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Segunda mano por Marbius

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3.- Want you back.

 

No matter where I go, I'm always gonna want you back

No matter how long you're gone, I'm always gonna want you back

I know you know I will never get over you

No matter where I go, I'm always gonna want you back

Want you back

5 Seconds of Summer - Want you back

 

En la primera semana de marzo envió Remus a su editora en Francia una copia certificada del cuento que acabó titulado como “Teddy Lupin y la ubiquidad de las estrellas”, incluyendo tanto el arte de Sirius como un par de páginas de una posible continuación, además de un post-it en el que sólo escribió “¿Y bien?” porque le sentaban mejor las respuestas directas, y que su editora respondió con: “”Estaré en Londres para la firma de un contrato nuevo el próximo lunes.”

En una extraña mezcla de apuro, orgullo y también un poco de bochorno, Remus compartió la noticia con sus amigos durante la siguiente cena de jueves con los Potter, y Sirius no se cortó en descorchar una botella de caro champagne que había traído para la ocasión y servirles a todos una copa, Tonks incluida, aunque ella no bebió y de paso tampoco se mostró muy satisfecha.

—No es que no me alegre por Remus... Ver que su carrera despega de maneras tan polifacéticas es siempre un encanto, pero... —Tonks resopló—. ¿Era necesario utilizar el nombre verdadero de nuestro hijo?

Reunidos en torno a la mesa y hasta entonces disfrutando de la tarta de limón que Lily había horneado horas atrás y con la que pretendía endulzar los ánimos, de pronto el sabor remanente fue agrio.

—“... Teddy, Tabby, Tobby, ¿quién podrá ser el que toca a mi puerta?”—Repitió Regulus la primera línea que había leído del cuento y que había perdurado impresa en su memoria desde entonces—. De no haberse llamado Teddy, seguro se perdía la rima y el sentido de la historia.

—¿Pero llamarlo Lupin? —Insistió Tonks con creciente irritación—. ¿Por qué utilizar su nombre real?

—Porque es mi hijo, y cuando escribí esas líneas pensé que podía tratarse de un simple regalo para él, algo que pudiera darle cuando fuera mayor —dijo Remus, que al igual que el resto de los presentes, estaba escuchando por primera vez aquellas quejas—. Lo siento, Dora. Nunca me dijiste que te molestaba el que usara su nombre real.

—Y no lo hace, es decir... Si sólo hubiera quedado en un regalo, algo íntimo y sólo para la familia y amigos, pero en cambio ahora... —Tonks se limpió la comisura de los labios con la servilleta de lino y la dejó caer sobre su rebanada de tarta que apenas había picoteado—. Ahora en cambio estará en librerías y a la vista de cualquiera.

—Dora, si tanto te molesta todavía puedo hablar con mi editora y-...

—Olvídalo —gruñó Tonks, poniéndose en pie y haciendo amagos de abandonar la mesa. Una perfecta salida dramática de no ser porque su vientre voluminoso le puso restricciones y el efecto se perdió.

Con todo, incluso si se alejó caminando como un pato y salió al jardín trasero buscando un poco de espacio y aire fresco, dejó a los ahí presentes con una fuerte sensación de incomodidad por lo que acababan de presenciar.

—Si me disculpan... —Murmuró Remus antes de ir en pos de ella, y el resto de los invitados no dijo nada hasta que el clic de la puerta señaló que estaba fuera.

—Mierda —dijo Regulus.

—¡Chist! —Le reprendió Harry, que pese a su corta edad todavía tenía un temor reverencial por las palabrotas y el posible castigo de sus padres si escuchaban una, pero en esos instantes ni James ni Lily tuvieron oídos para amonestar a Regulus.

—Tal vez la cagué entrometiéndome donde no me llamaban —masculló Sirius, que de buenas a primeras se adjudicó la mitad de la culpa.

—Dijiste la palabra con c, Padfoot —dijo Harry, y éste se disculpó, pero de nueva cuenta ni James ni Lily reaccionaron por su deplorable vocabulario.

