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¡Pobre! por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!

Espero que estén muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo. Hoy les traigo un nuevo cap, traté de apurarme para actualizar pronto :D

 

Espero les guste. Nos leemos!

Día 63: Revelando secretos

 

Estuve con mi mamá hasta que se volvió a dormir. Decidí salir de urgencias para tomar un poco de aire. Caminé por la plaza un rato, ya era de mañana y el suelo estaba todavía mojado por la lluvia del día anterior. Todo había pasado muy rápido y a la vez se sentía como si hubiera sido una eternidad.

-¿Está bien tu mamá? –escuché de pronto a mi espalda.

Me asustó porque sabía de quién se trataba: Ricardo de la Sotta.

-Sí, ya despertó y pronto le van a dar de alta-

-Escuché por ahí que fue por un aborto –pueblo chico, infierno grande. El chisme ya se había divulgado.

-Sí, eso hizo. Entenderás que cuando uno es pobre la biblia no ayuda mucho –

-Pablo, no vine para juzgar a nadie, al contrario, lo que quiero es ayudar –estaba nervioso. Era extraño ver al hombre de esa manera, intimidado por un muchacho mucho más joven y menudo.

-Lo siento, no ha sido un buen día –

-Está bien, te comprendo…. Me acerqué ahora solo porque quería que supieras que no es necesario que hables con la policía. Ya arreglé todo con ellos y no van a investigar a Carmen –

Me quedé helado porque lo dijo como si fuera un mafioso que había movido los hilos de sus contactos para ayudar a “su familia”.

-¿En serio? ¿Y cómo lo hiciste? –

-¿Cómo crees tú? Cuando veas el nuevo auto del policía te darás cuenta –

El estómago se me revolvió por completo. ¿Tanto dinero costó el soborno? ¿Tanto como para comprar un auto nuevo?

-Lo siento… yo… no podré pagarte nunca toda la plata que gastaste…-

-No te preocupes, nunca te pediría que me lo devuelvas. Solo quise ayudar al “amigo de mi hija” –recalcó lo último. En eso habíamos quedado, en que no haríamos nada para respetar a Julieta.

-Buenos días –escuchamos de pronto la voz de un tercero.

Roberto había estado parte de la noche acompañándome, pero tuvo que irse para no preocupar a su familia. Ahora había regresado con una taza de té en la mano, de esas de plumavit que venden a la salida del centro de salud.

-Toma, te compré algo caliente –me entregó lo que llevaba en las manos. Se había preocupado por mí.

Ese instante fue incómodo, porque tenía frente a mí a dos hombres que me han confesado que les gusto. Uno, que gastó tanto dinero en mí como para comprar un vehículo nuevo, mientras que otro compró un simple té, que probablemente le costó bastante para lo poco que tiene.

¡Qué tierno! Fue lo primero que pensé y es que me sentí mucho mejor con el gesto de Roberto que con el del padre de mi amiga.

Hubo silencio, por lo que tuve que presentarlos para romper el hielo.

-Bueno, él es Ricardo, el papá de Julieta. Y él es Roberto, un amigo del colegio –dije, a lo que ellos respondieron observándose feo.

-Así que tú eres el amigo de ese negrito que se mete con mi hija – el rubio fue bastante despectivo. Al parecer ya había escuchado del de ojos achinados.

-Y usted el pedófilo que besó a Pablo –auch, eso me dolió también.

-¿Se conocían? - ¿por qué sabían tanto? ¿Son mis biógrafos?

-Julieta… -ambos intentaron responder, y se dieron cuenta que su fuente era la misma persona.

-Julieta me contó sobre un chico que te estaba coqueteando, que era amigo de ese tal Kevin. Un maleando supongo –

-¿Coqueteando? Nos besamos en la fiesta del otro día y estuvimos a punto de hacerlo –el del tatuaje de dragón respondió aún más pesado.

-Nosotros también nos besamos, pero yo no le voy a obligar a nada – el mayor miraba con desprecio al menor.

