Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Títere Encadenado ¿Quién eres? por DanyNeko

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

"Wow, que inusual"

 

"Sí, realmente llama la atención"

 

"Y de muy buen ver"

 

Riyu escuchó todas esas voces a su alrededor, con la cabeza gacha, mirando las zapatillas color azul noche, tipo bailarina en sus pies, con cintas que subían entrecruzadas por sus piernas y se perdían en la falda celeste de su vestido.

Sabía que su padre estaba de pie justo a su lado, sentía ese toque dominante en el centro de su espalda, que más parecía la mano de un titiritero, listo para mover los hilos de su marioneta. También sabía qué, por ese mismo motivo, no podía darse el lujo de hacer un solo gesto, emitir una sola palabra, ni hacer un solo movimiento en falso. Tenía que morderse la lengua, pintar una máscara de serenidad sobre su rostro, actuar con recato y evitar que nadie se diera cuenta que tan sofocada se sentía en ese precioso vestido celeste y azul oscuro que cubría su cuerpo.

 

—Es una niña muy bonita. Qué digo niña, toda una señorita. Debes estar orgulloso de tu hija, Ryutaro.

 

—Desde luego que sí. Siempre quise una hija y mi Riyu es simplemente perfecta —contestó con facilidad el hombre, obligando a Riyu a hacer un esfuerzo titánico para no cerrar los puños con fuerza.

 

—Es muy hermosa, eso seguro. Deben lloverle muchas propuestas —los comentarios no paraban. Pero Riyu realmente ya tenía demasiada experiencia en aparentar.

 

—Desde luego que hay que saber mantener a los jóvenes a raya. Mi Riyu solo se casará con un hombre que sepa cómo tratarla —esta afirmación envió un desagradable escalofrío por su columna vertebral.

 

—Oh ¿Sabes? Mi hijo mayor…

 

Riyu se desconectó de todo a su alrededor en ese punto, podía sentir el calor escapar de su cuerpo con insana rapidez y no le hacía falta mirarse en un espejo para saber que estaba tan pálida que su piel estaría tomando un tono grisáceo, de lo mal que se sentía.

Gracias a los dioses, fue capaz de notar cómo desaparecía la mano de su padre en su espalda, y no tuvo reparos en dejarse caer de rodillas al suelo, temblando como una hoja seca ante los vientos de otoño.

 

La mayor parte de su vida había sido fingida, viviendo como un actor que interpreta un papel, siendo vestida como una muñeca de porcelana, usando una máscara frente a todo el mundo.

¿Qué más le iban a imponer? ¿Qué otra parte de su vida le iban a arrebatar?

 

—Riyu —la voz tosca de su padre la obligó a mirar hacia arriba de inmediato, solo para verlo de pie, con su traje, en medio de otros hombres y mujeres que estaban ahí, mirándolo, junto con sus hijos; muchachos un poco más grandes que ella, que la miraban de una manera que le provocaba nudos en su garganta y vientre del puro asco. Se abrazó a sí misma, temblando más.

 

—No —susurró, con voz quebrada —no quiero que me toquen —sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas — ¡No quiero que nadie me toque! —pero era inútil, cualquier palabra que dijera era como si nadie la oyera, y esos chicos empezaban a rodearla, mirándola como si fuera un premio o un platillo delicioso.

 

—Aléjense de él —Riyu no registró esas palabras de inmediato, pero sí notó pasos que caminaban con firmeza y se detenían justo delante.

 

—Deberás disculparme jovencito, pero obviamente te equivocas de persona —esa fue la voz de su padre —mi Riyu es una niña, no un 'él'

 

Hubo un bufido despectivo —Idioteces, el único errado aquí eres tú, viejo desquiciado —Riyu parpadeó de sorpresa, jamás nadie se había atrevido a hablarle así a su padre —no me jodas con tonterías ¿Riyu? —casi escupió el nombre con burla —su nombre es Ryou.

 

Ryou… Ryou…

Oh, dioses. ¿Cuánto tiempo hacía que nadie usaba ese nombre?

Pero lejos de haberlo olvidado, su cuerpo reaccionó inmediatamente, levantando la cabeza para ver a su defensor.

 

Desde su posición, de rodillas detrás de él, solo podía ver su pelo blanco y alborotado, su espalda ligeramente ancha cuyo suave tono muscular se acentuaba al tener los brazos extendidos a lado y lado, como creando una barrera. Su piel, si bien no era tan blanca como la suya, seguía siendo clara, ligeramente dorada por el sol.

 

Riyu… no, Ryou sintió como todas esas desagradables personas se alejaban, incluso su padre en menor medida. El aire se hizo menos espeso y respirar fue un poco más fácil, incluso dentro de ese vestido que lo sofocaba.

 

— ¿Qué…?

 

Ryou no sabía bien lo que iba a decir, pero eso no tuvo importancia cuando su voz quebrada pareció atraer la atención de su salvador. El chico, un poco más alto que él, giró la cabeza y unos impresionantes y salvajes ojos lilas terminaron por dejarlo mudo.

 

Este joven terminó por darse la vuelta y arrodillarse frente a Ryou —No te preocupes, no voy a hacerte daño —le dijo, en un tono mucho más suave, cuando intentó alcanzar su mejilla con una mano y Ryou respingó, retrocediendo.

 

Por un momento ahí, Ryou tuvo una sensación de dejavú.

