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SANTIAGA!! por juda

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Fuck!

Lo que hubiese dado por dejarlo pasar por debajo de la ropa y que le hiciera flor de paja, pero no podía! Marcelo creía que ahí abajo había un agujero, no sospechaba que en realidad le colgaba la pija dura y babosa.

La mano de Marcelo avanzó rápidamente hasta la mitad del muslo por debajo de la falda, Santiago cerró fuertemente las piernas y le pegó un parchazo en la mano por arriba de su ropa.

El pelinegro no la sacó, quedó en el mismo lugar apretándole la pierna.

-Me calientas -le siseó en el oído y Santy casi lo pone en cuatro y se la mete por detrás.

-Te estás apurando, creo que te cruzaste media cancha sin ninguna parada -le contestó tomándolo del codo y sacando la mano que tenía bajo su ropa.

Marcelo retrocedió confundido, no estaba acostumbrado a la negativa.

Santiago se dio cuenta del detalle, no quería hacerlo sentir mal pero tampoco había muchas alternativas.

-Ey!!! No esperaba encontrármelos aquí! -gritó alguien y los dos giraron a verlo.

Ernesto sonreía con esa pose de ganador que tienen los pobres piojos que se creen la gran cosa porque tienen un vehículo de último modelo estacionado al frente.

"otro degenerado" pensó Santiago.

-Ey!!! -contestó Ernesto sin tanta emoción. -¿Cómo andas? ¿Bien? El lunes nos vemos en la empresa. Adiós!

El castaño largó una carcajada y luego de mirar con curiosidad a la pelirroja psicótica que le daba un poco de miedo, se fue. Había algo raro en esa mujer, pero no estaba preparado psicológicamente como para averiguarlo.

El pelirrojo tomó su vaso y de un solo trago se terminó la medida de whisky que le quedaba.

El pelinegro la vio y sonrió para si mismo, tal vez ahí estaba la solución: emborrachar a la pelirroja!

A Santy le dolía la pija dura y aprisionada en la tanga. No iba a aguantar mucho tiempo, en cualquier momento se le cortaba y ahí sí que se iba a convertir en Santiaga.

-Permiso, me voy al baño. -le dijo mientras se tapaba la entrepierna con una carterita que le había dado Sandra.

Mientras caminaba se miraba disimuladamente para cerciorarse que no sobresaliera ningún bulto extraño por la falda entallada.

Estaba por entrar al baño de los hombres cuando se dio cuenta y automáticamente se desvió hacia el otro lado, miró en dirección a Marcelo para comprobar que no hubiese notado su error: El pelinegro estaba tomando su bebida mientras se masajeaba la pija por debajo de la mesa.

Abrió la puerta e ingresó a lo que él imaginó que sería su paralelo en la tierra del paraíso en el cielo: Había aproximadamente 10 mujeres mirándose en el espejo, conversando entre ellas. Algunas tenían la camisa abierta y se acomodaban las tetas en los corpiños, otras tenían las faldas arriba y se ponían bien las pequeñas prendas íntimas, tan pequeñas que algunas eran solo hilos.

Santiago tragó duro, tendría que haber ingresado a un cubículo pero no iba a tener otro oportunidad como esa de entrar a un baño de mujeres y poder observarlas sin que lo crucificaran. Se fue hasta el lavabo y comenzó a lavarse las manos mientras las miraba por el espejo.

-Dejen de magrear que me estoy meando -gritó una mientras abría la puerta y se veía a dos mujeres: una de pie con las piernas abiertas, la cadera hacia adelante y otra en cuclillas con la boca toda metida en la entrepierna.

-FFFFUUUUUUUUUCCCCKKKKKKKK -gimió Santiago.

Bien, seguro que esta vez sí perdería la pija, seguramente ya se le había estrangulado en la tanga de tan dura que la tenía. Ahora sí se llamaría Santiaga.

Todos los cubículos estaban cerrados.

Ya no daba más, se le iban a reventar los huevos.

Uno se desocupó al final del pasillo y corrió hasta ahí.

Se levantó la falda, se bajó la tanga y se jaló dos veces la polla toda venosa hasta eyacular abundantemente.

-MIEEEERDAAAAAA -Gritó con su voz gruesa y percibió con claridad como todas las voces de las mujeres callaron.

Se acomodó la ropa y salió del cubículo con la mayor dignidad posible, sin mirarlas.

Al llegar a su mesa se dio cuenta que había cuatro shots de tequila, lo miró.

-Me tomé el atrevimiento de pedir más bebida. -le dijo con una sonrisa de costado.

"De-ge-ne-ra-do" pensó Santiago, el tipo creía que podía emborracharlo y cogérselo en algún rincón oscuro de la disco. JA! si supiese que él mismo había usado esa artimaña con más de una mina (y de un tipo también).

