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Títere Encadenado ¿Quién eres? por DanyNeko

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—No te disculpes, Ry —negó el otro, sin dejar de abrazarla ni acunarla —en realidad, gracias por confiar en mí —se sentía bien para él que ella finalmente se abriera y le contara cómo se sentía, lo que le provocaba dolor o tristeza.

 

—Tal vez debamos… volver dentro —ofreció ella, en contra de sus verdaderos deseos.

 

Pero Bakura negó, abrazándola con un poco más de fuerza por unos segundos —en un rato.

 

Riyu ocultó una sonrisa enamorada, bajando la cabeza contra su hombro —pensé que tenías hambre.

 

—El desayuno puede esperar otro rato.

 

~∆~

 

Durante los siguientes diez minutos, Riyu prácticamente volvió a quedarse dormida entre los brazos de Bakura, arrullada por su atención y mimos suaves.

A Bakura realmente no le importaba que ella se durmiera, en realidad había estado más preocupado de que se desmayara por las fuertes emociones y estando en ayunas. Pero la transición había sido lenta y relajada, le causó especial gracia notar como las manos de la chica resbalaban desde su playera hasta el vientre de ella. 

 

Riyu estaba mejor y eso lo tranquilizaba.

 

Al verla caer en la inconsciencia, Bakura le rodeó los hombros con un brazo, para que ella estuviera más cómoda y no se le cansara el cuello.

Con la mano libre movió algunos mechones lejos de su rostro, aquellos que se habían humedecido y adherido con las lágrimas. El cabello de Riyu era realmente suave, quedaba bien en ella, y Bakura no pudo evitar detallarla.

 

El tono sonrosado alrededor de sus mejillas y nariz estaba desapareciendo, pero el color de su piel había vuelto a ser un blanco saludable. Los labios aún seguían rojizos por haberlos mordido, pero estaban ligeramente separados por la respiración lenta de ella y le daban un aire tierno.

Mientras deslizaba sus dedos muy sutilmente por una mejilla, Bakura se percató que el maquillaje de ayer había desaparecido casi por completo, simplemente dejando sombras negras ahumadas alrededor de los ojos, probablemente del lápiz y delineador, lo que le daban un toque de espesor a sus pestañas.

 

Riyu era muy bonita. Bakura era capaz de reconocer eso para sí mismo. 

No podía entender cómo la excusa de ser humano que ella tenía por padre no podía ver eso. ¿Qué importaba si ella preferiría ir por la vida en pantalones y tenis en lugar de vestidos y tacones? ¿O si prefería cortarse el pelo en vez de llevarlo con trenzas y lazos? Bakura no podía entender cómo alguien pensaría que eso la haría ver menos hermosa o menos mujer. 

 

—No tienes por qué escuchar a alguien que está tan jodido de la cabeza —murmuró por lo bajo, deslizando sus dedos por el puente de la nariz hacia la otra mejilla —el resto de nosotros, te queremos tal y como eres.

 

Unos minutos después, finalmente el mayor decidió regresar adentro. Pasó su brazo libre bajo las rodillas de Riyu y, muy cuidadosamente, se levantó con ella en brazos.

 

Mientras caminaba de vuelta a la casa, recordó un detalle que había escuchado de Malik la noche anterior.

 

<< —En realidad, pesas menos de lo que esperaría —la observó atentamente, sin dejar su ceño fruncido, mientras que ella mantenía la mirada en otra parte — ¿Comes bien en casa, Ry?>>

 

Bakura lo meditó un poco. Riyu era algo ligera, sí, pero ¿Lo suficiente para ser preocupante? No tenía idea. No es que acostumbrara llevar chicas en brazos… ni ningún ser humano para el caso. ¿Malik estaría comparando con Ishizu cuando era más joven? Pero eso tampoco estaría bien, ambas tenían complexiones diferentes. Ishizu estaba mucho más… rellena o desarrollada, incluso cuando tenía la edad de Riyu.