En su lugar intercambiaron una mirada significativa, y en idéntico gesto de parejas que llevan ya suficiente tiempo juntos como para imitarse el uno al otro sin siquiera intentarlo, suspiraron al unísono.

—100 libras a que Remus y Tonks no llegan juntos al día del parto —dijo Regulus sin más, cortándose un trozo de tarta y llevándoselo a la boca sin más.

—¡Reg! —Le riñó Sirius por su frialdad a un momento crítico, pero su tono no fue tan de amonestación como él pretendía, sino más bien de... Shock. Por no ser él quien lo dijera primero.

—¿Qué? ¿Vamos a pretender que la escena de antes no ocurrió? —Replicó éste con desdén—. Ya estoy harto de fingir; ya tuve suficiente en casa con nuestros padres, y me niego a continuar en charadas, que nadie, ni los propios involucrados, se esfuerzan en mantener.

—Harry, sube a tu habitación —dijo Lily, que consciente de la charla entre adultos que estaba por desarrollarse en la mesa, quiso evitarle a su hijo el mal trago.

—Pero mi-....

—Sube con tu plato —le interrumpió James, y a regañadientes se llevó Harry su postre al piso de arriba, a un área donde no estaba permitido subir comida y por lo tanto convertía aquella crisis en un asunto mayor.

A solas sólo entre adultos, fue James quien dijo lo obvio: —Remus y Tonks están pasando por un mal bache...

—Se han esforzado para que lo suyo funcione, por Teddy, pero... —Secundó Lily, que expresó un dolor casi físico por su inminente rompimiento y lo que ello implicaría para su hijo todavía nonato.

«Pero hay una delgada línea donde esforzarse es sinónimo de lucha antes de convertirse en una estupidez», pensó Sirius, que apuró su copa de champagne hasta no dejar una gota e hizo una mueca por el sabor, que de pronto le resultó avinagrado.

—Remus puede seguir siendo el padre de Teddy, sólo no será el... ¿Qué, qué diablos son él y Tonks ahora? —Gruñó Regulus—. Era la opción más obvia desde un inicio, y su terquedad por hacer funcionar algo que obviamente no estaba destinado a ser es lo que los ha puesto en este brete. Par de idiotas... Y no me refiero sólo a ellos dos —agregó Regulus, mirando de reojo a Sirius antes de apurar él también su copa—. Lo siento si mis palabras molestan a alguien, pero esto me resulta demasiado cercano como para tolerarlo ni un minuto más y me marcho. ¿Sirius?

El escuchar su nombre, Sirius salió del leve estupor en el que había caído. —¿Sí?

—Nos vamos. —No una pregunta, una simple orden.

—Pero-...

—Será lo mejor, Padfoot —dijo James, que como confidente de Sirius estaba más al tanto de lo que éste le daba crédito y quería evitarles a todos los presentes más dolor del necesario.

Acompañando a los hermanos Black a la puerta, James sorprendió a Sirius con un abrazo y una recomendación dicha sólo para sus oídos:

—Deja que sea Remus el que acuda a ti. No intervengas más, Sirius. Dale su espacio.

Luego unas palmaditas en la mejilla, y órdenes de no beber más, pero desobediente como era, Sirius al menos encontró placer en ignorar ese último consejo.

 

—“Eres un buen hombre, probablemente serás un gran padre para Teddy, pero nunca el tipo de esposo necesario para nuestra Nymphadora” —repitió Remus no por primera vez en la hora que tenía en el piso de Regulus y con Sirius intentando llevarlo a su propio departamento.

En un intento por no inmiscuirse a pesar de que todo en él le obligaba a ello, Sirius había pasado las siguientes dos semanas después de la pelea de Remus y Tonks con los Potter eludiendo encontrarse a solas con cualquiera de los dos, o en el caso de Remus, simplemente demorándose en contestar sus mensajes y rechazando sus invitaciones a verse alegando que tenía trabajo.

