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SEX SHOP por juda

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Lunes, sin mensajes.

Martes, sin mensajes.

Miércoles, sin mensajes (comenzando a impacientarse).

Jueves, sin mensajes (intentando contener las ganas de ir al sexshop y rogarle que le escriba).

...

Máximo intentaba evitar a Santino, lo notaba de mal humor y necesitaba creer que era porque Francis seguía negándose a tener algo con él, pero el jueves al mediodía fue imposible esquivarlo.

El pelinegro se había ido a almorzar al restaurante al que solía ir con Santino con la esperanza de encontrarse con Francis por esos lugares, pero en su lugar, se encontró con su compañero.

-Máximo -le gritó en cuanto lo vio parado en medio del salón, escudriñando la zona en busca del pelirrojo.

Si hubiese sido más rápido se habría marchado, pero el castaño lo vio primero y no tuvo opción.

-Ey Santino!!! no sabía que vendrías aquí!!!

-No tenía ganas de almorzar en la empresa -le respondió con una sonrisa, estaba ojeroso y se lo notaba cansado.

Apartó una silla y le hizo una seña para que se sentara con él.

Conversaron de las cuentas bancarias y de la nueva sucursal que estaban por abrir en la zona norte hasta que llegó lo que cada uno había pedido y se dedicaron a almorzar en silencio.

-Ya no vas a mi oficina a conversar ¿cambió algo entre nosotros? -preguntó Santino estudiándolo y Máximo tuvo la leve impresión que su compañero sabía la respuesta.

-¿Si? yo no siento que cambio algo. En una de esas no me paso tanto por tu oficina porque hay mucho trabajo. Pero tienes razón, estoy trabajando mucho, tendré en cuenta eso cuando esté cansado, me cruzaré por tu oficina -le respondió con una sonrisa fingida.

El sonido de una notificación entró al celular de Santino, lo observó abrir el mensaje y sonreír. Todo el rostro iluminándose.

-¿Buenas noticias? -preguntó Máximo sonriendo él también, contagiándose de la repentina alegría en el rostro de su compañero.

-Es Francis.

Golpe bajo. El pecho del pelinegro subió y bajó en una respiración descoordinada.

-Si!? -fingió desinterés mientras intentaba tragar la comida que tenía en la boca.

-Por fin se digna a contestarme este alien de mierda -siguió contento.

-¿No respondía?

-No respondía!!! me estaba volviendo loco!!! el lunes me fui al sexshop y me dí con que había pedido licencia y no iría esta semana, así que tuve que utilizar artillería pesada, por fin me contestó. Ufff!!! Perdón, este pendejo me saca de quicio, te juro que me acaba de mejorar la mañana -rió llamando al mesero para pedir dos cervezas.

-Ey!!! a esta hora tanto alcohol??? -bromeó con el estómago cerrado.

-No son sólo para mi, una es para ti, necesito brindar!!

-Son noticias muy buenas entonces!

-Lo invité a cenar y a bailar el viernes a la noche y aceptó!!! si todo va viento en popa, me lo rapto todo el fin de semana -le comentó mientras le daba una de las cervezas a su amigo para brindar, Máximo lo hizo, sonriente, intentando que no se le notara el temblor en las manos.

No podía obligar al pelirrojo a aceptar lo que tenía para dar. Seguramente no le era suficiente, o no le gustaba tanto como creía, o tal vez no la había pasado bien con él, o en una de esas su departamento acartonado, o tal vez el negro y el blanco, o... o... o seguramente era sólo él el que sentía que todo el interior convulsionaba cuando lo veía sonreír y el mundo se tornaba irreal y de colmillitos sobresalientes.

Salió del restaurante y le mintió a Santino que iría a comprar unas revistas, lo que en realidad quería era abandonar el lugar, caminar y alejarse de la estúpida sonrisa que tenía su compañero porque en cualquier momento perdería la calma y le partiría la cara con una trompada.

¿Por qué se sentía así? ¿Qué quería de Francisco? ¿Por qué había tenido la esperanza de que el crío le escribiera? ¿Por qué había corrido a su celular cada vez que entraba una notificación con la estúpida ilusión de que fuera él? No pertenecían al mismo círculo social, ni económico y mucho menos cultural. Estaban viviendo en mundos distintos, el sólo hecho de mantener una conversación era difícil. Tal vez por eso se la pasó averiguando sobre el grupo musical que le gustaba a su pelirrojo, para poder sumergirse en su mundo y ser uno más con él.

