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La luz de tus ojos y lo oscuro de tu corazón por Marbius

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5.- As long as...

 

La ausencia de sus amigos más cercanos en sus vidas se vio paliada en pequeña medida por medio de cartas. A veces de James, seguido de Lily, y en una ocasión un trozo de pergamino con dibujos irreconocibles y una nota aclaratoria donde Lily especificaba que Harry había pedido por su queridísimo ‘Pafoo’ (su versión de Padfoot), y ese manchón de negro era su padrino.

Sirius colgó el papel en la alacena a falta de un refrigerador muggle, y por el resto de ese día su humor estuvo sombrío y apenas tolerable.

Frustrado porque ambos se sentían igual de incómodos en la misma habitación, Remus se excusó mencionando que iba a salir a dar un paseo y se encaminó al escondrijo de Regulus, donde las horas se le escaparon de los dedos y al final el hermano de Sirius fue quien le recordó la hora.

—Pasa de medianoche. ¿No te espera mi hermano en casa, Lupin?

—¿Y eso a ti qué te importa? —Gruñó Remus de vuelta. Su primera acometida grosera en meses, puesto que juntos eran más bien civilizados y corteses entre sí a esas alturas—. Siempre ‘hermano’, siempre ‘Lupin’ como desconocidos. Entonces no tienes derecho a preguntar nada.

Regulus bufó. —No creí estar en mi derecho, es todo. Pero si tanto te molesta, Remus, entonces lo llamaré Sirius por igual.

Aquello no lo hizo mejor, pero Remus se lo guardó para sí, y pese a todo respondió.

—No todo marcha bien en casa.

—Oh... —Una pausa—. Debe ser más que eso si tu lugar de escondite es el mismo que el mío. ¿Has pensado en obsequiarle un caramelo de café?

—¿Uh? —Sin querer, Remus expresó su extrañeza con una mueca divertida.

—Cuando éramos críos, nuestra prima Andrómeda solía calmar a Sirius con caramelos de café. A ella le gustaban, supongo que por eso los tenía en abundancia en su bolsillo, pero Sirius los detestaba por su falsa dulzura. E incluso así los aceptaba y se comía uno. Creo que es porque la admiraba y no quería decepcionarla. En todo caso, su mal humor acababa por reducirse a la mitad con cada caramelo, así que para el tercero era posible hablar con él, y llegar a un acuerdo al quinto, quizá hacer las paces para el décimo, aunque para entonces Sirius sólo quería lavarse los dientes y ponerle fin a su tortura.

—Nunca escuché eso de él...

—Ya. Sólo era un consejo, pero puedes ignorarlo.

Y para bien o para mal, Remus no lo hizo.

 

A su vuelta al piso que compartía con Sirius, Remus traía consigo una bolsa de caramelos de café («Estúpido Regulus, si esto me explota en la cara...»), y apenas cruzar el dintel de la entrada encontró a su novio hablando casi en susurros con Peter, que tenía su mano apretándole el hombro y asintiendo sin parar.

—¡Hey, Peter! —Lo saludó Remus—. No sabía que pasarías de visita. ¿Te quedas a cenar?

En el aire, el aroma a curry le confirmó que Sirius había asegurado la cena, y seguro que donde comían dos, también podían comer tres si partían las porciones.

—Erm, no —se disculpó Peter con ojos huidizos de encontrarse con los de Remus—. Tengo, uhm, sitios donde estar y planes por cumplir.

—¿Pero pensarás en lo que te he dicho, Peter? —Preguntó Sirius, y su amigo asintió repetidas veces.

—Claro. Cuenta conmigo. ¿Nos vemos más tarde en la semana?

—Seguro.

Y antes de que Remus pudiera sacar algo en claro de eso, Peter ya estaba fuera de su piso y la puerta cerrada.

—¿Qué fue eso de-...?

—Mejor ni preguntes, Moony —le interrumpió Sirius—. Es preferible así.

Remus rechinó los dientes pero lo dejó estar así. En su lugar, sacó un caramelo del bolsillo y se lo entregó a Sirius. —Ten.

—Gracias —dijo Sirius, que a punto estuvo de llevárselo a la boca y después lo rechazó—. Ugh, no me gustan los caramelos de café.

