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Segunda mano por Marbius

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2.- I still reach for you.

 

I remember the freckles on your back

And the way that I used to make you laugh

'Cause you know every morning I wake up

Yeah I still reach for you

You know even when I say I've moved on

Yeah I still dream for you

You know even when I say I moved on

You know even though I know that you're gone

All I think about is where I went wrong

Yeah I still dream for you

5 Seconds of Summer - Want you back

 

—Oh, Sirius —recibió Tonks a éste un par de días después en su piso nuevo y franqueándole la entrada con su barriga de seis meses como primer saludo—. Gracias por venir a ayudarnos con esto de la decoración.

—Es un placer —dijo éste en su papel de perfecta cortesía, entregándole a su sobrina segunda una bolsa con donas glaseadas que había comprado en el camino porque recordaba de Remus que ahora eran sus favoritas y se podía comer varias en el transcurso del día—. Además, ¿para qué más si no es en las paredes de Teddy que voy a demostrar mi talento en pintura al óleo?

—Con toda seguridad no es lo que la tía Walburga tenía en mente cuando te anotó en clases a los seis años.

—Probablemente no, pero ya que mi especialidad son los paisajes alegres en lugar de los sombríos pantanos a los que Regulus está acostumbrado, es mi turno para poner el talento artístico Black por lo alto, ¿no?

—Espera a que le diga a Regulus tu opinión de sus páramos —le chanceó Remus, que salió de la pequeña cocinita a recibirlo y a cambio obtuvo una pequeña caja de té—. Oh, no debías de molestarte.

—Tonterías, en realidad sí debía, pero ya que insistieron en no dar ninguna fiesta de celebración por el piso...

La verdad es que por poco y tampoco conseguían el piso porque Remus les había puesto pegas a cada sitio al que visitaban, pero al final había podido más su deseo de darle a Teddy un hogar normal que sacrificar su independencia por una recámara propia a favor de un estudio. Así que ahora él y Tonks compartían una recámara, y aunque en confidencia Remus le había contado a Sirius que por lo menos un par de veces a la semana se pasaba a dormir al sofá del estudio, en apariencia no daban la impresión de tener ninguna desavenencia mayor que pusiera fin a su convivencia.

Sólo los Potter estaban al tanto del verdadero estatus marital de Remus y Tonks, y eso porque Lily era la confidente de Remus y James terminaba poniéndose al tanto con ella, y de paso a Sirius... Quien por su parte tenía consigo las versiones de Remus y después lo rumiaba hasta el cansancio con Regulus. Sólo ellos estaban enterados, porque para el resto de sus familiares y amigos, Remus y Tonks eran la pareja primeriza que se enfrenta al mundo con buena cara y las mejores intenciones.

Si llegarían o no juntos al día del parto era uno de esos tópicos que Sirius hablaba con James o Regulus cuando ya tenía un poco de alcohol en las venas, y casi siempre era él quien se mostraba optimista respecto a la feliz pareja porque prefería el acercamiento negativo en donde su sufrimiento estaba garantizado. Creer que Remus sería feliz al lado de Tonks al menos tenía la ventaja de colocarlo como generoso y sacrificado a sus sentimientos, en tanto que revelar su verdadero pensar lo hacía ver mezquino deseando que el hogar al que el pequeño Teddy se uniría estaba destinado al fracaso.

—En todo caso —interrumpió Remus sus pensamientos—, gracias por el regalo, y también gracias por venir y ayudarnos.

—Ojo por ojo, ¿no? —Le recordó Sirius, que había recibido ayuda de Remus para pintar su baño meses atrás y ahora estaba ahí para pagar sus deudas.

Claro que en lugar del baño lo que él iba a ayudar a pintar era la habitación que pronto sería de Teddy. O mejor dicho, a decorarla, que una vez que Remus y Tonks lo guiaron al cuarto, descubrió que ya estaba pintado de un palidísimo tono verde menta y el resto correría por su mano.

