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Corre Noah, corre. por Neko_san

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Espero que hayan tenido una beautiful semana. 

Sin más; ¡A leer!

13.

Hoy las miradas inquisitivas y molestas en el autobús no son tan propensas, para mi alivio. Ni siquiera me animo a buscar si aquella chica con la mirada fija puesta en mí hace días está. Y deseo que sea así para no encontrarme con otro rato incomodo que me pueda provocar un manojo de nervios y que la única solución para mitigarla sea volverme un completo idiota con otra persona... como lo hice con Ezra; quien no ha aparecido.

     Me tomé el tiempo de mandarle un mensaje a Simón para saber cómo está. Si James no ha acudido a él o le ha hecho algo. Me ha mandado un simple, pero consolante: « Estoy bien, ¿Quieres que te comparta un poco de mis buenas vibras? Pd. James no ha dado señales de vida ni en humo. No sé en qué andan tú y él, pero no me metan si es un mal rollo. ». Tan tosco como siempre.

     Lo último escrito me hace especial gracia ya que, sin que lo pudiera prevenir; lo metí en un mal rollo. Al igual que Mica, a quien, no lo he visto desde que me visitó en el hospital.

     El autobús frena y bajo al igual que los otros para entrar al colegio. Deposito algunas de mis cosas en el casillero y me llevo lo necesario para la clase de Ciencias. Es en el umbral de la puerta de nuestra clase cuando me acuerdo de Logan.

     Me petrifico con la mano aun en la manija de la entrada. Siento ya el sudor como me baja por la frente y la espalda. ¿Cómo había sido posible que me hubiera olvidado de algo tan importante como Logan cuando, en lo único que pude pensar durante dos días enteros fue en él?

     Por razones como estas es que he estado desarrollando un curioso tic, que se basa en encarnar la uña de uno de mis dedos, a una profundidad en la que no soy consciente en el momento de su acción, en la cara de su vecino.  Ahora mismo sé que lo hago.

     No quiero entrar. No, no puedo entrar. No debo. Me va a mirar, durante toda la clase. Todo el día. ¿Y si dice algo malo de mí? ¿Y si me toca? ¿Y si me habla? ¿Yo qué voy a hacer...?

     –Noah,  ¿vas a entrar? –La voz de Emily me interrumpe.

     Me volteo a verle.

     – ¿Vas a entrar?

     –... Sí, perdona. –Logro recomponerme a medias y abro la puerta para dejar que entre primero mientras que yo, con las piernas hormigueando y tensas, cruzo el umbral.

     Cierro la puerta detrás de mí y, dando una gran bocanada de aire y secando la palma de las manos en mis jeans, me acerco hasta mi asiento. Me limito a mirar a través del rabillo de los ojos y sólo enfocando al suelo sin mirar a nadie ni nada. Me aplasto en la silla y me doy cuenta de lo inútil que fue secarme las manos porque en un instante ya veo otra capa de sudor envolviéndolas. Contemplo como tiemblan y como el cuero cabelludo empieza a humedecérseme.  Tengo el corazón martillando mi pecho como si quisiera escapar, incluso lo puedo escuchar entre todo el bullicio.

     –Hoy vamos a tratar las combinaciones de... –La voz de la Profesora Heck me saca un buen susto. Levanto la mirada y la veo colocarse unos guantes, mientras señala unos lentes protectores y una bata blanca sobre su mesa de mármol. –. Escojan un compañero para la realizar el experimento químico, colóquense las medidas preventivas y saquen sus tablas periódicas.

     Lo único que queda grabado en mi cabeza es: «Escojan un compañero... ». Yo siempre hacía equipo con Logan. Mis ojos se disparan como una pelota que rebota entre las paredes observando como todos ya han elegido a su compañero habitual; no hay nadie disponible.

     Oigo el chirrido del asiento de Logan. Permanezco intacto, tratando de convencerme de que no hará lo que –en otros tiempos hubiera sido increíble– estoy pensando. A mi lado izquierda se asoma como alguien me ofrece los lentes de protección, la bata blanca y los guantes.

     Es Logan dando por primera vez el primer paso. Por el rabillo sólo alcanzo ver su mano y las cosas que sostiene. Sé que debo actuar normal, alguien puede verme y creer que estoy raro; o la profesora puede llamarme la atención al ver que soy el único que aún no está listo.

     Me levanto con lentitud con la mirada en el suelo, tomo los útiles que me extiende Logan con cuidado de no tocarlo, me los coloco, y lo sigo hasta las mesas de mármol donde están depositadas los instrumentos para la clase de hoy, quedándonos a la par del otro siendo la mesa lo que nos separa.

