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Whiskey con hielo por VinsmokeDSil

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Notas del capitulo:

Tras dos semanas, estamos de regreso. ¡Vuelve a ser el turno de Ace!

La semana pasada acabó en un punto clave... ¿cómo seguira la historia? Todo es posible. 

https://www.youtube.com/watch?v=9BMwcO6_hyA 

¡Espero que os guste! 

If you told me to cry for you, I could
If you told me to die for you, I would
Take a look at my face
There's no price I won't pay
To say these words to you

Lunes, 30 de Junio

Maldito Patty…

“El muy cabrón siempre hace lo mismo, solo se dedica a atender a los clientes para recibirlos, cobrar y echarlos. Siempre mirando por el dinero y las propinas. El trabajo de verdad tengo que comérmelo yo…” pensó Ace, con un más que evidente cabreo. 

Lo normal en un bar o en un restaurante era que cada camarero se repartiera las mesas, y se encargara cien por cien de las suyas, desde recibir a los clientes, tomarles nota, servirles, cobrarles y limpiar para prepararla para los siguientes.

Pero con el tacaño de Patty no funcionaba así.

El recibía sus mesas, les tomaba nota, la dejaba en la barra en espera de que el otro camarero hiciera su trabajo, y cobraba todas las mesas posibles, con insultos incluidos si no dejaban propina. Sanji, Gin y Ace odiaban trabajar con él en la sala…

Sanji…

Llevaban siete larguísimos días sin hablarse. Bueno, sin hablarle él. Empezaba a echarle de menos… pero el muy cretino había tenido los huevos de tratarle como a un perro, ligar con ese imbécil de pelo verde en su cara y aceptar sus elogios, fingiendo no haberlo hecho.

Vamos, era imposible que no se hubiera dado cuenta de cuando ese tío le metió mano en el bolsillo de la camisa para darle su número. ¿Y por qué el día anterior se lo había negado? Sabía que no eran nada, que no tenía derecho a enfadarse ni a ponerse celoso… pero no podía evitarlo.

Y por si no fuera suficiente ese imbécil había venido cada día por la noche desde entonces… por suerte solo había coincidido con él un par de días, los que no coincidió con el rubio, pero aun así era demasiado.

Veía como ese tipo lo miraba con superioridad, seguro se había dado cuenta, y aunque Ace lo había ignorado lo máximo que había podido, Zoro hacía lo posible para hacerse notar, y peor, para meterse con él. ¡Si incluso ya se sabía su nombre!

Intentó echarle de un puñetazo dos días después de conocerle, pero el cabronazo se llevaba a las mil maravillas con Gin, y este le paró. Todavía recordaba perfectamente como había ido todo…

Sábado, 28 de Junio

–Oye Puño de fuego, ¿dónde está tu compañero, Sanji? Ya sabes, rubio, ojos azules, delgado, buen cuerpo… seguro te habrás fijado –dijo Zoro desde la barra, en la zona de Ace.

Des de que se enteró, por boca de Gin, de cuál era su apodo y sus razones, pareció olvidarse de su nombre para solo usar eso. Parecía divertirle molestarle, y la verdad era que lo conseguía. Algo que no era muy difícil…

–Vaya, ¿no te llamó y ahora lo vas buscando como una gata en celo? Lo siento. –dijo él, muy sarcástico. No era la primera indirecta que recibía, tenía que controlar su temperamento para no romperle los dientes. Oyó a Gin reír de fondo.

Normalmente Ace era un chico muy educado, con buenos modales, todo el mundo se lo decía. Sorprendía a mucha gente, a su edad no eran muchos los que trataban con tanto respeto a los de su alrededor. Pero eso no significaba que no pudiera tener muy mala leche cuando le tocaban las pelotas.

–Puedo ser su gata en celo, pero al menos no soy su perro abandonado. –dijo el hombre de pelo verde, bebiéndose el último trago de su enésima copa. Si algo había que reconocerle era que tenía mucho aguante… o un alcoholismo extremo.