 

El chico de ojos lilas se puso de pie y le tendió una mano —vamos, arriba —Ryou lo miró, inseguro de lo que estaba sucediendo —oh, correcto. No quieres que nadie te toque ¿cierto? ¿Puedes levantarte?

 

Hubo una sensación de desespero que embargó a Ryou, muy fugazmente, cuando el chico fue a alejar su mano — ¡No! —chilló, alcanzando a sujetarlo con ambas manos. El otro chico sonrió y tiró de él con suavidad para ponerlo en pie —quiero decir… No quería​ que ninguno de ellos me tocara… me provocan asco.

 

El otro chico pareció considerar sus palabras — ¿Yo no te doy asco? —Ryou negó con la cabeza de inmediato — ¿yo sí puedo tocarte?

 

A pesar de que podría encontrarse un doble sentido en sus palabras, gracias al tono y la forma de hablar, traviesas, del oji-lila, Ryou no se sintió intimidado u ofendido. Por el contrario, llevó la mano que aun sujetaba entre las suyas hasta su propia mejilla, ofreciéndole al más alto que concretara su acción previa y tratando de demostrarle su gratitud de esa manera.

 

—Sí, puedes —concedió verbalmente su permiso, cuando una sensación cálida embargó su cuerpo, ante el simple roce de esos dedos contra su mejilla.

 

—Estás frío —murmuró el mayor, tomando el rostro fino de Ryou con ambas manos y acariciando la piel blanca con sus pulgares —sin embargo, tu piel es tan suave.

 

Su toque sutil y sus palabras forzaron algo de rubor en las mejillas pálidas de Ryou, también el asomo de una sonrisa, de la que ni él mismo se percató.

Sin embargo, no pudo contener un escalofrío, ni que su cuerpo se tensara, cuando las manos del oji-lila dejaron su rostro y bajaron hasta su espalda.

 

— ¿Q-qué estás haciendo? —no había temor en su voz, solo nerviosismo.

 

— ¿Mmm? Es que estás tan frío y pálido que pensé que esa ropa te estaba apretando de más, por eso intenté aflojar esto —tiró suavemente de las cintas que ataban el corsé de su vestido.

 

—Yo…

 

—Oh, claro —Ryou miró curioso cuando el otro empezó a quitarse la camisa a cuadros negra y gris que usaba sobre una playera roja —toma, puedes usar esto en cambio.

 

El oji-verde parpadeó un poco, antes de tomar la prenda —Etto… gracias.

 

—Ven —el más alto puso una mano en la parte baja de la espalda de Ryou y lo guio por una puerta cercana.

 

Ryou casi jadeó cuando el calor de la palma ajena se filtró por la tela de su vestido hacia su piel y le provocó una sensación completamente diferente al agarre de su padre. Una sensación de confort y un sutil escalofrío que hizo gotear algo cálido hacia su vientre.

 

Detrás de la puerta había un salón mediano, un sofá-cama de color café, extendido y con varios almohadones mullidos de tonos crema, en frente una mesa ratona; en las paredes color arena había varios cuadros a los que ninguno prestó atención, y una única ventana cubierta por cortinas oscuras.

 

—Adelante —Ryou echó en falta su calor apenas retiró la mano para sentarse, así que se posicionó al borde del sofá-cama, dejó la camisa ajena en su regazo y procedió a desatar las cintas en su espalda. Dio un suspiro de alivio cuando la tela azul aflojó alrededor de sus hombros y pecho, solo entonces se dio cuenta de que los ojos lilas no se habían apartado de su figura y se mordió el labio cuando cruzaron miradas —solo tienes que pedirlo y me daré la vuelta —le informó, con tono bromista y agradable.

 

Luego de un momento de silencio, Ryou movió su cabeza —no es necesario.

 

— ¿No? —presionó el mayor.

 

—Solo aflojaré la parte de arriba, además, ambos somos chicos ¿cierto? —dijo lo último en tono bajo y ligeramente tembloroso.

 

La sonrisa ladina que su acompañante le ofreció lo hizo estremecer — ¿por qué lo dices con tanta inseguridad? —Ryou apenas pudo separar los labios en un casi mudo '¿eh?' mientras el oji-lila se arrastró más cerca —pueden obligarte a vestir, e incluso a actuar como una chica, pero no pueden cambiar lo que eres en realidad, Ryou —le explicó, con seriedad —así que dilo ¿qué eres?

 

—Un… s-soy un chico —contestó vacilante.

 

El otro negó, tomándolo del mentón para que viera su rostro serio —dilo alto, con seguridad ¿Quién. Eres. Tú? —enfatizó cada palabra de su pregunta.

 

Ryou apretó los puños y puso una mirada un poco más decidida —me llamo Ryou Tsukino, y soy un chico —contestó con voz alta y clara.

 

Su acompañante le sonrió, una sonrisa feliz que hizo sonreír a Ryou también —perfecto, justo así —un suspiro escapó del oji-verde, cuando el pulgar ajeno acarició justo debajo de sus labios, de la nada los sintió palpitar y tenía este deseo de presionarlos con algo, así que se mordió el labio inferior.

 

El oji-lila retiró su mano del rostro pálido para terminar de quitar el corsé azul. Debajo solo quedó el vestido original, una pequeña pieza de tela blanca, con tirantes finos en los hombros, unida a la falda celeste.

El corsé fue desechado en el suelo, a un lado del sofá, y Ryou empezó a meter sus brazos en las mangas largas de la camisa que le había prestado su defensor.

