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Once Upon On October por Lovis_Invictus

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«Era una escena preciosa»

[John Watson • Sherlock Holmes]


John abrió lentamente la puerta de 221-B, maldiciendo en su cabeza cuando la madera vieja chirrió al ser movida, eran poco para las tres de la mañana y no deseaba despertar a nadie.

Usualmente los lunes eran demasiado tranquilos en su zona, incluso el personal casi creía que las personas se ponían de acuerdo para no enfermarse o tener accidentes durante el lunes, sin embargo ese había sido uno de los días más pesados que hubo tenido desde que le dieron de baja en el ejército. 

Meses atrás aceptó el aumento en el hospital para subir de puesto a cirujano de emergencias, era tan bueno en su trabajo que el director del lugar, sabiendo la existencia de Rossie y su trabajo no oficial con Sherlock, le dio la oportunidad de elegir un horario flexible a como mejor se le acomodase; John creyó sería sencillo, y lo era, excepto en días como aquel.

Cerró la puerta, se dio el lujo de tronar los huesos de su cuello y hombros que, tensos, le agarrotaban el tren superior de su torso. Estaba cansado, sumamente cansado.

Subió de puntillas las escaleras, notando luz en la salita del departamento que compartía con su, ahora, extravagante novio y la niña que criaban. Después de seis años viudo había decidido parar de desperdiciar el valioso tiempo, así que, aprovechando estarían viajando por Roma a causa de un crimen sin resolver, John, como no podía ser de otro modo, se embriagó hasta el tope buscando valor y terminó confesándole a Sherlock sus complicadas emociones.

Fue un desastre pero salió mejor de lo que esperaba, aunque esa tarde había hecho un montón de cosas estúpidas y Sherlock le molestaba al respecto siempre que tenía oportunidad.

Entró a rastras, los pies le dolían y aún traía rastros de sangre seca en la cara, pues un pasante distraído empujó la mesita en que descansaba la charola con un, anormalmente grande, tumor uterino recién extirpado, apenas el hinchado trozo de carne chocó contra el suelo explotó en un espectáculo dantesco y asqueroso. Necesitaba darse una ducha que no deseaba tomar.

Cuando subió la mirada se quedó quieto de pie en el marco de entrada, asombrado. En el sofá más grande estaba Sherlock, boca arriba y cuan largo era, enfundado en una de sus costosas batas para dormir, encima suyo reposaba Rosseane, vestía el pijama azul cielo con gato-galletas que Mycroft le había comprado en su última salida juntos; ambos dormían profundamente, Sherlock apretaba con los brazos la cintura de su hija y ella le imitaba rodeando su cuello, una manta descansaba sobre el suelo junto al peluche de gato que Rossie tanto amaba. De fondo se escuchaba el ruido blanco de la televisión.

Una enorme sonrisa orgullosa se adueñó de su rostro agotado, al mismo tiempo sentía la calidez más pura llenarle el pecho; sin pensarlo dos veces tomó su celular, entró a la cámara, enfocó lo mejor que pudo y tomó varias fotos, necesitaba guardar eso para la posteridad.

Reticente fue a moverlos para despertarlos, sabrá dios cuánto tiempo llevaban en esa posición pero no se veía muy cómoda, en especial para Sherlock, quizá le dolerían las costillas más tarde, pues si bien Rossie se encontraba en un IMC ideal ella era una niña de siete años demasiado alta para su edad, por ende pesaba un poquito más.

Sherlock fue el primero en despertar, frunció el entrecejo por la luz dando de lleno en sus ojos, su movimiento al cubrirse el rostro con la mano levantó a Rossie, quien parpadeó lentamente mientras cuidadosa se bajaba del cuerpo ajeno; ella se quedó en blanco durante un momento mirando fijo a la televisión, antes de exclamar confundida: 

— Oh, se acabó la película

John se rió, enternecido.

— ¿Qué hora es?— preguntó Sherlock, incorporándose hasta terminar sentado, se veía adorable tan desorientado como estaba.

— Las tres de la mañana— respondió John, divertido; depositó un beso en la cabeza de cada uno para, después, encaminar hasta la cocina con intención de prepararse un té— Deberías subir a dormir, Rossie, recuerda que tienes clases a primera hora

— Está bien— respondió mientras se tallaba un ojo con el puño cerrado. Recogió su mantita, al siempre fiel señor esponjoso y procedió a despedirse de ambos hombres con un sonoro beso en sus mejillas. Ambos escucharon los pasos ligeros de la pequeña subiendo por las escaleras en dirección a la antigua habitación de John.

— Deberías ir a la cama también— le comentó el doctor al detective, quien se estiraba ahí donde estaba sentado.

— ¿Por qué traes sangre en la cara?— preguntó el otro, evadiendo la orden de su novio.

— Pasantes estúpidos que hacen cosas estúpidas por estar en el celular— resumió John la inolvidable escena.

Sherlock asintió, comprendiendo al instante.

— Tomaste una foto— le afirmó— Tu teléfono está en el lado derecho de tu chaqueta y siempre que sales lo metes en cualquier bolsillo delantero de tu pantalón

— Sí, y la voy poner de fondo de pantalla— aseguró, caminando hasta el sofá para sentarse a su lado, le dio un beso en los labios y no pudo evitar reírse al ver su expresión avergonzada, acción que provocó un bufido por parte de su novio.

Sherlock volteó hacia otro lado, su orejas presentaban un color rojizo que comenzaba a extenderse por todo su rostro.

— Has lo que quieras

 


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