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5 Momentos en los que Dean Winchester se comportó extraño ||Destiel|| por Dark_Ness

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Notas del capitulo:

¿Es real lo que leo? Un año desde que publiqué el primer capítulo. What? jajaja.

Creo que esta vez me he excedido.

El viaje estaba tardando más de lo usual.


Los hermanos tenían tensión encima de sus hombros, haciendo que la dinámica en equipo fuera un poco más difícil de llevar. Dean tenía aún presente los síntomas de su repentina enfermedad, y cada día que pasaba se hacían más y más evidentes. Era como si el huésped malicioso que residía dentro de Dean les estuviera enviando saludos entre sonrisas sarcásticas y burlonas.


Sam, para mal, no había dado con ningún contra hechizo para la maldición de Dean. Castiel le acreditaba eso al hecho de que Dean no estaba verdaderamente maldito; sino enfermo.


Era como lo había pensando en un principio. Lo que los demonios y los ángeles no podían hacer, lo haría hipertensión arterial y el alto colesterol en la sangre.


Pero él sabía que si añadía ese comentario no sería bien recibido.


Sin embargo, el equipo estaba reunido en la mesa de una cafetería cercana al hotel mientras desayunaban. Sam estaba navegando entre la base de datos de la policía local mientras que Dean degustaba un riquísimo desayuno típicamente americano con muchísima grasa y sal. Castiel, por su parte, observaba a los dos hermanos actuar en su área natural; como los cazadores legendarios que eran.


Aunque no sabía que era más legendario; si el hecho de que ese par haya detenido el apocalipsis, o que Dean fuera por el cuarto plato de huevos revueltos con tocino sin siquiera inmutarse.


Castiel tenía que reconocer que ese estómago Winchester era de bárbaros.


Tal vez Gabriel estaría un poco celoso del pozo sin fondo que existía en los confines en donde debería estar el estómago junto a todo el sistema digestivo en general de Dean.


—Si me tomas una foto durará más —gruñó Dean mientras reunía y empapaba el pan entre la yema del huevo y la grasa del tocino. El hombre comía como si jamás en su vida hubiera probado bocado, y Castiel podía juzgar que el semblante de Sam estaba un poco verde al observar a su hermano—. Llevas cerca de quince minutos mirándome fijamente en silencio; y debo reconocer que eso es espeluznante hasta para tí.


Castiel quiso desviar la mirada; pero muy en el fondo, no quería darle la satisfacción a Dean de ganar esa especie de reto que le había mandado.


—Vas por el cuarto plato, Dean —respondió Sam desviando la vista de la pantalla de la portátil—. Hasta yo te miraría fijamente si no me diera tanto asco verte tragar como troglodita.


Dean hizo un sonido poco simpático, donde demostraba que los comentarios mordaces que le lanzaba su hermano le resbalaban como la grasa se resbalaba en la blanca vajilla en donde estaba comiendo.


Castiel, sin embargo, se daba cuenta de ciertos detalles.


Detalles que Sam probablemente también había notado pero no desde el punto de vista de Castiel.


—No hay información totalmente revelada sobre la muerte de estas chicas —Sam añadió después de unos minutos de seguir observando los datos en la página. Se veía completamente consternado, y para qué negarlo, frustrado por no poder ser capaz de encontrar algo útil que lo ayudara a resolver el dichoso caso—. Pareciera que están ocultando información a propósito.


— ¿Cómo si no quisieran revelar algo fuera de lo normal? —interrogó Dean. Afortunadamente ya había quedado saciado después del cuarto plato; y Castiel se preguntaba cuando podía aguantar un corazón humano antes de explotar por el exceso de grasa— Suena como que algo sucio se está colando justo frente a nuestras narices...


— ¿Estás seguro que es un secreto a lo que te refieres y no al olor de tu propia glotonería? —Sam siguió molestando. Dean no hizo caso al comentario odioso.


— ¿Qué piensas tú, Cas? Estás extrañamente callado.


— Hay algo mal con esto —respondió simplemente—. Tal vez estamos buscando un hombre lobo.


— O un vampiro —respondió Dean después de tragar sus grandes pedazos y pensar con calma. La idea de los vampiros no era del todo mala; pero simplemente no encajaba con los datos que tenían alrededor—. No te estreses tanto, Sammy. Te crecerán arrugas.