En su fuero interno, quería él poner esa distancia para no acabar cediendo a la tentación de responder con un ‘sí’ rotundo cuando Remus le preguntara por fin si él y Tonks estaban cometiendo un gravísimo error al estar juntos por su hijo en común. Sin lugar a una segunda interpretación de sus pensamientos, Sirius tenía claro que ellos dos no podían funcionar como pareja. Como padres de Teddy, como padres que estuvieran dispuestos a hacer a un lado sus diferencias personales, sí, pero no como padres que estás juntos y viven en la misma casa. Eso era obvio para cualquiera con dos ojos en el rostro y el mínimo de sentido común, y si bien era algo que se había hablado en su grupo de amigos sin Remus presente, al mismo tiempo temía Sirius que su opinión al respecto estuviera contaminada por el siempre vago sentimiento de tener a Remus por vía libre y reanudar su cuasi-relación justo en el punto donde la habían abandonado más de dos años atrás.

Por James era que Sirius estaba al tanto de los traspiés que estaban dando Remus y Tonks, que desde su gran pelea en casa de los Potter, habían estado ausentes en las subsiguientes cenas de los jueves y mantenido un aparente mutismo.

Sirius por su propia cuenta había estado silencioso, y daba la impresión de que después del primer par de mensajes respondidos con tardanza y varias cancelaciones a encontrarse, Remus había comprendido su deseo de no inmiscuirse y lo había dejado en paz, pero entonces Regulus le había llamado, y sin preámbulos había dicho:

—Tu novio está aquí.

—¿Uh?

—Remus está aquí.

—¿Aquí dónde?

—En mi piso. Y no quiere que te hable porque cree que estás disgustado con él o algo, pero lo hago igual porque es obvio que se necesitan. Así que ven ahora mismo.

Un tanto más obediente de lo que era su naturaleza, Sirius había salido de su piso, cruzado el estrecho rellano, y entrado al piso de Regulus utilizando su propia llave.

En idéntica distribución a su piso porque ambos departamentos eran la copia inversa del otro, Sirius encontró a Remus en la sala de Regulus, con una taza de té en la mano, aunque después se enteraría que era más bien un 50% de Earl Grey y 50% del whisky añejo que Regulus tenía en la alacena para casos similares.

—¿Sirius? —Se sorprendió Remus de verlo ahí y le dedicó una mirada de reproche a Regulus.

Regulus por lo parte levantó las manos en señal de rendición. —Diría que lo siento pero los aquí presentes sabemos que no es cierto. Y en todo caso, esto compete a Sirius también. Es mejor si él también está presente.

—No es cierto... Esto no... Es mi problema solamente —consiguió Remus articular, y Sirius le habría podido creer de no ser porque le temblaban las manos y su aspecto era terrible.

—Ya, pero si has venido buscando un hombro amigo y has terminado con Reg, es porque de verdad podrías contar con ayuda extra —dijo Sirius, que se sentó a un lado de Remus en el sofá de dos plazas y le pidió confiar en él—. Dime qué ocurre.

—Oh, bueno... —Resopló Remus—. ¿Por dónde empezar con este desastre?

Haciendo un tercio silencioso entre ellos dos, Regulus le entregó a Sirius su propia taza de té con whisky mientras éste escuchaba con atención a Remus y a su larga retahíla de quejas respecto a Dora, a sí mismo, y a la pésima situación en la que se encontraban juntos.

—Ya todo iba mal, muy mal, pero nos esforzábamos, ¿sabes? Poníamos de nuestra parte porque Teddy está por nacer el próximo mes y ninguno de los dos proviene de un hogar roto. Queríamos darle a nuestro hijo esa misma ventaja en la vida, pero no podíamos dejar de discutir por las cosas más bobas. Que si pañales de tela o biodegradables, que si amamantar o leche de formula... Mientras fueran peleas por cómo íbamos a criar a Teddy eran parte de un nosotros, de lo que otros padres seguro también pasan durante esta etapa del embarazo, pero luego... —Remus suspiró, y su espalda se encorvó—. No soporto más a Dora, y sospecho que para ella es lo mismo. Dormir a su lado me exaspera, y en las mañanas siempre le doy la espalda. Me cuesta hasta darle los ‘buenos días’, y más veces que no sólo quisiera estar a solas en mi propio espacio. De no ser porque hablamos de Teddy, no tendríamos razón para dirigirnos la palabra en lo absoluto.

