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Huida nuclear por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que lo disfrute...

“Sólo quiero decirte que tus congeladores espaciales…” Zaphiri rodó los ojos. Siempre que su esposo e Itia se encontraban en la cafetería, la tercera guerra mundial estallaba. Y como tener una discusión de entretenimiento en la cena nunca era divertido, el programador cogió el control remoto del único televisor del salón, encendiéndolo para darles algo más a todos que ver que a su marido haciendo el ridículo.

“Tus manías de Star Trek…”

“Amante de Han Solo…”

“Spok de…”

“Harry Potter…”

“¡OH, MI DIOS!” el grito del informático hizo que las personas reunidas en la sala volvieran la cabeza hacia él. Incluso las dos personas que se encontraban peleando. Por desgracia para todos, la reacción del peliazul no era exagerada. Los programas en las cadenas de televisión habían sido interrumpidos para dar la noticia de un ataque de los Estados Unidos de América contra muchos países. Un ataque nuclear.

“Zaphi… Zaphi, tranquilo, no fue aquí, no fue aquí” Krest inmediatamente volteó su atención hacia su marido, quien parecía al borde de las lágrimas. Pero el hombre no dejaba de llorar. No podía hacerlo, porque sabía la verdad. En menos de un día se dio la noticia de que Korea y otros países responderían a la agresión con más agresión. Y, por desgracia, la agresión también iría en contra de cualquier aliado de Estados Unidos. Como Europa. Inmediatamente comenzaron los bombardeos nucleares, golpeando sitios densamente poblados. Aunque, por suerte, no dispararon en los sitios cercanos a la universidad.

Y los bombardeos no fueron lo único que empezó. Los hospitales se llenaron de gente contaminada con radiación, haciendo que los doctores tuvieran una sobrecarga de trabajo. Incluso especialistas como Lugonis y Luko fueron sacados de su quirófano para ayudar a los miles de pacientes con quemaduras por radiación. Se pasaban horas tratando heridas con Yoduro de potasio, corriendo sábanas sobre cara y cosiendo cuerpos.

Pronto se dieron cuenta en todas partes que esta guerra no iban a poder ganarla sin medidas especiales. Es más, que quizás nadie saldría ganando, sólo peleaban porque ningún sitio quería ser el primero en ceder. Por eso comenzaron a enviar a los soldados y a los lugares no afectados ese tipo de medidas en un tipo de sustancias llamada promicina, que al parecer te ayudaba a metabolizar la radiación.

“Auch” Hakurei fue el primero en ser inyectado. Como miembro de un equipo de científicos enfocados en física, blindaje y otras cosas como esas que le interesaban al gobierno, tuvo prioridad a la hora de recibir el medicamento. Le dolió el hincón, pero era un precio bajo a pagar por seguir vivo. Aunque… la razón real por la que le dolió fue que… estaba preocupado por otra persona. “¿Quién sigue?”

“Yo” se apresuró Sage. Mientras su hermano se sentaba y exponía su hombro, su gemelo observó con nerviosismo la caja llena de inyecciones de promicina, listas para ser repartidas entre los miembros de la institución. Al menos, aquellos que quedaban, porque muchas facultades habían cerrado por culpa de la guerra.

“Sujétenlo bien, agentes, porque se mueve demasiado. No querrán desperdiciar ni una sola gota de esa bonita formula, ¿verdad?”

“Por supuesto que no” su hermano lo miró con cara de pocos amigos, pero los agentes consideraron la medicina demasiado importante para no seguir su concejo. Mientras ellos lo sujetaban, el gemelo mayor, rápido como una serpiente, cogió una de las jeringas llenas de promicina. Escondiéndola entre sus ropas, salió del laboratorio con la excusa de ir al baño. Caminó entre los ambientes vacíos de la universidad, dirigiéndose a un lugar en específico.

