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The deadliest poison por Fullbuster

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Las velas ondeaban con la brisa. ¡Tres meses en alta mar! A Ace no le importaba demasiado permanecer en el barco, sin embargo, todos sus compañeros alrededor gritaban eufóricos por poder ir a tierra. Tierra firme prometía diversión. No era sólo reponer suministros, sino también ir a una taberna, beber, comer y disfrutar de los placeres carnales de una mujer.


- Ace, ¿qué haces aquí en cubierta?


La voz de su mejor amigo Marco captó su atención al instante. Él era el médico de la tripulación... al menos hasta hacía unos meses cuando un nuevo médico y comandante se había unido a la gran familia. ¡Trafalgar Law! Toda su tripulación estaba allí con ellos. Ace pensó que sólo sería una coincidencia encontrarle en su barco, pero aun así, no terminaba de fiarse del todo.


¡Dressrosa! Ese había sido su objetivo y ellos le habían ayudado a vengarse de Doflamingo a cambio de que revisase la salud de su capitán. Decían que era el mejor cirujano que había surcado el océano, así que cuando todos estuvieron de acuerdo en que se uniera, a Ace no le quedó más remedio que aceptarlo.


Ace miró al resto de la flota que navegaba junto al Moby Dick. Algunos comandantes habían salido a alta mar hacia distintos destinos, todos controlando que las tierras pertenecientes a Barbablanca siguieran en sus manos y bajo su control. Sin embargo, él se había quedado esos tres meses al lado de su padre, preocupado por el estado de salud que ahora, gracias a Law, parecía estar mejorando.


- ¿No deberías estar preparándote para desembarcar?


La sonrisa de Marco consiguió calmar a Ace. Él también dejó escapar una sonrisa y despegó los codos de la gran barandilla para apoyar la espalda sobre ella, girándose hacia su compañero.


- Alguien debe quedarse a custodiar el barco. ¿No? – pronunció Ace, convencido de que él podría ser ese alguien.


Marco resopló con impotencia. Cuando a Ace se le metía algo en la cabeza, no había forma de hacerle cambiar de idea. Aprovechó para apoyarse también en la barandilla y miró al resto de la tripulación frente a ellos. Todos estaban impacientes por tomar tierra. Hablaban del bar, de los tragos y sobre todo... de las mujeres.


- Parecen realmente contentos – sonrió Ace al verles – después de lo de Dressrosa... todo ha vuelto a la calma por aquí.


- Sí. Oye, Ace... ¿Tú conocías a Law antes de unirse a nuestra tripulación?


- No demasiado. Rumores – susurró -. ¿Por qué preguntas algo así?


- Por nada en particular. Ya sabes... es que es médico como yo y a veces, al estar en la misma enfermería, hablamos de cosas. Eso me hace tener que recordarte que deberías pasar por un chequeo médico.


- Soy un tipo logia, Marco. Estoy perfectamente. El fuego recupera mis órganos y las heridas que tenga.


- Eso no quiere decir que no necesites revisiones de vez en cuando. Oye, Ace... si necesitas hablar con alguien o...


- ¿Esto es por Law?


Marco jamás le había sugerido algo semejante y ahora, él preguntaba si necesitaba hablar. ¿Hablar? ¿Hablar de qué? ¿De su padre? ¿De cómo todos le habían odiado incluso desde antes de nacer? Porque eso era lo único que a Ace le preocupaba. ¿Qué ocurriría cuando todos allí se enterasen que él era el hijo de Roger? ¿Querrían matarle entonces? ¡No! Ni siquiera a Marco quería contárselo pese a que era su mejor amigo. Pero estaba claro que para pedirle hablar... alguien debía haberle dado una idea de que realmente lo necesitaba. Ahora había dos médicos, así que debió ser Law.


- No te enfades con él. ¿Vale? Sólo me dejó caer que quizá deberías hablar con alguien. Te ha visto algo ausente estos días y deprimido. Está preocupado por ti, pero como no te llevas del todo bien con él, me comentó si podía hablar yo contigo. Seguramente te sentirías más tranquilo.


