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Las tres etapas de una maldición por BocaDeSerpiente

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Notas del capitulo:

Este capítulo transcurre entre los últimos de "Para romper una maldición" y el extra de Draco.

Tercera etapa:

Reconstrucción.

(Y otra de las cosas por las que siempre agradeceré a Harry)

El día en que la Maldición fue enterrada, en un objeto, dentro del pantano, Draco se despertó sobresaltado porque volvía a tener esa pesadilla donde estaba en la Mansión y asesinaba a Harry al perder el control, mientras él aún dormía. No tenía idea de qué sería la última vez que la tendría y se rehusó a seguir durmiendo.


—Harry.

—¿Hm?

—Te amo.

Harry parpadeó, la vista desenfocada por la falta de lentes, se restregó la cara con una mano, echándose el cabello hacia atrás durante la media fracción de segundo que este se demoró en rebelarse y volver a saltar en todas direcciones.

—Estoy seguro de que hoy no hice nada especial para merecerlo —Comentó, despacio y suave, casi divertido. Draco pensó que siempre se lo merecía, pero se distrajo con un "hm", mientras sopesaba sus palabras.

Alguno de los dos –ya no podía recordar cuál- había tenido una pesadilla que lo hizo retorcerse y despertar al otro, que tampoco tenía el sueño más agradable de su lista. A Harry le hacía gracia que les ocurriese, porque decía que parecían haber estado sincronizados incluso para tener pesadillas. El resultado fue que Draco se tendió por completo sobre su cuerpo, las piernas entrelazadas, los codos flexionados sobre su pecho, la cabeza apoyada encima de los brazos.

Si su novio no dejaba de trazar círculos con los pulgares en su espalda baja, fácilmente podría volver a caer dormido.

—Mala respuesta —Se estiró para sujetarle las mejillas y tirar. Harry contenía la risa a duras penas, dejándole hacer lo que quisiera—. Si te digo eso, tienes que contestar "yo te amo mucho más, amor de mi vida, hombre de mi sueños, porque eres lo mejor que me ha pasado" —Recitó, solemne, logrando que levantase las cejas.

—Pues yo te…—Los ojos verdes se le achicaron a causa de la risa silenciosa, cuando Draco se apresuró a cubrirle la boca, y por accidente, también la nariz, con una mano. El Gryffindor que lo hacía un león enamorado era muy capaz de hacer que lo repitiese, tal cual.

Y cuando él lo dijese, sonaría mil veces más cursi.

Harry le besó la palma de la mano, ya que no lo liberaba. Como no se movió, le cogió la muñeca y se la quitó de la cara, para seguir besándole los nudillos, incluso sobre el anillo de compromiso.

Bien, tenía que reconocer que era difícil pensar cuando actuaba así. Draco sacudió la cabeza, con falsa resignación, y él sonrió, ignorándolo con maestría.

—Harry.

—¿Hm?

—¿Qué haces? —Draco no se rio hasta darse cuenta de que empezaba a desviarse hacia su muñeca, y de ahí, el rastro de besos tomaba dirección por su antebrazo.

—Me provoco besarte.

—¿Ah, sí? ¿te provocó besarme?

—Es como cuando a ti te dan ganas de comer chocolate de la nada —Harry se encogió de hombros, con aparente indiferencia—. A mí me dan ganas de besarte.

Merlín. Era casi absurda la manera en que se sentía feliz, sólo de oír la explicación que tampoco tenía sentido.

—Harry —Soltó otro "¿hm?", más interesado en seguir jalando de su brazo para mantenerlo extendido y tener espacio para darle más besos—, estás haciendo que me den ganas de casarme contigo, déjalo.

Él volvió a parpadear, deteniéndose unos segundos.

—Pensé que ya querías casarte conmigo —Musitó, los labios sobre un fragmento de la piel de su antebrazo. Lo rozaba en besos flojos al hablar—, es normalmente parte de estar comprometidos, por si no te has dado cuenta.

Draco entrecerró los ojos, a manera de advertencia; él se echó a reír. El sonido vibró en el reducido espacio entre ambos y los sacudió por igual.

—Hablo de ahora, en este momento. Ya.