—No queremos nada demasiado infantil, sino más bien uno de esos paisajes relajantes en ese muro y es todo —dijo Tonks señalando la pared más grande y que por la posición del edificio sería la que en las tardes recibiera el sol del atardecer—. Iba a hacer sugerencias, pero no es mi área, y a juzgar por la idea de Remus de poner un enorme oso Winnie, tampoco la suya.

—No hay problema. Ya pensaré en algo —dijo Sirius, que para el caso traía consigo un par de pinturas y ya estaba visualizando un bucólico paisaje en una pradera verde. De preferencia con muchas ovejas, un perezoso niño cuidándolas, y quizá nubes... Todo dependía del trance en el que se sumiera mientras pintaba.

—Bien por mí. Tienes brocha libre de hacer lo que tu alma artística que guie a pintar.

Mientras montaba sus herramientas y se preparaba para dar los primeros brochazos, Sirius escuchó a Remus y a Tonks charlar en la habitación de al lado, donde Tonks se excusaba para dormir una siesta y después prometía unos bocadillos para más tarde, en tanto que Remus decía algo de hacerle compañía a Sirius mientras pintaba. Para el propio Sirius, el prospecto de compañía siempre era bueno, aunque por tratarse de Remus y en el piso que ahora compartía con Tonks, ya no le resultaba tan agradable como en un inicio.

—Gracias por hacer esto —dijo Remus al volver a entrar al cuarto, y Sirius desestimó sus palabras porque no era la primera vez que lo hacía desde que se había ofrecido.

—Basta. Ahora eres familia, y entre familia no acostumbramos tanta efusión por un simple regalo.

—Da igual. Ha sido muy amable de tu parte, siguió Remus, que sin más se despojó de su camiseta y se presentó ante Sirius con el torso desnudo como éste no le había visto en años—. Erm, me pondré ropa vieja para no, erm, ensuciar ésta con pintura —dijo Remus al ponerse una prenda diferente, más vieja y ya con manchones de la misma pintura verde de los muros.

—Claro —alcanzó Sirius a enunciar antes de recuperarse—. Buena idea.

Él había traído para sí una prenda especial para ese fin, un viejo resabio de cuando todavía tomaba clases de pintura al óleo, y como tal, ostentaba al frente y en las mangas viejas manchas de pintura que nunca salieron tras incontables lavadas.

Mientras elegía colores y dejaba a su mente divagar para así elegir la imagen que plasmaría en el muro, Sirius escuchó a Remus hablar de su semana, donde se centraba unos minutos en las compras por catálogo que habían hecho él y Dora de una cuna con un cambiador incluido, un par de muebles, y un móvil que más tarde colgaría del techo. Aderezó aquella charla con novedades laborales y también de la cena a la que había asistido con los Tonks, en donde su suegro había mencionado como de pasada que quizá su hija y Remus deberían de considerar una discreta boda antes del día del parto.

—Menos mal que Dora tampoco tiene intenciones de una boda ahora que su estómago está tan grande como para impedirle verse los pies, aunque quizá después...

Sirius hizo un ruido que no era ni un sí o un no para el caso. —Será su decisión al final.

—Ya. Pero cuesta no ceder a la presión...

—Sólo piensen en lo que es mejor para Teddy, pero también para ustedes —aconsejó Sirius, ya con el pincel en alto y pintando un par de manchas moteadas que de momento le parecían correctas en ese sitio, y que más tarde decidiría si eran ovejas o nubes.

—¿Y qué si lo que es bueno para nosotros y lo que es para Teddy son dos cosas diametralmente opuestas? —Inquirió Remus, que de espaldas a Sirius, trabajaba pintando con un rodillo su sección de pared.

—Usualmente no lo es —dijo Sirius—. No hablo desde mi propia experiencia como padre, pero sí como hijo. Reg y yo crecimos en un hogar donde las apariencias iban antes que ‘aspectos banales’, las palabras de mis padres, no las mías. Así que como imaginarás, crecimos en su particular campo de batalla, donde no había gritos ni reclamos en voz alta porque alguien podía escucharnos, pero... Tampoco había amor. Ellos se toleraban a cambio de los beneficios de ser Black, y nos toleraban a nosotros porque necesitaban herederos que continuaran su legado. Al final se quedaron con un palmo de narices cuando Reg y yo cortamos lazos con ellos.

