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Mascota por anonimo0219

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Notas del capitulo:

Antes de iniciar el capitulo quisiera disculparme por tardar en publicar me encontraba demasiado estresada para publicarlo a pesar de ya tenerlo escrito pensé en pausarla por un tiempo pero al final decidí continuarla al leer sus comentarios  espero poder realizar las actualizaciones mas seguidamente de esta historia sin mas los dejo con el capitulo para que puedan disfrutarlo 

Gracias...

Astre se despertó y fue directo al cuarto de su hermano, al no ver a nadie se preocupó, bajo a la cocina donde encontró una nota de Ciel, avisando que salía temprano, se sorprendió por qué no tenía conocimiento de ningún compromiso que tuviera; se asustó, de repente al ver el símbolo dibujado al terminar la nota, ocasionando que subiera corriendo a la habitación del azulino y buscará la nota que este había dejado de antemano para el.

Nota: Astre, madre compro ropa para mí ayer, estaba muy extraña... te anexo una foto... me dijo que hoy íbamos a ver a su jefe, el señor Michaelis; se veía contenta, por lo quiero contarte sobre las hipótesis que tengo: la 1 es que me vendió para tráfico de órganos , la 2 me vendió como esclavo, para algún pederasta , la 3 me vendió al señor Michaelis, 4 va a matarme y decir que fue un accidente, 5 me entregara a caníbales para que roen mis huesos; pues con esas hipótesis, voy con ella, no se qué me pasará pero lo único que te diré será que te adoro y te quiero, como si no existiera nadie más, gracias por protegerme todo este tiempo y huye, huye ahora de esa bruja que llamas mamá, busca ayuda porque si me hizo algo a mí es probable que tenga algo preparado para ti, cuídate mucho Astre.

Astre lloraba al pensar lo que su madre pudo hacerle a su hermano, decidido fue a su cuarto y empacó toda la ropa que tenía, agarro los objetos más significativos para los dos y se marchó de su casa, sin antes llevarse todo el dinero que su madre había ocultado.

Fue directo a la casa de su pareja, quien lo recibió con los brazos abiertos después de contarle lo sucedido; decidió que buscaría a su hermano a como diera lugar y se vengaría de su madre, pero necesitaría encontrar primero a su padre, seguramente el también le ayudaría y si no pues lo destruiría, pero nadie debía meterse con su pequeño hermano doncel.

Ya había pasado una semana en la que Rachel, busco a su hijo mayor por todos los lugares que frecuentaba y no pudo dar con su paradero, después de meditar tanto, se dio cuenta de que posiblemente Ciel se hubiera comunicado con el, para contarle todo y que así su único hijo la dejara, debía encontrarlo o no podría continuar con su venganza, una que ya tenia mas nombres que antes.

Ciel durante la semana que llevaba en la mansión de los Michaelis, no se le había permitido salir de su cuarto, ya que según el señor de la casa; hasta que su hijo no lo viera, no seria presentado ante el resto de la servidumbre, durante ese tiempo estudio cada uno de los libros con el fin de aprender a complacer al joven Sebastian, conocía cada uno de sus gustos y sus intereses, en secreto practicaba artes marciales con Elizabeth, cuando no había nadie cerca, debido a que el se encargaría de la protección del joven amo, al ser su mayordomo no podía ser débil.

Se estaba preparando, pues en unas pocas horas se celebraría el cumpleaños del joven Sebastian y debía tener todo listo, Elizabeth dentro de poco vendría a ayudarlo a verse hermoso y atrayente, a los ojos de su amo.

En otro lugar de la mansión, se encontraba un joven atractivo de cabello azabache, ojos rojos carmesí, piel pálida, con una altura de 1.82; observaba el jardín del lugar donde vivía, sin dejar de pensar en un joven con el que pronto se casaría.

Su nombre era Sebastián Michaelis, joven amo de aquella mansión, vivía una agradable vida, su familia y la servidumbre lo adoraban, tenía todo lo que deseaba con solo tronar los dedos y ahora podía afirmar que estaba completo, al tener el honor de desposar a Alois Trancy, un hermoso doncel de cabellos rubios, ojos azul claro, piel blanca de porcelana, con una altura de 1.60 cm; asediado por varones y envidiado por las mujeres, era el único que podría estar a su altura.

Sebastián deseaba que esa noche pudiera pasarla con su amado en su habitación; después de todo, Alois había accedido a entregarle su primera vez el día de su cumpleaños número 18 y justamente, ese día lo conseguía.