Y como eso era la prioridad —que a Sam no le crecieran arrugas en su bello rostro—, dejaron de momento el tema.


Sólo que, como verían más adelante, estresarse si era un poco necesario.


***


Pero los Winchester, más que tener la capacidad de casi nunca equivocarse, tenían la extraña habilidad de encontrar lo que buscaban sin buscarlo necesariamente.


Cuando Sam estaba más que convencido que se estaba perdiendo detalles que estaban a simple vista, tomó su traje de agente y emprendió rumbo hasta la estación policial con la intención de desentrañar el misterio. Castiel, ni lento ni perezoso, accedió a acompañarlo; tenía la impresión de que conseguiría algo muy interesante entre las paredes de aquel lugar. Y Dean fue uno de los primeros en estar listo, porque "hombre, ¿viste la máquina dispensadora que tienen allá? Pude ver un par de oreos del tamaño de mi brazo".


Fue de lo más surrealista, puesto que Dean no era amante de las oreos desde que Sam tenía memoria; pero nunca rechazaría la disposición buena y rápida que tenía su hermano para entrar directo a la acción.


Total que el viaje hacia la comisaría fue relativamente corto, con Sam concentrado en buscar un poco en el bestiario que tenía a su disposición mientras que Dean imaginaba ponerle mano a las galletas de la máquina expendedora que había visto en el primer día que habían aterrizado en la comisaría del pueblo; y Castiel, quien pensaba en el extraño comportamiento del cazador al volante.


Al llegar, los tres hombres bajaron rápidamente del auto y se encaminaron al edificio lleno de agentes que caminaban con la respectiva calma que los caracterizaba. Si algo había que añadir, es que ninguno actuaba extraño —o lo que los Winchester definían extraño para sus parámetros.


—Agentes —saludó el sheriff de la zona, un poco hastiado de tener que verle la cara a los tres tipos otra vez—. ¿Encontraron algo para sus informes?


No hacía falta ser muy inteligente para notar el irónico tono de voz del hombre.


Castiel, por su parte, se felicitó por entenderlo a la primera.


—Sí —respondió Sam. La mirada del sheriff por un momento se desestabilizó, y los tres cazadores se percataron de ello—. Venimos una vez más a realizarle unas preguntas.


Dean sabía que Sam estaba improvisando; por lo que, antes de que el sheriff asintiera, se excusó y caminó hacia la máquina expendedora que parecía llamarlo desde lejos. Entonces, Sam y Castiel siguieron al jefe sin Dean.


***


—Juro que algo extraño pasa aquí —murmuró Sam al sheriff. No quería llamar la atención de todo el personal—. Esas chicas que aparecieron muertas tenían algo en común; pero en los informes que nos facilitaron no aparece mucha descripción ni el motivo de su muerte. ¿Tienen algo que nos estén ocultando?


Castiel observó el comportamiento del sheriff, quien parecía sudar cada vez más.


—Vale, agentes —se resignó el jefe—. Las chicas aparecieron sin corazones en el bosque que está por los alrededores. No aparece en los archivos porque creemos que hay un grupo ocultista actuando en la zona y no queremos asustar a los habitantes.


— ¿Un grupo ocultista dice? —habló Dean, quien en algún momento se unió a Sam y a Castiel dentro de la oficina. Él tenía migajas de algo en la comisura de la boca, pero su rostro serio y determinado dejaba entender que a pesar de estar comiendo, aún consideraba su trabajo—. ¿Por qué no lo mencionó antes?


— Porque estas cosas con muy delicadas y somos un pueblo pequeño —se excusó rápidamente el sheriff. El sudor corría por su rostro, a lo que se lo secó con un pequeño pañuelo—. No queremos que los federales hagan de este lugar un circo y alteren a todos con su presencia.


— Una excusa muy tonta —intervino Castiel. El satanismo no era un tema para ocultar, por más falso que fuera en la mayoría de las veces—. ¿En que parte del bosque consiguieron a las chicas?


El sheriff pensó un momento. Sin mediar palabras, sacó un mapa del lugar y señaló el sitio exacto donde había encontrado el cuerpo de las chicas. Era cerca de un lago que corría por la zona, y al parecer, según palabras del propio sheriff, ese sitio tenía un extraño imán para la desgracia.


