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Malfoy Manor por Orseth

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Cuando sintió sus pies tocar superficie dura, se dejó caer por completo quedando con su cara a unos centímetros del suelo, apoyándose en su antebrazo; respirando entrecortadamente solo permaneció con los ojos cerrados fuertemente.

Temblando de pies a cabeza su mente en blanco se negaba a pensar en nada, solo atinó a quedarse quieto, pero después de unos minutos así y apretando la mandíbula y los puños, se atrevió a abrir los ojos y a levantar la cabeza.

Estaba en el salón principal frente a la chimenea, con movimientos torpes se puso de pie buscando con la mirada los cuerpos de sus padres, pero contra toda lógica ahí no había nada.

-¿Qué?... –musitó confundido- ¿Dónde están?

Cojeando pues su bastón se había quedado atrás comenzó a caminar hacia donde los había visto por última vez.

-¿Dónde están?... ¿Dónde…?

Miró a su alrededor sin encontrar nada, entonces volvió su vista de nuevo al lugar en donde se habían quedado, como si esta vez fuesen a estar ahí pero encontrándose con el piso limpio y pulido como si nada hubiese pasado.

-No entiendo…

-¿A-amo Draco?

Se giró sobresaltado viendo a un par de metros de él a una vieja elfina que lo miraba estupefacta; él la reconoció enseguida, por lo que incrédulo pregunto:

-¿Nana?

-¡Amo Draco! –Respondió la vieja elfina que había cuidado de él desde su nacimiento- ¡oh amito Draco! –repitió con tremendos lagrimones escapando de sus ojos- ¡Su vieja nana no puede creerlo!... ¡esta aquí, de verdad está aquí!

Cada vez entendía menos, por lo que caminó hacia ella.

-Su pierna… amo Draco su pierna esta lastimada –dijo ella entre sorprendida y angustiada al verlo cojear.

-¿Cómo es que estas aquí, donde están mis padres?... ellos… ellos…

-Están en el mausoleo familiar amo, yo los sepulté -Draco se quedó en silencio, asimilando lo que acababa de escuchar pero aun sin poder asimilar todo aquello- amo, debería sentarse, está muy pálido.

Draco asintió como ido y se dejó caer en el sofá más cercano, aquel sofá en donde hacía siete años había estado sentado con sus padres.

-Amo… -dijo la elfina acercándose a él como si lo más preciado del mundo estuviese ante sus ojos- mi amo regresó, nana es tan feliz…

Solo entonces Draco la miró y como saliendo de un trance preguntó:

-¿Cómo es que estas aquí?... yo pensé que la mansión estaba vacía.

-Ese día… -respondio estrujándose las huesudas manos, como si recordar aquello fuese vivirlo de nuevo- ese día en que esos hombres malos registraron la mansión destruyendo todo y matando a los demás elfos, yo me escondí y así salve mi vida.

-Pero no entiendo… ¿Cómo es que aun así estas aquí? Yo pensé que todos habían sido expulsados de la mansión cuando el hechizo de mis padres se activó.

-Oh amo, es que yo pertenezco a la familia Malfoy desde hace cinco generaciones, la mansión me reconoce como parte de ella… no sé cómo es que lo sé, pero lo sé.

-Ya veo… -asintió con voz trémula y recargándose en el respaldo del sofá.

-Pensé que nunca lo volvería a ver, pensé que moriría aquí sola –continuó comenzando a llorar de nuevo.

Draco no respondió, lo sucedido en los últimos minutos lo tenía en shock, por lo que se quedó mirando hacia adelante sin decir nada por un rato.

Entonces su mano se movió tocando el tapiz del sofá en el que estaba sentado y comenzó a pasar su mano sobre el, sintiéndolo… palpándolo, como dándose cuenta por primera vez en donde estaba.

Comenzó a mirar a su alrededor, viendo el que fue su hogar y cuna de tantos recuerdos sintiendo que si lo permitía, una bola gigante de sentimientos lo aplastaría cual bola de nieve.

-Mis padres… debo verlos… -dijo poniéndose de pie y comenzando a cojear hacia la puerta.