-Pero yo no tengo ningún impedimento. ¿A ti te dejará tu hijita? Sin tomar en cuenta que eres mayor de edad y “esto” sería un delito ¿no? –

-Cuando hay amor no es delito. Además, sabrás que con el dinero puedes solucionar cualquier problema –claro, como lo hizo con mi mamá.

Todo se volvió incómodo, hasta que una cuarta persona llegó al lugar.

-Hola chicos, ¿cómo están? –apareció la responsable de todo: Julieta.

-En medio de una discusión por culpa tuya –la miré con odio, ¿cómo se le ocurría?

-Ay, bueno. Ambos me preguntaron sobre ti y yo solo respondí. ¿Hay algún problema con eso? –se lo tomaba como si nada.

-Se supone que no querías que tuviera nada con Ricardo. ¿Para qué hablarle sobre mí? –

-Ay papá ¿no le contaste? Es que él aceptó a ayudarme con mi relación, a cambio, yo no me interpondré entre ustedes. A mí me deja estar con el Kevin y yo no le hago berrinches porque se enamoró de ti. ¿No es justo? – sonreía como si todavía no entendiera nada.

-En fin. No es el momento para hablar de esto, tengo que volver donde mi mamá para cuidarla. Lo único que quiero dejar en claro es que estoy soltero, tratando de olvidar a Rafael y que no quiero nada serio por el momento. ¿Estamos claros? –a esas alturas ya no tenía paciencia, especialmente porque no había dormido y ya había discutido antes en urgencias.

Emprendí mi camino hacia el centro de salud, cuando escuché un grito.

-¡Te amo y te lo voy a demostrar! –al parecer a Ricardo siempre le gustaba ganar.

-¡Yo no estoy desesperado, solo sé que me gustas y que quisiera pasar más tiempo a tu lado! –fue la respuesta de Roberto. Ni siquiera me volteé, solo seguí mi rumbo, aunque debo reconocer que se sintió bien ser pretendido por dos hombres.

Me tomé el té en el pasillo mientras esperaba a que dieran de alta a Carmen. Mientras lo hacía, la señora María se sentó a mi lado. Estuvimos en silencio un rato, hasta que la anciana suspiró y rompió la tensión.

-Cuando quedó embarazada de ti, la eché de la casa. Tu abuelo y yo sentimos que nos había deshonrado. Quedó preñada siendo todavía una niña, no se había casado, ni siquiera había terminado el colegio. Se quedó en la calle, porque ni siquiera su novio la quiso recibir, se hizo el tonto y les dijo a todos que ese bebé no era suyo, que podía ser de cualquiera. Supongo que en ese momento se creó la fama de Carmen, que era una suelta, una casquivana –

-¿Y no la ayudaste? Ella te necesitaba… ambos te necesitábamos –

-Tu abuelo no me dejó…. No, a quién miento, no puedo echarle toda la culpa a él. Fui mala, a veces dañamos más a quienes más amamos. No quería tener una hija de una moral manchada. Ya sabes, fui criada en otra época y lo que ella hizo era imperdonable. Tal vez debí haber olvidado lo que el resto pensaría y simplemente ayudarla antes, porque cuando nos arrepentimos, ella ya te había tenido y conseguido un trabajo como sirvienta en la casa de los Eguiguren. Supongo que nunca me perdonó lo que le hice, ni siquiera después que tu abuelo murió, por eso no me dejaba visitarte, y la comprendí, estaba dolida –

-¿Por qué nunca me contó esto? –

-Quizás le daba vergüenza, o tal vez… porque no quería que me odiaras –

-¿Y por qué ahora la volviste a juzgar? –

-Porque soy bruta, no aprendo de los errores… pero gracias, mi niño, me dolió que me hayas gritado, pero me sirvió para darme cuenta que estaba equivocándome una vez más. Me alegra que por lo menos ahora tenga a alguien que sí la defienda –

-Está bien… Ella te va a comprender –no, en realidad no lo sabía, pero la pobre vieja estaba a punto de llorar, por lo que la abracé para consolarla.

Al final, en los momentos más difíciles es cuando nos damos cuenta cómo son realmente las personas que nos rodean. O en el caso de mi familia, cuando todos deciden contar sus secretos.

 


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