—¿Ah no? —Fingió Remus desconocimiento.

—No. Me recuerdan a mi prima Andrómeda, lo que no podría ser tan terrible porque era ella quien me los obsequiaba sin parar, pero desde entonces me resultan incluso más repulsivos que nunca. Peor que una gragea Bertie Bott de todos los sabores de cera de oído.

—Ya veo... —Ni hablar —dijo Remus, vaciándose los bolsillos y con ello una dotación de caramelos para al menos un mes—. Ahí va mi paga.

—Oh, Moony —se atrevió a sonreír Sirius—. ¡Por Merlín! ¿En qué estabas pensando?

«Que podíamos solucionar lo que entre nosotros se rompió sin siquiera darnos cuenta», pensó Remus, pero en su lugar se encogió de hombros.

—No pensaba en realidad. Sólo di por sentado que sería un buen consejo.

—¿De quién? —Inquirió Sirius con suspicacia, y Remus experimentó un fuerte escalofrío.

—D-De nadie —trastabilló, recomponiéndose al instante—. ¿Es curry lo que huelo? Genial.

Y aunque después se sentaron a comer y actuar con normalidad, la sombra de la duda ya los empañaba.

 

—Correo —dijo Remus una mañana a finales de octubre cuando en su ventana apareció el búho de los Potter.

Podía ser de James, pero con mayor probabilidad de Lily, y así lo confirmó cuando pasó por detrás de Sirius y reconoció su letra.

—¿Es Harry? —Preguntó al ver una fotografía.

Sirius así lo confirmó. —Es él. Le gustó la escoba de juguete que le envié. Tiene talento, justo como su padre.

—Genial.

—Sí, genial. —Sirius dobló de vuelta la carta y la guardó—. ¿Tienes planes para hoy?

Remus pensó en Regulus, y en la única petición que le había hecho de llevar entre las compras una caja de té verde con moras.

—Lo usual. ¿Y tú?

Sirius a su vez pensó en las conversaciones de las últimas semanas con Peter, en su resignación a no ser más el guardián secreto y cederle ese puesto a su amigo.

—Una misión de nada con Peter. Estaré de vuelta antes de mediodía.

—Oh. Bien entonces.

Y después siguieron en su rutina como si nada.

 

—¿Qué, quién orinó en tu té esta mañana? —Le preguntó Regulus como saludo cuando Remus entró al piso y dejó con desgana las bolsas de compra sobre la barra de la cocina.

—No sé de qué hablas, Regulus —respondió Remus, forzándose a relajar los músculos faciales que desde temprano sentía tensos y tirantes como bandas elásticas a punto de reventar.

No podía evitarlo. Apenas despertar esa mañana, traía consigo una sensación extraña en el pecho, casi un presentimiento... Y que en cierto modo guardaba relación con Sirius y la manera hermética con la que éste se manejó antes de salir de su departamento.

A su despedida, había abrazado a Remus con fuerza y juntos habían intercambiado unas frases de afecto antes de despedirse, pero él no podía quitarse de encima esa nube negra de negatividad en la que se cuestionaba sin parar por qué si nada había sido diferente en su mañana de cualquier otra, de igual manera guardaba la impresión de que así fuera.

Mientras él y Regulus guardaban las compras en la alacena, Remus no cesó de darle vueltas a sus interacciones de ese día, pero también a las de la noche anterior, días pasados, e incluso semanas.

Muy a su pesar, todo era como siempre, y a la vez no...

—En serio, ¿ha ocurrido algo? No recuerdo haber leído nada importante en El Profeta esta mañana —indagó Regulus, que contagiado por Remus, estaba entrando en un estado de pánico autoinducido—. ¿Remus?

—No sé —musitó éste con angustia—. Puedes burlarte si quieres, pero tengo una especie de corazonada, de que algo está por ocurrir...

—No veo por qué debería de burlarme —dijo Regulus—, siendo que yo sentí lo mismo minutos antes de huir y cambiar de bando. De haberlo ignorado, no estaría yo aquí ahora dándote este consejo.

Remus asintió una vez, y siguiendo a su instinto, sacó su varita y lanzó un hechizo.

