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Luz de luna por BocaDeSerpiente

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Capítulo veinticuatro: De cuando Pansy se da cuenta de las cosas (aunque se lo guarde)

Pansy tenía que reconocer que era divertido. Durante largo tiempo, sólo Jacint y ella —y probablemente Snape, en algunas ocasiones— lidiaron con lo que era un Draco insistente.

Ahora también Harry tenía que hacerlo. La diferencia era que, mientras él no se rehusaba de forma directa y le hacía preguntas confusas, era cada vez más engatusado por las ideas y propuestas de Draco, que testarudo como nadie más podía ser, no se detendría hasta haber conseguido que aceptaran.

Ella prefirió decirle que  en el mismo instante en que lo mencionó. No estaba segura de qué era, ni de cómo resultaría, pero hace semanas que había dejado de sentir miedo por cosas que antes la hubiesen hecho temblar del puro terror.

Había perdido la cuenta de la cantidad de veces en que vio a Draco preguntarle por "Fluffy", en que lo atrapó leyendo un libro que se relacionaba a las criaturas mágicas y maneras de calmarlas, o de recoger muestras. Durante las comidas en que estuvo junto a los dos, Draco lo mencionaba una y otra vez, Harry balbuceaba, le preguntaba si no era muy peligroso, le decía que podían cambiar de opinión, y sin darse cuenta, quedaba encerrado en la vorágine que era la necedad de su mejor amigo.

Harry no se exasperaba, notó. Ella disfrutaba de ver que hablaban en susurros, Harry se removía con incomodidad, e intentaba que se entusiasmase con otra criatura, sólo para percatarse, unos minutos más tarde, de que estaba a nada de acceder a los deseos del niño. Cuando se daba cuenta de que caía con tanta facilidad, su expresión era una mezcla de indignación, confusión y resignación, con pucheros incluidos, que no conseguían que Draco menguase en sus esfuerzos.

Era en verdad sorprendente que insistiese tanto, no porque fuese más que de costumbre, sino porque parecía que le importaba que aceptase por sí mismo. Por lo general, el Draco que conocía de toda la vida, habría dictado lo que quería, se hubiese enfurruñado si se lo negaban, y después hubiese conseguido un modo de hacerlo sin ayuda.

—...sólo digo que, ya sabes, podríamos meternos en problemas, Hellen no conoce a Fluffy, y sobre Ioannidis y Dárdano...

—Ellos ya saben que lo conocemos —refutó Draco. Harry boqueó, balbuceó y terminó por hacer más pucheros cuando volvió a caer en cuenta de que no encontraba forma de negarse. Llegados a ese punto, había comprendido que mirarla en busca de auxilio, era tan inútil como pretender rehusarse a los caprichos del otro.

Pansy apoyó el cuaderno de Riddle en el borde de la mesa, jugueteó con la pluma entre sus dedos índice y medio, y se dedicó a ignorar la interminable discusión que había escuchado cientos de veces en los últimos días.

Escribió.

"Tom, ¿puedes hablarme sobre algo?"

"Hola, Pansy" tuvo unos segundos de absoluta vergüenza al percatarse de que no lo había saludado. Cuando estuvo a punto de hacerlo, las palabras se desvanecieron para ser reemplazadas por otras. "¿En qué puedo ayudarte?"

"¿Conoces a un tal 'Fluffy'? Dicen que es un perro gigante de tres cabezas, vive en Hogwarts"

"¿Fluffy?" la siguiente respuesta demoró un poco más. "Hay un perro así que resguarda una sala que está llena de tesoros de los directores. ¿Te vas a acercar a él, querida Pansy?"

"Probablemente sí"

"¿Necesitas algunos encantamientos de protección? ¿Sabes cómo calmarlo? Nunca me he acercado lo suficiente para descubrirlo, los demás estudiantes que me han tenido tampoco lo han mencionado"

"Encantamientos de protección están bien, creo que mis amigos saben calmarlo, ya lo conocen. Necesito muestras, ¿qué crees que pueda hacer?"

"Si lo duermen, puedes recoger saliva en un vial. Si es tan grande y de tres cabezas, no te recomiendo jalarle el cabello o te morderá, y cortarlo podría despertarlo"

"Déjame que lo piense" y tras unos segundos, cuando la tinta estaba desvaneciéndose, añadió. "Gracias, Tom"

"Para servirte, querida" una vez que las palabras se borraron, ella cerró el libro. Se limitó a observar a sus amigos discutir en voz baja y terminar su desayuno.

El cuaderno, de acuerdo a Myrtle y al propio Riddle dentro de las páginas, era una recopilación de sus memorias y conocimientos durante los años en Hogwarts, que se mezclaban con cosas que agregaban aquellos que lo utilizaban a lo largo del tiempo. Un Tom de quince años había tenido una larga charla con ella, en un lugar antiguo que parecía sacado de un sueño, pero fue una muchacha de dieciséis, varias generaciones atrás, la que dejó escritas las instrucciones para ayudar a controlar la magia de una persona como lo era Pansy. Riddle le hacía el favor de explicarle y contarle sobre los datos que dejaban otros en tiempos diferentes, y podían hablar durante horas, dentro de recuerdos remotos que tenía de su juventud. Él le enseñaba muchísimo, así que no podía estar más feliz.

Por supuesto que no se trataba de un asunto que hubiese compartido con sus amigos. De boca del propio Tom y por Myrtle, sabía que algunas veces, el cuaderno tuvo que ser escondido durante un par de años, cuando un grupo de estudiantes pretendían darle un mal uso. No quería que fuese igual con ella, aunque confiaba en sus amigos; tampoco estaba mal tener un pequeño secreto, ¿cierto? Esos dos ya representaban un peligro para el castillo, sin necesidad de añadir conocimientos avanzados de magia a la ecuación.

Acababa de guardar el cuaderno, cuando una lechuza sobrevoló la mesa de los Slytherin y buscó una posición cómoda, cercana a Draco, para tenderle el pedazo de pergamino que tenía enrollado y atado a una de las patas. El niño la observó con una ceja arqueada, se estiró para coger el papel, y acarició las plumas del ave, después de haberle entregado una golosina; desde su regazo, Lep olisqueaba e intentaba arrebatarle una también, para comérsela. Él dio un leve manotazo al aire para mantenerlo apartado.

Estrechó los ojos por unos segundos. Bueno, no era la única que tenía un secreto, de todos modos.

Le dedicó una breve mirada a Harry, que hizo que el niño se fijase en la nota que su amigo revisaba, y luego se encogiese de hombros. Era en momentos así en los que quería dejar ir un largo y pesado suspiro, porque a pesar de adorarlo, Harry a veces era tan, tan torpe. Tan joven, decía su madre cuando hablaba de él, tan lindo, tan niño.

—¿Algo importante? —preguntó, en voz baja. Su mejor amigo levantó la vista hacia ella.

