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Tardes de canícula por Marbius

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7.- Dieciocho veranos.

 

You wanted to go higher, higher, higher…

5 Seconds of Summer - Babylon

 

El verano de sus dieciocho años, era también el último verano que Sirius veía factible pasar en la villa con Regulus y su tío Alphard.

Para él habían elegido sus padres una universidad (el Imperial College) y una carrera (Negocios Internacionales), para la cual ya tenía asegurada su plaza. En lo absoluto estaba en los intereses de Sirius seguir con el legado familiar, pero su único intento por recordárselo a sus padres había terminado en una espantosa trifulca con Padre, y en una bofetada que le dejó zumbando los oídos con Madre.

—Es hora de madurar, Sirius —le recordó Padre al despedirse porque él y Regulus iban a pasar sus próximas semanas en la villa—. Ve como un niño y vuelve como un hombre.

—Aprenderás de una vez por todas a hacer lo que te ordenamos —fue el menos amable comentario de Walburga, que contribuyó en gran medida al ambiente depresivo que se vivió durante todo el trayecto.

—No le des la oportunidad de arruinarte las vacaciones —aconsejó Regulus, que con la espalda erguida y la vista al frente, se negaba a sucumbir a su propia murria.

Luego de un año complicado después de que Regulus hubiera visto a Sirius y a Remus besarse a la orilla del lago, el propio Sirius había tomado cartas en el asunto para evitarse una repetición, y después de su verano anterior, se había sentado con Regulus a explicarle cada uno de los nuevos detalles entre él y Remus, enfatizando con precisión la naturaleza de su unión y la magia inherente que con ella venía.

Por supuesto, Regulus primero creyó que se trataba de una broma muy elaborada en la que todos estaban al tanto y querían hacerle una tomadura de pelo de épicas proporciones, pero bastó una vez que Remus y Teddy se transformaran en lobos para que su incredulidad se tornara en aceptación, aunque primero pasó por toda clase de etapas antes de llegar a esa al final del verano.

Desde entonces, la relación entre Sirius y Regulus se había tornado menos rígida entre las líneas de la hermandad Black que los unía, y más sobre las bases de la amistad, facilitando así las confidencias y juntos procesar los grandes cambios que estaban por acontecer.

De la misma manera en que Sirius no había vuelto a mencionar la posibilidad de recibir la mordida de Remus y oficialmente convertirse en su compañero, Regulus había sabido controlar sus accesos de congoja cuando pensaba en la inminente partida de Sirius una vez que su falta de envejecimiento pusiera en alerta a quienes les rodeaban. En ese precario equilibrio, habían conseguido tolerar un año más en Hogwarts, el último para Sirius, y después con un miedo diferente prepararse para su verano en la villa.

A diferencia de años anteriores, esta vez Sirius había recibido de Remus su dirección en Gales y la formal petición de escribir, que además había sido aderezada con la ocasional llamada telefónica cuando tenían paseos por Hogsmeade y se aprovechaban de la caseta por monedas que ahí se encontraba para oír su voz y tolerar así mejor su ausencia.

En cierto modo habían vivido la parte romántica de su relación, con largas cartas expresando su deseo de reencuentro, pero también deseo acumulado, que esta vez se manifestó en fidelidad por parte de Sirius.

Las últimas semanas del curso le habían parecido a Sirius una tortura, y a punto había estado de comprar un pasaje para Gales una vez que volvió de Hogwarts a Grimmauld Place, pero sólo Regulus había sido capaz de ponerle un alto al recordarle que en casa la situación estaba tensa.

Más que tensa de hecho, con sus padres disgustados con el heredero que no quería seguir los pasos hechos a la medida para él como Black, y prefería estudiar cualquier cosa menos negocios, lo cual obviamente encendió a Madre y movió sus hilos para asegurar sin remedio su ingreso a la universidad de su elección.

Incluso un mes después, Sirius seguía tan molesto que estaba dispuesto a llevar alguna acción desesperada para dejar en claro que él no era ninguna clase de marioneta lista para entrar en acción al divertimiento de sus padres, y sólo Regulus había podido devolverle la calma.

