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Pomance estival por Marbius

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10.- Capitalización.

 

Días después de la fiesta de cumpleaños de Harry y ya en agosto, Sirius se sorprendió cuando al bajar a su sala a mediodía se encontró a Teddy en el sillón y viendo su programa favorito.

Lo que le extraño a Sirius de esa escena no fue toparse a Teddy ahí, que cuando todavía no tenían televisor en su casa era más que común que entrara (con permiso concedido de antemano) para ver sus shows en su volumen respetable. A Sirius no lo importaba, y aunque en un inicio a Remus sí porque lo consideraba excesivo en confianza, después se le pasó. Pero, eso había sido antes de regalarles como casero un televisor, y Sirius encontró curioso que Teddy estuviera ahí y no en su propia casa.

—Buenos días, Sirius —lo saludó Teddy apenas percatarse de su presencia—. Aunque más bien son buenas tardes...

—Buenas tardes a ti también —replicó Sirius, conteniendo un gran bostezo con el dorso de la mano.

La noche anterior él y Remus se habían aprovechado de que Teddy se había retirado temprano a la cama, y después ellos dos habían hecho lo propio con resultados más satisfactorios. Sirius incluso había pensado en quedarse a pasar la noche por sugerencia de Remus, pero tenía trabajo por la mañana y su portátil estaba en casa, así que volvió para enviar rápido sus avances, cumplir en una junta por Skype con el equipo encargado, y después dormirse de cara contra el colchón.

De eso habían pasado apenas unas cuantas horas, muy pocas en opinión de Sirius, pues todavía sentía los párpados pesados y disposición de dormir hasta el próximo milenio, pero se recuperó en tiempo récord al ver a Teddy ahí y con una leve mueca.

—Pensé que irías a casa de Harry a jugar con los nuevos videojuegos que le regalaron en su cumpleaños —dijo Sirius de pasada al dirigirse a la cocina por una bien merecida taza de té negro que lo pusiera en marcha.

Teddy abandonó el televisor y se fue caminando detrás de él como se ve a crías de patos seguir a la madre.

—Y así era —dijo con pesadez—, pero Draco estaba ahí...

—¿El mismo Draco con el que se peleó en el campamento y que contribuyó al esguince de su pie? —Preguntó Sirius, sacando su taza favorita del escurridor y colocándole una bolsita de té.

—Ese mismo —resopló Teddy, que se había colocado frente a la estufa y encendido la tetera por él—. Hicieron las paces en el cumpleaños de Harry, y desde entonces Draco lo visita a diario y sin falta.

—Y a ti Draco Malfoy no te cae bien, ¿es eso? —Corroboró Sirius al recargarse en la encimera y dedicarle a Teddy una mirada burlona.

Poniendo los ojos en blanco, Teddy buscó defenderse. —¡No soy el único! Draco es tan... Ew. Puede ser tan pomposo, siempre hablando de su familia y el dinero que tienen. “Mi padre esto” y “Mi padre aquello” —remedó Teddy la voz altiva y casi grosera que Sirius había escuchado del crío rubio durante la fiesta, y coincidió con Teddy que Malfoy bien se merecía un poco del desprecio que recibía puesto que se lo había ganado a pulso con su actitud.

Con todo, Sirius debía fomentar en Teddy una actitud más tolerante el crío Malfoy, incluso si él a su edad hubiera sido todavía más vocal con su desagrado.

—Harry es libre de tener toda clase de amigos, y quizá el chico Malfoy no sea tan terrible una vez que lo trates más de cerca —aconsejó Sirius, y Teddy se mostró escéptico.

—La única manera de hablar con Draco es mintiendo acerca de mi estatus familiar, y eso es imposible porque somos familia.

Sirius arqueó una ceja. —¿Familia como en... familia?

Teddy torció la esquina de la boca. —Mi abuela Andrómeda es media hermana de la tía Cissy. El abuelo Cygnus la tuvo tarde en la vida con su segunda esposa. La abuela dice que fue todo un escándalo en el Valle de Godric... —Susurró lo último como un secreto.

—Puedo imaginar por qué...