Draco poseía esta habilidad curiosa, de observar a las personas con ojos tan fríos, vacíos, que podría hacer parecer que no le importaba nadie en lo absoluto. Le constaba que lograba hacer que más de uno desistiese en sus intentos de acercarse; en los últimos años, en especial un poco antes de entrar a Hogwarts y el tiempo que llevaban en la institución, su amigo había dejado de utilizarla en presencia de Harry, su rostro era tanto más expresivo, él era más natural, pero en ese preciso instante, fue aquella mirada que conocía bien la única que consiguió. Pansy se estiró, con cuidado, para tomar su vaso de jugo de calabaza y bebió un sorbo largo, sin despegar sus ojos de los grises del niño.

Ella nunca podría sentirse intimidada por Draco. Ambos lo sabían; era uno de los motivos por los que aún eran amigos.

Fue él quien apartó la vista primero, para darle una ojeada a la nota en sus manos.

—Para nada —con dos simples palabras, dobló el papel y se lo metió en uno de los bolsillos de la túnica.

Harry, que carecía de cualquier rastro de sutileza, se inclinó sobre la mesa para coger una tostada, y habló sin cuidado mientras le untaba mantequilla.

—¿Algún día nos vas a decir con quién hablas, Draco?

—¿Con quién hablo de qué? —el niño apartó a su conejo, de nuevo, de la comida, y le dirigió una mirada divertida al otro, que hizo un puchero y masticó de su tostada, emitiendo un ruido que sonaba a "uhm", antes de contestar.

—De lo que sea que pones en esos pergaminos, debe ser bueno, porque te llegan varios al día a veces —cuando Draco arqueó las cejas, Harry se quitó los restos de mantequilla de un dedo con una lamida, y después le sacó la lengua, echándose a reír por lo bajo cuando él lo imitó, aunque con mayor disimulo—. Si te aburriera hablarle, dejarías de responder y las notas no llegarían más.

Él asintió, pero no dijo más. Harry le dedicó su completa atención al desayuno, frente a una Pansy que alternó la mirada entre ambos y jugueteó un poco con su pluma entre los dedos.

El resto de la comida transcurrió en un relativo silencio, que ella interrumpía con preguntas al azar, comentarios de las clases o alguna anécdota que recordaba del dormitorio de las chicas, las mismas que hacían que Harry se ahogase con el jugo a causa de la risa, y Draco apretase los labios, para contener una sonrisa, o negase varias veces. Al terminar, Pansy guardó el cuaderno de Riddle dentro de su túnica, y caminó un paso por detrás de sus amigos, atenta a la conversación absurda que mantenían, pero que por una u otra razón, le sacaba una sonrisa al heredero de los Malfoy, y bueno, a ella le gustaba que él estuviese feliz.

Pansy, Pansy, Pansy, Pansy.

Las voces de fondo eran distantes. No le impidieron escuchar a la perfección a Draco, cuando se apartó de ellos en medio del pasillo.

—Sé que dije que acompañaríamos a Pans a la biblioteca, pero tengo que hacer algo antes de que se nos acabe la hora libre y entremos al segundo período —cuando Harry estaba por abrir la boca, le pidió que se ocupase de 'cuidarla' y se despidió; antes de que lo hubiese asimilado, una cabellera rubia y un uniforme de costosa tela se alejaban. Ella se quedaba con un niño que debía lucir casi tan confundido como se sentía.

Pansy hizo girar la pluma que llevaba entre los dedos. Tan pronto como Draco dobló en la esquina, deslizándose hacia uno de los pasillos que no podían llevar a otro lugar que no fuese afuera del castillo, se dio la vuelta para encarar a su amigo.

—¿Vamos a la biblioteca? —murmuró, arrugando el entrecejo por encima de los lentes. Ella negó.

—Vamos detrás de Draco.

Harry frunció más el ceño.

—Eso es una mala idea —levantó las manos y comenzó a sacudirlas, a la vez que negaba—, a Draco no le gustará. Escucha, Pans, él tiene sus 'cosas', es Draco, lo conocemos...

—¿No te da curiosidad saber con quién habla desde que comenzó el año?

Ahí estaba, lo sabía. Harry se mordió el labio.

—Sí —cedió, bajando los brazos y encogiéndose de hombros—, le llegan notas a cualquier hora, de alguien del colegio, pero no lo he visto hablar mucho con nadie, claro que me da curiosidad.

—¿Y no quisieras saber entonces?

La respuesta se demoró un momento en llegar. Pareció que consideraba algo importante, con los ojos puestos en el piso.

—Creo que Draco nos dirá cuando se sienta listo.

Pansy parpadeó. Bien, tenía que reconocer que no era lo que se esperaba.

Aun así, podía usarlo.

La niña se balanceó sobre los pies, haciendo uso de su sonrisa más dulce, la que conseguía que Jacint cumpliera sus caprichos cuando era más pequeña.

—Tienes razón —se percató de que Harry la observaba con leve sospecha, sólo por unos segundos, después le devolvía la sonrisa. Tan niño, recordó las palabras de su madre—, Draco nos diría si es importante para él, no podemos presionarlo —asintió, su amigo hizo lo mismo, pero después de una breve pausa, bajó la cabeza y comenzó a jugar con el bordillo de su túnica; Harry se fijó en el gesto de forma muy obvia—. Es sólo, tú sabes, yo, uhm, estoy algo preocupada.

Percibió, más de lo que vio, el momento en que el niño se tensó.

—¿Preocupada por qué?

—Por Draco —chilló, dando un pisotón al suelo para efectos dramáticos; su amigo parpadeó, la expresión en blanco—, él es tan cerrado, no tiene más amigos que nosotros, y de repente...

—¿Por qué todos creen que Draco no tiene amigos? —Harry volvía a tener el ceño fruncido, y aunque no comprendía del todo por qué, Pansy habría jurado que había un deje de molestia en su voz.

¿Tal vez utilizó las palabras equivocadas?

Ella formó un pequeño puchero, que bastó para que su amigo relajase su expresión.

—No quiero decir eso, es que- —hizo una pausa, para respirar profundo. Se aseguró de que fuese audible para él— sabes cómo es. No todos se adaptan a Draco.

Harry soltó una débil risa.

—Eso lo sé.

—Y si, digamos —gesticuló con las manos, para asegurarse de conservar la atención del niño, mientras que el comedor comenzaba a ser más transitado. Si aparecía uno de los Weasley antes de que lo hubiese convencido, sería una causa perdida—, alguien que no sabemos quién es se acerca a Draco, y lo trata mal, entonces...

—Estoy seguro de que Draco puede defenderse solito —Harry la observaba más divertido que angustiado, aunque ese no debía ser el punto. Quiso lloriquear—, él es demasiado orgulloso para dejar que alguien lo esté pisoteando. Y sabe lanzar serpensortias perfectos.

Eso era. Pansy se obligó a contener una sonrisa al tener una nueva idea.

—Sí, es mimado y orgulloso, y nosotros estamos acostumbrados —hizo un gesto que abarcaba a ambos, a lo que su amigo asintió con gravedad—, pero sabemos que Draco no es sólo eso. Con lo mucho que le cuesta ser bueno y abrirse un poco, ¿te imaginas que lo sea con alguien con quien que no debería?

Era poco conveniente; llegados a ese extremo, Pansy sólo podía contar con la suerte y el sentimentalismo de Harry, contra el conocimiento que tenían sobre Draco. Su mejor amigo no se acercaría a cualquiera, y definitivamente, no se entristecería si se trata de una persona equivocada.

