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Pomance estival por Marbius

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9.- Cumpleaños.

 

Sirius no estuvo presente en la charla de padre e hijo que Remus y Teddy mantuvieron en su honor, pero dio por sentado que todo salió bien cuando días más tarde el crío continuó actuando como siempre y de pronto su novio no se cortó de besarlo en los labios (aunque siempre manteniendo el pudor) con su hijo en la misma habitación.

Así que juntos habían dado ese importante paso, y fiel a sus costumbres, lo celebró hablando con Regulus al respecto.

—Interesante —fue la respuesta de Regulus después de que por casi diez minutos Sirius le pusiera al tanto de los últimos días y finalizara con un “entonces oficialmente estamos juntos, eso creo, ¿no? ¿A ti qué te parece?” para el que hizo una pausa esperando respuesta.

—¿Te cuento todo esto y tu única contestación es ‘interesante’? No me jodas, Reg —le riñó Sirius a su hermano, y éste se rió de su predicamento.

—Lo siento, es que me ha causado gracia que accediste ir al Valle de Godric porque te estaba costando horrores procesar la muerte del tío Alphard, y a dos meses de tu llegada ya tienes novio, una especie de hijastro, y toda una vida social que jamás conseguiste hacer florecer en Londres. Casi estoy listo para preguntar quién eres tú y por qué precisamente has suplantado al solterón de mi hermano.

—Solterón dice mi hermano pequeño que ni siquiera sale en citas.

—En primera, lo que tú hacías no podían considerarse citas, y en segunda, es por elección propia. En todo caso —se apresuró Regulus a desviar el tema—, felicidades. Se te escucha feliz como... Como nunca en la vida antes, de hecho.

—Estoy... feliz, sí —admitió Sirius, que se había pasado los últimos días con una inquietud constante acerca de lo que Remus podía decidir ahora que Teddy tenía pruebas de su relación.

En el ínterin, le había dolido el estómago peor que cuando sacaba malas notas de comportamiento en el colegio y su madre era notificada, y casi se había temido por parte de Remus una de esas detestables charlas de ‘no-eres-tú-soy-yo’ en donde le haría saber que Teddy iba primero, y que por lo tanto no podían estar juntos. Pero... La charla había ocurrido, y nada había cambiado, excepto por la parte en que Remus se mostraba menos guardado de sus afectos y Teddy estaba de acuerdo sin hacer siquiera una muesca de asco como los críos de su edad hacen cuando sus padres demuestran que son personas que se quieren, no sólo dos seres asexuados llamados mamá y papá.

Aunque en su caso mejor sería llamarlos papá y papá, excepto que... De momento eran papá y Sirius, y por un segundo se perdió Sirius en la fantasía de ser papá #2, o puede que Padre, aunque mejor no porque así había llamado él al suyo y todavía no le perdonaba la paternidad miserable a la que los había sometido a él y a Regulus. Quizá papi sonaba mejor, aunque cursi para un crío que estaba por cumplir trece años y se moriría de vergüenza antes que llamarle con ese apelativo tan pasado de moda. Tal vez él sólo fuera Sirius por siempre, y al presentarlo “mi otro papá”, que le cortó el aliento y por poco le hizo olvidar que estaba a mitad de una llamada con Regulus.

—Apreciaría si no me ignoraras por teléfono —le riñó Regulus, y Sirius se disculpó una vez más.

Luego la conversación tomó un giro cuando Regulus le habló de sus intenciones por pasar en lugar una semana en el Valle de Godric, mejor una quincena para ver por sí mismo lo último del papeleo con la propiedad y de paso conocer con ayuda de Sirius los lugares y las personas de las que se había hecho tan familiar en su estancia.

—¿Estás seguro? —Le retó Sirius a desdecirse—. Recuerda que no hay mucho por hacer aquí salvo leer en las tardes de lluvia, y eso cuando una tormenta no corta el servicio de electricidad y te quedas a oscuras toda la noche.

—Tú has sobrevivido ahí y parecen ser las mejores vacaciones que has tenido en años... —Dijo Regulus, que cambió su tono de voz por otro más enérgico—. Además, Londres se muere en agosto. A nadie le importará si el co-director de la empresa se toma unas vacaciones como es debido.

—No si el director está también de vacaciones desde mayo —dijo Sirius, y los dos compartieron una buena carcajada a través de la línea.

