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Lüdí por Rael Amicsis

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 4. La Entrega. 

Los monjes ya estaban esperando en los comedores. Algunos no podían sostenerse bien, por lo que eran ayudados por otros, mientras los sirvientes preparaban pequeñas porciones de comida en las cocinas, dispuestas en cuencos, sobre un largo mesón, tal como había ordenado WuFei. Toda esa comida había pasado por las manos de Quatre, hasta llegar al punto en que ya no podía hacerlo más. Estaba cansado, pero aún podía mantenerse en pie, y no tenía tanto malestar físico como cuando fue probado con el agua. 

Cada monje fue servido con un pequeño cuenco, y comieron tal como se les ordenó que hicieran. Los enfermos se sentían mejor y los demás tenían sus fuerzan recuperadas. Quatre descansaba en un rincón, bebiendo leche, observando cómo cada monje se recuperaba, y como cada uno le reverenciaba en agradecimiento y volvía a sus labores. 

Una vez que todos se retiraron, y mientras los sirvientes limpiaban el comedor, Quatre se dispuso a ir a las cocinas. 

-¿Qué hará, amo Quatre? 

WuFei había ido tras él. No lo había visto ni sentido, como ocurría regularmente con las personas a su alrededor. No se sentía en óptimas condiciones, pero aun así quería continuar ayudando. 

-Los alimentos, ¿cuándo los entregarán? -preguntó Quatre pensativo. 

-Esta tarde… la gente ya comenzó a venir, y se reúne en las puertas del templo. 

-Quiero hacer lo mismo que hice con la comida de los monjes… 

-Amo Quatre, ¡es demasiado!... -WuFei se sentía mal por exigir tanto del joven amo, y más aun al saber que se estaba esforzando más de la cuenta. 

-El monje en el cultivo, sólo comió un poco de lo que yo tomé… ¿bastaría si lo hago con una sola fruta de cada sesto?, si se puede dividir entre cada miembro de cada familia, ¿bastaría? 

-Amo Quatre… -WuFei notó el cansancio del joven, y su preocupación, y algo muy dentro de él le decía que no lo haría cambiar de parecer –amo Quatre, lo de hoy fue sólo una ocurrencia… ya hablé a los monjes, que se observen mutuamente, sobre todo los enfermos, para saber cuánto dura el efecto de lo que hizo, ya que no sabemos si es algo permanente… 

-Aun así… aunque sea por un mes, por una semana, o por un día, si puedo hacerlo… 

-Amo Quatre…  -WuFei vio la determinación en esos grandes ojos turquesa, y decidió poner sus propias condiciones a la ayuda que le brindaba –Amo Quatre, haremos lo que pide, con una condición, que espero la cumpla. La entrega de alimentos se vuelve caótica… las personas están desesperadas… han raptado a Monjes Manos Verdes, pensando en que eso solucionará sus problemas de cosechas, pero eso no es así… aun así nosotros seguimos ayudando, porque es el camino que hemos elegido todos nosotros. Esta ayuda que brindamos, también es un peligro para nosotros. Si se enteran los de afuera, que usted está aquí… - La sola idea de lo que le podría pasar al amo, le hizo revolver el estómago -haremos lo que pide, con la sola condición de que no se muestre bajo ningún concepto… usted no debe ser reconocido por el mundo exterior… no aún. Diremos que hemos logrado sanar levemente La Enfermedad, pero nada más. Si algo sale mal en esta entrega, debe mantenerse oculto, pase lo que pase. 

Quatre asintió feliz, preguntándose ¿tan terrible era esa tarea? 

Entrando la tarde, las personas se agolpaban en las puertas exteriores del templo. Los sirvientes más fuertes y atrevidos eran enviados a formar las filas de entrega. Sólo un integrante de cada familia podía ingresar. Otros sirvientes preparaban las mesas en donde dispondrían de las cestas para entregar, y colocaban la mitad de una fruta perfecta en cada cesta. 

WuFei no le había dejado hacer más. Ya estaba cansado, y no quería que agotara sus fuerzas. 

Quatre observaba todo desde una torre cerca de las mesas de entrega. Quería estar lo más cerca posible, pero WuFei le había advertido que no debía dejarse ver. Las personas comenzaron a entrar. WuFei estaba en la entrada asegurándose de que todo estuviera bien y no hubiera problemas. 