El Draco que conocía de toda la vida, era más del tipo que se enojaría si le fallaban y arremetería contra la persona en su ira, o se lo guardaría para construirse una máscara de indiferencia y odio con esas emociones.

Pero, al parecer, el Draco que era su mejor amigo, no era el mismo que Harry conocía. No era la primera vez que lo pensaba.

—Oh, Merlín —Harry la observaba con ojos muy abiertos, frágiles, inocentes, que se llenaban de entendimiento. Pareció que batallaba por buscar las palabras, hasta que dio un paso hacia ella, y se inclinó para susurrar, de manera que nadie pudiese oírlo por accidente—, ¿crees que, uhm, Draco podría hacerse amigo de alguien que, ya sabes, lo moleste por lo de su padre? ¿Crees que- que podrían intentar acercarse a él sólo para averiguar algo o…o…como jugarle una broma…?

No lo descartaba. Era sorprendente que Harry hubiese llegado a esa conclusión por sí mismo, dado que era la lógica que el propio Draco utilizaba para seleccionar a sus escasos conocidos y amigos. En un panorama más amplio, era una cuestión que todo sangrepura digno tenía que considerar en su momento.

Y una buena oportunidad de convencerlo.

—No lo sé, podría ser cualquier tipo de persona —arrugó el entrecejo. Harry la imitó por una especie de reflejo—, ¿pero no te parece raro que sólo le hable por notas? Draco no es bueno haciendo amigos, pero si esa persona quisiera serlo, ¿no se habría acercado como alguien normal?

—¿Piensas que...? —el niño boqueó, callándose a mitad de la frase, y sacudió la cabeza—. ¿Estará bien?

—No lo sé.

Harry emitió un sonido frustrado y comenzó a ver alrededor.

—¿Por dónde es que se fue?

—Por aquí —Pansy le sujetó la mano y echó a correr hacia el pasillo por el que Draco se perdió, manteniéndose, cuidadosamente, adelante de Harry, para que no viese sus esfuerzos por contener una sonrisa.

Oh, tenía una nueva palabra para agregar a las definiciones que su madre utilizaba. Ingenuo.

Harry era ingenuo. Y ella lo adoraba por eso.

Alcanzaron el patio después de unos dos minutos. Se detuvieron en el borde del castillo, ambos buscando con la mirada una silueta que les era tan familiar como para reconocerla donde fuese.

Cuando Harry le sujetó una de las mangas de la túnica y tiró varias veces, para captar su atención en una dirección determinada, ella tuvo que abstenerse de hacer un sonido que habría sido muy poco femenino e indigno de una bruja sangrepura.

Draco estaba a mitad del camino que descendía hacia la cabaña del guardabosque, la extensión de césped y el Bosque Prohibido. Movía la cabeza; a simple vista, era obvio que pretendía alejarse con cada paso lento que daba hacia atrás, pero Daphne y Astoria Greengrass, una a su lado, intentando sostenerlo del brazo, y la otra hablándole al frente, se lo impedían.

Pansy apretó los labios.

—¿Crees que una de ellas sea la de las notas?

Por Merlín, cómo esperaba que no.

—No —murmuró, entre dientes.

—¿Estás segura? Vino aquí justo después de recibir...

—Draco evita a las Greengrass.

Al girar la cabeza, notó que Harry la observaba con una cautela que no estaba ahí un momento atrás, luego volvía a fijarse en la escena que se desarrollaba a varios metros de ambos.

—¿Por qué no te agradan? —preguntó en un tono suave, casi comprensivo—. No he hablado mucho con ellas, pero parecen lindas y no dicen cosas malas sobre los padres de nadie.

Le llevó unos segundos decidir que era poco probable que decirle la verdad fuese a cambiar algo. Su mejor amigo todavía intentaba apartarse del agarre de Daphne, Astoria empezaba a ponerse tímida y sonrojada. Pansy rodó los ojos.

—Los Greengrass quieren que Daphne se case con Jacint apenas salga de Hogwarts —se cruzó de brazos, sin poder evitarlo.

—Eso- eso, ahm- —Harry balbuceó, para después aclararse la garganta de forma ruidosa—, ¿no es muy mayor para ella?

—En una vida de más de ciento cincuenta años, no importa mucho que se lleven unos siete u ocho de diferencia —se encogió de hombros. Tras unos segundos, suspiró y completó:—. Es algo que han hablado mucho, mi hermano se escapa del compromiso siempre. Pero cuando éramos más pequeños, los Greengrass intentaron convencer a tía Narcissa de que Astoria sería perfecta para Draco cuando fuesen mayores.

Harry perdió todo decoro posible al mirarla boquiabierto.

—¿Y- y qué dijo ella?

—Obviamente que no —se abstuvo de resoplar, apenas—, dijo que Draco elegiría con quien se casaba cuando llegara el momento. Si era ella, bien, y si no, también le parecía bien.

Su amigo asintió despacio, frunciendo el ceño de a poco. Volvió a prestar atención a la escena a la distancia; Draco acababa de soltarse de Daphne, e intentaba caminar lejos de las hermanas, que lo retenían con palabras que no podía escuchar desde ahí.

—Pero no es su culpa —musitó después, con un deje titubeante—, digo, que las quieran comprometer con Jacint y Draco, ¿no?

Pansy estalló.

—Draco se va a casar conmigo antes que con Astoria Greengrass.

Harry abrió mucho los ojos, vio a los otros niños, luego a ella; lo repitió un par de veces, balbuceando puras incoherencias. Ella se cruzó de brazos otra vez, y le dedicó esa mirada larga e irritada, que Jacint decía que había sacado de su madre. Debía ser cierto, dada la manera en que su amigo se encogió un poco.

—...no sabía que- que tú- eso —alcanzó a comprender, en medio del murmullo sin sentido, aunque le llevó un instante ponerlo en contexto. Cuando lo consiguió, sólo fue capaz de reírse y negar.

La tensión desapareció de su cuerpo casi tan rápido como la había acumulado. Harry, junto a ella, la observaba con la confusión plasmada en el rostro.

—Si no me casara con Draco, probablemente lo haría con un extraño —arrugó la nariz, sin darse cuenta—; no sé si lo has notado, pero no tengo un montón de amigos. Draco me conoce y yo a él, y los sangrepura no tenemos muchas opciones. Él siempre ha querido ayudarme con el Legado de mi familia, yo sé bastante de los Malfoy…es una cosa de conveniencia y comodidad, Harry.

—Pero...—Harry parpadeó, incapaz de continuar. Ella lo detuvo cuando iba a volver a intentarlo, porque Draco se había librado de las Greengrass y caminaban en direcciones opuestas ahora.

Pansy se enganchó a uno de sus brazos, y juntos, emprendieron el camino por el sendero de piedra y las escaleras.

—También podrías ser tú —mencionó, después de un rato. Sintió a Harry removerse para verla, sin dejar de avanzar.

—¿Qué?

Les pasaron por un lado a las hermanas Greengrass, que iban de regreso al castillo. Pansy miró en otra dirección y apenas asintió al saludo; Harry, aunque no se detuvo, se llevó un beso en la mejilla, de Daphne, y una invitación al juego de esa tarde.