– ¿No has leído al entrar el cartel de cuidado con el perro? Puede morderte –dijo, perdiendo ya la paciencia. Esto no estaba pagado…

–Aunque no me desagradaría que me mordiera, preferiría ser yo quien lo hiciera. Y más si es ese otro que viste traje, con unas largas patas negras… –Zoro siempre le tenía preparada una respuesta para todo.

Se las ingeniaba no únicamente para dejarle caer que le hubiera gustado acostarse con él, sino para encima decir que prefería a Sanji. Le daba igual lo que ese cabeza de musgo opinara de él, sinceramente tampoco era su tipo, pero haría lo imposible por el cocinero.

–Mira tío, deja de perseguir de una vez a Sanji. Si no te ha llamado no quiere saber nada de ti, no pierdas el tiempo y vete a ligar a otro bar. –tuvo que hacer uso de toda su voluntad para solo hablar y no pegar.

Por muy educado que fuera, con Zoro no lo había sido en ningún momento, y la verdad, ni ganas. Sólo quería echarlo de ahí, que lo dejara en paz, que ni se acercara a Sanji y que siguiera con su vida. Pero ya le habían prohibido pegar a clientes que tuvieran un comportamiento civilizado en el restaurante… aunque fueran unos capullos.

En el Baratie no tenían personal de seguridad, ellos mismos lo eran, podían hacer uso de la violencia siempre que fuera necesario, y él era quien tenía más problemas en el término “necesario”. Ya le había caído más de una bronca de parte del jefe por culpa de no saber controlarse.

– ¿Quieres decir que me limite a fantasear como cierto conformista rabioso? –Zoro se levantó de su taburete – Te diré una cosa, chaval. –Se situó justo en frente de él, dejando su jarra vacía en su mano, con extrema delicadeza –Cuando consiga follármelo, se lo haré a lo perrito, en tu honor. –a la mierda reprimirse, iba a partirle la cara.

– ¡Hijo de puta! –gritó Ace, dejando de lado todo su autocontrol. Arrojó la jarra al suelo y levantó el brazo para propiciarle un buen puñetazo, apuntando directo a su nariz.

–Ace. Suficiente. –una mano frenó su trayectoria a escasos cinco centímetros del rostro sonriente de su rival. Alguien con suficiente fuerza para frenar uno de sus golpes a medio camino una vez había empezado.

En esos momentos, solo había una persona en la sala capaz de eso. Observó la mano con piel oscura que le frenaba.

– ¡Gin suéltame! ¡Has oído como habla de Sanji! –gritó Ace a pleno pulmón. Era de noche, la música estaba alta y las luces bajas, pero todos los clientes se giraron a ver esa escena.

–He oído como te has dejado provocar. Me parece perfecto que defiendas al hijo del jefe, pero no por motivos equivocados. –Gin, des de su lado, mantenía la calma. Su rostro anguloso se veía imperturbable, sus profundas ojeras, su fino bigote y su banda en la frente conseguían hacerle parecer la mar en calma antes de la tormenta. Miraba fijamente al moreno con pecas para intentar hacerle entrar en razón, sereno.

El viejo ya lo había avisado. No iba a pasarle otra pelea provocada por él, sin ningún altercado previo. Se iría a la calle. Trabajaba de cara al público y no podía comportase como una bestia a la mínima que lo provocaban.

Hubo un detalle, que nada tenía que ver con su empleo, que le hizo frenar un momento. “pero no por motivos equivocados”. ¿A qué se refería Gin exactamente? Joder… no podía ser que se hubiera dado cuenta de sus sentimientos hacia Sanji.

Pero con Zoro por ahí tocando las pelotas cada maldita noche, podía ser que lo hubieran notado… y no solo Gin, quizá Patty o Carne… esperaba que no le dijeran nada a Zeff, o peor, a Sanji.

–Vaya, ¿el futuro propietario? Menudo braguetazo entonces –dijo Zoro, riendo, en la misma posición que antes. Desde que le había dejado la jarra a Ace en la mano, la cual se encontraba hecha añicos a su lado, no se había movido ni un ápice.

De pie, enfrente de él, retándolo con su presencia, sonriendo. Su lenguaje corporal hablaba por él. Con las manos en la barra, apoyando todo su peso en ellas, mostrando los músculos bien formados de sus brazos.