—Ya. Así que Draco habría sido el primo de mamá, y ahora es una especie de tío mío. Por supuesto, es su excusa favorita para elegir los primeros turnos en los juegos de carreras, y siempre recalca que él es el mayor y por lo tanto tengo que respetarlo. ¡Pero es sólo por unos meses! ¡Yo también cumpliré trece pronto!

‘Pronto’ como en abril del siguiente año, pero Sirius pasó de mencionarlo porque Teddy en verdad parecía disgustado, y no quería aguarle aún más la tarde con sus observaciones.

A sabiendas de que la solución inglesa era siempre la mejor en un caso de esos, Sirius sacó otra taza para Teddy, y sin preguntar le sirvió agua caliente cuando la tetera silbó.

Porque el programa de televisión pasó a segundo término, Teddy siguió a Sirius al porche trasero, donde ya nubes de tormenta se arremolinaban en el cielo.

—Ah, otra vez va a llover —dijo Teddy, sentado al lado de Sirius en los escalones que conducían al jardín, y luego de pronto soltó una bomba de épicas proporciones—. ¿Amas a papá?

Sirius se ahogó con el té, y tras recibir unas palmaditas del niño en la espalda, puso su mejor expresión de sorpresa.

—¿Pero cómo-...?

—Escuché a papá hablar con la tía Lily al teléfono. Sé que espiar está mal y todo eso así que ahórrate el regaño, pero... ¿Es verdad entonces?

Ya que ante Teddy ya no se escondían como en un inicio y sólo trataban de ser discretos para no incomodarlo, Sirius optó por sincerarse. Después de todo, Teddy no parecía estar molesto, sólo curioso.

—Sí, así es.

—Genial. Y papá también te ama de vuelta.

—¿También le escuchaste decírselo a tu tía Lily?

—Sí, pero... Papá no es de los que canta, ¿sabes? Dice que su voz no es la adecuada, y que cuando lo hace es porque está muy feliz. Hace años que no lo hacía, y sólo por mamá, pero hace un par de noches lo escuché cantando en voz baja con la radio en la cocina...

—¿Era alguna canción en especial? —Preguntó Sirius, con el pecho doliéndole de buena manera en el pecho.

—Una de The Beatles —dijo Teddy, arrugando la frente para hacer la memoria—. Va algo así... —Y tarareó la tonada finalizando con “love me do” que puso en el rostro de Sirius una amplia sonrisa.

No la más romántica del repertorio de The Beatles, pero sí una que Sirius se sabía de memoria al escucharla en la radio cuando crío, y que ahora de alguna manera le había sido dedicada. O algo así. Porque la simple idea de tener a Remus en su cocina tatareando esa canción en su honor le producía el mismo cosquilleo de sus años de adolescencia a pesar de que por su edad hacía ya más la mitad de su vida que habían pasado.

—Te has sonrojado —dijo Teddy de improviso, y Sirius desvió el rostro.

—Tsk, no pongas a tus mayores en apuros.

Teddy se recargó contra Sirius, poniendo su cabeza contra su hombro. —No olvidaré contárselo a papá. Le contó también a la tía Lily que es una de tus mejores expresiones, aunque no explicó por qué son contadas las ocasiones en que te ha visto así.

—Ni idea, eh.

Pero el calor en las mejillas de Sirius se encendió todavía más al rememorar los instantes que él y Remus habían vivido en la cama con anterioridad, y que probablemente eran la fuente de sus mejores bochornos.

Y ya que Sirius no estaba para contarlo ni Teddy para escucharlo porque era inapropiado por la diferencia de edad y su naturaleza, pronto cambiaron de tema mientras finalizaban sus tazas de té y hacían planes para la tarde que en palabras de Teddy había quedado oficialmente arruinado por cortesía de Draco Malfoy.

 

Paseando por los pasillos del minisúper de los Patil, Sirius se detuvo a la mitad del pasillo para responder el mensaje que recién le había enviado su hermano Regulus.

 

SB: No bromees.

SB: Ya te dije que no es una fiesta sorpresa de cumpleaños si la pides de antemano.

SB: Además, son demasiado trabajo y la sorpresa sería presentarte ante todos porque eres un desconocido para ellos.

 

Regulus no se demoró más que un par de anaqueles en responder.