—Quien se case con Draco —prosiguió, cuando estuvo segura de que ni ellas, ni nadie, podrían escucharlos. Harry hizo un sonido extraño, como si se hubiese atragantado con algo, pero decidió tomarlo como consecuencia de la sorpresa—. Siempre he pensado que tendría que ser alguien que haya visto lo mejor y lo peor de él, ¿qué sentido tiene pasar más de cien años junto a alguien que no lo va a entender? —se encogió de hombros, rebajando la cuestión a una simpleza, al menos para ella.

Pero yo soy un chico —la voz de Harry, más aguda de la normal, le causó una leve risa.

—¿Y eso qué?

—Los hombres no se pueden casar entre ellos, Pansy.

—¡Claro que sí! —ella frunció los labios—. ¿Quién te dijo eso? Los hombres y las mujeres se casan entre sí todo el tiempo, a menos que sean herederos únicos de un linaje sangrepura, y aun así, algunos consiguen otros sucesores. Incluso Regulus Black, el primo de Draco, estuvo por casarse con otro hombre.

Harry volvía a tener la boca abierta, de una forma muy cómica. Se forzó a no reírse de nuevo, porque habría sido maleducado.

—¿Es- es en serio? —ella asintió con ganas. El niño parpadeó, giró, y se dedicó a mirar al frente sin mirar en realidad.

—Si no soy yo, me gustaría que fueses tú —hizo una pequeña pausa, en la que se percató de que Draco ingresaba al Bosque Prohibido. Apretó un poco el paso para que no lo fuesen a perder de vista—. Mira, allí.

—¿Con quién se iba a casar el primo de Draco? —lo escuchó preguntar, vacilante, cuando llegaron a la extensión de césped y empezaron a descender la colina. Él ya había desaparecido, más allá de la linde de árboles.

Pansy emitió un corto "hm", distraída por las ideas de qué podría ir a hacer su mejor amigo en el bosque.

—Con el profesor Snape.

Habría jurado que escuchó otro de esos sonidos de atragantamiento, pero al verlo, Harry se cubría el ruborizado rostro con su brazo libre. Ella se abstuvo de hacer preguntas, porque alcanzaron el bosque, y divisó la cabeza de Draco, perdiéndose detrás de un arbusto. Voces se escuchaban a lo lejos.

Soltó a su amigo, despacio, haciéndole un gesto para pedir que la siguiese.

—¿Con quién crees que esté hablando? —susurró; al pisar una ramita seca, hizo un ruido que ella pensó que resonó por todo el bosque. Lo vio con el ceño fruncido un instante, Harry se disculpó en silencio.

—No lo sé —continuó, agachándose detrás de los matorrales por los que lo vio escabullirse.

—...sí, así —decía. Un espacio plano, apenas ocupado aquí y allá por árboles delgados y dispersos, mostraba a Draco solo, sosteniendo un pedazo de carne cruda, que balanceó y tiró al aire, pero no tocó nunca el suelo, sino que fue levitado por una fuerza invisible, una marca similar a una mordida hizo desaparecer una parte, después el resto; Pansy ahogó un grito cuando empezó a distinguir la silueta, al concentrarse bien—, ¿ves que no son tan malos una vez que los conoces?

Thestral. A medida que transcurrían los segundos, los veía mejor, como si un velo le fuese removido de las pupilas.

El niño flexionó el brazo y puso las manos sobre los costados de la cabeza del caballo, que lo empujó a dar un paso hacia atrás. Draco le regaló caricias circulares, al tiempo que Lep brotaba de una de sus mangas y olisqueaba.

—Supongo —lo escuchó reírse por lo bajo. El caballo frotaba la cabeza contra su mejilla, echándolo aún más hacia atrás—. Tienes que venir y darles comida también, anda.

Justo cuando la voz de quienquiera que estuviese ahí, iba a contestar, Draco giró y debió atisbar su presencia por el rabillo del ojo, porque terminó mirando en la dirección en que estaban. Más allá de él, el borde de una túnica era apenas visible, muy parecida a la de Snape, y junto a este, una silueta pequeña.

Permanecieron inmóviles. Draco aún observaba hacia ellos, sus manos sin detenerse sobre los costados del thestral.

—¿Pasa algo? —cuestionó otra voz, más suave, más soñadora. Una voz femenina.

Cuando Draco frunció el ceño y dio un paso hacia el matorral en que estaban, Pansy se apartó despacio, Harry le sujetó la muñeca. Ambos se dieron la vuelta y echaron a correr lejos.

0—

—...es más o menos así, sí.

—¿Entonces podría volar como un Pegaso, si te subes encima?

—¿Por qué querría subirme encima, Potter?

Pansy se obligó a contener la risa ante la expresión frustrada y la explicación balbuceante de Harry.

Estaban en la Sala Común y era de noche; sabían que sólo les quedaba semana y media para completar el segundo reto de los juegos, por el tiempo que perdieron con el Draco testarudo, pero aún no hablaban de ello. Sus amigos estaban sentados en un sillón que no debió ser pensado para dos personas, porque aunque no eran muy altos, debían que flexionar las piernas para caber. Tenían un pergamino estirado entre ambos, apoyado sobre sus rodillas, Draco acababa de terminar un dibujo de lo que él veía al estar frente a los thestral, porque Harry estaba haciendo pucheros y quejándose respecto a que no tenía idea de qué eran. Pansy pensaba que era bastante preciso con respecto a la imagen real del caballo alado.

La niña estaba en un sillón cercano, más pegado a la chimenea, y balanceaba la pluma entre los dedos, el desgastado cuaderno de Riddle reposaba en su regazo. Uno creería que su mejor amigo se enojaría al haberlos descubierto siguiéndolos al bosque, pero, de nuevo, era sorprendida por las diferencias entre el Draco que conocía y el Draco que existía con Harry; él no se había mostrado enojado, más que para preguntarles qué hacían ahí, y cuando el otro niño comenzó a protestar igual que un pequeño de cinco años, aquel enfado pareció desvanecerse tan rápido como se había concretado.

Decir que Pansy estaba gratamente sorprendida, era poco. Alucinaba.

Y le maravillaban las oportunidades que aquello podía implicar, además. Pero eso ya era otra cuestión.

Cuando Hellen y Lucian pasaron junto a ellos, los tres respondieron a sus saludos con murmullos disparejos. El muchacho apuntó, de forma discreta, al tomo en su regazo, e hizo un gesto con las manos, uniéndolas; por reflejo, Pansy cerró el cuaderno y se lo metió en la túnica, al igual que la pluma. Él dio un asentimiento leve y se alejó en dirección a los dormitorios, mientras que la Guardiana permanecía junto a sus asientos, aguardando a que no hubiese nadie en los alrededores para inclinarse en el espacio que separaba ambos sofás.

—Parece que el equipo de Montague ya tiene su muestra y foto —murmuró, en tono confidente—, y los de Flint, que empezaron tarde, van a conseguir las suyas entre mañana y pasado. Lucian va con sus niñas mañana a buscar a Ioannidis —los recorrió con la mirada, uno a uno, y se agachó más cerca—. ¿Ya decidieron qué haremos?