La facultad de música había cerrado por no ser considerada útil para el esfuerzo de guerra, pero todavía había un alumno que se colaba de vez en cuando a tocar su flauta en el gran auditorio. El sueño de Avenir no había podido hacerse realidad, ya que la orquesta de Viena también cerró, aunque no por eso se desanimó. Siguió practicando, incluso quiso volver al escuadrón de pilotos con los que había entrenado, más un viejo rival se lo impidió. Sólo se mantenía en pie por Hakurei… sería siempre el escudo de Hakurei, hasta que muriera por radiación.

“¿Avenir?”

“Ah, hola, Hakurei” el flautista se detuvo, quitándose la flauta de la boca. No tuvo ocasión de decir algo más, porque el gemelo lo agarró del brazo, arrastrándolo por los pasillos hasta el hospital que tenía montado la facultad de medicina. “Espera, ¿Qué diablos estás haciendo? ¿Por qué venimos aquí?”

“Hay algo que tenemos que hacer” antes de que lo supiera, el chico había sido metido casi a la fuerza en uno de los cuartos de vacunación junto con su novio. Pronto entró un joven estudiante, uno que le debía un favor a Hakurei. Este le pasó una jeringa que llevaba escondida y se la pasó.

“¿Qué se supone que es eso?”

“Nada, sólo unas vitaminas que te ayudarán con la desnutrición” el médico le lanzó una mirada torva, pero no dijo nada. Simplemente le aplicó el suplemento antes de irse. Al principio, Avenir no entendió, pero pronto se dio cuenta de lo que realmente estaba pasando. Las personas a su alrededor comenzaron a morir de envenenamiento por radiación mientras él estaba bien. No supo cómo manejarlo.

“Esa cosa que me inyectaste” se enfrentó a Hakurei después de pensarlo un poco. “Era promicina, ¿verdad?” su novio no respondió, mirando el suelo arrepentido. “¿Tienes idea de lo que has hecho?” preguntó, incrédulo. Ya no reconocía a la persona que tenía delante. “¡Le has quitado la medicina a otra persona para mí! ¡Es como si yo le hubiera robado la vida a otro! ¡Prácticamente lo he…!”

“¡Sí, pero ¡qué querías que hiciera!” gritó el chico, llorando. “No podía perderte… simplemente no podía perder a nadie más” se limpió las lágrimas con brusquedad. “¿Quieres saber a lo que me enfrentaba? Sólo tienes que mirar a Sage para saberlo. Su novio marchó al campo de batalla, regresó unos días hace una semana para estar con él y a los tres días de marcharse ya estaba muerto. He tenido que levantarlo del piso prácticamente a la fuerza. ¿Eso es lo que quieres para mí?”

“No, yo…”

“Recuerdo lo que me dijiste” siguió el gemelo. “Dijiste que siempre serías mi escudo, ¿no?” su voz sonaba sombría. “Que me protegerías de todo”

“Lo sé, eso quiero, pero…”

“Por favor, aunque sea por mí… sigue viviendo para ser mi escudo” lo abrazó de repente. Haciendo que él pusiera los brazos alrededor de él, sintiéndose culpable. ¿Cómo podía quejarse de estar vivo cuando todavía tenía cosas que hacer? Demasiado, demasiado pendiente. Y no podía dejar sólo a Hakurei, no en este momento. “Te amo”

“También te amo” respondió, apretándolo. “Es sólo que… pienso que la persona a la que le quitaste la promicina podría haber sido más útil que yo en este momento.”

“¿Quieres sentirte útil? ayúdanos a probar nuestro blindaje. Así podremos terminar con esto antes de que todo colapse. Si es que todavía no es demasiado tarde”

-En el estudio del decano, unos meses después-

“Es un proyecto conjunto con Estados Unidos” les informó un hombre del gobierno a los dos científicos presentes. Itia y Krest se miraron con desagrado, sin querer trabajar el uno con el otro. “Tenemos poco, doctores. Sabemos que con la actual situación, la tierra tardará años en recuperarse del desastre. Nosotros nos extinguiremos antes de que eso pase.”

