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Lüdí por Rael Amicsis

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12. La Expedición.

Quatre yacía recostado sobre la cama del guarda con la mirada algo perdida, estaba completamente desnudo, con el cabello algo revuelto. Tenía marcas de besos por todo el cuerpo, mientras WuFei, quien tenía su largo cabello suelto, estaba recostado junto a él, apoyado en su brazo, observándolo. 

-¿Se encuentra bien, amo Quatre? 

-Sí…. Por favor, WuFei… no me mires así – dijo Quatre mientras colocaba su brazo sobre su rostro. 

WuFei lo cubrió con la sábana, y le hizo retirar el brazo para poder apreciarlo mejor. 

-No se oculte, amo Quatre… Soy el único que lo verá de esta manera… 

-No deja de ser vergonzoso… -WuFei no dejaba de mirar a Quatre, quien, a pesar de quedar perdido en sus negros y profundos ojos, no dejaba de notar la preocupación en ellos, ni en su forma de acariciarle el cabello –WuFei, estaré bien. 

-Amo Quatre… no puedo evitar estar preocupado por usted. Por favor, no se aleje de mí durante la expedición. 

-No lo haré – Quatre abrazó con fuerza al guarda, atrayéndolo hacia su pecho – lo prometo. 

WuFei se recostó cómodamente apoyado en él, y así permanecieron el resto de la noche. Para Quatre fue una noche de descanso: las pesadillas habían parado. 

En cuanto el día llegó, Quatre notó que ya no tenía cansancio alguno, ni dolor por todo lo que había hecho el día anterior.  WuFei parecía más descansado; desde que él había llegado a ese lugar, lo había visto descansar casi nada. Estaba tenso casi todo el tiempo, más aún con extraños cerca de él. El miedo a repetir la historia de su vida anterior, estaba a flor de piel, y le tenía que asegurar de alguna manera que nada de eso se repetiría. Ya había cosas que hacía diferente a antes. Había ganado experiencia controlando su habilidad, aunque aún le faltaba manejar los efectos secundarios.  Por ello WuFei se empecinaba tanto en estar siempre junto a él, pero debía lograr superarlo sin él, y así dejar de ser una carga. 

WuFei se removió en la cama y sintió que algo le faltaba. Quatre estaba sentado a su lado, observándolo. No dejaba de gustarle ver al guarda con su cabello revuelto. Le hacía ver salvaje. 

Se sonrojó al darse cuenta del rumbo que estaban tomando sus pensamientos y por un momento, volvió a ser Quatre y no una reencarnación. Sintió un profundo vacío en su pecho, y por una fracción de segundo, se quedó sin aliento. Su corazón estaba a mil por hora y estaba increíblemente pálido. 

-Amo Quatre… 

-¡Ah!... estoy… bien… WuFei… mmm… yo… -Quatre de pronto se sonrojó notoriamente hasta el cuello y se levantó de la cama –iré a mi habitación… debo buscar algo. 

Quatre se vistió y salió rápidamente de la habitación, pensando en cómo se sentía. En cuanto llegó a su habitación comenzó a buscar entre los diarios que el anciano le había entregado, para que aprendiera sobre su vida anterior y sus habilidades. Buscó hoja por hoja en los cientos de libros bellamente encuadernados, hasta que encontró lo que buscaba, y luego de leer una y otra vez la misma página, buscó entre los cuadros que estaban amontonados en los rincones, y otros que estaban colgados por toda la habitación. Finalmente encontró lo que buscaba cubierto detrás de una gran cortina. Era una pintura de un sendero rodeado de altos pastizales y tuvo que mirar dos veces para notar al tigre que lo observaba entre la hierba.  Era un día soleado, y parecía ser la aldea junto al templo. En el diario el relato era de cuando el tigre se pasaba observándolo, espantando a los aldeanos, pero sólo se dedicaba a observar y pronto de marchaba, sin atacar a nadie. Quatre entendía de qué se trataba el cuadro, pero algo no encajaba. 

