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La luz de tus ojos y lo oscuro de tu corazón por Marbius

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4.- Camaradería.

 

—Pensé que ya no vendrías por hoy —dijo Regulus apenas entró Remus al piso donde éste se escondía, y al instante se levantó para preparar té.

En cierto modo, aquel era una especie de saludo viniendo de Regulus. Una especie de “Hola, ¿qué tal va todo?” que probablemente jamás escucharía de sus labios, pero tras largos meses de forzada convivencia, Remus se había habituado a sus modales reservados y ligeramente altivos.

—Tenía otros trabajos con la Orden. No eres mi único encargo, ¿sabías? —Replicó de vuelta, siguiéndolo a la cocina para vaciar la bolsa de compra que traía consigo.

Dumbledore le había entregado un extra de dinero cada semana para comprarle a Regulus víveres, y aunque en un inicio éste había declarado estar dispuesto a comer lo que sea que le trajera, con el paso de los meses había aprendido qué le gustaba al hermano menor de Sirius y qué no.

—Oh, fresas —murmuró éste con un leve dejo de deleite.

—Y crema —extrajo Remus un pequeño envase.

—Uhm, gracias —masculló Regulus. La primera vez que daba señales de bajar sus defensas, y Remus se quedó un par de segundos paralizado en su sitio antes de recomponerse.

—No hay de qué.

—¿Has comprado también ese pan con-...?

—¿Salvado y miel? Sí —suplió Remus, extrayendo la barra de pan, además de las lonchas de jamón y una lechuga rizada porque era la que Regulus finalizaba hasta la última hoja cuando compraba esa variedad—. Si hay algo que quieras para la compra de la próxima semana, harías bien en pedirlo desde hoy.

—Erm, miel y tomates —dijo Regulus en el acto—. Para el té y para preparar fritos.

—¿Sabes cocinarlos?

—Kreacher me enseñó.

—Oh. —Asintió Remus, que no tenía una reacción apropiada para la mención del elfo doméstico que había dado su vida por la de Regulus.

En varias ocasiones, Sirius había mencionado a Kreacher como el elfo doméstico que servía a los Blacks por generaciones del mismo modo en que sus antepasados lo habían hecho con su familia. Pero a diferencia de Regulus que parecía haber encontrado un aliado en aquella criatura, Sirius lo recordaba como un enemigo del que cuidarse y al que no podía hacérsele confianza. Entre las dos versiones que tenía a su alcance, Remus suponía que la diferencia estribaba en las lealtades del elfo doméstico, pues ahí donde Sirius se había vuelto su acérrimo antagonista, Regulus en cambio se había sabido ganar su lealtad. Tanto como para morir en su lugar...

Decidido a no sumergirse en asuntos que sólo podían empeorar su estado de ánimo, Remus terminó de desempacar la compra semanal con ayuda de Regulus y después aceptó de éste la taza de té que le entregó.

—Deduzco que no has venido a trabajar —dijo Regulus, recargado contra la encimera de la reducida cocina.

Remus asintió. Era tarde, y en realidad su misión del día había consistido en seguir a uno de los hermanos Nott por el Knockturn Alley. Él nada tenía que hacer ahí salvo entregar la compra semanal y marcharse, pero como venía ocurriendo cada vez más desde que Regulus se lo dijera, Remus no podía quitarse de la cabeza que había una rata en su bando pasando información hacia el lado contrario, y quería respuestas.

—Te he contado ya todo lo que sé. Acepté beber veritaserum para que estuvieras tranquilo. ¿Qué más quieres de mí?

—Un nombre, Regulus. El maldito nombre que le pondrá fin a esta guerra mágica.

Regulus suspiró, agitando el vapor en la superficie de su té. —Eso ya te lo dije también. Nadie usa su nombre real, y ni siquiera entre nosotros nos conocíamos del todo. El Señor Tenebroso no es un amateur cuando se trata de liderar a sus seguidores.

—El Señor Tenebroso, ¿uh? Todavía continúas siendo la misma sabandija zalamera de siempre...

Regulus apretó los labios. —¿Es todo? Porque todavía tengo trabajo por hacer.

Entre volver a su piso vacío (Sirius estaba en una misión y no iba a volver sino hasta la madrugada) o ayudar a Regulus con su trabajo para la Orden, Remus optó por lo segundo.

Era mejor así. Le daba pretexto para quedarse y ocupar su mente con trabajo, y también repasaba con Regulus los dos encuentros que el traidor de su bando había tenido con Lord Voldemort hasta casi poder imaginarse ser parte del momento.