Pasaron las horas y por fin empezaron a llegar los invitados, vestidos con trajes formales y hermosos vestidos, se iban esparciendo por el gran salón; Ciel se encontraba listo con una túnica que cubría su cuerpo y rostro, siguió a Elizabeth a la habitación de su nuevo amo, mentiría si dijera que el azulino no se encontraba asustado, estaba aterrado sería su primera vez y no podía demostrarlo, debía ser más ágil y audaz para complacer a Sebastián, no podía solo ser tímido y sumiso, debía ser dominante, haría del joven amo su sumiso en la cama.

Al llegar a la puerta de la habitación, uno de los sirvientes de la mansión no quería dejarlos pasar, hasta que después de muchas preguntas accedió; al ingresar, Elizabeth empezó a sacar pétalos de rosas rojas y esparcir los con ayuda de Ciel, creando un ambiente de lujuria y cargado de pasión.

Ciel se quitó la túnica, quedando con un kimono deshecho, que permitía ver su pecho y gran parte de sus piernas, invitando al otro a tomarlo, era de color azul oscuro con hermosas flores rojas, que combinaban con los pétalos de la habitación; su cabello recogido con un broche, en una cola de caballo baja, dejando parte de su cabello libre, que cubriera su ojo rojo, causando un toque más seductor; Elizabeth estaba atraída hacia el, por lo que decidió salir rápido, para no hacer una locura al ver al azulino tan atractivo.

En la fiesta, Sebastián saludaba a los invitados, siendo felicitado por ellos, mientras iba del brazo de Alois, los padres de la pareja los miraban con una sonrisa, al ver la felicidad de ambos.

Leónidas se encontraba ansioso de que su hijo viera el regalo que preparó para el,  pero debía ser hasta el final de la fiesta, mientras Sebastián contaba las horas para llevar a Alois a su habitación y reclamarlo como suyo. 

Pasaron las horas y por fin la fiesta finalizaba, Alois estaba pidiendo a sus padres que le permitieran quedarse en casa del azabache, pero al escucharlo Leónidas, tuvo que intervenir.

— Alois no creo que sea pertinente, que te quedes el día de hoy — decía el azabache, intentando convencerlo de desistir, molestando a su hijo en el intento.

— Padre, Alois puede quedarse si quiere, no veo el problema — el joven estaba enojado, porque su noche con su pareja se estaba arruinando.

— Has pensado que dirá la prensa, si ve al joven Alois quedándose en casa de su prometido, antes de la boda, después de tu fiesta de mayoría de edad — decía serio el mayor, convenciendo a los padres del rubio, que no era buena idea.

— Lo siento querido hijo, no te quedarás está noche con Sebastián y es la última palabra, despídete de tu prometido y su familia, nos vamos- el rubio suspiro triste, pero obedeció a sus padres, beso a Sebastián y se despidió de sus futuros suegros con elegancia; mientras Sebastián, no podía ocultar su enojo y una vez su amado se fue, le reclamo a su padre.

— Siempre te quejas de que Alois no se quede a dormir y cuando lo va a hacer, interfieres, que sucede contigo padre — furioso reclamaba el azabache a su progenitor.

— Justamente hoy no podía quedarse y lo entenderás más tarde, ve a tu habitación, tal vez encuentres allí la razón — finalizó con una extraña sonrisa, que alertó al menor, pero aún así obedeció; fue rápidamente a su recamara preocupado de lo que pudiera encontrar, abriendo lentamente la puerta.

La habitación estaba a oscuras y solo ingresaba la luz de la luna por la ventana principal, se acercó lentamente notando varios pétalos esparcidos por el lugar, por alguna razón, sentía su corazón latir dentro de un ambiente tan seductor, levanto la mirada dirigido a la gran ventana, observando a una persona con la vista fija en la luna, con una expresión de melancolía.

— ¿Quien eres? — susurro embelesado por la belleza de aquel ser, ya que por su cabello y rasgos, no podía identificar si de un doncel o mujer se tratase.

— ¿Eres Sebastián? — devolvió la pregunta, hipnotizado por el atractivo del azabache, no pensaba que fuera así, por lo que estaba sorprendido. El mayor solo asintió, logrando que el azulino se levantará y caminara hacia la puerta, para cerrarla con seguro, bajo la atenta mirada del azabache; de esta manera nadie entraría a interrumpirlos.

Notas finales:

Espero que les haya gustado esta parte y me disculpo de nuevo por la tardanza y por los errores ortográficos que pudieron encontrar espero tengan una feliz noche y una buena semana

Gracias... Hasta la Próxima...

 

 


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