# EXTRA #
Las manzanas de los alrededores ya estaban en su punto, por lo que Leila y Dunya ayudaron a recolectarlas. En esta época del año eran Ugo, Alibaba y Aladdin los que se encargaban de esa tarea, pero por toda la ayuda que recibieron, ellas insistieron en hacerlo.
-¡Terminamos! -Leila alza los brazos satisfecha al ver finalizada su tarea-.
-¿Ahora que hacemos? -pregunta Dunya.
-Llenamos la carretilla con algunas -responde sonriente el niño-, y los demás los metemos a la casa para venderlos otro día.
-¡Bien, cuenta con ello chaparro! -responde mientras los carga.
-Yo también quiero ayudar -se apunta Aladdin-.
-Vaya, que amable -responde Dunya con una sonrisa-, muchas gracias.
-No, ni te confíes que este en cuanto te descuides te va a querer meter mano.
-Ay, pero yo no soy así.
-¡Qué va! ¡Enano puerco!
☆
Al llegar al lugar donde acostumbran vender su producto. Leila, como si estuviese acostumbrada a hacerlo, entró en el papel de vendedora.
-¡Comprelo, comprelo! -pregona- ¡Aquí tenemos la fruta de temporada! ¡Para postres, jugos y el antojo!
-Pero sólo hay manzanas -agrega el niño en tono curioso-, y lo haces sonar como si hubiera más variedad.
-Yo sé lo que hago -sonríe confiada-.
-Vaya, que buena pinta tienen estas manzanas -se acerca una señora-. Deme tres kilos.
-¡Si!
Poco a poco las personas comenzaron a acercarse. Y así como llegaron empezaron a pedir. Luego de una hora ya no había nada.
-¡Vaya, vendimos todo! -se alegra Leila-.
-Y conseguimos más de lo que normalmente ganamos.
-¿Acaso las ventas no son buenas?
-Umn... -el niño comenzó a hacer memoria. Por un lado estaban Ugo y él, comiéndose el producto mientras esperan a que las personas lleguen, pero ya cuando se acercaban ni las pelaban, muy a la "cuando como no conozco" y Alibaba... bueno, si se acercaba a comprar una chica linda se quedaba embobado con ella y no ponía atención a los demás, por lo cual muchos clientes se terminaban retirando del lugar-. No sé en que fallamos-. Levanta los hombros-.
-Bien, entonces hay que regresar ya -agrega Dunya-. Deben tener hambre.
-Ustedes adelantense -dice Leila-, yo tengo algo que hacer.
-Pero...
-Estaré bien Dunya, prometo regresar rápido.
-De acuerdo.
Dunya y Aladdin continúan con su camino mientras que Leila se acerca a un chico que se había quedado viendo desde hace un rato.
-¡Ey, tú! ¿Qué tanto le veías a mi amiga?
-Qué no le veía -responde cínico-.
-¡Serás...! ¡Ni se te ocurra acercarte a ella!
-¿Qué, eres su mamá? ¿Me vas a pegar o qué? Mira como tiemblo.
-Si no te pega ella- responde Dunya quien había regresado al lugar-, te pego yo. No me gusta que le hables así a Leila.
-¡¿P-pe...?!
-Disculpa, no podía quedarme tranquila al saber lo que querías hacer.
-¿Cómo lo...?
-Somos amigas, lo sé todo de tí, así como tú de mí.
-Ya bésense. ¿no?
-Lo haré cuando estemos a solas.
-¡¿Dunya?!
-¿Vamos a casa?
-¡Si!
-¡¿Y yo qué?!
-¡Ya nos aburrimos de tí! -mencionan al unísono-.
-Estas loca Leila.
-Tú lo estás más -sonríe-.
-Gracias.
-¿Por qué? No hice nada.
-Por cuidar de mi familia, por cuidar de mí, por saber escuchar...
-¡No, nada de eso! ¡Yo soy la que debería agradecerte! Me diste una segunda oportunidad y... y... bueno... ya sabes... yo... ¡Dunya!
-¿Sí?
-Esta bien, digo... ¿me permites quererte?
-¿Eh?
-¡Si no te gusta no insistiré! ¡Yo... yo no quiero ocupar el lugar de Isaac! Sé que él es muy importante para tí. Por eso... yo...
-Si, esta bien.
-¡¿Lo dices en serio?!
-Si. Yo también te quiero Leila.
La rubia avergonzada baja la vista y tímidamente ofrece su mano. Dunya sonríe y la toma.
Así regresaron a casa, experimentado de primera mano el calor del amor. La ansiedad por abrazarse y la intimidad que rebasa a la amistad.
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