En algún punto de su estancia, Remus incluso consideró la posibilidad de hacerse de un pensadero y extraer de Regulus aquella memoria para examinarla con detenimiento, y Regulus lo alentó a ello.

—No creo que te sirva de mucho, pero si piensas que será así, adelante.

Remus se marchó pasada la medianoche y se apareció en su piso con la mente en otro sitio, de manera que lo cogió por sorpresa encontrarse a Sirius en el sofá y apuntándolo con su varita.

Él hizo lo mismo, y por largos segundos se examinaron a detalle.

—¿No estabas en una misión?

—¿No deberías estar aquí desde hace horas?

Las dos preguntas eran complicadas. El por qué Remus no había vuelto antes era imposible de explicar por la relación que guardaba con Regulus, de la misma manera en que Sirius se negó a revelar que su encargo había terminado antes por una baja repentina.

Remus fue el primero en relajar su apostura, pues por su bien, debía disipar cualquier rastro de desconfianza entre ambos.

—Esas no son preguntas que Moody apreciaría como correctas para identificarnos entre nosotros.

—Al cuerno con Moody —rezongó Sirius, que con todo bajó un poco su varita—. ¿Dónde estabas?

—Cumpliendo un encargo para Dumbledore.

—Pensé que hoy sólo seguirías a Nott hasta las cinco, y pasa de medianoche, Remus.

—Ya, pero no es lo único que tenía que hacer hoy para la Orden.

—¿También por petición de Dumbledore?

Remus encogió un hombro. —No exactamente.

—¿Entonces-...?

—Déjalo, Padfoot. ¿Qué tal tú? ¿Cómo ha ido todo?

Fue el turno de Sirius en mostrarse impaciente. —Terrible. Para nada como esperábamos, pero al menos se ha terminado.

—Mmm...

—¿Vas a bajar tu varita?

—¿Vas a bajar tú la tuya?

Sirius resopló. —Qué tontería... —Pero no se cortó en acercarse a Remus, y de cara a cara hacer su pregunta—. ¿Me amas, Moony? —Que por experiencias pasadas, era una rotura de protocolo abismal.

—Más de lo que nadie, incluido tú, podría imaginar...

Ah, la vulnerabilidad, pero Remus no se cortó de preguntar lo mismo, y Sirius respondió:

—Tanto como para sentir miedo de mí, de ti...

Luego bajaron las varitas del todo, y se fundieron en un fuerte abrazo.

 

En septiembre, los Potter volvieron a perder su vivienda y sólo salieron bien parados de su huida porque media casa colapsó durante los ataques y sirvió como perfecta barrera para huir a través de la red floo.

Remus y Sirius habían estado discutiendo acaloradamente acerca de sus misiones, y cómo cierta información no encajaba, cuando la chimenea se iluminó con un potente fuego verde del que salieron rodando James, Lily, y en sus brazos Harry. Los tres conmocionados y con diversas heridas aquí y allá.

—¡Prongs! —Exclamó Sirius ya con la varita en alto, lo mismo que Remus, quien se odió por tener que preguntar primero antes que atenderlos.

—¿Cuál fue la última recomendación que hizo Dumbledore la última vez que nos reunimos?

—Que si apreciábamos nuestra vida o la de Harry... —Dijo James.

—Debíamos realizar el encantamiento Fidelius en la brevedad posible —finalizó Lily antes de romper a llorar.

Su ausencia entre amigos y su círculo interno había estado caracterizada por no tener un guardián de su paradero. Los Longbottom en cambio habían asignado ese papel a Augusta Longbottom y tenían ya casi dos meses escondidos y su localización exacta permanecería un misterio. Dumbledore les había insistido a James y a Lily hacer lo propio, pero ellos se mostraron renuentes porque ya no tenían familia en quien confiar, sólo amigos, y no querían poner su vida en peligro a cambio de la suya.

Mientras Sirius se encargaba de las heridas de sus dos amigos y su ahijado, Remus preparó té en lo que esperaban el amanecer y con ello la llegada de Dumbledore para ponerlos al tanto de las pérdidas en aquella redada, y no por primera vez sintió un fuerte dolor de estómago al pensar en los riesgos que existían al convertir a Sirius en el guardián secreto de sus amigos.

No porque dudara de su capacidad de mantenerse callado hasta el final, no, eso no, sino todo lo contrario: Su entrega para llegar hasta el final de sus consecuencias y guardar silencio incluso bajo amenaza de tortura o muerte.

Remus no albergaba dudas de que Sirius estuviera dispuesto a sacrificar su vida si eso les permitía a James y a Lily vivir para criar de Harry, pero una terrible y muy vergonzosa parte en su interior se revelaba contra más sacrificios en aquella cruenta guerra, y a ratos Remus deseaba sólo implorarles que buscaran a alguien más, que no le arrebataran a Sirius en el proceso, pero... No lo hacía.