 

Fuese el caso o no, ella debería desayunar algo pronto… pero Bakura ciertamente no tenía el corazón para despertarla.

 

Entró con cuidado a la casa, vigilando por si Ryutaro -por algún casual- había despertado. Pero al parecer no era así. La única diferencia visible era que Talila ahora estaba despierta, jugando con un muñeco en su corral.

 

Ishizu se volvió a verlos en cuanto escuchó las pisadas de Bakura — ¿Cómo está?

 

—Se volvió a quedar dormida después de llorar un poco y… contarme algunas cosas de su familia —miró con cautela a la mayor, que le dedicó una mirada suave a la niña, y le acarició el pelo.

 

—No merece nada de esto —murmuró Ishizu, observando la leve hinchazón persistente alrededor de los ojos cerrados —deberías acostarla en alguna parte. No creo que tarde mucho dormida.

 

Bakura asintió con la cabeza de forma distraída. Claro, era la acción más natural, pero estando en la sala, cerca del progenitor de Riyu, había algo en él que se negaba a soltar a la chica. 

De modo que, a fin de cuentas, se dirigió a un sillón reclinable, un poco alejado del sofá, y volvió a acomodar a Riyu en su regazo.

 

Ishizu suspiró —Bakura… 

 

— ¿Qué? Dijiste que probablemente no dure mucho dormida, además, me preocupa lastimarla sin querer si subo las escaleras con ella en brazos —expuso el albino.

 

La morena no tuvo más que aceptar, después de todo, el chico tenía razón. Así que regresó a la cocina y, en un par de minutos, volvió con una taza de café con leche y un tazón pequeño con fruta picada, que colocó en la mesita a un lado del oji-lila.

 

—Para que vayas comiendo algo —dijo la pelinegra, antes de dejarlos.

 

Bakura se comió gran parte de la fruta en seguida y luego se tomó a sorbos el café, dando pequeñas caricias de vez en cuando a la chica dormida en sus brazos.

 

— ¿Qué le haces a mi niña, Baku? —reprochó Malik cuando bajó las escaleras, directamente hacia ellos, con una sonrisa divertida.

 

Bakura lo chistó y cabeceó hacia el padre de Riyu en aviso, por lo que esperó a que Malik estuviera cerca para contarle lo que había pasado.

 

La expresión de Malik no podía estar más cerca del desprecio absoluto. Apretando los puños, se inclinó hacia su mejor amiga, luchando por poner su ira bajo control —no te mereces esta mierda, Ry —murmuró contra su cabello, antes de besar su sien.

 

En respuesta, la chica se removió en el regazo de Bakura, girando hacia Malik —Mm~ —balbuceó, aparentemente tratando de despertar — ¿Malik?

 

—Hey, bella durmiente —saludó el pelicenizo por lo bajo — ¿Cómo te sientes? 

 

Riyu negó con la cabeza —estoy bien, no te preocupes —extrañada cuando asimiló la posición de su cuerpo, movió la cabeza hasta observar quién la sostenía. Sus ojos se ensancharon rápidamente — ¡Lo siento! —se disculpó apresurada, tratando de apartarse.

 

Bakura la retuvo en su lugar con ambos brazos —Hey, hey. Despacio —intentó calmarla, antes de ayudarla a sentarse sobre sus piernas —y no necesitas disculparte —aseguró, dejándola ponerse en pie finalmente.

 

—N-no tenías que cargarme. No quise causarte molestias —siguió excusándose la bicolor. 

 

Bakura terminó su café antes de ponerse en pie también. Le dio un ligero zape en la nariz para que se callara —Basta. No fue problema. Necesitabas descansar —le restó importancia, encogiéndose de hombros —y anda a desayunar, por un momento pensé que ibas a desmayarte allá afuera.

 

Absolutamente avergonzada, Riyu dejó que Malik la llevara hasta la mesa de la cocina, donde pronto se les unió Marik -aún secando su cabello con una toalla-, y finalmente los cuatro empezaron a comer, mientras Ishizu se sentaba también a darle el pecho a su hija.

