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Y a tus enemigos más cerca por Marbius

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Notas del fanfic:

Básicamente el James de este fic es un denso de lo peor, pero tiene el corazón donde debe estar. Los Black son una mierda, como siempre, y Sirius ama a Remus. ¿Qué hay nuevo bajo el sol? :)

«I»

 

Remus no necesitó revisar su teléfono para saber que ese mensaje recién recibido era suyo.

—¿El chico estrella otra vez? —Le chanceó Lily, que sentada a su lado en las primeras filas de las gradas estaba al tanto de su romance prohibido con un jugador del equipo contrario. Y no de cualquier equipo, sino de ese equipo. Eso, si como Remus insistía en aclarar, a él le importara una pizca el rugby y la rivalidad que se vivía entre las casas de Gryffindor (¡Adelante, valientes leones!) y la de Slytherin (¡Malditas serpientes ponzoñosas!) durante la temporada que duraba 9 de los 10 meses escolares.

—Él mismo —respondió Remus, que con fingida indiferencia sacó su móvil y leyó un mensaje no muy diferente a los otros que recibía de él: Un sitio y una hora.

 

SB: Debajo de las gradas, sección E. 8:45.

RL: Ok.

 

Lily se asomó por encima de su hombro y leyó el mensaje.

—Vamos, podrías decir algo más serio que un simple ‘ok’.

—¿Qué, según tú, califica como serio? Porque con un nombre con el suyo, lo único que obtendré a cambio será su estúpida bromita de siempre.

—No actúes como si no te causara gracia en cada ocasión. Además, podrías escribir algo como “muero de ganas de verte” o “ardo en deseos de estar ahí”.

—¡Oh, Lily! —Farfulló Remus. No porque su mejor amiga pudiera leerle la mente iba a seguir su consejo, claro que no.

—Llevan suficientes meses haciendo esto como para considerarlo una simple aventura. Ya deberían de sentarse a charlarlo.

—Créeme si te digo que charlar es lo único que no pasa por nuestras mentes cuando nos reunimos —masculló Remus, pues era cierto. Sus encuentros, casi siempre cortos y espaciados, eran también sumamente secretos debido a su afiliación de casas. Sería un suicidio social para ambos siquiera aparecer sentados en la misma mesa de la biblioteca, ya ni hablar de juntos en cualquier otro sitio.

—Esa marca en tu cuello lo corrobora —le tocó Lily el chupetón que Remus había conseguido la semana pasada y que todavía relucía sobre su piel con todo y marcas de dientes. No que el acompañante de Remus hubiera salido indemne, pero al menos éste se había cuidado de dejar marcas visibles por encima de la ropa.

Remus se ajustó mejor la bufanda e hizo lo posible por taparse, a sabiendas de que no tenía sentido. James ya había hecho preguntas, acosándolo con la interrogante de al menos revelar si se trataba de una chicha o un chico. Costaba creerlo, siendo que James se había tomado con afabilidad su bisexualidad y el único cambio en su amistad era buscar para él entre la población completa de Hogwarts alguien con quien salir en citas dobles, pero pondría el grito en el cielo si esa otra persona en la que Remus estuviera interesado perteneciera a Slytherin. Con Ravenclaw haría una excepción, con Hufflepuff lo mismo, pero tratándose de sus acérrimos enemigos los Slytherin... James sería capaz de practicar el ostracismo total con Remus si se atrevía.

Era un asunto de bromas y risas entre Lily y Remus el grado al que James llegaría en caso de enterarse con quién se reunía a escondidas éste último, pero tampoco querían corroborar si sus peores temores podían volverse realidad.

—8:40 —le señaló Lily la hora a Remus—. Ve.

—Si James pregunta por mí...

—Le diré que estás en el sanitario. Anda, no hagas esperar a tu amorcito con escamas —le chanceó Lily una vez más y le atizó en el trasero con una palmada cuando Remus abandonó su asiento en las gradas para bajar.

A pesar de ya estar a mediados de febrero, el clima continuaba tan inclemente como si el invierno apenas estuviera comenzando y no en su curva final, pero Remus sentía una agradable calorcillo recorriéndole el cuerpo mientras bajaba apresurado los escalones hasta el nivel de piso y después se dirigía a su punto de reunión.

