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Once Upon On October por Lovis_Invictus

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Contenido sensible

«Nunca dijo que fuera un santo»

[Gregory Lestrade • Mycroft Holmes]


Mycroft permanecía sentado en la cama, desnudo y apenas cubierto con las sábanas gruesas; su laptop descansaba sobre sus piernas mientras él, distraído, tecleaba letras y números al azar sólo para, posteriormente, borrarlos. No podía concentrarse teniendo al detective investigador Gregory Lestrade acurrucado al borde del colchón, dormido, aunque nada tenía que ver eso con el creciente nerviosismo en su sistema.

Greg y él, para esa fecha, habrían estado saliendo formalmente como una pareja durante al menos un par de meses; dos hombres divorciados cuyos matrimonios pasados no funcionaron en lo más mínimo, unidos por una fuerte homofobia interna que gracias al cielo dejaron ir apenas tuvieron la oportunidad de conocerse un poco. La noche pasada por fin se dignaron a soltar la vergüenza y dieron el siguiente paso, todo en una lujosa suite sobre el hotel más caro en la costa de Gran Canaria. Nada de eso era extraño.

Lo molesto del asunto se remitía al enorme tatuaje de un tigre sobre la espalda de su compañero, pues los detalles como ramas de bambú, la presencia de un pequeño estanque con peces koi bajo el felino y lámparas de papel decían demasiado: Eso va y resulta siendo la marca de pertenencia a una mafia china muy grande, que para colmo sigue activa. Desde ahí tenía vista completa al dibujo.

Mentiría si asegurase no estar preocupado.

— ¿En qué piensas?— preguntó Greg de repente. Ya no estaba dándole la espalda, ahora sonreía en su dirección casi con burla.

— Creo que a estas alturas debes intuirlo al menos— respondió él, cerrando su laptop, tras lo cual decidió dejarla encima del buró a un costado.

Lestrade soltó una sonora carcajada que le puso los nervios de punta a su pareja.

— Me gustaría entender la gracia en secuestrar personas para prostituirlas, venderlas o matarlas— ironizó Mycroft, irritado.

Todo rastro de alegría en el rostro de Greg se esfumó de inmediato. Se incorporó demasiado rígido para disimular, tomando asiento de modo que pudiese verle de frente.

— Escúchame, Mycroft, déjame explicarte todo y después de eso puedes decidir lo que gustes, ¿Está bien?— le pidió. 

Holmes tardó un poco en aceptar, odiaba las excusas y realmente se encontraba enojado, pero algo en la mirada afligida de su novio le impedía imponer su negativa con la regularidad que solía hacer.

— Bien— aceptó a medias; cruzó sus brazos, viendo a Greg cubrirse la espalda lo mejor posible con una de las sábanas.

— Primero me gustaría aclararte que no me enorgullezco de lo que pasó, también quiero hacerte saber el motivo de mi risa, no fue nada más allá que tu expresión, me pasó por la cabeza que parecías creer yo aún estaba dentro de eso, lo cual no es verdad— comenzó a hablar. 

A ojos de Mycroft lucía demasiado incómodo, casi deprimido, él nunca le había visto de esa manera.

— Todos hacemos estupideces cuando somo jóvenes, creyendo que podemos con todo, sin pensar en las consecuencias... fue así como buscando droga de más calidad terminé aceptando encargos de un asiático llamado Zhen Hui, yo vendía y el me daba descuentos en mis compras— admitió avergonzado, no le agradaba contar esa patética parte de su vida—, Entonces fui escalando, ¿Conoces esas pseudo empresas piramidales donde te estafan más conforme más vas subiendo? 

Mycroft asintió, entendiendo.

— Fue algo así— continuó— A poco de ser jefe de zona me obligaron a tatuarme, una marca con la que me encontrarían donde quiera que fuese, pero mis bolsillos estaban llenos de dinero y no me importó en absoluto, o por lo menos hasta... hasta que fui enviado a vigilar una... "carga"— balbuceó, haciendo comillas con sus dedos— Los encargados de vigilar la bodega habían sido arrestados y alguien tenía que hacerse cargo, como era mi zona la cabeza de la organización decidió enviarme junto a mis mejores subordinados y ahí... ahí había niñas, Mycroft, niñas de no más de quince años, desnudas, golpeadas, mal heridas. Una maldita cosa es saberlo porque incluso estando al tanto puedes vivir con ello, pero otra diametralmente diferente es verlas rogando por ayuda, desesperadas, creyendo que somos sus salvadores cuando la realidad es que íbamos a alimentarlas con las sobras de nuestra cena 

— Greg, espera-

— No pude hacerlo— le interrumpió, sus palabras bailaban sobre un fino hilo de desesperanza, culpa e inseguridad, hiperventilaba levemente, deseando poder borrar su pasado— Cuando les dije que no podía seguir con eso casi me matan, Mycroft, dos disparos en el torso y uno en la pierna, me lanzaron al río encadenado, ni siquiera sé cómo salí vivo de eso

— Greg necesitas resp-

— Apenas salí del coma le pedí a mis padres un abogado, entonces confesé todo lo que sabía— volvió a cortarle— Todo a cambio de borrar cualquier cosa de mi historial criminal y dejarme fuera

Las cálidas manos de Mycroft se posaron sobre las frías del detective, fue hasta entonces que Greg se dio cuenta de que estaba temblando.

— Estás a nada de tener un ataque de pánico, necesitas calmarte y respirar

— Lo siento, aún me cuesta hablar de ello— se rió nerviosamente—. Estoy seguro de que aún me siguen buscando, pero estoy feliz— levantó una de las manos ajenas y la besó— Porque pude hacer un cambio en ese entonces y gracias a eso me convertí en policía, aunque sé muy bien que eso no limpiará nunca mis pecados

Mycroft se vió arrepentido por un instante, no sabía lo profunda que podía ser una situación similar a esa.

— Lamento haber traído ese tema a colación

— Sabía que tarde o temprano ibas a preguntármelo, ya estaba preparado— se encogió de hombros, completamente relajado, como si minutos atrás no hubiese estado al borde del pánico— Entonces... ¿Se me ve bien?— preguntó juguetón, Mycroft le soltó un rápido y certero golpe en el brazo.

— ... Más o menos— respondió indiferente. El otro le miró casi indignado, pero Mycroft no le iba a decir en voz alta que se veía sexy.

 


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