     –El tubo de ensayo a sus derecha, contiene un componente semejante al acido...

     Es una suerte que lleve guantes puestos; de lo contrario, todo lo que sostuviese se me resbalaría por el sudor.  La voz de la profesora resuena en mis tímpanos con un tono diez veces más chillón. Tan intolerable. Hace que la situación sea más complicada de sobrellevar. Siento el rostro entumecido y a la vez calentándose como los motores de un vehículo.

Logan me pasa un tubo con un líquido verde dentro y otro rojo; lo tomo cuidadosamente para no hacer contacto con él. Por un instante presiento que tiene sus ojos clavados en mí. No me atrevo a levantar la vista para comprobar si es cierto lo que digo; así que no me queda otra opción que confiar plenamente en mi intuición.

     Quiero que acabe. Quiero pare de mirarme. A este ritmo yo...

     –Por favor su atención –Más allá de prestarle mi atención a la profesora Heck, aprovecho para dejar a un lado los tubos y sostenerme en la mesa. Siento que puedo desmayarme en cualquier momento. –: la rectoría requiere de mi presencia; por lo que me ausentaré por unos minutos. No hagan ridiculeces. –Dicho eso se marcha.

     Y yo nuevamente me dispongo de aprovechar esta ocasión para salir en carreras del salón, contener como me sea posible lo que retengo en mi garganta y tiene intenciones de subir a mi boca, entrar a los baños y expulsar en el retrete todo el agrio y rasposo camino del desayuno de esta mañana. Una vez que parece que no se me formará otra bola de nauseas en mis entrañas, me recuesto jadeante sobre la esquina del excusado. 

     Choco con el escrito “A M I G O S” inscrito en la puerta del baño a la que siempre recurría.

     En estos tiempos pienso que su designación es bastante peligrosa para aplicárselo a alguien.

     El grafiti apareció cuando el juego, de la que soy principal partícipe, empezó. De todas las cosas que se pueden escribir; o de todas las cosas que frecuentemente se escriben... ¿por qué alguien escribiría sólo “A M I G O S”? En una regla general y mundialmente conocida que lo escritos en los muros y puertas del baño van dirigidos a alguien o esperan inducir cierto efecto, entonces, ¿a quién le dedicarían ese mensaje? ¿Qué busca causar el autor al destinario? 

¿Podría ser que...? No. No creo que tenga sentido que me lo dedicaran a mí. Esa persona tiene asuntos más importantes que escribir una ligera oración.

     Con algo de esfuerzo de más logro restaurarme. Casi olvidándome de la razón que me llevó hasta este lugar.

     Procuro quedarme en el baño hasta que la clase de ciencias acabe; más allá de estar consciente de las consecuencias que implica saltarse una clase, estoy dispuesto a hacerme cargo de eso. Pero al contrario de lo que me imaginaba, la profesora Heck parece haber tardado en volver y apenas casi se dio cuenta de mi retirada, por lo que no recibí ningún llamado.

     Al atardecer las clases terminan y, cuando estaba por subir al autobús, alguien me llama:

     – ¡Noah! –No tardo en adjudicarle a su voz el propietario: Mica.

     Me desconcierta un poco ver que me ha llamado frente a todos sin tomar precauciones.  Rompiendo de ese modo el acuerdo de: misma conducta relacional.

     Me viro y, sin siquiera cavilar en que el autobús se podría ir sin mí si voy con Mica, me acerco a él con el pensamiento que debe ser por algo alarmante que haya sido él quien haya roto el acuerdo para llamarme frente a todo el mundo.

     –Hola Mica –saludo con algo de nerviosismo –. ¿Estás bien?

     –Sí –me sonríe y luego su mirada enfoca algo detrás de mí. Me viro y observo que el autobús se puso en marcha. –. Lo siento, hice que te perdieras el autobús. Déjame llevarte a tu casa.

     Su voz suena automática y fría, como si hubiera calculado lo que debía decir y en qué  momento hacerlo. Por ello me doy cuenta instantáneamente que algo sucede. Olvido el tratado y acepto la petición de Mica para llevarme a casa. Ambos subimos al auto en la que aquella vez me devolvió con su madre –sólo que esta vez ella no está– y acelera.

     – ¿Qué sucede? –pregunto cuando nos alejamos del colegio.

     –Te lo diré en seguida; deja que nos apartemos más. –responde concentrado en la carretera.