-Amo, su pierna… -Pero Draco no respondió, ni siquiera la había escuchado, por lo que siguió su andar hacia afuera, pero entonces nana se desapareció para aparecer un minutos después con un bastón con cabeza de serpiente en la mano y se acercó presurosa a dárselo- tome, era del amo Lucius.

Draco la miró y tomó el bastón, un bastón idéntico al que se había mandado hacer, pero el que estaba en su mano en ese momento era autentico, con esmeraldas de verdad en los ojos y no simples piedras de imitación como el suyo… Lo miró unos instantes y aun en shock solo atinó a continuar su andar hasta salir de la casa, caminó el largo camino que conducía hasta el mausoleo familiar, seguido en todo momento por nana un metro detrás de él en completo silencio.

Ni siquiera resintió el largo camino, era como si no percibiera nada más que el destino al cual debía llegar y así lo hizo, finalmente se encontró frente a una construcción que bien podía ser un pequeño palacio construido totalmente en mármol blanco; vio las enormes puertas de hierro y cristal ante él y sin mayor esfuerzo las abrió.

Ya había entrado al mausoleo, de niño jugaba ahí con nana hasta que su madre iba por él, realmente el lugar no tenía nada de tétrico, al menos no cuando era niño y ahora el lugar lo que más le provocaba era nostalgia y soledad.

-Arriba amo –dijo nana atrás de él- en el piso superior.

Draco caminó por la amplia estancia que tenia enormes ventanales que dejaban pasar la luz, había jarrones con flores frescas que inundaban el ambiente con un fresco aroma, vio las escaleras de mármol frente a él y las subió hasta llegar a un pasillo que tenía varias habitaciones a los lados, eran los lugares de reposo de sus familiares, algunas ocupadas y otras no, caminó pasando varias, todas ellas con flores y luz de las ventanas animando el lugar, así siguió hasta llegar a la habitación que contenía los restos de sus padres; se quedó de pie ante el umbral que no tenía puerta, solo un marco adornado con madera fina que contrastaba hermosamente con el mármol blanco.

Y ahí, en medio de esa estancia llena de luz y flores estaban dos bases de piedra y sobre ellas dos ataúdes, caminó despacio viéndolos alternativamente… aspiró el aroma que no solo era de flores, había otro y supo de inmediato cual era el ataúd de su madre.

-Sándalo… -musitó poniendo su mano sobre el ataúd de madera con hermosos tallados de flores en la tapa; sonrió recordando el día en que su madre había elegido de que material quería su ataúd.

-No podré usar perfume cuando esté muerta –había dicho sonriendo- así que quiero que mi ataúd por lo menos huela bien.

Así que el contenedor de su último reposo era de sándalo, elegido por su perdurable aroma a través del tiempo; luego miró el ataúd que estaba a un lado, un ataúd de corazón púrpura, su padre también había elegido que tipo de ataúd quería, ninguno había querido uno de metal, sus padres habían elegido cajas de madera.

-No es muy grato pero es necesario –había dicho su padre palmeándole la espalda- así que dime hijo ¿Qué tipo de ataúd eliges tú?

-Ninguno, yo seré inmortal –respondio riendo, restándole importancia a ese momento.

Eso había sido cuando tenía quince años y le había parecido algo tétrico y absurdo… ahora veía que no era así; dejó el bastón en el suelo, se puso en medio y colocó una mano sobre cada ataúd mirándolos alternativamente… miró hacia el frente, viendo ante sí, en la pared, un tallado en mármol de sus dos padres, con un acabado tan suave y exquisito que parecía que tenían vida; era una obra que Lucius había mandado hacer con un artista que hacía todo a mano como un buen escultor y los había hecho tomando de modelo una fotografía de ellos el día de su boda.

-No quiero una imagen de mi cuando este vieja y fea –había dicho Narcisa eligiendo ella misma la fotografía.

Pero no, no había habido tiempo de que ella llegara a la vejez, había muerto joven… así que miró la escultura sobre relieve que adornaba la pared, sus padres mirándose uno al otro tomados de la mano, con el cabello de ella suelto mirando a su esposo, que la miraba como si mirase lo más maravilloso del mundo, el artista era un genio pues había logrado captar la esencia del momento.