Zoro era un poco más bajo que Ace, no mucho más. Podía ver lo fuerte que estaba el camarero gracias a su costumbre de ir semidesnudo, tenía que admitir que esa costumbre le alegraba la vista a cualquiera, pero aun así, no le daba miedo medir fuerzas con él.

Quizá Ace era más fuerte, pero Zoro estaba seguro que él tenía mejor técnica. Y tenía muchas ganas de pelea, cualquiera le valía. Lo que fuera para desahogarse de su día de mierda.

–Y tu Zoro. Te estás pasando, Sanji no es ningún objeto, es un buen chico, a quien se lo debo todo. –Gin había desviado su atención del camarero al caza recompensas, aunque no pensaba soltarle todavía –He frenado a Ace porque has tenido un mal día, y ya te aviso que sólo te lo pasaré por alto esta vez. Tengo que pedirte que te vayas, y si no accedes a hacerlo por las buenas, le quitaré la correa a nuestro perro. –Zoro pareció pensar en las palabras que le soltó su colega.

Le miró confuso un momento, Zoro solo había querido desahogarse, divertirse a costa del pobre camarero enamorado, y lo había hecho de la forma más cruel que sabía. No pensaba eso que había dicho, ni siquiera sabía por qué lo había soltado.

Su cara cambió por completo, pasó de la arrogancia al arrepentimiento, incluso podía verse cierta vergüenza. Su sonrisa había desaparecido, bajó la mirada de los ojos negros de Gin, se sentía demasiado humillado en esos momentos.

–Lo siento. –dijo en un gruñido, dejando unas monedas en la barra y yéndose en ese momento del bar. Había tenido suficiente de ese día, mejor irse a dormir.

Ace le siguió con la mirada hasta que le perdió en la puerta.

–Eres un desagradecido de mierda. –dijo Ace, con un tono algo más bajo que antes, soltándose del agarre de Gin, finalmente. Podía tener miedo de lo que sabía éste, pero su enfado era demasiado grande como para que le importara en esos momentos.

– ¿Ahora que ya no tienes a alguien a quien culpar te desquitas conmigo? Madura, niñato. –dijo Gin, dándole la espalda para volver a su puesto.

Antes, hizo un repaso general a las caras de los clientes de esa noche, que seguían pendientes de ellos. Una sola mirada suya fue suficiente para que entendieran que el espectáculo había terminado.

– ¿Yo? Has oído lo que decía de Sanji y no has hecho nada. Vamos, te he visto echar a patadas a otra gente por mucho menos. –y no mentía. Gin era un tipo bajo y delgaducho, pero eso no significaba que fuera débil.

Era uno de los camareros que más miedo les daba a los clientes. Obviamente, no hacían encuestas para comprobarlo, pero sólo hacía falta ver las expresiones de estos mientras él les atendía.

–Como trato a los clientes es asunto mío. Tú eres el novato, no tienes derecho a juzgar nada. –Gin comprendía perfectamente el enfado de Ace, a él tampoco le había hecho ninguna gracia como había hablado Zoro. Y solo por eso no le arreó un puñetazo a ese crío insolente.

– ¿Tengo que dejar pasar que dejes a un desconocido tratar al hijo del jefe como a una vulgar zorra? –Ace estaba jugando con fuego, la mirada asesina de su compañero se lo decía, pero estaba demasiado cegado por la rabia.

–Conozco a ese hombre de hace años. Si siendo camarero, lo más cercano a un psicólogo de a pie, eres incapaz de ver a través de la gente, replantéatelo. No tengo por qué darte explicaciones. Tómate un descanso. Ahora. –le ordenó Gin. Prefería que saliera a tomar el aire y se calmara de una maldita vez a tener que calmarlo él a golpes, por lo que faltaba muy poco.

–Tú no eres mi jefe. –ladró Ace. No lo era, pero llevaba más tiempo trabajando en el Baratie, por lo que Gin podía mandarle.  

–Mejor vete a casa, no quiero que le pegues la rabia a nadie. –Gin ya estaba harto de sus chiquilladas. Le gustaba trabajar con Ace, le caía muy bien ése chico con un claro problema de temperatura corporal, pero era realmente insoportable cuando se ponía en ese plan.