Entonces, los cazadores con un poco más de información, le dieron las gracias al sheriff y salieron de la oficina en busca del sitio donde encontraron a las chicas. Al fin tenía con que trabajar.


***


La noche cayó tras unas cuantas horas de exploración. El cielo estaba estrellado y despejado, dejando ver la hermosa luna que se alzaba con orgullo poco a poco. El viento corría con pereza, dejando pequeños intervalos de calma que los cazadores usaban para caminar sobre la hierba sin hacer mucho ruido.


Encontrar el lugar no fue difícil. Mucho menos explorarlo.


El único inconveniente fueron las nauseas inoportunas de Dean.


Tuvo que vomitar detrás de un arbusto. Y para sorpresa —de nadie, realmente—, en aquel atraco de liberación estomacal, el desayuno junto a las raciones exageradas de galletas se vio envuelto. Dean, con el semblante pálido y sudoroso, no le dio mucha importancia al mareo y al repentino cansancio que le atacó después de esa escatológica escena.


Castiel, por otro lado, estaba más que preocupado por lo que sea que le estaba pasando a Dean.


La siguiente parada después de averiguar que estaba pasando en ese pueblo, era llevar al cazador a un médico.


—Hay un ruido —comunicó Sam. Castiel también pudo escucharlo. Era como un quejido—. Dean, ¿puedes continuar?


El cazador asintió con una mala expresión.


Los tres caminaron con las armas desenfundadas hacia la fuente del ruido.


En el lago, cerca de la zona donde habían encontrado a las chicas, estaba una nueva mujer retorciéndose en el suelo mientras soltaba pequeños quejidos muy débiles. Ella estaba bañada totalmente en sangre, con la garganta abierta y la ropa destrozada. Las linternas que le alumbraron le sacaron un quejido más fuerte mientras pedía ayuda —o lo que podía interpretarse como ayuda.


Sam corrió rápidamente hacia la chica y trató de ayudarla. Pero no había mucho que hacer. La sangre drenada le había dejado muy débil, y apenas si pudo mantener unos segundos de conciencia antes de mirar directamente a los ojos Sam.


Ver morir a las personas siempre era la parte más dura del trabajo. En especial cuando el momento exacto en donde la luz se iba de sus ojos ocurría.


—Así que los agentes no pudieron mantenerse al margen de todo —entonó una voz salvaje que provenía de algún lugar entre los árboles—. Hay que ver lo que hace la justicia necia.


Entonces, de atrás de un follaje abundante salió una persona a la cual los cazadores no habían visto.


Pero... sus ojos luminiscentes amarillos verdoso eran sumamente reconocibles.


Un hombre lobo.


— ¿Quién se supone que eres tú? —preguntó Dean tras ver al licántropo misterioso. Este se fue acercando con una extraña calma hacia los cazadores que recargaban sus armas con balas de plata—. ¿Eres el lobo feroz que aterroriza al pobre pueblo?


El licántropo no se inmutó ante las observaciones burdas de Dean.


—Eso no es de tu incumbencia —respondió, sin embargo.


—Original...


El lobo se abalanzó sin más hacia los cazadores, blandiendo sus garras largas y filosas sobre los cuerpos de Dean y Castiel, quienes lo esquivaban para disparar a matar. Sam estaba recargando su arma con las balas de plata que guardaba dentro de la chaqueta marrón que cargaba puesta; y después de darle una última mirada a la chica muerta cerca del lago, se lanzó a atacar también al lobo.


Sin embargo, detrás de los árboles salieron dos lobos más a ayudar a su fiero compañero.


La pelea se igualaba de tres contra tres, cada quien lanzando golpes a diestra y siniestra con tal de poder herir y dejar fuera de batalla a su adversario. Al ser luna llena —irónicamente—, el poder de los lobos se veía recargado con vibras ilimitadas; las cuales los ayudaban a recuperarse más rápido de los ataques propinados por los cazadores.


Dean estaba un poco en desventaja. Su cuerpo pesaba con cada golpe que daba y esquivaba, dejándole un mareo constante que no ayudaba a dar tregua en la batalla. Un zarpazo potente le atacó desprevenido y lo lanzó hacia atrás de impulso nefasto. El dolor fue casi inmediato; pero como buen Winchester que era, se levantó y disparó con dificultad en dirección al lobo que lo había atacado.