Regulus y Remus, que había pasado por Londres en varias ocasiones y se había reunido con él en algunas tardes libres para ambos.

El reunirse de vuelta en la villa del tío Alphard era una mera formalidad ahora que su edad legal no era un impedimento entre ambos, pero también era un deseo mutuo de mantener viva una tradición.

—Mira hacia allá —dijo de pronto Regulus, señalando a la orilla entre el camino y el bosque una figura peluda que trataba de darles alcance.

Sirius reconoció en el acto a Moony, y su semblante malhumorado se cambió por una sonrisa.

—Los Errantes ya deben de haber regresado...

—¿Irás más tarde de visita?

—Iremos más tarde de visita, Reg —le incluyó Sirius, que por ir mirando a la ventana, se perdió la amargura en las facciones de su hermano.

Su arribo a la villa fue como en cualquier otro año, con la señora Winky señalando cuán altos se habían puesto y lo mucho que les hacía falta una buena comida para recuperar el color de las mejillas.

Sirius no perdió tiempo en subir su equipaje y apresurarse a ir al bosque, pero Remus se le adelantó tocando a su ventana y entrando sin más una vez que le otorgó el permiso.

El primer beso que compartieron luego de apenas unas semanas de ausencia fue eléctrico, y le requirió a Sirius toda su fuerza de voluntad para no invitar a Remus a recostarse en su cama.

Remus también hizo de voz de la razón. —Más tarde —dijo con un último beso a los labios de Sirius—, o Regulus se disgustará por hacerlo esperar.

En efecto, Regulus se mostró ligeramente hosco durante la tarde que ellos tres y Teddy disfrutaron cerca del lago poniéndose al tanto de sus vidas, y sólo mejoró cuando Sirius dejó ir la mano de Remus y retó a su hermano a una carrera a través del lago.

Conscientes de que los hermanos Black necesitaban tiempo a solas, Remus y Teddy se acostaron a la sombra de un árbol y fingieron dormir.

—¿Sabes que no debes tener celos de Remus, verdad? —Dijo Sirius una vez él y su hermano llegaron a su línea de meta en el muelle del lago, y éste le volteó la cara—. Reg...

—No son celos —negó éste el sentimiento—, sino...

Sirius extendió su brazo y tocó a Regulus en el hombro. —¿Qué es, Reggie?

—Te echaré tanto de menos...

—¿Uh?

—Cuando recibas la mordida y después tengas que marcharte porque no será más creíble que tú eres el hermano mayor.

—Oh, Reg —le estrechó Sirius más de cerca—. Siempre seré tu hermano mayor. Ese es mi puesto, y no pienso dejarlo ir.

—¿Lo prometes, Siri? —Inquirió Regulus, la cabeza gacha y disimulando la humedad excesiva de sus ojos con el agua del lago que caía de su cabello, pero Sirius vio a través de él y lo abrazó.

—Mejor que eso, Reggie. Lo juro. Juro que así será.

 

—He tomado una decisión —dijo Sirius más tarde en esas vacaciones, él y Remus vagando tomados de la mano por el bosque a esa hora de la madrugada en que es complicado discernir si es demasiado tarde o demasiado temprano.

—Soy todo oídos para cualquiera que sea tu elección...

Sirius exhaló. —He elegido tomar la mordida, pero...

—¿Pero?

—No todavía. Mis padres quieren que estudie Negocios Internacionales en la universidad y... Caray, detesto la idea, la odio con todo mi ser, pero es mi obligación. No como Black, sino como hermano de Regulus, que necesita un hogar sin tanto conflicto constante para encontrar su lugar. Así que estudiaré esa carrera, obtendré las mejores notas, y me alegraré por Regulus cuando él haga lo mismo. Me graduaré un año antes y seguro que Padre se asegura de conseguirme un puesto en la empresa de la familia. Lo toleraré por un año, por Regulus, y entonces... Moriré.

—Qué drástico —dijo Remus, alzando las cejas—. Imagino que no es una muerte real.