Ace tiró el trapo que tenía en la mano encima de la barra y se fue sin mediar palabra. Si la decía, seguramente haría algo de lo que se arrepentiría, y no quería perder su trabajo. Tendría que desahogar su ira… y no había sitio mejor que el gimnasio donde practicaba boxeo.

Por suerte, era de los pocos que también abrían por la noche, un veinticuatro horas, y aunque normalmente no se encontraba con ganas al salir del trabajo, ese día lo necesitaba.

Se compadeció de su rival, pobre cabrón sin suerte.

Hicieron falta tres víctimas para calmarlo.

PRESENTE

Eso sucedió hacía dos días, suponía que Zoro había vuelto al día siguiente, como le dijeron que había hecho cada noche desde que entró por primea vez. Tuvo miedo, ya que eso significaba que habría vuelto a coincidir con Sanji… Menos mal que el cocinero nunca se enrollaría con un hombre.

Esa era su suerte y su desgracia…

Le había sorprendido que Zoro  y Gin se llevaran bien, como si se conocieran de hacía tiempo.

Gin era un tipo discreto, nunca se metía con nadie y conseguía pasar desapercibido. Por lo que Ace tenía entendido, al igual que muchos otros camareros, también tenía un pasado turbio. Alguna vez había oído que le apodaban el Hombre Demonio, por su furia desbocada y sus golpes letales.

Podía pasar de calma total a modo pelea a muerte en menos de un segundo, y eso era algo que se desprendía de él. Por eso los que no le conocían le temían, aunque según Ace, era un buen tipo que sabía cómo defenderse.

Un momento. ¿Había dicho que se conocían de hacía años? Eso no podía significar nada bueno… Por lo que sabía de la boca de Sanji y el propio Gin, éste se dedicaba a los atracos a mano armada. Lo detuvieron un par de veces. Antes de empezar él a trabajar ahí, el restaurante fue uno de sus puntos.

Gin y su banda se metieron ahí dentro, pero algo pasó con los camareros, y en especial con Sanji, para cambiar algo dentro de él. Si le preguntabas al camarero, respondía que el rubio le salvó la vida, y si le preguntabas al cocinero, dijo que solo le dio una paliza y le ofreció trabajo.

¿Zoro perteneció a ella? No, imposible. La primera noche que apareció en el restaurante dijo que era policía, incluso se llevó a un tío esposado. Quizá por ahí iba la cosa… o eso esperaba. Si ya no le gustaba que otro tío rondara a su cocinero, menos un delincuente.

Debía concentrarse. Hoy le tocaba el turno de tarde y cena, el rubio había estado por el desayuno y comida en la cocina, así que solo habían coincidido un par de segundos, donde el cocinero desvió su mirada de él.

Realmente le echaba de menos… quizá debería decirle de quedar para ir a tomar algo después de su turno… si quería verlo.

Vió la nota en la barra, “tres cervezas, mesa seis”. Maldito Patty… ese cabrón no cambiaba. Cogió las bebidas de la nevera, las copas del congelador, y se dirigió donde los tres hombres esperaban. Uno de ellos miraba realmente mal a Patty, a saber el rato que llevaban esperando…

Joder, se había portado como un gilipollas con Sanji. Le había recriminado algo sobre lo que él no tenía ningún derecho. Lo había visto cientos de veces ligando con mujeres, alguna vez yéndose con alguna, pocas de éstas. Pero nunca le había molestado tanto como en ese momento.

Debía preparar una buena disculpa… quizá una cena… no, sería demasiado obvio. Invitarle de fiesta junto con sus amigos, o intentar cocinar el unas galletas o algo, con la ayuda de Sabo y sin que Luffy estuviera cerca… no, parecería muy de pareja. ¿Qué haces para disculparte con un amigo de quien estas secretamente enamorado?

–Buenas noches, perdonen la espera. Aquí tienen. –dijo Ace, des de la espalda del hombre que parecía querer clavarle cuchillos a Patty. Prefería evitar verle la cara… empezó a servir.

Vió al hombre sentado justo enfrente de él dar un pequeño salto en su silla. Le había asustado, estaba demasiado concentrado en el camarero que les había atendido. Eso le hizo gracia, pero hizo como si nada.

