Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sexo con consecuencias por Marbius

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

2.- Veintiocho.

 

Fragile, always 'bout to fall just like sand

Castles, three, two, one, go

Strong hold,

It's time for me to admit that I'm an

Asshole, so here I go

5 Seconds of Summer - Monster Among Men

 

Muchos cambios habían ocurrido en los últimos diez años... La mayoría buenos, sólo algunos malos, muchos inesperados...

—¡Padfoot!

—¡Harry!

—¡Moony!

—¡Hola, Harry!

En una visita semanal a los jueves en casa de los Potter (sí, en plural, desde que Lily había aceptado la propuesta de James para casarse) para cenar entre amigos y reconectar, Sirius y Remus recibieron la bienvenida más calurosa por parte de Harry, el accidental y para nada planeado bebé de sus mejores amigos, que con todo era el sol de sus vidas y la prueba física de que no todos los críos de cinco años eran detestables con sus sonrisas de dientes faltantes y manitas pegajosas.

Remus ya lo sabía, por supuesto. Su trabajo en la biblioteca le hacía pasar algunas de sus tardes en la sección infantil montando exposiciones que despertaran el interés de los jóvenes lectores, y en otras ocasiones hasta había aceptado participar en el rincón de lectura como un cuentacuentos al que no se le daba mal imitar toda clase de voces.

No, quien había necesitado convencimiento de que un bebé no era la peor catástrofe jamás conocida en su íntimo círculo de amigos había sido Sirius, que reaccionó mil veces peor que James cuando Lily le anunció que tenía un retraso con la regla y que su prueba de embarazo había dado positivo. Ahí donde James se mostró nervioso y extasiado por partes iguales de empezar su familia con Lily, Sirius en cambio se mostró taciturno y tuvo un ataque de mal humor que duró por semanas, donde fue necesario convencerlo que habría cambios, claro está, pero que serían para bien. Que un bebé no destrozaría su amistad.

Y no lo hizo.

Nacido como Harry James Potter, el pequeño bebé acabó por conquistar a Sirius cuando el mismo día del parto se mostró como una pequeña réplica de James y su llanto bajó de intensidad hasta desaparecer cuando Sirius y sólo Sirius lo sujetó entre brazos.

Había sido amor a primera vista, y cinco años después, poco había cambiado en esa relación.

Con Harry en brazos y conversando con él de todo y nada, Sirius tenía la exclusiva de Harry cada noche de jueves que él y Remus acudían a la cena de sus amigos, y éste no tenía inconveniente en ese honroso segundo puesto por los afectos del niño.

Era como era, y en cualquier caso ya se había acostumbrado a ser el segundón...

—¿Moony? —Atrajo Harry su atención, y Remus se forzó a sonreír para no revelar sus pensamientos de antes.

—¿Sí, Harry?

—¿Conoces al tío Wormtail?

—Puedes apostar que sí —respondió Sirius en su lugar, bajando al niño porque su peso no era tan ligero como para tenerlo siempre en brazos como cuando era un bebé—. Íbamos juntos al colegio y éramos mejores amigos, como tú con Ron, Neville y Draco.

Harry asintió y quedó satisfecho con esa respuesta, así que salió corriendo en dirección a la cocina para anunciar ruidosamente que su padre y sus amigos tenían un nuevo viejo mejor amigo.

Sirius y Remus aprovecharon el momento para despojarse de sus abrigos, y al cruzar el vestíbulo saludar al resto de los invitados.

Con el retorno de Peter de las tierras altas de Escocia (luego de su año sabático había estudiado ahí y se había casado para volver con su esposa e hija de vuelta a Londres apenas ese mes), los Potter habían preparado una velada un poco menos íntima que en otras ocasiones, invitando amigos de Hogwarts y otros más recientes para darle a la cena un toque más de fiesta.

Remus se acercó a intercambiar saludos con Marlene y Dorcas, dos chicas que en sus años de universidad se habían acostado con Sirius en un trío y habían terminado por enamorarse la una de la otra, muy para satisfacción de él, que se hacía llamar el cupido que las había flechado con su pene.

A ellas les siguieron Fran y Alice, amigos recientes de los Potter porque su hijo Neville iba en el mismo salón que Harry, pero habían hecho buenas migas con ellos porque Alice era maestra, y en el pasado Remus había trabajado con ella en talleres de lectura.

Remus también se detuvo con los Weasley (quienes por fortuna habían dejado a sus cuantiosos hijos en casa) y a los Malfoy (que de algún modo estaban lejanamente emparentados con Sirius) antes de poder llegar con Peter, su esposa Mary y su hija Daisy. Sirius ya se le había adelantado, y hablaba con Peter del camino que habían tomado sus vidas después de Hogwarts.