El resto de su charla no versó de nada más que planes para esos días de vacaciones juntos, y en el caso de Regulus, conocer por fin a Remus y a Teddy, de quienes tantas buenas historias y referencias tenía por parte de su hermano.

Por último se dijeron sus adioses, y la llamada terminó.

 

Sirius llevó a Teddy a la piscina una tarde en la que por casualidad no llovió y el clima estuvo propicio para ello, y de regreso pasaron por helados y unas cuantas compras en el supermercado de los Patil. Una tarde de lo más común para ellos dos cuando Remus tenía que pasar las horas diurnas en su casa recluido de los rayos UV, pero no por ello aburrida cuando juntos podía conversar casi como iguales y no había asperezas por el simple hecho de que Sirius estuviera saliendo con el papá de Teddy.

La tarde incluso se volvió mejor cuando Lily los encontró a mitad de camino de su calle y les ofreció acercarlos en su coche.

—De hecho quería invitarlos a la fiesta de cumpleaños de Harry —dijo Lily, que señaló el asiento trasero repleto de parafernalia para la fiesta—. Técnicamente ni él ni James se lo sospechan porque no será exactamente en su cumpleaños.

—¿Cuándo nació Harry? —Preguntó Sirius.

—El treinta y uno de este mes, pero la fiesta será el veintisiete por cuestiones prácticas. Incluso si no es día de escuela, tengo trabajo ese miércoles y no quiero organizar todo y perdérmelo. ¿Irán, verdad?

—¡Claro! —Respondió Teddy.

—No me lo perdería por nada del mundo —dijo Sirius, más sosegado—. ¿Hay algún obsequio en especial que pueda conseguirle a Harry?

Lily tamborileó sus dedos frente al volante. —Creo que Teddy podría serte de mejor ayuda con esa pregunta.

—Bueeeno —se interesó Teddy de sobremanera—. ¿Hay un límite de dinero?

Lily puso su respuesta con un simple chasquido de lengua.

—El dinero no es problema —dijo Sirius, que no tenía inconveniente en lucirse con un regalo caro.

—Oh, claro que lo es —intervino Lily—. James y yo cambiaremos su bicicleta por un modelo más reciente, y eso deberá bastarle como su mejor regalo.

—¿Qué tal una consola? —Ofreció Sirius—. Escuché que salió al mercado un nuevo modelo que-...

—Eso sería tan genial —dijo Teddy, en tanto que Lily puso una mueca.

—Sirius...

—Vale —accedió Sirius—. En ese caso, acepto sugerencias.

—Nada que cueste más de diez libras, por favor —dijo Lily, poniendo un corte abrupto en muchas de las ideas que Sirius pudiera tener—. Así podrá apreciarlo más. Que lo que cuente sea la intención y no el precio.

—Veré qué puedo hacer con ese presupuesto —prometió Sirius, y no mucho después se apearon él y Teddy del automóvil mientras Lily siguió su camino.

—Sólo no le regales ropa —dijo Teddy apenas estuvieron a solas—. Ni tampoco juguetes. A nuestra edad ya no somos críos que juegan con figuras de acción.

—Como usted ordene, Míster Edward Lupin —le chanceó Sirius, que por su parte tomó nota mental de revisar en internet por ideas y precios en línea.

Porque el buen clima parecía estar a punto de llegar a su fin con unas nubes de tormenta acercándose en el horizonte, Sirius pasó a su casa a dejar el maletín con sus ropas de natación y las compras de la tienda de víveres, y acompañó a Teddy a su casa, donde aceptó la invitación de éste para beber una bien merecida taza de té y juntos ver un programa en el televisor que como casero había insistido en reponerles.

Ya fuera el cansancio de las brazadas en la piscina, que el programa le resultó tedioso, que afuera se empezó a escuchar el relajante ruido de la llovizna, o que la taza de té estuvo en su punto, Sirius no tardó en cerrar los ojos y quedarse dormido.

Luego Teddy le cubrió con una manta.

Y horas después, cuando Remus bajó, éste le contempló con absoluta adoración.

—¿Se divirtieron hoy? —Preguntó Remus a su hijo en susurros para no despertar a Sirius, y éste así lo confirmó.

—Fuimos a la piscina, a comer helado, luego por el supermercado a hacer unas compras y lo pasamos genial —dijo Teddy con ojos brillantes.

Que cómo no, le confirmó a Remus una vez más cuánto apreciaba (y puede que mucho más) al hombre que en esos momentos roncaba en su sofá.

