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Hasta que vuelva por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Escribo por gusto y amor a la pareja, sin más ánimos de lucro que un par de comentarios :)

1.- Just be good 'til I get back

 

Why? Why?

Switching into airplane mode again

We're not alright but I'll pretend

Press my cheek against the glass

Just be good 'til I get back

The ground disappears

I hold back the tears

I check my phone to see your face

Staring back as if to say

Don't worry, you won't be lonely

Why won't you love me?

Why won't you love me?

5 Seconds of Summer - Why Won’t You Love Me

 

-... se les informa a los pasajeros que el descenso está por iniciar. Les rogamos abrocharse cinturones y colocar asientos en vertical para un exitoso aterrizaje.

«Y aquí viene», pensó Sirius al experimentar el tirón en el ombligo que indicaba que el avión estaba perdiendo su posición horizontal y se lanzaba a tierra.

De vuelta en Cardiff, de vuelta con Remus y Teddy... Y el pesar en su corazón opacó cualquier otra sensación.

 

***

 

Sentado a solas en una mesa para dos de un bar alternativo en Cardiff, Sirius consideró que su misión del día estaba completa.

A medias.

La primera parte había incluido un vuelo desde Londres a primera hora de la mañana para estar a mediodía en la sucursal que Potter-Play tenía en Cardiff para presentar un nuevo set de figuras basados en la más última película de Perry Hatter y asegurar así la primicia de ventas en aquella región. No en balde Sirius era el mejor representante de ventas con los que Potter-Play contaba, pero como mejor amigo del hijo del dueño fundador era su papel demostrar que el puesto que ocupaba entre los altos mandos de la empresa había sido ganado a pulso y no por simple nepotismo.

La segunda parte para hacer de su día uno magnífico incluía el bar en el que se encontraba, y la compañía que esperaba conseguir para el resto de la noche si es que jugaba bien sus cartas para convencer a alguien de cumplir ese papel.

Entre marcharse a su hotel a esperar el vuelo que como más temprano su secretaria Mary sólo había sido capaz de conseguirle en la tarde (y ni hablar de viajar en carretera, su logro del día merecía más que eso) o salir en búsqueda de compañía para celebrar la primicia de ventas que había conseguido, Sirius había optado por la segunda opción.

Así que ahí estaba él, en El Grim, un bar que por el nombre le traía demasiadas reminiscencias a Grimmauld Place y a la vida reprimida que había vivido los primeros dieciséis años de su vida con sus padres, pero que decidió ignorar cuando a su lado pasó una criatura de asombrosos ojos azules que le dedicó una mirada de interés y lo hizo decidirse.

A sabiendas de lo que buscaba en aquel lugar, Sirius se había hecho de una copa y un asiento, listo para examinar a sus alrededores y hacer su elección.

En una esquina, el chico de los ojos azules ya había encontrado pareja y a Sirius no le importó descartarlo cuando dos mesas a su derecha encontró otro prospecto, esta vez un crío que apenas parecía tener edad suficiente para estar ahí y que por su porte daba la impresión de tener excesiva confianza de sí mismo.

—Bah, paso —masculló Sirius para sí, pues a sus treinta y tres años ya no le iba tanto el rollo de buscarse muchachitos y quería mejor un hombre de su edad.

En su lugar buscó por alguien dentro de su rango, y su mirada se topó con un grupo de hombres que más bien se asemejaban a la edad de su Padre si es que éste no hubiera muerto de un infarto años atrás, por lo que Sirius apuró su trago y denegó para sí mismo ir en aquella dirección tan nefasta.

Tal vez acudir a ese bar no había sido la mejor de sus ideas y cuanto antes se retirara mejor. En el hotel ya tendría su móvil para buscar porno y su mano para hacerle toda la compañía que pudiera necesitar, pero al mirar a la barra con interés por un último trago se encontró con una figura que no había estado ahí minutos atrás, y que de buenas a primeras le satisfizo en todos sus requisitos.

—Hey —dijo como saludo al pararse a un lado del objeto de su interés, y éste respondió con un saludo similar.

Sirius evaluó su aspecto con ojo crítico, desde los pantalones simples hasta el suéter anodino que para nada iba con la escena de un bar alternativo. Incluso él había hecho un esfuerzo al cambiarse piezas de su traje, sustituyendo la sobria corbata y la camisa de rayas por una versión más relajada y dos botones abiertos para mostrar un poco de su pecho, pero la persona a su lado parecía no haberse tomado la molestia ni de velar por su aspecto, pues traía unos toscos (pero sin duda cómodos) zapatos blancos que desentonaban por completo con el resto de sus ropas.