 

RB: Al menos prepara la cena e invita a los Lupin.

RB: Con eso me doy por bien servido.

RB: Remus puede preparar uno de sus famosos pays de manzana...

 

—Eso me temo —masculló Sirius para sí.

La broma de organizarle a Regulus una fiesta sorpresa durante su estancia en el Valle de Godric había llegado demasiado lejos, y aunque su hermano sólo se lo recordaba para molestarlo (porque de hecho era como él, detestaba las sorpresas hacia su persona), lo cierto es que insistía en la parte de reunir a las dos familias en una cena.

Sirius no tenía ninguna clase de inconveniente en presentar a Remus y a Teddy con Regulus. Estaba seguro que los tres podrían congeniar entre sí a pesar de las diferencias, ahí no radicaba el problema, sino en... La formalidad del evento. O mejor dicho, la significancia del mismo. Porque no se limitaría a ser un “Éste de aquí Reg y ellos son Remus y Teddy” sino más bien un “mi hermano Regulus, mi novio Remus y su hijo Teddy”, situación por el cual no había pasado nunca antes.

Bueno, por la cual nunca había querido pasar antes... La diferencia entre una y otra era obvia y también abismal.

En la década de sus veinte, la aceptación de su homosexualidad todavía no era absoluta, y más veces que no tenía Sirius relaciones secretas o furtivas que entraban también en la categoría de fugaces al no tener mayor duración que un rápido magreo y un orgasmo. Así había pasado sus años de universidad, eludiendo cualquier compromiso romántico y temeroso de tener que explicarle a Madre y Padre por qué la posibilidad de entablar relaciones con una prima lejana para casarse después de su graduación le resultaba de lo más repulsivo.

La segunda mitad de esa década tampoco había sido mejor. Madre había estado detrás de él respirándole en la nuca con el asunto de sentar cabeza y proporcionarle un heredero al apellido Black, y con más seguridad que nunca era que Sirius la había mirado directo a los ojos y dicho:

—Soy gay, Madre.

A lo que ella ni lenta ni perezosa había replicado: —Lo sé desde que eras pequeño, pero eso no te impide cumplir con tus obligaciones, Sirius.

Y después como si nada había continuado revisando su cada vez más retorcido y marchito árbol genealógico en búsqueda de una posible candidata que cumpliera con sus requisitos de pedigrí como nuera.

Obviamente Sirius jamás le había dado el gusto, y a cambio durante sus treintas Madre le había dado la tabarra hasta el final de sus días, incluso en su lecho de muerte y con su último aliento insistiendo que o se casaba o correría el riesgo de arruinar su estirpe -como si el incesto constante no lo hubiera hecho ya con anterioridad. Y fuera o no cierto, a Sirius le importaba una mierda.

Sin más familia que Regulus o el tío Black (e incluso éste último ya había emprendido la marcha), Sirius se había pasado el último par de años viviendo su vida abiertamente como deseara hacerlo al menos desde una década atrás.

“Más vale tarde que nunca” se repetía con insistencia, y por la mayor parte así era, pero ahora que estaba sobre la mesa la posibilidad de presentar a su pareja frente a su familia, las manos le sudaban y experimentaba de manera irremediable un leve vahído. Sirius se había reñido a sí mismo por esas reacciones de mujer Victoriana que poco iban con su persona y apariencia, pero no podía evitarlo.

En el pasado Regulus había conocido a un buen número de sus conquistas. Cómo no, cuando éstas bajaban temprano en la mañana con aspecto de haber pasado buena noche, y se encontraban a su hermano bebiendo café en la cocina y leyendo el periódico como si nada. Y ni una sola vez había reñido a Sirius por su incapacidad para mantener relaciones de largo plazo y conformarse sólo con compañía ocasional.

En más de una vez le había dicho de pasada que ya llegaría su turno para encontrar el amor, y ahora que por fin había ocurrido, Sirius estaba nervioso.

¡Al cuerno con eso! Estaba que se cagaba del miedo, y Sirius Orion Black no iba a dejarse amedrentar por algo tan simple como presentar a los dos (tres con Teddy) hombres más importantes de su vida entre sí y esperar que al menos se cayeran bien.