 

— ¿Tienes algo que hacer hoy, Ry? —preguntó de pronto Ishizu.

 

La bicolor levantó la mirada hacia ella —uh, tengo que volver a casa y darle de comer a los animales —decidió —si padre no se ha levantado para entonces, supongo que regresaré ¿Por qué?

 

La morena le dio una pequeña sonrisa —haz eso. No importa si se despierta, lo convenceré de que se quede. Quédate y pasa el día con los chicos —cabeceó hacia su hermano —mereces un poco de paz.

 

Riyu le devolvió una mirada avergonzada —de verdad, no necesitas preocuparte por mi. No es nada a lo que no esté acostumbrada.

 

Pero la mujer negó con la cabeza, firme en sus intenciones, y Riyu no tuvo más remedio que acceder.



Con el curso del día decidido, Riyu hizo exactamente lo que dijo que haría, recogió su atuendo del bautizo y volvió a su casa para alimentar a sus animales y conseguir algo de su propia ropa. Limpió un poco por encima la casa, sin poder evitar la costumbre de la rutina y, como ocurrencia tardía -que agradecía a todos los dioses por haber tenido, para evitarse una escena más tarde- recogió algo de ropa de su padre también, antes de volver al solar.

 

Malik casi saltó sobre ella cuando estuvo de vuelta, se había ofrecido a acompañarla, pero ella simplemente había agradecido y negado con una sonrisa.

 

—Tardaste —renegó el menor —empezaba a preocuparme.

 

Riyu simplemente tarareó, jugando con las puntas del cabello rubio-cenizo —limpie un poco la casa y aproveché para cambiarme mientras estaba allí —lo calmó para que pudiera soltarla y adentrarse más en la casa.

 

Estaba utilizando una sudadera azul grisácea con capucha y un capri de color celeste desteñido, estampado con nubes en el dobladillo, justo sobre sus rodillas, y en los bolsillos traseros. Su cabello estaba recogido en una trenza floja, simplemente atada al final con un lazo celeste.

 

La albina frunció la nariz cuando se dio cuenta de que había tardado lo suficientemente para ya no poder ayudar a Ishizu con el almuerzo. Malik se rió del gesto completamente adorable, según él.

 

— ¿Qué traes ahí? —preguntó la joven madre, mirando el bolso tejido que ella traía.

 

Riyu se encogió de hombros mientras se lo quitaba para dejarlo en algún lugar de la sala —ropa de padre, si vas a convencerlo de que se quede durante el día, va a querer cambiarse.

 

Malik gruñó algo entre dientes, muy groseramente. Si Ishizu lo entendió, no lo regañó al respecto, y movió la cabeza en su propio desprecio, no para la jovencita, sino para el hombre —absolutamente no te merece.

 

Riyu simplemente dejó escapar una sonrisa triste, sin nada que decir al respecto.

 

A veces, la vida era una perra. No había nada que hacer contra eso.

 

~∆~

 

Había pasado la una de la tarde cuando el hombre en coma etílico dio señales de despertar. 

Todos estaban en la mesa, charlando y bromeando, un rato después de haber almorzado, cuando la pequeña albina se dio cuenta. Ishizu lo notó justo después, cuando Riyu se lanzó en automático a la cocina, solo para que el olor a café llegara un minuto después.

 

El silencio entre todos los demás fue aprehensivo mientras el hombre en el sofá se quejaba entre dientes de dolor de cabeza, garganta y la obvia resaca. Aunque los tres adolescentes tuvieron que contener las risas ante eso.

 

Riyu se acercó a él con la taza más grande que había podido encontrar, llena de café recién hecho, y se arrodilló junto al sofá, esperando a que su padre la reconociera.

 

—Maldito sea —gruñó Malik lo más bajo que pudo, apretando los puños sobre la mesa.