“Sí, pero… ¿Qué tenemos nosotros que ver con eso?” preguntó el francés, evitando con la vista a su competidor. “Dudo que podamos hacer algo contra la radiación con tan poco tiempo.”

“Pero pueden ayudar a escapar” señaló el hombre, abriendo sus files. “Creemos que su blindaje es el único que puede ayudarnos a permanecer en órbita el tiempo suficiente, doctor Klímaca” durante un segundo Itia se sintió en el cielo. Su proyecto era clave. ¡Por fin le había ganado a Krest! “Por otra parte, aunque huyéramos a estaciones espaciales, no podremos reunir los recursos suficientes para sobrevivir el tiempo suficiente hasta la recuperación de la tierra. La criogenia es la única salida que tenemos, doctor Verseau.”

“Ha” le espetó el francés.

“Alguien ya está trabajando en la infraestructura y los componentes para las naves, pero… tendrían que adaptar sus proyectos” el agente parecía muy preocupado. “A cambio de sus servicios, sus equipos y ustedes tendrán reservados unos espacios en la nave de escape.”

“Así que… a cambio de colaborar con este tipo, podré sobrevivir a un apocalipsis nuclear probable” Itia le echó una mala mirada al otro. “¿Qué dices, Verseau? Estoy dispuesto a trabajar contigo y soportar tu enorme ego si tú también lo estás.”

“Olvídalo, yo no” se levantó el menor, con veneno en los ojos. “Prefiero que me mate la radiación a soportarte a ti y a tus referencias a Han Solo por siquiera un segundo.”

“Puedo dejar de hablar de Han Solo…”

“¡Deja de hacerlo, entonces!” se fue, dando un portazo. Lo que él no sabía es que el apocalipsis nuclear era mucho más terrible y real de lo que imaginaba. Un hacker acababa de conseguir códigos de las estaciones nucleares de muchos países e iba a desatar el Armagedón. Pero eso no iba a pasar hasta dentro de un tiempo. Por el momento, Krest Verseu simplemente se fue a su casa, donde su esposo lo esperaba. “Hola, Zaphi, yo… ¿estás llorando?”

“¿Qué? Ah, sí, llegaste temprano del trabajo” el programador se levantó del sofá, donde se había acurrucado tras regresar del médico. Desde hace una semana que sentía mal y había ido para descartar envenenamiento con radiación a pesar de haber recibido una inyección de promicina. Las noticias lo sacudieron más de lo que quería admitir. “¿Te fue bien?”

“Bueno, algo así, supongo” se quitó el saco, acercándose a él. “Me ofrecieron un proyecto para ayudar a algunos a escapar al espacio mientras pasa la radiación. Es conjunto con un equipo científico de los Estados Unidos, justo el mismo país que ha causado este embrollo” Zaphri gruñó para hacerle entender que lo escuchaba. “Pero tendría que trabajar con Itia, así que…”

“Espera, ¿Qué? ¿Lo rechazaste sólo porque vas a tener que trabajar con ese tipo? ¿Es que eres imbécil?” esta respuesta sorprendió un poco al científico que no estaba acostumbrado a que le hablaran así. “Mañana mismo vas a ir a la oficina del decano y decirle que aceptas, ¿me entendiste?”

“¡NO!” se levantó el francés, mirándolo incrédulo. ¿Desde cuando Zaphiri siquiera intentaba ser la voz de la razón? “¿Por qué tendría que soportar a ese idiota? Dame una simple razón por la que…”

“¡Porque estoy embarazado, maldición!” el griego saltó, gritando a todo volumen. La respuesta dejó helado al científico, que hizo una cómica imitación de un pez. “Fui a la clínica esta mañana y me dijeron que… que era un efecto secundario de la promicina, que no era el único… pero… pero…” se tapó la cara, mortificado. “No esperaba esto. Sé que dije que quería un bebé, pero yo…”

“Ehhh…” finalmente se recuperó lo suficiente para decir algo. “¿Felicidades?”

