Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Pomance estival por Marbius

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

8.- Fotografías.

 

Julio demostró ser el mes más lluvioso en el Valle de Godric, y con la lluvia vinieron también momentos de aburrimiento mortales para Teddy, que sin la compañía de Harry se volvió un poco hosco tras repetidas tardes de tener que permanecer en interiores y lamentándose que la señal en el televisor fuera pésima con esas condiciones climáticas.

El consejo de Remus para su predicamento fue leer, pero nadie tenía su mismo apetito por los libros, ni siquiera su hijo, y Teddy acabó por fastidiarse de las interminables horas de lectura a las que se veía sometido contra su voluntad.

—Detesto vivir aquí —se lamentó Teddy una tarde, él y Sirius sentados en el porche trasero y aislados del mundo tras una gruesa cortina de agua.

La lluvia era tal en esa época que apenas si se podía vislumbrar a unos cuantos metros de distancia, y los árboles de manzana en la lejanía se veían apenas como sombras desdibujadas.

Snuffles les hacía compañía acostado en la esquina más alejada del porche y parecía ajeno a las quejas de Teddy, pero no era el caso de Sirius, que había escuchado al chico esa misma queja al menos diez veces desde que comenzara el día.

—Podría ser peor —le recordó Sirius—. Podríamos perder la electricidad y entonces además de aburrimiento pasaríamos frío.

Teddy resopló más y se enfurruñó en su tumbona. —Ah, no es justo. Harry se fue de campamento con el tío James, y otros amigos también tienen vacaciones. En cambio yo tengo que quedarme aquí y morir de aburrimiento.

—No sabía que estabas muriendo. ¿Tienes alguna especificación para el funeral?

—Siriuuus —lloriqueó Teddy, y por primera vez tuvo éste una imagen clara del Teddy Lupin que debió haber sido años atrás, pequeño y quejoso como un verdadero crío de brazo que no sabía cómo manejar la frustración de sus deseos.

—Te diré algo —propuso Sirius, que por su parte no había podido imbuirse en el volumen de Doris Lessing que leía y estaba dispuesto a un cambio de actividades—, en el desván encontré un baúl repleto de fotografías que necesito seleccionar y organizar. ¿Quieres ayudarme?

—¿Son fotografías tuyas?

—Mías, de mi familia, aunque en su mayoría del tío Alphard y sus viajes.

—Suena interesante...

—Entonces en marcha.

Subir al desván, bajar el baúl, y desparramar sus contenidos en la mesa de la cocina les tomó buena media hora de su tiempo, así que Sirius preparó bizcochos y té para ambos (el de Teddy con excesiva cantidad de leche), y después se sentó a la mesa para inspeccionar las fotografías.

El tío Alphard al parecer había sido del tipo que conmemoraba cada ocasión con instantáneas del momento, y para bien que había tenido la preocupación de escribir al reverso los nombres por orden de aparición y la fecha exacta, además de la ocasional anotación de su cosecha.

—¿Quién es ‘mi arpi-hermana Walburga el día de su boda’? —Preguntó Teddy examinando su montón, y Sirius sonrió por el comentario.

—Es mi Madre. Ella y el tío Alphard no podían ni verse en la misma habitación sin acabar en pelea, a veces hasta los puños. Discutieron siendo muy jóvenes y por ello tomaron caminos separados en la vida, todo para no volverse a tratar.

—¿Entonces tu tío Alphard era realmente tu tío? —Preguntó Teddy con asombro.

—¿Pensabas que no lo era?

—Mucha gente lo llamaba así. Tío Alphard, y no eran sobrinos de ningún tipo. Pensé que era lo mismo contigo.

—Eh, no. Somos Black por derecho y obligación —dijo Sirius con solemnidad—. Los últimos de una larga estirpe que probablemente termine conmigo y mi hermano.

—Porque eres gay —dijo Teddy con naturalidad—. ¿Tu hermano también?

—Mmm, Regulus es... —Sirius exhaló—. Regulus nunca tuvo demasiado interés en comenzar una relación, fuera mujer, hombre o quimera. Creo que es uno de esos casos peculiares donde el deseo sexual nunca se presenta y por lo tanto morirá soltero y sin arrepentimientos por su elección.

