amor al otro — Sal ya, Ciel, ve al comedor ahora — finalizó dándole espacio para que saliera del lugar.

— Joven amo, no entiendo porque está enojado — pregunto el pelinegro completamente enfermo, no pensó que ver la actitud de su expareja le causaría tal estado.

— Desde ahora, Ciel es mi único mayordomo, no permitiré que te acerques más a él — Alois observaba desconcertado la escena, no pensó que el mayor se enojaste tanto, en cambio Ciel se había ido a donde Sebastián le había ordenado ir.

— Lo siento joven amo, esa orden no puede ser acatada, solo el señor Michaelis tiene la autorización para cambiarme de cargo — el mayor sabía que eso era verdad, pero no quería ver a Ciel con el de nuevo, su sangre hervía de solo pensarlo, el rubio decidió que debía intervenir para que dejarán de pelear.

— Sebastián acaso tú estás... Celoso — fue la única frase, que salió de sus labios, no quería creerlo pero era lo más acertado en este caso.

Notas finales:

Espero disfruten de esta parte y me disculpo por los errores de ortografía que pudieron encontrar.


Gracias


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