Se sentó, agarró el primer shot, se lamió la zona que había entre el pulgar y el dedo índice, le puso sal, la chupó, tomó el tequila de un solo trago y luego se exprimió el limón en la boca, levantando la cabeza para que el líquido le llegara directo a la garganta.

-Refrescanteee!!!! -le dijo con una sonrisa, arrugando un poco la nariz.

Marcelo creía que podría con Santiaga, pero lo que él ignoraba es que debajo de ese vestido, habitaba Santiago, el muchacho que fue 3 años barman, mesero, que ahora tenía su propio bar y que por consiguiente estaba más que acostumbrado al alcohol.

A la media hora Santiago se había desprendido el cuarto botón de la camisa y se la elevaba para poder soplarse el pecho: el corpiño le apretaba y le hacía calor.

Marcelo estaba borracho hasta la médula.

Constantemente se le tiraba encima y quería tocarlo.

El pelirrojo había pasado el brazo por detrás de él y lo sostenía del cuello de la camisa para que se aproximara lo suficiente como para devorarle la cara entre trago y trago.

-Santiaga, no seas mala, mujer! siente como me tienes -gimió con la media lengua de borracho y tomándole la mano se la puso en su pija.

El pelirrojo pensó que no debería aprovecharse del pobre dientes de conejo en esa condición (lo pensaba mientras le pasaba la mano por toda la pija y se la apretaba). La notaba tan dura que se le hacía agua la boca. Lo miró, tenía los ojos rojos y la nariz colorada, estaba tan alcoholizado que bien podría violarlo y al otro día no recordaría nada, es más, lo más posible es que ni siquiera supiera por qué le dolía el culo. Miró hacia los privados... NO! no lo haría. Era mejor persona que eso. 

Marcelo le apretaba la mano para que lo masajeara y el pelirrojo seguía el movimiento mientras cruzaba las piernas y se apretaba su propia polla mojada.

Sacó la mano abruptamente porque una cosa era intentar tener autocontrol y otra declararse santo... y no tenía mucho de lo primero y lo otro era casi inexistente en su vida.

-Marcelo, tengo que volver a mi casa, gracias por la velada. ¿Cómo chotos volverás a la tuya?

-En mi auto! -dijo parándose de golpe con tanta rapidez que su cuerpo terminó por enterarse que casi no tenía control de los miembros inferiores y de la misma manera cayó sobre la mesa. Se volvió a levantar, inmediatamente. -yo te llevo.

-¿A donde me llevas?

-A tu casa!

-Marcelo, no te puedes sostener... por qué tomaste tanto si no toleras el alcohol??

-Por que pensé que te emborracharías antes! -le contestó con la franqueza que solo los que están a un paso del coma alcohólico tienen.

Santiago maldijo y lo cargó hasta el auto.

Por suerte el dientes de conejo se acordaba donde vivía!

Dejó el vehículo en el estacionamiento mientras llamaba un taxi y luego lo acompañó hasta su casa, le abrió la puerta, lo hizo entrar al primer cuarto que encontró y cuando lo vio casi desmayado en la cama... dejó de pensar como un hombre honesto y decente.

El taxi le había dicho que tenía una demora de 5 minutos.

Le abrió la camisa lo suficiente como para chuparle los pezones mientras le desprendía el pantalón, le sacaba la polla dormida y luego se tiraba sobre ella para comérsela con hambre, la había estado deseando toda la noche. Se levantó la falda y haciéndose a un lado la tanga se sacó la pija por el costado y comenzó a masturbarse con violencia mientras seguía chupando la pija que ante la estimulación se había puesto dura y despedía líquido preseminal.

Lo escuchaba quejarse pero estaba tan alcoholizado que sabía que no se despertaría.

Metió aun más la mano y tocó el culo del pelinegro, estaba tentado. Lo miró a la cara. Respiraba con fuerza pero no lograba abrir los ojos.

-FUCK! -gritó mientras volvía a ponerle el boxer y le acomodaba el pantalón.

La bocina del taxi sonó y tuvo que salir así, con la pija palpitándole en la tanga, pidiéndole en coreano, ingles, castellano y marciano que le diera alivio. Miró la hora, recién eran las dos de la madrugada. Tenía tiempo de ir a su departamento, cambiarse, sacarse toda esa pintura que tenía encima y regresar al Rapsodia en busca de alguna presa, se le cruzó por la cabeza que el compañero degenerado de Marcelo estaba en ese lugar. La tenía tan dura y tenía tantas ganas de coger que necesitaba un degenerado nivel dios.

Tomó el taxi, se marchó y a los 40 minutos estaba ingresando nuevamente en la disco.


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