—Oh.

—No le digas a tu papá que te he contado eso. A veces olvido que sólo tienes doce años, y esta charla no es adecuada para ti.

—No diré nada —prometió Teddy, que continuó examinando las pilas de fotografías—. ¿Hay por aquí alguna foto de Regulus?

—Debe de haber... El Tío Alphard nos visitó contadas veces cuando éramos pequeños, pero siempre con su cámara. Nos reconocerás fácilmente porque parecíamos mellizos, excepto quizá por la diferencia de estaturas. Soy casi dos años mayor que Reggie, y le ganaba por media cabeza.

—Deben ser estos dos —dijo Teddy, que volteó la fotografía y leyó—: ‘Mis sobrinos favoritos. Los únicos, de hecho, pero se han ganado su puesto. De izq. a der. Regulus y Sirius, 03 de noviembre de 19XX’.

—Era mi cumpleaños —rememoró Sirius con una sonrisa que le resultó agridulce, y recibió de Teddy la instantánea, donde aparecían ellos dos vestidos con toda la formalidad que Madre les obligaba a soportar cuando se trataba de eventos familiares en los que debían destacar por su porte.

Que para ser su cumpleaños, la sonrisa de Sirius era ligeramente forzada, si acaso un poco menos que eso porque el tío Alphard se había presentado a la fiesta y era quien tomaba la fotografía.

—En verdad se parecen tú y tu hermano —dijo Teddy con admiración y otra fotografía entre manos—. ¿Crees que si yo hubiera tenido más hermanos serían tan parecidos a mí?

—La genética no funciona así, Teddy —dijo Sirius, colocando la fotografía en un montón—. Mi hermano y yo somos como dos gotas de agua salvo pequeñas diferencias, pero Madre y el tío Alphard no podrían haber sido más diferentes en apariencia y personalidad a pesar de ser hermanos. Lo único que compartían eran los ojos grises y el cabello negro que son herencia familiar.

—Mejor eso que la enfermedad de papá —murmuró Teddy, y Sirius experimentó un ramalazo de dolor por él—. A veces me pregunto cómo sería vivir así, y... Me da miedo. El abuelo dice que no tengo nada de qué preocuparme, pero no dejo de pensar cómo se las arreglará papá una vez que me marche para estudiar la universidad.

—Tiene amigos y familia que lo quieren y a los que no les importaría echarle la mano en caso de ser necesario —le recordó Sirius, que deseó incluirse en ambos grupos incluso si el futuro que compartía con Remus todavía era demasiado incierto—. Y ha demostrado poder valerse por su cuenta, ¿no?

—Sí —concedió Teddy—, la verdad es que sí.

Tras un par de minutos en silencio mientras continuaban examinando fotografías y colocándolas en las pilas que le correspondía, Sirius se llevó una grata sorpresa al reconocer una persona en particular sonriéndole desde el papel, y otras dos personas que con toda certeza podía afirmar de quiénes se trataban.

Al voltear el papel, leyó para sí: ‘Los Lupin a su vuelta del hospital: Remus, en brazos el pequeño Teddy y Tonks. 08 de mayo de 20XX.’

—¿Reconoces a alguien? —Preguntó Sirius al darle la fotografía a Teddy, y éste alzó las cejas al recibirla.

—Somos... ¡Wow! Y es el año en que nací. Debo de tener menos de un mes, y esa es la casa de la abuela antes de que la remodelaran...

Con un mayor interés que antes, Teddy siguió revisando las fotografías que acompañaban a esa, y tal como estaba pronosticado aparecieron más de él y su familia.

‘Los Lupin, Tonks y Teddy en la celebración de los primeros cuarenta días.’

‘Teddy Lupin en mameluco rosa porque creían que sería una niña.’

‘Remus Lupin con Teddy en brazos y el peso de la paternidad en sus hombros... y párpados.’

Sirius sonrió con la última fotografía, porque mostraba a Remus con el bebé Teddy en su regazo pero ambos dormían en el sofá, e incluso desde entonces el parecido entre padre e hijo era imposible de pasar por alto.