 

Pese a las protestas de Remus cuando Sirius lo ofreció, éste de igual manera le dio un pago a Teddy por la ayuda que le proporcionaba durante los días de verano al limpiar la casa del tío Alphard, desechar lo que no servía, y asegurarse de que lo que sí se diferenciara del resto. La presencia de Teddy significó además para Sirius una excusa para no sumirse en la melancolía cada vez que recordaba la ausencia de su tío, y con ello en mente fue que le proporcionó un pequeño salario y su más eterna gratitud por pasar ese tiempo con él en lugar de afuera con sus otros amigos.

—También me divierto aquí contigo, Sirius —le dijo Teddy en una ocasión, que incluso con el cabello lleno de polvo o de cuatro patas revisando dentro de un baúl, siempre se mostró dispuesto a colaborar.

A tiempo terminaron con la casa una semana antes de que el mes llegara a su fin, y sólo entonces se sintió preparado Sirius para escribirle a Regulus e informarle que había concluido las labores que le había llevado de visita al Valle de Godric.

Física y emocionalmente hablando, pues había conseguido limpiar la propiedad y dejar todos los asuntos de su tío en orden, además de él mismo encontrar la paz y resignación que meses atrás no había tenido.

Regulus tuvo para él una contestación sardónica que Sirius no respondió, y no habían pasado ni cinco minutos antes de que su hermano le llamara para cerciorarse de que en verdad estaba bien.

—¿Pero tú qué te crees? No he roto a llorar por tu broma —dijo Sirius con el teléfono en altavoz porque en esos momentos tenía las manos ocupadas en la cocina mientras preparaba dos sándwiches de pollo para él y Teddy, que en esos momentos cortaba unas rebanadas de lechuga y tomate.

—No está de más cerciorarme —replicó Regulus—. Debes saber que salí de una importante junta con banqueros chinos sólo para corroborar que no estabas en la habitación del tío Alphard, tendido bocabajo en su cama y contemplando el significado de la vida.

—El señor Fenwick se llevó la cama a una subasta en Londres —dijo Teddy, antes de percatarse de su intromisión, y después murmuró un quedo ‘lo siento’.

—No pasa nada —le dijo Sirius—. Saluda a Teddy, Reg. Aunque a estas alturas es casi gracioso que ambos saben casi todo del otro y nunca han intercambiado palabra.

—¿Es el famoso Edward Remus Lupin quien se encuentra contigo? —Preguntó Regulus, y Teddy respondió con la misma forma.

—Al habla, señor Regulus Arcturus Black.

—Señor... —Masculló Regulus—. En verdad envejecimos, Siri.

—Habla por ti, hermanito.

—Si eres el mayor, por regla eres más viejo que yo.

Teddy rió, y Sirius resopló. —Mientras conserve mi cabellera intacta de cualquier cabello blanco, me niego a considerarme viejo.

—Lo mismo digo —zanjó Regulus el asunto, y después le habló de los planes que tenía para sus vacaciones en el Valle de Godric y que Sirius prometió poner de su parte para ver realizados.

En sí, Regulus sólo quería dormir y descansar, liberarse de la presión del trabajo y no tener que contestar ninguna llamada de la oficina, y Sirius lo comprendía. Después de las primeras veinticuatro horas en aquella pequeña localidad se había sentido indispuesto a atender necesidades que no fueran las propias y tenía claro que Regulus merecía el mismo trato de cortesía.

—Es una lástima que Regulus no estará para el cumpleaños de Harry —comentó Teddy al enterarse de las fechas en las que el menor de los hermanos Black estaría hospedándose en el Valle de Godric, pero éste le dio una noticia incluso mejor.

—No importa. Mi propio cumpleaños es en agosto, y me gustaría una pequeña fiesta sorpresa... ¿Lo has escuchado, Sirius?

—Fuerte y claro —dijo éste con una media sonrisa—. Pero debo advertirte que tendré que llenar la lista de invitados con mis invitados, así que espero no te moleste conocer rostros nuevos.

—Siempre y cuando tu beau esté presente...

—¿Qué es beau? —Preguntó Teddy, machacando el francés con su pronunciación atroz que nada tenía que ver con la de colegio aprendida por Regulus y Sirius.

—Te explicaré más tarde —respondió Sirius con bochorno, y se apresuró para finalizar aquella llamada—. Muchas gracias, Reg —dijo a su hermano con sarcasmo—. ¿Hablamos más tarde?