—Mierda, Sirius —masculló Remus, para quien el asombro radicaba no en las palabras de éste, sino en su tono desinteresado—. Eso es horrible.

—Sólo en teoría. Vivir en un hogar así te moldea de maneras para las cuales después no entiendes por qué eres tú el que está mal. No descubrí lo que era una familia normal hasta que conocí a James y a los Potter, y para entonces era demasiado tarde para cambiar del todo las viejas costumbres arraigadas desde el nacimiento. No mentía cuando te conté antes que mi familia era todo un caso digno del manicomio.

—Nunca creí que lo hicieras. De otra manera... Cuando tuviste que marcharte a los Estados Unidos y cuidar de Regulus... —Dijo Remus—. Nunca tuve rencor para ti por eso, ¿sabes? Hiciste lo que tenías que hacer, y me alegra que todo haya salido bien para ustedes al final.

«No todo», pensó Sirius, «no la parte que te involucra...»

—Alejarnos de nuestros padres fue lo mejor —dijo Sirius en su lugar—. Ellos también son las víctimas de su propia crianza, pero a diferencia de Reggie y de mí, ellos prefirieron seguir siendo las reliquias Black de su generación.

—Andrómeda alguna vez me ha hablado de eso, y cuesta creer cuán diferente habría sido su vida si ella no hubiera conocido a Ted Tonks.

—Bueno, Tonks no estaría aquí y... —«Muchas otras cosas serían diferentes»—. Bueno, salvo por Nymphadora no hay otra Black de tu edad. La hermana más pequeña de Andrómeda es un poco mayor que Lily, pero ya está casada y tiene un hijo así que queda descartada.

—Oh, créeme que Dora es la excepción. Un Black ya era suficiente —dijo Remus, pero como después no insistió en el tema y Sirius se sintió demasiado expuesto como para hurgar en esa herida, en su lugar cambiaron de tema de conversación.

Horas después Tonks se levantó de su siesta y preparó sándwiches de paté, y los tres se sentaron a comer mientras contemplaban el bello paisaje que Sirius había pintado para Teddy, en donde las ovejas y las nubes se confundían y un pequeño niño volaba en ese mismo cielo.

—Es hermoso, Sirius —agradeció Tonks la imagen, en tanto que Remus la observó arrobado y expresó para sí unas líneas de poesía que Sirius insistió en transcribir en una esquina de la pared.

De momento no lo sabían, pero pasarían a convertirse en el primero (más no el último) libro que Remus dedicaría a Teddy y que de manera sorpresiva Sirius acabaría por ilustrar.

Pero un paso a la vez.

 

—¿Crees...? ¿Podrías...?

Frente a él, Remus afianzó el agarre de sus dedos sobre un cuadernillo al mismo tiempo que se lo extendía a Sirius sobre la barra del bar en el que se encontraban.

Era lunes, y Sirius no había esperado que Remus le invitara después del trabajo a beber unas cervezas, pero igual que una polilla a la luz había acabado por aceptar su invitación y sugerir un sitio en el Londres que él bien conocía. El Caldero Chorreante, se llamaba, y era un sitio agradable y acogedor; nada pretencioso en su decoración y precios, por no mencionar que solía ser cliente asiduo años atrás y Tom el tabernero todavía lo recordaba lo suficiente como para reservarle un sitio en la barra.

—Ten valor, Lupin —dijo Sirius, que para facilitar lo que él creía que era una petición de Remus para leer en primicia uno de sus poemas, posó su mano sobre la de él y le retiró la libreta—. ¿Es lo último que has escrito?

—Podría decirse que sí —respondió éste, todavía con un leve temblor de sus dedos y paliando el nerviosismo con un trago de su cerveza—. Todavía es demasiado pronto para creer que podría tratarse de una antología, pero... Veo un tema, y quiero tu opinión para saber si tú lo ves también.

Sirius abrió una página al azar, e incluso en la tenue luz leyó un par de líneas que hablaban de la fragilidad de la vida y del deber que conllevaba su mera existencia.