—Mamá era realmente bonita —dijo Teddy, pues se había quedado absorto con una fotografía en donde ella acunaba al pequeño Teddy en sus brazos y sonreía para la cámara como si nada pudiera hacerla más feliz que su pequeño bebé.

—Lo era —confirmó Sirius—. Realmente bonita.

—Me gustaría haberme parecido un poco más a ella. Así la abuela tendría algo de mamá que ver en mí —murmuró Teddy, y Sirius extendió el brazo y le dio un apretón en la mano.

—Eres su hijo, te apuesto a que no necesita nada más para verla en ti.

Teddy se disculpó unos minutos para ir al sanitario, y Sirius no mencionó nada cuando al volver tenía las pestañas ligeramente húmedas y aspecto de haber llorado. En su lugar preparó más té y bizcochos, y reanudaron la tarea de organizar las fotografías.

Si bien un gran número de instantáneas habían sido tomadas en el Valle de Godric y sin problemas podía reconocer Sirius a un buen número de personas que ahora eran parte de su cotidianeidad diaria, también había un gran número que pertenecían a los viajes de su tío por el mundo, y también a su familia. Fotografías de los Black que seguro el tío Alphard no había tomado, pero que conservaba, y en donde aparecían él y Madre juntos mientras crecían en el viejo Londres.

Por su cuenta tuvo Sirius que lidiar con la sensación de vacío que tenía en el vientre al descubrir que su temible Madre también había sido una cría pequeña, que a juzgar por las fotografías, adoraba sentarse a tomar el té con sus muñecas. «Igual que hizo años después en sus fiestas de té a las que nos obligaba a mí y a Reg asistir», pensó Sirius con amargura, y con todo guardó la foto con el montón que pensaba conservar.

Porque era una tarea larga que requería más de un día de trabajo, Sirius propuso al cabo de unas horas un bien merecido descanso, que coincidió con la pérdida de intensidad de la lluvia y pasó de torrencial a un fino goteo que al menos permitía ver en la distancia.

—Papá ya debe haberse despertado —dijo Teddy, pues se veían luces en la planta baja.

—Debe de estarte buscando.

—Nah —dijo Teddy—. Sabe que estoy aquí.

—¿Le dejaste una nota?

—No, pero ¿dónde más estaría?

Sirius sonrió para sí, pues encontraba un tanto halagador que a pesar de haber mencionado otras amistades y tener permiso de visitarlas, Teddy prefería pasar sus tardes con él.

—En ese caso lo invitaré a cenar. ¿O debería llamarlo desayuno? Da igual, mmm...

Actuando un poco como adolescente que ha conseguido el número de su crush para escribirle cuando le viniera en gana, Sirius sacó su móvil y redactó para Remus un mensaje, que apenas un par de tardes atrás le había compartido su número. Resultaba extraño apenas tenerlo, pero lo cierto es que pasaban tanto tiempo juntos y eran vecinos, que no había sido necesario.

 

SB: Teddy está aquí.

RL: Lo supuse.

SB: ¿Vienes a comer?

SB: Y no lo llamemos desayuno o cena porque me confunde.

SB: ¿Tengo ingredientes para preparar lo que sea que se te antoje?

RL: ... ¿hasta waffles con jarabe de chocolate?

SB: Puedes apostar que sí :)

RL: Ok. Estaré ahí en quince minutos.

 

—Tu papá viene en camino —le informó Sirius a Teddy—, y quiere waffles.

Teddy puso los ojos en blanco. —Papá siempre quiere waffles, ¿sabes?

—No, pero no me importaría que así fuera —murmuró Sirius lo último para sí y procedió a sacar los ingredientes y cocinar la primera tanda.

Remus se presentó en la casa de Sirius trayendo consigo su impermeable, paraguas y botas de caucho, pero incluso así venía ligeramente húmedo por la distancia caminada entre ambas casas, y en preparación tenía Sirius para él una muda de su ropa que Remus aceptó sin queja alguna.

Para cuando Remus bajó vistiendo unos pantalones de ejercicio y una cómoda camiseta de Sirius, éste ya tenía una torre de waffles y estaba listo para comer.

—Tendremos que ir al comedor —se disculpó Sirius, señalando la pila de fotografías que dominaba cada centímetro de la mesa en la cocina.