     Hago caso. Eventualmente me percato de que consulta al retrovisor y luego vuelve a fijarse en el camino. No lo interrumpo, pero me inquieta su inusual comportamiento.

     Llegamos a una zona más aislada: a un paso rodeado de bosques a nuestras esquinas.  Donde gobierna el silencio y habita la soledad. Estaciona a un costado y saca algo de entre las cajuelas sin decirme nada al respecto.

     Me impaciento y vuelvo a repetir la misma pregunta anterior.

     –Estos son los archivos que contienen el historial académico de Logan, Rory, Ethan y los demás. –dice finalmente pasándome una carpeta con algunas hojas que sobresalen.

     Es fácil deducir que como presidente del colegio tiene cierto privilegio a tener acceso a documentos de esta talla. Lo recibo y al abrir la carpeta me encuentro con el historial de  Logan; ha repetido una vez, se ha cambiado constantemente de colegio y se advierte que ha llamado la atención por “conducta inapropiada”; salvo a su entrada en la secundaria que parece haberse estabilizado.

     –Mi padre conoce al suyo –agrega mientras hojeo las otras páginas–. Me dijo que eran una familia de clase baja hasta que su padre pudo ingresar al cuerpo militar; debido a eso se tuvieron que trasladar a muchos lugares y responde a la conducta cambiante de escuelas pero, en algunas ocasiones fueron los de la institución los que lo expulsaron.

     –Como aquí –señalo la plantilla de jardín de infantes –. Por eso no lo volví a ver. –digo abatido al confirmar que fui yo el culpable de que lo echaran y sin saber lo que eso provocaría.

     El historial de Ezra resplandece de envidiables calificaciones junto con la carencia de su presencia en el colegio; Rory no tiene nada bueno digno de mencionar: lamentables calificaciones y sanciones que van desde leves a agravantes; y Ethan tiene calificaciones promedio y sobresale en deportes.

     Todo esto sólo provoca que refuerce mi inclinación hacia Logan.

     Desvío mi atención cuando Mica toca con cuidado la parte de mi cabeza, donde me había dado tan solo tres días.

     – ¿Ha progresado bien tu cabeza?

     –El golpe, sí; pero si te refieres estrictamente a mi cabeza... –bromeo sacándole un sonrisa.

     –Lamento no haberte visitado, quería indagar... –Hago un ademán para hacerle saber que no me hace falta sus excusas. –. Consulté también con mi padre en relación con los demás; la familia de Rory de por sí es muy problemática, sus padres y sus hermanos han caído de vez en cuando a la estación de Policía; los de Ezra no han provocado problemas desde que su padre emigró aquí de Italia; me dijo que el padre de Ethan perteneció al cuerpo militar en un alto rango y se retiró con honores; ahora es miembro de un grupo dirigente.

     Me desconcierta comprender que todo apunta sólo a dos inciertos sospechosos que podrían estar perpetuando esta crueldad: James y Logan; pero al menos ahora podemos estar más seguro de nuestras suposiciones.

     –Gracias, Mica. –Es lo único que me atrevo a decir.

     – ¿Tú qué piensas?

     –... James o Logan. –Le paso la carpeta, el cual recibe.

     Debe de haberse dado cuenta de mi decepción, ya que con intenciones de subirme el ánimo añade:

     –Dos... Dos de cinco personas.

     «Seis », corrijo en mi mente. Recordando que él también había estado en mí lista.

     –Mica –Dejo esos pensamientos y conclusiones atrás cuando la curiosidad me hace consultar sobre el lugar en la que nos hemos situado y sobre todo a lo que lo llevó a llamarme en público. –, ¿fue sólo por lo que averiguaste que me llamaste frente a todos? ¿Por qué también tuvimos que dirigirnos hasta acá, tan lejos?

     Se toma un momento, cuando contesta con seriedad –: Tomé en cuenta lo que me dijiste en el hospital: esa persona ya debe saber de nuestra relación. Por lo que vi innecesario que continuáramos fingir indiferencia; por eso te llamé. Además –Esta vez guarda un silencio más espaciado. –, tengo la leve sospecha de que tu celular está pinchado.

     – ¿Pinchado?

     –Que puede escuchar nuestras conversaciones: las llamadas, los mensajes, todo.

     – ¿Cómo puede hacer eso? –pregunto acelerado.

     –Eso es lo que no me logro explicar. Es solo una teoría que si bien, puede que no esté en lo correcto, quiero que no uses tu teléfono cuando hablemos.

