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EL ENTE por juda

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Damian salió con la toalla atada a la cadera, Alex seguía en la cocina, desde donde estaba podía verlo. 

Cuando los ojos se encontraron, se sonrieron.

Damian giró hacia la pieza y Alex vio las marcas en la espalda.

-Dios! ¿cómo te hiciste eso? -preguntó acercándose.

El pecoso giró.

-El qué?

-Tienes hematomas en la espalda. ¿Te has caído?

Damian lo pensó unos segundos.

-No, creo que no. -intentó mirarse, girando sobre si mismo, pero no llegaba a ver nada.

Alex lo condujo hacia la habitación y lo puso de espaldas ante un espejo grande, Damian pudo girar el rostro y mirarse la espalda en el reflejo.

Había tres hematomas de aproximadamente 15 cm de circunferencia en la espalda, cerca de la columna vertebral.

-Deberías ir a un médico, no es normal que aparezcan si no hubo un golpe previo. -le dijo Alex mientras pasaba la yema de los dedos por la piel marcada que le provocó a Damian un escalofrío.

El pelinegro lo notó y lo miró a los ojos.

Estaban cerca, muy cerca

La respiración de Alex se hizo más rápida, no quería presionarlo, pero estaba a punto de besarlo. Damian seguía sin alejarse y la respiración descompasada delataba su excitación.

Alex tenía la punta de los dedos apoyados en uno de los hematomas y cambió la posición de la mano, apoyándola por completo, cuando Damian sintió el contacto, cerró los ojos y jadeó.

Ese gesto fue suficiente para que el pelinegro dejara de pensar, llevó las manos al rostro del pecoso y se tiró sobre sus labios.

Damian lo recibió con ansias, abriendo la boca y pidiendo a gritos por la lengua del pelinegro que no se hizo de rogar.

Alex lo tenía fuertemente agarrado por el rostro en un intento desesperado por extender ese beso todo el tiempo posible, las lenguas se enfrentaban dentro y fuera de la boca, dejando escapar saliva por las comisuras y dejando los mentones babeados.

Damian llevó las manos a la cintura de su vecino y lo atrajo, hasta que las pijas quedaron en generoso contacto, y comenzó un leve movimiento de fricción.

-No quieres que vayamos a cenar y luego vengamos a mi departamento? -alcanzó a preguntar sobre la boca de Damian, sin separarse.

-Si me aparto y comienzo a pensar, es probable que me arrepienta. ¿Quieres eso? -cuestionó el pecoso.

-Dios, no! -gimió el otro mientras se sacaba con premura la remera y hacía volar su pantalón y el boxer. Damian ya había dejado caer su toalla y cuando estuvieron los dos desnudos, se contemplaron.

Volvieron a abrazarse, esta vez con mas calma. Alex era más grande físicamente asi que con facilidad y sin soltarlo, lo dirigió hasta la cama que estaba a un par de pasos de distancia y cayeron juntos en el colchón.

El vecino se apartó unos centímetros, apoyándose en uno de los brazos, para poder mirar todo el cuerpo de su pecoso adonis.

Le pasó la mano por todo el pecho, el abdomen, hasta llegar a la cadera, la pija y luego seguir bajando. Todo ante la atenta mirada de Damian.

Alex se llevó varios dedos a la boca, los llenó de saliva, regresó los dedos hacia la entrada de Damian y comenzó un lento trabajo de dilatación mientras el pecoso se dedicaba a lamerle los pezones.

Damian mordisqueó todo el pecho de su vecino, mientras se masturbaba y gozaba del placer de sentir los dedos del pelinegro en el interior de su culo, entrando y saliendo, con una lentitud exasperante.

Alex se separó de él y corrió hacia una mesita de luz, abrió el cajón, buscó con desesperación sin encontrar la bendita cajita, perdiendo la paciencia sacó el cajón y tiró todo al piso, de rodillas siguió buscando. Damian sonreía mientras lo observaba. Encontró por fin el preservativo, se lo puso con las manos temblando y regresó a la cama, se puso sobre su pecoso perfecto y mientras le besaba el cuello, lo penetró lentamente, notando como las piernas de Damian se aferraban a su cadera y lo instaban a introducirse con mayor profundidad.

El pecoso, ante la penetración, tiró hacia atrás la cabeza y gimió con su voz grave.

Alex no pudo hacer otra cosa que observar la reacción, totalmente hipnotizado por la belleza y el erotismo del hombre que se estaba cogiendo.

Damian, con la cabeza hacia atrás, gimiendo, pasándose la lengua por los labios y mordiéndoselos, era lo más pornográfico que había visto en su vida.

Hubiese querido estar así toda la noche, pero el impacto de tenerlo en su cama lo superaba, comenzó a bombearlo con frenesí y Damian lo atrajo hasta pegarlo a él, de esa manera cada vez que lo penetraba su pija rozaba con fuerza todo el abdomen de su vecino, le arañaba la espalda mientras gemía a los gritos. 

Alex estaba por llegar al climax, se aferró a la boca de Damian y cuando eyaculó gritó sobre sus labios mientras el pecoso también acababa en medio de los dos.

-Yisus! -gimió con voz aguda en su oído y el pecoso rompió en carcajadas.

Alex también sonrió y se besaron como si sus cuerpos ya se conocieran de memoria y solo estuvieran reencontrándose.

Pidieron comida y se sentaron en la cama a cenar, mientras permanecían casi abrazados, besándose cada vez que tenían la boca desocupada.

-El viernes JC cumple años y hará una reunión.

Alex se tensó al escuchar el nombre.

-Me invitó a su cumpleaños.

-Si? -le dijo mientras miraba su hamburguesa y trataba de no mostrar el enojo que le había comenzado a palpitar en el cuello.

-Puedo ir con un amigo -soltó Damian, atento a las reacciones de su vecino, no quería presionarlo, no sabía qué era lo que había pasado entre ellos. Tal vez había sido una cogida cualquiera y luego todo volvería a la normalidad y seguirían siendo vecinos que se saludaban en el ascensor.

Alex levantó el rostro y lo estudió.

Silencio.

Silencio.

-Irás con René?

-Oh! si, si, con René.

-Espera!!! tenías en mente a alguien más?

-No, René está bien!!

-Damian, no te imaginas como me gustaría ir con vos a esa fiesta -se arriesgó Alex y la sonrisa que se hizo presente en ese rostro pecoso, lo llenó de dicha.

***

Eran las 3 de la madrugada cuando entró a su departamento. Había tenido que fingir que se iba al hotel, dar unas vueltas en su vehículo y regresar.

Entró con culpa, sin mirar hacia los costados, fue directo a la ducha, se bañó y corrió a acostarse.

Escuchó pasos en el comedor y luego de soslayo percibió cuando la puerta se abría y cerraba, las cortinas se agitaron tenuemente y percibió una pequeña vibración en la cama. Se tapó la cabeza con la almohada y a las 15 minutos, dormía apaciblemente.

Una sombra lo rodeo como a un capullo, Damian se removió inquieto, la sombra ahora sobrevolaba sobre él, luego tomó la forma de una tromba y se introdujo en el interior del pecoso a través de la boca.

Mientras el pecoso dormía, su interior era atacado, nuevos hematomas comenzaron a aparecer en los brazos.

Damian, sin saberlo, estaba sucumbiendo a la desesperación de Matías.


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