 

De un momento a otro, sintió algo rozar su cuello, así que se detuvo a medio cubrirse para darse cuenta de que el aliento del peliblanco le había acariciado el cuello mientras este inclinaba la cabeza hacia su hombro, y se quedaba allí.

 

Ryou tuvo el impulso de abrazarlo y así lo hizo —Gracias… por todo.

 

Tembló cuando uno de los brazos ajenos bordeó su cintura y lo atrajo más en un abrazo correspondido, mientras que la nariz del más alto se perdía entre sus mechones —nadie tiene por qué tratarte de ese modo… eres tan lindo.

 

Ese comentario lo hizo sonrojar de nuevo. No era como cuando algunos hombres se lo quedaban mirando al pasar o los chicos le silbaban y soltaban piropos en la calle, no era desagradable; por el contrario, lo hizo sentir especial de algún modo, porque esta persona sabía quién era él y aun así ¿le gustaba?

 

— ¿D-de verdad lo crees? —Ryou quería saberlo, por alguna razón necesitaba saberlo, había algo que empezaba a burbujear dentro de él con la simple idea.

 

—Desde luego —la nariz ajena rozó todo el borde de su oreja, volvió a inhalar entre sus mechones y luego reposó contra su cuello, provocando un cosquilleo incesante en esa zona con su respiración —todas esas cosas que alaban de ti son ciertas. Tu suave piel, tus lindos​ ojos, y tu pelo huele tan bien —no solo la punta de su nariz lo tocó, Ryou pudo sentir sus labios acariciando ese punto que se había vuelto tan sensible y enviaba un calor agradable por todo su cuerpo hasta su vientre —todas esas cualidades no deben ser llamativas solo en una niña. Tú eres tan hermoso.

 

Entonces, los labios del mayor presionaron un beso en el cuello de Ryou, y este no pudo contener un gemido. Eso se sintió tan bien, tan cálido, y de repente solo quería más. Apretó el abrazo para sentirlo más cerca.

 

—Mmmm, y además sabes tan bien —el oji-lila siguió besando su cuello, robándole suspiros, y algún gemido que Ryou no podía contener. Lo sintió temblar entre sus brazos y buscar la manera de acurrucarse más cerca de su cuerpo.

 

—Ah~ por favor —Ryou no sabía lo que quería, solo sabía que necesitaba algo y que solo esta persona podía dárselo.

 

—Cualquier cosa que quieras —prometió el mayor, presionando lentamente hasta acostar a Ryou en el sofá-cama. El brazo que rodeaba su cintura descendió lentamente para que la mano ajena pudiera tocar las piernas de Ryou, justo al borde de la falda, cubiertas por las tiras de las zapatillas — ¿puedo tocarte? —volvió a preguntar, esta vez era evidente el sentido, y había un poco de ruego en su tono.

 

Ryou gimió con solo oírlo, su voz era suficiente para que una descarga de calor se derramara por su vientre y algo palpitara entre sus piernas —Sí, por favor, tócame —Ryou separó sus piernas y jadeó contento cuando aquella mano empezó a subir hacia su muslo, subiendo su falda —se siente tan bien —apretó sus manos en los hombros del chico sobre él.

 

—Haré que se sienta aún mejor, pequeño —gruñó una promesa oscura contra su cuello, con la que Ryou volvió a notar esos pálpitos entre sus piernas. Esa parte de él estaba anhelando con desespero el toque de su acompañante —lo mereces, déjame complacerte.

 

La sola idea de que este chico, que lo apreciaba por quién era, que lo había defendido y que ¿por qué no decirlo? era realmente atractivo, quisiera tocarlo y complacerlo hacía despertar en Ryou algo que jamás había sentido.

Lo hacía creer que en realidad era hermoso, que tenía el poder para seducir a un chico tan guapo sin tan siquiera intentarlo, le daba una chispa de orgullo con la que se sentía capaz de tener el mundo a sus pies… y todo lo que en realidad quería era lograr mantener a este hombre a su lado.

 

Con esa nueva confianza, Ryou subió la pierna que su acompañante no estaba acariciando para rodear con ella la cadera ajena y atraerlo más cerca de su cuerpo, del mismo modo tomó con sus manos al atractivo rostro masculino, aunque su piel sollozara cuando lo alejó de su cuello.

 

—Hazlo —murmuró el oji-verde, acariciando las mejillas ajenas —tócame, bésame, márcame y hazme sentir todo lo quieras —autorizó, acercando sus bocas, mientras que el mayor lo miraba con deseo crudo y cálido afecto brillando por igual en sus ojos lilas, y eso a Ryou le fascinó —pero ten en cuenta que no te dejaré ir fácilmente después de eso.

 

Por respuesta, obtuvo una sonrisa ladina —está bien para mí. Seré tan tuyo como tú serás mío —le dio un rápido beso en los labios, un simple beso casto antes de bajar los labios por su garganta en un camino ardiente que hizo a Ryou temblar, jadear y echar la cabeza para atrás, ofreciéndose más a él. 

 

—Hmmm —Ryou gimió cuando el oji-lila terminó de subir su falda y enterró una rodilla en medio de sus piernas, de ese modo podía sentir todo su calor arrinconándolo y lo mareaba de una manera deliciosa.