—No, no lo es. Moriré en extrañas circunstancias, todo un caso digno de filmarle un documental en su honor, pero en realidad...

—No será así.

—Exacto.

—Supongo que puede funcionar...

—Tendrá que funcionar —dijo Sirius, que no sólo quería ganar tiempo para Regulus, sino para sí mismo.

La mordida, era como había llamado Remus al acto entre un lobo y un humano para volverse compañeros. Sólo entonces le sería otorgado un tiempo extra de vida envejeciendo muy lentamente al ritmo de su compañero, y Sirius no quería para sí pasar las siguientes décadas luciendo el aspecto juvenil de un recién graduado de Hogwarts. Por su bien, y el de Remus, ante prefería envejecer un par de años, los suficientes para aparentar al menos ser de la misma edad, y después aceptaría gustoso su unión.

Regulus había estado agradecido con su decisión, y Sirius sólo esperaba que Remus tuviera con él esa misma paciencia para esperarlo.

—En ese caso —dijo Remus luego de una gran pausa, apretando los dedos de Sirius entre los suyos—. Haremos juntos que funcione. ¿Bien?

—Muy bien.

Y así quedó decidido.

 

En un inicio, la invitación a Sirius y Regulus de pasar sus veranos en la villa del tío Alphard había venido como anillo al dedo a Madre y Padre, que adoraban vacacionar al sur de Francia durante los meses más calurosos del año. Para Sirius y Regulus también, que hastiados de la rigidez de Grimmauld Place incluso si la mayor parte del tiempo la pasaban en Hogwarts al hacer mayores, también preferían alejarse de Londres y vivir a sus anchas.

Todos los involucrados salían ganando, o quizá el que menos era el tío Alphard, que encargaba su cuidado a la señora Winky.

Durante sus largas estancias de verano en la villa, Sirius y Regulus podían contar con los dedos las ocasiones en las que su tío se les había unido a darles la bienvenida o a cenar con ellos. Casi siempre pasaba su tiempo en el estudio del segundo piso, y por indicaciones de la señora Winky era que ambos hermanos Black tenían más que claro no hacer más ruido del necesario ni interrumpirlo si no se trataba de un asunto urgente.

Con reglas tan simples por seguir, más cuando la mayor parte de su tiempo en la villa transcurría en exteriores, Sirius y Regulus habían tenido limitado tiempo de calidad con su tío, y siendo probablemente ese el último verano completo que pasarían hospedados ahí, no era como si de pronto esperaran cambios en su rutina.

Excepto que...

—Sirius, ¿una palabra, por favor? —Le llamó su tío Alphard una madrugada en que éste ascendía por las escaleras completamente vestido.

Recién había vuelto Sirius de un paseo con Remus a la luz de la luna, y cansado como estaba por el desvelo y haber hecho el amor sin restricciones en un claro bajo la luna, por un segundo temió que le fuera a echar la bronca, pero el rostro de su tío tras la puerta de su estudio era igual de sereno que siempre y lo tranquilizó.

El interior del estudio, en el cual Sirius jamás había puesto un pie, estaba ordenado y repleto de estanterías con libros. Las únicas excepciones en el mobiliario eran dos escritorios atestados de papeles y dos butacas enfrentadas entre sí en un rincón. El tío Alphard las señaló, y a Sirius no le quedó de otra más que tomar asiento y esperar.

—¿Todo bien con el señor Lupin? —Preguntó el tío Alphard sin ambages, y Sirius asintió una vez, de momento demasiado cohibido como para hablar—. Muy bien, muy bien...

—¿Lo conoces, tío?

—Es él quien año tras año arregla conmigo la renta de la parcela donde estacionan sus caravanas. Pensé que lo sabías.

—Ya, la verdad es que nunca se me ocurrió preguntar.

—No tiene importancia —dijo el tío Alphard, haciendo un movimiento con su muñeca que desdeñaba la noción—. A menos que consideres crucial que así haya sido por los últimos treinta años, y sin embargo, que el señor Lupin apenas haya envejecido un día en todo ese tiempo.

