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Corre Noah, corre. por Neko_san

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Notas del capitulo:

¡Hola! Espero que hayan tenido una agradable semana.

Sin más; ¡A leer!

17.

Mica Scott.

Reviso nuevamente el celular, volviendo a convencerme de que Noah pronto me llamará, o, en otro aspecto, nos veremos en el colegio.

     Mis cosas ya están listas, sólo me falta bajar para el desayuno; aún es temprano.

     Unos pasos que, sólo puedo conferir a los de mi padre, resaltan no muy lejos de mi cuarto, donde me encuentro. Para mi sorpresa, resulta ser él.

     –Papá, ¿no te habías ido a trabajar?

     Tiene aspecto enfermizo, como si no se terminara de recuperar de algo. Frunce los labios y parpadea a un ritmo poco común.

     –Encontraron a Noah –titubea–... se ha suicidado, Mica –No agrego nada; le ofrezco tiempo para que prosiga. –. Dejó una carta a tu nombre. Debes recogerlo en el hospital, te llevaré; no te preocupes por la escuela: han suspendido las clases. Encontramos el cadáver de Melinda Green.

     Con imprecisión lo sigo hasta la patrulla estacionada frente a la casa. Reconozco que permanezco en un estado impasible, pero sucede algo en mi cabeza que no puede terminar de encajarse, de procesar la noticia que me acaba de dar. Es como si el tiempo se hubiese congelado, y ya experimenté esta sensación una vez.

     Llego al hospital acompañado de mi papá, pero llegado a un punto en el que me indica que debo ir me muevo en solitario. Veo a una mujer sin expresión, con la mirada fija expresamente en la baldosa sentada en una acolchonada banca, y un hombre que apoya su mano sobre su hombro, con los ojos enrojecidos.

     La mujer sostiene una carta en su mano. Me acerco con prudencia, sin saber cómo llamar su atención o cómo reaccionará, o quién debo hablar o cómo debo hacerlo.

     – ¿Eres Mica? –La voz del hombre es dulce, compasiva; la mujer en cambio permanece en su trance. Asiento con gesto positivo. El hombre se coloca de cuclillas enfrente de la mujer para tomar la carta. –Adele, dame la carta –Pero la mujer se resiste, aprieta el extremo de la hoja. –Adele –ruge, y se lo arrebata finalmente. Se desplaza hasta a mí y me lo entrega. Hace gestos con la boca observando la carta, pero no articula nada. –Léelo. –Las lágrimas le caen y vuelve con paso apresurado junto a la mujer.

     Volteo el sobre blanco y límpido; detrás tiene inscripto mi nombre.

     Pierdo de vista el sobre cuando los sollozos abatidos del padre de Noah resuenan como ecos por las paredes. Es como si estuviera solo; la madre de Noah se limita a continuar en su trance.

     Salgo del hospital donde me espera mi papá.

     –Te regresaré a casa, pero luego debo volver al trabajo.

     Entramos a la patrulla y emprendemos el viaje. Exploro el sobre, pero no me animo a abrirlo aun.

     –La última vez que lo vi –alzo mi vista para contemplarlo–, la última vez que lo vi, Mica, él estaba... me miró como si... quisiera decirme algo. No estaba bien, lo noté de inmediato pero... no insistí... si lo hubiera hecho tal vez él ahora –se detiene y niega con la cabeza; expresa un extraño pesar en su rostro. –... ya llegamos.

     Bajo de la patrulla, aplastando unas cuantas hojas secas a mi paso.

     El día es gris, está frío y las hojas del otoño en el suelo se sacuden ante una brisa más fresca.

     Es como si el clima me recordara lo que aún no soy capaz de procesar. Lo que ella ya ha procesado y ha respondido con un día lamentable y triste. Y ahora espera por mi reacción.

     Escalo los peldaños y me adentro  a mi cuarto con el sobre a mano; lo observo con cierto prejuicio, releyendo mi nombre. Lo despliego y extraigo la carta:

 

No puedo comenzar esta carta sin pedir disculpas por envolverte en esto, Mica.

