Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Physical por jotaceh

[Reviews - 51]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Tomás XV:

 

No quería que me vieran llorar. Ya era bastante espectáculo ver a un obeso feo y peludo corriendo por los pasillos del supermercado, echando todas las cajas de cereal y golosinas a su carrito. Estaba ansioso por llenar el vacío que Marcelo había dejado en mí, necesitaba sentirme mejor al respecto, y como la experiencia me lo ha confirmado, eso solo puedo lograr con el azúcar.

-¿Y todo eso te lo vas a comer tú solo? –me preguntó la cajera, una flacuchenta mal maquillada que me vio de pies a cabeza.

-Sí, y si no te apuras te como a ti también –es lo que decía en el sur y que también usé con el taxista que me atendió al llegar a la ciudad.

Salí cargado de bolsas sin un rumbo fijo. No podía ir al departamento porque probablemente Celeste me estaría buscando desesperada, queriendo explicar lo que hizo.

La quiero mucho, es mi mejor amiga y por eso puedo comprender un poco lo que hizo, pero me duele que hasta ella piense que no soy capaz de encontrar el amor por mis propios medios. ¿Tan patético soy que necesito de la ayuda de otros para encontrar novio? Y lo peor de todo, es que me terminé enamorando del profesor de judo. Fingió tan bien que caí por completo en sus redes y ahora el enterarme de la verdad me duele mucho más, porque me arrancan sin piedad lo único bello que tenía en la vida.

Terminé entrando en un parque, donde busqué el escondite más retirado, entre unos matorrales, alejado de las miradas de los transeúntes que no se avergonzaban al reírse del gordo que cargaba toda la comida que se engulliría como un puerco.

El mundo se detuvo cuando abrí el primer Choco Krispi. Fue deliciosamente satisfactorio volver a encontrarme con su delicadeza. Le extrañaba tanto que comencé a llorar, era como volver a encontrarme con un antiguo amigo, con alguien que vivió a mi lado muchos años y que ahora volvía a rememorar. Comencé a llorar y no paré, porque el amigo con quien me había vuelto a topar era la depresión, esa sombra oscura que me engulle de la misma manera que yo lo hago con los cereales.

A lo lejos escucho a la gente reír, pasar el día como si todo fuera perfecto, y se me hace imposible no pensar cómo se sentirá vivir así. ¿Cómo es ser feliz? Y es que por más que intento recordar, no hay ningún momento de mi existencia que sea realmente grato, los pocos que ha habido han resultado ser falsos.

La noche comienza a caer, y sé que hace frío porque tengo los pies adoloridos por la temperatura, tan solo que me siento a gusto ahí, escondido, fuera del alcance de los pensamientos malvados, rodeado de comida. Creo que me gustaría permanecer así para el resto de mis días, en una burbuja alejado del mundo, solo yo.

Mi rostro estaba muy sucio, al igual que mis manos, ya me quedaba poco de lo que había comprado, por lo que pensaba que debía arroparme con las cajas de cereal y dormir.

Sin embargo, sin darme cuenta que alguien se acercaba, de pronto abrieron las ramas del arbusto y me encontraron infraganti, en medio de mi mundo de ensueño. Estaba ahí, destruido y colapsado, inmerso en lo más profundo de mi miseria, desnudo emocionalmente ante alguien que ya me había dejado así. No sé cómo, pero Enrique me encontró y lo único que atinó a hacer fue a arrodillarse y besar mis manos, mientras lloraba a mares.

-Lo siento… -es todo lo que pronunció y lo último que recuerdo de aquella noche, porque entré en pánico ante su tacto.

Vinieron a mi cabeza el rostro de sus amigos riéndose de mí mientras me penetraban, él solo participaba en el juego sin importarle que estaba sufriendo. Quería merecer su amor, tener, aunque sea un poquito de esa felicidad que todos suelen narrar. Y ahora había sido engañado nuevamente, me habían timado por segunda vez.