Sirius tragó saliva con dificultad, devanándose los sesos en búsqueda de una excusa, ya no para él por sus andanzas de madrugada, sino para Remus y su eterna juventud, pero el tío Alphard le tranquilizó con una risotada (similar a la suya, como el ladrido de un perro) y unas palmaditas en su rodilla.

—Relájate, muchacho. Lo sé todo.

—¿T-Todo?

—Absolutamente todo. ¿No esperarías que no hubiera sospechado algo antinatural en todos estos años, o sí? Además —agregó con tono conspiratorio—, no sería la primera vez que alguien de la manada elige a un Black como compañero...

—¿Quieres decir que esto ha ocurrido antes? —Inquirió Sirius con interés.

—Eres el tercero en este siglo —señaló el tío Alphard su lugar—. Debe ser algo en nuestra sangre que atrae a los lobos...

Sirius rió, y se pasó con nerviosismo la mano por la nuca. —Entonces... ¿No me delatarás con mis padres?

—¿Por tener como amante a un hombre lobo? Les escandalizaría más saber que no tendrían herederos de tu parte, por no mencionar que hablar de criaturas oscuras les daría más razones de llamarme lunático... Así que no, querido sobrino. No hay necesidad de tocar ese tema con ellos.

—Gracias —murmuró Sirius—. En verdad. Por todo. Por esta villa. Por los veranos aquí. Por la libertad...

—Es un placer —dijo el tío Alphard—, porque sabía que este día llegaría...

—¿Realmente lo sabías?

—Sí, fue evidente desde que los conocí. Por eso siempre los invité a pasar sus vacaciones aquí conmigo en la villa.

—¿A... nosotros? —Sirius abrió grandes los ojos—. ¿También Regulus?

—También Regulus —confirmó su tío—, aunque presiento que él tendrá que buscar fuera de la villa antes de encontrar a su otra mitad.

—Oh, tío —suspiró con alivio Sirius, que presa de emoción, le echó los brazos al cuello y lo abrazó—. ¡Gracias!

—No hay de qué, mi buen muchacho —lo abrazó de vuelta el tío Alphard y le dio palmaditas en la espalda—. No hay de qué...

 

Sirius se guardó para sí las palabras del tío Alphard, y en su lugar se preguntó si Regulus también soñaba con lobos como él o no. Su hermano era un tanto más reservado que él, siempre haciendo honor a la casa de Slytherin a la que había pertenecido en su estancia en Hogwarts, y por lo tanto celoso de sus secretos. Si había callado cualquier señal de que esperando por él había un alma gemela en algún rincón del mundo, Regulus no diría nada hasta que el momento fuera inminente, y Sirius decidió respetar su decisión.

A cambio se entregó de lleno a Remus, quien ese año planeaba dividir su tiempo en Gales con el resto de su familia, y Londres ahora que Sirius asistiría a la universidad ahí.

De momento convencer a sus padres de mudarse fuera de Grimmauld Place había sido imposible sin importar cuántos argumentos tuviera para ello, insistiendo en que necesitaba su propio espacio y que vivir en su propio piso le ayudaría a madurar. Suponía él que darían una menor batalla una vez que Regulus terminara su educación en Hogwarts y juntos asistieran al Imperial College, pero todavía faltaba tiempo para eso.

Y tiempo precisamente era lo que les sobraba a él y a Remus...

—Últimamente has estado muy callado —dijo Remus, él y Sirius sentados en el muelle del lago y disfrutando del paisaje moribundo donde el sol se perdía en la distancia.

—Hablé con el tío Alphard. Mejor dicho, él habló conmigo y me contó cosas...

—Ah, eso —asintió Remus—. Olvidé mencionarlo. ¿Te ha molestado?

—No, salvo la parte de, bueno... —Sirius se rascó bajo la nariz—. ¿En verdad hay alguien para Regulus?

Remus fue honesto. —No lo sé con certeza. Eso es algo que permanece entre el lobo y el humano.

—Regulus nunca ha mencionado soñar con lobos, pero...