“Sí, felicidades. Felicidades a nosotros por ser lo suficientemente tontos como para traer a un niño a este infierno” espetó, sumamente enojado. “Krest, no voy a permitir que mi bebé crezca en un lugar como este, lleno de radiación y pobreza y… y…” respiró hondo. “Si no aceptas trabajar en ese proyecto por las buenas, entonces ayúdame, porque te arrastraré de las orejas a aceptar.”

“Yo… bueno… yo” su esposo no se quedó, yendo a su cuarto, cerrando la puerta de un golpe. El francés cayó en el sofá, sin saber qué hacer. No estaba preparado para ser padre, tampoco había tenido una figura paterna para tener como ejemplo ni la confianza para poder hacerlo bien, pero ahora que tenía un hijo en camino… ¿Qué sentía? Sólo llevaba minutos conociendo la existencia de ese pequeño y ya lo amaba. Simplemente así. No podía perderlo por vanidad. Corrió a la universidad, sabiendo que Itia y su nuevo amigo estarían todavía ahí. “Acepto”

“¿Ehhh?”

“Que acepto, haré lo que sea necesario para llevarnos al espacio” declaró, agitado. “Siempre y cuando ustedes cumplan su palabra y saquen a nuestras familias de aquí”

“Muy bien, lo pondremos en contacto con sus colegas en Estados Unidos ahora mismo” señaló el hombre del gobierno, feliz porque hubiera cambiado de opinión. “Por cierto, todos ustedes tienen inyecciones de promicina, ¿verdad?”

“Pues claro” entonces se le ocurrió algo al francés. “Sólo por curiosidad, ¿cómo se elegirá a los pasajeros de las naves? Sé que van a necesitar fondos del sector privado, más…”

“Se hará un sorteo para decidir entre todas las personas aptas quienes viajan y quienes no. Por supuesto, muchos puestos en las naves serán cubiertos por científicos, contribuyentes… otras personalidades importantes, pero la mayoría serán elegidos así.”

“¿Una tómbola? ¿En serio?”

“¿Conoce alguna otra manera justa de hacerlo?”

“No es del todo justo” replicó antes de irse. Agradeció haberse salvado y a Zaphiri de ese perverso juego de azar. Ellos sobrevivirían. Mientras pensaba eso, su rival se le acercó, poniendo una mano en su hombro. El menor le lanzó una mirada envenenada. “¿Qué quieres ahora?”

“Nada, sólo que… tú ni siquiera quieres dirigirme la palabra, ¿Por qué de repente aceptas trabajar conmigo?” Itia no lo soltó cuando intentó zafarse. “Vamos, quiero saber. Y si vamos a trabajar juntos, debo entender tu motivación…”

“Zaphiri está embarazado” le respondió, quitándoselo de encima. “Valoro más su vida que mi ego, al bebé también, así que… voy a soportarte por ellos.”

“Oh, woow… felicidades”

“Gracias” respondió, marchándose. No miraría atrás, porque si lo hacía estaba perdido…

-Unos meses adelante-

 “No lo entiendo, mi equipo ya tiene sus chips de abordaje” dijo Itia a los agentes. Recientemente, algunas de las personas seleccionadas en los sorteos habían sido declaradas no aptas al revisar sus historiales de enfermedad. Sus chips fueron inhabilitados y ahora habían al menos cien cápsulas libres… cien personas que podrían salvarse. Y Hakurei era la única persona que estaba escuchando aparte del doctor.

“Ya lo sabemos, sólo queríamos confirmarlo antes de repartir los nuevos. Para que nadie que haya participado en la investigación se quede sin su justa paga” respondió el agente. El estudiante reconoció la oportunidad cuando salieron, discretamente yendo detrás de ellos. Los atajó cerca de la salida de la facultad, sorprendiéndolos. “¿Sucede algo?”

“Sí, la verdad” respondió, tratando de parecer encantador. Por dentro, le remordía un poco la conciencia, sabiendo que le estaba arrebatando la posibilidad de escapar a alguien, pero eso no importaba. No si conseguía mantener a su amado a salvo. “Es que uno de los miembros del equipo no ha recibido su chip.”