Miraba fijo la imagen, sin pensar en nada, empeñándose en no pensar en nada… de pronto captó que la imagen estaba turbia y notó que eran sus lagrimas lo que la distorsionaba, un sollozo escapó de su garganta seguido de otro y otro, hasta que su llanto fue un llanto convulso que terminó en un fuerte grito que retumbó en la estancia.

Nana lo miraba angustiada desde la puerta y aunque deseaba con todo su corazón ir de prisa a consolarlo como cuando tenía tres años y lo despertaba alguna pesadilla, sabía que no debía acercarse, que ese momento era solo de su amo y por lo tanto se alejó de ahí con la cabeza gacha sabiendo que debía respetar ese dolor.

Draco quedó de cuclillas en el frio suelo, con las manos recargadas en el piso, llorando sin poder contener todo el dolor que llevaba cargando durante siete largos años, años de soledad, miedo y dolor; se sintió sin fuerzas que termino en posición fetal en el suelo sin dejar de llorar abrazándose a sí mismo, lloró y lloró hasta quedarse dormido.

 

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Cuando despertó, un suave aroma invadió su nariz, así que sin abrir los ojos se arrebujó más en aquel cálido nido volviendo a dormirse.

Cuando despertó por segunda vez, la agradable calidez aun lo envolvía, pero esta vez sí abrió los ojos sintiéndose desconcertado al ver donde estaba.

-Amo…

-¿Nana? –Respondio sentándose y frotándose los ojos- yo… creí por un momento que todo había sido una pesadilla –añadió suspirando y mirándola para luego mirar a su alrededor viendo que se encontraba en la cama de sus padres vestido con una de sus pijamas- nunca creí despertar aquí… gracias por traerme.

Nana lo miró sorprendida de que el amo Draco le diera las gracias por primera vez en su vida.

-Amo, yo…

-Ya veo porqué el aroma de mamá está aquí –dijo viendo que encima de la colcha estaba una abrigo de su madre, cobijándolo también ¿Qué hora es?

-Es de mañana amo, durmió toda la tarde y la noche.

-¿Tanto así? –Exclamó sorprendido- vaya.

Nana se volvió para tomar una charola que estaba en un mueble.

-Amo Draco, yo quisiera ofrecerle los servicios que usted se merece, pero solo puedo ofrecerle una humilde ensalada de frutas.

Draco miró la charola viendo ante sí un gran plato con una generosa combinación de frutas.

-Dime nana ¿puedes salir de la mansión?

-No amo, lo intenté y no pude traspasar los límites.

-¿Y cómo es que sobreviviste todos estos años aquí?

-Mi ama siempre procuraba que las hortalizas y frutas fuesen frescas, teníamos un huerto que se cuidaba con gran diligencia, así que eso fue lo que hice cuando me encontré sola, seguí cuidándolo y me alimente de eso.

-Ya veo –exclamó exhalando un profundo suspiro viendo en sus piernas la charola con frutas.

Se recargó en la cabecera en medio de mullidos cojines.

-Pido perdón por no poder ofrecerle algo más digno.

-No hay problema… -musitó viendo la fruta sin sentir realmente apetito- ¿pero sabes lo que me gustaría comer ahora?... –añadió picoteando sin ganas un trozo de melón- unos panqueques de fresa como los que me preparaba mamá cuando estaba triste.

-¡Oh sí, mi ama solía cocinar solo para usted! –dijo ella sonriendo- ni para el amo Lucius lo hacía.

-Sí –convino él sonriendo también ante ese recuerdo- era lo único que sabía preparar al mero estilo muggle, pero yo adoraba esos panqueques, me hacía sentir súper especial.

Y entonces, ante la vista de los dos, el plato de ensalada desapareció dando lugar a otro pero con varios panqueques de fresa apilados, bañados en jarabe de maple y mantequilla, con un vaporcillo que llegó hasta su nariz.

-Pero… ¿Qué…? –balbuceó atónito.