—¡Expecto Patronum! —Dijo en voz alta y clara, su corazón constreñido pero su mente límpida con el recuerdo de él y Sirius, que sin importar qué clase de circunstancias tuvieran por delante para enfrentarse, todavía se amaban como siempre.

Frente a él la nube plateada comenzó a tomar forma tangible hasta convertirse en un enorme lobo plateado ante el cual Remus entregó un destinatario (Sirius) y un mensaje (“Lo último que te dije sigue siendo válido hoy y siempre”) para después indicarle partir.

Regulus le observó con una ceja arqueada. —Qué mensaje tan críptico. ¿Realmente lo entenderá mi hermano?

—No es tan complicado —replicó Remus, que más bien se quería atener a la sinceridad de cada una de sus palabras e impedir así la catástrofe que se avecinaba.

—Los Mortífagos somos incapaces de magia como esa, ¿sabes? —Dijo Regulus con afán de crear conversación.

—¿Qué, un patronus?

—Exacto. Es imposible para la mayoría, aunque la última vez que lo intenté por lo menos conseguí un poco de niebla plateada. Tal vez mi memoria más feliz no era la adecuada, y eso explique... —Regulus apretó los labios, y se sujetó el brazo alrededor de donde tenía la marca tenebrosa tatuada en la piel—. Da igual.

—Reg...

Por primera vez en semanas, las facciones de Regulus se endurecieron hasta convertirse en una estatua de mármol, y éste se alejó de la mano con la que Remus intentó tocarle el hombro.

—No me tengas lástima.

—No lo hago.

—Bien. —Y le dio la espalda.

Atrás quedó Remus pensando que Sirius y Regulus eran más parecidos como hermanos de lo que estos habrían querido reconocer jamás.

 

A su vuelta al piso que compartía con Sirius, Remus ya casi se había olvidado de la terrible sensación que le había acosado gran parte de la mañana y que desapareció por completo después de haber enviado su patronus con mensaje a Sirius.

Supuso sin equivocarse que Sirius querría hablar de ello mientras cenaban algo ligero y después conversarían de las últimas noticias de la guerra antes de irse a la cama, pero en lugar de eso, su novio le esperaba con dos tazas humeantes de té en la mesa y una expresión solemne que no invitaba a beberlas.

—Hey... —Lo saludó Remus, y Sirius cabeceó para dar a entender que lo había escuchado—. ¿Recibiste mi mensaje?

—Sí.

—Y, erm...

—Siéntate, Moony —le indicó Sirius la silla frente a él, y con deliberada lentitud se deshizo Remus de su abrigo y se acercó con la varita en alto.

—¿Por qué tengo la impresión de que hoy más que nunca debería cuestionarte si realmente eres tú? —Preguntó Remus, no dudando de que aquella persona frente a él fuera Sirius, pero sí de sus motivos para actuar así.

—No deberías —dijo éste, al tiempo que Remus jalaba la silla y se sentaba—. Te amo hoy más que nunca y nadie, ni siquiera tú, podría imaginar cuánto... Sigue siendo válido para ti, ¿no?

—Siempre.

—Perfecto, en ese caso... —Sirius levantó su taza, y bebió un amplio sorbo—. Es té de rooibos con naranja, aderezado con cinco gotas de veritaserum. Pensé que sería la mejor de mis voluntades si bebía primero, porque hoy más que nunca, Moony, necesito que seas sincero conmigo...

Remus liberó el aliento que había contenido hasta entonces, y entre la espada y la pared, optó por mostrar sus lealtades justo donde yacían: No en la guerra que los dividía en dos bandos, sino al lado de Sirius.

—Entonces pregunta lo que quieras. No hay necesidad de utilizar ninguna clase de poción.

—Remus...

—¿Mis misiones? —Adivinó éste las inquietudes de Sirius—. Hace meses que no visito el campamento de los hombres lobo, pero sí son órdenes de Dumbledore que debo de cumplir. En eso nunca te he mentido, sólo no he contado toda la verdad.

—¿Entonces dónde-...?

