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¡Pobre! por jotaceh

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Día 14: Decir la verdad 

 

Mi vida amorosa iba bien, no era novio de Joaquín todavía, pero creo que solo era cuestión de tiempo para que formalizáramos lo nuestro. Sin embargo, mi mamá no podía decir lo mismo. Un día después de clases, entré a nuestro cuarto y la encontré llorando a mares.

 

-¿Qué te sucede? –

 

-Me enamoré y volvieron a engañarme, solo me quería de amante, porque en realidad estaba casado el muy cabrón – Carmen se refería a su última conquista.

 

Pongámonos en contexto. El Sauce es un pueblo muy pequeño y ya casi todos los hombres mayores están casados. Ella ya ha tenido aventuras con los pocos que siguen solteros, entonces se preguntarán de dónde saca nuevos romances, pues se los contaré.

 

Hay muchas parcelas fundos y fincas en el pueblo, que necesitan mano de obra y como vivimos tan pocas personas acá, suelen venir foráneos a laborar un par de meses. Esos hombres vienen solos y suelen hospedarse en los hostales de la plaza, van a las tabernas que se repletan de machos sudorosos, de ropas sucias y aliento nauseabundo. Allí asiste regularmente Carmen, para atrapar a uno que otro desprevenido que necesita un poco de amor.

 

-Por favor mamá, ¿qué más esperabas? Te ha pasado más de diez veces lo mismo, es obvio que solo se quieren aprovechar de ti –

 

Suena duro y un tanto cruel, pero es necesario que se entere de la verdad, no puede seguir de esa manera, soñando con algo que es imposible. 

 

-No voy a perder la fe, mi mamita me enseñó que, si tengo esperanzas en diosito y la virgen, nada malo puede sucederme –

 

Habló la conservadora. En ese momento se acuerda de Dios, cuando ni siquiera se le ocurrió bautizarme. En fin, intento no empeorar las cosas, porque si le dijera lo decepcionada que está mi abuela de ella, tras escuchar todos los rumores que rondan sobre ella, caería más en depresión.

 

Allá viene la casquivana, no hay hombre que no le guste.

 

Tengan cuidado con sus esposos, que esa zorra es capaz de engatusarlos.

 

¿Han visto qué ropas usa? Anda incitando la inmoralidad.

 

Son algunos de los comentarios que suelen decir las viejas alcahuetas que siempre andan pendientes de lo que hace Carmen. Dicen que en todo pueblo siempre hay un alcohólico, un maricón y una puta. Ya de lo segundo hay varios, me incluyo, pero lamentablemente de lo último, mi mamá es la única exponente.

 

-¿Y qué vas a hacer? –

 

-Me voy a arreglar e iré al bar –

 

Por Dios, que esta vieja no aprende de sus propios errores. Intenté hacerle entrar en razón, que no tenía que cometer los mismos errores, pero no hubo caso. Se colocó ropa apretada, me pintó los labios y los párpados y salió contoneando las caderas.

 

-Mamá, no vayas, no vas a encontrar nada bueno ahí –

 

Le fui diciendo por el camino, tan solo que no me tomó atención y así entré hasta ese recinto oscuro. Como si fuera la reina del lugar, caminó por entre las mesas hasta llegar a la barra.

 

-Quiero una cerveza bien helada para pasar las penas –

 

-¿Y tú hijo qué va a tomar? –

 

-Soy menor de edad – no podía creer que quisiera venderme alcohol.

 

-Yo a tu edad ya tomaba ron. Si no vas a consumir nada, te voy a pedir que te vayas –

 

-Quiero un jugo –

 

No iba a beber ningún trago, solo quería sacar a esa señora de ahí. Tan solo que cada vez me costaba más, porque al rato la encontré coqueteando con un barbudo de mirada confundida, lo suficientemente ebrio como para arrastrar las palabras al pronunciarlas y quedarse impúdicamente mirándole los senos a Carmen.

 

-Supongo que usted está casado y quiere aprovecharse de ella- intervine para que esos dos no llegaran a más.

 

-¿Ella? No... prefiero a los jovencitos tiernos como tú, bebé –

 

Me coqueteó a lo que quedé helado. ¿Qué le pasaba? ¡Viejo pedófilo!

 

-¡Mientes! Acabas de verle las tetas –

 

-Es que las tiene muy grandes, me dan miedo... Prefiero ver tus nalguitas, bebé –se humedeció los labios con su lengua, lo que me estremeció por lo acosador que estaba siendo.

 

-Lo que me faltaba, toparme con un maricón. Es que la vida es tan cruel –

 

-No me digas así, es muy feo... No entiendo cómo eres tan homofóbica, siendo que tienes un hijo fleto – viejo chismoso, me estaba delatando.

 

-Pablo no es gay –se alteró Carmen.

 

-Claro, y yo tengo el hoyo grande porque me gusta guardar mi billetera en el ano... Por favor, que desde lejos se ve lo fleto que es. ¿Tan ciega eres? –

 

-Mami, mejor vámonos de aquí, este caballero me da miedo - ¡Huida! ¡Huida! ¡Aborten misión!

 

-No, no voy a permitir que anden difamándote. Tú no eres maricón y nunca lo serás –

 

Sus palabras me hirieron profundamente, porque estaba cerrando todas las puertas para llegar a aceptarme en algún momento. ¿Nunca aceptaría mi orientación sexual entonces?

 

-Ay mijo, dile la verdad para que deje de ser tan insoportable. Te lo digo por experiencia propia, es mejor que le cuentes cuanto antes que eres marica, porque después será muy tarde y te lanzará a la calle como un perro. Ahora por lo menos no lo puede hacer porque es ilegal –era el consejo del borracho ése, que hasta me estaba cayendo bien ahora.

 

Tragué saliva, estaba nervioso y es que algo en mi interior le daba la razón al desconocido. Tal vez era el momento para contárselo, ahora que estaba iniciando una relación con Joaquín y que todos en el colegio ya lo saben. Para ser sincero, era cosa de tiempo para que el rumor llegara a sus oídos.

 

-Mamá, es verdad. Soy homosexual –

 

Dije despacito, porque me daba mucho miedo la reacción que tuviera. Tan solo que no hubo nada, porque solo se quedó con los ojos abiertos y la boca cerrada. Ya han pasado cuatro días y Carmen sigue sin reaccionar, es como si su cerebro hubiera quedado congelado por la impresión. Así que sigo esperando su reacción, porque supongo que en algún momento irá a salir de ese estado. ¿O se quedará para siempre así?

 

 


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