Admitiendo en voz baja que él y Dora no podían cohabitar más dentro de los mismos cuatro muros sin desear antes lanzarse la vajilla entera a la cabeza del otro, habían acudido con los padres de ella a un almuerzo, pero lo que empezó como un simple desacuerdo acerca de cuál guardería sería la mejor para Teddy una vez que los dos volvieran a sus empleos de tiempo completo, derivó después en una acalorada pelea por el pasatiempo favorito de Remus.

En sí, Remus se consideraba a sí mismo un maestro de literatura, con clases opcionales para francés de principiantes, algo de metodología, y puede que hasta talleres de redacción, pero maestro a fin de cuentas. Daba lo mismo si tenía ya en su haber varios poemarios, una novela de relativo éxito, y una próxima serie de cuentos infantiles que Sirius iba a ilustrar, porque incluso si la mayor parte de sus ingresos anuales provenía de los adelantos y regalías que su escritura le proporcionaban, él consideraba su tiempo frente a una hoja en blanco lentamente llenándose de palabras como un pasatiempo.

Uno que le absorbía por lo menos una hora diaria, pero un pasatiempo sin más.

Remus así lo veía, como un pasatiempo que era una delicia poder obtener ganancias, pero sobre todo que le servía para organizar sus pensamientos y liberarse de maneras en las que la comunicación verbal no se lo permitía, pero la honestidad había venido con un precio, y muy caro de pagar...

—Dora estaba furiosa porque encontró entre mis archivos una colección de ensayos que he escrito en estos últimos meses. Son sólo, una especie de cartas para Teddy, algunas también para Dora. No pretendía nada escribiendo del proceso de ser padre, de la custodia compartida o... —Remus le robó un vistazo a Sirius—. O de tener puesto el corazón en alguien más durante este periodo de mi vida, pero Dora leyó todo y formó sus propias conclusiones.

—Su culpa —dictaminó Regulus sin ambages—. Ambos acordaron hacer funcionar su relación por el bien de Teddy, pero los dos sabían que de antemano no podía haber expectativas a menos que quisieran también lidiar con la decepción si no lo conseguían.

—No creo que Dora me ame o nada similar, pero... No me guardé nada en esos ensayos. Ahora es más que claro que el periodo de prueba se acabó, y que lo mejor sería tomar caminos separados. Andrómeda estaba devastada, creía que nos iba bien, pero Ted me pidió hablar a solas y... no fueron del todo palabras amables.

Luego volvió a repetir lo que Ted le había dicho, y Sirius asintió para sí, porque en efecto, Remus haría un excelente padre para Teddy, siempre y cuando él y Tonks tomaran la decisión de tomar caminos paralelos donde su único punto de contacto fuera el hijo que engendraron por error, por el que erróneamente se habían forzado a vivir en familia, y al que lastimarían más si por causa de ese mismo error se empeñaban en seguir adelante.

—Tal vez, Moony, tal vez... —Sirius buscó en su interior por un consejo válido, uno que fuera lo mejor para Remus como su amigo antes como su amante, pero sólo entonces descubrió que sin importar cuál de sus dos facetas eligiera para él siempre estaría primero el bienestar de Remus, así que fue honesto.

En honor a su política de sinceridad total, no se fue por las ramas.

—No puedes ser infeliz con Tonks por una hipotética felicidad para Teddy con sus padres viviendo bajo el mismo techo pero sin tolerarse más que por él. No es justo para nadie, tú incluido...

—Es que... —Remus se enjugó un ojo y después el otro—. No soy del tipo de persona que se rinde fácilmente. No cuando hay algo tan grande de por medio.

—Puede que no —intervino Regulus—, pero nadie los acusará a ti o a Tonks de rendirse antes de tiempo, porque más bien lo están haciendo justo a tiempo.