En cuanto los monjes entraron a su habitación con el desayuno, solicitó hablar con el anciano de forma urgente. 

WuFei aún estaba algo adormilado, era la primera vez que lograba descansar de manera apropiada. Durante su existencia había estado siempre en pie de guerra debido a los raptos de monjes y sin embargo, nunca había estado tan agotado hasta ahora. 

Se levantó, y se preparó para lo que harían ese día. Decidió ir a buscar a Quatre a la habitación para revisar el plan de la expedición, y se encontró con el monje anciano saliendo de la habitación del joven amo. 

-Buenos días, anciano. 

-Amo Chang… creo que debe esperar un momento. 

-¿Sucede algo? 

-Sucede mucho… el amo Sandrock, se está desvaneciendo… 

-¡¿Qué?! 

-Espere –el anciano detuvo a WuFei antes de que entrara a la habitación.- No de esa forma. El amo está bien. Sus recuerdos, los de Sandrock, se están desvaneciendo.  –el guarda quedó atónito. Jamás había escuchado que algo así hubiese ocurrido –revisó los diarios, las bitácoras de los monjes, los libros públicos… no hay nada de eso… hay muchas cosas que suceden ahora, que jamás habían ocurrido. Y que él pierda esas memorias, influye enormemente en su aprendizaje, pero no sabemos si influirá en sus habilidades. Creo que la existencia de Sandrock termina con nosotros. 

-¿A qué se refiere? 

-Creo que Sandrock está muriendo, y no volverá… y eso significa que muchas otras cosas pasarán. Amo Chang, él no está bien. Vigílelo. Debo buscar unos documentos, quizás haya algo en ellos que nos orienten. 

El anciano se marchó dejando a WuFei fuera de la habitación de Quatre. En el silencio circundante, podía escuchar unos leves sollozos que provenían de la habitación. ¿Qué tan malo podía ser? 

Entró en la habitación, y se sorprendió de ver a Quatre sentado en el suelo frente a un cuadro, rodeado por libros, cubriendo su cabeza con sus manos mientras lloraba. 

El guarda se sentó junto a él, y el joven se le abrazó con fuerza rompiendo en un llanto más desconsolado, como si tuviera el corazón roto. 

Una vez que se calmó, WuFei le alcanzó un vaso con agua y esperó a que lo bebiera, para luego dejar el vaso vacío sobre la mesa.  

-Yo… recordaba que estuvimos juntos hace unas vidas atrás… eras un tigre en ese entonces. Yo sólo lo recuerdo, el pelaje suave… el ronroneo. Estuvimos mucho tiempo observándonos. Las personas huían pensando en que el tigre había venido a cazarlos, pero en cierta forma yo sabía que no era así. Esto lo pinté en una de las tantas noches que he estado en vela. Desde que llegué, pintar ha sido mi forma de asimilar los recuerdos pasados… esta escena, se supone que es del momento en que nos acercamos por primera vez… pero no lo recuerdo. No recuerdo más que lo que está escrito, y se siente… se siente como si alguien importante para mí, hubiese muerto… 

-Amo Quatre… 

-WuFei… 

El guarda se inclinó un poco y besó suavemente los labios del joven. 

-Tranquilo amo Quatre, estaré junto a usted siempre que me necesite... - dijo el guarda enmarcando el rostro del joven entre sus manos, mientras afirmaba su frente contra la de él -Todo estará bien. Ahora debo ir a preparar la expedición, pero si desea descansar, está bien. Puede venir cuando se sienta mejor, o no venir. Yo le tendré al tanto. 

El guarda le besó la frente, se puso de pie y salió de la habitación. Algo se sentía diferente… 

Mucho más tarde, Quatre ingresó al salón principal. Allí estaban WuFei, Terion, el anciano, y otros monjes con armaduras ligeras y espadas. 

-Lamento la tardanza… no me sentía bien. 