—Veo que se han divertido sin mí —dijo Remus, que le echó un vistazo a las fotografías y se quedó cautivado por una particular.

—Son la que el tío Alphard tomó alguna vez —dijo Teddy, que moría de ganas por contarle a su papá de los increíbles descubrimientos que habían hecho—. Hay fotos tuyas y de mamá cuando yo era un bebé. Y otras más recientes.

—Hay material de sobra para varios álbumes —dijo Sirius—. Te puedo hacer cuantas copias quieras.

Remus parecía estar sin palabras, así que asintió una vez y siguió a Sirius y a Teddy, que llevaban la vajilla y los waffles en un platón listos para servirse.

A pesar de que eran unos waffles crujientes y con abundante chocolate, Remus comió poco y se mostró más taciturno que de costumbre. Sirius no iba a juzgarlo. La fotografía que había visto él mostraba a su esposa cargando a Teddy bajo la sombra de un árbol, y a juzgar por la intensidad de su sonrisa, era uno de los momentos más felices de su fugaz existencia.

Teddy pareció leer en la atmósfera el pesar de su papá, e hizo lo posible por mejorar su estado de ánimo hablándole de la tarde que había tenido con Sirius y el montón de fotografías interesantes que el tío Alphard había coleccionado no sólo de ellos, sino de los habitantes del Valle de Godric.

—Hay fotos mías y de Harry en una fiesta de cumpleaños. Debe de ser la de Ron, porque todos sus hermanos están ahí, y la tía Molly se ve pues, más delgada que ahora. También más joven.

—Eso no es amable de decir acerca de otra persona, Teddy —le recordó Remus a su hijo, y éste se disculpó.

Con una leve mejora en su estado de ánimo, Remus elogió los waffles de Sirius y comió una ración extra que hizo a éste sonreír. Teddy se encargó de lavar los platos sucios, y Remus aprovechó esos minutos de soledad con Sirius para explicar su comportamiento de antes.

—Esas fotografías... ¿En verdad puedo tener copias?

—Claro que sí. Estoy seguro que al tío Alphard no le habría importado. Todavía no hemos conseguido revisar ni una décima parte, así que no te sorprendas si aparecen más. Al parecer, el tío Alphard en verdad tenía una pasión por la fotografía de la que nadie más estaba al tanto en su magnitud.

—Dora alguna vez me mencionó que había posado para sus fotos, pero nunca llegamos a verlas. Ya me había resignado a sólo tener sus viejas fotografías, y ahora en cambio...

Remus apretó los labios en una fina línea, y fue él quien buscó con su mano la de Sirius, que le dio un apretón y le hizo saber que estaba con él en aquellos momentos tan tristes.

—Lo siento —murmuró Remus, limpiándose el borde de los ojos con el dorso de su mano libre—. Cada año pienso que se volverá menos doloroso pensar en Dora, pero la verdad es que no es así.

—Te entiendo, en serio —dijo Sirius, pensando en el tío Alphard y cómo incluso viviendo en su casa encontraba su ausencia insoportable—. No tienes nada de qué disculparte.

Teddy debió de intuir que no era un buen momento para interrumpirlos, pues casi media hora después lo encontraron Sirius y Remus frente al televisor y satisfecho por haber lavado y guardado los platos.

—Pasa tanto tiempo en tu casa que ya sabe dónde se encuentra todo —dijo Remus con un toque de apuro, pero Sirius lo encontró gracioso y muy de su agrado.

—Teddy debe estar cansado. ¿No quieres ayudarme con las fotografías? —Le propuso a Remus, que no tuvo inconveniente.

—Me encantaría.

Y eso hicieron.

 

El baúl de fotografías del tío Alphard les demoró cerca de una semana, pero ya que se trató de días de lluvia en los que no había nada más interesante por hacer, no Teddy ni Remus le pusieron pegas. Mucho menos cuando Sirius regresó del estudio fotográfico de los Creevey y les entregó copias de sus fotografías y un álbum que había comprado con la intención de que fuera un proyecto para Teddy en sus horas de aburrimiento más agudas.

—También he sacado copias para los Potter de sus fotografías —dijo Sirius, que tenía planeado más tarde ir con Lily a beber el té y sorprenderla.