-Amo… -dijo ella igual.

-¿Qué pasó nana, fuiste tú?–dijo enderezándose y tomando el plato entre sus manos, sintiendo la cerámica caliente con los panqueques, como si estuviesen acabados de hacer.

-¡No amo!

-No entiendo… -exclamó dejándolo de nuevo en la charola.

-Por cierto amo… yo… yo no fui quien lo traslado aquí desde el mausoleo.

-¿Qué? -Confundido se levantó de la cama, miró la charola y luego a su alrededor.

Nana lo vio sacar unas pantuflas de Lucius del armario, tomar su bastón  y salir de la habitación, por lo que se atrevió a seguirlo en silencio.

Draco comenzó a caminar sin un rumbo determinado, solo recorriendo con pasos lentos su antigua casa; desde arriba vio el salón y notó la chimenea encendida, jarrones con flores tal como a su madre le gustaba, caminó hasta la oficina de su padre y entro viendo que la chimenea estaba encendida también, con un agradable aroma a madera y un cálido ambiente, como si su padre fuese a entrar en cualquier momento, con nana atónita atrás de él.

Salió de la oficina y siguió recorriendo la mansión sintiendo que su casa estaba tal y cuando su familia era feliz, sin esas sombras tenebrosas ni ambiente viciado de cuando Voldemort y los carroñeros la invadieron y entonces lo supo…

-Ya entiendo… -dijo sonriendo levemente mientras caminaba por un pasillo, con su mano pasando sobre un barandal de madera.

-¿Qué sucede amo?

-Dime algo nana… cuando los mortífagos buscaron en la mansión, la dejaron mal ¿verdad?

-Sí amo –respondio con enojo- destruyeron incluso paredes y muebles que habían pertenecido a la mansión por generaciones.

-¿Y donde esta ese daño ahora? –Pregunto sereno deteniéndose y dándose la vuelta para mirarla -Nana miró  a su alrededor dándose cuenta a que se refería Draco, entonces lo miró estupefacta- ¿no te habías dado cuenta?

-Yo me pase todo el día fuera del mausoleo esperándolo amo, pero nunca salió, después me fui a dormir y al despertar me puse a seleccionar las mejores frutas para su desayuno, no había visto la mansión…Yo intenté restaurar el daño hecho, pero los elfos no lo podemos todo, mis reparaciones quedaban terribles, así que me limité a limpiar los escombros de las paredes dañadas y a limpiar lo mas que podía, pero cuando llegaba al último rincón de la mansión, había que empezar de nuevo pues es enorme… ¡pero ahora todo está… tan limpio y renovado!

-Dijiste algo nana… dijiste que nunca salí del mausoleo –exclamó mirándola fijo.

-Así es amo, cuando vi que ya estaba en su habitación me fui a dormir.

-Pero entonces tú… -dijo confundido- ¿cómo es que aparecí en la habitación de mis padres? Creí que habías sido tú.

-No, yo no lo traje ayer a la habitación de los amos, yo pensé que usted se había aparecido.

Draco la miró un instante con sus profundos ojos grises y luego se volvió para comenzar a caminar de nuevo, con nana tras él.

-Amo…

-Así que es eso –Dijo sin detenerse.

-¿Nana puede preguntar a que se refiere amo?

-Es ella… la mansión está dándome la bienvenida.

Bajó hasta el salón y sintió la misma calidez que curiosamente estaba en toda la edificación, tal como pudo comprobarlo recorriendo gran parte de ella.

-Es cierto, así no estaba antes de que usted llegara –dijo sorprendida mirando las habitaciones ventiladas y limpias, con sus respectivas chimeneas encendidas- yo limpiaba amo, juro que lo hacía pero la mansión es tan grande que cuando terminaba el último rincón, ya toda estaba polvorienta otra vez… parece como si la vida hubiese regresado de nuevo, como si hubiese estado dormida y con su llegada despertó; parece como si los amos fuesen a aparecer en cualquier momento…

-Pero no será así –respondió con tristeza- están aquí, de algún modo ellos están aquí, los siento… pero no se aparecerán como un fantasma, ni en cuadros… la mansión tomó sus vidas y están protegiéndome ahora.