 

— ¡Malik! —Ishizu siseó en advertencia, igualmente bajo, dándole una mirada a su hermano.

 

— ¡Lo odio, hermana! —siseó de la misma manera, apenas dándose cuenta del brazo de Marik rodeando su espalda —solo mira. Se arrodilla y mantiene la cabeza gacha, juraría que está temblando ¡Grita sumisión y es una maldita reacción automática ahora! —más tarde, Malik agradecería no haber tenido que usar un término en femenino, porque dudaba haber podido cuidar la fachada de Riyu con tanta ira hirviendo en su pecho.

 

Ishizu no estaba menos enojada que él, pero era quien tenía que mantener todo bajo control —Respira y controla tu boca —murmuró una última vez antes de levantarse y caminar hacia el sofá, por si acaso. Afortunadamente su marido tenía a la niña en brazos en ese momento.

 

Ryutaro se tomó sus buenos minutos para orientarse y espabilarse, antes de notar a su hija cerca de donde sea que estuviera acostado.

 

Murmuró algo a medias entre su nombre real y el que la obligó a tomar, dándole una mirada plana.

 

—Buenas tardes, padre —murmuró la bicolor, sin levantar la vista del suelo.

 

— ¿Tardes? —volvió a balbucear el hombre mientras luchaba por sentarse.

 

—Es cerca de la una, padre —explicó ella, extendiendo las manos para ofrecer la taza de café caliente.

 

El hombre no la tomó de inmediato, frunciendo el ceño ante la información dada y el malestar general de su cuerpo. Luego la miró a ella, y hubiera fruncido aún más el ceño ante su atuendo simple, si eso no empeorase su dolor de cabeza.

 

Finalmente le quitó la taza de las manos para tomar su muy necesario y urgente café. Al menos ya lo tenía listo, pensó el hombre.

 

Riyu movió sus manos hacia su regazo, frotándolas ligeramente. Mucho tiempo sosteniendo la taza caliente.

 

— ¿Qué haces vestida así? 

 

—Yo pasé por casa y me cambié después de limpiar y alimentar a los animales —explicó, manteniendo un tono suave y bajo.

 

— ¿Y no podías elegir algo más adecuado? Estás en casa ajena —reprendió entre sorbo y sorbo de café.

 

—Yo le dije que trajera ropa sencilla y cómoda, Ryutaro —Ishizu se apresuró a intervenir —Ha estado ayudando por aquí todo el rato —colocó suavemente una mano en la cabeza de Riyu, tratando de darle caricias relajantes.

 

Ryutaro apenas se dio cuenta que ella estaba ahí —Hm, está bien. Mientras esté haciendo algo útil.

 

Eso era 'divertido' viniendo de quién parecía un desastre vago en el sofá, pensó la mayoría ahí.

 

Mientras el hombre bebía su café, Ishizu hizo lo posible por evitar una mirada de lástima en sus ojos. Ver a Riyu de cerca en ese momento la hacia lucir como una criada o una mascota. Era horrible ver, como había mencionado Malik, que era una reacción automática de la joven en ese punto de su vida.

 

Le costó unos cuantos cruces de miradas y señas, pero logró que se levantara del suelo. La chica casi tropezó un par de veces, le temblaban las rodillas después de estar en esa posición tantos minutos y en tensión.

 

Ryutaro le lanzó una mirada afilada cuando la vió elevarse sobre él. Riyu se mordió el labio inferior y se obligó a sí misma a no esconderse detrás de Ishizu —y-yo le traje un cambio de ropa —logró decir antes de ir por el bolso tejido que había traído de casa.

 

Hubo suspiros colectivos y ahogados cuando la albina finalmente se alejó una distancia prudente del hombre. Por suerte, este estaba lo suficientemente crudo para no notar nada.

 

No es que Ryutaro fuera particularmente bueno leyendo el estado de ánimo en una habitación de todos modos. Porque los tres adolescentes apenas podían esconder los deseos prenderlo en llamas con la simple mirada.

 


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