—Uhm, quizá...

Con la vista de Remus alicaído y a punto de entrar en un estado catatónico en el que la reflexión sería su única ocupación, Sirius le sugirió pasar la noche en su piso, y ante las protestas murmuradas de Remus, le aclaró que ponía a su disposición el cuarto de invitados.

Remus acabó por aceptar, y con pasos torpes por el whisky que Regulus le había suministrado, pasó a ocupar la habitación de huéspedes de Sirius.

Esa noche se retiró temprano a dormir, y en la mañana que llamó Sirius a su puerta descubrió éste que Remus ya se había marchado sin despedirse.

Sobre la almohada, sólo había una corta nota:

 

“Tengo mucho por pensar,

una decisión a tomar,

y un tiempo límite.

Yo te contactaré a ti.

RJL.”

 

Que ahí donde Remus pidió sólo tiempo, Sirius también le dio el espacio.

 

Por James fue que Sirius se enteró que Remus volvió con Tonks al piso que compartían, aunque fue Lily quien le confirmó que Remus ahora dormía en un futón puesto en el cuarto del bebé.

—Tonks le permitió quedarse, al fin y al cabo él paga la mitad de la renta y también de las facturas, pero no tengo la impresión de que estén juntos —le confió Lily a Sirius a finales de marzo, y éste se abstuvo de comentarle que tenía esa misma idea.

Por principio, ni Sirius buscó a Remus ni Remus hizo lo mismo con él, pero el flujo de información permaneció gracias a sus amigos, así que Sirius continuó trabajando en las ilustraciones del cuento que iban a publicar juntos con la editora, y Regulus también le sirvió como un puente de conexión al el ir él de visita con su prima Andrómeda y obtener de ella las últimas novedades respecto a la infeliz pareja.

—No lo oíste de mí, pero Andy cree que en este punto lo mejor es que Tonks y Remus tomen caminos separados y permitan a Teddy crecer lejos de un hogar conjunto.

—¿Y Ted, qué piensa él?

—Que Remus no es un mal tipo, pero que será un idiota si no piensa en sí primero antes que en los demás. Creo que se refería incluso a Teddy...

—Mmm, puede ser.

Sirius no indagó más al respecto, y en su lugar aceptó de la editora de Remus un pequeño encargo para ilustrar unas tarjetas conmemorativas que la editorial planeaba adicionar como extra en el trabajo de otro autor. Sirius le escribió a Remus un correo preguntándole si no le molestaba, y éste lo animó a expandir su carrera como ilustrador, así que Sirius así lo hizo y el resultado final fue muy de su agrado y del de Jean-Pierre, quien era el autor en cuestión y viajó a Londres sólo para conocerlo y agradecerle en persona su trabajo.

En celebración, él y Sirius salieron a cenar y después tuvieron un extraño momento en el bordillo de la acera al momento de abordar un taxi, donde Jean-Pierre estuvo a punto de besar a Sirius y éste de permitírselo, pero al final se impuso el recuerdo de Remus y el roce de sus bocas no se concretó.

Sirius le agradeció la velada, y tras despedirse de Jean-Pierre con un simple apretón de manos, caminó de vuelta a su piso con la cabeza gacha y el corazón pesado.

Y en todo momento, Remus ocupó sus pensamientos.

 

Teddy nació casi tres semanas después de la última vez que Sirius viera a Remus cara a cara en su piso. Un saludable bebé que pesó 3 kilos 800 gramos y midió 54 centímetros. Parto natural, donde Remus sostuvo la mano de Tonks y después la besó en la boca cuando el primer alarido de Teddy marcó su nueva existencia en el mundo.

Un detalle que Sirius escuchó a primera hora de la mañana cuando Remus le llamó por teléfono para notificarle el nacimiento de su primer hijo, y que después vino acompañado de una larga pausa cargada de expectación.

—Sirius...

—¿Uh?

—He tomado una decisión.

—¿Moony?

—¿Podría verte? Estaré en el hospital hasta tarde, y probablemente me quede a pasar la noche, pero después...