También tuvo que hacer como si nada cuando vió como ese hombre se giraba y empezaba a pegarle un repaso tras otro a su cuerpo desde encima de su hombro, sin apenas disimulo. Ace casi siempre iba con la camisa desabrochada, si la llevaba, pero esta fue una de las pocas veces que hubiera preferido llevarla abotonada.

–Vaya, ¿pero qué tenemos aquí? –dijo el hombre. Aunque hubiera hablado bajito y fuera un sitio muy concurrido, Ace tenía muy buen oído, se quedó un momento parado ante el comentario. Ahora era él quien estaba asustado.

Miró a sus compañeros, no parecían haber oído lo que dijo el hombre con camisa negra, pero sí habían notado como lo miraba, y se veían realmente incómodos, quizá más que él, y muy sorprendidos. Les costó unos diez segundos intentar disimular su reacción cuando notaron que la atención del camarero estaba en ellos.  

–Tomen un aperitivo, por las molestias. –dijo Ace, dejando ya el platillo encima de la mesa. No eran de esos restaurantes que servían algo de picoteo con la bebida, pero había cogido la costumbre de hacerlo cada vez que servía mesas con Patty.

–Muy amable. –dijo ese hombre, mirándolo a los ojos, con una media sonrisa. Por un momento, solo dos segundos, quedó atrapado en esos iris grises, ese metal que parecía fundirse a cada instante, enmarcados en unas profundas ojeras y una piel morena, más que la suya, aunque se veía algo pálida en estos momentos.

Sacudió un poco su cabeza, volviendo a sus cabales. Tenía que seguir trabajando.

Fue mucho más difícil de lo que había creído. Todo el rato tuvo la sensación de tener unos ojos clavados en él, pero cada vez que se giraba a ver la mesa seis, veía que esos cuatro hombres hablaban tranquilamente entre ellos. Más bien tres hablaban y se reían a carcajada limpia y el otro escuchaba, atento a sus palabras.  

Debían ser imaginaciones suyas…

Tenía que decidir qué hacer con lo de Sanji. Aprovecharía el rato que tenía para comer para mandarle un mensaje. Fue a la sala de descanso, dejó su camisa, ya hacía demasiado calor para él, cogió su sombrero, su teléfono y algo de la nevera para picar. El rubio siempre les apartaba algún postre de los que preparaba para ellos.

Salió a la calle poniéndose el sombrero vaquero naranja, con una carita sonriente y otra triste. Se lo había regalado Luffy hacía mucho tiempo, puede que fuera un poco infantil, pero él le encantaba, y encima era un regalo de su hermanito, así que siempre que podía lo llevaba.

Ace era un alma libre, no le gustaba sentirse como un animal enjaulado, así que casi siempre se tomaba su descanso en la calle, sentado a horcajadas en el suelo, apoyando su espalda en la pared. Miró el pastelito con lujuria y empezó a morderlo, degustándolo suavemente, pensando en el sabor de quien lo había preparado.

Tarta Sacher… deliciosa. Engulló el chocolate, saboreándolo, oliéndolo, preguntándose si la piel de Sanji también olería igual. Se imaginó lamiendo su pecho, sus clavículas, su cuello.

Seguro que la tarta no era ni la mitad de deliciosa. Notó una molestia apretándole el pantalón. Mierda, maldita imaginación hiperactiva… Joder, se había excitado sólo comiendo un poco de tarta. Tenía un problema, no recordaba que se dejara llevar tanto por sus impulsos sexuales, pero la verdad era que llevaba mucho tiempo a pan y agua.

Se acabó de un bocado lo que quedaba. Normalmente disfrutaría un poco más de su comida, o se quedaría dormido en ella debido a su narcolepsia, pero hoy tenía algo que hacer.

Se limpió las manos con un papel y sacó su móvil del bolsillo. Abrió su contacto. SANJI.