Y de pronto se detuvo, cayó en cuenta de algo que le hizo sonreír, pero una sonrisa amarga, sin asomo de diversión genuina, sino más bien con bastante dolor y resentimiento, una sonrisa que se convirtió en un gesto de amargura.

-Así que ninguno de sus perfectos planes hubiese funcionado al final… -mascullo sin dejar de caminar- cualquiera que hubiese entrado conmigo hubiera terminado fuera si yo lo digo… Potter, Archie, Hughes o quien fuera, tú los hubieras expulsado ¿eh?-dijo mirando a su alrededor; exhaló un profundo suspiro cuando todo volvió a su mente acompañado de un avasallador sentimiento de dolor y sobre todo vergüenza, vergüenza de saber que cayó en un juego debido a su ingenuidad y estupidez.

Tragó el nudo que se le hizo en la garganta y se dirigió de nuevo a la habitación, pero esta vez a la suya, levantó las mantas y se acostó otra vez.

-A… amo… ¿no va a desayunar?

-Déjame solo.

Nana lo vio arrebujarse en las mantas sin decir nada más, por lo que en silencio y cabizbaja salió de ahí.

 

 

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Pasaron varios días en los que su rutina era despertar, comer un poco y volverse a dormir, parecía que no hubiera dormido en años, moría de sueño y no deseaba hacer nada, incluso bañarse.

-Amo… ya pasó una semana desde su regreso ¿no desea salir a tomar un poquito de aire al jardín? Hace un día hermoso.

-No.

-Hay un delicioso platillo preparado amo, hay estofado de carne, justo como lo ordenaba la ama, la mansión desea que se alimente con sus platillos favoritos.

-Déjame en paz.

Nana lo vio taparse de nuevo la cabeza y suspiro triste al ver que aunque su amo había regresado, parecía más muerto en vida.

 

 

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Ni los tres alimentos en sus estrictos horarios tal como lo ordenaba Narcisa cuando administraba la mansión, ni el fuego acogedor, ni la seguridad de aquella enorme casa hacían que Draco saliera de su habitación, solo dormía y comía lo mínimo bajando con ello un par de kilos preocupando a nana, quien por más que estuviera feliz de tener a uno de sus amos con ella, se preocupaba cada vez más al verlo en ese estado.

-Oh mi amo… -pensaba triste sentada frente a la puerta de Draco, esperando la mas mínima orden- ¿Qué le sucedió haya afuera que terminó de destrozarlo?

 

 

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Las ganas de orinar hicieron a Draco levantarse al baño, pero cuando ya estaba lavándose las manos sus ojos se toparon con su imagen en el espejo en donde su rostro ojeroso y demacrado lo miraban como un cadáver; se quedó viéndose así por un par de minutos hasta que de un puñetazo lo rompió ocasionándole varios cortes en la mano.

Pero eso no fue lo que le hizo derramar lágrimas, de hecho el dolor de la mano le era muy ajeno, como si no le hubiese pasado nada, lo que le dolía era el alma al recordar lo vivido los últimos meses.

-Qué idiota… -pensó con la cabeza inclinada mientras se apoyaba en el lavamanos y las lagrimas corrían por sus mejillas- ¿cómo se te ocurrió pensar que alguien podría enamorarse de ti?... ¿de un puto de mierda que se vende en la calle?

Intentó contener el próximo sollozo al sentir que la vergüenza lo apabullaba al recordar quién era en realidad Archie Stone, nada más y nada menos que Harry Potter.

-Mierda… -masculló apretando los puños- cuanto debiste de haberte reído Potter…

Y arrastrando los pies regresó a su habitación y se sentó en la cama viendo sin ver hacia el frente, como un zombi, como un muerto en vida.

-Con razón no querías acostarte conmigo, te daba asco ¿no? –pensó casi disfrutando el auto flagelarse por ser un estúpido ingenuo- ¿pero luego que pasó, te pusiste caliente?... claro, iba a ser la última noche, había que cobrar lo que gastaste con el puto… porque eso pasó, solo tomaste por lo que habías pagado, no sé ni por qué me enojo… pagaste una noche conmigo, tenías derecho a disfrutarla.

