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Unidos como por costuras por Marbius

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~IV~

 

A menos de una semana de la gran presentación de Teddy, Sirius y Remus se les unieron a los Potter a una de las cenas habituales que estos organizaban en su casa un jueves de cada mes. Con los críos en el segundo piso jugando una partida de videojuego, los cuatro adultos disfrutaban en sobremesa del café digestivo que James había preparado en su nueva máquina de espresso. En opinión de Sirius y Remus, no superaba para nada el té que ello estaban acostumbrados a tomar con el postre, pero James había sido tan insistente de estrenar la máquina y también el nuevo juego de tacitas que le venían a juego que no habían podido negarse a ello.

Al terminar, Remus se ofreció a ayudar a James a recoger las tazas y lavarlas en la cocina, y fue entonces cuando Lily aprovechó para hablar con Sirius.

—¿Has considerado decirle a Remus de tus sentimientos por él? —Inquirió ella sin ambages, y Sirius se ahogó con su propia saliva.

—¡Diox, Lily! —Siseó Sirius—. ¡Chist! Te pueden escuchar.

—¿Y no sería lo mejor?

—¡No! Claro que no. ¿Qué dices?

—Mira, sé que me hiciste jurar que guardaría ese secreto para ti, pero...

—No hay peros, Lily. Demasiado está en riesgo como para fastidiarlo todo con mis sentimientos no correspondidos.

—¿Pero y si-...?

—No lo digas. Basta —le interrumpió Sirius poniendo la palma de su mano abierta como barrera.

—Pero...

—No, Lils. Déjalo estar.

—Vale.

Porque se había quedado una cucharita sobre la mesa, Sirius aprovechó el llevarla a la cocina como pretexto para alejarse, pero al entrar a la habitación descubrió a Remus y a James charlando de manera acalorada en susurros frente al fregadero. Remus tenía las manos repletas de espuma en tanto que James tenía un trapo y secaba las tacitas de espresso con tanta fuerza que bien podría reventarlas, y a juzgar por las palabras sueltas de su diálogo, estaban enfrascados en una media discusión.

—Considéralo...

—No.

—Ustedes dos son tan...

—No es tu lugar para decidir por mí.

—Harían bien en sacar la cabeza del trasero y ver mejor a su alrededor.

—No te atrevas a hacer algo. Me lo juraste, James, que guardarías mi secreto y...

Como si de un sexto sentido se tratara, Remus de pronto guardó silencio y miró por encima de su hombro a Sirius, que de pronto se acobardó.

—L-Lo siento —trastabilló con la lengua—. No pretendía espiarlos... Se quedó esta cucharilla en la mesa y... Uhm...

Tras dejar la cucharilla en el fregadero, Sirius salió de la cocina y regresó al comedor, donde Lily leyó en su rostro su turbación y arqueó una ceja.

—No tienes buen aspecto —comentó de pasada, y Sirius movió la cabeza de lado a lado, presa de un tic nervioso—. ¿Sirius?

—No es nada.

—Eres tan transparente... Pero si no quieres hablar, ven acá —le instó a acercarse a su silla, y al hacerlo tuvo Sirius el privilegio de un abrazo suyo.

Dicha fuera la verdad, Sirius había encontrado a Lily fastidiosa durante sus primeros años de Hogwarts. Por aquel entonces era una chica pobre que se había ganado una plaza en aquel prestigioso colegio por sus propios méritos, y no había pocos entre el alumnado que veían como una afrenta que alguien con sus orígenes humildes compitiera con el resto por un lugar. Lily había sido brillante, a la vez que orgullosa, y esa combinación había atraído a James desde un inicio, siempre listo para la competencia de intelectos y habilidades.

En esos primeros años habían ido nariz con nariz por los primeros puestos, y su rivalidad como los mejores de su curso habría sido legendaria por sí sola, pero James además se había enamorado de Lily casi desde el primer día, y a partir de tercer curso no había momento que desperdiciara para no contarle de sus sentimientos por ella. Por supuesto, Lily lo había rechazado sin parar, acusándolo de arrogante y cabeza hueca, y Sirius la había despreciado no como el resto por sus libros de segunda mano y constante necesidad de probarse a sí misma, sino por romperle el corazón a uno de sus mejores amigos.

Quisiera su retorno a Londres y conocerla bajo otros términos darle otra oportunidad para ver a Lily bajo una luz diferente, y sólo entonces apreció Sirius que los sentimientos de James siempre habían sido correspondidos desde el día uno, pero que Lily realmente había sido la más lista de los dos para esperar el momento y lugar adecuados para hacer de la suya una historia que perdurara.