Su nombre era Sirius Black, y pertenecía al equipo de rugby de Slytherin como uno de sus mejores miembros. Ni en un millón de años habría Remus fantaseado tener una oportunidad con él, porque Black no era precisamente conocido por su homosexualidad, sino todo lo contrario. Oficialmente tenía por novia a una compañera de su mismo curso, una tal Marlene McKinnon que para nada había investigado Remus en sus horas libres con ayuda de sus redes sociales, y era el típico chico popular por el cual todas suspiraban y nadie podía jactarse de una oportunidad con él.

Remus incluido.

Pero su suerte había cambiado a finales del curso anterior, cuando después de la victoria que se disputaron Gryffindor y Slytherin en la final (ese año no se habían llevado la copa de ganadores) el propio Sirius Black abordó a Remus debajo de las mismas gradas que ahora eran su punto de reunión oficial. Por aquel entonces James y Lily estaban en una precaria tregua que intentaba borrar los primeros 5 años en el colegio donde él le declaraba su imperecedero amor y ella lo rechazaba sin parar, y esos últimos 12 meses donde los dos se habían dado la oportunidad de bajar la guardia y conocerse mejor.

Lily había acudido a los vestidores de Gryffindor para consolar a James, que no podía dejar de llorar y tenía preocupados a todos sus compañeros de equipo, y Remus había esperado alejado del lugar para darles espacio. Él también habría querido estar al lado de James recordándole que el rugby era sólo un juego y ya habría oportunidad en séptimo de buscar la revancha, pero tenía el presentimiento de que su suerte cambiaría si dejaba a Lily ocupar su lugar, y no se equivocó.

A su salida de los vestidores, James y Lily habían revelado que eran novios, y un anonadado Remus los había felicitado de corazón.

La razón era porque Black lo había abordado no mucho antes para preguntar por James, que había salido del campo cojeando por una lesión que disminuyó su rendimiento en el campo y había contribuido a la derrota de su equipo, y Remus había actuado a la defensiva creyendo que estaba ahí para regodearse. Pero no. Black estaba interesado por James, sugirió incluso una pomada que había hecho maravillas cuando él pasó por una lesión similar, y después sin más besó a Remus.

La noticia de la bisexualidad de Remus ya era un asunto pasado. Había tenido a su primer novio en quinto curso, y aunque fue una relación efímera que no duró más de dos meses, bastó para que el alumnado de Hogwarts estuviera al tanto de sus asuntos con mórbido interés.

Ese curso había terminado sin que Remus volviera a hablar con Black a pesar de que no era extraño de pronto topárselo en cada pasillo del viejo castillo y que sus miradas coincidieran, casi siempre acompañadas de un guiño sugestivo o una sonrisa.

Después del verano, Remus había dado por sentado que Black se olvidaría de él, pero para su sorpresa éste había conseguido su número de móvil (se negaba de paso a revelarle quién se lo había compartido) y desde la primera semana de clases lo citaba a escondidas para besarse en cuanto corredor y armario vacío encontraban en su camino.

Si Remus era o no amiguito con derechos secreto, poco le importaba a éste. Al fin y al cabo Black no le había hecho ninguna clase de promesa al respecto, ni era deficiente su desempeño o comportamiento durante los minutos que se regalaban en presencia del otro. Simplemente disfrutaban de su mutua compañía, y si Black engañaba a su novia, entonces no era asunto de Remus aunque Lily a veces le recordara que esa clase de relaciones clandestinas seguido tenían víctimas inocentes, como en el caso de Marlene McKinnon, que ignorante seguía siendo la chica oficial de Black.

Con un bufido apartó Remus esos pensamientos de su cabeza mientras se escabullía a través del alumnado que a esas horas se dirigía a las gradas en búsqueda de un buen puesto para presenciar el juego. Al año las cuatro casas de Hogwarts se enfrentaban dos veces entre sí, y aunque el partido incluía sólo a Slytherin versus Ravenclaw, James quería presenciar cada minuto del mismo para cerciorarse de las habilidades de sus miembros y planear jugadas para cuando fuera su turno.