Aquello pareció hacerlo reaccionar. Harry giró la cabeza, conjuró sus lentes, sólo moviendo los dedos, desde donde fuese que los hubiese dejado cuando se cambiaban horas atrás. Cuando se los colocó y se fijó en el reflejo de la luz de la ventana, arrugó un poco el entrecejo.

—Estoy casi seguro de que no son más de las dos de la madrugada, Draco.

Él también miró hacia la ventana un momento.

—¿Has conocido a una pareja que se case de madrugada?

—No —Harry se rio—. Con tanta preparación que se necesita, hacerlo en una hora así…

—¿Preparación para qué? —Draco frunció el ceño—. Que sólo tienes que decir que sí y yo también, no es como si fuésemos a cambiar demasiado.

—Te recuerdo que eras tú quien no quería casarse conmigo.

—Yo te recuerdo que tú podías haber quedado contaminado por una maldición desconocida, de unirte a mí.

—Podríamos haber- —Se calló, por sí mismo, cuando lo observó horrorizado. Si se le ocurría volver a mencionar la idea de casarse al estilo muggle, Draco iba a devolverle el anillo. Aunque luego se arrepintiera, no le tomará más de unas horas colocárselo otra vez y fingir que nada pasó, y ambos lo supiesen. Harry bufó—. Bien, yo sólo digo que…

—Ze nos matará si no está presente, pero ella llegaría en menos de cinco minutos si le mandas un patronus.

—…y obviamente no me estás escuchando —Estaba claro que tenía que luchar para no sonreír como un tonto. Draco no se encontraba en mejores condiciones—. ¿Sabes? A veces, eres un hombre tan maduro, tan racional, tan fantástico, que me encantas. Y luego haces algo que me recuerda que eres un malcriado con un ligero problema de egocentrismo y terquedad desde niño, y no sé por qué me sigues encantando.

No sonaba molesto. No podía sonar molesto si lo miraba con los ojos así de brillantes.

Él se encogió de hombros.

—Me vas a aguantar unos cien años más, así que…

Harry meneó la cabeza, apretando los labios. Tras unos instantes, soltó un resoplido de risa.

—¿Tendría que arreglarme? —Para su sorpresa, Draco negó.

—Te voy a conceder que te cases conmigo usando camiseta y un jene.

—¿Blue jean?

—Eso —Lo apuntó y asintió un par de veces, para mayor énfasis—, la cosa muggle que se ve horrible en cualquiera, menos en ti —Harry rodó los ojos—, para que veas que no eres el único que tiene quejas. Casarme contigo, implica casarme con tu cabello rebelde y tu falta de estilo y-

Harry todavía sonreía, divertido, cuando lo besó para callarlo.


"Son casi las seis de la mañana y necesito escribir esto, antes de que hayan pasado suficientes horas como para hacer que las sensaciones se conviertan en memorias difusas. Tal vez nunca descubra lo que acaba de pasarnos. Tal vez sea de estas cosas que ni la mejor de las investigaciones es capaz de resolver.

Pero necesito ponerlo aquí, necesito ponerlo en algún lado simplemente. Quiero guardar esto, releerlo en cincuenta años y recordar cada segundo, justo como ahora lo hago.

Son casi las seis de la mañana, un día de octubre. El año está de más, porque siempre lo recordaré.

Harry se está quedando dormido con la cabeza sobre mis piernas y mi otra mano en su cabello. Las pesadillas, la madrugada fuera, le pasan factura y entra en uno de esos estados donde es dócil y dan ganas de llenarlo de besos, porque está tan cansado que sólo me abraza y pone cara de estar completamente feliz con la vida y todo lo que le ha dado.

Las 'noches de bodas' son para personas que no saben que pueden hacerlo a cualquier hora del día. Aún no hemos discutido sobre la luna de miel, pero probablemente lo deje en sus manos. Con instrucciones, para que no haga un desastre. Después de todo, cuenta como si yo hubiese organizado la boda solo, ¿no?

A partir de aquí, estoy escribiendo con tinta mágica y nadie lo podrá leer sin mi permiso, concedido a consciencia y por voluntad propia. Sin mentiras. Sin reservas.