Cerró los ojos y alzó la cara, se sentía una basura, se sentía nada, con todos a su alrededor buscando algo de él, pero no a él mismo.

-Debí morir aquí hace siete años… -murmuró exhalando un suspiro y volviéndose a acostar.

 

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Cuando despertó no sintió ganas de orinar, ni siquiera hambre, lo que lo había despertado fue el frio que sintió al estar acostado en el suelo.

-¿Qué demonios…? –masculló sentándose viendo a su alrededor y encontrando su habitación igual a excepción de la cama.

Se levantó frotándose los brazos pues a pesar de tener la chimenea encendida, el piso en el que había estado acostado estaba frío, pues incluso la alfombra había desaparecido.

-Nana –dijo mientras se sobaba la cadera dolorida por el duro piso.

-¿Sí amo? –respondio la elfina apareciéndose al instante.

-¿Dónde está mi cama, por qué diablos aparecí en el suelo?

Nana lo miró con confusión y después de mirar el espacio evidentemente vacío, respondio:

-Nana lo ignora mi amo… no he entrado aquí desde ayer que me ordenó retirarme.

Negando con la cabeza se calzó unas pantuflas y se dirigió a la habitación de sus padres dispuesto a seguir con su sueño, pero su sorpresa fue mayúscula el ver que en esa habitación también faltaba la cama.

-¿Qué diablos está pasando? –pregunto molesto y confundido girándose para mirarla.

Nana solo pudo estrujar sus manos y negar con la cabeza; entonces se dirigió a otra de las habitaciones notando que también faltaba la cama.

-No puedes impedirme dormir –exclamó en voz alta- quiero dormir, aparece una cama ¡aparece una cama!

Pero la bendita cama no apareció, por lo que malhumorado fue a desplomarse al primer sofá que encontró.

-Dormiré aquí ¿Cómo ves?

Nana, quien lo iba siguiendo en silencio, lo vio cruzarse de brazos desafiante como cuando hacia un berrinche de niño, solo que esta vez no peleaba con sus padres ni con ella, sino con una casa que aparentemente se negaba a seguirle solapando su perenne depresión.

-Me quedaré aquí hasta pudrirme en mi propia mugre y tú no puedes impedírmelo.

Entonces y sin que nadie se lo esperara, el sofá en el que estaba sentado desapareció dejándolo caer de culo golpeándose de paso la cabeza.

-¡Auch!... ¡maldita hija de puta! –gimió sobándose la nuca.

-Amo…

-¡Cállate! –Gritó levantándose con dificultad y luego dirigiéndose a la casa- ¡Yo soy tu dueño y debes obedecerme, dame una maldita cama!

Cojeando salió de esa habitación al ver que su orden no era obedecida.

-Tú no vas a decirme que es lo que puedo o no puedo hacer… -masculló dirigiéndose a su cuarto, en donde abrió el armario y tiró al piso toda la ropa que había colgada ahí, entonces se acostó en ella haciéndose una especie de nido- ¿Y bien, vas a quitarme esto también?

Nana seguía observándolo en silencio desde la puerta, estaba preocupada, pero también estaba complacida de que Draco hubiese salido de esa especie de letargo, aunque fuese solo para pelear.

-Faltaba más que una casa ruinosa me dijera que hacer… -continuo mascullando mientras se hacia un ovillo en medio de su ropa.

-Amo…

-Déjame solo -Nana suspiro suavemente e inclinando la cabeza cerró la habitación y se fue de ahí.

Obstinadamente y a pesar de estar muy incomodo, se empecinó en no levantarse, estuvo así un buen rato en donde fue tranquilizándose poco a poco hasta caer en cuenta de que estaba peleándose con una casa y de nuevo ese oscuro sentimiento de desolación y tristeza lo aplastaron otra vez.

-Ni una casa me toma en serio… -susurró sintiendo un nudo en la garganta al tiempo que se abrazaba a sí mismo; lloró un buen rato hasta quedarse dormido.