—Ok, esperaré tu llamada.

Y después terminaron la comunicación.

Para entonces las cuatro hogazas de pan estaban tostadas a la perfección y Teddy las había cubierto con aderezo antes de colocarles una cama de lechuga, tomate, alfalfa, y unas rodajas casi transparentes de pepino. Sirius había hecho su parte del trabajo al mezclar el pollo asado con un poco de crema para paliar su sequedad. El toque extra lo tenían con agua de sandía que Lily había pasado temprano a dejar a su puerta porque alguien en su consultorio le había regalado tres frutos ya maduros y no había nada más refrescante que esa bebida.

Sentándose a la mesa de la cocina para comer, Sirius respondió a las preguntas que Teddy le hizo de Regulus, interesándose por su cumpleaños y esa fiesta sorpresa que había pedido.

—¿De verdad la organizarás? —Preguntó el chico con una mancha de aderezo en la esquina del labio, y Sirius sonrió para sí mientras le tendía una servilleta con que limpiarse.

En algunos aspectos, Teddy era más maduro que sus doce años de edad y a ratos lo trataba él como un igual, pero bastaba ver la manera un poco desordenada que tenía al comer para recordar que era un niño, próximamente un adolescente con sus altibajos de humor, cambios hormonales y hosquedad, pero de momento era Teddy, el crío con el que se había encariñado y que semana a semana apreciaba cada vez más como familia.

—Ya veremos —fue la respuesta de Sirius—. Técnicamente no será sorpresa si es él quien la pide de antemano, y puede que fiesta sea llevarlo a más de lo que en realidad será, pero... Podría funcionar, ¿no?

—Sería divertido —dijo Teddy, que de pronto frunció levemente el ceño—. Espera... Estaríamos invitados, ¿correcto?, papá y yo...

Sirius ocultó su sonrisa detrás del vaso del que bebía, y después dijo: —No sería una verdadera fiesta si no estuvieran ahí.

En su asiento, Teddy se removió de gusto como Sirius sólo le había visto hacer cuando estaba tan feliz que no podía ocultarlo.

—Uhm, ¿tu hermano Regulus sabe de...? Uh...

En el acto adivinó Sirius de qué se trataba. —¿Tu papá y yo? —Teddy asintió—. Fue el primero en enterarse y dar todo su apoyo.

—Oh... Nunca me quedó claro. ¿Tu hermano también es gay? —Preguntó Teddy, haciendo gala de la inocencia infantil que le permitía esgrimir semejante pregunta sin tomar en consideración ningún otro elemento más que la curiosidad.

Porque era un asunto que su hermano no tenía inconveniente en compartir con el mundo y Teddy tenía la madurez para entenderlo, Sirius decidió no irse por las ramas.

—No, eh, Regulus no se identifica de esa manera.

—Oh. ¿Entonces...?

—Por su naturaleza, Regulus es asexual; y por elección propia, célibe. ¿Entiendes lo que significan esas palabras?

—Sí —asintió Teddy para su sorpresa—. Papá me lo explicó hace tiempo.

—En ese caso, no hay mucho más que decir al respecto —dijo Sirius—. El apellido Black muere con nosotros.

—¿Porque no quieres tener hijos?

—No fue eso lo que dije.

Teddy examinó sus palabras unos segundos, y tras varios parpadeos rápidos y un corto y enérgico asentimiento para sí mismo, quedó conforme con la respuesta.

Después continuaron comiendo, y el tema de conversación, olvidado.

 

—Caradoc Dearborn me ha preguntado con mucho interés por ti en la fila del supermercado —dijo Lily un par de tardes después, Sirius y ella en su salita preparando unas bolsas con dulces para el cumpleaños de Harry apenas dos días después.

—¿Ah sí? —Absorto en la labor que traía entre manos, Sirius apenas si prestó atención.

—En especial si eras soltero... —Continuó Lily sin perder ritmo.

—Oh.

—Por él y por su hermana Melinda. Te has convertido en el nuevo soltero codiciado del Valle de Godric, ¿sabes?

—Lástima que no soy soltero —dijo Sirius, y al alzar la vista descubrió los ojos de Lily mirándole con picardía.

—Eso mismo le dije yo, pero claro, sin mencionar nombres ni nada que pudiera comprometerte.

—Gracias, uhm, Remus prefiere por ahora ser discretos y...