Los que querían ingresar a la fuerza se agolpaban en la entrada tratando de colarse para sacar alimentos, y WuFei empuñaba una lanza de madera para proteger a los monjes, sin embargo, en cuanto las personas ingresaban por las puertas exteriores, algo los frenaba y les hacía detenerse para esperar cerca de los muros. Inexplicablemente ellos mismos hacían pasar a los que estaban asignados, y los monjes se encargaban de darles las instrucciones de compartir la mitad de fruta perfecta con todos los integrantes de sus familias, así fuera un pequeño bocado. 

La entrega transcurrió sin mayor novedad, y WuFei no comprendía que había pasado. Esta ocasión había sido demasiado tranquila. Demasiado. Nadie en su desesperación, había invadido el templo. Nadie se había peleado por el lugar en la fila de entrega. Nadie estaba herido. Incluso los niños enviados en nombre de su familia, ya fuera porque sus padres estaban enfermos, o eran niños huérfanos, habían recibido su parte, siendo que en otras ocasiones eran robados y obligados a mendigar o robar para sobrevivir. 

-¡Ah! ¡Hace tiempo no me sentía tan bien! –decía un aldeano a otro mientras se marchaban del templo con sus raciones. 

-No sé por qué, pero esta vez entrar al templo me hizo sentir diferente…- respondió su acompañante. 

WuFei quedó de piedra; Quatre estaba cerca, muy cerca. 

-¡Nishi! –Llamó a un guardia del templo –hazte cargo, quedan pocas personas, debo comprobar algo. 

El guardia tomó el lugar de WuFei, mientras que este aceleraba el paso poco a poco, para no alterar a los demás habitantes del templo. Todo había estado tan tranquilo… recorrió pasillos y escaleras en dirección a la torre en la que Quatre se encontraba. 

Todo había estado tan tranquilo… sólo unos metros lo separaban de la puerta tras la que se protegía el amo Quatre. 

Un charco negro y viscoso cruzaba bajo la puerta hacia el pasillo. Al abrir la puerta vio a Quatre sentado contra el muro, bajo la ventana más próxima a la zona de entrega, con su boca semiabierta, sucia, sus ropas sucias por delante hasta formar un charquito negruzco sobre su túnica que se unía al gran charco que WuFei pisaba en ese momento. Quatre seguía botando ese líquido por la boca, y WuFei no podía sacarlo de allí aún. Si lo hacia las pocas personas que quedaban podrían intentar cualquier cosa… era Quatre quien los detenía. Terrible error había cometido al permitir que estuviera tan cerca de ese lugar. 

Dio un puñetazo en la pared y salió unos minutos sólo para hacer sonar una campana, para luego regresar y tomar a Quatre en sus brazos y llevarlo rápidamente a su habitación. El maestro de sirvientes se acercó a WuFei y vio lo sucio que estaba el amo. 

-Gagi, prepara el baño del amo Quatre, sus ropas y una fogata… envía a dos sirvientes bien protegidos a limpiar la habitación oeste del pórtico interno… que estén bien cubiertos y utilicen alcohol y fuego… no debe quedar rastro de lo que hay allí… apartaré todo lo que debe ser quemado… pide en la cocina que traigan leche y bayas negras, ahora ya. 

-Sí, amo WuFei. 

El maestro de sirvientes se alejó de WuFei con urgencia, e hizo todo lo que le pidió, mientras que, en la zona de entrega, al son de la campana, unos 20 guardias se formaron junto a los monjes, poniéndose en guardia, mientras aguardaban a que los ciudadanos salieran. Todos se preguntaban qué había sucedido para tanta seguridad, pero nadie intentó hacer nada fuera de lo permitido, y hasta que el último no se marchó se mantuvieron en su lugar, hasta cerrar las puertas por completo. 

Mientras en la entrada de la habitación de Quatre, un sirviente con las manos cubiertas ayudaba a WuFei a sacarse el calzado, mientras sostenía a Quatre en sus brazos. 

-No debo ensuciar la habitación del amo Quatre, asegúrense de dejarlo directo en la fogata y que no ensucie nada, dejaré todo para quemar aquí afuera. 

Los sirvientes se marcharon y otros salían del baño dejando una cesta de paja, para colocar la ropa sucia. 