Del fastidio y ocasional rencor que alguna vez sintiera por ella, Sirius pasó a sentir afecto sincero por ella y a considerarla una miembro más de su familia por elección. Que además ella le diera a Harry y le pidiera junto con James ser su padrino sólo sirvió para sellar el trato, y en la actualidad no era únicamente su mejor amiga, sino también la figura materna que alguna vez necesitara al crecer.

Lily lo mataría por llamarle ‘mamá’ en su mente, pero mientras Sirius recibía de ella un abrazo y el murmullo de “ya, ya...” que venía a ser ‘ya (pasará), ya (estarás mejor)’ la idea se asentó en su cabeza y se negó a marcharse.

—Estás tan cerca de conseguir lo que quieres —le hizo saber Lily con una entonación inusual, y Sirius se puso rígido en su abrazo—. No la cagues.

—Lils...

—No la cagues, Sirius Black —insistió ella—. Mantén los ojos abiertos y la mente alerta.

—¿Ese es tu consejo?

—Es mi orden y es absoluta —dictaminó ella antes de soltarlo, e igual que a veces hacía con Harry, le dio unas palmaditas en la mollera.

Quizá Sirius no estaba solo al verla como mamá, y Lily también lo veía un poco como a un hijo.

 

Apenas un par de días después, y a escasas veinticuatro horas de que la obra en la que Teddy participaría se estrenara, Sirius hacía lo propio como espectador en una de las últimas filas de asientos del auditorio.

Era después de clases, el último ensayo con el vestuario listo antes de la gran fecha, y Sirius era uno de los pocos asistentes entre el público. La mayoría de los padres todavía estaba en el trabajo, pero él había prometido a Teddy estar ahí para darle ánimos, y hasta el momento parecía habérselas ingeniado sin problemas.

Con su vestido terminado a base de sudor y lágrimas, Teddy destacaba por encima de las otras ‘princesas’ gracias a sus rizos castaños que Sirius había peinado de antemano para suavizar sus rasgos y confundir a cualquiera que se atreviera a decir que los niños no debían representar papeles de niñas y viceversa. Además, Teddy también había puesto de su parte al memorizarse cada pase de baile y manierismo necesario para darle realismo a la obra, y en esos instantes el ensayo era tan bueno como seguro lo sería la noche del estreno.

Sirius había tomado un par de fotografías que envió a Remus para mantenerlo al tanto, pero éste no había respondido todavía, así que su primera suposición era que estaba en una junta y ya lo haría más tarde, pero no tardó la realidad en corregirlo cuando ya en el último acto de la obra, justo cuando Sirius más interesado estaba en el desenlace sobre el escenario, una persona se acercó caminando a él en su pasillo y ocupó justo el asiento a su lado.

—¡Remus! —Se sorprendió Sirius, y a un par de filas de distancia alguien los mandó callar.

—Menos mal que alcancé a llegar —dijo Remus en un susurro, revelando su respiración agotada.

—Te envié fotografías.

—Recién las vi. El disfraz de Teddy es el mejor.

—Teddy es el mejor —le corrigió Sirius, pero Remus lo dejó metafórica y literalmente sin aliento cuando ignoró el reposabrazos en medio de ellos dos, y sin importarle la locación o que estaban a la mitad de una obra, sujetó su rostro con una mano y lo besó en los labios.

Azorado, echó atrás la cabeza, y captó en las penumbras de la sala la expresión dolida de Remus por su reacción.

—¿Qué fue-...? —Intentó vocalizar Sirius, pero era como si una mano invisible presionara su garganta. A falta de palabras, una risita nerviosa le atacó, y de vuelta alguien en la distancia de la sala les riñó ‘por estar armando alboroto allá atrás, con un demonio’.

—Carajo —maldijo Remus por lo bajo, que amagó ponerse en pie para marcharse, pero Sirius lo detuvo con una mano en torno a su muñeca.

Remus se quedó, y Sirius no lo dejó ir.

 

Finalizado el ensayo, la profesora de teatro (Miss Trelawney, tan dramática como siempre con sus enormes gafas y excesivo número de abalorios en torno a los brazos) sorprendió a sus alumnos con un pequeño convivio que consistió en una cena de pizzas y refresco, y prolongó todavía más la agonía de Sirius y Remus, que no habían vuelto a intercambiar palabra alguna más allá del desempeño de Teddy en el escenario. Sirius de hecho no había dejado ir a Remus del todo, y éste a su vez no se había despegado de su lado, de tal manera que cuando el ruido en la sala se hizo abrumador, los dos acordaron tácitamente salir al pasillo para esperar a Teddy.

En la semiprivacidad de un corredor desierto de la escuela de Teddy, Sirius por fin puso distancia entre él y Remus, y cruzándose de brazos abordó el gran elefante blanco de la habitación.

—¿Qué fue eso de antes?

—Sirius...

—Me besaste.

—Lo siento.

Sirius parpadeó, y se demoró un segundo de más en volver a abrir los ojos. —¿Lo sientes en verdad o...?

