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Once Upon On October por Lovis_Invictus

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Violencia ocasional

«Nadie tendría porqué saberlo»

[John Watson • Sherlock Holmes]

[Irene Adler • Mary Morstan]


— El día de hoy nuestro famoso detective consultor Sherlock Holmes cumple diez años de adorable matrimonio con la hermosa modelo predilecta de Moschino, Irene Adler, sin embargo en todo ese tiempo no ha habido noticias de un embarazo, ¿Se estará acabando la llama de la pasión o acaso existen problemas de fertilidad entre la exitosa pareja? 

Sherlock no pudo soportar escuchar al presentador de espectáculos un segundo más, tanta estupidez junta le hacía doler la cabeza; apagó el televisor con el control remoto, lanzándolo al sofá de al lado apenas la pantalla se quedó en negro.

— ¿Por qué demonios les importan esas cosas?— preguntó en un susurro irritado, encogiéndose en su lugar.

Mary, quien estaba sentada a su costado, le pasó un brazo por los hombros en son reconfortante, apretándole suavemente.

— Entiendo perfectamente tu molestia, en la clínica todos se la pasan preguntándonos lo mismo, ya hemos dicho que no deseamos tener hijos pero son tan estúpidos que parecen no entender— dijo, igual o más enojada que Sherlock.

John, quien salía de la cocina con una humeante taza de café, caminó hasta el sofá donde se encontraban su esposa y su novio, entonces se agachó para depositar un beso en la frente del hombre, usando después una mano para alborotarle su cabello rizado. Sherlock pareció contento con ello, pues exigiendo alargar el contacto restregó su rostro contra la palma de Watson.

— Cuando Irene se entere de las cosas que están diciendo los medios seguramente solicitará una rueda de prensa para ir a soltar sus ácidos comentarios inteligentes y mandarlos al diablo en el proceso— comentó Mary, levantándose para que John tomara su lugar al lado de Sherlock; el médico, agradecido, le pasó la taza de café.

Ella decidió sentarse en el comedor del fondo, con la taza entre sus manos buscando calentarse los dedos que ya no sentía, era una tarde fría y lluviosa como solo en Londres pueden darse, podría decir incluso que el ambiente ese día pecaba de deprimente; tomó un sorbo, sonriendo al instante, tres cucharadas de café y una de azúcar, excelente, como siempre.

Llaves entrando en el cerrojo de la puerta les distrajeron, las tres cabezas se voltearon hacia el marco del living justo cuando Irene entraba, su vestido largo completamente empapado de abajo, con su cabello suelto cubriéndole parte del rostro. La mujer lanzó su bolso al sofá más cercano, entonces, sin decir nada, preocedió a caminar hasta donde Mary se encontraba, jaló una silla, la colocó cerca de Morstan y tomó asiento, recargando su frente contra el hombro de su novia.

— ¿Cariño?— preguntó Mary, peinando con sus dedos algunos mechones del cabello lacio de Irene, que gracias al clima húmedo se había esponjado un poco.

Adler aspiró tomando todo el aire que sus pulmones atrofiados por el cigarro pudieron adquirir, lo dejó salir en un suspiro cansado y levantó la cabeza.

Los tres soltaron, al unísono, un jadeo aterrado.

El bonito rostro de Irene traía un enorme moretón en la mejilla izquierda, su ojo del mismo lado estaba hinchado, junto a una herida en la ceja y su labio inferior partido le daban un aspecto enfermizo a su piel.

— ¿¡Pero qué te pasó?!— inquirió Mary en un grito, con sus conocimientos de enfermería evaluó superficialmente las heridas, que si bien no eran graves aún tardarían tiempo en sanar, en especial su ojo, pues se encontraba casi cerrado por la hinchazón y presentaba un color negruzco el párpado inferior.

— Unos periodistas me siguieron desde que salí de casa hasta el edificio donde iba a ser la sesión de fotos, se quedaron todo el día esperando en el estacionamiento y cuando me vieron intentando subir al coche me bombardearon con preguntas. Al final me harté de ellos y les dije que no era importante si en realidad estaba saliendo con una mujer, entonces pasó lo evidente— contó, su tono de voz era bajo y tranquilo como siempre, sin embargo Sherlock podía percatar entre sus palabras una ira contenida, seguramente a efectos del coraje de sentirse humillada por algo tan insignificante como lo era la orientación sexual.

— Ésta maldita sociedad asquerosa... Nos unimos en dos matrimonios heterosexuales para vivir lo más pacíficamente posible y sin herir sensibilidades, pero aún así siguen jodiéndonos la existencia con sus pensamientos estúpidos— comentaba Mary con ira, sus manos habían rodeado la cintura de Irene en son protector, pegándola hacia sí misma; Alder, por su parte, se había limitado a cerrar los ojos disfrutando del contacto, lo necesitaba tras ese día tan pesado, ella era inteligente, no fuerte, ni siquiera tuvo oportunidad de defenderse.

— ¿Realmente vale la pena soportar todo esto, no podríamos simplemente irnos a otro lugar?— Respondió el detective consultor, quien a estas alturas ya se encontraba con el rostro hundido en el cuello de su novio, sentado sobre su regazo al tiempo que le abrazaba fuertemente de forma infantil.

— Me gustaría creer que podemos— susurró John, apresando a su novio de la misma manera, sintiendo la preocupación de un inminente próximo ataque pesarle como cien toneladas en el pecho. 

Ahora con la declaración hecha por Irene tal vez sería oportuno pedir a Mycroft subir la seguridad en la casa, quizá un par de guardaespaldas también funcionarían.

Mary y John se vieron entre ellos con una mezcla de pena y comprensión, tratar con personas tan complicadas como lo eran sus respectivas parejas era todo un logro, en especial para alguien como John. Él siempre creyó que su impaciente Sherlock sería el primero en reventar con cólera gracias a los comentarios; también pensó que Mary, en su infinito orgullo, pudiese ser quien lo revelase todo al público, incluso barajó la idea de ser él mismo esa persona, pero la joven e inexpresiva Irene estaba fuera de sus posibilidades, tal vez por eso terminó siendo ella la que se rompió frente al público.

Sherlock pensó que ya nada de eso importaba, a primera hora de la mañana comunicaría una rueda de prensa, entonces dirían que lo dicho por su esposa fue un desliz a causa del estrés que lleva ser perseguida con las mismas preguntas todo el tiempo, preguntas insinuando cosas inmorables acerca de ella y su mejor amiga Mary Morstan; le echaría la culpa a los periodistas de alterarla, además levantaría una demanda por agresión física, también alegando daño psicológico.

Aprovecharía la oportunidad para aegurar ante las cámaras que era estéril y si tenían suerte -un poco de ayuda por parte de su hermano mayor también- las aguas turbias de ahora se calmarían y en unos meses nadie recordaría nada al respecto.

Ante la sociedad Irene Adler está casada con Sherlock Holmes y Mary Morstan con John Watson, pero la verdad tras bambalinas es que Sherlock sale con John y Irene con Mary, aunque nadie tiene porqué saberlo. 


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