Al recibir su regalo, Remus lo abrazó y poco le faltó para besarlo en los labios, pero la presencia de Teddy puso un alto a sus acciones, y en cambio Sirius tuvo que conformarse con un guiño y la silente promesa de ‘más tarde, cuando Teddy esté dormido’ que no le importó en lo absoluto.

Costaba creerlo, pero Sirius no habría podido ser más feliz que nunca en ese verano. La presencia de Remus y Teddy en su vida había demostrado ser justo lo que necesitaba, y no podía imaginarse volver a su vida de antes donde su presencia constante no era un elemento diario.

Regulus no paraba de bromear con que Sirius se había lanzado de lleno a la vida familiar, adoptando un crío y un perro en el proceso, y que no tardaría en dar el gran paso para caer en una de sus rodillas y con un anillo intentar desposar a Remus.

Sirius por su parte le riñó aquel comentario, acusando a su hermano de ser un amargado, pero lo cierto es que durante un instante consideró aquel escenario, y tuvo que apartarlo de sus pensamientos porque corría el riesgo de hundirse en la depresión al recordar que sólo tenía programada su estancia en el Valle de Godric hasta el final del verano, y que para entonces él y Remus debían sentarse a charlar y decidir entre los dos si se permitían seguir adelante o renunciaban ahí mismo.

La perspectiva de decirle adiós al hombre que se había ganado un sitio en su corazón con tanta facilidad, y con ello a su hijo y al gigante ejemplar de perro que les acompañaba, ponía siempre a Sirius en el peor de los humores, y porque no quería arruinar (y arruinarles) su velada a los Lupin, apartó aquellos fúnebres pensamientos y se forzó a sonreír.

—No eres honesto, ¿qué pasa? —Leyó al instante Remus su cambio de humor.

Con Teddy en la sala y viendo el televisor, Sirius se le había unido a Remus en la cocina para hacerle compañía a éste mientras horneaba una tanda de galletas de chocolate que planeaba vender entre sus conocidos para ayudarse con los gastos.

Sirius sabía de antemano que Remus tenía un ligero atraso con sus cuentas, y aunque discretamente se había ofrecido a cubrir el importe para ayudarlo, éste había sido amable pero firme al rechazarlo y asegurarle que él podía por sí solo valerse.

—Lo creas o no, no es la primera vez que me he retrasado con las facturas de víveres, y los Patil son tan amables como para permitirse una extensión de tiempo sin recargos —le había hecho saber Remus, por lo que Sirius tuvo que guardarse la billetera y lidiar con la frustración de tener los medios para serle de ayuda y no poder hacerlo para no atentar contra su orgullo.

Pese a los temores que albergaba Sirius de fallarle a Remus como pareja mientras él buscaba soluciones para sus problemas monetarios, Remus le demostró no tener inconveniente para poner en práctica su ingenio y habilidades para capitalizar su talento en forma de delicias horneadas. En ese caso, unas galletas de chocolate que en esos momentos amasaba con maestría en su pequeña cocina.

En palabras de Remus, una de sus mejores recetas y de paso una de las pocas que se negaba a compartir entre amigos y conocidos puesto que era su mejor fuente de ingresos cuando el dinero estaba escaso. Remus además se aseguraba de sólo preparar cantidades reducidas y limitar el número de compra por cabeza para que así todos pudieran comprar su porción y anhelaran la siguiente.

—Te sorprendería el buen trabajo que hacen estas galletas para conseguirme clientes nuevos —dijo Remus dándole los últimos golpes a la masa y con el dorso del brazo apartarse un rizo de la frente—. No en balde requiere medio kilo de chispas de chocolate, pero los paga con creces.

Sirius observó la masa de color caramelo con abundantes chispas de chocolate y la boca se le hizo agua de sólo imaginarse cuán deliciosas podrían estar esas galletas. A diferencia de Remus que tenía en la alacena una dotación personal de chocolate para emergencias, Sirius no tenía tanta predilección para los postres azucarados, excepto últimamente cuando se trataba de aquellos que Remus preparaba, y tenía él la impresión de que esas galletas serían sus favoritas.