 

Las caderas de Ryou se alzaron por instinto, pero la mano ajena presionando su muslo limitó el movimiento —me encanta oírte, Ryou —arrastró su lengua por la garganta blanca solo para escuchar otro gemido necesitado —dioses, tu sola voz me pone tan al límite —para enfatizar sus palabras, presionó su ingle contra el muslo de Ryou, dejándole notar el bulto dolorosamente apretado contra sus pantalones. Ryou sintió su propio miembro palpitar, deseoso de contacto, y la mano de su amante estaba tan cerca, a solo centímetros, en su muslo. Ryou realmente necesitaba que la subiera un poco más.

 

—También quiero tocarte —a Ryou se le hacía agua la boca con la simple sensación del mayor frotándose contra su muslo y sus propias caderas volvieron a sacudirse, buscando contacto, pero la mano en su muslo no le daba libertad de movimiento.

 

—Después, mi hermoso —prometió el oji-lila, besando su cuello nuevamente —primero cumpliré mi promesa, te haré sentir tal placer que no querrás que nadie más que yo te toque.

 

—No es así, solo te deseo a ti —exclamó el menor entre gemidos.

 

El mayor también gimió, mordiendo suavemente la unión entre su hombro y cuello —Ryou… —la mano en su muslo empezó a moverse de nuevo —quiero oírte gemir mi nombre.

 

Solo en ese momento, Ryou notó que el nombre de su amante no había salido a la luz en ningún momento de la conversación.

 

—Vamos pequeño, dilo —los dedos del mayor hallaron el elástico de la ropa interior de Ryou —hazlo para mí, lo deseo tanto.

 

Ryou tembló y se relamió los labios, que estaban repentinamente secos al sentir la cercanía​ de los cálidos dedos de su amante junto al punto en que más necesitaba su toque —Dime…Dime tu nombre —jadeó —y lo haré todas las veces que quieras —prometió.

 

—Tú lo sabes, pequeño —aseguró el otro. Sus dedos se desviaron a un lado de la cadera de Ryou, provocándole un gemido frustrado.

 

— ¿L-lo sé? 

 

El rostro ajeno subió justo frente al de Ryou, y los ojos lila lo miraron con súplica en ellos —tú sabes quién soy —aseguró —di mi nombre, mi hermoso niño, y te daré lo que deseas.

 

Ryou apretó su pierna alrededor de él, el deseo hervía por todo su cuerpo y su cabeza estaba nublada ¿Él sabía su nombre?... Sí, había un nombre relacionado con unos hermosos ojos lila en su memoria ¿Quién era? ¿Quién?

 

—Ba~ —tartamudeó un poco, y se interrumpió con un jadeo al sentir de nuevo como el mayor empujaba su erección contra su muslo.

 

—Sí, dilo —apuró, con anhelo. Su mano izquierda volvió a moverse

 

—Mghh~ Ba… ¡Bakura! —justo en el instante en que su nombre salió de sus labios Ryou gimió más fuerte al sentir el tan ansiado toque de Bakura sobre su zona más sensible. Oh~ casi podía sollozar de lo bien que se sentía.

 

Y Bakura gruñó, moviendo su mano sobre la erección dura, caliente y necesitada de Ryou, la prueba irrefutable de que lo deseaba —eso es, dilo más, hermoso.

 

Ryou movió sus caderas desesperadamente contra su mano, sintiendo un placer inigualable —oh, dioses… ah~ Bakura —su nombre sonaba tan bien, deslizándose por su boca —Bakura~ —casi ronroneó del puro placer, estirando un poco el cuello para ofrecerle sus labios.

 

Bakura los mordió suavemente —eso es, justo así, mi Ryou —y lo besó con fuerza, con todo el deseo que sentía por él.

 

Ryou giró la cabeza, sintiendo una almohada contra su rostro, la cual mordió por pura necesidad mientras sacudía sus caderas. 

Sintió su mano húmeda e incómodamente caliente, así que abrió los ojos simplemente para encontrarse en su cama, solo, y con una incómodamente dolorosa erección matutina humedeciendo su pantalón de dormir.

 

Gimió, frustrado y acalorado, mientras se acomodaba bocarriba en su cama. Estaba casi desnudo, a excepción del pequeño pantalón turquesa pálido con el que había dormido esa noche, así que simplemente deslizó su mano bajo la prenda y tomó su miembro húmedo.

Era vergonzoso y patético, recordando lo intenso que se sentía en su sueño, el toque de su propia mano no hallaba ni punto de comparación con sentir la boca húmeda y hambrienta o las manos cálidas de aquel guapo oji-lila en sus sueños.

 

Dejó escapar un jadeo mientras deslizaba sus propias uñas por un lateral de su cuello, buscando simular de alguna manera el cosquilleo que la respiración de ese chico le provocaba, pero solo fue una vana sensación vacía y pasajera.

Volvió a quejarse en voz alta, presionando sus uñas contra su hombro mientras su diestra aumentaba la velocidad en busca de una muy necesaria liberación.

 

Ryou decidió que su mejor opción era rememorar en lugar de replicar, así que apretó los ojos mientras trataba de evocar, con la mayor fidelidad posible, las sensaciones que había soñado tan deliciosamente, las palabras calientes y oscuras susurradas en su oído, y el deseo en los ojos lilas que lo miraban con afecto y hambre.

 

Antes de que se diera cuenta, estaba mordiendo de nuevo su almohada, mientras se corría, terminando de manchar su pantalón y su abdomen con su espeso semen.

Luego de eso, se quedó allí, recuperando el aliento y buscando la energía para levantarse y empezar con su día.

 

—Debes ser un demonio… porque no sales de mis sueños desde la primera vez —murmuró para sí, con una pequeña risilla antes de levantarse de la cama para limpiarse.