—¿Paso mis tardes y horas libres? Trabajando para la Orden. Es... Mejor dicho, no es tan sencillo de explicar, pero hace meses Dumbledore tuvo la oportunidad de hacerse de un informante del otro bando... Traía consigo una prueba valiosa de su cambio de lealtades, y desde entonces no ha sido más que uno de los mejores aliados...

—¿Quién?

—Sirius.

—Bebé, Remus, y responde a mi pregunta.

Temerario, Remus alzó la taza y bebió un gran sorbo. —Pregunta.

—¿A quién esconde Dumbledore?

La verdad brotó de los labios de Remus como una canción. —A Regulus. A tu hermano Regulus.

—¿Es él a quien ves a escondidas?

—Sí.

—¿Y en verdad crees que está de nuestro lado?

—Lo creo —dijo Remus—. No desde un inicio, pero ahora más que nunca.

Sirius apretó los dientes, y después estuvo a punto de hacer una pregunta, pero Remus se le adelantó.

—¿Era esa la información que querías conocer?

—No.

—¿Entonces-...?

—Quería asegurarme de que no fueras tú el traidor de la Orden del que todo mundo susurra con temor de ser el siguiente en su lista de encargos.

Remus tuvo claro que aquella pregunta inconclusa no había despertado en Sirius la compulsión de responder, y que si éste lo hacía por su propia voluntad, entonces era sincero.

—Pues no lo soy —dijo Remus, y por si acaso lo clarificó mejor—. No soy yo el traidor a la Orden. ¿Lo eres tú?

—No.

Pero incluso con veritaserum, la respuesta no parecía ser suficiente. No para ellos, que enfrentados cara a cara a sus miedos y desconfianza mutuos, de pronto se sentían heridos en su falta de confianza por el otro.

—Esto no cambia nada lo que siento por ti... —Dijo Sirius.

—¿Pero? —Adivinó Remus.

—¿Pero mi hermano Regulus? ¿En serio, Moony? —Gruñó Sirius—. ¿Son esas tus nuevas compañías y te sorprende que haya recurrido al uso de veritaserum?

—No —respondió Remus—, sólo me decepciona.

Y dando por finalizada aquella conversación, derramó su té sobre la mesa y se apareció fuera de su departamento.

 

It don't matter, be combative or sweet cherry pie

It don't matter just as long as I get all you tonight

Full plate, don't wait, have your cake and eat it, too

Full plate, don't wait, have your cake and eat it.

5 Seconds of Summer - Valentine

 

Remus se refugió con Regulus en su escondite, y apenas unas horas después de su partida del piso que él y Sirius compartían, recibió una nota de Dumbledore:

 

“Remus,

No cuestiono tu decisión de contarle a Sirius acerca de Regulus. Además, dejo en tus manos la elección de acceder a su petición de encontrarse los tres en terreno neutral. Confío en que tu mediación sea de buena ayuda para todos.

Sinceramente, A. P. W. B. Dumbledore.”

 

—Oh, mierda... —Musitó Remus, que había incluso considerado la posibilidad de dormir en el sofá y alegar que era para trabajar horas extras en la labor que se tenían en manos esa tarde, pero ya no podía darse ese privilegio.

—¿Qué, ahora qué pide Dumbledore? —Preguntó Regulus desde la mesa de trabajo, traduciendo un texto del francés que traía consigo información referente a los Horrocruxes y su eliminación.

—Reg... —Dijo Remus, llamándolo así por primera vez sin burla de que esa fuera el apodo con el que Sirius se dirigiera a él con afecto.

Fuera porque su expresión culpable lo decía todo o porque realmente Regulus era perspicaz como una serpiente presintiendo el peligro, éste palideció y masculló una única palabra:

—No...

—Se lo dije antes de venir —confesó Remus su falta—, y ahora ha hablado con Dumbledore pidiendo verte.

—Pero Dumbledore se habrá negado, ¿verdad? Tiene que haberle dicho que no...

—Dumbledore me pidió estar presente y servir de mediador. —Una pausa—. Lo siento, Regulus.

Por unos segundos, Regulus permaneció impávido y con la vista fija en un punto perdido en el horizonte, pero después consiguió reponerse, y movió la cabeza de lado a lado.

—Tenía que ocurrir en algún momento. No podía fingir mi muerte por siempre, supongo... ¿Tendrá que ser hoy?