Porque beber té y estar de ocioso no iba con él, pronto Sirius se ofreció a ayudar a Remus a preparar galletas colocarlas en una plancha que pronto entró el horno, y con esa misma rapidez se extendió por la casa el increíble aroma a chocolate que resultó casi afrodisiaco.

Teddy no tardó en parar por la cocina, y Remus lo despachó con una galleta y un vaso de leche mientras continuaba metiendo más charolas al horno y satisfecho contaba las bolsas de mercancía que podría vender.

—¿Tienes todavía bolsas sin apartar? Porque me gustaría comprar dos —dijo Sirius, y antes de que Remus abriera la boca para protestar que él no tenía por qué pagar (una costumbre que mantenía desde el primer pay de manzana) o que sólo era una por cliente, agregó—: Seguro que a Regulus también le gustan estas galletas, así que quiero enviarle un paquete.

—Ah, en ese caso te daré dos bolsas —dijo Remus con nerviosismo, que últimamente se ponía así cada vez que de manera indirecta interactuaba con el menor de los hermanos Black—. ¿O crees que mejor serían tres?

Sirius suponía que era una ansiedad justificada desde que le había confirmado a Remus que él y Regulus no mantenían secretos entre sí y que estaba al tanto de la naturaleza de su relación. Desde entonces Remus se preocupaba por las descripciones que Sirius daba de su persona ante su hermano, y en más de una ocasión había admitido entre dientes que quería congraciarse con él antes de su visita al Valle de Godric a finales del verano.

De poco habían servido las reiteradas menciones de Sirius al explicarle a Remus que ya Regulus tenía predilección por él de las historias que le había compartido, porque éste se resistía a creerle y se esforzaba por congraciarse a su manera con el hermano Black menor.

—Si insistes en tres bolsas... Pero pagaré por ellas —dijo Sirius, y Remus chasqueó la lengua con desaprobación.

Incluso si Remus se negaba a aceptar un pago de su parte, Sirius tenía a Teddy de su lado, que pondría el dinero en la billetera de su papá porque estaba al tanto de la delgada línea sobre la que vivían, en donde a veces un par de libras podían marcar la diferencia en su estilo de vida.

—Debo admitir que son las mejores galletas que he probado —dijo Sirius cuando ya estaban sacando la última charola del horno y Remus ya iba a la mitad de empacar las galletas en bolsas de celofán decoradas con una pegatina de su negocio.

Un mes atrás ese detalle no existía, pero Sirius lo había sugerido, y Remus había cobrado un par de favores en la ciudad, consiguiendo así las pegatinas y un par de sellos que conmemoraban oficialmente su negocio. Moony. Que escrito en cursivas y con la silueta de un lobo aullando a la luna habían resultado un éxito para sus últimos pedidos.

—Créelo o no, yo también pienso que son las mejores galletas —concedió Remus con una sonrisa—. Era una vieja receta que encontré en las cosas de mamá, pero le hice modificaciones para incluir otras especias.

—Considéralo tu talento especial —elogió Sirius la facilidad con la que Remus convertía la más sencilla de las recetas en un platillo gourmet, como había demostrado en ocasiones anteriores.

Una vez terminó Remus de hornear y empacar las galletas pasaba de media noche, y Sirius le ayudó a llevar a Teddy a la cama y arroparlo con cuidado.

A su vuelta en la cocina, tenía Remus empacadas y separadas para él cinco bolsas de galletas, y se resistió a tomar el dinero de Sirius a pesar de que éste insistió sin parar.

—No, son un regalo para ti y Regulus —dijo Remus con firmeza, y Sirius tomó nota de pasarle el dinero a Teddy apenas lo viera al día siguiente.

Con la perspectiva de tener la casa sólo para ellos y, al menos en el caso de Sirius, hambriento por más chocolate, se besaron con languidez en la cocina, y no tardó Remus en proponerle subir al dormitorio.

—Incluso puedes quedarte a pasar la noche si quieres —murmuró contra la mejilla de Sirius, y éste asintió con la garganta seca por el deseo.

Haciendo una corta ronda por la casa para apagar luces y cerrar puertas y ventanas, Remus guió a Sirius hasta su recámara, y tras ponerle el pasador a la puerta, se desnudaron mutuamente antes de meterse bajo las mantas y cuerpo a cuerpo se acariciaron hasta el orgasmo.