 

Siempre que no manchase su cama, no le importaba que su propia semilla se deslizara por su cuerpo, imaginar que era el resultado de complacer a su amante y no a sí mismo lo hacía sentir mejor.

Tomó una toalla de su cómoda y se metió a su baño, una vez allí terminó por desnudarse y colocar la prenda en el canasto de la ropa sucia.

 

Miró la tina, pero pensó que era demasiada tentación, así que colocó el banquillo en la ducha y se sentó en él antes de dejar caer el agua tibia de la regadera de mano enganchada en la pared. 

 

Sin embargo, no hizo falta estar cómodamente sentado en una tina de agua caliente. No. Mientras lavaba su pelo, esa voz se filtró entre sus pensamientos.

"... Tu suave piel, tus lindos​ ojos, y tu pelo huele tan bien" Ryou se quejó, sintiendo el toque fantasma de unos labios en su cuello —no de nuevo —suplicó a la nada.

 

Ryou raspó su cuello con sus uñas una vez más, mientras se aclaraba el pelo, y esta vez la sensación fue un poco más duradera.

 

"Haré que se sienta aún mejor, pequeño… lo mereces, déjame complacerte" Ryou jadeó cuando el jabón líquido se deslizó por su cuerpo acalorado, y la suave esponja en su mano encontró sus pezones duros y sensibles.

Acarició uno con la esponja y apretó el otro entre sus dedos, rendido al hecho de que estaba nuevamente excitado y deseando el toque de una ilusión, un espejismo, de una persona que ni siquiera sabía si se veía de la manera en que lo soñaba, pues únicamente lo había visto un par de veces en su vida.

 

Ryou sabía que era extraño, toda su vida lo era en este punto, y su inconsciente rivalizaba con eso.

Cuando era más pequeño y su vida empezó a desmoronarse en serio, empezó a soñar con ese niño que había conocido de pequeño; solo aparecía en sus sueños cuando se sentía particularmente mal o hundido.

Sin embargo, lo peor sucedió a medida que iba creciendo. Su imaginación se encargó de hacer crecer ese recuerdo persistente a la par que él iba creciendo, pero obviamente Ryou no tenía modo de saber si él había dejado su cabello del mismo largo -como lo imaginaba- si lo había cortado o lo había dejado crecer; no tenía manera de saber si había mantenido una complexión delgada o si había desarrollado músculo; no podía saber si era más alto o más bajo que él (aunque esto último le parecía realmente improbable, para ser un chico era algo pequeño) ni siquiera podía saber cómo había cambiado su voz…

Pero ahí estaba él, soñando con una ilusión que lo volvía loco. Soñando con el espejismo de un chico que había iniciado sus sueños húmedos hacía como dos años y nunca los había abandonado desde entonces.

 

"Te haré sentir tal placer que no querrás que nadie más que yo te toque" esa era una frase más o menos recurrente en sus sueños, y era una maldita realidad.

Ryou pensó, mientras deslizaba nuevamente su mano a lo largo de su erección, -esta vez más fácil y agradable gracias al jabón líquido- que nunca había deseado el toque de nadie más, hombre o mujer. Bakura era el único que calentaba sus sueños.

Había llegado tan lejos como para que ni siquiera su propia mano pudiera lidiar completamente con las consecuencias de sus sueños, y en vez de eso recurría a baños fríos.

 

El albino presionó su frente contra el azulejo del baño mientras se acomodaba mejor y permitía que dos dedos de su mano libre se deslizaran alrededor y dentro de su entrada, tanto para limpiar bien su cuerpo, como para intentar aumentar el vago placer que estaba recibiendo. No era la primera vez que lo intentaba.

 

.

 

Un último recuerdo se deslizó en su mente, mientras se envolvía en un albornoz y salía de vuelta a su habitación para tomar su secadora y secar su pelo lo suficiente para colocarse sus extensiones de color blanco y celeste que su padre había mandado a hacer especialmente para él.

 

"Seré tan tuyo como tú serás mío"

 

Ojalá las estrellas y los dioses se apiadaran de él, y le permitieran algún día, tan siquiera volver a verlo.

 

~∆~

Para Ryou… o Riyu como le llamaban todos, a excepción de la familia de su mejor amigo y únicos​ confidentes​ de su secreto, desde hacía años, todos los días comenzaban igual.

 

Tomar un baño o una ducha, colocar en su pelo aquellas extensiones que hacían parecer que se había teñido con mechas celestes, y atender su piel con alguna crema, porque según su padre, las señoritas deben cuidar mucho su piel, y ni qué decir de la suya, tan blanca y sensible al sol.

El mínimo maquillaje que su padre exigía era un poco de labial -usualmente solo brillo, excepto si salía a la calle- y lápiz de ojos, negro. Ryou tenía que admitir que resaltaba sus ojos.

 

Vestirse era lo más complicado. Ryou odiaba los vestidos tan ceñidos que su padre le compraba. Era más flexible con conjuntos de blusas sueltas y faldas. Prefería sobre cualquier cosa unos shorts y camisetas. Afortunadamente, entre mayor edad tenía Ryou más tenía que ceder su padre con prendas holgadas y grandes, para disimular el pecho plano del albino.

Lo que más odiaba Ryou de los vestidos, además de que usualmente lo hacían sentir asfixiado, era que por haberlos estado usando desde antes de ser adolescente, habían moldeado su cuerpo hacia una figura curvilínea, de modo que tenía una cintura estrecha y caderas ligeramente redondeadas que contrastaban visiblemente.