     De todo lo que ha acontecido hoy día, este es el que más me ha desconcertado.

     – ¿En qué te fundamentas?

     –Pensé en una forma en que no pudiera involucrar a James como el único que vio las fotos de tus padres y se me ocurrió esto; pero no lo creo relevante;  sin embargo, me gustaría que no nos comunicáramos por móvil. Sólo para estar seguros.

     –Bien... –suelto, aun sin ver del todo la credibilidad de su teoría–. ¿Y por qué hemos venido hasta aquí?

     –Supuse que esa persona podría seguirte; y si estábamos en un lugar más aislado, como este, en la que no es usual ver a muchos coches, no se arriesgaría a aparecer. Se delataría de tan sólo estacionarse cerca o hacer un movimiento que nos alertara. No es idiota, sabe que estamos pensando en él.

     Me quedo sin palabras al escuchar la estratagema de Mica. Sin dudas es muy eficaz, porque no hay nadie alrededor de nosotros.

     –Tienes razón –admito. Pero toda la impresión es eclipsada por la tristeza que comienza a florecer por un motivo –: Hoy es el último día de la tregua. –comunico sin ser capaz de mirarlo.

     De pronto un golpe brota. Me viro algo asustado para buscar de dónde proviene; pero no lo puedo asemejar cuando veo que es Mica quien ha golpeado el volante con fuerza.

     – ¡No he hecho ni un maldito avance! –grita furioso– ¡No te he podido ayudar en nada y él va a seguir regocijándose a expensas tuya!

     –No digas eso Mica; recuerda que ahora son sólo dos. –Le recuerdo para calmarle.

     – ¡Pero Noah...! –Repentinamente se vira hacia mí, con el rostro enrojecido y ardiente, y yo no puedo creer verlo de esa manera, distinto al Mica sereno y amable del que todos conocen.

Ante esa reacción no soy capaz de poder emitir palabra alguna. Posteriormente suspira y se relaja. Su rostro vuelve a tintarse de blanco leche.

     –Lo siento, no quería gritarte –confiesa volviendo su vista a la calle–. Es que me siento inútil, no quiero que ese tipo vuelva a atormentarte, no... puedo permitírmelo.

     –No es tu culpa, Mica. Haz hecho más de lo que hubiera podido hacer yo solo.

     –No digas eso, me haces sentir peor.

     Por alguna razón sus palabras me lastimaron. Mis ánimos decaen aún más.

     Se instala un silencio inevitable tras esa discusión. Puedo ver por el rabillo que Mica gira poco a poco a mi dirección; mas yo no le devuelvo la mirada. Se queda un largo minuto así, hasta que, para mi sorpresa, se viene a mí abrazándome con violencia.

     Mi cabeza se da contra la ventana por la brusquedad de su agarre. Al principio no tengo idea  de cómo reaccionar, pero al ver que Mica permanece ahora más tranquilo envolviéndome, dejo de pensar en hacer algo al respecto. No sé si devolverle el abrazo; estoy tan estupefacto que apenas puedo respirar.

     De repente Mica, con timidez, se aleja sin poder creérselo hasta él mismo –deduciéndolo por los ojos tan abiertos que me dedica–.

     –Perdóname, Noah. –dice conmocionado; no obstante no agrega nada más.

     Al ver lo alterado que está, decido mejor no preguntarle acerca del motivo que lo haya incitado a hacer lo que hizo, y le dejo en claro que no importa. Ambos nos ponemos de acuerdo en no tocar el tema, y me lleva a casa en un ambiente un tanto penoso.

     Por la actitud que abordamos en proceder como si el repentino abrazo nunca hubiera ocurrido, nos dejamos en claro que nuestra unión no se ha perturbado.

     Entro a casa despidiéndome de él, y me recuesto pensando en el día que me espera mañana. Al revisar mi móvil no hay huellas de esa persona; evidenciando, de una manera que me repulsa, que ha cumplido con su palabra.

     Al ir al día siguiente a la escuela, no me sorprende ver aun los asientos vacíos de Rory y sus compañeros; pero sí sucede cuando el de Logan también lo está. No se me ocurre algo que pueda excusar su ausencia, teniendo plenamente en cuenta que casi nunca falta. El temor me coge cuando creo que tal vez me espere afuera; que esté planeando algo para solventar los tres días perdidos de mi recuperación.

     La mitad de la clase permanezco en ese espantoso estado. Atento a todos pero sobresaltándome aun así. El timbre toca en una hora inusitada y todos en la clase se van alborotados y llenos de éxtasis en lo que se convierte en un camino general.

