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Whiskey con hielo por VinsmokeDSil

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Notas del capitulo:

Aquí esta por fin... el último capítulo introductorio del fic! Con éste ya tenemos a los cuatro protagonistas presentados. 

Éste me hace especial ilusión porque se trata de mi personaje favorito, así que para mi todo lo relacionado con él tiene un cariño especial. 

Sin querer alargarlo más, ahí vamos! Espero que os guste! 

https://www.youtube.com/watch?v=7wtfhZwyrcc

First things first
I'ma say all the words inside my head
I'm fired up and tired of the way that things have been, oh ooh
The way that things have been, oh ooh

 

Domingo, 29 de Junio

Estaba despistado. Llevaba una semana sin acertar en nada de los que hacía, sólo recibía broncas de su viejo, de sus compañeros, y encima Ace no le hablaba, como mucho por cosas del trabajo. Antes acostumbraban a quedar para tomar algo cuando acababan el turno, incluso uno iba ahí para hablar mientras el otro trabajaba, estaban muy unidos.

Conocía a Ace de antes de trabajar juntos, de echo fue él quien le consiguió el puesto de barman para las noches. El chico era el hermano de uno de sus mejores amigos, siempre se habían llevado bien, sabía que era buen tipo y responsable, así que no le costó hacerle el favor.

Mentiría si dijera que no sabía des de cuando el distanciamiento de su colega, pero no lo entendía, tampoco había hecho nada que pudiera perjudicarlo.

– ¡Mierda! –exclamó al arruinar por tercera vez esa tarde la crema pastelera. Con lo bien que se le daba y hoy no rascaba bola…

– ¿Qué mierda pasa contigo Sanji? –dijo el viejo, al ver su desastre. A éste paso no tendrían ni una sola tarta a punto para el día siguiente. –Vete a la barra, anda, ahora mismo solo estorbas en la cocina.

La frustración de estos últimos días se había acumulado hasta tal punto que explotó. Le había costado horrores conseguir meterse de forma permanente a la cocina, no porque no se le diera bien, era muy bueno, pero también era bueno llamando la atención de los clientes, aunque no siempre fuera agradable.

Sólo podía meterse en la cocina cuando la sala estaba medio vacía y los otros camareros podían suplirle, ahí poco a poco fue ganando terreno, hasta acabar convirtiéndose en el nuevo cocinero del restaurante, el segundo al cargo concretamente, y desde entonces la popularidad del restaurante subió en picado.

– ¡Viejo de mierda! ¡Soy el mejor cocinero que tienes! –dijo Sanji indignado. El joven rubio no mentía, pero esa respuesta no fue del agrado de su padre, dueño del local y chef del restaurante.

–Y el peor cuando no consigues concentrarte. ¡Tienes suerte que no te mande a casa, chaval! No te lo voy a repetir. –dijo el viejo mirándolo seriamente.

Redleg Zeff, jefe del Baratie, su padre. Sabía que había estado en negocios turbios en su juventud, no sabía exactamente en qué tipos de delitos andaba metido, pero lo justo para saber que no era su nombre real, todavía tenía algunos contactos, lo que a él le había favorecido en cierto momento de su vida.

Pero se reinsertó, siempre había sido bueno en la cocina, y desde que abrió el restaurante, no habían cerrado un solo día, y aunque nunca lo admitiría, Sanji sabía que había aprendido del mejor. No sólo le enseñó a cocinar, también le enseñó a luchar y a defenderse, le salvó en más de una ocasión, y nunca podría agradecerle lo suficiente lo que había hecho por él.

Desde pequeño, empezó a ayudar en el Baratie, y ni una sola ocasión se había quejado por ello. Había aprendido todas las áreas des de abajo, dominaba los cuchillos igual de bien que los lavavajillas o preparar las mesas, podía estar en cualquier sitio.

Tenían tres turnos, desayunos y comidas, tarde y cena, y noche de bar. Él normalmente trabajaba como camarero en cualquiera de los turnos, ayudando en todo lo que podía, pero desde que empezó a ponerse al frente de la cocina, su padre iba relegando poco a poco responsabilidades en él, dejándole en ciertas ocasiones ser el chef.