 

Después de su arreglo personal, salía a preparar el desayuno para él y su padre, los único dos habitantes -humanos- de aquella casa. Y cuando eso estaba listo, pasaba a alimentar a todos los animales.

Ryou amaba a los animales.

Le daba alpiste a los pájaros, maíz a las gallinas y comida especial a los polluelos, algo de carne y huesos a Keikai, el pastor alemán que tenían de perro guardián, acomodaba el heno para Koko y Wari, sus dos yeguas, y finalmente tomaba a Mimi, su preciada coneja blanca de ojos rosados para sentarla en su regazo y darle algunas hojas de lechuga y trozos de zanahoria dulce.

 

Cuando todos estaban alimentados y con agua fresca, entonces regresaba dentro de casa. Usualmente su padre ya estaba despierto a esa hora y Ryou se preparaba mentalmente para otro día siendo Riyu -lo que implicaba referirse a sí mismo como ella y no él, usar el tono de voz más suave que pudiera y tratar de mantener en calma a su progenitor, actuando como una señorita- mientras iba a desayunar con él.

 

—Buenos días.

 

—Buen día, padre —Ryoutenía que evitar fruncir la nariz cada mañana, mientras preparaba y servía el café de su padre. Él, en cambio, desayunaba siempre con jugo de frutas.

 

Serviría los platos y empezaría a comer en silencio mientras su padre lo hacía leyendo el periódico.

Cuando terminaran y recogiera los platos, su padre le recordaría lo que debía hacer en el día: si debía ir a comprar comestibles o cosas para la casa, si necesitaba que le hiciera algunos mandados, si tenía que acompañarlo a tal o cual lado o si simplemente debía quedarse en casa.

El padre de Ryou administraba una cadena de supermercados en el pueblo y se encargaba del comercio con los pueblos circundantes, por lo que algunos días simplemente podía trabajar desde casa.

 

Ese día en particular, Ryou no tenía mucho que hacer, así que después de dejar listo el almuerzo y la comida, fue con su padre.

 

—Disculpe, padre ¿Podría salir un rato? —pidió suavemente, con las manos frente a su regazo y la cabeza ligeramente gacha.

 

— ¿Y a dónde se supone que vas, Riyu? —cuestionó el hombre desde el escritorio de su oficina, una pequeña habitación en la planta baja de la casa, bajo las escaleras.

 

Riyu le mostró una sonrisa —a visitar a Ishizu y su bebé, desde luego, quizás necesite ayuda.

 

El hombre movió su cabeza de lado a lado, considerando lo dicho por su hija —de acuerdo, toma a Koko y ve, pero avísame cuando estés allí.

 

—Sí, padre —sonrió, contento —Nos ve~

 

El hombre interrumpió antes de que pudiera terminar de despedirse —antes, ve por el cepillo.

 

El semblante de Ryou cambió en seguida. Salió de regreso al salón para tomar un cepillo de madera y al regresar se lo dio a su padre, quien le indicó que se sentara. Hizo caso y de inmediato lo sintió peinar su cabello en una coleta alta, recogida con un listón.

Su padre era cuidadoso, para no desacomodar las extensiones, pero para Ryou cada segundo sentía como si cadenas invisibles lo rodearan, atándolo a su padre más y más a casa segundo, convirtiendose en poco más que su muñequita para peinar y vestir.

 

Una vez peinado, Riyu se levantó e inclinó frente a su padre —Nos vemos más tarde.

 

.

 

El pueblo no era demasiado grande, la población rondaba cerca de las seiscientas o setecientas personas, pero la mayor parte estaba bien cuidado y era de muy buen ver, con un agradable equilibrio entre la naturaleza y las construcciones.

Había muy pocos autos también, en su mayoría la gente se movilizaba en motocicletas, bicis o caballos.

 

Ryou no tenía muchas relaciones dentro del pueblo, cuando salía usualmente le saludaban amigos de su padre, o niñas. 

A excepción de Ishizu, no tenía amigas, la mayoría de las chicas que conocía o lo envidiaban o lo rechazaban por el mismo motivo, su pelo artificialmente bicolor.

Se llevaba bien con alguno que otro chico, pero a veces se topaba con unos idiotas que parecían no conocer la existencia de la palabra 'respeto'.

 

Mientras se acercaba al sendero que llevaba a la finca Ishtar, el rugido de una moto alteró un poco a su yegua cuando esta pasó por su lado.

 

—Hey, preciosa —un chico moreno, de largo pelo azulado y ojos dorados, que le dieron un desagradable escalofrío, le silbó, pasando lentamente a su lado — ¿a dónde vas solita? 

 

—Shhh, shhh. Está bien, Koko —calmó a su yegua, acariciando suavemente su crin y parte de su cuello, lo cual funcionó.

 

Pero el motociclista dejó pasar su falta de interés — ¿no te gustaría venir y montar algo más emocionante?

 

Los ojos verdes rodaron ante el típico 'coqueteo' agresivo al que ya estaba un poco acostumbrado —tendré que declinar su oferta —respondió, lo más educado posible —con permiso, me están esperando —le indicó a su yegua que avanzara más rápido, con un toque de su pierna.

 

El chico insistió —No seas aburrida, nena.

 

El motociclista hizo amago de interrumpir su camino, pero Riyu tiró de las riendas de Koko para que esta saliera del camino pavimentado y se dirigiera entre los árboles, dónde el conductor de la moto seguramente no les seguiría.