Y jamás iba a llevar a cabo una acción tan ruin, porque si su petición acarreaba consigo el final de sus mejores amigos, entonces Remus jamás podría perdonárselo.

—¿Moony? —Lo sacó una voz de sus turbios pensamientos, y quien llamaba por él era Lily, con un somnoliento Harry en brazos.

—Oh... —Musitó Remus, que de pronto humillado por su propia cobardía, señaló la tetera y preguntó—: ¿Té?

—Por favor.

Mientras colocaban las tazas y las bolsas, el agua hirvió y pronto estuvieron ellos dos con dos tazas extras humeando y sin más compañía que la propia.

—¿Y Sirius, y James? —Inquirió Remus, que ya tenía una idea aproximada de dónde estaban y de qué hablaban.

—Remus... —Lily le miró unos segundos con los ojos anegados en lágrimas—. Sirius quiere...

—Lo sé.

—Y creo que vamos a aceptar su oferta...

Remus se mordió el labio inferior y asintió una vez. —Sería lo mejor.

—Pero tú no quieres, ¿verdad?

«No, ciertamente no», pensó Remus, para quien la idea de permitir que Sirius fuera el guardián de los Potter era una sentencia de muerte en cuanto la voz se corriera y una horda de Mortífagos invadiera su hogar. Apenas realizar el encantamiento, él y Sirius tendrían por seguridad que abandonar su piso y emprender caminos separados, sin una fecha de reencuentro, sin un retorno asegurado...

—Lo que quiero ya está fuera de jurisdicción desde que empezó esta guerra, Lils —dijo Remus en su lugar—. Y Sirius es su propia persona para tomar decisiones. No es mi lugar interferir o hacerle cambiar de opinión.

Lily le examinó por unos segundos, y después preguntó: —¿Estaban discutiendo, verdad? Tú y él, cuando nosotros llegamos...

El gesto de Remus se torció. —Las cosas han estado un poco... tensas entre nosotros.

—Algo escuché por James. No pretendía espiar ni nada por el estilo, pero cuando se reúnen los tres-...

—¿Peter estaba ahí? —Cuestionó Remus, puesto que los Merodeadores no habían estado completos desde el cumpleaños de Harry, y no encontraba placentero que se reunieran a escondidas para hablar de él.

—Sí y... —Lily apareció dubitativa, y después fue por todo—. Dumbledore ha sido claro: Hay un espía entre nosotros, y...

«Piensan que soy yo, dan por sentado que soy yo», rellenó Remus los espacios en blanco, perdiendo de golpe el color del rostro.

Con todo, Lily apretó a Harry sobre su regazo con una mano, y con la otra buscó a Remus en lugar de asir su varita.

—Yo no creo que seas tú —dijo Lily con convicción—. De hecho, no creo que sea nadie de nosotros, pero las pruebas de que alguien está pasando información al otro bando son abrumadoras. Aterra pensar que... Pues que...

Remus observó los dos gruesos lagrimones que le corrieron a Lily por las mejillas repletas de cortes ligeros y abrasiones después de su huida, y casi al instante extendió Harry su manita y enunció “¿Ma?” con preocupación.

Eso hizo a Remus decidirse, que podía tener hesitaciones en cuanto a apoyar a Sirius en su determinación por ser el guardián secreto de los Potter por motivos egoístas, pero puestos en la balanza al lado del amor que sentía por sus amigos (y sobre todo por Harry, a quien quería como un padrino honorario), la decisión era mucho más fácil de tomar.

—Todo saldrá bien, Lily —prometió Remus, posando su otra mano encima de la que Lily todavía tenía puesta en él y mirándola a los ojos para dejar en claro cuán en serio iba—. Te juro que lo conseguiremos...

 

Con Lily, James y Harry durmiendo en su recámara mientras esperaban por Dumbledore e indicaciones de cómo proceder, Remus preparó dos tazas más de té (la cuarta y la quinta respectivamente) para él y Sirius, y le instó a tomar asiento.

Lanzando un hechizo muffliato para no molestar a sus huéspedes, Remus fue directo al grano.

—Creo que deberías aceptar de una vez por todas ser el guardián secreto de James y Lily.

—¿Eso piensas en verdad? —Dijo Sirius con cautela, pues su pelea de horas atrás era precisamente por la inconsistencia de sus misiones, pero también por su renuencia a dejarle representar ese papel.

«No. Rotundamente no, pero...» —Por supuesto. Será lo mejor para todos.