Remus pasó de largo de un grupo de compañeros de curso y se desvió más y más a las partes bajas de las gradas, donde sólo acudían los fumetas y las parejas cachondas a tener sus citas. Suponía Remus, él y Sirius entraban en esa última categoría aunque sin la etiqueta de pareja. Lo de cachondos lo dejaba libre, porque los besos de un inicio se habían vuelto cada vez más intensos, y ya no era raro que al abrazarse sus erecciones se encontraran a medio camino o sus manos tantearan debajo de la ropa, siempre en búsqueda de más.

—Contrólate, Lupin —murmuró Remus para sí al introducirse bajo las gradas de manera que esperaba fuera de lo más inconspicua, y no muchos metros después encontró el punto de reunión al que había sido citado.

Sirius todavía no llegaba, pero era de esperarse. Era como su nombre lo indicaba, toda una estrella, y al menos su equipo así lo trataba gracias a la velocidad de sus pases y habilidad para anotar. Con toda certeza estaría en una celebración prepartido de la que tendría que escapar si quería reunirse con Remus.

A las 8:46, una figura con el uniforme de Slytherin se metió bajo las gradas y caminó en línea recta a Remus, que como ocurría cada vez más y más, de pronto no sabía qué posición tomar, dónde colocar sus brazos, de qué manera apoyar su peso en una pierna o dos, y si sonreír o mantener una expresión pétrea.

Sirius lo solucionó por él al lanzarse de lleno a sus brazos y besarlo con tantas ganas que casi parecía hambriento, abriendo rápido su boca con sus besos y jugando con su lengua, de tal modo que Remus tenía las piernas hechas gelatina antes de la marca del minuto, y tuvo que separarse un poco para respirar y recuperar el aliento.

—Woah —exhaló Remus por lo bajo.

Sirius no perdió tiempo en enterrar el rostro en su cuello y plantarle una serie de besos ahí.

—Ah, necesitaba esto —murmuró contra su piel—. El maldito estrés del partido me está matando...

—¿Listo para el partido, Black?

—No me fastidies, Lupin.

A pesar de que sus palabras podrían haber encajado a la perfección entre dos jurados rivales de casa, sus acciones contaban otra historia.

Sin falsos pudores porque ya no había cabida para eso en los cortos minutos que tenían a su disposición, Remus introdujo su mano por debajo del jersey deportivo de Sirius y tanteó la espalda ancha y fuerte que se contrajo bajo el tacto de sus dedos. A diferencia de James, que más bien estaba centrado en correr y anotar, Black era de los que perseguían y atrapaban. En más de un sentido... Como fuera, tenía el físico necesario para derribar a sus adversarios, y con esa misma familiaridad con la que seguro detenía a los miembros del equipo contrario bajo el césped, empujó a Remus hacia la parte más oscura de las gradas y volvió a besarlo con ansias irrefrenables.

Remus cerró los ojos y se dejó llevar por el ritmo de sus besos. Black besaba igual que jugaba en el campo: rápido y sin ceder un centímetro. Su lengua encontró la suya, y le hizo recordar la simple delicia que podía ser un beso cuando la otra persona sabía bien lo que hacía. Pero su encuentro no se limitó a simples besos y un par de manos paseando por su espalda, y tras presionar su pelvis contra la de Remus, Sirius lanzó la pregunta que tenía al menos una semana formulándose.

—¿Puedo?

—S-Sí...

Sin darle oportunidad a arrepentirse, Sirius volvió a refregar su cadera contra la de Remus, y éste apreció la prominente erección que ahí residía y colindó con la suya. No es como si se tratara de un primer contacto similar entre ellos dos, pero en otras ocasiones habían tenido menos tiempo. Casi siempre sus encuentros se daban con un imaginario reloj marcando su constante tic-tac sobre sus cabezas, y no es que esa vez fuera diferente con el partido a punto de comenzar y las gradas llenas, pero había algo diferente en el aire que ninguno de los dos podía dilucidar con claridad...

Ni Remus quería detenerse, y a juzgar por la pupila dilatada en los ojos de Sirius que casi absorbían el gris de sus ojos, él tampoco.