Remus alzó el mentón, desafiante. —Bueno, no. Tenía mucho tiempo queriendo hacerlo y...

—¿Cuánto?

—Años. Por lo menos desde... —Sirius contuvo el aliento—. Desde Hogwarts al menos.

—¿Estás de broma?

—Lo siento —repitió Remus—. Por si he malinterpretado todo y arruinado nuestra amistad y-... ¡Oh!

En una acción similar a la que Remus había cometido sobre él antes, Sirius se abalanzó sobre éste, y sujetando su rostro con ambas manos, unió sus bocas en un beso que fue más bien un magullar de sus labios y entrechocar de sus dientes. No había nada de placentero ni sensual en un beso como ese, y sin embargo resultó ser justo lo que ambos necesitaban.

Al separarse, Sirius quiso dar un paso atrás pero Remus lo detuvo abrazándolo por la cintura e impidiéndoselo.

—No quiero dejarte ir —murmuró Remus—. No otra vez...

—Entonces no lo hagas —musitó Sirius de vuelta, que había esperado media vida para escuchar esas palabras y ahora que las tenía no sabía cómo reaccionar.

Igual que si hubieran viajado dos décadas atrás en el pasado, eran ellos dos en sus versiones adolescentes. Corazones acelerados, manos sudorosas, un agradable dolor en el estómago por causa de los nervios. El que incluso estuvieran en el pasillo de la escuela de Teddy y rodeados de los típicos aromas de su colegio (porque daba igual el lugar, la atmósfera era similar) sólo le sumaba puntos al momento.

—Sé que tenemos que hablar —dijo Remus, afianzando más su agarre y de manera posesiva pegando su pelvis a la de Sirius—, pero esto se siente tan bien ahora mismo.

—Seh —coincidió Sirius con él, igual de deseoso de ponerle fin, colocando su mentón en el hombro de Remus.

Al final no fueron ellos, sino Teddy quien le puso punto final al momento que compartían cuando asomó la cabeza al pasillo, y tras dar con su papá y padrino ni se inmutó. Aunque Sirius y Remus se separaron rápido y con desgana, el único comentario de Teddy era que ya habían terminado de comer, y que ya podían irse.

—La profesora Trelawney dijo que mi vestido era uno de los mejores —dijo Teddy con una sonrisa amplia—. Seguro se lo dijo a todos, pero yo sé que en mi caso es verdad. Gracias, Sirius.

Y anonadado por la tarde que estaba teniendo, éste sólo atinó a asentir.

 

Sirius volvió con Remus y Teddy a su casa y aceptó a quedarse a cenar, pero incluso si rió con ellos alrededor de la mesa y fingió estar interesado en los pormenores de la obra que su ahijado les compartió, su mente estaba en otro lado. En concreto, en el pie de Remus que bajo la mesa seguía encontrando el suyo y las miradas significativas que éste le enviaba cada tanto.

Finalizada la cena, la limpieza y después todavía de enviar a Teddy a ducharse porque al día siguiente tenía por delante una jornada atareada, Sirius y Remus pasaron a sentarse en el sofá de éste último en extremos opuestos y con la vista al frente. De la cercanía de antes no quedaba gran cosa, y costaba romper el mutismo, pero Remus lo hizo primero.

—¿Hiciste a James y a Lily jurar que no me contarían nada de tus sentimientos por mí?

Sirius resopló. —Uhm, sí.

—Yo hice lo mismo. Y al parecer tenían apuestas acerca de cuánto tiempo nos tomaría darnos cuenta por nosotros mismos... Los años que estuve con Dora decidieron no mover las aguas, pero ahora que aparentemente somos un par de densos...

—¿Así nos llamaron?

—Palabras textuales de James: “Densos, cabezas dura y demasiado viejos para desperdiciar un día más.” Y tiene razón, ¿no? Este último año jugando a la casita ha sido agónico...

Sirius rió entre dientes, porque saber que no era el único viviendo esa fantasía de compartir un hogar donde Remus salía a trabajar y él se encargaba del piso y de Teddy. Incluso si era un plan anticuado y descabellado, era lo poco que tenía y lo mucho a lo que se había aferrado.

—En verdad no quería que pensaras que estaba feliz con esta especie de acuerdo —prosiguió Remus—. Te estoy por completo agradecido en todo lo que has hecho por Teddy y por mí en este último año. No tengo manera de compensártelo, y a la vez... Necesito confirmar si lo has hecho porque soy tu amigo, porque Teddy es tu ahijado, o porque... No estoy leyendo demasiado entre líneas, ¿o sí?

—¿Por qué no ambas razones? —Replicó Sirius, bajando la vista a sus manos y jugando con la cutícula de uno de sus dedos—. Lo hacía sin dobles intenciones. Realmente eres mi mejor amigo y me tomo mi papel de padrino en serio porque no hay nada en este mundo que no haría por Teddy...