-Amo Quatre… repasábamos la expedición. Nos quedaremos en casa del sr Kohgi hasta que terminemos y luego regresaremos al templo. La expedición durará lo que demore el amo, y hasta entonces haremos turnos, para cuidar de que los aldeanos peligrosos no se acerquen...  

-¿Aldeanos peligrosos? 

-Son los que atentaron contra los monjes... hay varios que creemos buscarán su oportunidad mientras usted esté en la aldea -respondió el anciano. 

-Estaré cuidando de usted amo, Quatre. Con Terion veremos por su seguridad personal, al igual que todos aquí presentes. No tiene de qué preocuparse. 

-Tengo una petición. -Todos voltearon a mirar a Quatre, escuchando atentamente a lo que tenía que decir –No pongan su vida por sobre la mía. 

-Amo Sandrock... 

-Anciano... entiendo que para ustedes Sandrock es muy importante... pero para mí, lo es más, el que ustedes también estén a salvo. Por favor cuiden de ustedes. 

-Lo haremos -afirmó WuFei haciendo una reverencia, y los demás asintieron de la misma manera. 

Revisaron qué lugares visitarían primero, los puntos seguros, y la vigilancia nocturna; y Quatre parecía distraído por alguna razón. Se sonrojaba de vez en cuando, pero la tristeza de sus ojos no se iba. 

Una vez que finalizaron la reunión, fijaron fecha de salida para esa misma tarde, por lo que comenzaron a empacar sólo lo necesario. Quatre empacó pequeñas porciones de frutas negras para tener al alcance, aunque sabía que los monjes llevaban más. Sacó algo de ropa, y salió hacia la puerta principal. 

En el punto de encuentro, estaba Terion organizando todo, y WuFei lo esperaba algo apartado del resto. 

-Amo Quatre, tengo algo para usted. 

El joven guarda se le acercó para colocar alrededor de su cuello un delgado colgante, casi invisible, del que pendía un dije alargado de color verde agua casi transparente. 

-¡WuFei! 

-Esto lo protegerá, le ayudará en caso de que yo no esté cerca de usted... 

-¡No digas eso! 

-Tranquilo, amo Quatre, me refiero a si yo tuviera algo que hacer, y usted tuviera efectos secundarios en mi ausencia... esta piedra le ayudará a sobrellevarlo. 

Quatre se aferró al dije, y sonrió al guarda. 

-Gracias. 

El guarda sólo deseaba abrazarlo, pero podía sentir las miradas curiosas de los demás. Ya era obvio que algo pasaba entre ellos, y que desde que el cuidaba del amo, ya no pasaban desapercibidos. Era mejor evitar estar en la mira de cualquiera. 

Para salir del templo utilizaron el carruaje. Dentro de él llevaron a Quatre junto a dos monjes, mientras que WuFei y Terion caminaban junto a él, vigilando los alrededores. A varios metros de ellos podían observar a varios aldeanos, y de otras aldeas que los observaban atentos. Todo su camino fue vigilado, y el guarda creyó haber visto a algunos miembros de la armada a lo lejos. Quizás no sería una estadía muy tranquila. 

Pronto llegaron a casa de Kohgi. Al saber que no iban a ser molestados, el viaje fue algo más expedito que la vez anterior.  La casa estaba revuelta. Lo poco que el hombre tenía, había sido arrojado a cualquier parte. La puerta estaba fuera de su lugar, y nada había de lo que había crecido en su terreno. Se habían llevado absolutamente todas las plantas. 

Aquella vista, entristeció a Quatre. Aquellas personas estaban tan desesperadas que estaban dispuestas a todo, y eso era lo que tenía tan preocupado a WuFei. En su desesperación, podrían hacerle cualquier cosa. 

Ya oscurecía, por lo que levantaron un pequeño campamento en el interior de la casa. Ordenaron lo mejor que pudieron y se acomodaron para descansar. Esa primera noche varios aldeanos decidieron quedarse a observar a la distancia, quizás por curiosidad, quizás para ver su oportunidad. Fue una noche inquieta. 