- Dile a Law que se meta en sus propios asuntos. No necesito una niñera a estas alturas.


- ¿Vais a venir o qué?


La voz ronca de Jozu, tercer comandante, hizo que tanto Ace como Marco le mirasen y cesasen toda conversación. Él sonreía y estaba completamente emocionado con la idea de ir a tierra. Toda su tripulación estaba ya abordando los botes, pero él mantenía bien sujeto a Law. Fue entonces, cuando Ace se dio cuenta de que quizá había sonado demasiado agresivo y desde luego, Law le había escuchado alto y claro. Eso hizo que apartase la mirada del nuevo médico de la tripulación.


- ¿Puedo irme ya? – preguntó Law con seriedad.


Intentó escapar, pero el fuerte brazo de Jozu que pasaba tras los hombros y parte del cuello de Law, le agarró con mayor firmeza impidiendo que se alejase.


- Vamos, Law, eres el nuevo cuarto comandante. Hacedle entender que debería ir a tierra con sus hombres – intervino Jozu.


- Deberías bajar – comentó Ace – yo me quedaré a custodiar el barco.


- De eso nada, no puedes quedarte tú – se quejó Jozu también a esa propuesta.


- Agradezco tu apoyo en esto pero sinceramente, tengo que atender a Barbablanca. Le he dado un nuevo medicamento y debo estar allí para ver su evolución.


Ante aquella excusa de Law, todos callaron. ¡No podían hacer nada! Adoraban a su capitán, así que si Law iba a atenderle, él era el que sin duda, se quedaba en el barco.


- Largaros ya, tengo muchas cosas que hacer – se quejó Law, dando vía libre al resto de comandantes para que se marchasen a tierra firme.


- Vamos, Ace, seguro que hay alguna chica interesante con la que puedas pasar un buen rato.


Esta vez, Jozu soltó el cuello de Law, liberándole para que fuera a hacer sus quehaceres de médico mientras enganchaba a Ace. La mano de Law fue directamente a su nuca y la acarició como intentando calmar un dolor imaginario tras sentirse libre del agarre, sin embargo, sus ojos se fijaron en Ace, quien le miró por un instante también.


- Sí... supongo que podría ir al bar – comentó Ace.


- ¿Al bar? Claro se me olvidaba lo glotón que eres. Pero Ace... no te olvides de las chicas – hacía Jozu el gesto con sus manos como si delinease la figura de una mujer –. ¡Ay...las mujeres!


- Jozu, realmente yo no...


- Jozu, no presiones al comandante, aún es demasiado jovencito – intentó salvarle Marco, pero eso pareció empeorar el tema de conversación.


- ¿No me digas que...? ¿Eres virgen?


- N-no – intentó rebatirse Ace – pero... no es una prioridad o...


- Oh, Dios, ¡es virgen! – se alarmó Jozu.


Un intenso sonrojo apareció en las mejillas de Ace, quien al instante, empezó a observar a todos sus compañeros para ver sus reacciones. Marco reía, suponiendo que simplemente estaban bromeando con él por ser el comandante de menor edad entre ellos pese a su alto cargo; Jozu le miraba confundido, sin soltar su agarre y dispuesto a llevarle al primer burdel que encontrase y Law simplemente, observaba con su seriedad habitual cómo arrastraban al segundo comandante hacia uno de los botes.


- No tienen remedio – susurró Law al ver la escena –. ¿Has conseguido convencerle para que se haga la revisión médica?


Marco miró entonces a Law y se apartó de la barandilla. Se colocó a su lado y mirando cómo Jozu lanzaba a puño de fuego dentro del bote con sus compañeros, suspiró.


- No se hará la revisión. Pero tampoco creo que esté realmente mal. Es cierto que últimamente está un poco más pensativo que de costumbre, pero creo que es porque le faltan aventuras. Estar aquí encerrado durante meses en el Moby Dick nunca le ha gustado.


