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Once Upon On October por Lovis_Invictus

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[Advertencia]


Contenido sensible. Descripción gráfica sobre heridas de tortura.


«Los sentimientos de John son demasiado fuertes»


[John Watson • Sherlock Holmes]


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John Watson odia a Sherlock Holmes. 


O eso es lo que desearía decir. 


Desearía odiarlo por haber aparecido justo cuando la marca depresiva que la guerra había dejado en él comenzaba a llevarlo al límite. 


Quiere odiarlo por darle a su vida la emoción que tanto añoraba y necesitaba.


También por dejarle solo tan de repente, haciéndole creer que le había visto sacrificarse a causa de un maniático que solo quería jugar.


Quiere odiarlo por muchas cosas. 


Por dejarle casarse con la fantasía que significaba Mary Morstan.


 Por perdonarla tras casi haberlo matado de un disparo,


Convencerlo de no mandarla al diablo después de que eso pasara,


Y protegerla aún si eso significaba convertirse en un asesino.


Por no evitar que Mary recibiera ese disparo dejándolos a él y a su inocente hija en completa soledad, quitándole a Rossie la oportunidad de tener una madre.


Por permitir que descargara su ira en él moliéndole a golpes, casi matándolo en el proceso.


Por volver a las drogas sin importarle si moría o no.


Por siempre llegar tan lejos.


Realmente quisiera odiar a Sherlock, pero no puede evitar ser él mismo ese objeto de odio.


No supo ver más allá de esa extravagante fachada, ignoró al noble hombre debajo de la máscara desinteresada, aquel que se sacrificó más de una vez por mantenerle a salvo a él y su felicidad.


Sherlock Holmes tenía un corazón de oro y él lo había roto en más de una ocasión.


Con el paso del tiempo se convirtieron en un par de extraños.


No tuvo el valor de ir a despedirse de Sherlock antes que el mismo partiera a Europa del Este hacía seis meses, y ahora le llegó por parte de Mycroft la desgarradora noticia de que su mejor amigo, aquel a quien amó sin querer aceptarlo, había sido asesinado brutalmente tras semanas de tortura.


No lo creía, aún con el cuerpo tendido en la plancha del Saint Barts, pudiendo ver la cicatriz que Mary le dejó entre las costillas derechas, en su brazo los puntos de las agujas que Sherlock usaba para inyectarse cocaína, todos y cada uno de los malditos lunares que pudo contar cuando seguía vivo y las pequeñas marcas de los golpes que él mismo le propinó desgarrando la dermis.


Todo viéndose tan ajeno entre las monstruosas heridas frescas que le habían dejado, la piel blanquecina llena de cardenales que iban desde el verde más claro hasta el negro más profundo, quemaduras de cigarrillos en los muslos interiores, marcas de ataduras en manos y piernas al punto en que podía ver los huesos de sus muñecas, cargando una desnutrición grave, varios huesos rotos sobresalían rompiendo la dermis... y el cuello mostrando un corte horroroso de oreja a oreja, casi como una sonrisa macabra.


No pudo estar ahí por mucho tiempo, incluso después de todo lo que hubiese visto cuando laboraba en Afganistán la imagen de Sherlock así era demasiado para él. Vomitó apenas llegó a la calle.


No fue al velorio ni al entierro, no visitó su tumba con el pasar de los días, ni siquiera era capaz de pronunciar el precioso nombre que en sus labios le sabía sucio. 


Solo siguió por el bien de su hija, pero eso no le quitaba las ganas de matarse.


John se odiaba a sí mismo más de lo que nunca nadie podría entender.


 


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