—Esta noche a más tardar —confirmó Remus—, o no podré volver a casa.

Regulus suspiró. —Bien, que así sea.

 

Como guardián secreto del paradero de Regulus, Remus primero se apareció en su piso donde encontró a Sirius esperando por él todo vestido de negro como si fuera a presentarse a un funeral (aunque francamente Remus dudaba que sus pantalones rotos y camiseta negra con un logo desvaído de una banda muggle contara como atuendo formal) y listo para ir con él a dondequiera que lo llevara.

—¿Cómo... está él? —Preguntó Sirius antes de tomar el brazo de Remus para ir con él a la locación secreta donde su hermano se encontraba.

—Vivo y de nuestro lado. Es lo mejor que puedes recordar cuando lo veas.

Luego juntos se aparecieron a las afueras de un edificio de departamentos en el Londres muggle. Remus utilizó su llave para entrar, y juntos subieron hasta el cuarto piso, donde un largo pasillo con puertas marcaba varios departamentos.

Remus le entregó a Sirius una nota de su puño y letra con la dirección del lugar, además de un número (“Departamento 408”, que de pronto se materializó al final del corredor, a tiempo para que el papel se convirtiera en cenizas en la mano de Sirius.

—Así que ahí es la madriguera donde se esconde esa serpiente...

Por si acaso, Remus sólo se aferró con más fuerza a su varita, sólo por si acaso...

Utilizando su llave, Remus entró al piso primero, y de pasada le recordó a Sirius que Regulus no tenía consigo su varita y por lo tanto estaba indefenso, pero eso no le impidió a su novio ir directo hacia su hermano, y con un certero puñetazo en el rastro, hacerlo caer sobre el duro piso de madera.

—Levántate, Reggie —dijo Sirius con veneno en su voz—, porque mereces al menos unos cinco de esos antes de que me sienta satisfecho.

Con parsimonia, Regulus se limpió el labio sangrante utilizando el borde de la manga de su túnica. —¿Y después? Suponiendo que tienes planes para comportarte como un mago civilizado en lugar de un barbaján cualquiera atacando a su enemigo desarmado.

—¡Entonces defiéndete! ¡Usa también los puños!

—¡Hey! —Intervino Remus, alzando su varita y estableciendo una posición de poder sobre ambos—. Sirius, tú empezaste, y si mal no recuerdo pediste hablar con él. Regulus, compórtate, no es necesario que lo provoques, a menos que en verdad quieras dormir hoy con la nariz hinchada y dos ojos negros.

—¿Así que Regulus, uh? Ya veo dónde reside tanta fe ciega en él, Moony.

—Entonces escúchame llamarlo Remus y ahógate en tu bilis.

—Maldita sabandija-...

—¡Basta! —Estalló Remus, que con la varita en alto lanzó unos chisporroteos como advertencia—. Dumbledore me pidió estar presente como mediador, no como réferi de su estúpida pelea.

Eso pareció aplacar a momento a ambos hermanos Black. Sirius dio un paso atrás en tanto que Regulus se puso en pie, y los tres se acercaron a la mesa atestada de libros y pergaminos.

—¿Qué es todo esto? —Inquirió Sirius.

—Trabajo para la Orden —respondió Regulus—. Que a menos que pensaras que me gano mi estancia aquí con mi simple presencia, estabas en lo incorrecto.

Sirius hojeó un par de pergaminos y después se rindió. —Bien, lo que sea. No es por esto que vine...

—¿No? —Repitieron Remus y Regulus al unísono, pero cada uno en una entonación diferente; el primero con aprensión, el segundo con sorpresa.

—No —confirmó Sirius, que igual que un perro con un hueso, se había aferrado a lo que en esos momentos requería de su prioridad—. Dumbledore me contó de tu gran servicio a la Orden y el trato de inmunidad que te había otorgado, que Remus estaba encargado de ti y que juntos hacían trabajo de investigación. También que tú le habías confirmado sus sospechas de que había una rata infiltrada entre nosotros.

—Correcto. Una rata —replicó Regulus—. Nunca mejor dicho.