La bala, no obstante, no salió. El arma inseparable de Dean salió volando gracias a un nuevo golpe del lobo.


—Así que el agente glotón es incapaz de apuntarme directamente —el lobo se burló de él. Dean pudo identificarlo como un chico que apenas dejaba la adolescencia; debía estar en los veinte como mínimo—. Que ridículo te ves.


—No tanto como un niño idiota que se divierte devorando chicas inocentes —respondió con un poco de dificultad. El lobo golpeaba firme, sin dejar espacio a que Dean bloqueara los ataques—. ¡Hijo de perra!


—Buen juego de palabras —rió—. Lo reconozco.


Un buen golpe bajo en el estómago dejó sin aire a Dean, el cual llamó la atención del resto de los peleadores en la batalla que llevaban. Castiel fue el que más se alarmó, logrando distraerse y ser derribado por su atacante.


El dolor que se extendió por todo su cuerpo lo hizo reaccionar de mala manera, gritando. Sin embargo, una pequeña luz celeste resplandeció en la mano de Dean; dibujando una forma geométrica en ella y desplegando una pesada onda de poder que derribó al lobo molesto.


La visión de Dean estaba borrosa, por lo que antes de perder la conciencia, buscó su pistola extraviada y le disparó tres veces en el pecho al chico con las balas de plata que contenía. Luego, todo se esfumó a su alrededor.


***


Dean se levantó lo que parecía ser siglos después. Sin embargo, había pasado unas cuantas horas.


Ya no estaban en el bosque.


Estaban en la habitación del motel que habían alquilado en ese pueblo. Sam se veía preocupado sentado en la silla frente al ordenador portátil que cargaba, mientras que hablaba de algo con Castiel.


Cuando su quejido les llamó la atención, dejaron inmediatamente la charla y atendieron al cazador que recién regresaba a la conciencia.


— ¿Y los lobos? —preguntó inmediatamente. Trató de levantarse pero un enorme dolor sordo en su costado le impidió moverse. Ahí, entre otras zonas, había recibido un golpe del lobo. Sam se levantó inmediatamente de la silla para evitar que hiciera más movimientos peligrosos— Joder, ¿qué fue eso?


— Todos están muertos —habló Sam. Eso le generó un poco de tranquilidad a Dean. Castiel, por otro lado, estaba muy quieto, observando al cazador como si quisiera hallar algo en él—. Eran una manada pequeña que reclutaban betas en los pueblos pequeños. Uno de esos resultó ser el hijo del sheriff.


— Joder —Dean cerró los ojos. Ahora, entendía un poco la razón del nerviosismo del sheriff—. ¿Él lo sabe?


— No —respondió Castiel—. Él cree que su hijo es un drogadicto que es miembro de una secta... aunque no sé si ser hombre lobo sea ligeramente mejor.


Dean cerró los ojos y suspiró.


De tener un hijo drogadicto a un hijo sobrenatural había mucho trecho.


—Enterramos los cuerpos antes de que alguien más metiera sus narices en esto —comentó Sam. Estaba un poco pálido—. El sheriff conseguirá mañana a la chica muerta en el lago...


— ¿Pero? —preguntó Dean.


— Pero su hijo estará desaparecido.


Eso generó un feo silencio.


—Tenemos que decirle todo, ¿lo saben, verdad? —preguntó Dean. No le gustaba la idea de dejar a un padre sin saber de su hijo.


—Sí —respondió Sam. Castiel estaba extrañamente tenso—. Mañana lo haremos. Y después nos vamos.


—Oh, sí. En eso estoy de acuerdo —susurró Dean antes de volver a caer dormido.


Los otros dos cazadores se miraron una vez más cuando la pequeña marca resplandeciente se asomó en la mano de Dean y viajó hasta su pecho.


Cosas extrañas estaban a punto de ocurrir.


Más extrañas de lo habitual.


———

Notas finales:

¿Qué sería Dean sin su glotonería?


Pd: ¿qué hacen para que la cuarentena sea más amena? ¿están bien todos ustedes dentro de sus casas?


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