Al día siguiente WuFei se sorprendió de ver a Quatre tan temprano por la mañana. Él había permanecido de guardia desde la medianoche, y todo había estado tranquilo. 

El joven amo se acercó al huerto donde había estado inconsciente por dos días, y tomó algo de tierra entre sus manos. Estaba seca, con muy mal olor, parecía polvo y ceniza que quedaba pegada en su mano. Recordó que había un pequeño depósito de agua escondido, y fue a verificar que todavía estuviera, pero también lo habían sacado. Todo lo que se pudieron llevar, se lo llevaron. 

WuFei se acercó a él, no sin notar que los observadores también estaban atentos a ellos. Era tan incómodo. 

-Buenos días, amo Quatre. ¿Qué tiene pensado hacer esta mañana? 

-Me siento incómodo con todos observando... se siente algo amenazante. 

-Con Terion lo protegeremos en todo momento, amo. 

-Pueden observar...- dijo Quatre con voz alta a los mirones - pero deberán ayudar. Necesito que hagan algunas cosas antes de empezar. 

WuFei había hecho señas para que los mirones se acercaran, pero sólo se acercaron niños con sus madres y algunos jóvenes curiosos. El sol ya comenzaba a pegar fuerte ese día, y la sequedad del aire era peor. Quatre se les acercó y les pidió que llenaran la reserva de agua de la casa, y levantaran un cerco por todo el terrero del señor Kohgi. Muchos se reusaron a hacerlo a cambio de nada, pero otros aceptaron sin vacilar, entre ellos una joven mujer que se le hacía familiar.  

Los voluntarios iban de pozo en pozo reuniendo toda el agua posible, sin importar el estado en que estuviera. Otros tomaban maderas y lo que tuvieran al alcance para armar una cerca. De esa forma Quatre se sentía un poco más a gusto, colocando un límite entre ellos y los mirones, y para WuFei y los demás era más fácil de vigilar. Una vez reunieron toda el agua posible, Quatre se acercó, y pidió que hicieran una fogata y le acercaran vasijas. Se aseguró de tener con él una pequeña porción de frutos negros, y se desprendió de la parte superior de sus ropas, quedando con una camiseta ligera sin mangas. Introdujo sus manos en el agua y esta comenzó a verse cada vez más trasparente, hasta que logró ver el fondo del gran contenedor. Entonces con señas pidió que le acercaran la vasija y expulsó todo lo que había sacado del agua. Lo había hecho de forma mecánica, sin malestares y tampoco era algo exigente. Sabía que podía controlarlo, por el momento. Una vez que terminó, lanzaron la vasija al fuego y se sentó a descansar.  

-¡Amo Sandrock! -se le acercó la joven que le era tan familiar –amo Sandrock, quiero darle las gracias ¡usted sanó a mi bebé! Mi nombre es Kirie. 

-Kirie... - Quatre inmediatamente recordó al bebé que le fue alcanzado en el templo - ¿cómo se encuentra él...? 

-Está muy sano... gracias a usted... él estuvo a punto de morir hace un par de días... no tenemos para comer, mucho menos para las medicinas...  

-Ten... -Quatre le entregó a la joven una fruta pequeña, muy parecida a un durazno de color verde- No sé de bebés, pero si él puede comer de esto, dale sólo un poco, si es posible que sea por cuatro días. No sé si lo que hice será duradero, por eso... 

La joven tomó la fruta de manos de Quatre y le besó en la mejilla. 

-¡Gracias amo Sandrock! ¡¡Muchas gracias!! -La joven se puso de pie, y se fue corriendo internándose en la aldea. 

WuFei, quién había observado todo de cerca, cedió su puesto a Terion y entró en la pequeña casa. Había sentido una leve  punzada en su pecho al ver esa escena. No le gustaba. Decidió que descansar era lo mejor que podía hacer, ya que aún les faltaba mucho por hacer. Se sentó en el suelo, en un rincón cerca de la puerta y se dispuso a descansar. Pronto, unos pasos ligeros se acercaban a él, y despertó antes de que lo alcanzaran. 