—Seguro Dumbledore también te contó que no ha sido posible identificar de quién se trata —intervino Remus—. Los Mortífagos se mueven utilizando nombres clave para no ser reconocidos. Fue por eso que Regulus no pudo confirmar de quién se trataba incluso aunque estuvo presente en ese intercambio de información.

—Ya, pero... —El rostro de Sirius se volvió sombrío—. ¿Por qué llamarlo rata además de lo obvio?

—Por traidor, por-... —Habló Remus antes de que Regulus lo interrumpiera.

—Porque su seudónimo recordaba a las ratas —dijo Regulus, a quien nadie se lo había preguntado de esa manera y por lo tanto nadie más había hecho la conexión—. El Señor Tenebroso... Así era la manera en la que se refería a él.

—Wormtail —dijo Sirius con convicción.

—Exacto —confirmó Regulus—. Su nombre clave era Wormtail.

Horrorizado por las implicaciones de aquel descubrimiento, Remus se llevó la mano hecha puño al rostro y con fuerza se mordió un nudillo. En cambio a su lado, la expresión de Sirius pasó de la rabia, a la furia, al intento homicida que le recorría en esos momentos...

—Maldito Peter...

Que estaba por enfrentarse al pago de su traición y con creces.

 

En un cambio de roles que ni siquiera sus amigos más cercanos habrían sido capaces de adivinar, Remus sugirió matar a Peter y en venganza después deshacerse del cuerpo, en tanto que Sirius optó por dejar la violencia de lado y primero hablar.

Así que esa tarde, al volver de su trabajo de diario como funcionario en una de las oficinas más aburridas del Ministerio, Peter no sospechó gran cosa cuando Sirius lo abordó y con un cabeceo le indicó seguirlo.

Remus les fue a la zaga desde una distancia prudencial, y no tardaron ellos en encontrar un callejón desierto en el cual aparecerse. Él les siguió de cerca, a sabiendas de cuál era su destino final: No su piso, sino el de Regulus, que los esperaba con una capa negra y máscara puesta.

Porque así estaba establecido en el plan, Remus esperó tres minutos contados en su reloj (tiempo más que suficiente para que Sirius compartiera la localización del piso con Peter y juntos entraran) antes de aparecerse en el pasillo y abrir la puerta.

Adentro el cuadro que lo recibió era y no era a la vez el que esperaba.

—¡Es una emboscada, Sirius! —Estaba gritando Peter, que de paso fue el primero en girarse en dirección al nuevo arribo, y buscó en Remus la confirmación que necesitaba para acusarlo de alta traición—. ¡Te lo dije, era él! ¡Remus es el traidor a la Orden!

—No, ese eres tú, Wormtail —dijo Regulus detrás de su máscara, los ojos grises refulgiendo a través de las rejillas—. Una vez más, porque tu ayuda ha sido ampliamente apreciada, ¿dónde se encuentran los Potter ahora?

Los ojos de Peter se desorbitaron, y su expresión de terror presagió su maniobra más socorrida: Convertirse en rata y huir. Pero Remus fue más rápido, y con un certero latigazo de su varita lo inmovilizó antes de que éste pudiera transformarse.

—Oh, Moony —dijo Sirius con humor oscuro—, y yo que pensaba convertirme en perro y darle cacería como es merecido.

—Más tarde, Padfoot —prometió Remus, más interesado en llevar a cabo la labor que tenían en manos—. Y bien, Peter, ¿es cierto que me has acusado de ser yo el traidor?

Congelado en una posición en la cual tampoco podía hablar, Remus depositó a Peter sobre una silla y antes de finalizar el encantamiento se aseguró de tenerlo bien sujeto con sogas.

—Te lo advierto, si te transformas en rata no habrá ningún sitio de este piso que no esté dispuesto a destruir para acabar contigo —le advirtió a Peter, y éste permaneció quieto—. Ahora confiesa, Peter.

—El Señor Oscuro... Él es un mago demasiado poderoso... —Empezó Peter, antes de que Sirius avanzara a grandes zancadas y le plantara un puñetazo en el rostro.

—¡¿El Señor Oscuro?! ¡¿Te atreves a llamarlo así cuando ha matado a nuestros amigos y no se detendrá hasta acabar con Harry?! —Gritó Sirius con rabia contenida, y Remus le puso un alto a más violencia física colocando con suavidad su mano en el hombro de éste.