A partir de ése momento, Zeff pudo empezar a tener algún día de fiesta. Tenían otros cocineros, pero no confiaba en ninguno tanto como en su hijo, para dejarlo a cargo del restaurante de vez en cuando.

Gracias a su talento y a su juventud, habían ganado un artículo en una revista, por lo que la clientela había aumentado, aunque eso no era suficiente para que Zeff se relajara. Él no cocinaba por el prestigio, ni siquiera por el dinero, sino por la gente. Valor que había logrado trasmitir a su hijo.

Sanji dejó todos los trastos ahí en medio, no estaba de humor ni siquiera para limpiar su propio desastre, a parte sabía que Zeff podía rescatarlo, siempre lo conseguía. Salió por la puerta de la cocina y se dirigió a la barra, agradecido de que hoy fuera el día libre de Ace, no creía poder aguantar ni una hora más de su enfado e indiferencia.

El día anterior había intentado hablar con él, pero el resultado no fue mejor que en las otras ocasiones. Recordó su última conversación.

–Llámame –dijo irónicamente el moreno. Era la primera vez que no le giraba la cara o no le decía “nada”. Ya era un logro. Sanji, en ese momento, no lo entendió.

– ¿Qué pasa, fue tu cumpleaños y se me pasó mandarte un mensaje? ¿Habíamos quedado y te di plantón? –el cocinero ni siquiera se acordaba ya de lo que le dijo el tipo de esa noche. Lo miraba confuso des del otro lado de la ventana que separaba la cocina y la barra, para que los camareros recogieran los platos y los sirvieran.

El moreno sólo lo miró con odio, recogió el platillo de tarta y fue a servirlo. Era el turno de mañana, esa semana había estado con los desayunos y comidas, aunque no fue de las mejores, y darse cuenta que uno de sus grandes apoyos en el trabajo prácticamente ni lo miraba y ni sabía siquiera el motivo, no le ayudaba.

Sanji siguió observando a Ace toda la jornada, no pudo coincidir con él durante el descanso, y cuando vió que el chico recogía sus cosas y salía por la puerta trasera del restaurante, se le acabó la paciencia. Cogió su teléfono móvil y lo siguió.

Ace ya no llevaba el traje de camarero, iba con sus botas, su sombrero, vaqueros cortos y sin camiseta, para variar. Algo empezó a vibrar en su bolsillo, miró la pantalla del aparato.

– ¿Qué…? –se preguntó a sí mismo, mirando el nombre que aparecía.

– ¿Tampoco así hablarás conmigo? Te estoy llamando. –gritó Sanji detrás de él. Seguía vestido con el delantal y la gente le miraba, pero tampoco le importaba.

– ¡Quieres dejarme en paz! –dijo Ace intentando seguir su camino.

–No hasta que me respondas de una vez por todas.

– ¿Es una orden? Puedes mandármelo como a un perro –dijo Ace, empezando a cabrearse.

– ¿Es por lo del otro día? Te dije que podía espabilarme solo, puedo manejar a los clientes problemáticos. Oh vamos, por las noches el viejo me pasa toda la responsabilidad, no es la primera vez que te mando algo. –dijo Sanji sumido en la desesperación.

Siempre que a Sanji le tocaba el turno de noche, se quedaba como encargado del bar, Zeff no tenía mucha práctica con los cócteles y al final los trabajadores acabaron haciéndole un motín para mandarlo a casa durante el horario del bar, siendo Sanji, Patty o Carne los responsables, Gin en algunas ocasiones.

–Ya, y si no te hago caso siempre puedes darme una patada en el culo, ¿verdad? –Ace hizo hincapié en la palabra “culo”, por lo que el cocinero dudó un segundo de qué le había molestado más, si la actitud de Sanji o la patada que le había soltado al policía.

–No me digas que es por ese tío… vamos Ace, era un imbécil, lo eché como a tantos otros. Y encima se fue sin pagar. –lo que era verdad. Todos los trabajadores eran muy fuertes, no necesitaban seguridad porque ellos mismos podían apañárselas, y ninguno tenía problemas en utilizar la fuerza cuando fuera necesario. Ace tuvo que hacerlo un par de veces, pareció divertirle, por lo que no entendía qué inconveniente tenía ahora su amigo.

