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Mundos Paralelos. por Leuam

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   Tenía mucho tiempo que no me quedaba en la aldea, ya casi había olvidado a mis amigos, los animales mañaneros que se encargaban de despertar a los mas dormilones (como es mi caso), las familias que se despertaban temprano para que cada centímetro de la Aldea y cada elemento estuviese en su respectivo orden. 

 

   Saludé a una Ged que pasaba por el frente de la ventana donde vi a la aldea la noche anterior, me pareció haberla visto en algún lugar pero no recordaba dónde. Mi Redma llamó a desayunar, todos estaban sentados en la sala incluyendo a mis Abuelos, se veían tan esplendidos, se levantaron e hicieron los respectivos pucheros y caricias que hacen los abuelos cuando ven por primera vez a su nieto, el único inconveniente era que yo no tenia meses de nacido sino veintiún años así que se torno un poco incómodo. Verlos todos juntos me hacía sentir extraño y nostálgico, vivir dieciocho años bajo la tutela de un mentor que apenas veía y vivir solo durante tres años para luego tener un desayuno familiar, con mi familia muerta era algo un poco fuera de lo común. "Si Fran estuviese aquí la quijada le hubiese llegado al piso" —pensé. Se me escapo una sonrisa al imaginarlo y Liof no la dejo escapar:

 

   - Yo conozco esa sonrisa -dijo mientras tomaba la sal para echarle a sus huevos fritos- se me dibujaba mucha veces cuando pensaba en mi Zeón -mientras decía esto le tomaba la mano a su esposo que estaba a su izquierda. Hice una mueca para empezar hablar pero mi madre me interrumpió.

    - No es necesario que lo cuentes, tu padre ya se encargo de eso.

 

   Él me tiro una sonrisa inocente y yo se la devolví.

 

    - Solo queremos –dijo este- que te cuides. Sabes muy bien  que estas peligrando mientras estés saliendo con ese muchacho, sin contar además que los Segundos te están buscando. 

Mi Abuelo intervino esta vez:

    - Me contaron que te enfrentaste a dos y acabaste con uno, ¿es cierto eso?

   - Sí, bueno, realmente su compañero lo asesinó yo solo lo desvaneci después que un sonilta la habría sacado el corazón.

    - Interesante, muy interesante, tratando de salir ileso, ¿eh? Yo también acostumbraba hacer eso, 'estrategia y mucha sangre', ese era mi lema -hiso un gesto nostalgia y continuó- Me imagino que tuviste que probar su corazón, ¿no es así?

   

Quise hablar pero mi Abuela interrumpió sonriendo.

    - Eso me recuerda la primera vez que lo hiciste -esta vez se reía a carcajadas pero con una elegancia sorprendente- llegó a la casa con la armadura y pálido como la nieve. Gracias a los Ocho que era solo entrenamiento. Le dio un beso al Abuelo mientras este tenía cara de no muy buenos amigos y ella seguía riéndose.

    - Sí -intervine por fin- sí, recordé lo que me dijiste una vez pero nunca pensé que fuese tan pegajoso, es lo peor que he probado en la vida —hice una mueca  que causo la risa de todos en la mesa. Por cierto, Abuela, mi Padre me comento que tu eras bruja. 

 

   - Sí —sonrío. Hace mucho tiempo, en mi época cuando mi cuerpo me dejaba pertenecía a un grupo de hechiceros, intente persuadir a tu Abuelo para que practicara conmigo pero siempre decía "no puedo desperdiciar mi tiempo en cosas tan banales" —dijo intentado imitar la voz de mi abuelo no le fue muy bien pero resulto chistoso. Dicho grupo, ayudaba con las labores las Aldeas y las batallas, protegíamos a las Aldeas y perfeccionábamos nuestras artes cada vez más en los bosques pero éramos muy pocos y cuando ocurrió aquella desgracia de la rebelión terminaron de exterminar a los pocos que habitaban pero dejamos escrituras y libros sobre nuestras artes. Si lo deseas puedes pasearte por la biblioteca de la casa tal vez consigas algo sobre el tema.