- No... le ocurre algo. Pensativo en un chico como él no es bueno – susurró Law, sin apartar la vista de su compañero ya dentro del bote – bueno... da igual. Pasadlo bien, yo iré a comprobar cómo está el capitán. Supongo que os veré mañana y haced el favor de no olvidaros de comprar suministros para el viaje.


- Nos vemos, Law.


El barco empezó a vaciarse. Law esperó unos segundos y se acercó a la barandilla donde anteriormente habían estado los dos comandantes apoyados. Oteó el horizonte, observando los botes marcharse. Era un bonito atardecer, uno que le hizo acordarse de un pasado no demasiado lejano. Aquella vez, igual que hoy hacían sus compañeros, él había parado con su tripulación en un bar. Esa vez, encontró a Ace allí.


- ¿Ya se han marchado todos?


La voz de Barbablanca sonó a su espalda, pero él ni siquiera se giró a mirarle. Esperó hasta que el capitán se colocó a su lado para mirar el horizonte. Los botes con toda su familia avanzaban hacia el puerto.


- Sí. Todos estaban deseando salir del barco – Law se quedó callado unos segundos, pensando en algo y entonces, agachó la cabeza, dando a entender a Barbablanca que sí tenía algo serio en mente – aquello que me contaste sobre Ace... ¿Por qué a mí? Es decir, no se lo dijiste a nadie de la tripulación aunque confiabas en todos ellos, sin embargo, me lo contaste a mí cuando apenas me conocías.


- Creo que no me equivoqué contándote esto. Además, igual que Marco, eres médico. Seguro que me guardarás el secreto y sinceramente, no vi que tuvieras ningún pasado con Roger.


Law sonrió, porque era cierto. Él tenía razón. Nunca fue ni quiso ser un pirata, iba para médico como su padre hasta que ocurrió la gran epidemia y posterior masacre de la población de su ciudad. Entonces ya no tuvo más opción. Se hizo pirata, pero él no tuvo un pasado trágico con Roger, ni lo odiaba, ni siquiera lo conoció excepto por nombre a medida que su carrera en la piratería avanzaba.


- Entiendo que muchos piratas odien a Roger pero... no entiendo por qué deberían odiar a su hijo. Son dos personas completamente diferentes – comentó Law.


- Muchos no lo entenderían. Sólo verán que la misma sangre corre por sus venas. El odio es tal hacia Roger entre tantos piratas, que Ace siempre ha cargado con...


- Veneno – terminó la frase Law, aunque Barbablanca se sorprendió al escuchar eso – ese sentimiento que Ace guarda, el creer que van a matarle en cuanto se enteren, esa desconfianza es el veneno más potente que pueda existir. Vivir creyendo que si descubren tu secreto te matarán, no puede ser bueno.


- Ace nunca diría a nadie que tiene una debilidad – sonrió Barbablanca – pero sé que lo lleva dentro. Él es un buen chico, cae bien a todo el mundo, pero es cierto que su origen hace que tema por su vida. Eres el único en toda mi tripulación que sabe esto. Te pido discreción.


- No diré nada. Aunque Ace no es que confíe precisamente en mí. Habría sido mejor que Marco se ocupase de este asunto. Cree que debo meterme en mis asuntos y realmente, es lo que debería hacer. Si me preocupaba era porque dijiste que le veías raro desde hacía un tiempo y me pediste como favor que le mantuviera vigilado.


- No le tomes tan en serio. Es muy independiente pero no es mal chico. Por estas fechas... suele estar en ese estado tan pensativo. No sé qué puede ser, la verdad. Sólo... mantenle un poco vigilado.


Law se fijó en el horizonte. El sol había caído y la única luz visible ahora mismo era la gran luna llena reflejándose en las calmadas olas que golpeaban contra el casco del barco. Aquel momento de plena tranquilidad que pocas veces se podía disfrutar en el Moby Dick, fue aprovechado por Barbablanca, quien apoyó sus codos también sobre la barandilla al igual que Law y miró la luna reflejada en la cristalina agua. De vez en cuando, miraba de reojo a Law, pues sabía que tanto Ace como Law ocultaban algo, pero él no iba a meterse en ese asunto.