Sirius se valió de dos dedos para tirar a Remus por la pretina de sus pantalones y mantenerlo en su sitio mientras se refregó contra él como un perro en celo lo haría, y éste lo dejó hacerlo porque él no estaba en mejores condiciones. Juntos se unieron en un abrazo desesperado, repleto de besos y gemidos, que culminó cuando Remus de pronto se corrió en su ropa interior y por poco se le doblaron las piernas por la intensidad de su orgasmo. Sólo Sirius sosteniéndolo contra la estructura de las gradas puso alto a su caída, y después éste lo retuvo entre sus brazos y alcanzó su propio orgasmo, ahogando un gemido gutural con sus dientes clavados en el cuello de Remus e impregnando la piel circundante con su húmedo aliento.

Sin tener claro cuál era la etiqueta para casos como ese, Remus ladeó la cabeza y evitó mirar a Sirius, pero éste no hizo intento alguno por separarse. Al contrario, apoyó su mentón sobre su hombro y exhaló la única palabra que hasta entonces no le había escucha pronunciar.

—Remus... Eso fue...

—¿Ahora nos llamaremos por nuestros nombres? —Replicó Remus, listo para apartarlo de un empujón si su respuesta era todo menos seria, pero una vez más Sirius le hizo honor a su nombre.

—¿Y por qué no? Llamo a mi novia por su nombre y a ella la he besado menos veces en todos estos meses que a ti. A menos que...

—Bah —lo empujó Remus, pero no en balde era Sirius miembro del equipo de rugby y no se movió ni un ápice.

—Hazlo.

—¿Uh?

—Di mi nombre.

Remus fingió poner los ojos en blanco por fastidio. —Sirius.

—¿Ves? No era tan difícil.

—Nunca dije que lo fuera.

—Tsk —dijo Sirius, pero no parecía molesto. Al contrario, seguía abrazado a Remus como si la humedad en sus pantalones no fuera un asunto de preocupación.

A Remus no le habría importado quedarse así un rato más, pero el griterío en las gradas había aumentado de volumen, y no tardarían los miembros de ambos equipos en salir al campo y hacer lo que hicieran en toda su extensión. Todos menos Sirius, que volvió a las andadas al acercarse de nueva cuenta a Remus y besarle debajo de la oreja.

—¿No tienes un partido que jugar, Sirius?

—Dirás un partido que ganar, Remus.

—Lo que sea.

—Te dedicaré la anotación ganadora —dijo Sirius, que tras un último beso y un guiño dio un paso atrás y arrugó la nariz—. Ugh...

—Ve. Y sufre. Yo seguro lo haré desde las gradas —le confirmó Remus su estado, donde juntos compartían un secreto asqueroso en su ropa interior.

Sirius rió entre dientes y lo obedeció, y Remus todavía se demoró unos minutos antes de sentirse listo a caminar con firmeza suficiente en sus piernas para subir los escalones y volver a posicionarse en los asientos que James había reservado para él y Lily.

A su retorno, James ya estaba ahí con bocadillos, y su mirada seguía fija el desarrollo del partido, pero ni siquiera el rugby con los Slytherin como participantes retuvo su atención al 100%, porque apenas se sentó Remus al lado de Lily, James se inclinó sobre ella, y sin desviar la vista del campo, le cuestionó su paradero.

—Te perdiste de la primera anotación.

—No me importa —dijo Remus, pero después preguntó—. ¿Quién...?

—Ese bastardo de Black. No él exactamente, pero hizo sus jugadas y consiguió que Malfoy tuviera el camino libre para hacerlo. Es bueno.

—¿Malfoy?

—No, Black. ¿Es que no escuchas?

—No empieces, James —le riñó Lily, porque si bien tenía altos niveles de tolerancia para la pasión más antigua de James (después de ella), también marcaba su línea cuando éste se tornaba grosero con los demás.

—Vale, mejor hablemos de cómo Remus bajó al sanitario y regresó con otra marca en el cuello —dijo James con un leve toque de malicia, y Remus se cubrió veloz el cuello donde apenas unos minutos atrás Sirius le había plantado un rosario de besos—. En serio, Moony. ¿Por qué tanto misterio?

—Acordamos no molestar a Remus y esperar a que él decidiera cuándo contarnos, James. ¿Recuerdas? —Codeó Lily a su novio, pero éste replicó que ese acuerdo sólo era válido para ella, porque él nunca había accedido a nada de eso.

—No es nada, uhm, serio —dijo Remus, mordiéndose la lengua para no caer en la misma boba broma que Sirius contaba por su nombre—. Lo que quiero decir es que no se trata de nadie importante.