–Ya claro, por eso te quedaste con su tarjeta… – ¿tarjeta?

– ¿De qué hablas? No me dio nada –el rubio estaba muy confundido, a parte de la patada no tuvieron ningún otro contacto, solo acarició la mano de la compañera del tipo, esa belleza con gafas.

–Ya claro. “Llámame”. –Ace ya se iba. Dijo esta última palabra con asco, dejándole con la palabra en la boca y cara de tonto. Ese tío no le había dado ni una tarjeta, ni si quiera sabia su nombre.

En serio, ¿qué diablos le pasaba?

Eran las once y media de la noche, se acercaba la hora de preparar la sala para volverse únicamente bar, no quedaban muchos comensales ya. Patty y él se encargaron de prepararlo todo. Tres horas y volvería a casa…

–Esperaba tu llamada. –alguien gritó des de la entrada. Normalmente no entraban clientes tan pronto, pero a veces había alguien que tenía ganas de hacer una cerveza justo después de cenar. Aunque odiara los modales de algunos… ¿de verdad les parecía normal entrar a un local pegando esos berridos?

Sanji había dado por hecho que se trataba de dos personas que habían entrado juntas, él no tenía tacto para tratar con la gente, así consiguió que le pasaran a la cocina. Él no era como Ace, siempre con una sonrisa en la cara, a él solo le salía ser agradable con las mujeres. Los hombres no le importaban lo más mínimo, así que cuando oyó esa voz masculina se giró casi al acto para mandarlo de paseo, pero…

– ¿Qué diablos? –dijo para sí mismo, sorprendido. Eso no podía estar pasando…

– ¿Tan poco acostumbrado estás a ligar que no sabes qué hacer cuando te pasa? –preguntó el hombre, solo, que acababa de entrar. Sanji no podía creer lo que veía. ¿El policía loco que había ocasionado la pelea el otro día tenía las narices de volver? ¿Y encima iba a reírse de él?

Sanji estaba con el mantel de una de las mesas en las manos, inmóvil por la sorpresa, observando bien al hombre que ya se había sentando tranquilamente en uno de los taburetes de la barra, justamente el mismo de ese día, y no tenía ningún reparo en flirtear descaradamente con él.

No era la primera vez que le pasaba, uno de esos idiotas que creía que por ser camarero ya tenían derecho sobre él, sabría manejarlo. Sólo las clientas podían abusar de él, tanto como quisieran.

La otra noche estaba oscuro y no se había fijado mucho en su aspecto, bueno sí lo hizo, buen cuerpo, muy buen cuerpo en realidad, con un rostro nada desagradable a la vista y muy masculino, pero hubo un detalle en el que estaba seguro que se había confundido por la mala iluminación del sitio durante las noches.

–Por dios, ¿cómo has podido dejarte hacer eso? Pareces un campo de césped. –Sanji observaba con desconcierto su pelo. Era verde. Verde. Ése tío que iba de policía súper duro iba por la vida con el pelo verde.

– ¿Tú te has visto la cara, cejitas? –Zoro se veía visiblemente molesto por ese comentario. ¿Por qué todo el mundo tenía que resaltar el color de su pelo? Era natural, a él le gustaba, y no pensaba cambiarlo.

–Ve a regarte, Marimo. –respondió Sanji, enrollando el mantel en una bola para llevárselo a la lavandería. ¿Cejitas le acababa de llamar Marimo? El otro día ya había comprobado que tenía carácter, y el camarero seguía demostrándoselo. Poca gente había que se hubieran burlado de su aspecto y no hubieran perdido un diente.

–Pues tráeme una cerveza entonces. –dijo retomando su objetivo inicial.

– ¿No hay más bares o más camareros a los que molestar? –podía ser un cliente molesto, pero era un cliente igualmente, y tendría que servirle la bebida si se lo pedía. Después podría echarle, otra vez.

Su política, igual que la de su padre, era nunca negar alimento y bebida a un cliente, fuera quien fuera, y era algo que siempre cumpliría.