Los ojos del capitán se desviaron hacia abajo. Las manos de Law sostenían un cordel rojo que entrelazaba con agilidad entre sus dedos. Estaba haciendo nudos, uno tras otro y pensó que quizá le relajaba hacerlo.


***


El bar estaba abarrotado. No sólo la tripulación de Barbablanca con más de diez divisiones, sino que también otras tripulaciones estaban allí disfrutando de unos buenos tragos y la agradable compañía de las chicas.


Jozu entró en el bar, arrastrando a Ace tras él, con su brazo firmemente agarrado a su cuello. Al ver a las chicas, Jozu alzó los brazos, liberando a su compañero y saliendo en dirección a la barra. Ace miró entonces a Marco, quien seguía sonriendo con los brazos cruzados.


- ¿Vamos a por un trago? – preguntó Marco.


- Sí – sonrió Ace, iniciando la marcha hacia la barra. Al llegar a ella, se sentó en una de las banquetas y pidió un par de cervezas, una para él y otra para Marco a su lado.


Dio un largo sorbo a la bebida y con un sonoro golpe, dejó de nuevo la jarra sobre la mesa. Su mirada se perdió en la refrescante bebida. Seguía dándole vueltas a qué ocurriría cuando todos se enterasen de quién era él en realidad. Toda su vida había luchado contra su propia sangre, ocultando su origen, intentando ganarse la confianza y la amistad de todo el mundo, pero eso podría acabar en un instante si supieran su sangre.


- Ey.


Aquella palabra hizo que Ace saliera de golpe de su pensamiento. El silencio que mantuvo durante unos segundos y esa mirada perdida en la bebida, hizo que Marco entendiera lo que le preocupaba a Law. Al principio, cuando empezaron a compartir la enfermería del Moby Dick, no entendió el motivo por el que Law preguntaba tanto sobre esos momentos donde Ace parecía estar muy lejos de lo que realmente ocurría. Se metía en su propio mundo y se quedaba allí, por horas, observando un punto nada interesante.


- ¿Estás bien? – preguntó Marco al ser consciente por primera vez de lo que Law le contó.


- Sí, sí, sólo... pensaba en algo. Da igual, ni siquiera era interesante – sonrió Ace antes de volver a tomar un sorbo de su cerveza.


Ante el griterío del local, echó la mirada atrás para ver a algunos de sus compañeros, sobre todo comandantes, sentados en cómodos sofás, bebiendo sin parar y acompañados por hermosas mujeres que trabajaban allí. Alguno ya ni siquiera estaba en la planta baja, lo que a Ace le indicaba que se habrían subido a una habitación privada.


- ¿De verdad no te apetece desfogarte un poco? – preguntó Marco a su lado, levantando la jarra de cerveza para dar un trago.


- No. Paso, pero no hace falta que estés aquí haciéndome compañía, puedes ir si quieres.


- Pues entonces... sí, iré a buscar algo de compañía.


Ace sonrió, volviendo la vista a su cerveza. ¡Virgen! Así le había llamado Jozu, pero la verdad era que, aunque él no le hubiera creído, no lo era. Simplemente... no quería estar allí, tan sólo quería beber en soledad y tratar de olvidarse por un rato de todos esos pensamientos que le perseguían, de sus miedos.


- ¡Ace! – sintió el fuerte brazo de Jozu caer sobre sus hombros a la vez que su cuerpo golpeaba su espalda. Cargaba su peso sobre él y así le sería difícil escapar – mira, esta señorita está deseando algo de compañía y...


La hermosa jovencita sonreía, moviendo su cadera de un lado a otro con un rostro casi inocente aunque sus gestos eran sugerentes. Quería escapar del bar, pero cada vez parecía estar más complicado.