Con todo, el interés de Sirius por él no disminuyó. Ya fuera por el cabello cobrizo y rizado que mantenía detrás de las orejas o el chispazo de unos ojos con la misma tonalidad, aquel individuo había atraído su atención y Sirius quería corresponderle el favor.

—¿Te puedo invitar un trago? —Ofreció con la voz un poco alta para hacerse oír a través de la música, que sin ser estridente, no facilitaba las conversaciones en un sitio así.

Y tampoco es que fuera necesario... Nadie que acudiera a sitios como El Grim iba precisamente por la charla amena.

El desconocido levantó el brazo del lado opuesto a Sirius y mostró un botellín de cerveza del que Sirius pidió dos al barman.

—No eres de aquí —dijo el desconocido una vez que Sirius le entregó la cerveza, no a modo de pregunta, sólo de afirmación.

—Londres —respondió Sirius, que a cambio identificó su acento como local—. Me llamo Sirius.

—John.

—Mucho gusto —e intercambiaron apretones de manos. Sirius tenía la impresión de que había obtenido un nombre falso, pero ya que aquellos encuentros estaban marcados por la urgencia del placer más que por la posibilidad de encontrar una pareja estable, poco le importaba.

Tampoco pretendía esconderse, de ahí que diera su nombre verdadero antes que mentir, pero fuera precavido con cualquier otro tipo de información.

John bebió un trago de su cerveza, y sin muchos ambages preguntó: —¿Te estás quedando en un hotel?

—Sí.

—¿Cerca?

—Un par de calles.

—Mmm... —John volvió a beber otro trago—. ¿Y es agradable? ¿Cómo es la cama?

—No la he probado todavía. Llegué esta mañana, pero apuesto que es firme.

Acabando con el resto de su cerveza, John cejó la botella en la barra. —¿Me la mostrarías?

—Con gusto.

 

Sirius y John pasaron un rato agradable en su habitación.

John pidió apagar las luces, y Sirius no tuvo ningún inconveniente en hacerlo mientras de desnudaban mutuamente. John no fue muy afecto con los besos, pero se mostró generoso de rodillas y trabajando su pene, primero con las manos y después con la boca.

Los condones comprados de pasada en una máquina expendedora no tardaron en hacer aparición, y al terminar compartieron un único cigarrillo.

El reloj no marcaba ni medianoche, y fue esa información la que favoreció que Sirius aplastara el cigarrillo contra el cenicero y se girara hacia John por una repetición que éste aceptó encantado.

Su segundo orgasmo resultó incluso más placentero que el primero, si acaso porque no había prisas ni expectativas ante lo desconocido, y al terminar se ofreció John a ir por una toalla de mano húmeda para limpiarse ambos.

—Tu cama es en verdad firme —dijo John, recostado de lado en el colchón y contemplando a Sirius en la misma posición.

—No me habría atrevido a mentir sólo para atraer compañía.

—Mmm, bueno saberlo.

La noche terminó con un casto beso en los labios e intercambiar ‘gracias’ de cortesía a eso de las dos, justo cuando Sirius se sentía a punto de quedarse dormido por causa del día que había tenido.

—¿Puedo...? —Ofreció Sirius un par de billetes, y John frunció el ceño en desaprobación. Sirius entendió al instante la confusión—. Para el taxi. Es tarde para el autobús, y seguro también Cardiff en la madrugada es peligroso como Londres. Me sentiría más tranquilo de saber que tienes cómo volver a casa.

John se mostró dubitativo de aceptar el dinero, pero Sirius insistió.

—Lo suficiente para un taxi —expresó con cautela, y ya que John seguía silencioso, Sirius le puso los billetes en la mano—. Así podré dormir tranquilo.

John puso los ojos en blanco. —Vale, pero te pagaré de vuelta cuando te vea.

—Sí, claro.

Sirius no abrigaba esperanzas de que así fuera. No porque John fuera deshonesto con sus promesas ni nada por el estilo, sino porque él viajaba a Cardiff apenas media docena de veces al año y la ciudad no era tan pequeña como para que la casualidad de toparse en la calle fuera una simple ocurrencia.