“Que extraño, el doctor nos acaba de decir que todos lo recibieron”

“Bueno, es que… su participación en la investigación fue limitada, pero crucial. Además, creo que él pensó que ya había recibido el suyo” les sonrió. “Puedo asegurarles de que está completamente sano. Deben ser capaces de comprobarlo, tiene registro militar.”

“¿Registro militar?” uno de los hombres sacó su tableta. “¿Nombre?”

“Avenir Natchios” respondió, sabiendo que, con la ayuda de Zaphiri, el piloto llenaría los requisitos sin problemas. Fue una suerte que el hacker le debiera una, muy a su pesar. “Fue nuestro piloto de pruebas. Gracias a él podemos asegurar que el blindaje va a funcionar.”

“Es un excelente registro en el corto tiempo que estuvo” el peliblanco respiró aliviado, sabiendo que el informático había hecho lo suyo y borrado del historial de su novio las quejas falsas de ese rival que no le permitió reenlistarse. “Está bien, tráelo. Vamos a insertarle el chip ahora mismo.”

“Muchas gracias” corrió a la facultad de música, donde Avenir se encontraba practicando. Lo arrastró hasta la de ciencias, donde un confundido flautista recibió la noticia de que estaba oficialmente invitado a unirse a la tripulación congelada de las naves.

“¿Qué hiciste?” preguntó en voz baja a su novio, pero ya no había marcha atrás. Mientras lo esperaban, los agentes habían cargado sus datos en la computadora como uno de los futuros supervivientes de la tierra. Incluso estaban en el chip.

“La mano, por favor” él la estiró, tragándose sus réplicas. Dudaba que tuvieran tiempo para programar otro chip y también que escucharan lo que tuviera que decir en ese punto. Vio cómo desinfectaron su mano con alcohol y le metían la jeringa en la piel con una expresión neutra. Ahora era oficial. “Preséntese en la universidad dentro de una semana. Lleve con usted sólo una maleta pequeña con lo necesario.”

“Gracias” tomó a Hakurei y se marchó de ahí, enojado. “Ahora dime, ¿Qué demonios hiciste?”

“También eras parte del equipo, te merecías venir”

“Por Dios, Hakurei” lo soltó, derrumbándose en el sillón de su pequeña casa. “No tenías derecho a quitarle a alguien su chip. Estas cosas” señaló la bandita que cubría su propio chip. “son actualmente la diferencia entre la vida y la muerte. Y no tenemos derecho a quitárselos a…”

“¡Te lo merecías! ¡Mucho más qué otros!” el otro finalmente estalló. “Por el amor de Dios, ¿qué tienes en contra de vivir? ¿Acaso quieres dejarme sólo?” cayó a su costado, abrazándose. “¿Tanto te desagrado que quieres abandonarme?”

“No es eso, es que… yo no… hay otros que podrían dar mucho más que yo y creo que se lo merecen más que alguien que pasó la guerra tocando una flauta y volando cohetes falsos en un videojuego.”

“Haz hecho más que cualquiera, gracias a ti esas naves podrán ir a órbita sin falla” declaró el menor, mordiendo su labio. “Sólo… acepta que tienes que vivir. En lugar de ser el escudo de todos, sé el mío, solamente el mío” se dejó caer contra él. “Por favor, deja de hablar de eso y quédate conmigo.”

“Yo… ¿acaso alguna vez piensas en algo que no sea salvarme la vida?”

“No” sonrió. “Y ¿sabes por qué es eso? Porque te amo”

“Yo a ti también” se quedaron el resto del día ahí, sentados, pensando en cómo pasarían sus últimos días antes del fin del mundo.

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Por cierto, ¿ya saben quién va a ser el primer bebé nacido tras el fin del mundo? Supongo que todos ya lo intuyen. Bueno, el caso es que la historia no se centra en él, pero luego va a tener una importancia clave. El próximo es el último capítulo, ¿qué van a querer ver ahí? ¡Review!


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