Sanji cogió el botellín de la nevera, quitó el tapón, y se lo sirvió junto a una copa helada.

– ¿Para qué ir a otro si éste es mi favorito? –respondió Zoro, dando un largo trago directo de la botella.

–Oh vamos, si es la segunda vez que vienes… –Sanji salió de la barra y volvió a las mesas. Todavía había alguna en su zona con el mantel de restaurante puesto, y Patty empezaba a mirárselo mal.

–Incorrecto, esta concretamente seria la octava. Por cierto, deberíais cambiar la música ambiente, demasiado repetitiva.

– ¿Qué dices? Si no… –Sanji había acabado con los manteles, iba poniendo la carta de bebidas y cócteles que servían durante la noche. Gracias a Ace, su conocimiento en ese sector había mejorado muchísimo, hicieron bien en contratarlo. Ese pensamiento le hizo recordar el cabreo que tenía con él el moreno.

– ¡Ei Patty! ¿Qué tal el tobillo, te sigue doliendo? –preguntó el tipo de pelo verde al otro camarero, con un tono de voz alto, distrayendo a Sanji de sus pensamientos. ¿Patty?

– ¡Mucho mejor chico! Gracias por la pomada que me prestaste, realmente va de maravilla. –el camarero respondió a Zoro con una gran sonrisa, cosa nada habitual en Patty a no ser que le dejaran muy buenas propinas.

Sanji sólo podía mirar esa escena con asombro, con una de las cartas todavía en la mano, lista para dejarla, totalmente quieto. ¿Se conocían? ¿Eran incluso amigos? Él se llevaba a matar con Patty, tenían distintas filosofías de trabajo respeto al dinero y la comida, y nunca habían congeniado. Se respetaban y admiraban mutuamente por sus habilidades, pero nada más.

–Como te decía, llevo una semana viniendo aquí, cada noche. ¿Por dónde estabas? Hasta hoy no ha habido manera de dar contigo. –Zoro estaba sentado encima del taburete, en la barra, con el brazo apoyado en ella, agarrando el botellín, hablando con el camarero de forma casual, como si realmente sí que se conocieran.

–Corta, corta. ¿Una semana? ¿Patty? ¿Pomada? ¿Qué es todo esto? –no entendía como era posible que hubiera venido tanto y no se hubiera cruzado con él, pero teniendo en cuenta que había ido solo por las mañanas y las comidas y encima había estado encerrado en la cocina, quizá no era tan raro.

–Ah, ¿eso? Nada, hace tres días unos tipos bebieron más de la cuenta, Patty tuvo que echarlos a patadas, Gin estaba ocupado con no sé qué en la barra y decidí prestarle mis servicios a cambio de conversación. Durante la pelea se hirió, pero no me lo dijo hasta hace dos días, y ayer le traje una pomada buenísima para la inflamación. Nos hemos hecho muy amigos. –después de esta larga declaración, Zoro dio un largo trago a su cerveza. No parecía acostumbrado a soltar frases tan largas, se la había acabado de un trago. ¿Realmente había venido cada día para encontrarlo?

– ¿Un poli puede meterse en una pelea de bar? –pero lo que realmente llamaba la atención de Sanji era la profesión de ese desconocido.

–Poli? Por favor… no sólo no me llamaste, sino que ni si quiera me has prestado un poco de atención… eso me gusta –dijo Zoro sonriendo de lado. Eso y que no hubiera manera que lo dejara en paz.

El camarero ya había acabado con las mesas, sólo le faltaba poner en las pizarras detrás de la barra las ofertas de la noche y las novedades. Tiza en mano, intentó decir lo siguiente sin demasiada importancia.

–El otro día dijiste que eras poli. –Sanji recordaba perfectamente ese momento, aunque no le importaba atizar a la autoridad, a su padre si, así que había prestado mucha atención a ese detalle.

Aunque fuera un chaval alto, tuvo que ponerse de puntillas para poder llegar a la pizarra.

En esos momentos Sanji no veía a Zoro, pero aun así sentía como los ojos de ese hombre recorrían lentamente su cuerpo de arriba abajo, repetidas veces, deteniéndose en su trasero.