 

 

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-Vamos hijo, yo te sostengo –dijo Lucius tomándolo de la mano mientras lo ayudaba a montar la pequeña escoba.

-No quiero, voy a caerme.

Narcisa miraba todo desde una mesa tomando un té en los jardines de Malfoy Manor.

-¿No decías que ya querías aprender a volar en escoba?

-No, ya no quiero.

-Pero ya tienes seis años, ya eres grande.

-Es por el jugador de Quidditch  que se cayó en el campeonato ¿verdad mi amor? –dijo ella acercándose.

-Pero muchos jugadores se lastiman –respondió Lucius.

-Sí, pero no caen casi encima de ti aplastándote.

-Sí, fue algo muy impresionante en realidad –convino Lucius- yo mismo me asuste al ver al jugador rumano con ese hueso salido de su pierna, casi me desmayo.

-¿De verdad? –preguntó Draco impresionado al ver a su padre admitir estar asustado.

-Sí, fue horrible, casi me da un paro cardiaco -Draco comenzó a reír al ver a su padre hacer muecas mientras se ponía una mano en el pecho- escucha hijo, no temas, si caes yo te voy  sostener.

-Y yo –añadió Narcisa tocándole una mejilla- no dejaremos que te lastimes… por ahora.

-¿Por ahora?

-Sí, por ahora pues cuando seas grande podrás tener una que otra caída, incluso yo he caído de la escoba.

-¿Tú? No lo creo.

-Claro que si, cuando tenía veinte intentaba impresionar a tu padre, pero fue tanto mi nerviosismo que termine estampada en un árbol y con un tremendo chichón en la cabeza -Draco comenzó a reír de nuevo- así que cuando te lastimes, te recuperarás.

-Porque eres un Malfoy –dijo Lucius.

-¿Porque soy un Malfoy?

-Así es, no es lo que ocurre, sino como lo enfrentas lo que importa.

-Así que hijo mío, cuando te caigas solo recuerda una cosa… -dijo ella acariciando una hebra dorada.

-¿Qué cosa mamá?

-Quién eres.

-¿Cómo?

-Quién eres Draco, solo recuerda eso… quien eres.

Draco despertó sintiendo su rostro mojado, entonces cayó en cuenta de que esta vez no estaba en el suelo duro ni frio, miró a su alrededor reconociendo que estaba en la oficina de su padre, específicamente en el sofá y cubierto con un abrigo de Narcisa.

Miró la chimenea encendida y las lámparas a media luz como cuando su padre iba a tomarse una copa al calor del fuego.

Suspiró sintiendo una inmensa nostalgia recordando ese sueño como una parte de su infancia, recordando que ellos ya no estaban, que aunque esa oficina estaba lista para usarse, su dueño no iba a entrar a servirse una copa, que la dueña de la mansión tampoco entraría para avisarle que la cena estaba lista, pero curiosamente también se sintió acompañado pues ese lugar y el abrigo de su madre le hicieron sentir que no estaba solo, que aunque ellos ya no estaban físicamente, de alguna manera continuaban protegiéndolo.

-Pero estoy roto por dentro, madre… -musitó recostándose de nuevo cobijándose con el abrigo- ¿cómo reparo eso?

“No es lo que ocurre, sino como lo enfrentas lo que importa” había dicho su padre, “Solo recuerda quien eres” había dicho su madre.

-¿Pero quién soy?... abro las piernas a cambio de dinero… soy un puto que se vende al mejor postor...- dijo cerrando los ojos sintiendo las lagrimas invadirlos.

-No, eres mi hijo –escuchó desde el fondo de su corazón, palabras que no escuchó con los oídos y sin embargo había entendido a la perfección.

-Pero soy un prostituto… no  valgo nada…

-Eres mi hijo –escuchó entonces, pero ya no con la voz de su madre, sino con la de su padre- y estoy orgulloso.

-¿De qué? ¿De qué me paro en una esquina? –Musitó con un suave hipido- ¿de qué soy el preferido de muchos de mis clientes?