—¿Sirius? —Atrajo precisamente Teddy su atención al aparecer frente a su carrito de compra con una caja de cereal de chocolate y una sonrisa que indicaba su deseo.

—Ponla en el carrito —le indicó Sirius, que continuaba con el móvil en la mano y los nervios a flor de piel.

 

SB: Sé que en realidad prefieres pasar un cumpleaños tranquilo.

SB: ¿Por qué no olvidamos lo de la fiesta sorpresa y hacemos una cena para cuatro?

RB: Me encantaría.

RB: Estoy por entrar a una junta. Más tarde te paso los datos de mi salida.

SB: Ok. Y no olvides pedir algún platillo en específico si así lo quieres.

SB: El pay de manzana está asegurado.

 

Su mensaje apareció como leído, y al menos de momento volvió Sirius a respirar con normalidad.

—¿Todo está bien? —Preguntó Teddy con cautela, y Sirius relajó el rostro.

—Tan sólo hablaba con mi hermano.

—¿Sobre la fiesta sorpresa?

—Ya no será fiesta sorpresa, sino cena para cuatro. ¿Crees que a tu papá le importaría preparar un pay de manzana para el cumpleaños de Regulus? Es lo único de lo que ha hablado por semanas.

—Estará feliz de hacerlo —respondió Teddy, que pronto pareció comprender—. Espera... ¿Significa eso que estamos invitados?

—Sí, así es —replicó Sirius, y después agregó para sí «sólo familia», a sabiendas de que en su fuero interno así era.

Exclusivamente su familia, con su hermano, su novio, y el hijo de éste que consideraba ya casi como propio.

—Será genial —resumió Teddy por ambos—. Lo pasaremos muy bien.

Y su pronóstico fue más que acertado.

 

—Oh, debo decir que será algo nuevo para mí —dijo Remus cuando más tarde se presentó en casa de Sirius y éste le pidió unírseles él y Teddy durante el cumpleaños de Regulus en diez días más.

—¿Qué, asistir a una cena de cumpleaños? —Inquirió Sirius, él y Remus acurrucados en el sofá y aprovechando que Teddy estaba afuera jugando con Snuffles.

—No, la parte donde, erm, conozco a la familia de mi novio. Bueno, algo así —agregó con un ligero tono burlón, y Sirius escuchó asombrado una corta historia de Remus y un novio que había mantenido en secreto por tres meses poco después del quinto cumpleaños de Teddy.

En resumen, Remus había estado saliendo con un tipo llamado Edgar Bones que llegó al Valle de Godric como maestro suplente de deportes en Hogwarts. Se habían conocido por medio de Teddy, y comenzado una relación que se mantuvo en bajo perfil bajo el pretexto de ver cómo marchaba. A Remus no le había importado hacerlo así, pero la relación se había hundido de pique cuando Remus se lo había topado durante un festival nocturno de la mano de su esposa y en compañía de las tres hijas que tenía con ésta, y que próximamente se mudarían con él para acompañarle.

—Si será cabrón —gruñó Sirius al revelarse el gran final, y acostado entre sus piernas y con la espalda contra su pecho, Remus se encogió de hombros.

—Mejor enterarme así. Mató cualquier sentimiento que pudiera albergar por él en un santiamén. Después no fue tan terrible encontrármelo por la calle con su familia, y tengo sospechas que Albus Dumbledore estuvo al tanto de lo ocurrido, porque no le renovó el contrato de empleo en la escuela y al año siguiente se marchó de la ciudad.

—Incluso así —le abrazó más fuerte Sirius con las manos entrelazadas sobre su estómago—, lo siento. No merecías eso.

—Estoy bien ahora —respondió Remus, mirando por encima de su hombro—. La espera valió la pena.

—¿Por fin el sapo se convirtió en príncipe después del beso? —Bromeó Sirius, y Remus le pellizcó el brazo.

—Cállate. Tú siempre fuiste un príncipe, señor cabellos de ébano y ojos tormentosos.

—¿Ojos tormentosos? Wow, lo anotaré en mi lista de halagos favoritos.

—Bah —le riñó Remus, pero se giró en su regazo para plantarle un beso que hacía promesas para más tarde, una vez que fuera la hora adecuada y Teddy estuviera dormido.