Intentó ignorar ese sentimiento de incomodidad. Si no fuera un capullo, y encima policía, quizá le habría dado una oportunidad, porque la verdad era que el cabeza de musgo estaba buenísimo.

–Dije que trabajaba “para” la poli, no que lo fuera. En los tecnicismos reside la magia– Zoro sostenía en su mano la botella vacía, pero estaba tan concentrado en la vista que tenía delante que ni se dio cuenta. Sanji vestía una camisa y pantalón de arreglar, con la camisa por dentro, pero al tener que estirarse tanto para poder escribir, la parte baja de su espalda había quedado ligeramente al descubierto. Quedaba mucho a la imaginación, pero la de Zoro era hiperactiva. Miraba sin perder detalle la ligera curva de las caderas del rubio, hipnotizado por su figura, inconscientemente, se llevó la cerveza a los labios e intentó beber de ella, sintiéndose un completo idiota al notar que no salía nada. –Ponme otra. –dijo dejándola en la mesa de mala gana, distrayéndole de esa maravillosa vista.

Sanji puso otra botella delante de él. Se preguntaba cómo era posible que siguiera escuchando las divagaciones de ese pirado que se había familiarizado con su entorno y no le dejaba en paz.

Zoro siguió bebiendo con toda la tranquilidad.

– ¿Qué eres entonces, detective privado o algo parecido? ¿Un informante? –aunque no estuviera en el cuerpo, le ponía los pelos de punta. Tenía que alejarse de él. No tenía por qué haber ningún problema, pero no podía juntarse con él. Acabó de escribir, dejó la tiza en la cajita y se limpió las manos con la pica que tenían para la limpieza.

– ¿En serio? Si te lo dije. –ahora Zoro empezaba a estar sorprendido, tanto que dejo el trago a medias. ¿De verdad no se había dado cuenta? Si estaba escrito en mayúsculas.

– ¿De qué hablas? Por decirme, no me dijiste ni tu nombre. –Sanji estaba confundido. Se había secado las manos y empezó a pasar el trapo húmedo por encima de la barra, para quitar posibles marcas de otras botellas. Definitivamente, esta no era su semana…

Zoro rió para sí mismo, alzó la botella fría y se la pego en la frente. Así que se trataba de eso…

–De verdad Sanji deberías dejar de ignorarme así… solo me motivas a perseguirte más. –el chico había dejado el trapo y lo miraba, interrogante. Ya no tenía nada más que hacer hasta que no entraran más clientes o este se fuera, por lo que tendría que hacer algo para no quedarse ahí en frente de él hablando.

Por suerte, en ese momento sus plegarias parecieron cumplirse, y el chico del pelo verde se acabó la cerveza de un trago, sin titubear. Definitivamente, ese hombre sabía beber. Dejó la botella vacía en la barra y empezó a levantarse, dando a entender que iba a irse.

–Serán tres con cincuenta. –dijo el camarero, la otra vez no había pagado, pero teniendo en cuenta la actitud de éste, ya se la cobraría… eso y los desperfectos, salidos de la nómina de Sanji, como responsable de esa noche.

Acortó un poco la distancia sólo para coger con una mano las dos botellas y con otra la copa, que ni si quiera había tocado. Se sorprendió cuando vió al otro hombre a solo un centímetro de su frente.

–Quédate con el cambio, cejitas. Gracias por el pañuelo. –Sanji ni siquiera pudo moverse. Le había pillado totalmente desprevenido. Pero él no era de esos tíos que se asustan fácilmente, así que recupero la compostura, y habló con decisión en los ojos, des de la misma distancia.

–Me lo robaste, lo quiero de vuelta. –no era que fuera importante, pero era suyo, y le jodía que un tío así lo tuviera.

–Tú mismo, está lleno de sangre. –respondió Zoro, secamente.

–Bastardo. –uno a cada lado de la barra, Sanji medio agachado, con los recipientes todavía en las manos, Zoro inclinado, con los brazos rectos, sus manos tocando directamente la madera, a muy poca distancia el uno del otro. Uno lo miraba desafiante, el otro con arrogancia. Saltaban chispas, pero nadie sabría decir si de odio o de atracción.