—Tal vez no es su momento. Hay compañeros que se encuentran pronto en la vida, como tú y yo —dijo Remus, buscando la mano de Sirius y acariciándole los nudillos—, y otros más tarde en la vida como Dora y Fleur. No hay una regla precisa al respecto.

—No quisiera ver a Regulus envejecer y... morir. Mi familia está llena de gente indeseable y odiosa, y salvo por el tío Alphard y mi prima Andrómeda, sólo por él vale la pena apellidarme Black.

—Dale tiempo al tiempo —aconsejó Remus—. Mucho puede cambiar en un par de años, y créeme, después de las primeras décadas, el resto transcurren sin que te des cuenta.

—Suenas como un anciano —le chanceó Sirius, que con todo optó por tomar su consejo de corazón.

Por salud mental, iba a dejar que el tiempo se encargara del resto.

 

—Este año se sentirá largo como nunca —comentó Teddy, que al igual que Regulus, todavía tenía por delante un año de colegio antes de poderse unir a Sirius y Remus en Londres, y se entristecía cada vez más con ello al llegar el final del verano.

—Y que lo digas —se lamentó por igual Regulus.

—Habla por ti —codeó Sirius a su hermano—. Tú estarás en Hogwarts, y yo en Grimmauld Place con Madre y Padre.

—¿Tan terribles son? —Preguntó Remus, pues incluso tras múltiples pruebas que ambos hermanos Black le habían compartido, todavía le costaba creerlo.

—Los peores —dictaminó Sirius.

El verano estaba llegando a su fin y con ello el tiempo que tenían para disponer a sus anchas. Sirius ya se había resignado a los siguientes meses de su vida, donde intentaría por todos los medios pasar sus mañanas en clase, las tardes en la biblioteca, y sus horas restantes en el piso que Remus rentaría para sí en Londres. Para mal que no se trataba de ningún sitio lujoso, al menos de eso le había prevenido éste, pues sus finanzas no eran nada fuera del mundo. Como lobo, él y los de su especie eran autosuficientes a la hora de cazar su propia comida, y el resto venía solo, pero en Londres las cosas serían diferentes y Remus tenía prospectado conseguir un empleo para subsistir.

Sirius se había llevado una grata sorpresa al descubrir que Remus tenía para sí algunas credenciales apropiadas para moverse en el mundo humano, pues con anterioridad había cursado la universidad en varias ocasiones, y en cada una de ellas, se había graduado con honores. En una charla tardía en su dormitorio, Remus le había confesado tener un título en literatura clásica, en literatura inglesa y una especialización en francés del tiempo en que él y Dora habían salido en búsqueda de Fleur. Como de pasada había mencionado Remus que tenía otras tantas más certificaciones, pero se había negado a entrar en detalles como sucedía cada vez que el asunto de su edad salía a colación.

A Sirius poco le importaba eso. La sorpresa de saber que Remus había vivido una larga vida antes incluso de que él comenzara la suya le producía siempre una sensación de sosiego, donde las palabras del tío Alphard acerca de las posibilidades que tenía Regulus de encontrar su propia alma gemela entre los lobos cobraban sentido, y la esperanza crecía...

—¿Un último chapuzón? —Propuso Teddy, que veía las nubes de tormenta en la lejanía y era ahora o nunca antes de que la lluvia los alcanzara.

Luego se desnudaron, y nadando en lago hasta que las primeras gotas de lluvia alteraron su superficie, dándole así su propio cierre al verano que jamás olvidarían.

El cierre de una infancia, y la apertura a más...

 

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Notas finales:

Antes, que nada una disculpa. Este fic se actualiza los miércoles, pero por causas de fuerza mayor (acá, un camión pasó debajo de la línea del teléfono/internet y se la llevó) me vi incomunicada del mundo por una semana. Por eso la tardanza, pero la siguiente semana pueden esperar el capítulo final el miércoles de siempre.
Y respecto al fic, ¿adivinan quién es la otra mitad de Regulus? La pareja me gusta en teoría, pero en canon sería imposible de llevarla a cabo por detalles logísticos :)


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