—Un vestido incluido —murmuró Remus con humor, y Sirius sonrió.

—Exacto, también un vestido. Pero... También me gustaba jugar a la casita contigo. Me declaro culpable de eso, y entiendo si decides que es hora de ponerle un alto.

—No actúes como si el beso de antes no lo significara todo para los dos —le riñó Remus de buena gana—. ¿Tengo que ser más claro contigo?

—Por favor —pidió Sirius, exhalando entrecortadamente. Después de una larga, larguísima espera, su sueño se estaba volviendo realidad y no podía procesarlo.

—Me gustas tanto, Sirius Black —dijo Remus con un alivio tangible en su voz, como si años de cargar con un peso físico en su espalda le hubieran hecho doler—. No podía creer mi suerte cuando nos besamos en Hogwarts, y tampoco cuando volviste a Londres... No puedo decir que lamento cómo se han dado las cosas entre nosotros porque Dora es un capítulo importante de mi vida. Ella fue mi familia, me dio a Teddy y...

—Hey... —Extendió Sirius su mano y la colocó sobre sus nudillos—. Eso no es nada de lo que te tengas que disculpar, o justificar, o... Nada en realidad. Es el pasado, que permite este instante en particular... He sido paciente para algo que creí que jamás llegaría a ocurrir, y ahora que por fin está pasando, es un milagro por sí solo, ¿sabes?

—Gracias —dijo Remus, que volteó la mano que tenía en su regazo y entrelazó sus dedos con los de Sirius.

Tácito quedó entre ellos que estaban en ciernes a un gran paso de sus vidas, también al mejor de sus vidas.

 

Sirius y Remus habían decidido ir despacio y a su ritmo, sin tener que compartir el cambio de estatus entre ellos dos con nadie, pero al día siguiente después de que bajara del escenario y los Potter y Dora lo esperaran con los brazos abiertos para felicitarlo por tener un papel en la obra, Teddy no se midió al abrazarlos, y por turnos susurrarles cierta información al oído...

—¡¿Qué?!

—Ya era hora.

—Vaya pues.

—¡Genial!

—¡Enhorabuena!

La algarabía entre sus familiares y amigos puso en evidencia a la feliz pareja, que tras una mirada de resignación entre ellos, confirmó que estaban juntos.

—¿Fue mi charla, verdad? —Se atribuyó James el mérito, pero Remus lo desmintió con una sonrisa.

—En realidad... Fue el disfraz.

—¿El disfraz? —Inquirió Sirius, y Teddy se levantó los faldones de su vestido para dar una vuelta que hondeara los amplios bajos.

—Exacto —confirmó Remus—. Me hizo percatarme que sólo alguien que podía amar a ese nivel a mi propio hijo valía la pena luchar.

—Y como siempre, me alegra dejar a mi hijo en buenas manos —celebró Dora con ellos, dando su aprobación así a la feliz pareja.

Con Teddy en medio de sus ahora dos padres y una madre, pronto surgió la propuesta de una cena celebratoria, y con ello, la narración pormenorizada de cómo se habían dado los hechos para que esa historia de amor entre Sirius y Remus se llevara a cabo.

—Ok —accedió Sirius—, pero omitiré los detalles, uhm, escabrosos.

—El sexo, Sirius se refiere al sexo —clarificó Remus.

—Sólo porque todavía no lo ha habido —agregó Sirius, y salvo Teddy y Harry que arrugaron la nariz con exagerado asco, el resto de adultos rieron por la ocurrencia.

—Todavía.

—Pero lo habrá.

—Y mucho.

—¡Papá!

—¡Tío Remus!

Que dicha fuera la verdad, Sirius y Remus habían dormido juntos la noche anterior. Literalmente, en la misma cama y en ropa interior, besándose hasta quedar agotados, pero sin cruzar una línea imaginaria debajo de sus ombligos. Ya habría tiempo después para eso, porque primero querían ir despacio y saborear cada paso a sabiendas de que no habría repeticiones.

El uno para el otro, eran para siempre.

 

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Notas finales:

Ah, tuve momentos de regresión con Sirius cosiendo y renegando porque las puntadas no salían. Nunca he cosido un vestido de princesa como el de Teddy, pero sufrí mientras lo describía. Por otro lado, ¿qué prueba de amor más contundente hay que un vestido de princesa para el hijo de tu enamorado? Remus habría de ser ciego para no tomarlo en cuenta, considerando la historia que tienen, los sentimientos, y que Teddy ya adora a Sirius como un segundo papá.
Espero les haya gustado leer esto tanto como a mí escribirlo :) Cualquier kudos/comentario es bien recibido.
Besucos~!


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