-Amo Chang... el cerco está terminado. El amo Sandrock quiere reparar la casa y purificar el lugar. 

-Bien. Iré enseguida. 

WuFei y el monje que lo había despertado, fueron hacia donde estaba Quatre. Se había instalado en medio del destruido huerto, mientras los voluntarios hacían surcos en el suelo, levantando polvo tóxico. 

La joven de antes, ahora se le acercaba a Quatre entregándole algo en sus manos. Algo muy pequeño. Y entonces el joven amo se dio cuenta de que era observado por WuFei, y le dedicó una suave sonrisa. 

-Mira WuFei... la señorita Kirie me trajo una semilla de Ooga... ¿es un árbol? 

-Así es -respondió la joven mientras WuFei se les acercaba –mi padre la guardó por mucho tiempo, de nuestra última cosecha, antes de que la tierra se muriera. Pueden durar mucho tiempo guardadas. Teníamos una plantación de estos árboles, y en cada cosecha hacíamos vino con las mejores frutas, y lo llevábamos al templo, para ofrecerlo a los dioses. ¡Era tan dulce! 

-Pensé que ya no habían de esas semillas... en el templo no tenemos de esos árboles, lo intentamos, pero era demasiado agotador para nuestros monjes. ¿Qué hará con eso? 

-La haré crecer... -Quatre se veía entusiasmado -en uno de los diarios, Sandrock ayudaba en época de plantación, haciendo crecer un poco los árboles y huertos, y así había una producción más temprana. Según lo hacía cuando las lluvias eran menos y las reservas eran pocas. No sé si lo lograré, pero me gustaría intentarlo. 

Quatre eligió un lugar cerca del huerto, junto a la casa, para colocar la semilla, y con ayuda de un palo, hizo un hoyo algo profundo, luego resguardó la semilla entre sus manos, y podía sentir cómo algo le empujaba los dedos y las palmas. De entre sus pulgares apareció un tallo verde pálido, y al abrir las manos, vio la semilla rota, dando espacio al pequeño tallo y una maraña de raíces. 

-Nunca había visto eso... no está en los libros... 

-Será un poco más... -Quatre puso el brote en el hoyo que había cavado y la cubrió. Luego le colocó algo de agua y para sorpresa de WuFei, el joven amo metió los dedos en la tierra, cerca de las raíces, y poco a poco, vieron el tallo crecer frente a sus ojos, más alto y más grueso, comenzó a tornarse café, a formar una gruesa corteza, mientras seguía creciendo muy alto y sus verdes ramas se extendían sobre ellos proyectando una sombra muy ancha y acogedora cubriendo casi todo el terreno, las hojas largas y delgadas de un verde muy brillante, se volvieron algo oscuras, y entre ellas, comenzaron a surgir pequeñas yemas que brotaban en blancas flores pequeñas que al rato se tornaron liláceas, liberando una nube de polen y pétalos. Luego sus yemas comenzaron a abultarse y crecer, volviéndose rojas muy vibrantes y brillantes hasta quedar del tamaño de un puño, y en ese momento WuFei se dio cuenta de que algo iba mal. Quatre no se despegaba del suelo. 

Se acercó a él y vio que sus ojos estaban blancos y las raíces estaban abrazadas a sus brazos. 

-¡¡Amo Quatre!! -WuFei comenzó a cortar las raíces con la daga que Quatre llevaba en su cintura, y a medida que cortaba, otra aparecía de la tierra y se le abrazaba. Finalmente logró cortar todo y separó al joven amo de las raíces.  

Mientras tomaba al joven en brazos para llevarlo a la pequeña cabaña, los mirones alrededor se acercaron lo más que pudieron, colgando del improvisado cerco, y parte de las frutas que antes llenaban las ramas de aquel gran árbol, ahora estaban en el suelo, algunas incluso abiertas, y desparramadas con largos tallos y raíces saliendo de sus interiores. 