Tras despedir a John y sin molestarse con una ducha, Sirius se arrebujó en las sábanas olorosas a sexo y perfume, y en tiempo récord ya estaba dormido.

 

***

 

Sirius viajó una segunda y tercera vez a Cardiff en los siguientes meses por cortesía de Potter-Play. Si bien la matriz de la empresa se encontraba afincada en Londres y él ahí tenía su oficina, la filial de Cardiff y las fábricas que ahí se encontraban corrían por cuenta de su departamento, así que Sirius se encontró de vuelta en la ciudad y rememorando aquella noche con John en su hotel.

Porque ese segundo y tercer viaje estuvieron cargados de trabajo y revisiones exhaustivas de una nueva línea de productos que estaban prospectados a salir el año entrante, Sirius no se molestó en volver a El Grim por compañía para su estancia. En su lugar pasó el tiempo libre durmiendo en su hotel y bajando a comer en un cafetín con precios módicos y platillos decentes.

Fue ahí donde tras levantar la vista de su periódico se encontró un par de ojos cobrizos que lo miraban fijamente.

Por un instante dudó Sirius de quién se trataba, y después una sonrisa apareció en su rostro al reconocer quién era la persona que desde el otro lado de la sala había hecho lo mismo con él.

Lo usual para dos virtuales desconocidos que sólo habían compartido una noche de sexo juntos habría sido evitar la mirada del otro y fingir desconocimiento, pero rota esa barrera, y porque en verdad habían congeniado, Sirius le sonrió a John y éste lo tomó como un permiso para pasar a saludar.

A diferencia de la última vez, ambos vestían ahora las ropas de sus respectivos oficios. De traje y con corbata, el cabello recogido con pulcritud en la nuca, Sirius daba la impresión de ser un exitoso hombre de negocios (y lo era) a punto de cerrar el trato de su vida. John en cambio vestía por completo de blanco, zapatos incluidos, y Sirius los reconoció como parte del atuendo de la última vez. El toque final lo daba un gafete colgando del bolsillo sobre su pecho, y en él aparecía una fotografía suya que lo identificaba como Remus J. Lupin.

Así que no John al parecer...

—Hey —dijo Remus, y al ver los ojos de Sirius en su identificación, tuvo la decencia de encontrar la gracia en el momento—. La J es de John, así que técnicamente no he mentido.

—No hay problema, yo sigo siendo Sirius —respondió éste, y le invitó a sentarse, en vista de que cada uno estaba a solas en su mesa.

La mesera trajo la taza de té que Remus había estado bebiendo en su mesa, y ambos acordaron en almorzar con el poco tiempo que tenían a su disposición.

—¿Así que de vuelta en la ciudad por trabajo? —Indagó Remus, y Sirius así lo confirmó.

—Exacto. Usualmente Cardiff no era mi parada salvo por un par de veces al año, pero ahora parece que estaré viniendo con mayor regularidad.

—Genial —expresó Remus con una sonrisa enigmática—. ¿Te hospedas en el mismo hotel de siempre?

—Sí. Las camas son firmes. Justo como me gustan.

—Ya veo...

La mesera que los atendía no tardó en traer sus órdenes, y mientras comían con fruición porque ambos tenían un sitio en donde estar en menos de media hora, acabaron hablando de sus profesiones.

Sirius no entró en detalles de su empleo. Se limitó a revelar que trabajaba para Potter-Play en el área de publicidad y ventas, pero guardándose para sí su relación casi fraternal con el hijo del dueño y las posibles implicaciones de nepotismo en su puesto a pesar de haber demostrado siempre que se lo había ganado a pulso. En todo caso, Remus resultó tener un empleo mucho más interesante como enfermero en el ala de pediatría que se encontraba en el hospital a un par de calles de distancia, y que explicaba a la perfección el uso de zapatos blancos en su primer encuentro.

La conversación entre ellos dos fluyó sin dificultades, de sus respectivos empleos a sus pasatiempos, su gusto compartido por el cine y una extraña coincidencia de ambos ser alérgicos a las fresas.

De Remus apreció Sirius su humor seco e innata compasión al hablar de sus pacientes, y Remus dio muestras de encontrar en las maneras pijas de Sirius una persona, con todo, sencilla y generosa.

Al finalizar su almuerzo y con sitios a los cuales acudir, fue Remus quien insistió en pagar y le recordó a Sirius que le debía el dinero del taxi.