—Así que... ¿Teddy? —Adivinó sin problemas.

Remus se encogió de hombros. —Es mi hijo. Y últimamente sólo puedo pensar en él. Mi editora no estará nada contenta cuando le envíe mis últimos poemas. Teníamos en planes para finales de año lanzar un material que había venido componiendo en los últimos dos años, pero... Perdí la inspiración.

—Ah, ya veo.

Sirius no se atrevió a indagar, puesto que Remus también le había dado exclusiva de esos poemas y no había manera de confundirlos: Hablaban de él, de desamor, de corazones rotos y ausencias. Remus había estado en las últimas etapas de duelo cuando Sirius regresó a Inglaterra, e incluso entonces su atención ya estaba en nuevas composiciones como las que ahora inundaban el pequeño cuadernito que ahora le entregaba en préstamo para una crítica sincera.

—Sólo quiero que seas honesto. Esta vez no puede ser Lily. Y Dora no es del tipo que lee poesía, la deja fría, pero en verdad necesito la opinión de alguien o corro el riesgo de comprar una cajetilla de cigarros y quemar cada hoja mientras fumo.

—No, déjamelo a mí —dijo Sirius, haciéndole a Remus y a sí mismo una promesa con ello: Política de sinceridad total.

 

Sirius casi no vio a Remus durante las dos siguientes semanas porque sus respectivos trabajos se los impidieron y en las cenas de los jueves con los Potter faltó primero él y luego Remus. En el ínterin, se hablaron un par de veces por teléfono e intercambiaron mensajes, pero fue poco lo que charlaron, y que San Valentín estuviera en esas fechas también puso una pausa momentánea a su contacto.

—Vale, es el día más romántico del año y prefieres pasarlo solo en tu piso. Genial —dijo Regulus, que recargado contra el muro de la sala de Sirius, observaba a su hermano abstraerse en un proyecto en el que había comenzado a trabajar un par de tardes atrás—. Y el premio al individuo más patético de Londres dentro de la categoría de solteros entre 30 y 40 años sin mascotas va para...

—Cállate, Reg —replicó Sirius con indiferencia—, que si mal no recuerdo tú también estás en casa en este día de San Valentín y además bebiendo whisky. Al menos yo tengo té y no un problema con mi alcoholismo —señaló su taza con un pincel, y luego viendo que se confundía con la taza donde lavaba las brochas, movió un poco su mano unos cuantos centímetros a la derecha.

—Ya, pero este es tu piso y no el mío. Yo al menos salí y no estoy en pijamas —se excusó éste, que abandonando por fin su sitio cerca de la ventana, se acercó a la mesa donde Sirius trabajaba—. A todo esto, ¿qué diablos haces?

—Sólo... mato el tiempo antes de que me mate a mí —respondió Sirius, abandonando el pincel de brocha mediana con el que trabajaba y cambiándolo por otro de brocha ultrafina con el que hizo un par de líneas precisas.

—“... Teddy, Tabby, Tobby, ¿quién podrá ser el que toca a mi puerta?” —Leyó Regulus en voz alta, y sus ojos recorrieron el dibujo que Sirius estaba pintando con acuarelas y que combinaba diálogos y texto igual que se vería en un cuento infantil—. ¿Qué carajos es esto?

—Un... experimento —respondió Sirius sin perder soltura en su muñeca al trazar más líneas.

—No, en serio. ¿Qué es? Es obvio que tiene que ver con Remus, de otra manera no estaría el nombre de Teddy involucrado... No sabía que podías escribir ¿poemas? Bah, lo que sea que defina esto.

—Y no puedo. Es de Remus, sí —confirmó Sirius, que chasqueó la lengua—. Ok. Remus me pidió leer unos poemas suyos y darle mi opinión, pero al final tenía garabateadas un par de hojas con una historia y... No sé, me gustó.

—¿Adivino que se trata de un crío llamado Teddy? Justo como se llama su próximo bebé... —Inquirió Regulus con sorna.

