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Once Upon On October por Lovis_Invictus

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«Era un mal día»

[John Watson • Sherlock Holmes / Mycroft Holmes • Gregory Lestrade]

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— ¿Podemos dar la vuelta y regresar?— preguntó Sherlock en un susurro dolido, a través de la ventanilla de la lujosa limusina era posible ver la enorme iglesia, ya decorada, cada vez más cerca; se acurrucó en su lugar, medio ido, apenas habiendo sido capaz de dormir unos cuantos minutos durante la noche. Estaba cansado, le dolía la cabeza y enserio no quería estar ahí.

— Lamento ser yo quien te mate las esperanzas, hermanito, pero te recuerdo que prometimos estar aquí hoy— respondió Mycroft, desanimado a la par de él.

Sherlock se dignó a darle una mirada que, pese a desear verse iracunda, solo podía despedir un lacerante dolor.

— ¿Desde cuándo te importan las promesas?— volvió a inquirir, su voz quebrada en rencor.

— Nunca las he roto, al menos no contigo

De repente la expresión de Mycroft pareció horriblemente sincera. Dejó su postura recta para relajar la espalda al tiempo que sus ojos parecían suplicarle se callara.

— Ni con él, supongo— terminó la conversación regresando su mirar a la ventanilla, percatando horrorizado que estaban ya estacionándose en el parqueo del sagrado lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia, una boda doble donde John y Greg contraerían matrimonio con dos preciosas mujeres.

Mujeres, algo que ni él ni su hermano jamás serían, tan buenas para ellos que ni en mil años podrían pensar siquiera en competir contra ellas.

Mary era preciosa, divertida y valerosa, inteligente, una pieza contraria que encajaba magníficamente con John. Él sabía su pasado turbio, problemático, pero John se veía feliz y eso era lo único que a Sherlock podría importarle.

Lucy, por otro lado, con su cuerpo perfecto y rostro de ensueño, era amable con propios y extraños, regalando sonrisas hermosas, mujer hogareña, expresiva, paciente; nada parecido ni por asomo a lo que era Mycroft Holmes, nada parecido a lo que él llegaría a ser alguna vez.

— Sé que vista mi situación no tengo derecho a hablar— el mayor de ellos rompió el triste silencio, ganando la atención de su hermano— Pero no estás aquí por ella, Sherlock, sino por él, porque él te quiere ver aquí acompañándole en un momento tan importante

Sherlock se viró, sorprendido por los intentos de Mycroft para levantarle el ánimo aunque fuese un poquito, o al menos calmar su creciente ansiedad lo suficiente para que no saliese corriendo apenas se abriera la puerta del coche.

— ¿Y no importa que duela?— le interrogó perplejo.

Mycroft sonrió débilmente, un acto alegre que le dio a su rostro un tanto más de miseria.

— Ya tendrás tiempo suficiente para lamentarte después

La puerta derecha fue abierta por un joven bien vestido, quien les dio la bienvenida. Su chófer salió junto con los hermanos, yendo hasta la cajuela para entregarle a Sherlock su preciado violín junto a un fólder azul rey donde, celosamente, guardaba las partituras de esa nueva canción que le hubo compuesto a John.

— ¡Llegaron!— gritó John tirándose encima de Sherlock para darle un fuerte abrazo, Greg hizo lo mismo con Mycroft apenas le vio entrar a la parroquia.

— Creímos que no vendrían— confesó Gregory, apenado.

— Sólo hubo un poco de tráfico, no olvidaríamos algo tan importante— comentó Mycroft extrañamente amable. Sherlock pudo ver el amor en sus ojos y no evitó sentirse peor.

— ¿Empezamos ya? Las deslumbrantes novias no tardarán mucho en llegar— cortó rápidamente el detective consultor.

Y justo a tiempo, pues el coche blanco lleno de flores estacionaba a metros de la entrada. La ceremonia se llevó a cabo sin contratiempos y los hermanos se perdieron en el fondo apenas entregaron los anillos.

Entonces se encontraban ahí, fingiendo sonrisas mientras conversaban animadamente con los invitados, dando discursos e incluso tocando duetos a violín y piano, deslumbrando al resto con su etérea presencia; y sin embargo ambos sintiéndose dolidos, destrozados, traicionados incluso, pero cumpliendo la promesa de asistir, porque eso hacen los amigos, ¿no?

Debían afrontar la realidad, pues de ahí en adelante solo serían eso, amigos.

 


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