—Entiendo —confirmó Lily unas sospechas que tenía para sí misma—. Sólo creí que debía ponerte en aviso. Caradoc sabe mantener su distancia, pero Melinda Dearborn por otra parte... —Y se enfrascó contándole historias de sus años de colegio, porque habían estado separadas apenas por un par de cursos y sus andanzas eran famosas.

Sirius escuchó esas historias y las aderezó con risas, y se descubrió pensando no por primera vez en lo bien que lo pasaba en compañía de Lily Potter. De hecho, también con su esposo James por su compartido sentido del humor, y ni hablar de Harry de quien también encontraba grata su compañía.

Remus había sido un gran factor en su decisión de permanecer hasta el final del verano en el Valle de Godric, pero no el único. No después de las amistades que había hecho con sus otros vecinos, y también otros residentes que le habían otorgado una inesperada bienvenida a su círculo social.

Era, y por mucho, más de lo que había llegado a imaginar, y lo echaría tanto de menos cuando...

—Te has quedado callado de pronto —interrumpió Lily sus pensamientos, y Sirius encogió un hombro.

—Nada importante. Tan sólo pensaba.

Lily pareció entender que no era un tema en el que quisiera ahondar, y discretamente dirigió su conversación a la fiesta de cumpleaños de Harry, que estaba prospectada a ocurrir sin mayor contratiempo. Sólo James estaba al tanto, y aunque moría por contárselo a Harry, Lily le había advertido de no arruinarlo bajo la amenaza de un divorcio tan fulminante como una gripe en época invernal. Por si acaso, ella le había dado una fecha incorrecta, así que James también se llevaría una sorpresa mayúscula al volver a casa del campamento y descubrir que la fiesta se había adelantado.

—Es una pena que Remus no podrá estar durante gran parte de la fiesta —se lamentó Sirius, puesto que la celebración tendría lugar durante las horas de la tarde y al exterior, lo que limitaba mucho su presencia. El único consuelo es que el festejo se extendería un poco hasta la noche, y sería sólo ese el tiempo que pasaría al lado de su ahijado y amigos.

Lily le miró de reojo. —Es agradable ver que Remus tiene a alguien en su vida que de verdad se preocupa por él.

—¿Lo dices por alguno de sus terribles exes?

—Podría decirlo por todos ellos. Remus nunca tuvo mucha suerte en el amor salvo por Dora, y... Bueno —dijo Lily con la voz tensa antes de aclarársela—. Por una u otra razón sus relaciones románticas no perduran. Aunque en tu caso... —Lily suspiró—. No debería hablar ni meterme en lo que no me importa, ¿eh?

—Puedes hacerlo —dijo Sirius—. Eres una amiga. De Remus, y también mía.

—Es sólo que... —Luchando consigo misma y su tendencia a entrometerse donde no se le llamaba, Lily acabó cediendo a sus impulsos—. Sé que vuelves a Londres en septiembre, y... Eso destrozará a Remus. Él insiste en que no será así, que tiene asumido que lo de ustedes es temporal, pero no le creo.

—Ya, conozco bien el sentimiento.

Apartando la bolsa con caramelos a medio terminar en su regazo, Lily extendió la mano y le dio a Sirius unas palmaditas en el muslo.

—Sé que suena terrible decirlo, pero me alivia que así sea. Significa que Remus no está solo en esto.

—No, solo no —dijo Sirius, que si en verdad desearlo volvió a pensar en la declaración que había hecho noches atrás y que continuaba sin una respuesta. O una reacción. O siquiera tomada en cuenta.

Era como si con decir ‘yo te amo’ Remus hubiera sufrido un acceso de amnesia y no recordara nada, porque su indiferencia era absoluta, y aunque Sirius se había temido con un rechazo absoluto, resultaba mucho más angustioso el limbo en el que se encontraba.

—Hablemos de algo más —propuso Lily, que atribuyó la expresión repentinamente desolada de Sirius a su conversación actual y se propuso cambiarla.

Y porque a él le convenía, Sirius así lo permitió.

 

Bajo la excusa de bajar al centro del Valle de Godric a comprar un par de cosas que le serían imposibles de llevar cargando hasta la calle periférica donde vivían, Sirius y Teddy tomaron prestado el automóvil de Lily para pasar por James y Harry a la parada del autobús en la que esa tarde los iban a recoger.