—Ya, porque no es ficción de ningún tipo. Sólo es una especie de rima con Teddy como personaje principal, pero me ha parecido vivaz a la imaginación, así que decidí pintarlo. ¿No me dices siempre que ponga mi supuesto talento para la pintura a hacer algo productivo? Pues eso hago.

—¿Sabe Remus que estás haciendo esto?

—Bueno... no. Pensaba terminarlo primero y después sorprenderlo.

—Mmm....

Cogiendo de la mesa el cuadernillo que Remus le había entregado a Sirius, Regulus hojeó hasta dar con las hojas que componían aquella narración y las leyó de cabo a rabo con atención, yendo y viniendo entre tachones y líneas recompuestas, hasta finalizar con lo que había.

—No tiene un final —dijo tras diez minutos en los que el único ruido en la habitación fue el pincel de Sirius trabajando sobre el papel—. Pero es bueno.

—Lo sé.

—No, bueno en verdad. Como lo fue en su momento El Principito. Es un cuento para niños, pero no lo es. Los adultos también podrían leerlo, y sacar sus propias conclusiones.

—Probablemente —confirmó Sirius, poniendo una pausa a su trabajo al dejar el pincel en la taza con agua sucia e incorporando la espalda hasta hacerla crujir—. Por eso es que decidí pintarlo. Si se lo decía así sin más a Remus, corría el riesgo de que no me creyera.

—¿Y si le presentas la versión ilustrada y lista para las galeras te creerá?

—Ni idea, pero en todo caso vale intentarlo. Si Remus decide que termina ese cuento o lo deja inconcluso, al menos tendré mi propia copia.

—Una copia es eso: Copiarlo en una hoja y meterlo en un cajón para olvidar que te pertenece. Lo que estás haciendo es...

Sirius le dedicó una sonrisa cansada. —Sé bien lo que estoy haciendo, no tienes que refregármelo en la cara.

Regulus levantó las manos y le mostró las palmas abiertas, dejando bien en claro que no quería lastimarlo más de lo necesario con la verdad.

—No tienes que mentirme a mí, ni a ti mismo ya que estamos... Has visto mis facetas más vergonzosas y puedo decir lo mismo de ti, por lo que al menos nos debemos absoluta honestidad. Y yo iré primero: No has superado a Remus, y no planeas hacerlo.

—Ya, es que no puedo hacerlo, no todavía.

—Y Remus tampoco, al menos están igual en eso. Es una lástima que Tonks... y Teddy...

—Es una lástima que hace dos años me necesitaras contigo —dijo Sirius con frialdad—, pero tampoco te guardo rencor.

Por primera vez, Regulus lució avergonzado. —Bien, te concedo ese punto, pero...

—¿Pero?

—Pero... Ni idea. Eres mi hermano mayor, se supone que eres la voz de la razón. Y en su lugar estás pintando un cuento infantil acerca del futuro bebé de tu exnovio.

—Nunca fuimos novios, Reg —masculló Sirius—, nosotros no llegamos a eso.

—¿Sí? Porque por la forma en que le guardas luto habría pensado que en esos tres meses juntos hasta celebraron una especie de matrimonio secreto. —Regulus resopló, y la pupila en sus ojos se contrajo hasta sólo ser un diminuto punto negro—. No es sano.

—No.

—Pero ninguno de los dos hace nada para cambiarlo.

—No.

—En su lugar mantienen una amistad, o lo que sea que tú y Remus puedan definir como tal, porque francamente...

—Reggie —llamó Sirius la atención de su hermano, que ya fuera por el tono o la actitud decaída de éste, calló al instante—. Ni yo mismo puedo explicar qué ocurre aquí. Lo mío con Remus fue intenso, y llegó a su fin demasiado pronto, pero... Incluso si Tonks y Teddy están de por medio... Prefiero eso a no tener a Remus en mi vida, ¿ok? He tomado mi propia decisión al respecto, y no pienso justificarme ante nada ni nadie, tú incluido.

Regulus se quedó pasmado unos segundos antes de abrir la boca y no exhalar ningún sonido. Luego la cerró. Y volvió a intentarlo dos veces más antes de darse por vencido.