Dentro de la casa, WuFei era ayudado por la joven y un par de monjes, para quitarles las raíces que aún se aferraban a Quatre, y las pusieron en una manta improvisada para no tirarlas, ya que seguían creciendo por su cuenta, echando más raíces y tallos. El guarda los hizo alejarse un poco y puso sus manos sobre las de él, sintiendo la gran energía que manaba. La intensidad bajó poco a poco, y vio cómo el cuerpo del joven amo se relajaba, hasta que parpadeó y sus ojos volvieron a la normalidad. 

-¡Amo Quatre! ¿Está bien? 

-Sí... -respondió el joven sentándose en la cama –es extraño, pero me siento muy bien. 

-Se salió de control... 

-No... lo hice a propósito... -WuFei observaba interrogativo al joven amo, no esperaba que tuviera control sobre sus habilidades... entonces ya no necesitaría de él - Quería que creciera todo lo posible, para tener alimento y otras semillas que plantar... me entusiasmé tanto, que hice brotar muchas más de las que pensaba... -El joven sonreía divertido.  

-¡¿Hará crecer árboles en toda la aldea?! 

WuFei parecía preocupado. Para él había sido algo divertido, pero quizás para el guarda no lo había sido, al verlo de esa manera.  

-Señorita Kirie, ¿podría juntar todos los brotes que cayeron del árbol, por favor? Los monjes le ayudarán - la joven tomó la manta con las raíces que seguían creciendo lentamente, seguida por los monjes, dejando solos al guarda y su amo –tranquilo WuFei, plantaremos todo lo que haya brotado, pero no haré crecer más árboles. Fue divertido, pero agotador. 

-Amo Quatre... debe tener más cuidado... ¿ya puede controlar sus habilidades? 

-Algo me dice que puedo... pero no del todo. Descansaré un poco, y luego seguiré... -Quatre se acomodó sobre la cama, y se quedó dormido inmediatamente. 

WuFei tocó su frente, y comprobó su pulso. Estaba todo normal. Pero algo le provocaba mucha ansiedad. Había algo diferente. 

Con algo de angustia, arropó al joven amo y salió de la casa. El suelo a sus pies estaba oscuro, y a los pies del árbol, comenzaban a surgir brotes de pasto y hierbas muy lentamente llegando hasta los límites del terreno, un poco más afuera, dejando sorprendidos a los mirones. Kirie y un par de monjes recogían las frutas brotadas y otro par recogían las frutas sin brotar, ya maduras. En algún momento comenzó a llegar más gente, y los monjes se pusieron en guardia al ver a algunos reconocidos como peligrosos. 

Los voluntarios separaban las frutas en buen estado, de las que estaban rotas, y otros reparaban algunas cosas de Kohgi. El árbol les daba sombra y de alguna manera refrescaba. El ambiente estaba tenso. Todos esperando por algo. De entre la multitud apareció el regente de la aldea, y se acercó hasta la entrada del cerco. 

-¿Cuándo irán a mi casa?, tengo un huerto que necesito hagan crecer ahora, tenemos hambre y ya se acaban nuestras reservas... 

-Sabemos que tienen hambre -respondió WuFei, haciendo señas para cerrar el paso – pero seguiremos el paso del amo Sandrock, y en este momento él debe descansar. Pasaremos por toda la aldea, sólo deben esperar. 

-Soy el regente, ¿no deberían ir a mi casa primero? 

-Iremos donde el amo Sandrock diga, cuando él lo diga. Si desea ayudar, cualquiera que quiera ayudar, es bienvenido. Pero si no es así, será mejor que se marchen. -Y dicho esto, el guarda provocó una onda expansiva que hizo retroceder al regente, quién se quedó pasmado por un momento, y luego se marchó, con varios siguiendo sus pasos. 