—Mi vida corría peligro, Sirius —dijo Peter con los ojos húmedos de lágrimas—. Cualquiera habría hecho lo mismo que yo.

—No, no cualquiera —replicó Remus con un rictus lobuno en el que su labio superior se encogió y él enseñaba los dientes como amenaza—. Sólo tú, y nos has costado demasiado... Mucho tiempo, muchas vidas.

—Yo podría matarlo por ustedes —intervino Regulus, que se había retirado la máscara del rostro y se había acercado al grupo con la misma gracia que un felino—. Ponerle fin a esto.

—Sería una muerte demasiado amable para una sabandija como ésta —gruñó Sirius, y Peter se estremeció—. ¿Qué, Wormtail? Después de las mentiras que me contaste acerca de Remus y lo mucho que debía de desconfiar de él, ¿es ahora cuando quieres arrepentirte?

—Y-Yo...

—Tenías razones de desconfiar, Padfoot —dijo Remus—. No fui del todo honesto contigo en los últimos meses. Ciertamente te escondía algo...

—Ya, pero incluso aunque tú hubieras sido el traidor, yo habría dado un paso atrás. Mis palabras... Al volver de cada misión... No eran mentira. Lo siento si tuve dudas.

—No te perdonaré porque no hay nada que perdonar, Sirius —dijo Remus, que no albergaba ninguna clase de resentimiento por éste cuando a fin de cuentas la manipulación de Peter no había tenido resultados.

—A riesgo de sonar insensible a su charla de matrimonio celebrando sus bodas de plata —intervino Regulus—, ¿qué haremos con la rata?

Remus y Sirius intercambiaron una mirada, y la decisión estuvo tomada.

—Entregarlo a sus enemigos —dijo Remus.

—Llamaremos a Dumbledore —finalizó Sirius.

Y todavía sujeto en la silla, Peter rompió a llorar.

 

Fue Alastor Moody quien escoltó a Peter horas después bajo los cargos de alta traición y conspiración para asesinar a los Potter, y Dumbledore se quedó atrás para charlar unos minutos con los responsables de orquestar aquel arresto.

—Esto pudo haber terminado de tantas maneras terribles —dijo Dumbledore, posando su mirada por turnos en Remus, Sirius y también Regulus—, y sólo puedo estar agradecido de que no fuera así.

—Estuve a nada de hacer el cambio de guardián secreto con Peter —admitió Sirius—, pero fueron Remus y Reg... Regulus quienes me hicieron cambiar de idea. El crédito es para ellos, no para mí que caí en las manipulaciones de Peter.

Regulus los sorprendió a todos al tocar a Sirius en el brazo. —Fuiste tú quien hizo la conexión con su apodo.

—Es cierto —confirmó Remus—. Antes había interrogado a Regulus al respecto hasta el cansancio y no había conectado los puntos. Jamás se me ocurrió preguntarle cuál era el apodo con el que Voldemort lo llamaba porque asumí que no era información relevante.

—Los tres han hecho lo correcto, y juntos lo han conseguido —dijo Dumbledore—. Ha sido un día largo para todos, y espero que las ganancias superen las pérdidas...

«Peter», pensó Remus. «Peter Pettigrew, uno de nuestros mejores amigos...»

Pero las pérdidas, habían aprendido a aceptarlas, todavía no terminaban con una guerra en curso.

 

James fue quien peor toleró el golpe de la traición de Peter.

En la cocina de su casita en Godric’s Hollow, James lloró, y Remus se sintió terrible por tener que ponerlo al tanto de los últimos acontecimientos.

—Todos creímos a Peter cuando te llamó traidor. Lo siento tanto, Remus —se disculpó Lily no por primera vez en la velada, y éste denegó con la cabeza.

No había manera de enmendar ese pasado, porque puesto en perspectiva, sus acciones habían sido de lo más sospechas. De haber estado en el sitio de sus amigos, él también habría tenido dudas acerca de sus verdaderas intenciones, pero igual que ellos tenía confianza en el perdón y en las segundas oportunidades.