 

Para su buena fortuna, así fue.

 

—Pfff, esos indiscretos ni siquiera saben cómo coquetear —se quejó para sí —me pregunto si en serio alguna chica hace caso a comentarios como esos —dudó, genuinamente curioso. No podría imaginar cómo cualquier persona podría contestar positivamente a insinuaciones tan descaradas y agresivas, a menos que estuviera genuinamente necesitado o desesperado por sexo.

 

Oh, pero entonces una voz traviesa, que seguramente pertenecía al demonio interno de su consciencia le susurró siniestro "Ah, claro, no lo entiendes. Pero ¿qué pasaría si fuera Bakura el que llegara a ti con una de esas 'proposiciones descaradas'?" 

 

Se sonrojó con fuerza, reclamándose mentalmente que pusiera atención al camino y no a esos pensamientos.

 

Pero… parecía que su voz interna aún no estaba satisfecha "Analicemos eso. ¿Qué harías si fuera ese guapísimo galán de tus fantasías el que llegara con una frase cliché para ligar, eh?" 

 

Y en contra de su salud mental, se lo imaginó.

Bakura llegando detrás de él, mientras simplemente caminaba por la acera al borde de un parque "hey, belleza ¿por qué tan solita? ¿Qué dices si vamos a otro sitio a conocernos mejor?" Y, maldita sea, se estremeció.

 

"No trates de negarlo. Sin importar qué diga, serías gelatina en sus manos con la simple idea de que le intereses" 

 

El albino se forzó a sacudir su cabeza para sacarse esa imagen de la mente y callar de paso a esa maldita voz Interna. No, no quería pensar en la posibilidad de que su querido Bakura se hubiera convertido en un casanova que fuera detrás cualquier cara bonita o curvas definidas. No soportaría perder su ilusión.

 

Riyu lanzó un doloroso suspiro al aire, antes de permitirse un suave tarareo.

 

I gotta know, 'til then, 

When can we do this again? Oh oh oh oh~

When can I see you again? Oh oh oh oh~

When can we do this again? Oh oh oh oh~

 

Afortunadamente, la finca Ishtar pronto entró en su rango de visión.

 

—Vamos Koko, ya casi estamos allí.

 

A pesar de que Odion siempre había sido muy amable con él, cada vez que lo veía, le daba la impresión de que lo miraba con lastima, y eso a Riyu no le gustaba mucho.

Simplemente saludó al joven hombre al llegar y dejar su yegua en los establos del solar, para luego entrar en busca de Ishizu.

 

Para su padre estaba bien que pasara tiempo con la pelinegra, una dama de la cual podría aprender a comportarse, decía. 

Claramente el hombre no estaba al tanto de que la chica le ayudaba en lo que podía a su hija.

 

—Buen día, Ishizu —saludó alegremente, una vez que llegó al patio interior de la casa, donde la joven madre estaba en una mecedora con su hija en brazos —Hola Talila —añadió con voz dulce, al darse cuenta que los ojos grisáceos de la pequeña estaban abiertos.

 

—Buenos días, Ryou —el albino sonrió sinceramente al escuchar su nombre —siéntate, por favor —le indicó con la cabeza una silla. 

 

Ryou tomó la silla y la trajo más cerca de las dos féminas para luego sentarse — ¿Cómo están hoy? 

 

—Bien, gracias —Isizhu acomodó a su hija en un brazo mientras su mano libre se enredaba en el pelo del adolescente para empezar a soltar la coleta y las extensiones de su pelo —durmió la noche completa.

 

Ryou sonrió más y empezó a soltarlas por su cuenta —me alegro por ti, estás recuperando sueño ¿no?

 

La pelinegra asintió —sí, las últimas noches antes de su nacimiento estaba tan inquieta que apenas y me dejaba dormir —suspiró, rozando las mejillas suaves y redondas de su hija con amor —llegas a tiempo, justo iba a bañarla —se rió entre dientes.

 

—No te rías, sabes que te ayudaré con gusto, Ishizu —se quejó el peliblanco, con su pelo natural de nuevo libre de las extensiones, mientras se arremangaba la blusa amarilla que llevaba ese día.

 

La pelinegra se inclinó para presionar un beso en su frente y luego esperó a que él se pusiera en pie para darle a la niña y luego levantarse con cuidado. Aún estaba muy reciente su parto y debía esforzarse lo menos posible.

 

Ryou llevó a Talila consigo hasta el baño, dónde se la regresó a su madre para que la desvistiera mientras él llenaba la bañera para bebés con agua ligeramente tibia, buscaba el mini-albornoz lila -que él y su padre le habían obsequiado-, y otras cosas que Ishizu usaba para limpiarla.

 

— ¿Llevas vestido? —preguntó casualmente la mujer, mientras limpiaba la carita de su hija con un paño mojado.

 

El albino frunció los labios mientras tomaba el albornoz de la bebé, sabiendo que Ishizu terminaría en cualquier momento —es una blusa larga en realidad —levantó el borde de la blusa floreada, dejando ver un short de mezclilla clara, ligeramente holgado —esta ropa me resulta más cómoda cuando es más grande.

 

Ishizu asintió, levantando a su hija del agua y dándosela a Ryou —disculpa no haber podido acompañarte las últimas veces que tú padre te lleva de compras, y aún tengo que esperar un mes más.

