‘Su querido servidor Anti-Love le recuerda que hoy es un día agradable para tomar un café en la autocompañía. No hay nada mejor como disfrutar de un delicioso desayuno con el cantar de los pájaros de fondo y sin ninguna voz molesta que perturbe el silencio de la tranquila soledad de su mansión.
Recuerde: El enamoramiento y la atracción solo son reacciones químicas provocadas en el cerebro y que, tomando las medidas correctas, se detendrán en el momento debido. No olvide hoy seguir las intrucciones para evitar la segregación de más hormonas de amor.
Si consulta nuestro manual, podrá acceder al siguiente consejo.
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Paso dos: No lo invite a conocer su casa’
Sinceramente, no había querido tomar ese tipo de medidas, pero claro, los villanos seguían atacando en conjunto zonas específicas de las ciudades y esta vez había sido Gotham. Batman se vio en la obligación de invitar a Superman a su cueva, para poder recuperarse de las heridas que él y su compañero tenían (Porque kriptonita y Luthor no habían hecho falta en la lucha).
El hombre de acero estaba realmente impresionado, de verdad, no creía que nadie estuviera tan loco como para vivir en una maldita cueva, pero era Batman ¡Por supuesto que vivía en una! Lo más extraño del asunto fue ver aquel hombre con acento británico bajar con medicamento y más cosas de primeros auxilios para ayudar a ambos. Lo observó descaradamente por largo rato, sentía que lo había visto en algún lado, pero no acaba de saber en dónde.
¡Benditos sean los villanos! Que Batman, sin motivo aparente, se quitó su capucha de repente revelando el secreto mejor guardado y por el cual, cualquiera mataría.
—El jodido Bruce Wayne —Dijo, sin salir de su asombro mientras aún mantenía una mano en su pierna, que Luthor había apuñalado con una fina daga de Kriptonita y que, por ende, aún tenía un poco de efecto secundarios.
—Estás sangrando aún, puede que tengas todavía restos de kriptonita —Lo vio acercarse, ignorando lo que acababa de pasar. El corazón de Bruce parecía tranquilo, como que si eso fuera lo más normal del mundo, casi, se atrevería a decir, como que si estuviera premeditado.
Sin embargo, había algo que al super hombre le gustaba en esa situación, por más rara que pareciera. Como las manos del otro ayudando a curarlo con cuidado, o el cariño (Que él podía percibir, porque lo hacía) con que limpiaba la herida y la cerraba. Solo le faltó un besito, de esos que dan los padres a los niños para que se sane más rápido un raspón.
—Yo soy Clark Kent —Los ojos azules de Clark era lo que esperaban a los de Bruce cuando alzó la vista al escucharlo —El reportero… Nos hemos visto antes.
—¿El idiota? —Bruce lo miró con una ceja alzada, se irguió en todo su esplendor y le sonrió —Entonces yo tenía razon, Superman sí era alguien imbécil en su otra vida.
—¡Hey! ¡No! —Era extraño, Bruce no dijo nada, pero aún así todo parecía tan acogedor —Así que por lógica ¿Arriba está la mansión? —El hombre asintió y a Clark entonces nada de eso le pareció tan extraño. Quiso levantarse, pues, para alguna cosa en particular, pero la mano cálida de Bruce sobre su pierna desnuda lo detuvo.
Ambos se quedaron así un momento, mirándose a los ojos, con el corazón latiendo a un ritmo unísono. Bruce apartó la mano y la mirada y por un breve segundo, Clark casi podría jurar que vio un sonrojo en el príncipe de Gotham.
Había algo en los kriptonianos más allás de las cosas bajo la cintura que no dejaba nada a la imaginación y de su fuerte pecho. Era un aire acogedor, una calidez al tocarlos, un sentimiento de tranquilidad al estar con él, que, solo daba paso a la aceleración progresiva del corazón nervioso.
Así que, por la seguridad de su fría y oscura personalidad, evite invitar a un kriptoniano a su casa, puede que termine por ver más allá de su escultural cuerpo y descubra que también le agrada su compañía.