- Jozu, yo no...


- ¿Vas a hacerle un feo a la señorita? ¿El segundo comandante de Barbablanca? – se acercó a su oído para susurrarle – venga, que yo invito esta vez.


El abrazo se soltó, sin embargo, Jozu colocó su mano sobre el hombro de Ace como dándole apoyo y sonrió a la joven que esperaba la respuesta del segundo comandante de una de las tripulaciones más famosas del océano.


- Es un poco tímido – sonrió Jozu como excusando al menor de los comandantes.


La chica, en cambio, sonrió con dulzura. El chico frente a ella era realmente joven para ser comandante y era todo un honor que alguien de su alto cargo quisiera uno de sus favores. Siempre podría presumir de haber estado con alguien tan importante. ¡No era sólo joven! Era atractivo y aunque decían que era algo tímido, esa característica le resultaba realmente dulce a la chica.


Jozu dejó a ambos chicos a solas para que pudieran conocerse un poco mejor y eso hizo sonreír a Ace. No sabía cómo escapar de la situación y le sabía mal decirle a la preciosa chica que no le apetecía demasiado pasar el tiempo con ella. No quería sexo precisamente pero sería una falta de respeto después de que le habían pagado por ello.


- Yo... lo siento de verdad, disculpa a mi compañero si te ha incomodado con su petición y... - intentó excusarse Ace.


- En realidad, no me ha incomodado en absoluto. Cuando me dijo que el servicio era para el chico triste de la barra, acepté casi de inmediato. Así que... ¿Segundo comandante de la intrépida tripulación de Barbablanca? ¿Cuántos años tienes? Te ves muy joven.


- Veinte.... Perdón. Veintiuno – corrigió Ace al darse cuenta de que estaba más cerca ya de los veintiuno.


- Muy jovencito para un rango tan importante, debes ser realmente bueno.


- No te dejes engañar por las habladurías, entre tú y yo, creo que querían a alguien joven para hacerle novatadas – bromeó Ace, haciendo sonreír a la chica.


El ambiente se había relajado y Ace notaba aquello. La chica era realmente buena para calmar la tensa situación que su compañero creó.


- ¿Te apetece subir? – preguntó su compañera, a lo que Ace dudó, pero sabía que sería demasiado descortés decirle ahora que no.


Terminó la cerveza de un trago y acompañó a la chica escaleras arriba bajo la atenta mirada de Jozu, quien sonreía al ver cumplido su plan.


¡Tenso! Así estaba Ace cuando se sentó sobre el colchón tras entrar en la habitación. Como todo un niño bueno, se había quedado quieto, con la ropa puesta y sus manos sudando sobre sus rodillas. Respiró hondo pese a que la chica se sentó a su lado intentando calmar los nervios.


Por un instante, cerró los párpados y trató de mentalizarse. Hacía al menos... ¡Dos años! ¡! Dos años que no había vuelto a tener sexo. Evidentemente, todo su placer en temas sexuales, se había resuelto en la oscuridad de su habitación con su mano. Sin embargo, todavía tenía ciertos remordimientos de la primera y última vez que practicó sexo con una persona.


- No tienes que estar nervioso.


La joven trató de calmarle, agarrando con suavidad una de las manos de Ace. Al sentir la dulzura del movimiento y la suave piel de la chica, Ace alejó la mano envuelto en una gran vergüenza por el sudor que desprendía la suya.


- Lo siento – intentó secarla en su pantalón oscuro.


- No pasa nada – sonrió la chica – sólo relájate. Te ves realmente nervioso.


- Lo siento... es que, la verdad es que sí es mi primera vez con una mujer y...


- Sólo relájate y déjate llevar.


Sus manos regresaron una vez más al fuerte cuerpo de Ace. El roce era suave y delicado, pero Ace sentía que era muy diferente al que tuvo hace dos años. Por alguna razón y pese a que toda su tripulación venía por estos lugares y deseaban el placer carnal con una mujer, él sentía que sólo era un placer momentáneo. Necesitaba más que aquello, necesitaba sentirse querido y eso no lo conseguiría en un lugar así. ¡Le pagaban por querer sexo! Es como él lo veía.