Así como James y Lily habían cumplido sus sueños de volverse doctores (James especializado en fisioterapia deportiva y Lily como pediatra), Remus también había conseguido un buen trabajo en una biblioteca, y Sirius... Él había tenido la vida resuelta desde un inicio al ser el favorito de su exiliado tío Alphard, que ya mayor y retirado a la Riviera francesa le había legado su compañía.

Sirius habría de ser el presidente de su propio imperio de haberlo querido, pero en su lugar había aprovechado que su hermano Regulus lo había contactado para informarle que tenía razón, sus padres eran la escoria del planeta y que quería desligarse de ellos, para plantearle la posibilidad de ir a mitades con las gestiones de la empresa y su hermano había aceptado.

En materia de acciones, Sirius, Regulus y el tío Alphard ostentaban idénticas partes de 30% de la compañía, dejando ese 10% restante a su prima Andrómeda, que también renegaba del apellido Black luego de haberse casado con Ted Tonks en contra de los deseos de sus padres, y por lo tanto ya estaba de su parte.

Luego de su graduación, Sirius había trabajado con Regulus en las gestiones de la empresa por espacio de un par de años, pero en vista de que su hermano tenía talento innato para los negocios, y a Sirius en realidad le importaba un rábano todo aquello, se había tomado una jubilación adelantada y ahora contaba con propiedades alrededor de todo Londres donde rentaba y generaba ingresos sin tener que mover un dedo.

Pese a la buena carta que la vida le había otorgado, Sirius no entró en grandes detalles al hablar de ello con nadie más que sus más íntimos amigos, y ahora Peter, que lo felicitó por su buena estrella y le deseó la mejor de las suertes.

—Es curioso ver a Peter después de todos estos años —le dijo Sirius a Remus en la cocina mientras se servían una copa de vino antes de la cena—. ¿Te has fijado que se está quedando calvo? El look le sienta, supongo. Pero...

—Seh. Lo difícil sería no notarlo —respondió Remus sin malicia—. Pero al menos lo acepta y no se cohíbe. Peor sería que llevara el cabello largo e intentara ocultar sus áreas calvas.

—Yo había pensado encontrarlo igual que hace diez años cuando decidió no entrar a la universidad y buscarse a sí mismo en ese viaje alrededor del mundo, pero... Supongo que cambiar era necesario. Él cambió y todos lo hemos hecho... Eso creo.

—No te preocupes —le sonrió Remus—, tú no te estás quedando calvo. —Y lo enfatizó retirándole un mechón de cabello que le caía por el costado y colocándoselo detrás de la oreja—. Eres el mismo de siempre, Padfoot.

Que para bien o para mal, en muchos aspectos lo seguía siendo.

Incluso después de sus años de universidad, dos hechos seguían constantes en la vida de Sirius: Su promiscuidad, y a Remus como visitante asiduo a su cama, mucho más que el resto.

Más de eso que nunca ahora que ellos dos compartían piso en una buena zona de Londres después de que Sirius insistiera en tener dinero suficiente para permitírselo, y a cambio Remus le entregaba un pago simbólico que más veces que no terminaba apareciendo de vuelta en sus bolsillos.

Remus no era idiota, tenía claro que con su dinero Sirius podía mantenerlos a ambos el resto de su vida, pero él no había estudiado ni tenía una carrera y un empleo sólo para ser mantenido por su mejor amigo, así que ponía esos ingresos extra en una cuenta de banco y esperaba por ideas.

—Ojalá esta cena no dure mucho —dijo Sirius de improviso, y Remus asintió.

Con toda seguridad, Sirius tenía planes con alguien más para esa noche, y quería retirarse temprano para asegurar sus posibilidades de sexo.

—Muero porque volvamos a casa y me hagas una mamada —continuó Sirius, y Remus se atragantó con su saliva, pero consiguió mantener el temple y volver a asentir.

Luego de más de diez años de estarse acostando el uno con el otro de manera continua aunque secreta, y por supuesto, no de modo exclusivo como para suponer que estaban juntos, Remus en cierto modo se había relajado y comenzado a creer que lo que tenía con Sirius podía no ser lo idóneo, ni encajar dentro de los parámetros de lo normal, pero funcionaba para ellos dos.

Sirius todavía salía en incontables citas y no tenía inconveniente en utilizar su buena apariencia y carismática personalidad para conocer personas nuevas y con esa misma gracia llevarlas a su cama, pero... Al final siempre volvía a Remus. Daba lo mismo cuánta diversión y variedad encontrara Sirius fuera de su piso, su retorno con Remus estaba asegurado, y éste había perdido ya la cuenta del número de veces en las que había liberado su aliento contenido en el pecho cuando Sirius volvía y se mostraba fastidiado con él.