Vio a Draco al hacer la pregunta. Ella se preguntó por qué, hasta que lo notó esbozar una media sonrisa y codear a Harry con cuidado, de modo que ambos niños la observaron.

—Vamos por Fluffy, como te dije —dictaminó, elevando el mentón—, ya hablé con Ioannidis, y cualquier noche de la semana está bien.

De forma vaga, Pansy se cuestionó en qué momento lo había hecho. Y más que eso, sobre el convencimiento de Harry, que se quejó de forma débil y pareció considerar lo que Draco le dijo después, en un susurro.

Hellen se dedicó a observarlos por unos instantes más, para después sonreír también.

—De acuerdo, chicos, me parece bien. ¿Están seguros de que sabrán calmarlo? —ambos niños asintieron. Pansy contó con que así fuese—. ¿Qué muestra van a recoger?

Draco se sacó de un bolsillo de la túnica dos viales, los que le tendió a la Guardiana.

—Creo que la saliva es la mejor idea, ¿no? —miró a uno, luego al otro. Harry se encogió de hombros, Pansy recordó las instrucciones de Riddle y asintió—. Saliva entonces, y si podemos quitarle uno o dos cabellos, mejor.

—¿Y cuándo será?

No hubo duda en el tono de su mejor amigo cuando le respondió.

—Esta noche.

0—

Así de simple, Pansy se encontraba caminando con sus amigos y Hellen, poco después del toque de queda. Iban pegados a una pared, la Guardiana mantenía una mano sobre la superficie rocosa, se detenía en las esquinas, y se aseguraba de que no hubiese rastros de presencias cercanas, ni siquiera de la gata del conserje, para dejarlos avanzar. Las escaleras móviles les tomó más tiempo, porque un tramo decidió girar en la dirección contraria a la que se dirigían, y tuvieron que ser guiados hacia otro punto.

Cuando estaban por detenerse frente a una puerta, que no lucía más intimidante ni especial que cualquiera de las que existía en el castillo, un graznido llenó el pasillo. El Augurey descendió, revelando la figura de la profesora Ioannidis, que los saludó con un cabeceo.

—¿Están listos para esto? —el pájaro volvió a graznar, a la vez que se posaba en una de las muñecas de Pansy, luego de que ella hubiese levantado el brazo para recibirlo. Le acarició las plumas; aparte del hecho de que hablaba en nombre de la mujer, no se diferenciaba tanto de Fénix, su propio Augurey.

Hellen asintió con una expresión solemne. La antorcha que llevaba, resplandecía con un fuego verde, que no se movía, menguaba ni crecía. Ella creía que se trataba de una especie de tradición de los juegos, a pesar de que el lumos era más práctico.

Ioannidis realizó una floritura con la varita. Un peso ligero, invisible, cayó sobre ellos. Pansy entrecerró los ojos, forzándose a reconocer la magia que los rodeaba. Aún le faltaba experiencia al respecto; tendría que comentárselo a Tom.

Cuando la profesora abrió la puerta, y el sonido de unos ladridos no llegó más allá del umbral, tuvo una idea bastante clara de la utilidad del encantamiento. Hellen estaba por ingresar, cuando Draco le susurró algo y avanzó por delante de ellos, varita en mano.

Era una locura pensar que su mejor amigo tuviese alguna experiencia tranquilizando a la enorme bestia que soltaba sonidos como esos, pero por la manera en que tembló ante el ladrido, y no dejó de conjurar un encantamiento largo en latín, no se le ocurría otra explicación. Desvió la mirada hacia Harry por un segundo, con una pregunta en los ojos, que el niño no pudo notar, porque tenía su completa atención puesta en cada uno de los movimientos que el otro realizaba.

Draco continuó con las florituras en el aire, incluso unos segundos luego de que los ladridos se hubiesen callado, y sin bajar la varita, hizo un gesto para pedirles que entrasen. Hellen pudo abrirse paso entonces, seguida de ellos dos en una columna irregular. Ioannidis permaneció junto a la puerta, la cabeza, por debajo del velo oscuro que apenas permitía adivinar su silueta, se giraba hacia las escaleras y los demás corredores, como si esperase porque alguien se apareciera para hechizarlo y confundirlo; no lo dudaba.

Dejó ir a Dárdano después de una última caricia, pero el pájaro decidió posarse sobre uno de sus hombros, en lugar de alejarse volando o ir con su dueña.

—¿Cuánto tiempo puedes tenerlo dormido? —la Guardiana rodeó la figura tendida en el suelo, oscura, de patas más largas que la puerta, tres cabezas colocadas en direcciones diferentes, como si se hubiese caído a mitad de un movimiento cuando el hechizo lo alcanzó. Draco intercambió una mirada con Harry.

—No tanto como me gustaría —admitió. La punta de su varita emitía un débil brillo blanquecino, con toques azules, y dejaba una estela en el aire cuando la sacudía, que se desvanecía casi tan rápido como la generaba—, pero es seguro por ahora.

Pansy se armó de valor con una profunda respiración y se aproximó al perro gigante, con pasos cuidadosos, tanto como podía. Intentó recordar las palabras de Tom cuando pretendía enseñarle algo nuevo, algo de lo que dudaba.

No te desperdicies de ese modo, cuando podrías hacer tanto si te lo propusieras, él siempre le hablaba con calma, como si permaneciera en un estado de paciencia absoluto, o viviese en una eterna explicación a cualquiera que entrase en contacto con su persona. Por lo que sabía, era probable. No hay nada que se consiga con miedo, querida Pansy. En el mundo, lo único a lo que debes temer, es a la muerte. Y en tu caso, creo que ni siquiera a eso.

Quedó frente a una de las cabezas; aún acostado y dormido, la simple parte era más grande y voluminosa que ella, su acompasada respiración se soltaba en exhalaciones capaces de echar hacia atrás su túnica y cabello por completo. Tuvo que aferrar el vial que llevaba en una mano, para asegurarse de que no se le caería y se rompería en mil pedazos, porque con su suerte, bastaría para despertar a la bestia.

Junto a ella, Harry acababa de pronunciar un encantamiento que lo hizo ligero, para llegar de un salto a la parte más alta de la cabeza del centro, y pisar sin poner su peso en realidad sobre él. Lo vio arrodillarse entre la mata de espeso cabello, el vial en una mano, la otra se arrastraba por el pelaje; de camino allí, le había oído decir que los perros solían tener cabellos sueltos en ciertas zonas, que no se caían porque quedaban atrapados entre los demás, y era más fácil que se le pegasen a la palma que intentar arrancarlos o cortarlos.

Si él podía enfrentarse a esa criatura, ¿por qué ella no podría?

Se obligó a respirar de forma superficial, para no sentir el aliento de la bestia, y se agachó junto a la boca, donde un colmillo sobresalía de uno de sus lados. El chorro de saliva escurría hacia abajo, lento, grueso; no pudo sentirse más agradecida de haber tomado unos guantes cuando los mandaron a buscar sus cosas, en el momento en que, sujetar el vial para llenarlo del líquido, incluía dejar que este se derramase sobre la tela.

Cuando contaba en una cantidad considerable, se apartó, aún agazapada, y le colocó el corcho en silencio, caminando más y más lejos con cada segundo que transcurría.