Era atractiva, dulce, encantadora y tenía paciencia, pero no le quería, no se sentía amado ni deseado y precisamente, ahí residía su gran problema. No podía excitarse pensando en que la mujer a su lado sólo deseaba su dinero.


Sintió cómo le impulsaban hacia la cama y se dejó. Su espalda golpeó contra el mullido colchón mientras la joven se colocaba encima, hundiendo su rostro en el cuello del pirata. ¡Sentía ciertas cosquillas! Pero aguantó, cerrando los párpados y tratando de centrarse en el placer. ¡No se le levantaba! Era lo único en lo que podía pensar. Cuanto más nervioso se ponía, más parecía tardar en excitarse.


¡Relájate! ¡Relájate! Pensaba Ace una y otra vez, repitiendo aquella palabra en su mente que no parecía surtir efecto en su cuerpo. Los nervios volvieron con mayor intensidad al sentir la mano de la chica entrar bajo sus pantalones y ropa interior, acariciando su flácido miembro que se negaba a despertar. ¡Vergüenza! Eso es lo que sentía, porque tenía una mujer preciosa delante y él no era capaz de hacer nada. ¿Cómo debía sentirse ella ante la situación? Todo su cuerpo le indicaba a la pobre que no le excitaba.


Tras casi veinte minutos en aquel cuarto sin forma alguna de excitarse, Ace detuvo la muñeca de la chica y sacó su mano de los pantalones. Intentó calmarla con una sonrisa aunque él se sentía mucho peor.


- ¿Me das un momento? Por favor – susurró Ace.


- Sí, claro.


Se incorporó de la cama y se dirigió al aseo. Entornó la puerta tras él y abrió el grifo para remojarse la cara. Realmente no se parecía en nada a la primera vez y eso... que recordaba vagas cosas de aquel momento. Recordaba a la persona con la que había practicado sexo y las cosas que habían hecho, también recordaba que se sentía como una auténtica mierda, borracho como estaba y deseando desaparecer de la vida. Ese hombre sólo le propuso sexo y él, deprimido como estaba dándose cuenta de que jamás se quitaría el estigma de la sangre de Roger y jamás sería amado por nadie, aceptó. Quizá no debió hacerlo... pero lo hecho, hecho estaba.


- ¡Maldita sea! – maldijo por cómo se sentía.


Elevó la mirada hacia el espejo. Las gotas de agua resbalaban por toda su pálida piel y sus intensos ojos azulados, casi grisáceos, resaltaban más que nunca entre el agua y su cabello oscuro. ¡La sangre de Roger! ¿Cómo iban a amarle teniendo esa sangre? Cualquiera que lo descubriera le odiaría, querría matarle.


Había luchado tanto por tener amigos, compañeros, por ser respetado por su propio nombre, por ser el comandante perfecto y amado por los suyos y todo eso... toda su pelea, podía venirse abajo con unas simples palabras. ¡El hijo de Gold D. Roger!


Era como estar cavando su propia tumba y cuanto más ocultaba la verdad, peor se sentía. Mentía a los suyos y ocultaba una gran parte de lo que él era. Jamás contó cuándo era su cumpleaños, porque no creía que a nadie le importase realmente. ¿Quién iba a celebrar el nacimiento del hijo de Roger cuando le querían muerto? Era absurdo y por eso mismo, en esas fechas siempre se desanimaba.


Salió del baño y se dirigió hacia la pobre chica que le miraba con dudas. Estaba claro que nunca le había ocurrido algo como aquello. Se sentía humillado y terriblemente devastado por no haber podido ni siquiera cumplir como hombre. A ella le habían pagado por un trabajo y no pudo llevarlo a cabo, así que intentaba hacer su mejor esfuerzo para no quedar mal tampoco con él.