 —Remus... —Dijo Sirius con intenciones de ser claro y no irse con medias tintas—. Es mi primera vez.

Remus arqueó una ceja. —¿A qué te refieres?

—Yo... Nunca antes... Es la primera vez que presentó a alguien ante mi familia.

El arco en la ceja de Remus se intensificó. —¿Alguien?

—Alguien con quien vaya en serio. Una pareja. Puede que Regulus decida tener su mejor comportamiento, pero si hace algún comentario idiota no se lo tomes en cuenta; va dirigido a mí, no hacia ti.

—¿Algo como...?

—Puede que me llame madre substituta del año un par de veces —dijo Sirius, y Remus soltó una bien sentida carcajada.

—¿Qué, por cuidar a Teddy?

—Puede que le haya mencionado el tiempo que pasamos juntos y lo mucho que me he encariñado con él. Siendo que alguna vez juré no tener hijos y dejar que el apellido Black muriera conmigo...

Pese a su esfuerzo por contener aquella sonrisa, Remus preguntó: —¿Entonces consideras a Teddy una especie de hijo?

—Uhm, sí. ¿Te molesta?

Remus se tomó unos segundos de reflexión antes de responder. —No, considerando que la mayoría de mis relaciones terminaron porque mis parejas consideraban a mi hijo no como una parte de mí sino como un extra molesto del que no podían deshacerse porque Dora no estaba más en el mapa... —Remus se recostó contra el pecho de Sirius y apoyó la mejilla a la altura de su corazón—. No imaginas cuánto significa para mí el tiempo que pasas con él.

—Es un placer —le aseguró Sirius, y era verdad.

—Lo sé —dijo Remus en apenas un murmullo—, te creo, y...

—¿Y?

—Nada —dijo Remus, con un tono de voz que dejaba entrever que no era así, pero Sirius había aprendido a ser discreto, a no presionarlo, y en honor a sus distintas necesidades, no lo presionó para hablar.

En su lugar, disfrutó el momento, que en el aquí y el ahora, era simplemente perfecto.

 

Sirius asistió a una segunda fiesta de cumpleaños durante su estancia en el Valle de Godric, y esta vez la festejada fue la hija más pequeña del clan Weasley, la tierna Ginny que se sonrojaba hasta tener el rostro tan rojo como su cabello cada vez que veía a Harry a una distancia menor a cinco metros.

—Está enamorada de él desde que somos pequeños —le explicó Teddy, ya que era él a quien Molly y Arthur Weasley habían invitado a la fiesta en primer lugar, y Sirius estaba ahí llenando un hueco doble como invitado secundario y encargado del niño en vista de que todavía había sol en el firmamento y Remus no podía acudir.

—¿Y a Harry le gusta de vuelta? —Preguntó Sirius. Nada mejor que los cotilleos entre críos para pasar el rato en una fiesta repleta de invitados a quienes no conocía muy bien.

—Harry ni siquiera lo sospecha. Hemos hecho apuestas de cuánto tiempo le demorará enterarse. Yo digo que treinta años, si no es que más...

—Bueno, Harry puede ser un poco despistado, pero habría que darle el beneficio de la duda...

La verdad es que Sirius era capaz de apreciar mucho más de lo que podía ver Teddy, y para él era más que obvio que ahora que el chico Malfoy estaba en buenos términos con Harry después de su pelea, éste hacía lo imposible por impedir que Ginny se les acercara. Suponía Sirius que Draco podía ser posesivo de la compañía de Harry, aunque a juzgar por la insistencia que tenía en tomarle de la mano y no despegarse de su lado, quizá podría ser algo más en un par de años.

Con todo, Sirius determinó que no era asunto suyo y por lo tanto no compartiría con Teddy sus observaciones, así que tras asegurarle que él estaba bien sin su compañía y que fuera a jugar con sus amigos, se quedó a solas en el jardín de los Weasley y preguntándose cuánto más tendría que esperar hasta el anochecer, y con ello, la llegada de Remus.