Comencemos por lo que hay que saber, para entender. Para intentar entender.

El nombre que se me dio al nacer es Draco Lucius Malfoy. El nombre que he llevado los últimos años es Draco L Black (sí, bendito Merlín, dile a padre que no se ponga histérico a donde sea que vayan los magos al morir, pero su nombre podía haber sido muy fácil para dar conmigo, si lo combinaba al Draco y no me quería cambiar el nombre de pila).

Jamás hemos hablado de apellidos, porque los dos llevamos el mismo desde hace años. Black es nuestro punto intermedio, nuestro terreno neutro, nuestra convergencia de buenas personas y magia negra. Justo como la familia a la que perteneció. Justo como los Black.

Conocí a Harry James Potter cuando teníamos once años, durante las compras antes de ingresar a Hogwarts, en una tienda de túnicas. Se veía perdido y yo estaba aburrido, y le hablé.

No fui la persona más inteligente ni él la más comprensiva durante los siguientes años. Pensándolo en retrospectiva, siempre estuvimos girando uno alrededor del otro. No me atrevo a decir que ya presentíamos, en el fondo, que en verdad terminaríamos así.

No lo odiaba. Me molestaba, quería hechizarlo, quería que me prestase atención y estaba frustrado porque no fuimos amigos. No creo que a eso se le pueda llamar odio.

Éramos niños todavía cuando la guerra nos alcanzó.

Harry Potter me siguió con insistencia por meses, cuando teníamos dieciséis años.

Harry Potter me lanzó una maldición mortal que pudo cortarme en pedazos una vez, cuando teníamos la misma edad.

Cuando me fijo en la manera en que presta atención a cada una de mis cicatrices, me convenzo de que no fue su intención. Él nunca quiso matarme.

Cuando teníamos diecisiete, lo ayudé mintiendo, aunque podrían haberme matado junto a toda mi familia.

Cuando teníamos diecisiete, él me ayudó a mí. Perdí a un amigo en el fuego, pero sólo él entendió alguna vez que sí lo veía como un amigo, por muy estúpido que fuese.

Fui a la prisión mágica durante los Juicios posteriores a la guerra. Me absolvieron de los cargos, no del odio colectivo.

Fui sujeto de experimentación y estudios. Asesiné a muchas personas, decenas, y a veces, cuando cierro los ojos, lo estoy haciendo de nuevo en sueños. Yo no quería, pero a mí nadie me preguntó.

Harry se quedó cuando yo no me hubiese quedado, ni siquiera por mí.

Harry James Potter me odió (por ponerle un término), me ayudó, me intentó matar por error y me cuidó. Ese es el tipo de historia que tenemos.

Estoy escribiendo esto porque debo tener en mente siempre quién fue, quién es y en qué se convertirá la persona que amo. Y amar cada faceta conforme cambie.

Hoy nos casamos. Llevamos varios años juntos y hemos pasado una cantidad considerable de cosas que no creo que puedan igualar la mayoría de las parejas. Estábamos comprometidos desde hace un par de meses.

No nos casamos como lo harían otros.

Antes, no podíamos hacerlo porque estuve maldito por mucho tiempo, y temía hacerle daño o ponerlo en peligro.

Tardé todos estos años en ver mi error.

Ahora, vamos a lo que en verdad importa. Esta es la historia del antes, pero nosotros ya no vivimos en el 'antes'.

Nos casamos alrededor de las dos y media de la madrugada, un jueves. Luego nos reiremos de esto, justo ahora me parece lo más lógico del mundo. Es un momento para nada idóneo, entrometido en los planes, escurridizo, extraño. Es como nosotros hemos sido.

Fue en el patio de la vieja casa de mi familia, remodelada. Saaghi's Hollow se llama. Saaghi es nuestra serpiente mitad Basilisco y mitad estranguladora, por cierto.

En teoría, no fue una boda. Fue una unión. Tuvimos a nuestra mejor amiga y nuestra serpiente, y el lago donde una vez quemamos la galera de mi madre, en el fondo. Este fin de semana haremos una pequeña ceremonia decente para que Lunática se entusiasme y Marco no chille (él no protesta, él chilla). También tendrá que ir la Comadreja, pero está bien porque llevará a miniHarry y miniHarry es lindo.