Pero me temo que aun así no bastarán para enmendar todo el desastre que he dejado en mi camino. Ya no puedo pedírselo a Logan, a Tom o a Melinda, pero sí a ti, y a Simón.

No hay un motivo que pudiera encontrar para no hacer lo que hice; porque he muerto incluso antes de saltar del puente: mis padres descubrieron la fotografía, y sólo una pequeña muestra de sus reacciones me bastaron para entender que nada volverá a ser como antes, aun si lo hubiera encontrado.

Sé que no tardará en llegar la noticia a sea cual fuera esa persona, y con eso, todo la calamidad se detendrá. Por eso lo voy a hacer, porque sé que se detendrá: la reputación de mis padres estará a salvo, porque las fotos no se publicarán, no le serviría; ya no lastimará a más personas... Por eso no quiero que mi  muerte se interprete como una perdida. No lo es.

Toda mi vida viví pensando que tenía amigos; luego los perdí; pero... al final de ella, terminé ganando a uno. Y tal como empecé esta carta, ahora no puedo despedirme sin antes darte las gracias: Gracias, Mica.

 

     –“Ojalá nos hubiéramos conocido en mejores circunstancias.” –Termino de leer la última parte de la carta.

     Él no lo escribió, no pudo. Hace sólo un día dijo que me llamaría. ¿Cómo puede que ahora... simplemente se haya ido? Me rehúso a pensar que esta carta ha sido escrita por su puño y esta letra le pertenezca.

     Estoy dispuesto a desmentir esta carta; aprovecho el día de su funeral para ir a su casa, unos minutos antes de dirigirnos a la iglesia donde se llevará a cabo la misa.

     Mi padre se ofrece a llevarme hasta su casa. Bajo del auto con mi traje puesto y, antes de golpear la puerta, alguien, casi a trote, me llama. Volteo y tengo a Ezra, vestido informal, frente a mí.

     – ¿Es verdad? ¿Es cierto que Noah...? –traga saliva, jadeando.

     – ¿Qué haces aquí? –suelto con impaciencia y desagrado.

     –Me acabo de enterar –Tiene las pestañas brillantes, como bañadas con cristales– por la página de la escuela.

     Paseo mi vista de un lado a otro, indeciso y molesto por su interrupción. Indudablemente ni siquiera se ha molestado en revisar la dirección del funeral, sino, no estaría estorbándome ahora.

     –El funeral es en la iglesia Principal, ve allá –No se mueve, sigue sorbiéndose la nariz y llevándose las manos a su cabello. –. Ezra, ve allá.

     –Iré contigo.

     –No puedes; tengo que hacer algo antes.

     –Te acompañaré... ¿Por qué? ¿Por qué se tuvo que ir?

     Cuando abro mi boca para insistir la puerta se abre; pero los que atienden no son los padres de Noah.

     – ¿Si? –Es una mujer con el cabello tomado, con falda y camisa negra, y ojos sonrosados.

     –Soy amigo de Noah...

     –El funeral –me interrumpe– es en la iglesia...

     –Yo... –me miro las manos, ¿cómo lo digo sin brusquedad? –. ¿Puedo pasar a ver su cuarto?  –Miro de reojo a Ezra, que sigue a mi lado. –. ¿Podemos? –repongo, sin remedio.

     Lo medita, hasta que al final accede.

     –Está arriba, el cuarto de la derecha.

     Le agradezco y subimos los escalones hasta acabar en ésta: las paredes son de azul opaco, en el centro hay una cama y a pocos metros una mesa de luz de madera y un armario. A mi izquierda hay un baño y en la pared derecha hay una abertura, una ventana desde donde veo a mi padre.

     No me importa lo que esté haciendo Ezra, busco su mochila. Lo encuentro próximo al armario. Lo cojo, y saco sus cuadernos para ver sus apuntes. Saco de mi bolsillo la carta y comparo las letras... son las mismas.

     Unos gemidos se intensifican. Me inclino para ver a Ezra llorando, absorto en lo que parece ser un estuche sobre la mesa de luz. Dentro del estuche reposan los auriculares de Noah, y eso por alguna razón lo hace llorar con más ímpetu. ¿Acaso él también lo sabía?