Con un vaso de ponche en un mano y deseos de sociabilizar, Sirius buscó con la mirada a James o Lily, pero el primero estaba improvisando un juego de rugby con los hermanos de Molly y repartiendo a sus sobrinos en dos equipos (Sirius prefería ahorrarse la vergüenza de declarar que no conocía ni las reglas del deporte), y la segunda estaba en la cocina ayudando a repartir las rebanadas de pastel (Sirius prefería no ensuciarse con betún), así que optó por su mejor opción: Conocer a alguien nuevo.

Sirius entonces no hesitó a acercarse al primer invitado que encontró a solas, e intercambió saludos.

—Hola, soy Sirius —dijo extendiendo su mano derecha, y el hombre frente a él hizo lo propio.

—Kingsley Shacklebolt, mucho gusto.

—¿Y cuál de los críos aquí es tu hijo?

—Ninguno —dijo el hombre haciendo gala de buen humor—. Soy amigo de Arthur en la oficina y me invitó a venir y comer de la deliciosa comida que Molly preparar. ¿Probaste sus rollitos de pepino y queso?

Sirius hizo un sonido de apreciación que dejaba bien en claro su respuesta. —Deliciosos, sí.

—Tengo entendido que eres nuevo en el Valle de Godric —dijo Kingsley, y Sirius aprovechó la oportunidad para presentarse mejor.

—Mi tío Alphard murió temprano este año y vine de vacaciones para arreglar sus asuntos. Me quedé un poco más de tiempo porque...

Kingsley hizo un asentimiento. —He escuchado las novedades. —Y luego para no dejar duda alguna—. ¿Vendrá Remus a la fiesta?

—Más tarde. Menos mal que ya pasamos el solsticio de verano y los días se vuelven más y más cortos. ¿Lo conoces de algo, por cierto?

Luego de varios exes que Remus le había mencionado de su pasado, Sirius tuvo por un momento el levísimo temor de que su interlocutor fuera uno de ellos. Después de todo, Kingsley era alto y fornido, con una brillante piel oscura e indudable atractivo que quedaba de manifiesto con una arracada dorada en la oreja que le sentaba de mil maravillas. De no tener a Remus, Sirius incluso habría considerado interesante flirtear con el hombre frente a él y probar sus oportunidades.

—Su esposa y yo solíamos trabajar juntos en el departamento de policía. Fue ahí donde nos conocimos, y después ella me presentó a Remus cuando comenzaron a salir. Fue una pena lo de Tonks en verdad —dijo Kingsley con pena—, Teddy era demasiado pequeño para perder a su madre de esa manera.

—Al menos tenía a Remus a su lado para cuidarlo.

—Y ha hecho un excelente trabajo —coincidió Kingsley con solemnidad—. Los Tonks habrían hecho hasta lo imposible para pelear por Teddy en caso de que no fuera así, pero como siempre, Remus demostró estar a la altura y salir adelante.

—¿Siguen siendo amigos ustedes dos?

—Sí, pero no nos frecuentamos tanto como antes. Será agradable saludarlo hoy si viene, y de paso podría preguntarle si está aceptando pedidos de su pan de arándonos y avena. ¿Lo has probado?

Sirius se sonrió y asintió, cerciorándose así que Kingsley tenía fascinación por la buena comida y un paladar adecuado para apreciarla como era debido.

—No dejo de insistirle a Remus que debería considerar una pequeña inversión y abrir una panadería gourmet —dijo Kingsley con todo convencimiento—. Su servicio actual está bien, pero su producción es limitada y las entregas reducidas. Incluso podría aumentar los precios para cubrir los nuevos costes y la gente aquí compraría sus panes y dulces por igual, ¿sabes? Sospecho que Remus no está del todo seguro de sus habilidades y que cree que las personas los compran por su condición, por lástima y caridad, pero nada más lejos de la realidad. En verdad tiene un don para la pastelería.

—Lo sé —coincidió Sirius, que no podía estar más de acuerdo con Kingsley en ese aspecto.

De hecho, Sirius ya lo había pensado con anterioridad aunque no a ese detalle.

Desde su llegada al Valle de Godric y que colgara en la verja de la casa las manzanas sobrantes de su jardín, Sirius se había percatado del talento innato con el que Remus horneaba toda clase de delicias sin limitarse a un solo tipo, pues ya fueran pasteles, pays, galletas, panes, bizcochos, o lo que sea de lo que estuviera humor para cocinar, el resultado final siempre era el mismo: Una delicia para la cual sólo una mordida no bastaba.