WuFei permaneció de pie en medio del terreno, lo que restaba del día, y luego de comer algo de lo que habían llevado, se fue a descansar en la misma habitación que dormía Quatre. Se sentó en el suelo a los pies de la cama, cerró la puerta, y empuñó su espada en medio del sueño. Estaba inquieto e inseguro después de haber visto al regente y a tantas personas peligrosas merodeando la casa. ¿Y si planeaban algo en conjunto con la armada? Sólo quería dar media vuelta y llevar de regreso a Quatre, donde nadie más lo alcanzara. Jamás había pensado de esa forma, incluso se sentía diferente estar cerca del joven amo. 

Sintió que algo se movía cerca de él, unos pasos muy ligeros, y reaccionó antes de que la mano lo alcanzara. Lo tomó con fuerza por la muñeca y con la otra tomó su espada, pero entonces abrió los ojos y se dio cuenta que un sorprendido Quatre lo observaba. 

-¿Estás bien? 

Algo asustado, WuFei lo soltó y desvió la mirada. ¿Por qué tenía que estar tan cerca cuando pensaba esas cosas? 

-Lo siento, Quatre, no quise... 

Quatre enrojeció hasta el cuello. ¿Había escuchado bien? Lo había llamado por su nombre, sin ningún título. De alguna manera sólo eso le hacía sentir más cercano. Y más avergonzado. 

-No te preocupes... -Quatre se soltó y trató de salir de la habitación, pero unos brazos lo rodearon con fuerza. 

-Quatre, espera... Están merodeando la casa... no deberías salir. 

-Pero ya estoy bien. WuFei... alguien nos puede ver... 

El guarda lo soltó rápidamente, y Quatre se volteó para sonreírle con su rostro aún sonrojado. 

-¿No está enojado? Casi usé mi espada… 

-Me llamaste por mi nombre. 

WuFei comenzó a hacer memoria y se sonrojó al darse cuenta de que sí lo había hecho. Cubrió su rostro con una de sus manos, y avergonzado se sentó en la cama. 

-Lo... lo siento... no quise faltarle el respeto... 

-¡Me gusta!... em... está bien si me llamas por mi nombre -El joven amo se acercó al guarda, todo lo que pudo, y enmarcó su rostro con sus manos, haciéndole inclinar un poco la cabeza, para besare en la coronilla –WuFei… mmm…. Hay algo que debo decirte… hay algo diferente… y no sé cómo decirlo… cada día, soy menos Sandrock, y más Quatre… y creo que eso ha cambiado mis sentimientos también…  

WuFei se mantenía quieto, escuchando como rebotaban sus palabras en la pequeña habitación. Desde un principio había sido casi imposible resistirse a lo que sentía cada vez que estaba cerca del joven. Ahora ya no era tan urgente, pero sí diferente, y eso le asustaba un poco… ¿acaso su alma y sus sentimientos iban a cambiar junto con Sandrock? 

En algún momento Quatre dejó sólo al guarda. Algo le molestaba. Muy en su interior sabía que esos sentimientos iban a desaparecer, pero no lo quería aceptar. 

Ya, fuera de la casa, WuFei podía ver al amo en medio del huerto, haciendo crecer todo lo que habían plantado los monjes. El sol apenas comenzaba a salir, y los débiles rayos del sol, revelaban poco a poco el hermoso paraje en que se había convertido el hogar de Kohgi. Grandes enredaderas con flores blancas comenzaban a florecer por los muros de la casa, crecían flores salvajes por las esquinas de la casa, y a las orillas del huerto. 

Y Quatre terminaba de hacer crecer el huerto, con lágrimas rodando por su rostro. 

-Amo… 

-Estaré bien… yo sólo… lo siento mucho WuFei… sólo volvió a pasar… no sé qué hacer… 

WuFei sintió un suave peso sobre su pecho, un vacío que comenzaba a apoderarse de él, y sin darse cuenta, lloraba con la sensación de haber perdido algo irrecuperable. Y entonces comprendió, sus sentimientos iban a cambiar aunque no lo quisieran, porque ambos estaban perdiendo parte de sus vidas anteriores. El anciano tenía razón, Sandrock iba a desaparecer, y él también. 

 


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