¿Qué debía decirle? ¿Cómo podía empezar? “tenemos que hablar” no, demasiado fatalista, “oye, ¿qué tal si quedamos esta noche?” claro, como si no hubiera pasado nada, para que lo mandara a tomar por culo… “Sanji yo… quiero decirte que lo siento, fui un idiota” así sí que parecían una pareja…

–Agh mierda…  –el moreno se estiró el pantalón, todavía no había bajado esa hinchazón, levantó el rostro al cielo y lo tapó con su sombrero, ocultando la cara por simple frustración.

– ¿Mal de amores? –una voz a su lado le sacó de golpe de su escondite. Era el hombre de ojos grises, el que antes le había pegado un par de repasos buenos. Y ahora iba sin nada que lo cubriera… Mal momento para su erección.

–Es solo un amigo. –dijo él, respondiendo aun no sabía por qué. Ése hombre le incomodaba un poco, no podía decir muy claramente la razón. No era que le hubiera dicho nada ni lo hubiera estado mirando fijamente como un acosador. Quizá tenía suerte y conseguía que se le bajara…

–Entonces eso lo hace más fácil. –dijo el hombre, mirándolo apoyado en la pared a su lado. Aunque todo pareciera de lo más normal, Ace no podía evitar sentirse estudiado. En sus ojos no había la mirada de deseo que había visto cuando lo vió por primera vez, ahora parecía calmado e indiferente, pero era una sensación parecida a la del restaurante.

–También es mi jefe. –dijo él, volviendo su cabeza al teléfono. Ace nunca lo había visto como tal, se conocían de mucho antes, pero no iba a decir “también es el tío del que estoy colado” a un desconocido.

–Mientras no te castigue sin cobrar… –respondió. ¿Por qué estaba hablando de eso con él? Ni siquiera sabía su nombre. Joder, le recordaba demasiado a cuando los clientes le contaban sus penas, pero al revés. No le importaba ser su psicólogo de una noche, pero odiaba ser el paciente.

–Disculpa pero, no sé quién eres. –dijo Ace, intentando marcar las distancias.

–Trafalgar Law. –dijo alargándole la mano. Ace la tomó y la utilizó únicamente para ayudar a levantarse. Era un chico educado, pero no pensaba utilizar ese pretexto para una presentación ni para entablar conversación con el tal Law.

Puso sus manos en los bolsillos al darse cuenta que seguía erecto. Solo faltaría que ese desconocido le viera y creyera que estaba así por él.

–Encantado, Law. Perdona pero, ¿quieres algo? Tus amigos siguen dentro. –preguntó el moreno, sin la menor intención de decir su nombre, un poco molesto. No le gustaba sentirse observado de esa forma.

– ¿Tienes fuego? –preguntó el tal Law, en un tono muy provocativo, simulando no haber oído el tono amenazador de Ace.

– ¿Cómo? – ¿ese tipo no había pillador la indirecta que ahora ligaría con él? Parecía que dijera “que caliente me tienes”. Llevaba mucho tiempo sin echar un polvo, sí, pero eso no significaba que fuera a hacerlo con el primer tío que se le cruzara. Aunque su cuerpo se empeñara en demostrar lo contrario, pero eso era por Sanji.

En ese momento, Law sacó un paquete de cigarrillos y se colocó uno en los labios. Cuando volvió a hablar, lo hizo de forma casual, como si nada.

–Fuego. Me he olvidado el mechero. Al ver que estabas fuera pensaba que también fumabas. –el rostro de Ace no podía ser más rojo en ese instante. Iba tan salido que veía cosas donde no las había.

Eso era meter la pata y lo demás eran tonterías… menos mal que no le había mandado a la mierda, y que por fin su sangre estaba saliendo de su entrepierna para dirigirse a su cara.

–Yo… eh… no, no fumo, lo siento. – ¿tan alterado estaba que incluso exageraba con una tontería así? Joder, quería fundirse. Si no fuera más ridículo, volvería a esconderse bajo su sombrero. Y encima, seguía empalmado. Menos que antes, pero todavía se notaba.

–Bueno, será un buen día para dejar de fumar. –dijo volviendo a dejar el cigarro en la cajetilla con sus labios, mirándole a los ojos. –disculpa si te he incomodado, Ace. –seguía con ese tono informal, pero algo llamó otra vez la atención del moreno. Debió ser del susto, pero por fin su miembro había vuelto a la posición de descanso.