Se alejó caminando, intentando pensar en las luces apagadas de la ciudad, en el sol que parecía no alumbrar, en los árboles que no tenían color. Se alejó caminando, intentado ignorar que le dolía saber que había elegido a Santino y no a él. ¿¿¿Y Si lo hubiese preferido a él??? ¿¿¿qué le habría podido ofrecer??? Nada! Porque él era un Styles y los Styles se amoldaban a los gustos de las masas.

---

Francisco contestó el mensaje de Santino y guardó el celular en su chaqueta, prendió un porro y se lo fumó con parsimonia. La marihuana lo calmaba. Era jueves y los días habían dolido como él lo suponía. Se estaba tomando su tiempo. Había pedido una semana de descanso, era jueves y necesitaba estar lejos de todo, volver a ser uno con su soledad, empaparse con ella y olvidar.

¿Qué esperaba del pelinegro? ¿que tipo de migajas esperaba si él tenía novia?

Y aunque no la tuviese... él era un crío acostumbrado al abandono. Temeroso del abandono. Aterrorizado ante el abandono.

Terminó la cuarta parte del cigarro, lo apagó y guardó lo que quedaba en otro bolsillo, abrió la lata de cerveza y se la tomó.

Era jueves y la tristeza estaba comenzando a ser benévola, por ratos se iba y lo dejaba respirar.

Tomó la moto y se dejó guiar por el viento, por el olor a lluvia, por el sol que le entibiaba las falanges, por el gris de los árboles que tenuemente volvían a ser verde vida.

Paró en un semáforo en rojo y lo vio, cruzó la calle con la cabeza gacha, mirando sin ver, cruzó casi rozando la moto y no lo notó.

La tristeza en Francisco estaba desapareciendo porque se obligaba a no pensar en el calor del pelinegro, pero verlo fue fulminante y su lado humano pudo más que el monstruo solitario.

-Máximo!! -gritó y Máximo levantó el rostro con los ojos como platos, queriendo enfocar la mirada, como cuando uno despierta de un sueño pesado y no sabe ni qué día es.

-Máximo!! -volvió a gritar y Máximo giró el rostro y lo buscó entre la gente y lo buscó entre los autos y lo buscó hasta encontrarlo y Máximo no lo saludó, ni le sonrió, pareciera que ni siquiera se hubiese alegrado de verlo... ¿lo recordaba? Tal vez francisco era el único que había tenido que abrirse el pecho y dejar que su monstruo interno lo consumiera para poder olvidarlo.

El semáforo dio verde y alguien le tocó la bocina, entonces levantó la mano en señal de saludo, pero Máximo seguía parado en la esquina, mirándolo fijamente, con el semblante serio, sin una sonrisa, sin una mueca y sintió que la tristeza regresaba con la panza llena de tanta risa y se le burlaba mientras se sentaba sobre él para comenzar a deglutirlo.

Arrancó y se fue.

Si hubiese mirado por el espejo lateral abría visto que el pelinegro se quedó a observarlo hasta que la moto desapareció.

---

Eran las 3 de la mañana y seguía dando vueltas en medio de sus sábanas blancas.

Si aspiraba fuerte, aun creía sentir el perfume de su cuerpo (se había negado a cambiar las sábanas).

Se sobresaltó cuando el sonido de una notificación hizo eco en el dormitorio.

"no merecía ni un hola?"

"no te tengo agendado, no sé quien eres."

"ah ok, eso significa que no soy el único al que le negaste el saludo. En una de esas, eso me sirve como consuelo"

"Francis?"

(sin respuesta)

"por qué no me escribiste durante la semana?"

(sin respuesta, intranquilo, temblando de bronca)

"Francis!"

"Te estoy escribiendo ahora"

"Me hubiese gustado verte durante la semana"

"¿y por eso ni siquiera me saludaste esta mañana?"

"¿por qué me escribes a esta hora? ¿donde estás?"

"en mi pieza pequeña, en mi cama, entre mis sábanas de colores"

"Toma la moto y ven a mi casa."

"¿ahora quieres coger? esta mañana quería un simple hola, pero te negaste"

"ven a mi casa. por favor."

"estoy acompañado. No puedo salir. Me quedé con bronca por eso te escribí, no pensé que responderías a esta hora. Apago el celular. La persona que está durmiendo a mi lado se está moviendo, no quiero despertarlo. Chao Máximo"

Máximo no contestó y Francis tiró su celular en la mesita que tenía al lado y se acostó en su cama pequeña, entre las sábanas heladas, con la soledad masticándole la traquea.


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