—Me gustaría conocer a Teddy —dijo Sirius—, y también ver a Tonks.

—Oh, Dora y Teddy están bien. Por supuesto que puedes venir también —dijo Remus—, aunque...

—Entiendo.

—Ok.

—Ok. Entonces... ¿Hasta más tarde?

—Sí.

Y luego la expectación.

 

Sirius se apareció en el hospital con flores para Tonks y un oso Teddy para Teddy, que envuelto en mantas y con los ojos cerrados, guardaba más un parecido con un pequeño alien sin apenas cabello que con cualquiera de sus padres, y aunque por principio Sirius se resistió a cogerlo en brazos, después le costó horrores devolvérselo a Tonks.

—Es... Wow —musitó con arrobo, un tanto sorprendido por la conexión instantánea que había sentido con el bebé, y que hasta ese momento sólo le había ocurrido antes con Harry.

Después Tonks pidió privacidad para amamantar a Teddy, así que el grupo de visitantes se dispersó y él y Remus tuvieron su charla al lado de la máquina de café que se encontraba en la sala de maternidad.

—Dora y yo hablamos de, pues, nosotros. Fue casi gracioso cómo nuestra conversación se extendió durante los dolores de parte y después casi hasta el nacimiento de Teddy, pero ambos coincidimos en que no podíamos seguir así. Ella me dijo que no me amaba y que ya no se sentía atraída hacia mí, pero que tampoco me odiaba. Yo... le hablé de ti, y de lo que vivimos antes de que te marcharas a los Estados Unidos. Según Dora, no fue del todo una sorpresa saber de mis sentimientos por ti, aunque sí enterarse de que teníamos historia juntos... Me preguntó si alguna vez nosotros... Mientras ella y yo estuvimos como pareja... Y le dije la verdad, que no. Que por respeto no habíamos cruzados esa línea desde que volviste.

—¿Te creyó?

—No lo sé. Es casi demasiado bueno para ser real, incluso si es la verdad. En todo caso, acordamos en ser ante todo los padres de Teddy, y después amigos.

—Oh, vaya...

—Todavía viviremos juntos una temporada, al menos mientras siga vigente el contrato de arrendamiento del piso y cada uno encuentra un sitio para mudarse, pero tendremos habitaciones separadas. Después ya veremos, y...

Sirius se atrevió a permitir que las comisuras de sus labios se curvaran un poco hacia arriba.

—Luces relajado.

—¿La verdad? Siento como si un enorme peso de hubiera levantado de mis hombros. No suponía que ser padre fuera esto, pero no puedo quejarme.

—Me alegro por ti, por ustedes... —Dijo Sirius, que indeciso si era o no el momento adecuado, decidió ir por todo—. ¿Puedo besarte?

Que para el caso, Remus se le adelantó y unió sus bocas en un beso.

Al que siguió otro.

Y otro.

Y otro.

Y otro más.

Y después una promesa implícita de empezar una vez más.

Esta vez con toda la formalidad del proceso.

 

~1 año, 3 meses y algunos días después~

Decir que Sirius y Remus habían tenido un año cargado de emociones, cambios, nuevos arreglos y promesas habría sido quedarse cortos...

—Wow, pero si son Sirius Lupin y Remus Black —les chanceó James en la puerta de su hogar, dándole la bienvenida a dos de sus mejores amigos y al hijo que ahora tenían en común y que no era otro más que Teddy en brazos de Sirius—, y sólo han llegado tarde a la fiesta de Harry por treinta minutos. Todo un récord.

—Apártate, Prongs, a menos que quieras lidiar con el pañal sucio y repleto de Teddy —dijo Sirius, que consiguió así para él y Remus un pase directo al segundo piso para poder encargarse de aquel maloliente incidente.

—¿Necesitas mi ayuda? —Se ofreció Remus.

—Nah —replicó Sirius—. Ya sabremos Teddy y yo apañárnoslas sin ti.