     No lo pierde de vista. Ni siquiera se inmuta en lo que hago.

     Vuelvo a colocar los cuadernos y la mochila en su lugar.

     –La misa ya va a empezar –La mujer que nos recibió aparece en la entrada. Pasea sus ojos por el cuarto. –. Era mi sobrino... y muy joven también –Se le llenan los ojos de lágrimas. –. Los espero abajo.

     Ezra le sigue sin volverse. A punto de hacer lo mismo, mi tía surge de la nada.

     – ¿No es suficiente para ti ver morir a dos personas completamente inocentes para que hagas algo al respecto? 

     Cada minúsculo musculo de mi cuerpo se paraliza. Siento la sangre de mi rostro enfriarse. Luce como la última vez que la vi: en el funeral de Jack. Pero expresa dolor en su hablar y en su perfil, y eso hace que me acometa un odio inmenso contra ella. ¿Por qué está dolida? Si ella mató a mi hermano. ¿Por qué ha aparecido?

     Me abalanzo hacia ella, pero sólo consigo darme contra el umbral. No me molesto en buscarla, estoy consciente de que ha sido parte de mi imaginación.

     Se está procesando, lo presiento. Pero duele, duele Noah.

     – ¿Lo llevamos? –Con las jaquecas apenas puedo estar atento. Sigo la vista de mi papá para comprender a qué se refiere: es Ezra que está llorando en el patio. –. Parece inconsolable, ¿era su amigo?

     «Precisamente me pregunto lo mismo», digo sin alzar la voz. No puedo profesarle más que recelo.

     –Como quieras.

     Nos llevamos a Ezra hasta la capilla, pero permanezco al margen de la conversación que mantienen mi padre y él. Al colocar un pie sobre el pavimento y ver como se alza la capilla me recorre un escalofrío por la columna. Mis manos empiezan a sudar. Con pasos solemnes abro  la gran puerta y diviso el ataúd de Noah en el centro.

     Se disparan recuerdos por mi cabeza: Noah riendo, saludando a todos en la apertura de clases; llorando y preguntándose sin reparos « ¿Por qué? »; caminando por el pasillo con el rostro demacrado y amoreteado, y finalmente, sonriendo... pero gradualmente deja de hacerlo.

     – ¿Te encuentras bien? –Ahora mismo hasta el más mínimo ruido me resulta perjudicial.

     Atisbo a alzar la vista para enfocar a mi papá; pero en vez de verlo a él deslumbro a Rory.

     No dudo ni tardo un segundo en abalanzarme contra él. Lo tomo del cuello y con todas mis fuerzas concentradas en un puño lo golpeo. Quiero seguir golpeándolo hasta hacerle todas las magulladuras proporcionales que le hizo a Noah, pero unas manos me rodean para alejarme.

     La toz de Rory resuena en toda la capilla mientras se lleva una mano a la garganta; no le doy la mayor importancia. Tengo a la mira a Ezra y a Ethan, a los que alguna vez fueron sospechosos. Y otra cuarta parte de rostros me son familiares.

     – ¿Por qué están aquí? ¿Por qué se creen ser ahora amigo de Noah? La mitad de los que están aquí ni siquiera saben quién es. Tu Rory –lo señalo sin escrúpulos, mientras se apoya en una pila. –, ¿no recuerdas que hace poco lo golpeaste hasta que se llenó la cara de moretones? ¿No lo recuerdas? Tu Ezra –apunto mi dedo a él, que da un respingo. – sólo lo molestabas, lo usabas para molestarme, ¿no es así? Ethan –me dirijo a él, sentado sobre una de las bancas– ¿ahora lo vas a extrañar ya que no podrá alentarte o cuidar de tus piernas?

     »Noah pecó de ser bueno con la mitad del mundo, ¿y cómo le pagaron? Siendo una mierda de personas con él. Pero a alguien no le bastó con eso ¿entonces qué se le ocurrió hacer? Empezó a acosarlo, empezó a acosarlo hasta que se tuvo que tirar de un maldito puente; pero créanme que ustedes también pusieron de su parte. ¿Y cuál es el resultado?... Está en el ataúd.