Desde la entrada, la melodía de los violines se ralentizaba, de ese modo particular en que ocurre cuando están a punto de dar por finalizada una pieza. Pansy se paró junto a Draco, guardándose el vial en la túnica, y observaron a Harry, todavía sentado sobre la cabeza de Fluffy, estrechando los ojos por detrás de los lentes al intentar, supuso, introducir un cabello en el frasco de cristal. Hellen no dejaba de dar vueltas, varita en mano, lista para saltar; si tuviese que elegir, habría pensado que era ella la más nerviosa en el cuarto.

Tan pronto como la música cesó, Draco agitó la varita, y una canción idéntica se reprodujo. Puede que fuese una pausa pequeña, pero suficiente, porque el perro se sacudió de forma ligera. Harry ahogó un grito, aferrándose al pelo de la criatura y al vial, para que ni él ni el frasco se cayesen.

Su Guardiana estaba por sacarlos de ahí, cuando Harry comenzó a palmearle la cabeza al perro, luego a rascarle detrás de la oreja.

—Sh, sh, sh —su voz, junto con el sonido de los violines, llenaba la sala. Fluffy cayó rendido por segunda vez, aunque él no se detuvo durante un rato después de eso. Cuando dejó de acariciarlo, guardó otro pelo en el vial, y descendió de un salto, todavía bajo los efectos del hechizo que se aplicó a sí mismo.

Pansy sonrió y jaló uno de los brazos de su mejor amigo, ahora sin los guantes cubiertos de saliva.

—Lo conseguimos.

Pero él no dio muestras de estar escuchándola. Draco tenía los ojos puestos en Harry, enormes, muy grises a través de la oscuridad, e inundados de una emoción que no sabría reconocer todavía.

Fue la primera vez que Pansy Parkinson pensó que lo veía como si él fuese la razón de que la magia existiese.

Harry se acercó con una sonrisa y un salto, levantó el brazo con que sostenía el vial, en un gesto de victoria. Draco negó, aunque le devolvió la sonrisa, un poco más pequeña y cohibida.

—Deberíamos ir saliendo —murmuró el niño, captando la atención de las mayores. Cuando ambos asintieron, desfilaron hacia afuera, no sin que Hellen se hubiese asegurado de que el perro no estaba afectado ni tendría señales de haber sido hechizado una vez que despertase.

En el pasillo, se formaron detrás de una adolescente que no cabía en sí misma por el orgullo, y despidieron a la profesora Ioannidis, la que se desvaneció entre las penumbras de la noche, aunque Dárdano permaneció sobrevolando por encima de ellos.

—¿Cómo hiciste eso? —Hellen decía, en un susurro contenido, mirándolos por encima del hombro cada pocos segundos—. Fue una locura, ¿sabes? Apenas se movió y creí que tendría que levantarte con un leviosa, esa cosa pudo habérselos comido de una mordida…

Harry se rio por lo bajo, con una mano sobre la boca para retener el sonido. Draco lo codeó, de nuevo.

—Sí, fue una completa locura, Potter.

—Es que me recordó a Padfoot —él se encogió de hombros—. Cuando lo despiertan, se pone de mal humor y quiere morder, pero con rascarle tras las orejas se calma.

—¿Es tu perro o algo así?

—Algo así —le contestó a la muchacha.

—Pues vaya suerte, porque yo soy más de gatos y sólo se me hubiese ocurrido huir. A propósito —agregó, deslizando un trozo de papel del interior de su túnica a la mano de Draco. Por encima de su hombro, Pansy notó que se trataba de una fotografía del perro de tres cabezas, con ella a un lado, Harry encima, Draco cerca de la puerta, tomada desde un ángulo extraño—, si alguien pregunta, usaron un hechizo de levitación y activaron la cámara. Yo no tomé nada, ¿entendido? —ella les guiñó. Los tres niños asintieron con sus mejores expresiones de inocencia y absoluta obediencia, y se dejaron llevar de regreso a las mazmorras.

Pansy se despidió de sus amigos en cuanto llegaron, recibió un beso en la cabeza de una entusiasmada Hellen, y se metió al dormitorio de niñas, donde las cortinas de sus compañeras estaban cerradas, y estas, probablemente, dormidas.

Sonrió al dejarse caer sobre la cama. Rodó, se sacó el cuaderno de Riddle de la túnica, y lo abrió sobre el colchón, preparando su pluma casi de inmediato.

"Adivina qué acabamos de hacer" escribió, y después de un momento, decidió agregar: "Hola, Tom"

"Buenas noches, querida Pansy. ¿Algo interesante para mí?"

"Ya sé cómo se calma al perro de tres cabezas..." comenzó; de algún modo, la plática se alargó por al menos una hora más, hasta que el propio Tom la envió a dormir, porque, según él, estaba tan cansada que había escrito sin su perfecta caligrafía.

0—

—...así que eso fue todo —Pansy hizo un gesto vago con su mano, para después encogerse de hombros.

Estaba sentada en un extremo seco del suelo de uno de los baños en desuso. Hablaba con la cabeza levantada y los ojos puestos en la inusual silueta que poseían los grifos del lavabo, muy similar a una especie de serpientes. O puede que estuviese imaginando cosas, luego de tanto tiempo con los Slytherin.

Myrtle brotó desde alguna tubería, con un chillido que la hizo sentir que los tímpanos se le rompían, y se deslizó por el aire en un arco casi perfecto. Levitó por encima de ella, a unos pasos de distancia.

—A él debió gustarle, siempre le gusta cuando le enseñan algo nuevo. Ninguno de los dos nos habíamos acercado a ese monstruo —Pansy consideró explicarle que no era un 'monstruo', pero la experiencia de los últimos meses, le hacía saber que refutarle a la fantasma algo de lo que estaba convencida, era tanto o incluso peor que rehusarse a las insistencias de su mejor amigo; incluso comenzaba a tener la idea de que esos dos se llevarían muy bien, si tuviesen la oportunidad—. Ahora, cuéntame de esas Greengrass —escupió el apellido, de un modo en que ella misma nunca lo había hecho, con una expresión despreciativa, y gesticuló con sus brazos de forma dramática—, me recuerdan a la estúpida de Olive.

—Oh, no, no. Daphne y Astoria no son como tu Olive, ellas no me jalan el cabello, ni me escupen o tiran cosas —se apresuró a aclarar, negando. Myrtle frunció los labios al moverse por sobre su cabeza, en un círculo.

—Igual suena a que son terribles, feas, tontas.

Pansy contuvo una sonrisa al negar. No estaba segura de si Myrtle tendría esa capacidad de simplificar todo en vida, o era una consecuencia de haber muerto a tan temprana edad y haberse convertido en un fantasma.

—Supongo que...—se calló al escuchar unos pasos que se acercaban. Murmullos provenían del pasillo afuera del baño, y ambas permanecieron quietas, escuchando hasta que los ruidos desaparecieron por completo. Pansy soltó un pesado suspiro y se puso de pie despacio, sacudiéndose la túnica con cuidado—. Debería irme, Myrtle.