Cualesquiera que fueran sus argumentos, Sirius en verdad ya tenía una resolución y no iba a cambiarla por más que apelaran a su raciocinio, porque era su corazón el que estaba en juego.

—Ok —respondió Regulus—. Como tú prefieras.

Y así fue.

 

Sirius estaba trabajando en la última hoja (una de quince que hizo en total) del corto cuento de Remus cuando éste se presentó en su piso con el semblante crispado y una retahíla de disculpas por aparecerse sin avisar y peor, en un miércoles en la noche en que no tenían prospectado verse.

—Lo siento, en verdad me iré si es mal momento —dijo Remus, que al entrar al piso de Sirius descubrió que éste tenía sobre la mesa del comedor lo que daba la impresión de ser un proyecto imposible de posponer.

Sirius le tomó por los hombros. —Tranquilo, no pasa nada. Puedes quedarte y-... ¡Oh mierda! —Masculló—. Lo siento, Moony.

Remus bajó la mirada, y al retirar Sirius la mano de su suéter color arena, descubrió la inconfundible marca de una huella de dedo en un tono cobrizo.

—Es acuarela, saldrá con un poco de agua, pero tenemos que lavarla ya o dejará marca —dijo Sirius, y extendió expectante su mano manchada hacia Remus.

—Si insistes...

Sacando las mangas y luego la cabeza, Remus se retiró el suéter que vestía para mostrarse en una ligera camiseta interior que le quedaba suelta sobre su cuerpo delgado. Sirius le dedicó una mirada antes de encaminarse al fregadero de la cocina, y Remus le siguió para tener algo qué hacer.

—Pensé que sólo pintabas al óleo —dijo Remus por hacer conversación mientras Sirius regulaba las llaves hasta obtener agua caliente y lavar así la mancha con mayor eficiencia.

—No. Empecé con pinturas en acuarela, pero Madre siempre fue inflexible con respecto a lo que ella consideraba que era una educación adecuada en arte. Personalmente, disfruto más el bosquejo que la pintura, pero también las acuarelas por encima del óleo.

—¿Y en qué estás trabajando? ¿Es algo para el equipo de diseño y mercadotecnia?

—No —denegó Sirius moviendo la cabeza de lado a lado—, es... personal.

En el pasado, Sirius ya había trabajado con el área de publicidad de sus propias empresas. Casi siempre a escondidas y en sus ratos libres cuando se trataba de proyectos simples, pero ya que sus aportaciones en cualquier área que no fueran gerencia o finanzas ponían a Madre dando el grito en el cielo por rebajarse a esas labores, con el paso de los años cada vez lo hizo menos hasta que ya no lo hizo más.

Tras la nueva estructuración y con deseos de dedicarse a una faceta que le satisficiera más de lo que la presidencia lo hacía, Sirius ya había aceptado algunos encargos independientes por su cuenta y sin contárselo a nadie más que a su hermano, Remus y amistades cercanas, pero todavía quedaba ser más abierto al respecto, y aunque de momento prefería un par de meses más antes de revelar su faceta artística por encima de cualquier otra, consideró que en el aquí y el ahora bien podría ser honesto con Remus.

—No tienes que contarme si no quieres.

—Erm... La cuestión es que sí quieto, pero todavía no sé cuál podría ser tu reacción —dijo Sirius, que haciendo espuma con el suéter de Remus entre sus dedos, le hizo a éste una petición que lo definiría todo—. ¿Podrías revisar los papeles que tengo sobre la mesa? Los reconocerás al instante porque... seh. Sólo quiero tu opinión, sin compromisos.

Dubitativo, Remus accedió. —Vale.

Sirius en tanto hizo tiempo, revisando a consciencia el tejido del suéter de Remus y asegurándose que no quedaba no una mancha de acuarela antes de cerrar la llave y con cuidado exprimir la tela.

Con un leve picor en la nuca que no podía asociar a nada más que nervios, Sirius estaba considerando poner el suéter en la secadora cuando Remus lo llamó.

—Sirius...

—Un momento...