La verdad era que Lily iba atrasadísima con la decoración, y Marlene McKinnon y Dorcas Meadowes (la famosa pareja de lesbianas en el Valle de Godric de la que tanto Sirius había escuchado mencionar) se ofrecieron a ayudar para que así la anfitriona pudiera darle el toque final a los bocadillos y a la comida.

Sirius también se había prestado a servir de ayuda, pero para él reservó Lily la tarea de ir por su esposo e hijo, y distraerlos por al menos una hora más antes de volver a casa. Ni un minuto antes, y bajo esa consigna era que Sirius manejaba a paso de tortuga y Teddy suplía ideas.

—¿Podríamos parar en la heladería y pedir un cono doble?

—Creo que eso podría arruinarles el apetito para la tarde.

—¿Y si decimos que nos demoramos porque una de las llantas se pinchó?

—Tendríamos que mostrar la extra, y este automóvil no la tiene.

Teddy resopló con fastidio, y un rizo que llevaba largo sobre la frente salió elevado. —Me rindo. Tan sólo di que te aterra a ir más de diez kilómetros por hora y crucemos los dedos porque el tío Prongs y Harry lo crean.

—Ya veremos qué inventar —dijo Sirius, dando vuelta en la calle adecuada y vislumbrando las dos figuras que esperaban por el automóvil—. Algo se nos ocurrirá.

Sólo cuando estuvieron al lado de James y Harry pudieron ver Sirius y Teddy que éste último llevaba el pie derecho vendado, y se sostenía de ese mismo lado con una muleta. Que además Harry trajera consigo una mueca hosca y raspones por el rostro, no hablaba bien de su estado.

—¿Pero qué pasó? —Preguntó Teddy apenas se detuvo el automóvil y rápido abrió la portezuela.

—Oh, ¿Lily está ocupada? —Preguntó James a Sirius, que también se apeó.

—No. Erm, me pidió hacer un par de encargos así que me dejó su coche. ¿Harry está bien?

James se encogió cansado de hombros. —Ha estado mejor. Eso por descontado.

—¿Peleaste con un oso? —Volvió Teddy a la carga, pues su amigo no sólo tenía el pie herido y raspones en el rostro y piel expuesta, sino también algunos moretones y lo que parecía ser el inicio de un ojo amoratado.

—Tuve una pelea —dijo Harry apenas moviendo los labios, y fue James quien explicó mejor el asunto.

—El último día del campamento se lleva a cabo un último partido amistoso. El equipo de Harry ganó por una aplastante mayoría de puntos, y al capitán del otro equipo no le pareció la decisión del árbitro.

—Draco es un pésimo perdedor —dijo Harry, y Sirius recordó haber escuchado ese nombre antes.

Si la memoria no le fallaba, Draco era el hijo de los Malfoy, los dueños de la gaceta que se publicaba en el Valle de Godric semanalmente y era una mezcla de periódico con revista del corazón y también sección de ventas, todo a la vez, y un compañero de año de Harry y Teddy aunque no de grupo por ir en el otro salón. Con todo algunas veces había estado de visita con los Potter, y Sirius lo recordaba igual de delgado que Harry, aunque su opuesto en apariencia con un cabello rubio platinado que de primera impresión sólo podía ser obra del peróxido hasta que se veía que tanto su madre y padre lo tenían igual.

—¡¿Malfoy te golpeó?! —Exclamó Teddy con asombro, y Harry denegó con la cabeza.

—Él no, pero Crabbe y Goyle sí. Los gemelos Weasley intervinieron, y después Flint y Warrington hicieron de las suyas. Para cuando la entrenadora Hooch pudo separarnos ya había varios labios sangrantes y un par de noqueados...

—Wow —se sorprendió Sirius, pues entendía que el rugby podía ser tan agresivo y doloroso como los integrantes de cada equipo lo decidieron, pero eso era llegar a nuevos extremos que no parecían apropiados para críos de doce y trece años.

—Ambos equipos quedaron descalificados de participar en el siguiente torneo —dijo James con un profundo suspiro—, además de una penalización con horas de voluntariado en la comunidad. Pero hey, al menos no tuvimos que llevar a Harry al hospital. Es sólo un esguince, y el resto un par de raspones.

En opinión de Sirius, más que eso considerando que el rostro de Harry se veía desigual, y detrás de sus gafas un ojo era más grande que el otro, pero optó por no darles la contra.

—Gajes del oficio, supongo...