Una vez solos, WuFei colocó al joven sobre una banca de madera que había en el gigantesco cuarto de baño y lo comenzó a desvestir, ignorando sus ojos idos. Limpio bien su boca con las partes limpias de su ropa, y las lanzo al cesto, luego que quitó las suyas quedando sólo en ropa interior, y tomando al joven Quatre, se sumergieron en las aguas de la gigantesca tina de baño, quedando detrás del joven Quatre sosteniéndolo en su regazo. 

Con una esponja comenzó suavemente a pasar agua por su rostro ido, mientras mantenía su cuerpo sumergido en las tibias aguas. Pasaba la esponja por sus brazos y pecho, también por su cuello y a lo largo de su torso, lo que el largo de su brazo le permitía. 

-Nh… WuFei… lo… sien-to… -Quatre susurraba lo que le permitía sus fuerzas –traté de sa-lir… pe-ro no pu-de… 

-Amo Quatre, por fin reacciona… -WuFei lo presiono un poco contra su cuerpo, con el corazón a mil por hora, sintiéndose aliviado de no haber llegado tan tarde –amo Quatre, ¿puede ponerse de pie? 

-Lo… lo in-tento… 

WuFei sentía cómo Quatre trataba de moverse, pero no lograba nada. Sus músculos estaban tan agotados que no se sostenía. 

Con Quatre en brazos, WuFei se incorporó y lo sentó en la banca de madera, lo cubrió con una enorme toalla mientras él se colocaba una sobre su cabello mojado. Luego de secar a Quatre con delicadeza, lo volvió a tomar en brazos y lo llevo a la cama donde lo dejó semisentado para luego colocarle las ropas que los sirvientes habían dejado. 

Quatre estaba muy sonrojado, estaba hecho un inútil… no podía ni sostenerse en pie, ni sentía las fuerzas para mover los labios. Le dolía mucho su garganta y las costillas, por toda la fuerza inconsciente que había realizado para botar todo lo que se le había acumulado dentro de su estómago. 

WuFei lo dejó sólo un momento para ir al cuarto de baño y luego regresar vestido con unas ropas ligeras, además de un par de cuencos que los sirvientes habían dejado sobre la mesa. Uno tenía leche y el otro unas extrañas bayas negras. 

-Amo Quatre- WuFei se sentó en la cama junto a él y le extendió el cuenco con frutas –debe comer esto… -dijo dejando el cuenco en su regazo, mas Quatre sólo podía observarlo. 

-No puedo… -susurró Quatre, mientras sus manos temblaban en clara señal de intentar moverlas, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas –no puedo mo-verme… -WuFei tomo el cuenco y tomando una baya la puso en la boca del joven, quien, resignado, la dejo caer –no pu-edo ha-cerlo 

WuFei no sabía qué hacer… sus músculos ya estaban demasiado agotados. Quatre permanecía con los ojos cerrados, intentando mover su cuerpo, pero no podía. Lo sucedido había colapsado absolutamente todos sus músculos, y entonces se le ocurrió una idea… 

-Amo Quatre, disculpe por lo que haré, pero debe comer esto o empeorará… 

-¿Qué va a hacer? –WuFei acomodó a Quatre un poco más recostado, sólo con la cabeza levantada. Quatre estaba claramente avergonzado por todo el manoseo para poder acomodarlo –es-pera… qué ha-ces… 

WuFei se introdujo una baya en la boca para mascarla, y luego se acercó al joven haciendo que abriera la boca lo suficiente para traspasarle el alimento. Tuvo que apoyar sus labios sobre los de él, y Quatre mantenía los ojos cerrados, sabiendo que no podía hacer nada por detenerlo. Solo sintió sus cálidos labios sobre los de él y cómo el alimento pasaba por su dolorida garganta. Le costaba manejar su boca. WuFei se separó de él, y notó que Quatre estaba rojo hasta el cuello, y temblaba con lágrimas en los ojos. 

-Lo lamento amo Quatre… debo hacerlo… sus órganos colapsarán por el veneno y ya nada podremos hacer… 

Quatre vio de reojo a WuFei, quien también estaba claramente sonrojado, y a la vez lo miraba con tristeza y preocupación. 

-Si-gue…-Quatre dejó de hacer fuerza, y se relajó todo lo que pudo ante la circunstancia. Jamás había sido besado, pero eso no contaba… eso no contaba.


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