Y en verdad que así era, pues a partir de enero de ese año era que Sirius había cedido su puesto como cabeza de las empresas Black a su hermano Regulus, y aunque éste seguido lo consultaba antes de tomar decisiones grandes o invertir los beneficios en otras áreas, ya no tenía que asistir cada mañana a su oficina ni tenía a su cargo a nadie más que a sí mismo. Y bueno, a Teddy, a quien dejaba un par de horas de la mañana en la guardería mientras se dedicaba a sus ilustraciones y después recogía para pasar con él la tarde mientras Remus cumplía con sus horarios en la universidad.

Costaba creer lo bien que se habían acoplado a vivir juntos luego de que el contrato de Remus y Tonks hubiera llegado a su fin a finales del año anterior, y en un principio Remus había dudado bastante en la propuesta que le hizo Sirius de mudarse con él a su piso, pero había acabado aceptando y no por las razones que cualquiera habría supuesto en un inicio, pues con Remus se sumó Teddy, y Sirius les abrió las puertas de su piso a ambos.

Por supuesto, no era así como Sirius y Remus habían planeado que fuera cuando abril nació Teddy y juntos decidieron darse una oportunidad real en su relación, pero a la vuelta de más de un año no cambiarían nada de su camino recorrido porque ello implicaría perder a Teddy, y en lo que a ambos respectaba, era su hijo, y no había vuelta atrás.

Luego del parto, Tonks había sufrido primero complicaciones por sepsis en donde Remus se encargó por completo de Teddy durante sus primeras dos semanas de vida, y después una depresión post-partum en donde Andrómeda y Ted Tonks tuvieron que intervenir para echarles una mano y darle un poco de orden a sus vidas, aunque sin mucho éxito.

Si bien Tonks consiguió superar esa primera etapa de desapego instintiva hacia Teddy, con el paso de las semanas y luego de los meses pronto se hizo evidente que no podía esperarse de ella un papel maternal tradicional, y aunque acudió a terapia y por sí misma se forzó a dar más de sí, para cuando Teddy tenía seis meses Tonks declaró que seguir adelante con ese embarazo había sido su peor error.

—No es como lo imaginé, sino diez veces peor y... Definitivamente, no para mí —le confesó a Remus en una ocasión, la voz carente de inflexiones y entregándole a Teddy en brazos—. No estoy hecha para ser madre, no como Teddy me necesita, así que no lo haré.

Y no lo hizo. Su puesto lo suplió Remus con un poco más de dificultades de las que había previsto como padre soltero, pero entonces Sirius ocupó oficial y abiertamente el puesto de segundo padre, y la transición, aunque no exenta de baches y tropiezos, funcionó. Tonks firmó una cesión parcial de sus derechos como madre para que Remus pudiera fungir como principal figura de autoridad para Teddy, y con ese documento en mano y tras prometer a los Tonks que eran libres de ver a Teddy y pasar tanto tiempo como quisieran con él, se mudó con Sirius a su piso en calidad de compañero de piso.

Eso último, igual que su amistad cuando se conocieron, duró poco menos de veinticuatro horas cuando Remus se escabulló del cuarto de invitados a la recámara de Sirius y acabaron por hacer el amor con abandono.

El resto de los siguientes meses había sido aclimatarse a la convivencia diaria. Para Remus la publicación de un poemario, su cuento infantil y el primer volumen de tres que se contemplaban de sus ensayos acerca de la paternidad accidental, la búsqueda de la propia identidad y el encuentro del amor con un viejo amante del mismo sexo mientras criaba a su hijo, y que salieron a la venta con buenas cifras y excelentes críticas que lo catalogaron como un escritor polifacético y con grandes posibilidades de éxito. Para Sirius había sido dejar su trabajo de oficina y centrarse en su faceta de artista con encargos propios y una agenda apretada para la cual no tenía inconvenientes en cumplir. El adicionar a Teddy como hijo propio no había hecho nada más que sumar a su felicidad compartida, y aunque no todo había sido dicha absoluta con las idas y venidas erráticas de Tonks, que acudía a visitas programadas con Teddy pese a no mostrarse muy entusiasmada no faltaba a ninguna, se las arreglaron para salir adelante.