—Que siempre huelas a la misma loción dice lo contrario. Si no fuera alguien importante, ¿por qué verse a escondidas todos estos meses? A menos que te avergonzaras...

Remus arqueó una ceja. —¿Me... me estás oliendo, James?

Lily se cubrió el rostro con ambas manos. —No puedo creer que estoy por decir esto, pero... ¿Podríamos tan sólo ver el partido y guardar esta conversación para después?

Remus estaba a punto de acordar que sí y James que no, cuando las gradas volvieron a estallar en ruido al anotar Slytherin de nueva cuenta. Entre dientes maldijo James a “esas malditas serpientes rastreras”, y Remus se valió de esa distracción para bajar la cabeza y mimetizarse en el entorno.

Pese a que sus intenciones se reducían a comer de los nachos con queso que James había traído para compartir, Remus acabó por prestar atención al campo de juego. No al partido en sí porque ni con todas sus habilidades habría conseguido entender el sistema de puntajes y lo que se consideraba falta o no, pero sí a los jugadores, o a uno en especial.

En el campo, Sirius corría sin aparente esfuerzo y se desenvolvía con agilidad entre los miembros de su equipo y los de Hufflepuff. Durante la siguiente media hora participó en anotaciones o fue el elemento clave para que otros las hicieran, y con cada una se enfurruñó más James porque el equipo de Hufflepuff estaba teniendo un desempeño pobre y cada vez tenía menos posibilidades de ganar.

El final del partido fue precisamente ese, con la derrota de Hufflepuff y los Slytherin celebrando una aplastante victoria al más puro estilo arrogancia al recibir los abucheos de las gradas con exageradas reverencias y lanzando besos al público que los detestaba. Todos menos Sirius, que sostenía el balón del partido entre sus manos y paseaba la vista entre las gradas.

Remus no creía que su promesa de antes contara... No podía ser... Pero entonces su mirada se topó con la de Sirius, e igual que si el resto del alumnado se hubiera esfumado y sólo quedaran ellos dos en las gradas y el campo de juego, Sirius se llevó el balón a los labios y después lo levantó en su dirección.

—¿Pero qué diablos hace ese idiota? —Se enfadó James, que al estar posicionado casi a la misma distancia de Remus, de pronto tomó aquel gesto como personal—. ¡¿Me está retando?! ¡¿De eso se trata?! ¡¿Sirius Black me reta?!

—James... —Haló Lily de su brazo cuando James se puso en pie, y Remus puso una mueca por lo rápido que aquella situación se estaba saliendo de control.

—Prongs, creo que-...

—¡Acepto tu reto, Black! —Gritó James, y a su alrededor, varias cabezas se giraron con curiosidad—. ¡Tú y yo en el próximo partido! ¡Te haremos trizas a ti y al resto de los Slytherins!

Desde la cancha, Sirius dio la impresión de encontrar divertido aquel malentendido. —¡Eso ya lo veremos, Potter! —Gritó de vuelta, apenas un murmullo entre el griterío del estadio.

Y en las gradas, conocedores de la verdad para la cual James todavía no estaba al tanto, Remus y Lily compartieron una misma mueca.

Aquello no podría acabar bien...

 

La tirada de James en contra de Sirius y los Slytherin continuó fuerte y clara hasta la hora de la cena, cuando los tres se reunieron en la mesa de Gryffindor para cenar. A esas alturas del día, Remus ya había aprendido a hacer oídos sordos de las palabras exaltadas de su mejor amigo, pero el ligero repiqueteo de su móvil no le pasó por alto en el bolsillo y se apresuró a revisar de quién se trataba, a sabiendas de que si James y Lily estaban con él, el siguiente candidato en su lista de posibles era cierto jugador de rugby que lo había metido en serios aprietos.

 

SB: Veo que Potter sigue molesto...

RL: Es una manera de decirlo.

SB: ¿Todavía no descubre que esa seña era para ti?

RL: No. Y puede que sea lo mejor.

SB: ¿Qué, es celoso?

SB: Pensé que salía con la pelirroja.

RL: Así es. Pero podría poner en modo paternal si sabe lo que hay entre tú y yo.