– ¿Cómo sabes mi nombre? –preguntó, volviendo a ponerse en guardia. No, no podían ser imaginaciones suyas, Law estaba jugando con él.

–En tu camisa. Aunque esté abierta, depende de cómo te mueves se alcanza a ver el pequeño cartel con tu nombre. –Law estaba apoyado de espaldas a la pared, sin mirarle, jugando con la cajita de tabaco, haciéndola saltar y volviendo a cogerla.

–No la llevo puesta. –dijo, cruzándose de brazos. Ace era ingenuo, mucho, pero no era idiota. Se puso a la defensiva, con ese gesto no sólo pretendía verse amenazante, sino cubrir lo máximo posible su desnudez, fingiendo que eso no le molestaba.

Normalmente poco le importaba eso, era consciente de su atractivo, y no le importaba si otros le miraban, él iba a la suya. No era su problema si alguien deseaba algo que no podía tener. Le jodía, no entendía por qué con ése sujeto era diferente.

–De eso créeme que me he dado cuenta –dijo Law indiferente al ver el gesto del camarero –pero en el bar la llevabas. – y ahora quería evaporarse. Hoy no era su día…

–No, yo… lo siento, soy un idiota impulsivo. –Ace pareció relajarse un poco por fin. Se apoyó a la pared, en la misma postura que el doctor, a un metro de distancia el uno del otro.

–Prueba con un “lo siento, esta noche invito yo”. –dijo Law, siguiendo su ritual con la cajita, mirando como subía y bajaba cada vez que la lanzaba al aire.

– ¿Cómo? –Ace empezaba a sentirse realmente idiota. No pensaba invitar a Law a cenar por un malentendido.

–A tu amigo-jefe. –dijo el médico, cansándose ya de su jueguecito, lanzando una última vez la caja, más alto esta vez. A causa del aire, o eso creía Ace, se le desvió un poco, yendo en su dirección. El camarero la cogió sin esfuerzo a un palmo encima de su cabeza.

–Ah claro… si, quizá haga eso. –le entregó la cajita a Law, éste alargó la mano. ¿Eso eran…?

–Estaré esperándote cuando acabes. –dijo Law, cogiendo el tabaco, sin ni siquiera rozar al chico. Ace estaba absorto en la delgada mano del doctor. Estaba llena de tatuajes, tenía en los dedos y en el reverso, pero sus palabras bastaron para volverlo a la realidad.

– ¿Eh? –preguntó, mirándole a la cara, no muy seguro de qué decir.

–Tu descanso. Con mucho respeto, pero Patty es un pésimo camarero… prefiero dejarte a ti la propina. –Law tomó al fin su tabaco, se lo guardó en el pantalón y volvió a entrar al restaurante, a sentarse con sus amigos. No podría fumar, así que no tenía sentido que estuviese ahí más rato, pensó Ace.

Se sentía como el tío más tonto del mundo… se había tomado todas esas frases como si tuvieran doble sentido. ¿Sería quizá por la falta de sexo? Debía ser eso, ya le había jugado suficientes malas pasadas esa tarde.

Nunca le habían atraído las mujeres, nunca había estado con una. Sólo un beso en el instituto, con Jewelry Bonney, pero rápido vió que eso no era lo que quería. Mientras sus amigos se fijaban en las animadoras, él lo hacía en los deportistas.

Había estado con cinco o seis hombres antes de enamorarse de Sanji, pero fue encontrarlo a él y el mundo desapareció a su alrededor. De eso ya hacía cuatro meses. Quizá sería hora de replanteárselo…

“Pierna negra, lo siento tío, esta noche invito yo”

Le hizo caso a Law. Tampoco se le ocurría nada mejor. Sanji era su jefe, el amigo de su hermano, su amigo, un plato prohibido… y era heterosexual, literalmente adoraba a las mujeres. Nunca se fijaría en él, por muy atractivo que fuera a ojos de otros.

Tengo que olvidarle.

“Ok. Recógeme al salir”

Ace sonrió ante el plan que se le presentaba esa noche, por fin podría hablar con él.

Ya claro, como si pudiera.