El fantasma comenzó a quejarse con una voz incluso más aguda de lo usual, lo que causó que ella entrecerrase los ojos y se encogiese un poco.

—Vas a volver, ¿verdad? —insistía entre chillidos, girando y girando por encima de ella—. ¿Vas a traerme más noticias del mundo de los vivos? ¿No me vas a presentar a esos dos amigos tuyos? ¡Ya siento que los conozco! Quiero que los traigas, tráelos, tráelos, ¡tráelos!

Pansy le mostró su mejor sonrisa, extendiéndole una mano, como si pudiese despedirse de ella de un modo normal. Myrtle bufó.

—Te prometo que los voy a traer, pero no será justo ahora, Myrtle.

—Hm, bien, pero vas a volver, y los vas a traer, y me los vas a presentar, uh, ¿son lindos? Son lindos, ¿verdad? —soltó una risita aguda y tintineante—.  que son lindos, tu cara me lo dice todo.

Ella rodó los ojos, sólo después de que la fantasma se hubiese desplazado de regreso a los lavabos y se hubiese metido por el desagüe. Caminó lento la puerta, presionó un lado del rostro contra la superficie, para asegurarse de que no habría nadie en los alrededores, y salió.

Fue hacia las mazmorras de inmediato, tomando los pasillos menos concurridos a esa hora. Al llegar a la Sala Común de Slytherin, se dirigió a los dormitorios de niñas, donde se quitó la túnica, para dejarla doblada sobre la orilla de la cama, y se llevó un libro al ir de vuelta a la sala.

Una sensación leve de reconocimiento vibró dentro de ella. Giró la cabeza por reflejo.

Draco y Harry entraban por la puerta en ese preciso instante; el primero hablaba en voz baja y caminaba adelante, el otro parecía poner toda su concentración en lo que le decía, por la manera en que no miraba ni por un segundo en una dirección diferente. Pansy intentó disimular su sonrisa al tomar asiento, frente a la chimenea, y ojeó el libro en una página al azar. Era la tercera vez que lo leía, estaba convencida de poder comenzar su lectura en cualquier punto, sin sentirse desorientada en lo más mínimo.

Sus amigos se sentaron en el sofá junto a ella, uno se dejó caer con un ruido sordo y una carcajada mal reprimida, el otro tuvo más delicadeza al acomodarse a un lado y hacer espacio para ambos; sabía cuál era quién sin necesidad de levantar la mirada.

—¿Qué lees? —de pronto, Harry se inclinaba por encima del reposabrazos del sofá, para aproximarse a ella y ver por encima de la cobertura al escrito del libro. Frunció el ceño, estrechando los ojos en un obvio intento de leer. Detrás de él, Draco tiraba del bordillo de su pantalón, tanto para sostenerlo y que no se fuese hacia adelante, cayendo de cabeza, como para reprenderlo por sus descuidos al moverse así.

Pansy alzó el libro para mostrarle el título, Harry emitió un "oh", y se dejó jalar de regreso al sofá, casi tendiéndose encima del pecho del otro niño.

—¿Qué es un 'Odín'? —con esa simple pregunta, Draco bufaba, lo llamaba ignorante, y comenzaba una larga charla acerca de mitología nórdica, que ella sólo escuchó a medias, porque no había nada acerca del tema que no supiese ya.

Alrededor de media hora después, una ligera quemazón en el meñique les advirtió de lo que ocurría, y Pansy levantó la cabeza, parpadeando para salir del ensimismamiento que supuso la lectura. Sus amigos ya estaban enderezándose y hablando entre susurros.

La niña se reclinó en el respaldar, un poco ladeada, y se dedicó a pasar páginas con cuidado, mientras que la Sala Común se llenaba de estudiantes de segundo año, en grupos o solos, y los de cursos diferentes salían o se encaminaban hacia los dormitorios.

La abertura del pasadizo se escuchó como poco más que un distante sonido de arrastre, pero bastó para hacerla cerrar el libro y mirar en dirección a la pared contraria a la entrada, de la que Lucian salía, con una antorcha verde en su mano.

El muchacho sonrió al saludar y apoyó su mano libre sobre la parte alta del respaldar en su silla, obligándola a girarse por completo o a levantar la cabeza para verlo.

—Por aquí, por favor —llevó a cabo un gesto hacia el pasadizo. Más acostumbrados con cada prueba, los niños se formaron y comenzaron a descender, entre pláticas distintas, bromas, señas, e incluso realizando apuestas sobre quién lo había hecho mejor. Lucian se quedó atrás, el tiempo suficiente para permitirles pasar a todos y cerrar el agujero que quedaba en la pared.

En el Salón de la Fama, los otros tres Guardianes conversaban en una especie de círculo cerrado, o un triángulo muy pequeño. Hellen fue quien desvió la mirada primero al escucharlos llegar.

—Como se darán cuenta, hoy es el último día de febrero —la muchacha caminó hacia la delantera del grupo, saludando con gestos de la mano, susurros y una ligera sonrisa a los estudiantes—, lo que significa que la segunda prueba ha terminado. Líderes, paso al frente y muestren sus resultados.

Draco avanzó tan pronto como la escuchó, sacándose los viales con la saliva y el pelo de la túnica, y la fotografía mágica de Fluffy. Escuchó un jadeo de Daphne Greengrass, que se paró junto a él y comenzó a hacerle preguntas respecto a la criatura, que no contestó de forma directa.

—¿Por qué no comienzas tú, Lucian? —ofreció ella en voz calmada, posicionándose detrás de los dos y cerca de Draco. El aludido asintió, colocando una mano sobre el hombro de Daphne, para darle algún tipo de apoyo.

—Mis niñas, inteligentes como son —pretendió presumir, ganándose una risa de Hellen y bufidos de los otros dos Guardianes. Sujetó la fotografía mágica, para levantarla lo suficiente como para que todos la viesen, y apuntó al mechón de pelo blanco que ella sostenía; pertenecían a un unicornio, la imagen mostraba a dos de las niñas, con unos caballos adultos y un potro dorado—, fueron por los unicornios. Resulta que les gusta ser tocados por mujeres y niños inocentes, y lo único que tuvieron que hacer fue acercarse despacio y acariciarles el lomo; el cabello es de un potro, Daphne se lo quitó con una tijera, con mucho cuidado.

Hellen asintió, murmurando una felicitación al grupo, que sonrió a los demás estudiantes y se reunieron en un círculo, entre susurros. La muchacha miró hacia el equipo que dirigía Zabini.

—¿Montague?

El mencionado resopló, cruzándose de brazos.

—Jarvey —se encogió de hombros, con los labios fruncidos—, uno estuvo a punto de morder a Crabbe en la nariz y tuve que inmovilizarlo. Goyle fue un idiota al arrancarle un poco de pelo de la cola, Zabini quería uno de sus dientes, ¿sabes lo que es tratar con estúpidos? —en cuanto lo dijo, le dio un manotazo a Blaise, que lo empujó hacia adelante y lo hizo gemir de forma lastimera.

Hellen contenía la risa cuando vio en dirección al grupo de Nott.