 

Remus envió el mensaje y torció el gesto mientras miraba la pantalla. ‘Lo que hay entre tú y yo’ sonaba a una especie de frase típica en la que persona R trataba de forzar a persona S a darle nombre a lo que hacían, y Remus no quería que Sirius se llevara esa impresión. Pero, ya era demasiado tarde y ninguna clase de corrección le ayudaría, así que en caso de que éste se lo señalara, Remus fingiría demencia.

Para su sorpresa...

 

SB: ¿Así que admites que hay algo entre nosotros?

RL: Sí. Un sórdido affair.

 

Por segunda vez en los últimos 5 minutos, Remus deseó poder darse de lleno en la cara con la mano. La frase ‘un sórdido affair’ provenía de una novela que Lily le había prestado para que se instruyera leyendo las ridículas escenas de sexo, y se le había pegado al cerebro igual que un chicle al zapato. Ahora se volvía en su contra y lo envolvía en problemas. Excepto que cuando Remus se atrevió a levantar la vista y enfocarla hasta la mesa del extremo opuesto del Gran Comedor, se topó con que Sirius sonreía con la vista clavada en su regazo. Y ya que nadie se mira la entrepierna con tal alegría (al menos no en público, exceptuando que seas un pervertido), Remus no tardó en recibir su mensaje de vuelta.

 

SB: Me encanta esa definición.

RL: Ya, pero apuesto que a tu chica no le gustaría.

SB: No, ella también lo adoraría.

SB: Marls también tiene el suyo.

 

Fue una mala suerte que en esos momentos Remus tuviera la mitad de su atención en la charla de James, su móvil, y hubiera agregado a su precario balance la tarea de beber jugo de manzana. De la impresión, un acceso de tos le hizo escupir y salpicar a sus amigos, que se apresuraron a auxiliarlo. En el caso de James, sin detener su monólogo acerca de cómo aniquilarían sin piedad a los Slytherin a la menor oportunidad.

—¿Podrías dejar eso para más tarde? —Le riñó Lily, extendiéndole a Remus unas servilletas para que se limpiara mientras que James le daba unos golpecitos a su amigo en la espalda y le preguntaba si todo estaba bien.

—Conducto... equivocado... —Articuló Remus, que de reojo comprobó cómo en la distancia Sirius lo observaba con atención.

Y no fue el único.

—¿Es que no puede dejar de mirar en esta dirección? —Farfulló James, y Lily se sumó a sus miradas para encontrarse a Black atento a su grupo. O al menos esa era la suposición de James, que estuvo más que dispuesto a hacerle una seña obscena con el dedo medio, pero Lily le puso un alto antes siquiera de que se atreviera a intentarlo. Cualquier prefecto que los viera podría ponerles de penitencia varias tardes de detención.

—Guarda ese comportamiento de camionero para otra ocasión, James —le siseó Lily, pues sabedora de la verdad, quería evitar más malentendidos innecesarios—. Actúas como un crío.

—¡Black me desafió! —Se exaltó James—. ¡Ustedes también lo vieron!

—Está en tu cabeza —dijo Lily—, y más te valdría dejarlo ir.

—¡Pero-...!

Por debajo de la mesa, Remus lo pateó, y al dedicarle James una mirada y a punto de abrir la boca para rezongar, se contuvo cuando éste apenas perceptiblemente movió la cabeza de lado a lado en un contundente ‘no’ y luego su vista se posó en Lily un segundo.

James lo comprendió y calló, y una vez más agradeció Remus que la debilidad más grande de su mejor amigo fuera su novia. Lily había sido la conquista más difícil que alguna vez James tuviera que hacer. Como estrella de rugby, con calificaciones perfectas, y habiendo crecido como el hijo único de una pareja de padres que lo habían tenido ya bastante mayores, James había crecido acostumbrado a salirse con la suya y a obtener todo lo que su corazón anhelara. Lily había sido la excepción, pues le costó a éste 6 años en Hogwarts de constantes esfuerzos y diferentes acercamientos para que ella considerara siquiera respirar en su dirección, e incluso ahora James la atesoraba, de tal modo que no haría nada deliberado para disgustarla con él.

En medio de aquel instante tenso, fue el ruido del móvil de Remus el que lo rompió.