 

Ryou negó de inmediato con la cabeza, luego de envolver bien a la bebé —no, no debes disculparte por nada. Primero está tu bebé y tu salud, Ishizu.

 

Ella le dedicó un pequeño abrazo antes de que ambos fueran a su habitación para poder secar y vestir a la Talila.

 

—Por cierto, hay novedades que podrían interesarte —comentó muy casualmente la dama. Ryou la miró con extrañeza, mientras ella le colocaba el pañal a su hija, Ishizu no era la clase de mujer que se la pasaba entre chismes ¿de qué podría estar hablando? —mi hermano regresa hoy a casa —terminó con una sonrisa, después de un momento o dos de silencio.

 

Los hermosos ojos verdes de Ryou se abrieron al máximo de su capacidad, cuando su cabeza proceso esa información, y pronto se humedecieron de lágrimas contenidas. El adolescente se cubrió la boca con las manos para evitar dar un grito y asustar a la niña.

 

— ¿Es cierto eso, Ishizu? —logró decir, con un hilo de voz.

 

La morena asintió, con una sonrisa, terminando de ponerle un mameluco color amarillo claro, con dos patitos estampados, a Talila —sí, los tíos vienen a conocer a Talila ¿verdad que sí, mi amor? —respondió con voz aniñada, rozando su nariz con la de su hija, cosa que provocó pequeños gorgoteos de la bebé.

 

—Ay, por los dioses —musitó bajito y rápido, completamente feliz de que su mejor amigo regresara — ¿Cuánto tiempo se quedan?

 

La mayor se encogió de hombros —indefinido.

 

Ryou se mordió los labios. Sabía que no podría contar con Malik tanto como cuando eran más niños, ya que el oji-lila estaba en una relación oficial con el hermano de Odion, pero eso no le quitaba ni un ápice de felicidad a Ryou.

Malik era, desde siempre, su confidente, su apoyo y su mejor amigo. Ishizu no pudo darle mejor noticia.

 

— ¿Y llegan hoy? ¿Necesitas que te ayude en algo más? ¿Preparar sus habitaciones o algo así? —empezó a parlotear, emocionado.

 

Ishizu rió suavemente —no es necesario, Odion ya se encargó.

 

—Debe haber algo que pueda hacer —insistió el menor — ¡Ya sé! ¡Te ayudaré con el almuerzo! 

 

La pelinegra suspiró con una sonrisa, contenta de ver esa felicidad y entusiasmo en el albino, cosas que parecían totalmente ajenas a él desde hacía ya mucho tiempo —de acuerdo, si tanto insistes…

 

Ryou se encargó de la mayor parte de la comida, en especial ya que Talila lloró por su propio alimento e Ishizu tuvo que sentarse a amamantarla.

 

Finalmente, el albino avisó que tenía que irse — ¿No nos acompañas a comer? —cuestionó Ishizu, completamente extrañada —creí que querrías recibir a Malik.

 

Ryou empezó a re-acomodarse el pelo —que más quisiera yo, Ishizu, pero sabes lo estricto que es mi padre. Debo estar en casa para comer, hoy no iba salir —suspiró, mientras dejaba que la morena le hiciera la coleta —le dejaré una carta.

 

—Estoy segura de que querrá ir a verte hoy mismo —comentó, mientras señalaba una mesita apartada, dónde había algunos bolígrafos y otras cosas de escritorio, para que le escribiera a su hermano —ten cuidado de regreso. Y toma, hace bastante sol —le prestó un bonito sombrero de paja con una cinta azul

 

—Por supuesto y muchas gracias. Hasta luego, pequeñita —presionó un beso en el brazo izquierdo de la bebé —hasta luego Ishizu, cuídense.

 

Ryou salió de regreso a los establos, se despidió de Odion al pasar, mientras este se dirigía dentro, con su mujer, para luego desatar a Koko y subir a su asiento para irse. 

Estaba a punto de alejarse cuando escuchó el crujido del papel y se dio cuenta de que, en su prisa por regresar a tiempo a casa, olvidó dejarle la cara a Malik.

 

—Seré despistado —se quejó, bajando de su yegua y atándola a un árbol —solo espera un momento, amiga, lo dejaré en el buzón y nos vamos.

 

Así que regresó a pie, solo para ver estacionada un campert que definitivamente no estaba antes ahí " ¡Ya volvió! " Pensó con emoción. Exhaló un suspiro de alegría y se encaminó hasta el buzón de la propiedad.

Metió la carta con cuidado y estaba a punto de levantar la manivela roja que avisaría de la correspondencia, cuando un ruido le alertó.

 

Alcanzó a ver un muchacho que caminaba en su dirección y eso le puso nervioso. Era ligeramente fornido, solo un poco más alto, y lo que más le sorprendió fue su cabello, tan blanco y largo como el propio, pero más alborotado y rebelde.

 

"Tengo que salir de aquí" fue su pensamiento inmediato, así que eso hizo. Echó a correr y regresó con Koko para montarla de irse de vuelta a casa "Ojalá la leas pronto, Malik" suplicó con la vista al cielo, mientras su caballo trotaba con cierta rapidez.

 

 

Notas finales:

No me maten. Recuerden que si lo hacen, no podré terminar esta loca historia xD
Espero que les haya gustado y aclarado un poco esta locura de fic. Nos leemos en el próximo cap, el cual retomará el final del capítulo anterior, para que no se vayan a liar.

Dicho esto, flu flu, volé, me fui.

Ja ne~nya


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).