En su papel de novio, Sirius había recibido de Remus más de sus postres de los que consideraba apropiado de manera gratuita, pero aunque le entrega a Teddy el dinero a escondidas con las instrucciones de colocarlo en su billetera poco a poco para que no hubiera sospechas, estaba seguro de que no había cubierto ni una cuarta parte del pago real.

En Londres, y con esa sazón, Remus podría abrir un exitoso negocio en la parte turística y hacerse antes del año de un nombre y una segunda locación. Con toda probabilidad, al lustro tendría una cadena, y para la década sucursales en toda Gran Bretaña, pero... De momento las circunstancias no le habían sido propicias.

En el Valle de Godric, Remus trabajaba con los ingredientes que podía conseguir y horneaba cuanto podía, pero cobraba poco y muchas veces regalaba producto a familia y amigos, que por desgracia eran la mayoría, y se resistía a cualquier pago cuando ya había decidido que era un regalo. De esa manera sus ganancias eran mínimas, y tenía la sospecha Sirius de que incluso si los precios del material o el gas subían, Remus no se atrevería a hacer un cobro mayor. Lo cual era una pena total, considerando que de quererlo, Remus podría llevar un negocio exitoso con sus habilidades.

—Quizá algún día Remus abra su propia tienda —dijo Kingsley, interrumpiendo los pensamientos de Sirius y al parecer también leyéndolos, pues era justo lo que éste tenía en mente en ese preciso segundo—. Estoy seguro de que sería un éxito instantáneo.

—Probablemente —coincidió Sirius con él, y la conversación pronto derivó en otros tópicos.

Tras hacer un nuevo amigo en el Valle de Godric, Sirius después ayudó a Lily a repartir la comida de la fiesta y se sumó a una mesa con otros padres de los invitados para hablar de todo y nada. Más que nada, quienes recién lo conocían preguntaban qué hacía ahí, cómo era Londres, y cuánto tiempo más tenía intenciones de quedarse. Las preguntas eran ligeramente diferentes cuando resultaba que la otra persona conocía a Remus y estaba al tanto del secreto a voces que era su relación, y Sirius lo sobrellevó sin problemas al encontrarse sólo sonrisas y buena voluntad, pero sobre todo tolerancia.

A la llegada del anochecer y con los críos divirtiéndose en una sesión improvisada de astronomía (estaba nublado en parches, y se podían ver unas cuantas porciones de cielo estrellado y límpido), se presentó Remus trayendo consigo varias cajas con bollos que entregó a Molly y de los cuales se resistió a recibir pago alegando que era un obsequio para la cumpleañera, que se abrazó a él y le dio las gracias.

Sirius frunció el ceño porque había estado presente la noche anterior mientras Remus horneaba sin parar y al mismo tiempo preparaba el glaseado, y su renuencia a aceptar un pago justo era lo que lo pondría a fin de mes en apuros para pagar la factura de la luz.

—Aquí estás —se acercó Remus a él después de entregar su mercancía, y le dio un discreto beso en la mejilla—. ¿Y Teddy?

—Debe estar con los Prewett viendo las estrellas —dijo Sirius—. No sabía que los bollos de anoche eran para Molly, por cierto.

—Oh sí, los pidió desde meses atrás. Sabía que estaría muy ocupada con la fiesta como para hacerlos ella misma, así que me ofrecí.

—Ya veo, ¿entonces eran un regalo?

—No. Molly quiso pagarlos, pero no sentí que fuera lo correcto, ¿sabes? Es una vieja amiga, y me ayudó tanto con Teddy años atrás... Sólo podía corresponderle el favor.

—Remus, uhm... —Sirius resopló, y porque no tenía deseos de arruinar su buen humor o el de Remus durante la fiesta, se prometió abordar el tema de su negocio más tarde—. ¿Quieres algo de beber?

—Me encantaría.

Y tomados de la mano, se dirigieron a la cocina por ponche.