   - Bueno —dijo mi Padre dirigiéndose a mi. Quien mejor que ella para contar su historia.

    Le respondí con una sonrisa.

 

   Se levantó la mesa y se ordenó la cocina, me dirigía a dar un paseo por la aldea pero Liof me atrapo y me llevo al jardín de en frente y nos sentamos a hablar en unas sillas que estaban ubicadas estratégicamente para poder ver todo cuanto pasaba por el frente. Era un día frío, unos de esos días que son buenos para leer o caminar. Sin perder más tiempo Liof empezó:

   - Hay algo -hizo una pausa-. Que solo pocas personas en esta aldea saben y que ahora sabrás tú. ¿recuerdas lo que Vonne te dijo anoche? 

   - Sí -respondí entusiasmado. 

   - Muy bien, después que lo descifres tendrás que volver aquí y hablar con quien te hayan encomendado en su momento.

   - ¿Me hayan encomendado? ¿de que hablas Tío?

   - Escucha con atención, solo sé que tienes una tarea muy importante no sé para qué ni para cuándo pero solo sé que cuando un Ged llega a tu edad las habilidades se habrán desarrollado por completo  pero solo a uno de cada aldea le encomiendan riesgos similares por los que tendrán que pasar para poder fortalecer sus habilidades y así dejar que escojan en que desempeñarse hasta que llegue su edad y estoy seguro que esta vez te tocó a ti -terminó con voz apagada. 

   

   Yo solo me limite a asentir y recorrer mi mirada desde  sus ojos negros como la noche hasta la pequeña Aldea que se levantaba en frente con un frío indeseable.

 

   Eran próximas las tres de la tarde y empecé a caminar por la Aldea, recordaba todo lo que había hecho cuando era muy niño, caminé por la carretera principal, cruzaba en una que otra casa donde en algún tiempo jugué con un Ged pero pasé por una casa particular donde tuve vagos recuerdos de haber jugado con una Ged a la cual le tenía mucho aprecio pero no llegaba el recordar con claridad. 

 

    Al cabo de un rato le pase de nuevo por el frente y recordé que en su jardín yo jugué mucho con los sapos y las lombrices, caminé por una especie de callejón que estaba situado a la derecha de la casa y daba al porche al llegar ahí recordé cuando hice que un árbol me lanzará al techo de la casa y traspase el techo hasta caer en un cuarto. Mientras pasaban estos recuerdos por mi mente mis labios hacían una línea recreando una sonrisa hasta que la silueta de una Ged me sorprendió tanto que cambié de forma, mis alas rebolotearon. Era muy hermosa, también tenía alas pero las suyas eran verde oliva, y su cabello le llegaba hasta los tobillos enredado en una trenza, cargaba una bata blanca con mangas largas, en la costura se veía que ya esta muy usada, era la misma chica que paso por la ventana del recibidor en la mañana.

 

   Ella me sonrió y yo salude con la mano aun atónito por su belleza y hasta que una voz rompió el silencio que se había creado entre ambos:

    - ¿Y esa mirada Afari? Parece como si nunca hubieses visto a mi hija - la voz la escuche detrás de mi. Me volví y la vi. 

 

   Acto seguido, todo me quedo claro. Era ella quién me cuidaba mientras mis padres no estaban en casa y por eso la casa y la muchacha se me hacían muy familiares. No había cambiado nada, solo con un par de arugas y su voz un tanto hueca pero era la misma. Se lanzo sobre mi y me abrazo como si hubiese visto a su hijo después de tanto tiempo yo le respondí el abrazo y me zarandeó mientras se apartaba de mi y me veía de frente. 

 

   - Eres igual que Liof, inconfundible. 

Detrás, la joven Ged carraspeo su garganta.