 

SB: Perdona si te metí en problemas.

SB: Pareces haber tenido una conmoción en la mesa.

RL: No es nada.

RL: Sólo James siendo James.

SB: Potter puede ser de lo más enérgico.

RL: Te quedas corto.

SB: ¿Se le pasará pronto?

RL: Conociéndolo... Le durará hasta la hora de ir a dormir.

SB: ¿Entonces nos vemos en la biblioteca después de cenar?

SB: Prometo ser una buena distracción...

 

Remus se mordió el labio inferior para no sonreír, y con una pausa que esperaba no revelara su impaciencia por aceptar la propuesta, volvió a beber de su jugo antes de acordar con Sirius una hora en el pasillo más desolado a su disposición.

Daba lo mismo que ya temprano se hubieran visto o que verse a escondidas en la biblioteca fuera una terrible idea debido a lo público de la locación, porque así fuera que Sirius lo citara en medio del Gran Comedor durante la hora de la comida, Remus acudiría.

Suponía él, ya era tarde para negar que como mínimo tenía un crush en Sirius Black...

 

A James le mintió Remus diciendo que iba a renovar un préstamo en la biblioteca, y a Lily le contó la verdad y le pidió ayuda que la pelirroja accedió encantada de brindarle.

—Lleva un par extra de bóxers —le chanceó Lily al despedirlo, y aunque Remus actuó ofendido, mientras se dirigía a la biblioteca con un grueso volumen de Historia Contemporánea bajo el brazo se cuestionó si su consejo no habría sido atinado.

Pronto descubrió que sí, cuando al omitir la centralita de Madame Pince se dirigió directo a uno de los pasillos más olvidados de la biblioteca en búsqueda de Sirius.

Por regla general, nadie se acercaba a aquella área sin un fin en concreto porque muchos de los libros que ahí se encontraban eran reliquias de cursos que ya no se impartían en Hogwarts. El colegio databa de varios siglos atrás, y si bien el curriculum escolar había cambiado hasta casi ser irreconocible (alquimia de verdad había quedado en el pasado para darle espacio a química), la permanencia de esos viejos volúmenes empolvados había cumplido una función de escondite perfecto en donde de vez en cuando él y Sirius se encontraban tras esos anaqueles y se besuqueaban hasta que escuchaban pisadas en la cercanía y entonces cada uno huía en dirección contraria por el pasillo.

Remus arribó primero y como siempre se distrajo leyendo los lomos de los libros, donde siempre podía confiar en la distracción de cursos de lo más ridículos, como “Apreciación de los astros en la próxima era de Capricornio” («Astrología, tiene que ser de un curso de astrología», pensó Remus), “Teoría de la herbología moderna en el contexto Europeo y sus aplicaciones en las ciencias inexactas” y un grueso volumen que se declaraba como “Historia moderna, volumen VIII” pero que databa del siglo XIX y hacía rato que se había quedado obsoleto.

A punto de sacarlo de su repisa, Remus se quedó quieto ante el cosquilleo en la nuca que le indicó que no estaba a solas, y al girarse para comprobarlo, descubrió a Sirius recargado en el anaquel opuesto, cruzado de brazos y con expresión divertida en el rostro.

—Oh, no te detengas por mí. Tú sigue —le indicó—. Parecías de lo más entretenido. Es obvio que te gusta leer.

—Sí, ¿y, qué hay de malo?

—Nada. Y no eres el único.

—¿A ti también te gusta leer? —Inquirió Remus, y Sirius exageró una expresión dolida llevándose la mano al pecho.

—¡Ouch! Seguro no al grado que a ti, porque cada vez que te veo llevas un nuevo libro bajo el brazo —dijo Sirius, extendiendo la mano y rozando el volumen que Remus todavía traía consigo como pretexto para justificar su estancia en la biblioteca—, pero sí, lo encuentro ameno.

—Caras vemos... —Murmuró Remus, consciente que no sabía gran cosa de Black, y ese simple dato de información había trastocado la idea que tenía de él—. Uhm, así que...

Ya que no se habían reunido en la biblioteca precisamente a charlar de sus libros y autores favoritos, Remus tomó la iniciativa al acercarse a Sirius y lo besó. Al cuerno con el falso pudor. Ambos querían eso, y cada minuto contaba.