Se recostó de nuevo en la cama y con su grácil mano, le indicó a Ace que acudiera a su lado para continuar, pero éste agachó la mirada apesadumbrado.


- Lo siento mucho, de verdad. Lamento haberte hecho perder el tiempo. En serio, eres preciosa, pero yo tengo demasiadas cosas en la cabeza y... no estoy de humor hoy.


La mujer entendió con aquellas palabras que intentaba hacerla sentir mejor a ella por su fracaso, cuando realmente, él se sentía mucho peor. Los hombres podían ser muy crueles si llegaban a enterarse que no había podido hacerlo, por eso mismo, intentó rebajarle la presión.


- No te preocupes por nada. Entiendo que un comandante siempre tiene demasiadas cosas en la cabeza. Cuando estés mejor, si quieres puedes venir a verme. No te cobraré la siguiente, te lo debo.


- Lo siento – hizo Ace una reverencia antes de salir del cuarto.


***


Tras revisar que la medicación de Barbablanca surtía efecto, Law se sentó en la cubierta. Con su espalda apoyada sobre la red que subía al mástil y sentado en la gran barandilla, sus dedos seguían haciendo nudos al cordón rojo.


La brisa corría fresca esa noche, sin embargo, sus dedos se detuvieron al sentir cómo el ambiente cambiaba. ¡Calor! La brisa se tornó cálida y las nubes cubrieron la luz proveniente de la luna. Miró a todos lados, él era el encargado hoy de mantener el barco en perfecto estado y sobre todo, cubrir la espalda a Barbablanca.


No esperaba hoy tener visitas, era la víspera del cambio de año y todos habían salido a festejar. Cuando era niño, él celebraba ese día en familia, hasta que se quedó sin una con la que celebrar. Ahora... sólo era un día como cualquier otro y por eso mismo, prefirió quedarse en el barco y dejar que el resto disfrutasen el festejo.


No parecía haber nada en los alrededores. Llevó el cordel rojo a sus labios y lo mordió para cortarlo. Juntando ambos extremos, lo anudó y terminó de formar aquella pulsera que guardó en uno de sus bolsillos. Bajó de la barandilla y tomó la nodachi que estaba apoyada entre el suelo de la cubierta y la barandilla a su lado. Había alguien por allí, pero el Moby Dick era realmente grande.


Caminó despacio por la cubierta. Las tablas crujían a su paso. Era un barco viejo y aunque lo mantenían siempre en buen estado, se podía sentir los años en él. Se acercó a la esquina, escuchando el crujir de las maderas. ¡No eran sus pasos! Alguien venía en su dirección. Desenvainó la nodachi y salió al pasillo dejando el filo cerca del cuello del chico que venía con una bolsa blanca en sus manos.


- Vaya. ¡Qué recibimiento! – sonrió Ace.


- ¡Joder, Ace! No te esperaba hasta el amanecer.


- Lo supongo.


Ace colocó un par de dedos en el filo de la nodachi y la movió hacia atrás para apartarla de su cuello. Al ver que no había peligro alguno, Law guardó nuevamente la espada en la funda y miró fijamente la bolsa que Ace llevaba.


- Te he traído algo de bebida. Además, quería disculparme contigo por lo que dije antes. La verdad es que no me gusta demasiado que la gente se meta en mis asuntos pero... no debí decirte algo así. Lo lamento, Law. Sé que sólo estabas preocupado por mi.


- Olvídalo.


Law se giró para volver a su sitio, sin embargo, el menor se había quedado estático sin saber muy bien qué hacer. La respuesta del cirujano le dejó paralizado sin entender muy bien si significaba que le perdonaba o no.


- Ace... si quieres que te perdone, no me dejes bebiendo solo. Vamos.


Con una leve sonrisa, siguió los pasos del médico en dirección a la enfermería. Allí fuera refrescaba demasiado pese a que Ace sentía poco ese frío debido a la fruta Mera Mera. Ella siempre le mantenía caliente estuviera donde estuviera, aun así, entendía que Law necesitase ir dentro.