Me estoy desviando.

La diferencia entre casarse y una unión mágica es sencilla. Casarse implica una situación condicional de pareja. Uno se puede casar por interés, por amor, por obligación.

Las personas casadas se pelean y se divorcian, y tal vez nunca vuelven a verse ni hablarse.

Las personas unidas no.

La unión es una ceremonia que sólo admite a un tercero para llevarla a cabo y ser testigo. Es privada, importante. Casi nadie se une estos días, aunque la unión no distingue entre sangrepuras, mestizos o hijos de muggles; el único requisito es tener magia propia.

Sólo te puedes unir una vez en tu vida. No es superstición. Cuando te unes, jamás te desatas. Pueden terminar su relación y pueden incluso alejarse, pero el enlace siempre perdura. No importa lo que hagas, no importa cómo te sientas.

Hay que estar muy seguro o muy loco para unirte a alguien. Sé que Harry está muy loco y algo seguro también, y sospecho que yo debo estar un poco más loco que seguro para aceptar.

En resumen, el proceso de unión se da con un ritual en que esta tercera persona amarra sus manos (izquierda a derecha, no importa de cuál sea qué lado) con una cinta encantada por un hechizo antiguo en latín. Se hacen tres vueltas y tres nudos; uno para el cuerpo, uno para el alma, uno para la magia.

Me contaron que, cuando te unes a alguien, liberas una ola de magia que jamás se repetirá en tu vida. Es magia que nace en ti y es entregada a la otra persona.

El término unión va bastante en serio.

Esta magia que te resulta ajena, entra en ti. Se mezcla, se fusiona, se combina. Se hace tuya y crea una conexión con tu pareja, que es irrompible, irrepetible.

La magia nunca ha obligado a nadie a permanecer con otra persona. No funciona así. Pero si no sientes más ganas de estar con tu pareja cuando se unen, habrás cometido el peor error de tu vida.

Yo no me siento así. Siento que estoy donde debo estar.

Siento que era Harry, que tenía que ser Harry, y toda esta difusa historia sólo nos ha traído hasta aquí, a este punto exacto y para que hagamos esto.

No creo en la adivinación ni en el destino. Pero creo en Harry y eso es mejor.

Cuando pensaba en este momento, sabía que no quería sólo casarme. Yo quería unirme a él. Por eso temía tanto.

Creí que mi magia lo lastimaría. Nunca se me pasó por la cabeza que le hiciese cosquillas.

COSQUILLAS.

Harry se rio cuando sintió su parte del intercambio. Se rio, feliz, ligeramente sonrojado, sacudiendo la cabeza como si recibiese caricias fantasmales de mis manos en las mejillas.

Mi magia no es salvaje, pero tampoco es inofensiva y yo lo sé mejor que nadie. A él lo ha rodeado, lo ha arrullado, lo ha tomado y se ha combinado, como si incluso mi magia supiese que tendría que haber ido a parar ahí desde un principio.

Luego me tocó a mí.

La magia de Harry es la más fuerte que he percibido. Uno podría creer que diría que es la de Ze, con todo lo que puede hacer, o incluso la de Voldemort, a quien tuve tan cerca durante más de un año.

No es así. Merlín, la magia de Harry es más fuerte de lo que fue alguna vez la Maldición.

Pero a su manera.

Es fuerte de ese modo que es protector y cálido, como él. Es amable y no pretende lastimar a nadie, como él. Y cuando se sale de control, arrasa con todo aquello que lo ha llevado al límite, como él.

No le había dicho que tenía este ligero temor, esta sensación, de que mi cuerpo no la recibiría, o de que su magia no iría a mí. Cuando la magia se rehúsa, la unión no se lleva a cabo y la cinta atada se rompe sola. Para que suceda, deben ser completamente incompatibles, o uno debe estar siendo forzado.

O, lo que temía, lo dañaría. Dañar no en el sentido que mencionaba antes. Dañar en la forma en que la magia oscura en mí, los restos, lo que absorbí, lo que tuvo quedarse aquí, conmigo, sería demasiado para sobrellevarlo la suya.

La corrompería.