A la salida del cafetín y con caminos opuestos, Sirius le preguntó a Remus si tenía planes para más tarde, y éste se mordisqueó la esquina del labio.

—De hecho, sí... ¿Por qué?

—Oh, yo sólo pensé que... —Sirius se preparó para el rechazo—. Podríamos salir a beber unos tragos.

—¿Y después?

—Estoy abierto a sugerencias.

Remus le contempló unos segundos, y justo cuando Sirius creía que a pesar de todas las señales su segundo encuentro estaba destinado a fracasar, le sorprendió con una propuesta.

—Hoy en verdad me es imposible, tengo un compromiso previo al que no puedo faltar. Pero mencionaste que estarías también mañana en la ciudad, ¿no?

—Hasta pasado mañana a las 10 —confirmó Sirius.

—Si todavía estas interesado, mañana salgo de trabajar a las 7 y tu hotel me queda de paso...

Sirius asintió. —Claro que estaré interesado.

Que siendo honesto consigo mismo, el interés no había hecho sino crecer durante la media hora que pasaron juntos y que sólo prometía buenos ratos.

—Necesitaré un nombre para buscarte en recepción —le recordó Remus.

—Sirius Black —respondió Sirius con presteza—. Dejaré órdenes para que puedas subir sin problemas.

 

De ese segundo encuentro con John (que ahora era Remus), Sirius consiguió hacer de su última noche en Cardiff un evento memorable con dos orgasmos, pausa para pedir servicio a la habitación, y de nueva cuenta otro orgasmo antes de que su compañero revisara la hora y anunciara que tenía que marcharse.

Sirius se vio tentado de invitarlo a pasar la noche y quizá conseguir en la mañana el cuarto orgasmo, pero Remus se vistió en tiempo récord, y con un beso en los labios, se marchó.

Pero no dijo ‘adiós’, sino ‘hasta luego’...

 

—Conociste a alguien —adivinó James cuando a su vuelta a la oficina Sirius le entregó el reporte de ventas que se prospectaban para el próximo semestre gracias a su intervención en Cardiff.

Sirius no fingió desconocimiento. —Algo así.

—Entonces cuenta.

—No ahora, más tarde.

Durante el almuerzo, James no cejó en su empeño por obtener información de su mejor amigo, y éste le premió con un relato reducido de sus dos encuentros con Remus. Aunque James no era partidario del sexo casual y a ratos podía ponerse pesado con las instrucciones que le daba a Sirius respecto a tener cuidado de quién le hacía compañía y siempre utilizar condones, también era un cotilla redomado para estar al tanto de su vida amorosa.

—¿Crees volver a verlo? —Preguntó James al final del relato, y bastó un vistazo al rostro de Sirius para saber que éste quería que así fuera.

—Me dejó su número.

—Ah, ¿y le has llamado?

—No todavía.

La verdad es que había sido una grata sorpresa para Sirius despertar a la mañana siguiente con un ligero cansancio en los músculos y aspirar de la almohada la agradable fragancia que Remus traía consigo. Sin necesidad de perfumes, más bien era el rastro de desodorante el que apreciaba en sus sábanas, y bastó para que Sirius se llevara una mano a la entrepierna y se masturbara pensando en las últimas horas de su vida.

El toque final había sido encontrar garrapateado el número de Remus en el bloc de notas que el hotel le proveía, seguido de unas palabras: “Si te interesa, a mí también”, y nada más.

Sirius había agregado el número a su móvil y pensado en enviar un mensaje para confirmarle a Remus cuán en serio estaba interesado, pero entonces había recibido su llamada despertador desde recepción, y con las prisas por empacar y estar a tiempo en el aeropuerto, no había hecho nada desde entonces.

—Vale, no todavía —repitió James sus palabras—. ¿Pero pronto? ¿Antes de tu próximo viaje?

Porque la paciencia y la expectación no eran sus fuertes, apenas volver a la oficina Sirius le había preguntado a Mary cuándo tenía prospectado su siguiente viaje a Cardiff, y con desilusión había escuchado que todavía faltaban tres semanas más.

—No lo sé, Prongs —replicó Sirius con una exhalación—. No es como si hubiéramos acordado nada. Sólo me dejó su número para hacer más fácil, uhm, ya sabes.

—¿Qué tan seguro estás de eso? Por lo que me cuentas, la pasaron bien en ese almuerzo y luego en la cena. Puede que haya dejado su número con intenciones de una tercera cita.