A su edad, la pasión estaba presente pero sin la urgencia de décadas anteriores.

En el pasado, Sirius habría llegado al orgasmo, y con el mismo aliento huido en pos de una siguiente conquista. En cambio con Remus la necesidad de su cuerpo iba más allá que el roce de sus manos y boca sobre su piel, y tenía la paciencia para inspeccionar cada rincón de su anatomía y tratarlo con la devoción reverencial que merecía.

Suponía él mientras besaba a Remus y conseguía para ambos una segunda erección, se habían encontrado en el punto justo para ser compatibles. Y a juzgar por la manera apaciguada en la que Remus le había demostrado quererlo por su persona y no sólo por lo bien que lo pasaban en la cama, para él también era igual.

—Remus... —Atrajo Sirius la atención de su compañero, y éste le miró con pupilas dilatadas y entregado del todo—. Moony...

Y ya fuera porque lo sentía como nunca y porque necesitaba hacérselo saber a Remus, Sirius no se cortó con sus siguientes tres palabras.

—Yo... Te amo.

 

Sirius se quedó a pasar la noche en la casa Lupin.

Pese a que Sirius no recibió de vuelta las mismas palabras que le había confesado a Remus, éste se negó a dejarlo marchar, y a base de besos y caricias le recordó que la mitad de su cama era suya y que era más que bienvenido a quedarse.

—¿Hablemos en la mañana? —Pidió Remus, y Sirius accedió.

En la ‘mañana’ que para nada sería mañana, lo harían.

 

Absorto en un sueño donde él y Regulus jugaban con ramas de madera fingiendo que eran varitas mágicas y conseguían algunos hechizos, Sirius despertó de pronto con la inminente sensación de ser observado.

Y no estaba en un error.

El soltar su brazo del centro de Remus y apartar la mejilla de su espalda, se topó cara a cara con Teddy, que sonreía de oreja a oreja y tenía aspecto de estar muy satisfecho con su descubrimiento.

—¿Así que mi papá y tú en verdad-...?

—Shhh —le interrumpió Sirius, que no quería tener esa conversación en susurros al lado de Remus—. Tú y yo necesitamos hablar. Nos vemos en dos minutos. En la cocina.

Teddy accedió de lo más remolón, y Sirius rodó hasta quedar de espaldas en la oscura habitación. Su error no había sido dedicarse al sexo con el pestillo puesto, sino levantarse de madrugada por un vaso con agua y olvidar ponerlo de vuelta a su regreso.

Y ahora que el conejo estaba fuera del sombrero quedaba enfrentarse a lo inevitable y hacerlo de la mejor manera, que en su caso sería... ¿Fingir que no había pasado nada o política de honestidad? Porque Teddy ya tenía doce años, no era un crío pequeño al que se le tuviera que proteger de un mundo hostil. De hecho, había demostrado con anterioridad ser un crío tolerante, con entendimiento del mundo y no ciego a las preferencias de su papá, por lo que Sirius creía tener una parte de la guerra ganada.

La otra lo incluía a él, y en donde él y Teddy había formado su propio vínculo de camaradería aparte de Remus. A Sirius le caía bien Teddy, se había encariñado de su persona, y creía que el sentimiento era recíproco, así que mientras se ponía los pantalones y buscaba su camiseta a los pies de la cama, imploraba porque esas impresiones suyas fueran las correctas y en verdad la charla que estaba a punto de ocurrir no terminara de mala manera.

Tras calzarse los zapatos y pasarse la mano por el cabello para arreglárselo un poco («Caray, en verdad debería ir a la peluquería y darme un corte», pensó de pasada), Sirius aspiró hondo en búsqueda de valor y se preparó para salir de la habitación.

El cambio de iluminación en el pasillo era apenas distinto que en la habitación de Remus. En la recámara, las únicas fuentes de luz eran artificiales, como el reloj digital del buró y el móvil cargándose a un lado y emitiendo una leve iridiscencia, y Sirius apreció el contraste. En el cuarto de Remus, la penumbra era total gracias a cortinas gruesas y empapelado en los cristales porque no podía correr ningún riesgo con los rayos ultravioleta, y en cambio el resto de la casa estaba acondicionado para una protección menor, no de tipo santuario sino de una escala menos implacable y por seguridad de Teddy.