 

—... una tienda, con dos vitrinas enormes para colocar los productos más populares y las ofertas del día. Uno de esos sitios pintorescos que además ofrezca un sitio donde sentarse y una mesita tipo parisina; no una cafetería, sólo té y café que el mismo cliente se prepararía, como un servicio extra y sin costo. De inicio serían uno o dos empleados más, pero eso se vería más adelante. Y ya imagino la decoración del sitio, con cortinas de color-...

—Sirius —interrumpió Regulus la verborrea con la que su hermano lo había mantenido conectado al teléfono por la última hora cuando en realidad su llamada había sido para hablar de unas acciones que la compañía tenía en el mercado petrolero—. Aunque muy interesante tu charla de esa panadería con cafetería adosada... No me importa. ¿Por qué caray me estás hablando de montar un negocio de ese tipo cuando lo único que sabes preparar bien es el té y un par de recetas que sería el colmo que arruinaras?

—No, yo no la montaría, es para Remus.

—¿Remus va a montar una cafetería?

Sirius resopló. —¿Es que no escuchaste nada de lo que dije? Es una panadería, y la sección de cafetería es sólo un área diminuta para que los clientes que así lo prefieran puedan quedarse a comer su compra con un café de cortesía. No es tan difícil de comprender, caray...

—La parte que no me queda clara es qué pintas tú en todo esto.

—Capitalista inversor mayoritario, por supuesto.

—¿Entonces le darías el dinero?

—Más bien...

—¿Se lo prestarías?

—Es que...

—¡Por Diox, Sirius! Habla como es debido. A diferencia de ti, yo estoy en la oficina y tengo una junta a las once. Ve al grano de una vez.

—Vale... Remus no ha dicho nada, y la idea vino de un tipo que recién conocí en la fiesta de los Weasley, ¿recuerdas? Los pelirrojos.

—Sí, ya los has mencionado antes.

—Ok. Kingsley, así se llama él, me señaló lo que ya antes había pensado yo: Que Remus tiene talente con el horno y que podría conseguir montar un negocio exitoso a pesar de sus limitantes. Sería una fuente de ingresos excelente, y podría enviar a Teddy a la universidad sin problemas. Lo hablé con Lily porque seguro James no podría guardar el secreto, pero ella está por partes iguales indecisa si es o no una buena idea.

—¿Por qué no? He recibido por correo las galletas de chocolate que ha hecho, y déjame decirte que son las mejores que alguna vez haya probado, e incluyo en esa categoría a aquella niñera que estuvo con nosotros antes de que nos marcháramos al colegio.

—Porque Remus no aceptaría el dinero así como así. Puede llegar a ser demasiado orgulloso sin proponérselo, y por su enfermedad se niega a aceptar caridad.

—Comprensible.

—No le des la razón, Reg —se lamentó Sirius por la falta de apoyo en su propio hermano—. Si le pregunté a Lily por un consejo no es si se trata de una buena idea, sino de cómo realizarla sin ofender a Remus.

—¿Y a qué conclusión llegaron juntos?

—Que no es viable. En el mejor de los casos, Remus se niega a aceptar el dinero incluso si le permito pagármelo de vuelta y con intereses, que claro me niego a aceptar por principio porque es mi novio y... Admitámoslo, tengo tanto dinero en el banco que ni un préstamo de un millón de libras le haría mella a la fortuna Black que me tocó-...

—Tú siempre tan modesto.

—... o en el peor de los casos lo toma de la manera más terrible y termina conmigo —finalizó Sirius con una profunda exhalación que dejaba en claro su suplicio—. En verdad necesito tu consejo en esto, Reg. Tú eres bueno durante las negociaciones.

—Contra empresarios ansiosos por tener dinero y poder, no contra alguien que todavía no conozco y que por lo que me cuentas no está dispuesto a recibir más ayuda de la que está dispuesto a aceptar por orgullo.

—Jo...

—Estás solo en esto, hermano.

—Eso me temía.

—Pero... —Se atrevió Regulus a otorgarle el único atisbo de esperanza—. No pierdes nada con intentarlo. Tú lo has dicho antes: No es por él que Remus intenta conseguir ingresos extra, sino por Teddy. Apela a su amor paterno y tendrás una oportunidad. Quizá.

—Eso espero...

Y en verdad, Sirius cruzaba los dedos por ello.

 

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