-De que supiste sobrevivir… de que estando solo le plantaste cara al mundo y de que a pesar de todo, cada día te levantaste para seguir.

-Pero me siento solo… estoy tan solo… -sollozó apretando entre sus manos el abrigo de su madre- los necesito conmigo, ya no puedo seguir.

-Lo harás, porque eres un Malfoy.

-¿Y de que me sirve? Igual estoy solo, igual no valgo nada.

-Te has caído muchas veces y muchas veces te has levantado –dijo la voz de su madre- me hace feliz ver que tengo un hijo fuerte.

-No soy fuerte… soy un idiota ingenuo… además de un puto que ha hecho cosas horribles y vergonzosas.

-Has hecho lo que has hecho para sobrevivir, lo demás no importa, estoy orgullosa de mi hijo.

Draco continuó llorando sin saber que decir ante eso.

-Llora lo que tengas que llorar –dijo su padre- y luego levántate, recuerda quien eres.

Cerró los ojos y continúo llorando hasta quedarse dormido.

 

 

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Cuando despertó por segunda vez continuaba en la oficina, ignoraba la hora, así que se arrebujo de nuevo en el mullido sofá y en el fragante abrigo de su madre mientras miraba el danzar inquieto del fuego de la chimenea; recordaba la conversación con sus padres e ignoraba si lo había soñado o no, pero fuese lo que fuese se sentía distinto, se sentía más tranquilo, aún triste, demasiado de hecho, pero con una paz que no había sentido en mucho tiempo.

Suspiró quedándose así un gran rato hasta que el gruñido de su estomago le recordó que no había comido desde el día anterior.

-Nana…

-¿Sí amo? –respondio la elfina apareciéndose al instante.

-¿Qué hora es?

-Son las siete de la noche, amo.

-Tengo hambre.

-Enseguida nana le servirá la cena ¿quiere que le sirva aquí?

-Sí.

Nana fue de inmediato a la cocina pues el sistema de la mansión era que los alimentos aparecían en la cocina y ella se encargaba de servirla, alimento suficiente para los dos, así que ella pudo alimentarse ya no solo de frutas, ahora que Malfoy Manor había despertado también la alimentaba a ella.

Cuando nana le llevó la cena, se la dejó en el suelo a indicación suya mientras él se sentaba en la alfombra recargando la espalda en el sofá; comió poco pero lo hizo más que en otras ocasiones, así que se sintió mejor con el estomago lleno.

Cuando terminó se levantó y comenzó a recorrer la casa, con paso lento, sin prisas y dándose tiempo de recordar cosas sucedidas en aquellas habitaciones; al pasar frente al salón de té de su madre sonrió al recordarla charlando con un grupo de amigas.

Pasó gran parte de la noche haciendo eso, hasta que en la madrugada regresó a su habitación encontrando de nuevo su cama en ella; se acostó y durmió hasta las diez de la mañana, cuando se levantó deseó tomar un buen baño, así que se dirigió al baño y con actitud un tanto desganada se miró al espejo que había roto y  que ya estaba restaurado de nuevo.

Al verse se impacto, su cabello ya no era negro, era rubio de nuevo y verse así fue una especie de shock, pues fue como reencontrarse consigo mismo después de años; se tocó la cara sin dejar de mirarse, ahora se  daba cuenta de que ya no se recordaba con su color natural de cabello y verse así le hizo ver también lo mucho que se había esforzado por olvidar quien era, por ocultarse ante el mundo y al parecer ante sí mismo también.

Durante años había sido Koby Allen, sexoservidor… incluso llegó a olvidarse de su propio nombre y no pensar en él durante meses, pero ahora que estaba frente al espejo ya no estaba viendo a Koby Allen.

“Recuerda quién eres” habían dicho sus padres.

-¿Pero quién soy? –Musitó para luego enderezarse y suspirar suavemente mientras decía: -Soy Draco Lucius Malfoy, heredero de la casa Malfoy, ultimo descendiente de Lucius Malfoy y Narcisa Black.

Y por primera vez en mucho tiempo, sonrió ante su reflejo.

 

 

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