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Once Upon On October por Lovis_Invictus

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Contenido sensible

«Él era lo más hermoso que había visto»

[James Moriarty • Sherlock Holmes]

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James Moriarty era considerado lo que típicamente se llamaría un genio, resaltaba desde la más tierna edad con un increíble ingenio opacando a todos sin importar su edad. Sin embargo, conforme crecía fue desarrollando uno de los peores rasgos que atormentan a los intelectuales, ese del que nunca se hablaba: El aburrimiento.

Todo sus problemas eran resueltos con maestría, los estudios sencillos, las personas predecibles, manipulables. En lo que dura el aleteo de un colibrí su vida se habría convertido en un ciclo monótono y repetible.

Entonces le vio, por primera vez se dignó a salir de su hogar cuando en las noticias locales comenzó a hablarse de un joven genio de la deducción, quien prestaba sus servicios a la policía para la resolución de crímenes. Ahí, entre los reporteros conglomerados, deseosos por saber aunque fuese un poco de esa joven promesa, la figura esbelta de un muchacho se erguía elegante, observándolos a todos con soberbia, como un felino orgulloso.

No pudo evitar su sentir al verlo, fue amor.

Decir que se había obsesionado no le hacía justicia a sus acciones, en poco tiempo supo todo sobre él; su nombre: Sherlock William Holmes, era el menor de los tres hijos del matrimonio conformado por Phineas y Emilia Holmes, estudiaba química en la universidad de Oxford con excelentes notas pese a faltar un montón a clases, para ese momento tenía apenas dos semanas de haber cumplido los diecinueve años. Un drogadicto empedernido quien se consumía poco a poco gracias al aburrimiento y, según sus investigaciones, desde hacía ocho meses el investigador Gregory Lestrade le habría estado entreteniendo dándole casos estancados para que los resolviese en un santiamén. Parecía querer ayudarle a mejorar su vida y eso no le gustaba para nada, porque ese precioso niño altanero le pertenecía ahora.

Llamaría su atención costase lo que costase, le haría morder el anzuelo con acertijos irresistibles durante un tiempo hasta atraparle lo suficiente, entonces solo debía buscar algo preciado para romperlo enfrente suyo, hacerle enloquecer y solo ahí podrían convertirse en uno, sería suyo.

Así lo hizo, incluso con ese pequeño desliz que le costó diez años de libertad dentro del pabellón psiquiátrico para criminales peligrosos, no importaba, él sabía que su pequeño le estaría esperando porque Sherlock jamás se concentraría en el amor.

O eso creía, hasta que John Watson comenzó a quitarle su atención.

No mentiría, estaba realmente enfadado pues se sintió traicionado de repente, pero no desesperaría porque la presencia de ese sujeto tan simple podría ser de ayuda para concretar el clímax de su relación con el amor de su vida.

Funcionó.

Sorprendentemente funcionó.

Esa fría tarde de noviembre tuvo el honor de ser quien dejase a Sherlock Holmes contra la espada y la pared, tembloroso, asustado, al borde de ese alto edificio, a punto de saltar porque todo aquello que alguna vez llegó a atesorar se desmoronaba lentamente frente a sus ojos, podía verlo reteniendo las lágrimas mientras observaba a John desde arriba.

Fue la mejor vista que jamás pudo haber tenido, esto era todo para lo que había vivido, por eso su cadáver mostraba una sonrisa tan pura mientras su sangre brillaba bajo la luz blanquecina del atardecer nublado.

Había dejado una huella en él, ahora sería suyo hasta el día de su muerte.

Y él no necesitaba nada más que eso.

 


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