     »La mayoría de nosotros debemos ser lo que estemos en su lugar, no él. Él no se lo merecía...No sé quién haya sido... pero lo voy a encontrar... –Me toman de los hombros y arrastrando mis pasos salgo de la capilla.

     Es como si una mano estuviera conteniendo el aire que difícilmente alcanzo a inhalar. No creo poder seguir aquí.

     – ¡Mica! –Ezra sale de la capilla, estorba mi paso para ir al auto e irme de aquí. – ¿Es verdad lo que dijiste? –Quedo un poco desconcertado ante su pregunta. De todo lo que dije allí dentro, todo fue verdad ¿entonces a cuál se refiere? Le reafirmaría, pero se adelanta. –  ¿Alguien lo acosaba? –Pensé que me preguntaría acerca de lo que dije de él; pero me niego a responder esta pregunta.

     –Sólo dije disparates Ezra; me alteré. –Lo rodeo, pero vuelve a interponerse.

     –No, lo que has dicho no son disparates. Dijiste la verdad...

     – ¿Desde cuándo te interesa tanto Noah? –Pregunto algo brusco, producto de mi impaciencia. – ¿Desde qué recibiste la notificación? 

     –Noah era mi amigo tanto como lo fue para ti. –Los ojos inflamados y la nariz rosa lo hacen ver más infantil como no lo he visto antes; me saca de quicio. Sólo empeora las cosas, como siempre.

     Vuelvo a intentar sacármelo de encima, pero insiste.

     –Él me dijo que éramos amigos, y que no lo dudara ni un segundo. ¡Merezco una explicación, Mica! Merezco saber por qué... –la voz se le aminora–. Me dijo que tú también eras mi amigo. Tú sabes algo, no estoy ciego como los demás para no darme cuenta.

Ya no puedo soportar sus berrinches. Logro zafarme y me dirijo al auto.

     «–No pudo haber sido Simón ni Ezra... », escucho la voz de Noah en mi cabeza.

     Violentamente me detengo y regreso hacia él.

     – ¿Sabías que Noah no podía escuchar?

     Asiente, pero súbitamente ladea en sentido contrario.

     – ¿Cómo te enteraste?

     –Prometí que no se lo diría a nadie.

     –Yo también lo sé... –La sonrisa de Noah me lleva hasta el día en que estuvimos en mi casa. –. Él me lo dijo. –Lo examino de pies a cabeza. ¿Cómo es que ha cambiado tan de repente?       Parece un niño y no el chico superficial de antes.

     Dubitativamente, le hago la siguiente pregunta –: Noah me dijo que tú revelaste que su teléfono estaba pinchado, ¿es cierto?

     –Sí... él me lo pidió. –Su rostro se torna adolorido.

     – ¿Te dijo por qué razón?

     –No, pero le aconsejé que sacara el virus; que yo podría hacerlo. Pero no quiso –frunce el ceño–. Lo normal hubiera sido que accediera... –No tiene ni un atisbo de ignorante... –. ¿Es eso relevante?

     –Mucho... –contesto.

     Noah me dice que no es él. ¿Debería entonces confiarle sobre... esa persona?

     –A Noah lo acosaba alguien... la persona que le pinchó el teléfono –Abre los ojos de par en par. –. Yo lo ayudaba a buscarlo... pero no lo encontramos. No lo encontré. –Suelto, sin poder evitarlo.

     Empieza a llorar, pero con más control. Se muerde los labios y se limpia las lágrimas en vano, porque sale uno tras otro. Ezra tiene una vivida imaginación, así que no tardo en comprender en que se está haciendo una idea de todo el sufrimiento que vivió Noah.

     Lo dejamos en su casa, y yo marcho hacia el mío, con el común acuerdo de cumplir la promesa que le hice a Noah.

Notas finales:

¡Hola de nuevo! 

El final está cerca, y junto con eso la revelación del acosador.

¡Nos leemos!


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