Desperté al otro día en medio de una cama muy grande y blanca. La luz era tenue y provenía de una gran ventana frente a mí. Las cortinas también eran níveas y se mecían grácilmente mientras el viento ingresaba a la habitación. Recuerdo que el único ruido que podía escuchar era la de un pájaro, que cantaba en un árbol cercano. Todo era inusualmente tranquilo, como si hubiera llegado al paraíso.

Levanté la cabeza y reconocí el cuarto, estaba en el departamento de Enrique. En ese momento, la paz se terminó de pronto y es que mi corazón comenzó a latir con fuerza. Más aun cuando vi que el sujeto estaba parado en la puerta, viéndome a lo lejos.

-¿Por qué estoy aquí? –

-Ayer te desmayaste en el parque y como supuse que no querías volver a tu casa, te traje aquí –

-¿Me desmayé? ¿Y por qué? –

-Supongo que te espanté, debe ser difícil para ti verme tan cerca de nuevo, por eso ahora estoy lo más alejado que puedo –hablaba serio, con un tinte de preocupación. ¿Sería real?

-Tengo que irme –

Me levanté de su cama, busqué mis zapatos con la mirada, quería huir lo más pronto posible.

-No es necesario que te vayas, yo tengo que ir a Physical a trabajar, por lo que te quedarás solo. Creo que estar aquí es mejor que en ese parque. Vuelvo muy entrada la noche, por si quieres irte antes, para no verme-

Me impresionó su tranquilidad, como aquella mañana tan blanca. Siempre fue tan aguerrido, apresuraba todo para que saliera perfecto, para que fuera como él quería. Solo seguía sus reglas y nunca se preguntaba si el resto estaba bien con ello. Ahora se mostraba tan distinto, tan calmo y preocupado. Vaya que ha aprendido a actuar bien, es lo único que pude pensar y es que no puedo creerle nada ya.

No le respondí con palabras, solo me quedé sentado en el borde de la cama, mientras él se colocaba la chaqueta y se marchaba del departamento.

Le detesto, todavía suelo tener pesadillas con lo que me hizo con sus amigos, pero ese día tenía razón. No quería ver a Celeste ni a Marcelo, deseaba estar en paz y aquel lugar estaba solo, era el escondite perfecto. No pensé mucho y decidí quedarme allí, aunque todo me recordara aquel incidente. En un instante imaginé que era mejor eso que pensar a cada rato en las mentiras de mi novio y de mi mejor amiga.

Si el día anterior comí como cerdo, ése fue distinto, porque no tenía apetito. Solo me hice un té y salí al balcón para contemplar la mañana. Busqué esa paz que encontré al despertar, sumergiéndome en la vida de quienes salían a trotar, o a pasear con sus mascotas. Los padres llevando a sus hijos al colegio y los oficinistas yendo a su lugar de trabajo. Todo seguía intacto, en sus rutinas, mientras mi vida se había desmoronado por completo.

De pronto algo llamó mi atención.

¿Podría ser posible?

¿Se trataba de la misma persona?

Allí, frente a mí, estaba el sujeto de gorra y anteojos negros, el mismo que he visto dos veces en Physical. Si es un fan de Cassiopeia, ¿por qué estaba frente al edificio de Enrique? ¿Es posible que todo este tiempo me haya estado buscando a mí?

Lo bueno de perder las esperanzas, es que te das cuenta que ya no tienes nada más que perder. Por eso, aunque suene estúpido o peligroso, decidí bajar para encontrar al sujeto misterioso. Necesitaba descubrir sus verdaderas intenciones, ¿por qué yo le llamaba la atención? ¿Qué quería de mí?

Tan solo que, como un fantasma, desapareció. Dejándome con la sensación que algo más hay escondido detrás de todo, como si esta miseria que conozco como vida no ha sido más que una mentira, un engaño. O tal vez mi dolor es el que inventó aquella imagen, queriendo buscar algún motivo para seguir con vida.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).