–Llámame esta vez. –fue Zoro quien rompió la electricidad, separándose y dirigiéndose a la salida.

–No me has pagado. –hizo notarle Sanji, viendo que no había ni una sola moneda ahí encima.

– ¡Llámame! –volvió a gritar Zoro des de la puerta. Y tal como vino, se fue.

Espera, ¿qué acababa de pasar? Ese chico por fin se había ido, tal como quería, ¿pero por qué tenía el gusto amargo de la derrota en su boca? Porque no le había echado él, se fue por su propio pie sin mostrar menos interés en el del que ya tenía. Eso significaba que seguramente volvería a verle, y pronto.

Y peor… el muy imbécil no le había dado el dinero, otra vez. El cocinero salió de su estado de shock, reincorporándose y dejando las botellas y la copa ahí mismo, fue a salir del bar para reclamarle a ese sujeto, pero en cuanto empezó a caminar notó un ligero peso en su pecho.

Normalmente vestía un traje completo para hacer de camarero, pero cuando se trataba del turno de noches se permitía quitarse la americana e ir solo con la camisa, viéndose así más informal pero como un caballero igualmente.

Bajó la mirada hacia el bolsillo derecho de su camisa e introdujo su mano en el interior, sacando en monedas el precio de la bebida más una considerable propina. ¿Cuándo demonios lo había metido ahí?

Sólo podía ser cuando se había acercado por sorpresa, en ese momento le pillo con la guardia baja y podía ser que se hubiera distraído por su cercanía, por tener esa mandíbula cuadrada tan cerca de la suya. Maldito Marimo…

– ¡Salgo a fumar! –gritó para Patty. Salió corriendo, intentando ver por dónde se había ido ese hombre, miró la calle de punta a punta, primero un lado y luego otro, muchos viandantes pasaban por delante de él, pero ninguno de ellos era el hombre con el pelo verde. Maldito y sexy Marimo… y maldita ley antitabaco.

Siempre llevaba el paquete y mechero en el bolsillo del pantalón, ahora ya no podía fumar ni en la sala ni en la cocina, y sentir el contacto de los cigarrillos era lo único que conseguía calmar su mal humor durante la jornada laboral, aunque a veces le costaba horrores.

Sus compañeros suponían que por eso era siempre tan borde con los clientes, aunque él les decía que no tenía nada que ver, que a las damas las trataba bien aunque llevara dos días sin fumar, sencillamente no estaba dispuesto a aguantar depende que tonterías de los hombres.

Sacó uno de los cigarrillos del paquete, se lo puso en la boca, lo encendió y dio una larga y placentera calada. Dios, como necesitaba el humo… le ayudaba a relajarse, a desconectar del trabajo, de su padre, de sus propios problemas. Era su pequeño momento de relax, cuando podía estar únicamente consigo mismo sin preocuparse de nada más.

Con el dedo índice y el corazón, sacó el pitillo de su boca y dejó escapar suavemente el humo, con un pequeño silbido. Se encontraba apoyado a la pared del bar, con el rostro mirando al cielo pero con los ojos cerrados, siguiendo su pequeña introspección.

Era totalmente ajeno al bullicio de la calle, era pleno verano, y aunque no fuera una zona turística estaba concurrida. Oía como algunos de los transeúntes miraban la entrada del bar, decidiendo pasar a tomar algo. Algunos eran clientes nuevos, a otros ya los tenía vistos, los saludó con un pequeño gesto, pero ese era su momento.

Pero no podía relajarse plenamente. No dejaba de darle vueltas a la conversación que acababa de mantener. El misterio con su profesión, eso que dijera que ya se lo había dicho, la manera de reírse de luego como si supiera algo que él no, ése acercamiento al pagarle, lo del pañuelo… En ese momento, recordó su conversación con Ace. Y por fin, se dio cuenta.