—Pedir servicio a la habitación después del sexo no cuenta como una cita —dijo Sirius, que entendía de las inclinaciones románticas de su amigo porque así era su personalidad, pero él no iba a caer en esa trampa de convertir un par de encuentros en una épica historia de amor—. Además, es un número de teléfono, no una propuesta de matrimonio.

—Sea lo que sea, ya te hacía falta —dijo James sin irse por las ramas—. Llámalo y queden para cenar. ¿No mencionaste que es compañía grata en más de un sentido? Pues demuéstralo.

Sirius puso los ojos en blanco, y a punto estuvo de replicarle con un “Sí, Madre” que se asemejaba demasiado a los que le daba a su verdadera progenitora, pero se contuvo a tiempo.

—Inténtalo —le presionó James con la autoridad de una amistad de más de la mitad de sus vidas—. Quién sabe, tal vez éste tal Remus sea más que el compañero de una tercera noche juntos.

—Estás que deliras, Potter —dijo Sirius, pero muy dentro de sí, una pequeña llama de ilusión titiló en su pecho.

Después de todo, ¿qué de malo había en creer que podían ser más que desconocidos?

 

A su vuelta a Cardiff tres semanas y tres días después (no es que los estuviera contando, por supuesto), Sirius le envió a Remus un mensaje preguntando si ese era el número de John y éste replicó de buen humor que dependía de quién lo buscaba.

 

SB: ¿Todavía interesado?

RL: Depende...

RL: ¿Cuál es tu propuesta?

SB: Cena. Mi hotel. Servicio a la habitación. La otra mitad de mi cama...

RL: Buen cambio en el orden.

 

Con la vista fija en la pantalla de su móvil, Sirius se sonrió porque con anterioridad primero habían dado rienda suelta a sus apetitos sexuales antes que a los otros.

 

SB: Mientras el resultado sea el mismo.

SB: ¿Aceptas?

 

Sirius esperó unos minutos con el estómago contraído en un nudo de tensión, y entonces Remus le escribió de vuelta.

 

RL: Salgo de trabajar a las 6. ¿A las 7 en el lobby de tu hotel?

SB: Ahí estaré puntual.

 

Como local de Cardiff, fue Remus quien sugirió un restaurante cercano y Sirius accedió encantado de conocer más de la ciudad que el camino de siempre entre el hotel y la filial de Potter-Play a la que acudía con regularidad.

Disfrutando de un paseo por las calles y que el otoño estaba siendo benévolo con ambos, caminaron lado a lado charlando de las maravillas de la ciudad hasta llegar a un restaurante que por la fachada no daba la impresión de ser la gran cosa, pero que demostró su valía una vez que entraron y el aroma a comida llegó a sus narices.

Más conocedor del menú que Sirius, Remus se ofreció a pedir por él tras algunas peticiones de lo que le gustaba y lo que no, y acabaron comiendo y bebiendo con gusto en la privacidad de una mesa en el rincón.

Con más confianza que en veces anteriores, Sirius se atrevió a preguntar un poco más de Remus, cuidando siempre no cruzar ninguna línea que pudiera ponerle un alto a su buen ambiente.

Fue así como Remus le habló un poco más de su trabajo, revelando que había optado por el oficio de enfermero desde que de pequeño sufriera un accidente automovilístico y tuviera que pasar seis meses hospitalizado. De aquella estancia había salido con una gran cantidad de cicatrices repartidas por el cuerpo y una admiración absoluta por el enfermero jefe de pediatría, un tal Greyback que podía ser severo con sus pacientes, pero no por eso ineficiente en su trabajo.

A cambio Sirius le habló de su pasión por el arte, pero que por cuestiones prácticas optó por una carrera de diseño gráfico que le permitió incursionar en el departamento de publicidad y ventas en el que ahora se encontraba trabajando.

—De algún modo los dos trabajamos con niños —señaló Sirius lo obvio—. Tú los cuidas, y yo me encargo de que tengan con qué divertirse.

—Y no sólo niños. Algunos de los sets que venden en Potter-Play también son interesantes para adultos. No en balde hay coleccionistas subastando los sets más antiguos de la compañía.

Sirius arqueó una ceja. —¿Lo dices por experiencia propia?