Tan convencidos estaban de poder conseguir para sí una vida familiar inigualable, que Sirius y Remus no tardaron en hablar de matrimonio, y como fecha eligieron el mismo día en que se habían conocido en casa de los Potter como su aniversario oficial. Como padrinos, tuvieron Sirius a James y Remus a Regulus, además de contar con la selecta presencia de los Tonks, los Potter, y un par más de amistades cercanas con las que brindaron y después se retiraron temprano porque Teddy estaba cansado y la luna de miel estaba programada para después.

—Ha sido un año de lo más cargado, ¿eh, Teddy? —Le habló Sirius al bebé mientras le cambiaba el pañal sin apenas dar muestras de asco por el contenido pastoso del que le limpiaba, pero luego de más de un año de eso y con suficiente práctica en su haber en todas las tareas ingratas de la paternidad, le era más fácil rememorar los buenos momentos y olvidar esos otros, como el que estaba viviendo.

O casi. Pues entonces Remus se le sumó, y tras besarle en la nuca, le confirmó que Harry preguntaba por su padrino y moría de ganas por verlo.

—¿Crees que le guste el regalo que le he traído? —Preguntó Sirius con un dejo de ansiedad, pues Harry estaba creciendo, y aunque nunca había tenido quejas de los obsequios que le daba su padrino, éste todavía tenía serias dudas acerca de su elección.

—Claro que sí. Puede que un videojuego de Quidditch no haya sido lo que yo pidiera para mi cumpleaños, pero Harry seguro que lo apreciará.

Sirius suspiró. —James quería que Harry jugara rugby como él, pero los críos sin diferentes ahora a como fuimos nosotros de niños.

—Oh, a Harry también le gusta el rugby. Quizá no con la misma intensidad que James a su edad, pero dale tiempo. Él también es su propia persona y tiene derecho a sus propios pasatiempos.

—¿Como el Quidditch?

—Exacto, como el Quidditch, sin importar que sea un deporte ficticio.

—Tendremos que recordar esta conversación para cuando Teddy crezca y sea su propia con intereses diferentes a los tuyos o los míos.

—Pero si apenas está aprendiendo a decir sus primeras palabras —dijo Remus, que levantó a Teddy de la cama en la que Sirius le había cambiado el pañal y lo abrazó contra su pecho—. Todavía falta tiempo antes de que tenga sus propias opiniones.

—No sé, Moony —le chanceó Sirius—. Teddy no parece tener el mismo gusto que nosotros por las calabazas con queso para la cena.

—Ya, pero su voracidad por la papilla de brócoli lo compensa, así que...

—¡Pa-foo! —Dijo Teddy, que todavía sin haberse pronunciado en una palabra oficial, solía llamar a Sirius por su apodo, o al menos por un vocablo que se le asemejaba.

—Te llama —le tendió Remus a Sirius el bebé, y con gusto recibió éste a Teddy en brazos, que se abrazó a su cuello y le plantó un beso en la mandíbula—. ¿Debería sentirme celoso porque Teddy parece quererte más que a mí?

—No, porque ahora mismo soy su favorito, pero más tarde que le compartas de tu chocolate lo serás tú.

—Suena justo —dijo Remus, que se acercó a Sirius y lo besó en los labios con Teddy de por medio y haciendo ruidos de gusto porque tenía a sus dos padres y a su edad nada era mejor que eso.

Y también lo era para Sirius y Remus, que volvieron a besarse, y en sincronía pensaron que nada podía ser mejor en sus vidas que más momentos como ése.

Que por todo lo que se amaban, tenían por delante sólo felicidad.

 

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Notas finales:

Ah, y final Wolfstar porque no podía ser de otra manera :3
Ya que han llegado al final, ¿qué les pareció la conclusión de estos dos fics? Su opinión siempre me interesa y me mantiene escribiendo~
(Y por cierto, la semana entrante ya hay fic nuevo en miércoles. Estén preparadas~)


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