En cierto modo, habría podido recordarle a Sirius de Grimmauld Place con su atmósfera tenebrosa y sofocante, pero no era el caso. El hogar de los Lupin en su lugar exudaba calidez y familiaridad, y ello contribuyó a que Sirius venciera parte de sus temores al bajar la escalera y presentarse en la cocina, donde el aroma del té lo inundaba todo.

Frente al fogón, Teddy atendía la tetera hirviendo y servía el agua en dos tazas con bolsitas. Y en un cambio que le causó gracia a Sirius, el niño indicó la mesita de la cocina con apenas dos sitios y le pidió sentarse.

—Tenemos que hablar, Sirius —dijo Teddy con absoluta seriedad, asumiendo un papel adulto que a la vez que impresionante era gracioso, y Sirius luchó por contener su risa, si acaso para no ofenderlo.

Sirius se sentó, y Teddy hizo la clarificación obvia.

—Es acerca de papá. Porque no negarás que estás con él, ¿o sí? Eso hizo su último exnovio y después no duró demasiado en su vida.

Sirius suspiró encima de su taza y el vapor salió esparcido por doquier. —Fue tu papá quien me pidió ser discreto en nuestra relación por tu bien, pero supongo que ya no tiene sentido ahora que lo sabes, ¿uh? —Teddy asintió solemne, y Sirius le imitó—. Bien. Lo que has visto antes en el dormitorio...

—Sólo dormían —dijo Teddy, que por buena gracia al menos omitió que desnudos—. Y los he visto besarse antes. Docenas de veces por lo menos.

Sirius arqueó una ceja, tan alto que corría el riesgo de confundirse con la línea de su cabello.

—No quería decirles que eran tan obvios e incomodarlos —admitió Teddy—, pero ahora que te has quedado a pasar la noche... ¿Van en serio? ¿Ya no es sólo tontear y así?

—¿’Tontear’? —Repitió Sirius, que estaba muy desactualizado con el lenguaje de la juventud—. Mira, tu papá y yo estamos oficialmente juntos dándonos una oportunidad. Pero a nuestro ritmo, y en absoluta discreción porque...

—Por mí, lo sé. Porque papá no quiere que me encariñe demasiado contigo si te marchas al final del verano —dijo Teddy—. Lo escuché todo cuando llamó a la tía Lily y se lo contó. Luego Harry me dijo lo mismo.

—Ah, ya veo.

—¿Te gusta papá? —Preguntó Teddy de improviso, y Sirius se quemó el labio superior con el té—. ¿Al menos hay una oportunidad para ustedes dos?

Nuevamente, Sirius se tuvo que morder la lengua para no hablar de iguales ante Teddy. Que de ser por él, le confesaría las tres palabras que anoche le había dicho a su papá y la falta de respuesta a la que se había visto sometido. Pero no iba a hacerlo. Porque Teddy era un crío, y aunque se mostrara sumamente maduro tratando ese tema, corría el riesgo de lastimarlo si al final de agosto todo fallaba entre Remus y él.

—Teddy...

El niño resopló. —Argh, nadie me quiere decir nada y es tan frustrante. No soy un niño pequeño que tengan que proteger. No me voy a romper.

—No, estoy contigo en esto. Si igual ya estas enterado, creo que tu papá y yo podríamos ser más honestos contigo. Pero el cuánto más depende de él, ¿entiendes? Es su decisión, y los dos debemos acatarla nos guste o no.

—Sí —accedió Teddy de lo más remolón—. ¿Entonces hablarás con él y lo convencerás?

—Él es tu padre y sabe lo que es mejor para ti. No es mi lugar para interferir en su autoridad.

—Si se casan entonces sí... Serías mi otro papá y-...

—Pero nos estamos adelantando demasiado, colega —le puso Sirius un alto a Teddy, que con todo, sonrió—. ¿Qué tal un paso a la vez, uh?

—Vale —accedió Teddy—. Un paso a la vez. ¡Pero insistió que no es suficiente, eh!

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).