De entre innumerables encuentros de una ocasión y algunas docenas de parejas con las que Sirius salió en todos esos años, sólo Remus había perdurado, y aunque a ratos él mismo consideraba patético sentirse valioso a pesar de las nefastas condiciones a las que Sirius lo sometía, lo cierto es que ya no había vuelta atrás para él.

En un pasado no tan remoto, después de finalizar la universidad y cuando con planes de casarse James y Lily les habían anunciado que se mudaban a su propio sitio, Remus había tenido un periodo de reflexión en donde se planteó muy seriamente dar por terminada aquella relación de amigos con derechos que mantenía con Sirius.

Con un trabajo que le daba lo suficiente para independizarse, Remus incluso había buscado en bienes raíces por un pisito, si acaso un cuarto en una pensión mientras decidía qué camino seguir, pero entonces Sirius le había pedido acompañarlo a ver departamentos, y al encontrar aquel en el que ahora vivían, se había limitado a echarle un brazo sobre los hombros y decir que esa era su piso.

No su piso, sino su piso, de ellos dos, y el corazón de Remus había estado a punto de hacerle implosión en el pecho por todas las implicaciones que conllevaba inherentemente.

Para bien o para mal, la ilusión había muerto apenas un par de días después de recién mudarse, pues luego de que Sirius tuvo con él sexo en cada habitación y superficie del piso, cuando Remus más confiado se sentía de sus nuevos dominios, había traído compañía y vuelto a sus viejas costumbres.

Corrección: A sus costumbres de siempre.

Remus se había sentido devastado cuando todavía cansado por la mudanza y el buen sexo, trayendo consigo bolsas de comida china para cenar con Sirius frente al televisor y acurrucarse en el sofá para luego hacer lánguidamente el amor, descubrió en el perchero de la entrada un abrigo que no era ninguno de los dos. También un par de botines. Y conforme fue avanzando al entrar al piso, también unos pantalones. Del resto de prendas ni quiso saber, y Remus dejó la comida en la mesa de la cocina y se retiró temprano a dormir.

De la larga noche que había pasado a solas en su cama y escuchando ruidos de dudosa procedencia en la habitación de al lado, Remus se acordaba perfectamente. También de la caldera de sentimientos que había bullido en su pecho, donde la impotencia, la humillación y el autodesprecio abundaban.

Mil y un veces esa noche se había jurado ponerle fin a su asunto con Sirius y seguir con su vida, y mil y una veces se había desdicho de sus palabras, de tal manera que a la mañana siguiente, con oscuras ojeras y casi sin haber dormido, sólo tenía claro que no podía hacerlo.

No todavía al menos, no cuando la simple idea de hacer que su última vez con Sirius no fuera memorable.

Bajo ese trato, horas después había actuado con normalidad y se había vuelto a acostar con su mejor amigo. “Una última vez” se dijo para sí, “sólo una más”, que definitivamente no lo fue en los años que le siguieron.

En la actualidad, Remus seguía preguntándose cuándo llegaría el día de esa verdadera última vez, y añorándolo... temiéndolo...

—Te has quedado callado de pronto —dijo Sirius, trayéndolo a la realidad de la cocina de los Potter, donde estaban en una pequeña fiesta y esperaban a la cena. Sirius frunció el ceño—. ¿Todo bien, Moony?

—Uh, creo que el vino se me subió a la cabeza —se excusó Remus, apartando su copa de la que apenas había bebido un sorbo—. Deberíamos volver con el resto de los invitados.

Sirius no pareció muy convencido, pero siguió a Remus mientras éste hacía lo posible por distanciarse de él y de la propuesta que había aceptado apenas volver a casa.

Buscando con desesperación cualquier tipo de distracción, Remus estuvo más que agradecido cuando entre los invitados encontró a Regulus, a quien sólo trataba de unos cuantos años atrás luego de que éste y Sirius parcharan su relación, pero a quien a la vez encontraba agradable una vez que se acostumbró a su sentido del humor sarcástico y un tanto oscuro.

—Lupin —saludó Regulus con un cabeceo, una vieja broma suya porque después lo llamó por su nombre—. Hey, Remus. ¿Conoces a nuestra prima Nymphadora? Odia que la llamen así, pero bah.

La mujer que venía con él y que a todas luces era menor en edad que todos ellos y también de estatura no se amedrentó, sino que le plantó a Regulus un certero codazo en las costillas y le extendió su mano a Remus para estrechársela.