La enfermería estaba perfectamente recogida y limpia. La compartía con Marco, pero aun así, la separaron en dos mitades perfectas. Cada uno tenía su propia consulta. Law entró en la suya y se quitó la chaqueta oscura, dejándola colgada de la percha tras la puerta.


- Con permiso – se excusó Ace antes de entrar.


Law le arrebató la bolsa de las manos y la dejó sobre la encimera. Al sacar la primera botella, se dio cuenta de que no era simple cerveza, era su marca favorita de cerveza y no sólo eso... el resto de alcohol que traía, todo él era su favorito, incluso el sake.


- ¿Cómo sabías mi marca favorita?


- ¿Qué compañero sería si no supiera los gustos de mis nakamas? – sonrió Ace.


El médico no pudo evitar dejar escapar una sonrisa. ¡No por nada Ace era comandante! Y todos allí le adoraban. Él se ganaba siempre a todos. Era un gran chico con una mirada triste cuando se acercaban estas fechas.


- Creía que no me considerabas tu compañero.


- Dudé de ti, no te lo negaré. No me gustó que quisieras ir a Dressrosa y metieras a toda la tripulación en medio de esa venganza personal, pero... reconozco que has ayudado mucho a mi padre y estos meses con nosotros, te has comportado como un auténtico compañero. No dudo de ti, Law.


- Pero sigues sin querer hacerte revisiones médicas.


- Eso es diferente, es...


- Mira, Ace, entiendo que prefieras que sea Marco el que te haga la revisión, es tu mejor amigo y confías más en él que en mí. No tengo problema con ello, pero hazte una revisión, por favor. Todos aquí se quedarían más tranquilos sabiendo que estás en perfecto estado.


- Como médico, ¿guardarás la confidencialidad de lo que me ocurre? – preguntó Ace.


- Ya sabes que sí. ¿Te ocurre algo?


- No... bueno... - se avergonzó – dame una cerveza primero y luego te cuento lo que es.


¡No podía contarle algo tan vergonzoso como que no conseguía excitarse con una mujer sin beber! Ni siquiera aunque le jurase y prometiera que se quedaría el secreto entre ambos.


Law sacó uno de los botellines de cristal y se lo dio a Ace, luego sacó otro para sí mismo y se sentó en el suelo frente al chico. ¡De un trago! Ace se la tomó de golpe sin detenerse ni a respirar, lo que dejó a Law completamente anonadado. Miró su cerveza en la mano, llena todavía y suspiró antes de sacar otro botellín para Ace.


- Toma, pero bebe más despacio, ¿quieres? Si vas a ese ritmo te emborracharás.


- Te lo contó. ¿Verdad? Barbablanca te contó mi secreto – agachó la mirada Ace.


Sus palabras eran un simple susurro y eso hizo que Law sospechase a qué se refería. ¡El veneno mortal que recorría las venas de Ace estaba ahí! Ese veneno tenía nombre propio: ¡Gold D. Roger! Su sangre lo envenenaba. No había peor veneno para Law que el que uno mismo se imponía. Cargaba con ese sufrimiento en solitario, en secreto y le estaba destruyendo lentamente.


- ¿De eso quieres hablar? – preguntó Law, dando un sorbo a su cerveza – bien, hablemos de Gold D. Roger y la carga que mantienes en tus venas.


El rostro de Ace se elevó al instante, con los ojos muy abiertos pero siendo consciente de que Law no iba a hacerle ningún daño pese a saber su secreto. Sin embargo, Law sintió un escalofrío, ese que le decía que algo estaba mal. Cuando conoció a Ace era poco hablador, pero desde que entró en la tripulación de Barbablanca, había visto a un Ace más animado, sonriente, siempre rodeado de gente y, sin embargo, algo aterrador estaba en su interior. Su mirada más triste que nunca, alejándose en algunos momentos del bullicio y mirando a solas el océano.


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