—Puedes apostar que sí —dijo Remus con una sonrisa fácil—. Por mi trabajo, seguido tengo que ganarme la confianza de mis pacientes y nada funciona mejor que jugar con ellos unos minutos antes de cada inyección o tratamiento. Debo confesar que con ciertos juguetes tengo que fingir diversión, y con otros no.

—Interesante. ¿Alguno en especial te resultó más divertido que los demás?

—¿Qué, me has invitado a cenar o es sondeo de mercado?

—Simple curiosidad. Tal vez podría regalarte un par de sets de muestra para que juegues en tus ratos libres.

Remus sofocó una carcajada, pero con todo, le habló a Sirius de los juegos que más le gustaban, y éste tomó nota mental de ello.

La velada concluyó entre buena conversación y familiaridad, así que Sirius no se sintió un completo pervertido por sugerir ir a su hotel ni Remus tampoco lo hizo al aceptar la invitación sin tener que hacerse del rogar.

Como en ocasiones pasadas, disfrutaron de un excelente tiempo juntos, y al terminar, Sirius sugirió que Remus se quedara a pasar la noche.

—El desayuno es delicioso aquí, abundante y variado —dijo para tentarlo, los dos en la cama y desnudos—, pero seguro ya lo habías supuesto por el servicio a la habitación de antes.

Remus le acarició el brazo. —Aunque tentadora la oferta, hoy no puede ser. Tengo que volver a casa.

—¿Alguien te espera?

Sirius preguntó por protección a sí mismo, que no sería aquella la primera vez que disfrutaba de la compañía de alguien que ya tenía a su otra mitad especial, y era mejor prevenirse para ahorrarse malentendidos. Si era el caso, cuando antes lo supiera mejor.

—Yep —dijo Remus sin ninguna inflexión especial en la voz—. Igual podría quedarme, ese no es el problema, pero no me siento preparado para esa charla todavía.

—¿Uh?

—Da igual —dijo Remus, dando por cerrado ese asunto y girándose hacia Sirius, que encontró en sus ojos cobrizos nuevas dosis de deseo.

Haciendo una repetición de lo que en tan poco tiempo habían conseguido hacer suyo, Sirius prescindió de las explicaciones y confió en Remus.

Ya habría tiempo después para charlas.

 

De un modo que ni el mismo Sirius se habría esperado o siquiera soñado que podría ocurrir, él y Remus hicieron clic de maneras que no se limitaban a sus encuentros físicos de cuando él estaba de paso en Cardiff y éste se esforzaba por verlo al menos una vez.

Ya que había una nueva línea de productos a la espera de salir al mercado y Potter-Play necesitaba de una persona que mantuviera estrecho contacto entre la matriz y la filial, Sirius se ofreció a ser el enlace y a programar visitas cada quince días. Las idas y venidas, así como el tiempo que pasaba en el aeropuerto, en vuelo y movilidad entre sitios resultaron ser tan pesadas como se temía, pero la compañía de Remus lo compensó con creces y Sirius se dio por bien servido.

Luego de casi tres meses así y además manteniendo el contacto entre visitas por medio de llamadas y mensajería  primero casi a diario y después varias veces al día, Sirius tenía la impresión de tener en Cardiff no un ligue en firme, sino un novio con el que sólo le faltaba tener la charla pertinente para hacerlo oficial.

Con ánimo de acelerar ese proceso y tener lo más del momento, Sirius había hecho planes adelantados poco antes de Navidad. En su intención estaba el declararse ante Remus, tener uno de esos momentos románticos de película, y después sorprenderlo con una invitación a Londres por un par de días a pasar esas fechas con él. El plan era perfecto porque Remus incluso había mencionado que tenía esos días libres en el hospital, así que Sirius había acabado por comprar en un impulso una guía de turistas de su propia ciudad y trazado posibles rutas que le interesaran, todo para hacer de su estancia un momento para atesorar en la memoria.

Claro que Sirius no contó con que al sacar el tema a colación durante la cena, Remus de pronto se mostrara un tanto taciturno.

—Oh, casi lo olvido —dijo Sirius—. Te he traído los sets que mencionaste. Seguro que el hospital puede aceptarlos como un donativo.

—Gracias, es muy amable de tu parte —respondió Remus, recuperándose aunque no del todo de la propuesta romántica que le había hecho Sirius antes—. Erm, ¿Sirius?

—¿Sí?

—Antes de que tomes una decisión acerca de querer salir conmigo... Quiero que conozcas a alguien.