Con una sonrisa, volvió al restaurante. Antes de ir a dejar sus cosas, una mano fría le agarró del brazo, le hico estremecerse.

– ¿Cobras, por favor? –dijo Law, en voz muy alta por la poca distancia a la que estaban, mirándole cómplice. Ace levantó la mirada hacia Patty, que se la devolvió con un visible cabreo. Que se joda.

–Claro. –dijo, en dirección al otro.

Parecía ser que el tal Law invitaba, le dejó caer suavemente las monedas en su mano, que en ése momento iba a recoger las copas. Volvió a fijarse en sus tatuajes. DEATH.

–Quédate con el cambio. –el de ojos grises dejó caer la última moneda, volviendo a captar la atención del camarero. Sus amigos le miraban sorprendido. ¿Sería de esos que nunca invitaba?

–Muchas gracias, volved cuando queráis –dijo a modo despedida.

–Te tomo la palabra, Ace. –otra vez ese escalofrió. Pero no, ya había hecho suficiente el ridículo, eran imaginaciones suyas.

Los cuatro se levantaron, tres de ellos empezaron a avanzar, pero uno de ellos se quedó atrás.

– ¿Por cierto, de qué era esa tarta? –le preguntó Law al camarero.

–De chocolate –respondió Ace, un poco confundido. Habían empezado a hablar una vez ya había comido, ¿llevaría más rato fuera y no se daría cuenta?

–Interesante. La próxima vez que venga me gustaría probarla. Se veía que la disfrutabas de verdad. –dijo Law, con una ligera sonrisa. Una ligera y tenebrosa sonrisa. Mierda, ¿lo había notado entonces? El pobre camarero no sabía dónde meterse, estaba rojo como un tomate, y la reacción pareció divertir de sobremanera a ese cliente tan extraño, que, soltando una carcajada, se despidió de él. –Nos vemos pronto, Ace.

Los cuatro hombres salieron por la puerta, solo uno miró atrás, uno muy grande con el pelo blanco, preguntándoles a los otros que les había parecido. ¿Futuros clientes habituales? Quizá. Esperaba que no.

Al camarero le tomó un momento volver a recuperar su respiración. Si, imaginaciones, seguro que era eso. Ya le había pasado antes, era su libido disparada que le hacía ver lo que no era. Y la tarta realmente tenía un aspecto delicioso, seguro que lo decía por eso.

– ¡Maldita sea, Ace! ¡Que te he dicho de ir desnudo por el restaurante! –le gritó Zeff, en el mismo momento que salía de la cocina para hacer su pausa.

– ¡Lo siento jefe! –el moreno, riendo, fue corriendo hacia la sala de descanso a recuperar su camisa. Ya había vuelto a la normalidad, y tenía que volver al trabajo. Encima, tenía un motivo de alegría. ¡Volvía a hablarse con Sanji!

Cuando llegó a la sala, dejó su sombrero sobre la silla y recuperó su camisa, pero al ponérsela, se dio cuenta de algo.

Ése día no llevaba la placa con su nombre.

Notas finales:

Y llegamos al final. 

Como comentó Rosslie el otro día... no podía ser otro que Ace. Adoro esta pareja, aunque no compartan ni una palabra en el manga o anime. 

¿Os habéis fijado en el detalle? Law siempre alardea que una tarde le es suficiente para llevarse a quien sea a la cama... en cambio aquí... ¿qué le habrá pasado? 

Y Ace... pobrecito. Sigue empalmandose a la mínima. No es su culpa, el chocolate es afrodisíaco. ¿Por qué me gustará tanto torturarle así? 

En este capítulo se puede ver el punto de vista de Ace, el porqué de su cabreo, no son únicamente los celos, sino también lo mucho que le gusta a Zoro provocarle. 

Admito que en este capítulo Zoro ha quedado como si fuera un capullo... aunque tampoco me guste, prometo que él no es así. Pero lo he querido mostrar más "real" y hacer lo que mucha gente... pagar sus frustraciones con el primero que encuentra. No lo justifico, tampoco me parece correcto, pero desgraciada mente es lo que pasa.

En el próximo capítulo se explica porqué está en ese estado. 

¡Muchas gracias por leer, nos vemos en dos semanas! 


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