Optando por prescindir de la secadora, no fuera a ser que el suéter se encogiera, Sirius pensó primero en secar el exceso de agua con una toalla y ponerlo a airear cerca de la ventila de la calefacción cuando Remus apareció en el dintel de la cocina y exhibió a medias las hojas en las que él había estado trabajando las últimas semanas.

—¿Qué es esto?

—Yo...

—Porque es... increíble. Simplemente increíble. ¿Lo hiciste tú?

—Bueno, la parte de las acuarelas. El texto es obviamente tuyo, pero el resto… seh.

Remus parpadeó, y sus ojos se volvieron a posar en las hojas. —Es...

—Quería sorprenderte —dijo Sirius—. No pretendía leer nada más que los poemas que escribiste, pero luego encontré ese... ¿cuento?, y no pude resistirme.

—No está finalizado.

—Ya, pero creí que si lo pintaba y te daba el incentivo adecuado considerarías escribir lo que falta. Es un bello relato; simple y a la vez profundo. No sabía que también tenías talento para piezas de ese tipo.

—Y no lo tengo. Fue sólo un experimento. Empecé a escribir unas líneas después de que confirmaran el sexo del bebé, y después me olvidé de dónde se encontraba.

—Tal vez... —Sirius se acercó, y con el mentón señaló las hojas—. ¿Qué tal una colaboración? Seguro que haría un regalo único para Teddy, quizá una copia para Harry.

Remus sonrió, pero denegó con la cabeza. —No, no lo creo.

—¿No?

—No. mi editora me mataría si se entera de que algo como esto no entra a su catálogo.

Sirius alzó las cejas. —¿Crees que alguien aceptaría publicarlo?

—Oh, Sirius —exhaló Remus—. Cualquier editor con dos dedos de frente mataría por ilustraciones como éstas. De mi cuento no sé, antes tendría que finalizarlo y enviar el texto a revisiones, pero tu arte... Nunca se ha visto nada similar.

Sirius encogió un hombro. —Sólo quería... Era un regalo para ti, y Teddy...

—Teddy —repitió Remus el nombre, y barajó varias de las hojas antes de elegir una del montón—. ¿Éste es Teddy para ti?

Remus le enseñó a Sirius la única hoja en la que el ‘Teddy’ del cuento aparecía como una figura completa. Un niño de cabello rizado y color castaño claro, apenas poco menos que rubio, de ojos grandes y color dorado, labios llenos, y con una pequeña cicatriz en el mentón que era idéntica a una que Remus tenía del lado opuesto...

—Así es como lo imaginé —dijo Sirius—. Supongo que se parece a ti.

—Oh, es más que un simple parecido; tendré que pedirles a mis padres que me envíen algunas fotografías de cuando era niño y entonces verás a qué me refiero. ¿Crees que podría enviarles de vuelta una fotografía de esta hoja?

—Por supuesto. Es tuyo —dijo Sirius—, lo hice —«pensando en ti»— para ti.

La sonrisa de Remus se ensanchó. —Es el mejor regalo, Sirius. En verdad.

—Sólo algo que... me salió del alma —dijo éste en voz baja, y porque el momento corría el riesgo de tornarse íntimo en demasía o convertirse en algo más, Sirius se apresuró a cambiar el tono—. ¿Quieres ver la página en la que trabajo? Me falta poco para terminar, pero mientras podrías escribir el final.

Remus pareció sorprenderse por unos segundos de aquella proposición; sus cejas se alzaron y un chispazo de locura cruzó sus ojos, pero después asintió con lentitud.

—¿Sabes qué? —Dijo luego de una corta pausa—. Creo que sí... ¿Tienes el cuadernillo que te preste?

—Siempre a la mano.

—Entonces... ¡En marcha!

Y juntos se sentaron a la mesa a trabajar.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (10-Jul)/Sin comentarios (24-Jul).

Notas finales:

Ok, sin excusas, olvidé actualizar la semana pasada, pero quienes leen este fic también ‘olvidaron’ comentar, así que... ¿Estamos a mano? Intentaré que no vuelva a suceder.


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