—Regulus vivo... —Musitó James, que tras conseguir reponerse, se había admirado del valor que Regulus había demostrado al entender que estaba en el bando equivocado y su entereza para hacer después lo correcto.

—Será gracioso si al finalizar esta guerra hace un resurgimiento desde la tumba. Si su muerte no mató a Madre, su resurrección seguro lo hará.

—¿Y tú y él...? —Preguntó Lily con cautela.

—Ah, eso —dijo Sirius, que cargaba a Harry y se distraía con él mientras Remus los ponía al tanto de las últimas novedades, pero ahora que el foco de atención estaba sobre él ya no podía esconderse más—. Hemos... charlado. Nada demasiado serio. Sólo asuntos de la guerra y posibles planes para después. Es mejor hablar del futuro que del pasado; esas serán conversaciones para después, pero... Creo que vamos por buen camino. Reg ha tenido su dosis de realidad, y ahora que ha podido sacudirse de encima las viejas ideas de pureza de sangre y demás, es casi... agradable. Casi me cae bien.

Remus sabía que no era un casi como Sirius les quería hacer creer, que él en verdad quería a su hermano y ansiaba parchar su relación, pero le dio la oportunidad de proteger su corazón y no presionarlo.

De momento, iban un paso a la vez buscando la luz.

 

La guerra llegó a su fin poco después del tercer cumpleaños de Harry, y gran parte del mérito le correspondió al equipo de investigación que conformaron Regulus, Sirius y Remus, después ayudados por James y Lily cuando la necesidad de más manos surgió.

Uno a uno fueron apareciendo los Horrocruxes de Lord Voldemort una vez que Lily estableció que guardaban relación con el pasado de Tom Riddle y su obsesión con los tesoros de los fundadores de Hogwarts, y en misiones subsecuentes fueron ellos quienes acudieron en su búsqueda y descifraron cómo eliminarlos.

Por último Dumbledore en persona se enfrentó a Voldemort, y su victoria aseguró un nuevo periodo de paz en el mundo mágico y muggle.

Para entonces, gran número de sus seguidores habían muerto o sido encarcelados, y Dumbledore no hesitó en otorgarle a su grupo de investigación un papel primordial durante la guerra, consiguiendo así para Regulus el perdón oficial por su valiosa colaboración.

Sirius no tuvo quejas, y en gran medida fue porque él y Regulus consiguieron dejar el pasado atrás y empezar juntos un nuevo futuro. Eso y porque Harry se encariñó con su nuevo ‘tío Reggie’ y éste a su vez correspondió el honor cuidando de él como uno más del grupo.

—Sé que no debería sentirme celoso, pero... —Le confesó Sirius a Remus—. A veces creo que todos quieren más a Regulus que a mí.

—Sabes bien que no es cierto. Sólo Harry, y eso es porque Regulus todavía acepta llevarlo en hombros, pero el resto del tiempo tú eres su padrino y eso nadie puede cambiarlo.

—¿Y tú?

—¿Yo? —Remus rió entre dientes.

—Sí, tú —insistió Sirius—. Tú y él se han vuelto realmente cercanos.

—Oh, vamos —puso Remus los ojos en blanco—. No lo dirás en serio.

Sirius se tomó unos segundos. —Bueno, no. —Y lo abrazó—. Dímelo, Moony.

—¿Qué, que te quiero más de lo que nadie podrá saber jamás, incluido tú? —Susurró éste a su oído, y el agarre de Sirius en su espalda se intensificó—. ¿Me amas tú, Padfoot?

—Más todavía de lo que podrías imaginar —respondió éste, agradecido por el tibio aliento de Remus contra su cuello.

Que aquella era su más honesta declaración de amor, y también su mejor prueba de confianza en el otro, pero por encima de todo, la inefable causa por la que vivían, habían ganado la guerra y Harry con el resto de sus amigos y familia estaban a salvo.

 

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Notas finales:

Personalmente, me gusta tanto Regulus como personaje que obvio tenía que escribir un fic donde salvara el día, viviera, e hiciera las paces con Sirius. Ya taché eso de mi lista y espero sea de su agrado :) Si han llegado hasta aquí, háganme saber qué tal les ha parecido~


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