—Al menos te divertiste —dijo Teddy, y mientras ayudaba a subir su equipaje al maletero del coche, Harry le contó del buen derechazo que le había plantado a Montague antes de caer mal sobre su pie.

Con Sirius al volante, James de copiloto y los críos en el asiento de atrás, todavía quedaban buenos cuarenta minutos antes de la hora que Lily les había pedido volver para tener toda la fiesta lista.

—Sirius, ¿no mencionó la tía Lily que pasáramos a la panadería por...?

—¡Pastitas de hojaldre, sí! —Saltó Sirius a la oportunidad, que irían de maravilla con el dip de atún que Marlene y Dorcas habían traído como contribución a la fiesta.

—¿Podrían dejarnos antes en casa? —Pidió James, que tenía toda la pinta de haber experimentado uno de los días más cansados de su vida, y a Sirius le sentó fatal tener que negarse a su petición por un bien mayor.

—No...

—¿No?

—¿Confías en mí, James? —Dijo Sirius en voz baja, y a su lado, James giró el rostro y le miró con interés.

—¿Qué pasa? —Preguntó con un destello de travesura en los ojos, y Sirius le dio la única respuesta que podía ofrecerle en esos momentos.

—Confía en mí. Una parada en la panadería y, erm, puede que otras más en el camino, y harán que volver a casa valga la pena.

Porque al parecer no le quedaba de otra, James accedió.

 

Tras tres paradas (la panadería, una tienda, y después a mitad del camino cuando Teddy fingió interesarse por unas plantas del camino), por fin pasaba de la hora que Lily les había pedido como tiempo para terminar de ponerle los últimos toques a la fiesta, y ya no eran sólo James y Harry los impacientes, sino también Sirius, que se descubrió terrible para fingir normalidad y suspiró con alivio cuando por fin estuvieron estacionados en la entrada de la residencia Potter.

—Pasen primero —ofreció James a sus invitados—. Yo ayudaré a Harry a bajar, y después con su equipaje.

Sirius y Teddy intercambiaron una mirada de pánico.

—No, tío Prongs —se apresuró Teddy a pararse al lado del maletero—. Yo llevaré la maleta de Harry, y Sirius puede ayudarme con la tuya.

—Sí, entren ustedes primero —dijo Sirius, y por fortuna ni James ni Harry encontraron nada extraño en su ofrecimiento, de tal manera en que se acercaron a la casa a paso lento por causa del pie herido y las muletas.

Ni Sirius ni Teddy se apresuraron con el equipaje, y exhalaron un idéntico suspiro cuando al abrirse la puerta James y Harry fueron recibidos bajo el grito de ‘¡Sorpresa!’ que por poco les hizo perder el piso, pero del que se recuperaron con rapidez.

—Definitivamente —murmuró Teddy con la maleta de Harry echada al hombro y mirando hacia la casa—, las fiestas sorpresas no son tan divertidas como yo pensé.

—Cierto. Requieren de demasiada planeación —coincidió Sirius con él, y tras bajar la maleta de James, cerró la cajuela con más fuerza de la necesaria.

Al acercarse a la casa, salió James a darles sendos abrazos, y agradeció las molestias que se habían tomado para mantener el secreto hasta el final.

—¡Harry está contento! —Y luego bajó la voz—. Aunque Lily invitó a los Malfoy... Y apenas se entere que Draco tiene algo que ver en la herida de Harry los mandará a su dormitorio a que hagan las paces.

Teddy puso los ojos en blanco. —No servirá de nada; hoy se reconciliarán, y mañana volverán a estar peleando. Seguro. Así son ellos dos. No saben llevarse bien de tiempo completo porque no está en su naturaleza.

Fuera o no cierto, Sirius al menos agradeció que su intervención en aquella fiesta de cumpleaños ya hubiera terminado, y que al menos de momento pudiera sumarse al grupo de los invitados sin mayor compromiso que sonreír, conversar con los demás, tomar un par de bocadillos y acompañarlos con la limonada que había, y quizá si se sentía generoso, ayudar a Lily en la cocina.

Incluso el fiel acompañante que había hecho en Teddy se ausentó en la planta alta cuando Harry y el resto de sus amigos propusieron al menos jugar unas partidas en su más nueva consola.

«Y mi mejor amigo en esta fiesta me ha dejado solo», pensó Sirius en un momento dado, pues después de Remus era con Teddy con quien más pasaba sus horas libres, y ahora que no lo tenía a su lado se sentía un poco fuera de lugar en la fiesta.