—Tendría que marcharme, Moony... Vivir en la clandestinidad por Merlín sabe cuánto tiempo... Meses, quizá años... Esta guerra se ha prolongado más de lo que nadie habría podido creer...

—Ya —confirmó Remus—. ¿Pero qué otra opción queda? Esta vez consiguieron salir indemnes, apenas con un par de heridas leves, y... —«Quizá la próxima vez no sean tan afortunados», pensó Remus, pero no fue el único que lo temió así.

—En ese caso —dijo Sirius con un leve cambio en su tono de voz; una frialdad que no se encontraba ahí antes de pronto empezó a extenderse entre ambos—. Si crees que es lo mejor.

—Lo creo en verdad.

—Que así sea.

 

En octubre, Remus abrazó una última vez a James, a Lily y a Harry, y después se retiró para que no lo vieran llorar mientras se marchaban.

El hechizo Fidelius estaba programado a realizarse a la mañana siguiente, y los únicos asistentes extras serían Sirius y Dumbledore, pero a Remus no se le había invitado y él estaba bien con eso.

—Sólo vuelve a casa sano y salvo —le dijo a Sirius a la mañana siguiente cuando lo vio colocarse su capa de viaje y sus botas más rudas, y para sorpresa de ambos, se unieron en un sentido abrazo que por poco les hizo perder el tiempo.

—¿Estarás aquí cuando vuelva, Moony?

—No lo creo —respondió éste—. Tengo algunos asuntos que atender, encargos para la Orden.

No una mentira del todo si iba a pasar el día con Regulus investigando en viejos tomos de la biblioteca de Hogwarts que Dumbledore creía que podían haber sido inspiración para Tom Riddle en su juventud, pero no exactamente lo que Sirius habría de tener en mente con sus palabras. Y se notaba. La boca de Sirius se contrajo por las esquinas, y a Remus le sentó fatal.

Mejor habría sido contarle la verdad, y a la vez, mejor no...

—¿Al menos estarás de vuelta para la cena?

—¿Cocinas tú o...?

—O puedo comprar algo a mi regreso.

Remus apretó con más fuerza sus brazos alrededor de su cuello. Con toda probabilidad, antes de volver tendría un ligero tentempié con Regulus. El hermano de Sirius tendía a saltarse comidas cuando estaba solo, y ya eran varios los kilos perdidos que no se podía permitir, así que Dumbledore le había encomendado a Remus hacer al menos una comida con él para asegurarse de que su invitado no moría de inanición voluntaria antes de que la guerra llegara a su fin.

—¿Qué tal algo ligero? No tendré mucha hambre a mi regreso.

—Ya veo.... Entonces buscaré algo de camino.

—Ok.

Y al separarse, una grieta más apareció en su relación.

 

Remus tuvo claro que el encantamiento Fidelius estaba en acción cuando a mitad de la tarde de pronto ya no pudo recordar dónde vivían sus amigos.

—Oh —musitó para sí, la vista perdida en el aire cuando apenas unos segundos atrás estaba leyendo a consciencia de la partición de almas y la manera eficiente de fijarlas en objetos de gran poder.

Un segundo estaba bien, y al siguiente le corrió una única lágrima por la mejilla, trazando una caída irregular sobre una cicatriz que tenía ahí y cayendo por último hacia su mentón.

—Prepararé té —se ofreció Regulus, pero al pasar a su lado le entregó un pañuelo con la notoria B de su apellido bordado en una esquina, así que en su lugar Remus se limpió la cara con la manga de su túnica.

—No será necesario.

—¿No? —Lo retó Regulus a desdecirse, ya a un lado del pequeño fogón eléctrico con el que contaba y con una ceja arqueada igual que lo haría Sirius.

Costaba creer lo fácil que se había adaptado Regulus a los cuantos electrodomésticos con los que contaba su escondite y que incluso veía televisión para paliar su soledad, pero Remus supuso que era previsible considerando que tenía ya suficientes meses sin varita, y sus únicas dos opciones habían sido frustrarse o aprender a sobrellevar sus circunstancias, escogiendo Regulus la segunda quizá por simple orgullo.

—Tienes cara de necesitar beber algo caliente —dijo Regulus con simpleza—. Puedes elegir no beberla, pero igual te prepararé una taza.

Al final, Remus acabó bebiendo.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (10-Jun)/Sin comentarios (24-Jun).

 

Notas finales:

Un capítulo más y se desencadena la historia. ¿Desconfiará ahora también Sirius de Remus? ¿Peter conseguirá vender a los Potter? ¿Y qué papel jugará Regulus? No se lo pierdan la próxima semana (quizá) con un desenlace angst bien merecido.


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