La contaminaría.

Unirme a Harry fue un abrazo invisible. Fue una sensación calientita en el estómago, fue ese refugio que te dice que ya lo peor ha pasado, que estás a salvo, que nada te va a ocurrir a partir de ese punto.

Fue la confirmación de que no estoy tan dañado, y si lo estoy, tengo arreglo. Me puedo sanar solo, y me puedo sanar estando con Harry, que es todavía mejor.

Se siente como si me hubiese dicho que sí valgo lo suficiente para estar con él. Que así como Harry es el lugar al que pertenezco, yo puedo serlo para él.

Que ya lo soy.

Que lo he sido, mientras estaba derrumbándome, mientras estaba enloqueciéndome y odiándome. Que lo he sido, cuando yo no encontraba nada bueno en mí, porque él sí lo hacía.

Nunca he amado a Harry más que en este momento, sé que lo haré más mañana, y más al día siguiente, y más el que venga después, aunque no se lo diga así.

Él me encontró siendo pedazos derrumbados. Esperó, ayudó, me animó, me dejó armarme a mi ritmo, con errores de por medio. Sin prisas y sin presiones, y sosteniéndome cuando me volvía a caer, dejando que me recuperase para seguir.

He tenido que pasar por todo este desastre que ha sido mi vida los últimos años, para darme cuenta de que cuando me estaba rompiendo, Harry asentaba mis bases, para que si un día, decidía tomar la fuerza para reconstruirme, tuviese cómo. A mi manera.

Se lo agradezco tanto ahora que veo los resultados.

Me amó en piezas rotas, en cada segundo de la reconstrucción, del dolor a la alegría, y lo sigue haciendo a estas alturas.

Esta no es la razón por la que lo amo. Lo amo por ser él y lo amaría, incluso si hubiese sido demasiado y no hubiese podido acompañarme más, y me hubiese dicho que lo dejaba hasta ahí, porque yo era irreparable.

Es sólo la razón por la que todo es increíble y extraño hoy, y por la que sé que seguirá aquí si me vuelvo a romper, igual que yo estaría para él.

Porque si hiciese la lista, ahora, de por qué lo amo, nunca la terminaría y es inútil. Todas las palabras del mundo sólo me llevarían a una para definirlo:

Harry.

Amo a Harry."

—Draco…

Un quejido lo obligó a despegarse del pergamino, cuando ponía el punto y final de la última línea. Harry se retorció sobre la cama, presionó la cara contra su torso un momento, adormilado, preguntó por qué se estaba asfixiando y si él había decidido ponerle una almohada encima y matarlo para quedarse con su fortuna, luego agradeció cuando Draco lo movió para que quedase boca arriba, de nuevo.

—Si te mueres de forma ridícula, exactamente el día en que nos unimos, nadie me creería que fue un accidente, Harry.

Él se limitó a reír por lo bajo, casi en silencio. Le había quitado los lentes, otra vez, cuando notó que se adormecía, ahora le pesaban los párpados tanto que lo veía a través de la rendija bajo las pestañas.

Draco guardó el pergamino bajo la almohada y se inclinó para besarle los párpados, uno, luego el otro, despacio.

—¿Qué hacías? —Musitó, menos despierto de lo que intentaba pretender. Sus brazos se estiraban para buscarlo, para abrazarlo. Draco resopló y se tendió a un lado, dejándose envolver— ¿ya es de mañana?

Emitió un vago sonido negativo, le besó la mejilla y lo mandó a dormir. Harry estaba completamente rendido medio segundo más tarde, brazos y piernas rodeándolo. Tal vez le enseñase lo que escribió después, si al releerlo, no le parecía lo más absurdo que alguien podía poner en palabras.

Decidió no preocuparse por los luego, ni los tal vez, enterró la cabeza en su pecho, y procuró pensar en su esposo hasta haberse quedado dormido también. No tuvo que esforzarse.


En un pergamino con tinta mágica, que aparentaba estar en blanco, doblado y guardado en el piso de arriba de una tienda famosa en una ciudad cualquiera del mundo, hay una segunda letra que añadió una nota al pie del papel.

Sólo una línea.

"Yo también te amo, Draco"


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