—Hipogrifo —Flint lucía una diminuta sonrisa al palmear la espalda del líder de su respectivo equipo—. Nott fue un encanto inclinándose y pidiéndole permiso para acercarse, justo como Ioannidis se lo decía. El tonto pájaro casi que le regala sus plumas de buena gana, hasta que a alguien —dirigió una mirada poco agradable a una de las niñas de su grupo, que agachó la cabeza y se encogió un poco—, se le ocurrió acercarse demasiado rápido. Fue una suerte que Nott se metiese en medio y le pidiera que se calmase, pero se molestó mucho después de eso y se fue.

Hellen volvió a asentir. Con un gesto triunfal, le arrebató la fotografía a Draco y la alzó.

—Superen esto. ¡Un maldito perro de tres cabezas! —agitó la foto, su sonrisa creciendo con cada segundo que transcurría—. Fluffy. Le tomamos muestras de saliva y pelo, y si eso no los hace los más valientes, no sé qué lo haga. Hasta empecé a creer que me asignaron tres Gryffindor, no tres Slytherin.

Pansy y Harry se rieron por lo bajo, tomándolo como un cumplido, en cuanto ella los rodeó por los hombros y los apretó contra sí. Draco, frente a ellos, rodó los ojos con una sonrisa.

—No somos Gryffindor, sólo buenos Slytherin —dictaminó él, con un gesto vago, entregándole los viales de muestras a la Guardiana.

—Por esta vez —Lucian le dio un último apretón en el hombro a Daphne, antes de caminar hacia la delantera del conjunto estudiantil—, no hay penitencias ni descalificados. Sin embargo, es obvio que tenemos que hacer una escala, y cambiaremos el método para conseguir el premio. En mi humilde opinión, mi grupo se merece el primer lugar —ante un carraspeo nada disimulado de Hellen, que todavía los tenía a ambos abrazados, él se rio—, al mismo nivel que el grupo de Hellen, por supuesto. Continuamos empatados, así que cualquiera de los dos equipos podrá optar por el premio, mientras que los otros dos, aunque comenzarán la prueba el mismo día que los nuestros, no. Pueden llevárselos, Flint, Montague.

Con algunas protestas débiles, ambos Guardianes guiaron a sus grupos hacia la salida. Al pasarles por un lado, los niños intercambiaban felicitaciones o comentarios sorprendidos, en especial porque se hubiesen acercado a un perro como ese o porque Daphne y sus amigas hubiesen visto un potro de unicornio, que eran los más difíciles de encontrar. Hellen y Lucian les dijeron a todos, uno a uno, que hicieron un gran trabajo y todavía les quedaba una oportunidad.

Cuando el Salón quedó medio vacío, los dos estudiantes mayores se colocaron uno junto al otro, frente a ellos, e intercambiaron una mirada breve. Fue Hellen, de nuevo, la que comenzó a hablar.

—Hay una cuestión importante respecto a la siguiente prueba, pero no, no les diremos qué es todavía —alzó una mano, capturando la atención de ambos equipos con un gesto amplio, que abarcó a los dos Guardianes restantes—. Nosotros sólo les daremos una pista, que los ayudará a averiguar algo sobre el siguiente reto.

—Pero no cualquier pista —prosiguió Lucian—, porque sólo pueden ser dos palabras. Y más que eso, ni yo, ni Hellen, se las daremos a nuestro equipo; me tocará darles la pista a Harry, Pansy y Draco, mientras que ella se ocupa de mis niñas.

—Podrían hacer trampa —opinó Draco, dirigiéndole una mirada inquisitiva a su Guardiana—, podrían decir algo sin sentido, para darles una ventaja al equipo de cada uno.

—Podríamos —aceptó ella—, y sería una estrategia muy astuta. Pero resulta que ya le hice jurar a Lucian que no lo haría y sabe que lo esperará una maldición apenas salga del dormitorio de chicos, si se le ocurre sabotear a mis niños —Hellen sonrió, aunque el gesto debía resultar más tranquilizador para ellos, que para el muchacho, que se aclaró la garganta y se removió, incómodo.

—Sí, bien, no me emociona recibir maldiciones cuando recién me despierto —comentó, encogiéndose de hombros. Su expresión volvió a ser seria cuando continuó—. Si pueden conseguir algo en base a la pista que les daremos, durante la siguiente semana, se ganarán el premio; sólo habrá uno, así que será del grupo que se acerque primero a nosotros con una respuesta. Si ninguno lo consigue, harán la tercera prueba al mismo nivel que los otros dos equipos, ¿de acuerdo? Es ganar o no ganar, pero no pierden nada que tengan ya.

Los niños asintieron y soltaron murmullos de acuerdo, antes de que Hellen les diese otro apretón y caminase hacia el equipo que Daphne guiaba, apartándose de ellos para poder agacharse frente a las tres y darles su respectiva pista.

Lucian se colocó frente a ellos y los examinó despacio, como si tuviese que sopesar bien sus palabras. Cuando asintió, Pansy estaba segura de que era más para sí mismo.

—Dos palabras —levantó el índice y medio para mayor énfasis. Al decirlas, lo hizo lento, en voz baja—: Salazar Slytherin.

Se observaron entre sí. Draco fue el que asintió, un momento antes de que el Guardián volviese al sitio que ocupaba segundos atrás, y Hellen guiase a las niñas de vuelta.

—Y una cosa más —señaló la muchacha—, durante esta semana de investigación, está terminantemente prohibido que nos hagan preguntas sobre el tema o lo hablen entre ustedes. Podrían conversarlo con los integrantes de otros grupos nada más.

Ambos equipos asintieron de nuevo, y fueron sacados del Salón por sus Guardianes. Hellen les susurraba que lo harían bien, que estaban a un paso de ganar, y que fuese cual fuese la pista, sabrían utilizarla, mientras les daba débiles empujones en la espalda y otras palabras de ánimo.

Una vez estuvieron de regreso en la Sala Común, se dieron las buenas noches y caminaron en direcciones opuestas, hacia los dormitorios. Pansy se balanceaba sobre sus pies al moverse, ignorando a Daphne, más que ajena a la plática de Tracey y Millicent, dado que no hacían intentos por incluirla y tampoco tenía muchas ganas de participar.

En cuanto llegó al cuarto, aguardó a que sus compañeras ocupasen el baño, se metiesen a la cama. Sólo cuando pensó que se quedaron adormidas, se dio una ducha, se cambió, y se tendió sobre el colchón, con el cuaderno de Riddle.

Escribió deprisa, aunque cuidadosa con su caligrafía, a la que él debía haberse acostumbrado ya.

"Hola, Tom"

"Querida Pansy, buenas noches" la respuesta fue inmediata. Tan veloz que no le dio tiempo a sus propias palabras de terminar de desvanecerse en el papel. "¿Cómo les fue con la prueba?"

"Bien" esperó un momento, considerando si preguntar o no. Luego volvió a escribir. "Tengo algunas cosas que contar, y unas preguntas, ¿te importa?"

"¿Preguntas sobre qué?"

Ella vaciló por un instante.

"Salazar Slytherin" y enseguida añadió: "¿sabes algo sobre él?"

Podía imaginarse la sonrisa escueta y pequeña del Tom de quince años cuando leyó la respuesta.

"Notarás que sé lo suficiente sobre Slytherin, querida"

 

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