James pareció notar su predicamento y lo invitó a charlar con él y unos amigos suyos de los que conocía ya a la mitad por el tiempo que tenía viviendo en el Valle de Godric, y Sirius volvió a sentirse cómodo en casa de los Potter cuando descubrió que él y Peter Pettigrew tenían puntos en común con los cuales charlar.

No mucho después Lily repartió la comida, y Sirius declinó de aceptar un plato tras ver la hora y comprobar que afuera los últimos rayos del sol estaban por extinguirse, porque esperaba a su alguien especial.

Casi como si Remus pudiera leer su mente, Remus le envió un mensaje al móvil, y con dedos ansiosos se disculpó Sirius de su conversación con Frank Longbottom y lo revisó.

 

RL: Recién desperté. ¿Cómo va todo en la fiesta?

SB: Como en todas las fiestas.

SB: Aunque estoy aburrido sin ti.

 

Remus se demoró unos segundos en responder, y no por primera vez en la semana se sintió Sirius nervioso por la manera en apariencia normal en que lo trataba desde su declaración de amor, pero al mismo tiempo, salpicada con pausas como aquellas en donde dudaba de todo lo que tenían juntos.

 

RL: Ya me estoy cambiando para ir.

RL: Sólo necesito que sea noche del todo para salir.

SB: ¿Te gustaría que fuera por ti?

 

Con una nueva larga pausa entre su mensaje y el siguiente de Remus, Sirius pensó que la respuesta sería no, pero su novio le demostró que podía ser impredecible.

 

RL: Me encantaría.

RL: Ya sabes dónde se encuentra la llave extra.

 

Con una sonrisa que contradecía sus palabras de sentirse apenado por tener que marcharse momentáneamente de la fiesta, Sirius se disculpó con Lily, y ésta le aseguró que no había problema a sabiendas que él y Remus podrían aprovechar esos minutos a solas.

De la manera más discreta posible, Sirius salió por la puerta trasera y cruzó el lote de los Potter y después el suyo hasta el final de aquella larga calle donde la última casa era la de Remus. Un largo tramo que le sirvió para aclarar sus pensamientos, pero lo dejó corto de aliento al reducir una caminata de al menos diez minutos a la mitad.

Para entonces ya había oscurecido del todo, y Remus esperaba por él en su porche y listo para partir.

Excepto que a juzgar por su postura y la rigidez de su cuerpo cuando Sirius subió los escalones y lo besó en los labios, en realidad no tenía ganas de hacerlo.

—Uhm, ¿Sirius?

«Oh, mierda», pensó Sirius, y su expresión debió ser todo un poema, que incluso en la escasa iluminación de la noche, Remus se apresuró a tranquilizarlo.

—Lo siento. No era el tono que quería utilizar contigo. Lo ensayé tantas veces y ahora... —Murmuró lo último para sí, y luego calló. Después dejó escapar el aire de sus pulmones con pesadez, y miró a Sirius directo a los ojos—. Yo también te amo. Era eso lo que quería decirte.

—Oh... —Sirius hundió los hombros—. Vale.

—¿Vale? —Repitió Remus, que de pronto se mostró mortificado—. Uh... No lo decías en serio aquella noche, ¿o sí?, y ahora yo la he cagado y-...

—No, no —le interrumpió Sirius, reduciendo la distancia entre ambos al mínimo al abrazarlo con fuerza alrededor de la cintura—. Claro que te amo. No lo habría dicho si no lo sintiera, pero... Te quedaste callado, y después actuaste como hubieras preferido no escuchar nada. Diox —murmuró Sirius al pegar su mejilla a la de Remus—, en verdad creí que lo había arruinado entre nosotros.

—No, en lo absoluto. Y lo sientes de verdad, ¿correcto?

—Así es. No me atrevería a mentir con algo semejante.

—Bien —exhaló Remus, que abrazado a Sirius no hesitó en dejar caer sus muros—. Porque me habrías roto el corazón si no era cierto.

—No podría ni querría hacer no eso. No voluntariamente, Moony —dijo Sirius, y Remus giró el rostro para unir sus labios en un beso mucho más honesto que el de minutos atrás.

Y aunque después se presentaron con mucho más retraso del que era creíble ante los invitados en la fiesta de la casa de los Potter, poco importó.

Iban tomados de la mano, y ese gesto por sí solo ya era suficiente.

 

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