     Habría un partido de básquet.

     Mientras me dirijo al pasillo a paso lento, considero si debería quedarme o irme; pero no habría autobuses que me llevaran; además... Logan podría esperarme afuera tal como pensé.

     Sería una oportunidad provechosa para hacerme algo sin que nadie más pudiera socorrerme.

     Los embrollos de reflexiones que delibero se ven interrumpidos cuando presiento a alguien o algo cerca de mí. Viro hacia donde más me llama la atención, y me topo con Ethan en la puerta de los cambiadores.

     –Ethan –se me escapa como modo de saludo–. No sabía que hoy había partido.

     Asiente. Nos quedamos callados. El silencio ahora entre nosotros es incómodo; no natural como otras veces. Pero, francamente, tengo tantas cosas metidas en mi cabeza ahora mismo que sé que la posibilidad de que se me ocurra algo más para añadir y romper el hielo es casi nula.

     – ¿Nos verás? –Sus palabras me dan un placer al no tener que hacer mi vana búsqueda.

     –Sí. Hace mucho que no voy a verles. –comento con regodeo.

     Se da la vuelta, pero se vuelve para decirme –: Ponte en la primera fila; quiero ver que estés ahí. –Y se marcha.

     Por un momento me da la impresión de que en su pedido se esconde cierto sentimiento de remordimiento a mi falta de concurrencia a sus partidos – a los que había dejado de ir después de lo de Sophie–. Tanto así, que desconfiaba en no verme entre la multitud y tuvo que pedírmelo.  Con la culpabilidad en el pecho, corro a buscar algún asiento disponible en primera fila –sabiendo que a estas alturas era imposible con todo el colegio amontonado ya–, me las apaño y logro hacerme un hueco para sentarme.

     El partido comienza y, por primera vez, puedo volver a experimentar la soltura, el júbilo y, lo que se sentía volver a tener una vida normal.

     Como de costumbre, nuestro equipo gana. Ethan se lució con sus tiros y he vitoreado en cada uno de ellos.

     – ¿Por qué tan sonriente? –consulto de repente poniendo fin a la anterior conversación y envolviéndole las piernas de comprensas de hielo– No es la primera vez que ganas. –comento juguetonamente. 

     No responde, pero aun con su sonrisa plantada, añade –: La pantorrilla izquierda. –hace un ademán. Decido no insistir en eso, sólo gozar de una sonrisa que se ve cada mil años, y atenderle la pierna colocándola sobre el mío para más comodidad.

     Al atender a Ethan después del partido me hizo perder los autobuses, pero luego él se ofreció a llevarme y no pude negarme ante la hipotética esperanza de que esa persona pudiera aparecer. Durante el transcurso recordé los arañazos que había visto hace mucho en los brazos de Ethan; escrupulosamente le eché un vistazo y me encontré con la desaparición de éstas.

     Me sentí feliz de no volver a verlas. Me despedí de él y entré a la casa.

     Al entrar a mi habitación las dudas y el afligimiento me volvieron a embestir. Revisé mi celular y no había nada que pudiera indicar a esa persona. Recordé a Logan; pensé en llamar a   Mica para atentarlo, pero recordé de haberme dicho que no podíamos comunicarnos por móvil.

     La ansiedad me carcomió durante toda la noche. Tampoco intenté pegar un ojo patrullando por la ventana. Rezando porque no se apareciera; hasta que el sol comenzó a deslumbrar todo a su paso.

     Algo anda mal. Algo... se suponía que ayer era el último día de la tregua. ¿Por qué no se apareció? Algo malo pasará... algo... muy malo.

     Estuve dando vueltas en compañía de los peores sentimientos que uno puede tener: la  curiosidad, tomada de la mano con un mal presagio.

     Poca importancia le di al desayuno con Adele, también al recorrido del autobús; me sentí culpable de lo primero: tal vez Adele corría un peligro aun peor. Mis pensamientos me tenían atontando y distraído hasta la entrada del colegio, donde vi a una pila de personas rodeando las pizarras de avisos plegadas en la pared de uno de los pasillos.

     Algunos estaban boquiabiertos, otros lo seguían analizando, mientras que otra parte susurraba: « ¿Quién era? »

     Me abrí paso entre las personas y, divisé un nuevo aviso: Logan está desaparecido.

Notas finales:

¡Hola de nuevo! Les prometí en el capítulo anterior que le iba a poner fire a éste jaja. ¡Espero que les haya gustado!

¡Nos leemos! 


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