Sanji abrió sus ojos de golpe, sus pupilas se contrajeron hasta un pequeño punto debido a la luz de la farola, dejando ver sus ojos azul marino en contraste con el del cielo oscuro. Dio una última calada, el cigarrillo todavía estaba por la mitad y siempre los apuraba hasta el final, pero en ese momento lo tiró al suelo, lo pisó y se fue corriendo a su casa.

Su apartamento estaba justo encima del restaurante, y aunque éste tenía una entrada por la cocina, decidió subir al piso por el portal que daba a la calle. No quería ver a sus compañeros y tener que darles explicaciones.

Sanji no se dio cuenta que Zoro lo observaba, des de la oscuridad que le ofrecía su propio coche. Así que por fin había conseguido llamar su atención… sonrió para sí mismo, una vez conseguido su objetivo no tenía más sentido quedarse ahí, observándolo como si fuera un acosador. Arrancó el motor del coche y se fue a su casa, mañana sería otro día.

El rubio subió las escaleras corriendo de dos en dos. Era un chico alto y siempre había sido muy rápido y ágil, aunque para algunos fuera una proeza para el solo era subir las escaleras con mucha prisa.

Sacó las llaves de su bolsillo intentando no perder el paquete de tabaco en el proceso, le temblaban las manos.  ¿Por qué estaba tan nervioso? Porque si lo que creía era cierto ese tipo no solo le había ganado esta noche, sino también la primera vez que se habían visto, aunque Sanji le hubiera pateado, y eso era algo que no le gustaba para nada.

Después de dos intentos peleándose con las llaves para conseguir abrir, parece ser que, desde el interior del piso, su padre había perdido la paciencia.

– ¿A qué coño juegas con la puerta? –preguntó, de mal humor. Era evidente que no le gustaba ver a su hijo en casa durante su horario de trabajo, y menos con el escándalo que había montado.

–Viejo. –Dijo a modo saludo – ¿Dónde está mi camisa azul cielo? –preguntó el hijo ignorando por completo las exigencias de su jefe y padre.

– ¿Como que viejo? ¿Con quién te crees que hablas? –durante la adolescencia adquirió la mala costumbre de llamarlo así, y aunque el chef insistiera, Sanji siempre hacia lo que quería.

–Zeff, por favor, la que llevé el último día que trabaje de noche. ¿La lavaste ya?

–Lavada y planchada junto con el resto de tu ropa, niñato. Está encima de tu cama. Volví a colocar todo en su sitio. ¿No puedes vaciarte la ropa antes de echarla a lavar? –joder… eso confirmaba sus sospechas. O había echado otro mechero a lavar.

–Gracias. –dijo pasando corriendo por su lado, directo hacia su habitación, al fondo del pasillo.

–De vez en cuando un “papá” también valdría… –dijo Zeff mas para él mismo que para su hijo.

El joven cocinero abrió de golpe la puerta, viendo la ropa donde el viejo le había dicho, con su camisa arriba del todo. Estaba armando un buen escándalo, pero las ventajas de vivir encima de un bar-restaurante que también abre por las noches es que no tienes que preocuparte por molestar a tus vecinos.

Cogió la camisa con sus manos de forma delicada, con miedo a lo que ya sabía que iba a encontrarse. Su padre siempre le dejaba las cosas en el sitio exacto donde se las había encontrado, una extraña costumbre. Abrió despacio el botón del bolsillo derecho, en el que había llevado su pañuelo que ése sujeto usó para tapar su herida abierta.

Introdujo sus dedos, palpando claramente un pequeño cartoncito. Muy despacio, sacó la tarjeta de visita y leyó las letras capitales.

RORONOA ZORO, CAZA RECOMPENSAS.

Notas finales:

Y hasta aquí hemos llegado. Historia presentada, todas las cartas están sobre la mesa. 

¿Qué opináis del triangulo amoroso que se ha formado? Personalmente, a mi me encanta! 

Espero que hayáis notado los pequeños detalles ocultos en el capítulo, pequeñas cosas sin importancia que en un futuro tendrán mucho peso... no se diga que no os he avisado! 

Nos vemos en dos semanas con Law de nuevo! Qué estará haciendo? teniendo en cuenta su personalidad en éste fic, aunque no haya conocido a su futura pareja, seguro que no ha perdido el tiempo! 


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