—Tonks, por favor —pidió ser llamada.

—¿Tonks? —Repitió Remus—. ¿Por casualidad no eres la hija de Andrómeda y Ted?

Tonks así lo confirmó con una amplia sonrisa, y Remus vio al instante el parecido con los otros Black que él conocía. Claro que la chica no tenía las facciones angulosas de Sirius o Regulus, la forma de su rostro era similar a la de un corazón, pero compartían los labios gruesos y boca pequeña, además de la chispa en los ojos incluso si los de ella eran azules y no grises.

—Nymphadora acaba de terminar la universidad y se va a sumar a la empresa familiar —dijo Regulus, que como siempre estaba encantado de facilitar información pertinente—. Sirius prometió que la guiaría durante sus primeras semanas, pero cada vez es más difícil hacerle volver a la oficina.

Remus no confirmó ni denegó aquello. Sirius había hecho buenas inversiones con su dinero, y prefería ocupar su tiempo libre en sí mismo y sus pasatiempos.

—Hablando de Sirius, ¿está el por aquí? —Preguntó Tonks, que incluso parada de puntitas no conseguía sobresalir mucho entre la pequeña concurrencia que se había formado en casa de los Potter.

—Debe estar... por ahí —dijo Remus, que recordaba haber visto algunas amigas solteras de Lily entre el grupo que se había sumado a la cena, así que no sería sorpresa si encontraba a Sirius con una de ellas y poniendo en marcha sus planes de conquista.

Regulus adivinó en el acto el paradero de su hermano, y mostró su desagrado con un chasquido de lengua y moviendo de lado a lado la cabeza en señal de reprobación.

—Mi estúpido hermano, jamás cambia.

Remus no defendió a Sirius. Al fin y al cabo, ¿qué sentido tenía? Las acusaciones en su contra no eran infundadas, y más que eso, su promiscuidad se había vuelto motivo de leyenda, al punto al que a esas alturas seguro medio Londres ya había tenido su momento especial al lado del famoso Sirius Black que se acostaba con todo lo que estuviera a su alcance y demostrara interés recíproco.

El propio Remus incluido.

—¿Me acompañas por un trago? —Preguntó Tonks, cambiándose del brazo de Regulus al de Remus, y éste accedió guiarla a la cocina, donde la chica eligió vino blanco.

Remus en cambio rechazó rellenar su copa y se contentó con un vaso con agua.

—¿Te toca ser el conductor designado?

—Ese era Sirius, pero viniendo hacia acá lo vi con uno de los invitados, así que... —Remus fijó la vista en su vaso, pues sin importar cuántas veces había presenciado la misma escena, siempre le dolía igual.

Ver a Sirius con otras personas no se había vuelto más sencillo con los años, sólo más profundo el corte. Atrás habían quedado las noches en que se pasaba en vela con las pestañas húmedas y una sempiterna congoja en el pecho preguntándose cuánto tiempo más pasaría antes de que Sirius lo olvidara como compañía constante en su vida, y si bien todavía no conseguía llegar al punto de la indiferencia, iba por buen camino de al menos no permitir que se le notara.

El presenciar a Sirius una vez más en posición comprometedora con otra persona al menos tenía la ventaja de quitarle cualquier rastro de borrachera del cuerpo, y suponiendo que Sirius querría marcharse con su acompañante, eso dejaba a Remus la tarea de llevar su automóvil de vuelta a casa.

—Oh, en ese caso... —Tonks le sonrió con coquetería—. ¿Te importaría llevarme a casa después? Se supone que mi transporte era Regulus, pero...

«¿Pero qué?», pensó Remus, pues nunca tuvo una explicación plausible y terminó por ser el chofer de la prima de Sirius. O sobrina. Algo por el estilo, que los parentescos Black siempre se le escurrían de la mente sin llegar a quedarle claros del todo.

En una sucesión de hechos que después habría de ser decisiva, charlar con Tonks antes de la cena se convirtió en una razón para que ella ocupara un asiento a su lado, y ya que Sirius estaba flirteando con el que sin duda terminaría por convertirse en su acompañante de la noche, a Remus no le quedó de otra que actuar con normalidad y valerse de Tonks para ello.

Tal como Remus había predicho, Sirius se marchó temprano con su acompañante (“Creo que se llama... Uhm... Olvídalo, pero es un colega de James en el hospital, así que no tardaré en estar de vuelta en el piso”, había dicho Sirius antes de darle a Remus las llaves de su automóvil) y a Remus no le quedó de otra más que llevar a Tonks a su casa.