Por retazos de conversaciones e información que él y Remus habían compartido tarde en la noche entre sesiones de sexo en su hotel, Sirius estaba al tanto de que éste ya no tenía padres, ni hermanos, y era en general una persona reservada salvo por ciertas amistades aquí y allá. Sirius ya había descartado que Remus tuviera a otra persona y que le estuviera siendo infiel con o sin su permiso, pero eso no terminaba de explicar por qué más veces que no le era imposible quedarse a pasar la noche y siempre se apresuraba a volver a casa.

A casa donde jamás había invitado a Sirius a acompañarle.

—Mira, iré directo al grano —dijo Remus mirándolo a los ojos—. Tengo un hijo.

—Oh...

—Se llama Teddy y tiene diez años, cumplirá once en abril. Y no lo había mencionado antes porque al inicio era innecesario, y después porque temía que fuera un factor decisivo para que optaras por no verme más.

Sirius le miró por largos segundos, procesando todas y cada una de sus palabras, y por último asintiendo una vez con absoluta solemnidad.

—Ok, no era lo que imaginaba, pero al menor es la mejor de las opciones.

—¿En serio?

—Bueno, un hijo no es el fin del mundo. Nunca pensé que podría ser el padrastro de nadie. Ser gay y acostarme en su mayoría con otros gays tiene esas ventajas, pero supongo que... Tú no lo eres, ¿verdad? —Sirius esbozó una sonrisa irónica—. Nunca te lo pregunté. Sólo asumí contigo.

—Soy bisexual —confirmó Remus—, aunque después de Dora...

—¿Es la madre?

Era la madre —especificó Remus, y al instante Sirius se sintió terrible por la aclaración—. Quita esa cara. Dora murió cuando Teddy tenía tres años y nos la hemos apañado lo mejor que hemos podido desde entonces.

—Incluso así —murmuró Sirius—. Lo siento tanto por tu pérdida.

Remus estiró la mano a través de la mesa y sujetó los dedos de Sirius. —Gracias. Desde entonces, erm, no he tenido relaciones serias con nadie. Todavía no había hecho las paces con el asunto de mi bisexualidad cuando Dora murió, y después ningún momento pareció ser el indicado. Creía que... —Remus le dio un apretón a la mano de Sirius—. Mira, corrígeme si me equivoco o estoy haciendo esto más grande de lo que en realidad es...

—No, ni lo pienses por un segundo —dijo Sirius con presteza para aliviar las inseguridades de Remus.

—De algún modo di por sentado que podía estar solo, ¿sabes? Que Teddy no necesitaba de nadie más que de mí, y que no me representaría ningún problema. Obviamente me he equivocado.

—Sólo pido una oportunidad de demostrarte que, no sé, ¿qué vale la pena intentarlo? —Sirius exhaló con pesadez—. ¿Es horrible si te confieso que había pensado lo peor cuando mencionaste tener a alguien en casa esperando por ti?

Remus rió con nerviosismo. —Y yo que pensé ser lo suficientemente discreto como para hacerte creer que se trataba de una mascota.

—Por un tiempo creí que escondías un novio secreto, o quizá novia...  La idea cruzó mi mente y me aterró.

—Ah, qué locura —dijo Remus, que confiado de la calidez con la que Sirius todavía sujetaba su mano, tomó ahí mismo una decisión—. Mira, no quiero lanzar por la borda lo que tenemos, pero tengo que ser honesto contigo: Teddy lo es todo para mí, y antepondré su felicidad y cuidado a... Todo.

—Entiendo —asintió Sirius—. Tengo un ahijado, Harry...

—Lo sé, lo has mencionado antes.

—Él también lo es todo para mí, y me hace entender por qué proteges a Teddy. Nunca antes he presentado a Harry con mis parejas. La idea de que los llamara ‘tío’ igual que me llama a mí ‘tío Padfoot’ me horrorizaba, especialmente porque tenía claro que no iban a durar y quería evitarle a Harry la decepción, pero es diferente contigo. Y no pido que de buenas a primeras sea lo mismo para ti con Teddy, pero... Sólo pido una oportunidad, Remus.

—Sirius...

—¿Me la darías?

Y dando ese gran salto de fe, Remus lo hizo.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (24-Jul)/Sin comentarios (07-Ago).

Notas finales:

Fic nuevo, 3 capítulos que espero actualizar semanalmente sin falta.
¿Apuestan a que estos Sirius y Remus consiguen su final feliz? :)


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