Sin perder tiempo, Sirius empujó a Remus contra el librero más cercano y se lanzó a su cuello.

—No dejes marcas —pidió Remus con un hilo de voz y los ojos entrecerrados, pero ambos sabían que era una petición inútil. Una vez se caldearan los ánimos, Sirius lo olvidaría y Remus se lo permitiría.

—Lo mismo podría decirte —murmuró Sirius apartándose de su yugular—. Todo mundo piensa que mi novia es una chica posesiva, y a Marlene no le gusta eso...

—¿Pero esto sí? —Preguntó Remus, y apretó los labios en una fina línea. Demasiado tarde, la indiscreción ya estaba hecha.

—No le molesta, si es lo que te preocupa —dijo Sirius, pegando su cuerpo al de Remus y buscando su mirada—. Ella tiene sus propios asuntos por resolver, y le sirvo de coartada tanto como ella a mí.

—¿Entonces ustedes dos...? —Remus frunció el ceño, y Sirius besó el punto entre sus cejas para disolverlo.

—Marlene es mi novia, en efecto, pero es un título vacío salvo por la utilidad práctica que presta. Soy marica, Remus. Seguro ya lo debes haber deducido por tu cuenta luego de todos estos meses de vernos a escondidas.

Remus hizo una mueca por la palabra con la que Sirius escogió definirse, y éste lo notó.

—¿Pasa algo?

—Esa palabra es...

—Oh, lo siento. En casa mis padres la utilizaban a diestra y siniestra. Era el peor de los insultos en el repertorio de Madre, y por años creí que significaba algo realmente terrible. Después descubrí en qué consistía, y cuando aprendí lo que incluía... Bueno, basta y sobra decir que al contrario, ser marica es de lo más divertido. Su pérdida, no la mía.

—¿Y McKinnon está al tanto?

—Ella tiene sus propios secretos —dijo Sirius, esbozando una media sonrisa que no alcanzó sus ojos—. Este noviazgo fue su idea. La ayuda de un amigo a otro.

—¿Alguien más lo sabe?

—No.

—Uh, ¿y contárselo a un Gryffindor es la mejor idea?

—No eres simplemente un Gryffindor —dijo Sirius con naturalidad—. Y sé que puedo confiar en ti. Tengo un presentimiento contigo, Remus...

El uso de su nombre en lugar de su apellido puso a Remus en jaque, que se doblegó de buena gana a las atenciones que tuvo Sirius en su cuello con sus labios, y en torno a su espalda con sus manos. Él por su cuenta tampoco se cortó de explorar a Sirius, recorriendo su costado desnudo por debajo de la ropa y buscando calor para sus dedos helados.

Como siempre, la exploración a la que se sometieron mutuamente tuvo sus pros y contras, siendo de estos últimos el deseo de continuar hasta las últimas consecuencias, pero nuevamente el ruido de pisadas unos cuantos pasillos a su derecha los obligó a separarse y a fingir desconocimiento cuando una alumna de primer curso atravesó su pasillo sin siquiera sospechar la escena que ellos dos protagonizaban segundos antes.

—Esto apesta —masculló Sirius al pasarse los dedos por el cabello despeinado, y Remus tuvo un momento de incertidumbre acerca de si estaba a punto de presenciar la terminación de sus encuentros, pero Sirius hizo exactamente lo opuesto—. Necesitamos encontrar un mejor sitio para estas citas nuestras.

—Ya. Pero no se me ocurre ninguno, y a menos de que tú tengas alguna idea...

—Déjamelo a mí —dijo Sirius, que a juzgar por el brillo febril de sus ojos, ya tenía su mente puesta en ello.

Fuera o no a conseguirlo, Remus se despidió de él con un beso por la noche, y como siempre, cruzó los dedos porque no fuera el último...

 

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Notas finales:

De verdad que James es todo un caso, pero prometo que recobra la cordura. Es sólo que el rugby y la rivalidad Gry/Sly se le metió mucho en la cabeza.
El fic tiene 3 capítulos que planeo actualizar en lunes-miércoles-viernes si llega un comentario, y una semana después si no. O sea, comentan este capítulo, el miércoles está la parte siguiente; no hay comentario, se va hasta el próximo lunes.
Graxie por leer~!


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