   - La recuerdas, ¿verdad? -me dijo la Ged adulta- ustedes pasaban horas y horas jugando en esta casa. Un día llegue a pensar que me la iban a echar abajo -río- ponte cómodo ya traigo algo para comer -se marcho al interior de su casa con su paso lento de siempre.

 

   Por una extraña razón que no entendía no quería quedarme solo con aquella chica que me era extrañamente conocida a pesar de que claramente la conocia, por fin dijo: Hola Afar, soy tu alma gemela, ¿me recuerdas?

 

   Terminamos de tomarnos el té que la Nana, como le decía en su tiempo, nos preparó y salimos a estirar las piernas al bosque y ponernos al día con nuestras vidas. Era un poco extraño nunca había hablado sobre mi vida con nadie y con ella, Sanna, lo hacía tan complacido como si todos estos años hubiese esperado para hablar con ella, nuestra conexión era tan fuerte que nuestras alas tomaban un color esmeralda muy claro casi transparente cuando estábamos juntos.

 

   - Aún no me queda claro eso de las almas gemelas -pregunté mientras veíamos hacía el horizonte unas aguas infinitas mientras nuestros cuerpos estaban sentados sobre la rama más alta de un árbol, cosa que solíamos hacer mucho cuando nos escapábamos de nuestras casas. Volteó la mirada y se centro en mis ojos con un rostro maternal casi angelical.

   - Tu y yo nos creamos y crecimos en el vientre de una sola mujer cosa muy extraña en nuestra aldea, como deberías saber -me limite a desviar un tanto la mirada por vergüenza. Sanna me obligo con el tacto de una madre a volver la mirada hacía ella. 

   Nuestros cuerpos cuando nacieron fueron separados porque lo consideraban una aberración teniendo en cuenta que somos los únicos Jhomgeds en la historia de todas nuestras Aldeas que hemos nacido de la misma mujer. 

 

   Estaba consciente que por haberme ido de tan temprana edad al mundo de los humanos y durar años sin pisar esta tierra se me habían olvidado algunas cosas pero olvidar que tenía una hermana gemela, no lo veía concebible. Me encerré tanto en mi mundo y  deje que aquel mundo impuro me consumiera tanto que deje a un lado mis raíces. Me sentí avergonzado.

   - Así es mi querido Afar, yo soy tu hermana.

   Me reprendió por olvidar recuerdos tan importantes y me explicó que  nosotros compartimos fuerzas y habilidades, nuestros cuerpos crearon un lazo tan fuerte y casi indestructible. 

   - Y pudo ser mayor si no te hubiesen llevado a aquel mundo –hizo un ademán con la mano.

   - Por eso sentí una gran conexión en cuanto te vi, por eso esa atracción que no me explicaba –dije.

   - Sí, nuestras almas son una mi pequeño Afari.

 

   El sol ya ocultaba sus rayos de luz y daba paso a la noche. Caminamos gran parte del bosque y Sanna me enseñó lugares que mi mente había borrado pero que alguna vez pisé, jugué, sane e incluso destruí. Ella mostrando nuestro pasado inquebrantable y yo intentado en un esfuerzo inútil de recordarlo. Éramos tan unidos, aunque nos mantuvieron separados siempre escogíamos una ocasión para escabullirnos y pasar un día o una noche esplendida entre árboles y tierra, aleteos y mordeduras. Nuestra madre, según explicó mi hermana, intentó por todos los medios dar a entender que nuestro nacimiento era totalmente normal y absolutamente nada peligro, al contrario, sería un buen beneficio estar juntos pero los oídos sordos por el miedo de los Geds lo obviaron porque sabían que ese tipo de nacimiento solo ocurría entre humanos.

 

   Llegamos a la Aldea y la luna con nosotros. Me abrazó como nunca nadie me había abrazado y se marcho a su casa y yo me quedé plantado observando como sus alas cubrían su cuerpo y entraban con paso ligero a su casa.

 

   Me despedí de mi familia y prometí volver en pocos días.

 

... 

 

 


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