—Muchas gracias por ser mi transporte —repitió ésta por tercera vez, ya en el interior del elegante Audi que Sirius tenía como automóvil, y que vibró silenciosamente bajo los dedos de Remus cuando éste lo encendió—. Habría pedido un taxi, pero...

Remus volvió a notar esa tendencia en Tonks de dejar sus pensamientos inacabados, siempre con un ‘pero’ de por medio y manteniéndolo a él en la interrogante.

—No hay problema.

Poniendo la dirección de los padres de Tonks en el GPS, Remus se dedicó a conducir por las calles de Londres con gran parte de su atención en el tránsito y un poco en la chica, que había resultado ser la Black más parlanchina de la que Remus tuviera noción, y eso que vivía con Sirius...

—... Te aburro, ¿no es así? —Lo sacó Tonks de su abstracción, y Remus le sorprendió con una negativa.

—No. De hecho te encuentro agradable, es sólo que esta noche no me siento de humor para charlas largas.

—¿Y qué tal otro día? Digamos para almorzar —propuso Tonks—. Me agradas, Remus, y me gustaría conocerte más, si es posible.

—Me parece bien —dijo Remus con tono neutro, pues ya fuera una amistad o Tonks tuviera intenciones de más, él sólo podía ofrecerle lo primero y prefería dejárselo claro desde el inicio.

Una vez llegaron al domicilio que Tonks le había indicado, Remus apagó el motor y se giró hacia la chica.

—Hemos llegado —dijo con sencillez.

—Remus...

—Tonks... —Y luego Remus tuvo un acceso de risa—. Lo siento —consiguió articular a duras penas, de pronto más divertido que nunca—. Es que no puedo llamarte Tonks. Es tan... raro.

—¿Y no te parece peor llamarme Nymphadora? —Puso ella los ojos en blanco—. No sé en qué pensaba mi madre, pero seguro no lo hacía con el cerebro cuando eligió un nombre como ese para mí.

—No es tan terrible. Tiene... personalidad. Justo como tú.

—Sigue siendo horrible.

—No, sólo es sonoro, y puede que muy largo. Podrías ser Nympha-...

—Diox santo —resopló Tonks.

—... O Dora —dijo Remus, y Tonks arrugó la nariz.

—¿Dora?

—Dora.

Tonks se mordió el labio inferior unos segundos antes de dar su veredicto. —Ok. Me gusta. Dora...

—¿Entonces puedo llamarte Dora?

—Sí, pero sólo tú. Los demás tendrán que conformarse con Tonks por no haber pensado en esta solución antes.

—Vale, la distinción me agrada.

Las palabras de Remus tuvieron un efecto inesperado para él, pues Tonks... No, Dora le dedicó una mirada cargada de intenciones, que de haberse atrevido a un acercamiento Remus podría haberla rechazado sin más.

En cambio...

—¿Podemos intercambiar números?

—Claro.

Tras hacerlo, Dora abrió la portezuela del vehículo y dijo: —¿Almorzamos esta semana?

—Tú elige el día.

—Apuesta a que sí. Hasta luego, Remus —se acercó Dora a él, y le plantó un ligero beso en la mejilla, cerca de la comisura de sus labios—. Y gracias por traerme a casa. Ha sido todo un detalle caballeroso de tu parte.

—No… hay… problema… —Respondió Remus con cierta rigidez, agradeciendo cuando Dora cerró la puerta y lo dejó a solas con sus pensamientos.

A sabiendas de que tendría que dejarle bien en claro a la chica que sólo podían ser amigos, Remus emprendió el camino de regreso a su piso cuando le llegó el primer mensaje de Sirius.

 

S: ¿Moony?

R: ¿Sí, Padfoot?

 

Remus aprovechó una luz roja para cerciorarse de los motivos de su amigo para escribirle, cuando no hacía ni una hora que se había ido a la casa de su última conquista.

 

S: ¿Puedes pasar por mí?

S: El muy idiota de como-se-llame esperó a último momento para decirme que no tiene condones.

S: ¿Puedes creerlo?

S: Y esperaba que no me importara.

S: Como si estuviera en mis planes hacerlo a pelo con un desconocido.

S: ¡El descaro de la gente!

S: Pues últimas noticias, imbécil, ¡ME IMPORTA Y MUCHO!

S: Te juro que me ha arruinado la noche.

S: Así que bajé a buscar un taxi pero no he tenido mucha suerte

S: Por favor ven por mí :) ¿Sí?

 

Recibiendo los mensajes uno a uno en sucesión, a Remus no le quedó de otra más que resignarse a su suerte de chofer designado.

 

R: Pásame la dirección y estaré ahí lo antes posible.

 

Que al fin y al cabo, no sería la primera vez que lo hacía...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).